Seduciendo a mi Jefe

By Clau_Llerena

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¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el asc... More

Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Epílogo
Agradecimientos
Nueva historia
Dudas
Más de Seduciendo a mi Jefe
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EL JEFE SEDUCIDO
PREFACIO: CUANDO LA PASIÓN NO ES SUFICIENTE
1.UN EXTRAÑO EPISODIO
2.LA ASISTENTE DE MI HERMANO
3.TENSIÓN SEXUAL
4.EL TAN ANHELADO ÉXTASIS
SEDUCIDO POR MI ALUMNA
1. GROGUI
2. TRATO HECHO
3. LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO
4. ¿QUIÉN ES ESE HOMBRE?
5. DOS POR UNO
6. UNA MALA IDEA
7. AHOGADOS EN DESEO
8. ME HE VUELTO LOCA
9. OLVIDAR
10. SOLO SEXO
11. DOS PÁJAROS DE UN TIRO
12. EXPLOSIÓN

Capítulo trece

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By Clau_Llerena


6 de mayo de 2018

Me toma fuertemente de las manos, intentando transmitirme esa fuerza que le caracteriza.

— ¿Tienes miedo? —pregunta dudosa.

— A tu lado, nunca —respondo—. Solo no sueltes mi mano, ¿de acuerdo?

Ella asiente con una enorme sonrisa.

— Sigo pensando que no debiste venir —replica—. No es bueno para el bebé —desvía su mirada hacia mi vientre.

— No podía dejarte sola —intervengo—. Alguien necesita mantenerte a raya de los problemas.

— Y tú te sacrificas sin inconvenientes —se burla.

Sabe que la acompaño porque quiero. Comenzamos este movimiento juntas y así terminaremos.

— Sin dudarlo —contesto—. Además, mi hijo debe aprender a luchar por sus ideales desde pequeño.

Intento bromear. Sin embargo, no puedo evitar el temblor en mi voz. Estoy asustada, pero ella me enseñó a defender mis ideales.

Nota mi temor. Me conoce mejor que nadie.

Aumenta la presión sobre mi mano—. Todo estará bien —afirma—. Nunca dejes de luchar por lo que crees correcto, Amy. ¿Lo prometes?

Le doy un fuerte abrazo. Ella me acaricia la espalda, luego sonríe y baja la mano hacia mi vientre.

— Prometido —respondo finalmente.

— Serás una madre estupenda —comenta.

— Y tú una tía consentidora —replico.

— Que no te quepa la menor duda. Será un bebé muy amado. No necesita un padre. Nos tiene a nosotros.

— Lo sé.

— ¿Lista?

Asiento y juntas nos lanzamos a la calle entre la multitud.

Por horas todo marcha según lo planeado. Ese día, la ciudad escucharía nuestra voz y temblaría ante nosotros.

De repente, escucho un ruido ensordecedor. El caos se desata en aquel lugar: todos corren de un lado a otro, en medio del fuego cruzado.

La busco con la mirada, pero su mano ya no sostiene la mía. Ha desaparecido delante de mis ojos. A lo lejos, escucho los gritos, el ruido de los disparos. El olor a sangre me produce náuseas. La pila de cadáveres me rodea, pero yo solo puedo centrarme en buscarle.

— ¡Violeta! ¡¿Violeta?! —La llamo una y otra vez, hasta destrozar mis cuerdas vocales.

El brazo derecho me arde. Mi cuerpo se estremece ante el dolor que siento en el bajo vientre. Sin embargo, solo puedo pensar en ella; en Violeta.

Siento un fuerte tirón, junto a una voz que me llama—: ¡Amy!

— ¡Violeta!

— ¡Amy! ¡Despierta! ¡Amy!

La habitación se encuentra en total oscuridad, únicamente iluminada por la lamparita de noche al lado de la cama. Por unos instantes, observo a mi alrededor confundida.

— ¡Violeta! —jadeo.

— Ha sido una pesadilla —me abraza.
Su inconfundible aroma me trae de vuelta a la realidad.

— ¿Daniel? —Sollozo.

