Deseo deseo ©

Por euge_books

19K 3K 1.4K

¿Qué pasaría si a un chico le viene la regla? Lo sé, lo sé, vas a decirme que estoy loca y delirante, pero lo... Más

🍒Deseo deseo🍒
¡BOOKTRAILER!
Primer día de clases
Vómito de Fanta
Violet
Sentencia de muerte
Estúpida fiesta, estúpido Mittchell, estúpidos todos
Cerecita, la vengativa
Los efectos del vodka
Deseo deseo
Buenos días
¿Qué demonios está pasando?
¿Qué has hecho, Bárbara?
No puede ser verdad
Día de esconderse en el baño
Piernas sucias
El incansable Mittchell vuelve al ataque
Tutorías sangrantes
Mittchell Dramático Raymond
Revelaciones
La regla afecta las hormonas
Definitivamente, se le salió un tornillo
Chocolates en casilleros
Intensidad al mil por ciento
Esfuerzo número dos y un tal vez
La fiesta más horrenda de la historia
Mentiras, fiesta y decepción
Humillación en Volcalandia
Gloriosa ley del hielo
#Ignorado
Maldita sea, Raymond
Charlas de medianoche
Inoportuna clase de matemática
De urgencias en el baño
Diagnóstico incorrecto
La enfermera sexy robapadres
Maratón de pelis y helado
Mini Iron Man
Amores que matan
Llamada telefónica de emergencia
Veo veo
El mayor 3312 de la historia de los 3312
Lobos sexys y adolescentes adoloridos
Herir no es lo mismo que partir en dos un corazón
Colorín colorado, este acuerdo se ha acabado
Agua fría y mantas calientes
Puertas cerradas vuelven a abrirse
Problemas en el paraíso
Usa tus propias botas, idiota
Intentando una nueva jugada
No es perdón, es servicio
Bibidi Babidi Bú
Adiós, estrella; hola, futuras responsabilidades
¿Empezar de cero?
Falda y tacones combinan bien con piernas peludas
Oportunidad ganada
Besos a medianoche y un «te quiero»
Nuevo comienzo
Epílogo

La maldición de Bárbara y la bendición de Mittchell

360 70 27
Por euge_books

Mittchell


Resoplo y maldigo mientras leo el papel que me entrega la profesora Reicci. Estoy en la oficina de la directora, siendo escrutado y analizado milímetro a milímetro por ambas y recibiendo el regaño de la historia. Sé que no soy tan bueno académicamente hablando, pero jamás me han citado. No por estas razones, al menos. Al ver la hoja, estoy por debajo del límite de aprobación. Tres líneas por debajo, lo que significa que es muy malo. No es un secreto que odio los idiomas, específicamente el italiano y el español, y mis calificaciones lo demuestran.

―¿Puede explicarme esto? ―habla la directora por tercera vez. Yo me encojo de hombros, sin saber qué decir―. Señor Raymond, si esas notas no suben, suspenderá el curso. ¿Acaso quiere eso?

La verdad, poco me importa si tengo que repetir el año. Mi madre apenas me presta atención y el neandertal que tengo como padre no se enteraría.

La profesora se agarra el puente de la nariz con los dedos y tamborilea los dedos en el escritorio. Lentamente, como si fuera parte de una película de terror, una sonrisa se forma en su rostro, señal de que ha tenido una revelación.

―Tengo una solución. ―La directora la observa, esperando que se explaye. Yo ruego porque no sea lo que estoy pensando―. Tomará tutorías de un compañero o compañera hasta que sus notas mejoren. Nos evitaremos los disgustos y así podremos mantenerlo bajo control.

No es un secreto para nadie mis cagadas y disturbios, gracias a todo el dinero que mi padre gasta para no tener razón para regresar. Estos días parece que se preocupó demasiado en que eso no suceda.

―Me parece perfecto. ―responde.

Se estrechan las manos y yo las miro, incrédulo, esperando que digan algo, lo que sea. Ni siquiera se molestaron en preguntarme qué pensaba, me había quedado claro que no era una decisión que yo pudiera tomar. Cuando la señora Reicci decretó a mi nueva maestra, mis comisuras temblaron, los sentimientos se arremolinaron en mi interior y se mezclaron.

