DÍA 12: No digas nada

13.4K 600 229
                                    

NATALIA POV

Siempre se me hace muy raro ese momento en el que eres consciente de que estás soñando y que estás a punto de despertarte, y aunque te esfuerces porque la balanza se incline de nuevo al sueño, no hay nada que hacer y muy a tu pesar te despiertas completamente. Eso es exactamente lo que me está pasando ahora mismo.

Abro los ojos desubicada e intento enfocar algo en la oscuridad del cuarto. Cuando mis neuronas deciden ponerse a trabajar, me doy cuenta de dos cosas. La primera de ellas, y la más difícil de ignorar, es la razón por la cuál me estoy despertando en una habitación que no es la mía.

Alba está tumbada a mi lado, muy cerca de mi cuerpo, pero sin llegar a tocarme directamente. Sonrío al ver su cara aplastada contra la almohada, tapada por algunos mechones de su desordenado pelo rubio, pero sonrío aún más al bajar un poco la vista y ver cómo con su mano está agarrando mi camiseta, que al ser tan ancha hace que me sobre por los laterales, quedando un trozo sobre la cama. Como un bebé que no quiere soltar su mantita, por favor, qué ternura. Mucho decía ayer que no tenía miedo, pero bien que está sujetándome para que no me vaya a ningún lado.

La segunda cosa en la que pienso es que no sé qué hora es, pero si el despertador no ha sonado quiere decir que es demasiado pronto o que nos hemos quedado dormidas. Para comprobarlo giro mi cuerpo para alcanzar el móvil de la mesilla: las ocho menos diez. Me sorprendo de lo temprano que es porque con lo descansada que estoy pensaba que sería mucho más tarde.

Al moverme para coger el móvil he hecho que mi camiseta se saliera del puño de Alba y a pesar de que probablemente esté en el séptimo sueño, debe darse cuenta, porque al notar la separación se revuelve buscándome. Pasa un brazo por encima de mi abdomen y se agarra a él para juntar todo su cuerpo con el mío, dejando la cabeza apoyada sobre mi hombro. Yo vuelvo a poner el móvil en la mesilla y me quedo quieta, sin saber dónde colocar mis brazos. Ay Alba, ¿dónde ha quedado todo ese espacio que había anoche en esta cama ? Acabo poniendo uno de mis brazos alrededor de su cintura y el otro lo dejo sobre a mi otro lado.

Como queda más de hora y media para levantarnos, decido cerrar los ojos de nuevo y relajarme para poder dormir un ratito más.

La segunda vez que abro los ojos esta mañana, me encuentro con que estoy sola en la cama, y al mirar la hora veo que quedan cinco minutos para que suene la alarma, por lo que la apago para que no salte y me levanto. Oigo que Alba anda por la cocina, así que antes de ir hasta allí paso por mi habitación para ponerme la ropa de deporte, porque ella ya debe de estar preparada.

– Buenos días – saludo al acercarme.

– Hola – se gira y me sonríe. – ¿Has dormido bien?

– Sí, le doy el aprobado a tu cama. Tú qué tal, ¿muchas pesadillas sobre monstruos malvados?

– Y dale, ¡que no tenía miedo! Soy una niña grande, ¿sabes? – protesta con una voz que expresa lo contrario.

– Anda niña grande, vamos a empezar.

Al acabar una hora después, no tengo fuerzas para nada que no sea tumbarme en el sofá sin ni siquiera esperar a haber estirado. Me quedo boca arriba mientras intento que mi respiración vuelva a la normalidad, cuando una risita a mi derecha hace que gire la cara hacia ese lado para ver a Alba mirándome divertida, sentada en el suelo estirando para evitar las agujetas.

– No te rías. ¿Qué te ha dado hoy? Esa clase estaba diseñada para matarnos. A quién se le ocurre... – me quejo.

– No sé, me he levantado con energía hoy, había que quemarla. Además ¿no se supone que eres tú la que está en forma de las dos? Espabila Lacunza – dice disfrutando de mi cansancio mientras se levanta del suelo y me mira desde arriba con las manos apoyadas en la cadera.

CuarentenaWhere stories live. Discover now