— Aquí estoy —me aferro a su cuerpo con toda la fuerza que poseo—. Ya pasó. Todo está bien.

Lloro sin control en la penumbra de la habitación, mientras él deja suaves caricias en mi pelo y luego en mi espalda. Poco a poco, logro calmar mis sollozos y mi respiración.

>> ¿Mejor? —inquiere al separarnos.

Asiento en respuesta—. Necesito un vaso de agua —respondo.

— Voy por él —se ofrece.

— Tranquilo —le detengo—, ya voy yo.

— ¿Segura? —Duda.

Le sonrío y le doy un breve pico en los labios, antes de levantarme e ir a la cocina.

Recorro el departamento con el vaso de agua en la mano y me detengo frente al gran cristal que me muestra la ciudad de New York en todo su esplendor. Manhattan es el mejor sitio para vivir, al menos para mí.

Bebo un sorbo del vaso, mientras los recuerdos me invaden como si fueran escenas de una película. Sin embargo, no hay nada de ficción en ellos; no es una pesadilla; es mi pasado que regresa una vez más para recordarme viejas heridas.

La cicatriz apenas perceptible en mi brazo izquierdo, aún escuece. El vientre ya no me duele; aunque no puedo evitar sentirme vacía por dentro, seca, incapaz de crear vida. Las palabras del médico aún permanecen en mi memoria.

<< Tu aparato reproductor ha sufrido demasiado daño. No serás capaz de concebir otra vez >>

La ironía de todo es que en aquel momento no le di importancia. Escondí ese dolor en lo más profundo. No podía sufrir ambas pérdidas a la vez; no lo hubiera soportado. Ella era mi sostén, el bebé era mi ilusión… y los perdí a ambos. Ese día enterré mi alma junto a ellos, solo dejé unos cuantos restos para poder dar consuelo a mis padres.

Estaba muerta en vida.

Pero luego conocí a Becca, a su familia…, y a Daniel. Sin saberlo, los Gold han despertado sentimientos en mí, lo cuales daba por enterrados.

Una ligera sonrisa se dibuja en mi rostro.

Hay heridas imposibles de sanar, pero con el tiempo aprendes a vivir con ellas.

La última promesa que le hice fue no dejar de luchar. Gracias a eso aun sigo aquí.

Su aroma embriagador irrumpe mis pensamientos. Doy otro sorbo al vaso.

— No debiste levantarte.

Siento su aliento en mi hombro y seguidamente deposita sus labios en esa zona, mientras sus brazos rodean mi cintura.

— Has tardado mucho —alude—. ¿Te sientes mejor?

Giro sobre mis pies para quedar frente a él—. Sí. Todo está bien —respondo.

— ¿Quieres hablar de ello? —inquiere.

Niego antes de besarle con ternura—. No. Solo quiero que  me beses. Hazme el amor, Daniel.

— Será todo un placer —es todo cuanto dice antes de tomar mis labios.

Rápidamente, entre besos y caricias me lleva de vuelta a la habitación en sus brazos. Yo solo puedo aferrarme a él con todas mis fuerzas.

Daniel besa cada parte de mi cuerpo, pero sus caricias son muy diferentes a todas las que he sentido con anterioridad. Sus labios, sus dedos, me poseen con delicadeza, como si mi piel fuera a quebrarse en cualquier momento. La lentitud y la suavidad de su tacto se vuelven toda una tortura, mientras la expectación crece a cada segundo.

— Daniel…, por favor —logro pronunciar entre jadeos.

— Chist —detiene mis movimientos desesperados—. Prometí hacerte el amor, y eso haré. Solo disfruta de las sensaciones, Amy. Esta noche serás mía, no solo en cuerpo, sino también en alma.

Sus últimas palabras me desarman por completo y estallo.

— Soy tuya, solo tuya —afirmo en medio del clímax, sin dejar de mirarle fijamente a los ojos.

Esa noche, veo un nuevo matiz en el color de sus ojos: un ámbar cristalino, casi transparente, pero a la vez con un brillo deslumbrante. Y con el recuerdo de su mirada, duermo arrucada entre sus brazos.