Salimos del despacho y ella se apresura para ir a dar clases. Me da mi tiempo para que pueda comunicarme, aunque es claro que no lo haré, prefiero sorprenderla. Nos tenemos que poner en marcha cuanto antes, y aún así tengo una enorme sonrisa en el rostro. Cerecita, no escaparás tan fácil de mí.

Me encanta la cara que pone cuando tomo asiento a su lado. Sus hermosos ojos castaños se abren de par en par y sus labios forman una perfecta "o". Quiere decir algo, pero está estupefacta.

―¿Qué pasa, Sucker? ―digo, sacando el cuaderno con total tranquilidad.

―Sal de mi banco.

Yo niego, disfrutando de cómo sus manos se hacen puños y parece que le encantaría estrellarlos contra mi rostro.

―¿A qué estás jugando?

Mi estómago da un vuelco involuntario al escucharle decir mi nombre. Aunque esté enojada, resulta increíblemente bonita. Debe ser irónico que yo lo diga, pero no estoy ciego ni drogado. Tal vez ese es el motivo por el cual quise acercarme a ella en un inicio.

En ese momento, la profesora avanza y se nos para enfrente, sonriendo como si hubiera logrado una hazaña magnífica.

―Veo que ya estás enterada, Bárbara.

―Creo que no la entiendo.

Sus castaños ojos se enfocan en los míos para luego volver a la señora. Ella se planta y me toma de un hombro, sacudiéndolo suavemente y dando una palmada.

―Este chico no se expresa bien, ¿verdad? A partir de ahora, le darás tutorías en esta y otras asignaturas que precise. Lamento no haberte informado antes, pero confío en que lograrás cosas buenísimas.

Mi nueva compañera casi se atraganta con su propia saliva. Es divertida y tierna la forma en la que arruga sus labios y se sienta recta en el asiento, dispuesta a refutar. Sin embargo, una mirada severa la detiene.

―La directora estaría encantada que tú, la alumna más aplicada que hay en toda la institución, ayude a este pobre chico a pasar el curso.

Está manipulándola con las emociones, sacando el lado que quiere complacer a todos, y lo está consiguiendo. Casi la felicito cuando se rinde y asiente, mordiéndose el labio con fuerza.

―Lo ayudaré lo más que pueda.

La señora Reicci se yergue y da una palmada con una gigantesca sonrisa.

―¡Todo arreglado entonces! ―exclama―. Ahora, comencemos...

Y pierdo la comunicación porque empieza a hablar en italiano. Mi cara representa un retrato de confusión total. Puedo escuchar que Bárbara se ríe mientras anota palabras claves en su cuaderno, para mí jeroglíficos egipcios. Pasados cinco minutos, le doy un golpecito suave en el codo.

―¿Qué está diciendo? ―le susurro. Una de sus comisuras se alza y responde, claramente sabiendo que no le entenderé:

Fai attenzione, idiota.1

Entendí a la perfección lo último, ella está encantada con mi reacción.

―Por favor, tutora querida. ―suplico.

En respuesta, pone su dedo índice sobre sus labios. Agotado, cruzo los brazos sobre la mesa y cierro los ojos. Si no entiendo nada, no veo el sentido a seguir despierto, mucho menos con el dolor que se ha vuelto a instalar en mi estómago bajo.

Despierto con el timbrazo que anuncia el fin del día. Eso y también la voz de Bárbara en mi oído, rogando para que me quede así y no la hostigue más. Para su mala suerte, sigo aquí. Respira hondo cuando la enfoco con los ojos achinados, como implorándose paciencia, y se levanta. Su mueca de disgusto me entretiene, pero no acoto nada y la sigo.

Saludo a la profesora antes de cruzar la puerta. Nos detiene y nos entrega una pila de hojas, o más bien se la da a Bárbara, y utiliza una palabra similar a "entrenamiento" o "condicionamiento". No estoy segura, sigo medio sumido en la bruma del sueño.

Nos metemos en la marea de alumnos y aprecio cómo trata de alejarse de mí. Huye, como un corderito asustado, pero yo soy un león dispuesto a perseguirla hasta que se canse.

―Bueno, Cerecita, ¿qué día te viene bien? ―pregunto, apoyándome en la pared metálica de casilleros. Ella revolea los ojos, pero no me contesta. Se limita a sacar los libros y a guardarlos en su bolso―. Ay, vamos, nena...

Se da la vuelta bruscamente y me pone el dedo índice en el pecho.

―Primero, no te atrevas a llamarme de esa manera. Tiene una connotación sexual que no deseo imaginarme nunca. Y segundo, lo que te pase no es de mi importancia. Quería mantener contenta a la señorita Reicci, de ninguna manera te soportaré en mis horas libres. Adiós.

Tal vez me equivoqué, porque no luce como un corderito, luce como una maldita pantera lista para comerme. Y yo soy tan estúpido que seguro me dejo.

La veo reunirse con sus amigos, les cuenta con pelos y señales lo sucedido y se dirigen al comedor para robarse unos tentempiés de camino a casa. Lo hacen casi todo el tiempo, creen que no los observo, pero sí. Los veo, la veo, y no puedo creer lo que siento cuando lo hago.

Sacudo la cabeza y trueno los dedos. Aparto todo resquicio de pensamiento y me aproximo a la entrada. No me iré sin convencer a esa chica de ayudarme, porque no tengo opción.

Cinco minutos después, aparece mordiendo efusivamente un alfajor. No me ve al inicio, solo cuando casi se choca conmigo lo hace.

―No me respondiste, Cerecita. ―la abordo.

Da un respingo ante la determinación en mi voz.

―Maldita sea, Mittchell. ―susurra.

―Estás obligada a ayudarme lo que sea necesario. Eso incluye ir contigo a todas partes.

―Eres como un chicle pegado a mi zapatilla.

Río ante la comparación y, en un arrebato, tomo un mechón suelto de su pelo y lo recoloco detrás de su oreja.

―Prefiero el término "adolescente desesperado" que busca ayuda de una "excelente estudiante".

Se queda estática, procesando lo que acabo de hacer, y yo también, si tengo que ser sincero. ¿Por qué lo hice? Diablos, estúpidos impulsos.

Suspira con pesadez y dice cosas por lo bajo, como si estuviera hablándose a sí misma. Sé que lo hace para molestarme y así crear una excusa para ignorarme. Lo está logrando, y tengo que romper esa burbuja.

―Por favor...

―Ya te dije mi respuesta. Arréglatelas.

Dicho esto, se aleja y tira el envoltorio del dulce en el contenedor negro de una esquina. Admito que es dura, y me encanta esa versión que está mostrando.

Acepto el reto, Cerecita.        


1. En italiano significa: "Presta atención, idiota"


¡Hola, hermosuras! Sí, como vieron, dos capítulos en dos días, ni yo me lo creo. Estoy inspirada, así que me van a ver bastante más seguido. Quiero llegar a la mitad para sorprenderlos con una maratón. 

Les voy a proponer un reto. Para cuando lleguemos al capítulo 20, tenemos que alcanzar los 500 o 600 votos para que la maratón se suba definitivamente. ¡Vamos que se puede! 

Ahora pasemos a las preguntas de siempre... 

¿Qué pensaron cuando vieron que Mittchell requiere la ayuda de nuestra adorada Bárbara? 

¿Qué piensan que va a pasar entre estos dos? ¿Estarán destinados a amarse o odiarse por el resto del año escolar? La verdad que los amo, aunque Mittchell sea tóxico jajaj. 

Bueno, los dejo mis amores. Espero que hayan disfrutado del capítulo. 

Los quiero mucho, 

Euge.

Seguir leyendo

También te gustarán

210K 19.7K 96
Un joven repartidor de helados. Una joven que ama el helado. Ciertas entregas fuera de horario. Pasados que atormentan presentes. Sonrisas dibujadas...
44.5K 6.6K 55
June Tania Ella Dunphy-Darrell-York Teddy, para los amigos Teddy, está en la mejor de las etapas vividas por el ser humano: la adolescencia. Sí, cla...
4.9K 1.8K 25
|†| Sinópsis |†| Evelyn vive dentro de una gran mentira, pero ella aún no lo sabe. El pueblo de Karsson fue lo que desató el caos en su vida y al con...
65.9K 1.9K 50
"me gustaría ser más cercana los chicos del club, pero supongo que todo seguirá siendo igual, no?"