7 de mayo de 2018

Me aferro con fuerza a la almohada. Él no está en la cama, pero su olor sigue impregnado en las sábanas: huele a menta ligera y refrescante, a la tierra humedecida anunciando que la lluvia llegará pronto; huele a Daniel y el aroma es embriagador. Inhalo la tela una última vez antes de levantarme.

Escucho el sonido de la ducha y rápidamente me desperezo para ir a su encuentro. Desde su espalda, acaricio con suavidad sus hombros, marcando el camino hacia su torso desnudo y un poco más abajo. Dejo un seductor beso en su cuello. Puedo percibir su indescriptible sonrisa.

— Vaya, se ha levantado juguetona esta mañana, señorita Roldan.
Deposito otro beso en el mismo lugar donde yacía el anterior. Al mismo tiempo, le proporciono suaves caricias en su piel, alrededor de su sexo. Echa su cabeza hacia atrás, reaccionando a mi tacto.

Recorro toda su espalda con mis labios, mientras mis manos continúan proporcionándole placer.
Un gemido gutural sale de sus labios para luego darse la vuelta. En cuestión de segundos, mis piernas se encuentran aferradas a sus caderas.

— Juguemos entonces, señorita Roldan.

— Excelente sugerencia —respondo antes de tomar su boca y comenzar el día con una maravillosa sesión de sexo.

***

Deja un suave beso en mi mano derecha antes de sentarse a mi lado.

— ¿Quieres hablar de lo de anoche? —saca el tema a la luz. Sabía que era solo cuestión de tiempo.

Doy un largo sorbo a mi té con leche antes de contestar—: Fue solo una pesadilla.

— Ambos sabemos que fue más que eso —inhalo con fuerza—. ¿Quién es Violeta?

Por lo que parecen horas, el silencio se adueña de la enorme cocina. Observo con fijeza la taza de té; no puedo mirarle.

Él toma mi mano y la envuelve entre las suyas, obligándome a dirigir la mirada a sus ojos.

>> ¿Confías en mí? —duda.

Coloco mi otra mano sobre las suyas—. Eres una de las pocas personas en el mundo en las que confío, Daniel. Me ha costado, pero puedo asegurarte de que lo hago.

— ¿Entonces..?

Tomo un profundo respiro—. Violeta es una parte de mi pasado… que aún no estoy lista para contar… Prometo hablarte de ella, pero no hoy.

Una vez más identifico ese nuevo matiz cristalino en sus ojos y me pierdo en él. Sin apenas percibirlo, se va acercando a mí con lentitud hasta depositar un suave beso lleno de ternura en mis labios—. Está bien. Cuando estés lista, aquí estaré.

— Gracias —esta vez soy yo quien le besa.

— Estoy aquí para ti, Amy. Quiero saber todo de ti; tu historia, tus miedos —acaricia mis mejillas con sus dedos—, tus preferencias aparte de Johana Lindsey y el atún —sonreímos al mismo tiempo—. Todo, Amy. Quiero todo de ti.

Sin dudarlo me arrojo a sus brazos y le beso con pasión hasta quedarnos ambos sin aire.

— Vaya, señor Gold. Es tan bueno con las palabras como en la cama. Debería plantearse escribir un libro —declaro entre jadeos.

— Me lo pensaré. ¿Podemos agregar mis dotes literarias a la lista de cualidades?

— Con toda seguridad —respondo.

— Vaya. Voy mejorando cada día —bromea.

— Es un buen alumno, señor Gold —le sigo el juego.

— Si seguimos así, no llegaremos a la oficina ninguno de los dos —sisea entre jadeos.

— Oh, no queremos eso. Mi jefe es muy estricto con la puntualidad —le doy un último beso antes de alejarme de él—. ¿Nos vamos? —Inquiero tomando mi bolso en mano.

Le veo negar con la cabeza y sonreír a la vez.

— Eres una pequeña provocadora.

— Lo sé —le sonrío mientras nos adentramos en el ascensor.

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