Seduciendo a mi Jefe

By Clau_Llerena

1.3M 66.3K 4K

¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el asc... More

Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Epílogo
Agradecimientos
Nueva historia
Dudas
Más de Seduciendo a mi Jefe
Grupo de WhatsApp
EL JEFE SEDUCIDO
PREFACIO: CUANDO LA PASIÓN NO ES SUFICIENTE
1.UN EXTRAÑO EPISODIO
2.LA ASISTENTE DE MI HERMANO
3.TENSIÓN SEXUAL
4.EL TAN ANHELADO ÉXTASIS
SEDUCIDO POR MI ALUMNA
1. GROGUI
2. TRATO HECHO
3. LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO
4. ¿QUIÉN ES ESE HOMBRE?
5. DOS POR UNO
6. UNA MALA IDEA
7. AHOGADOS EN DESEO
8. ME HE VUELTO LOCA
9. OLVIDAR
10. SOLO SEXO
11. DOS PÁJAROS DE UN TIRO
12. EXPLOSIÓN

Capítulo diez

34.7K 1.7K 61
By Clau_Llerena


16 de abril de 2018

Observo fijamente el ramo de jazmines, decidiendo qué hacer con él. Tiene una tarjeta, pero no quiero abrirla. Son suyas, lo presiento.

<< Ábrela, Amy. No seas cobarde >>, ordena mi subconsciente.

No puedo. Hacerlo en estos momentos, sería abrir la caja de pandora.

<< Tienes miedo. Temes rendirte ante él >>, me reprocha.

Pues sí, debo admitirlo. Me aterra que suceda nuevamente.

<< Daniel no es él >>, replica mi voz interior.

No —concuerdo—. Pero yo tampoco soy la Amy de antes. Esa Amy que deseaba corazones rosas y promesas de amor eterno ha muerto. Murió lentamente hace unos años.

<< Lee la nota, entonces. No tienes nada que perder >>

Es cierto. Una simple nota no me hará cambiar de parecer.
Tomo la pequeña tarjeta junto a las flores y procedo a abrirla cuidadosamente.

No pienso rendirme; ni con las flores, ni contigo. Te estaré esperando en mi oficina. Sé que vendrás.

Señor G
 

Sonrío incrédula.

Sueña con eso, Gold. Necesitaría una razón más poderosa que unas simples flores y unas pocas palabras provocativas para acudir a ti.

— Amy —me llama Eloy—. ¿Puedes venir?

— Usted dirá, señor —inquiero dentro de la oficina.

— Como has escuchado en la junta directiva —comienza explicando. No quiero recordar la dichosa junta donde Daniel no dejaba de lanzarme indirectas—, mañana el presidente debe visitar nuestra sede en España.

— Lo sé —intervengo—. Pero no entiendo que relación tiene conmigo.
No me gusta la sonrisa que veo asomar en el rostro de mi jefe.

— Todo, Amy —respondo—, porque serás tú quien acompañe a Daniel.

— ¡De ninguna manera! —me levanto de repente—. ¿Por qué? —mi pregunta es casi un chillido.

— Eres la más indicada —explica. Yo bufo en respuesta—. El español es tu idioma natal; lo dominas perfectamente. Además, aunque mi hermano domine el mundo editorial, muchas veces se deja llevar por los números. Necesita una opinión desde un punto de vista más… creativo.

— ¿Hablas en serio? —Indago—. ¿Qué se supone que haré? Solo soy una asistente, Eloy —le tuteo. Por su sonrisa, puedo asegurar que sabe más de lo que cuenta—. ¿Ayudar a Camille con los cafés?

— Para nada —responde—. Camille no irá. Intercambiarán lugares, solo por estos tres días —aclara.

— ¡Y un demonio que iré! —Replico—. Puedes despedirme en este preciso instante, porque no pienso ir.

— No puedo hacer eso, Amy —contesta—. Realmente, solo te estoy informando. Pero no tengo el poder de intervenir y siendo honesto, no me apetece.

Me guiña un ojo.

<< ¡Si será cabrón! >>

<< Está confabulando con el idiota de su hermano >>

Lo han planeado en complicidad.

>> Ha sido una orden emitida directamente desde presidencia —continúa su discurso—. Si tienes alguna objeción, ya sabes a quién debes dirigirte.

— ¿Por qué haces esto, Eloy? —pregunto rendida.

— Porque ambos tienen puntos que aclarar. No pueden dejar las cosas como están, Amy —su respuesta me toma por sorpresa y él lo nota—. Estoy al tanto de todo. Daniel además de mi hermano, es mi mejor amigo.

Me ha cobrado lo de Becca. ¡Y me la ha devuelto con creces!

>> Además —continúa mi jefe—, realmente pienso que eres la más indicada para el viaje.

— Pues no pienso ir —replico—. Y en este preciso instante, iré a dejárselo claro al señor Gold.

— Adelante —accede—. Cuando termines, quedas liberada. Debes preparar el viaje.

— Estás muy confiado de tu hermano —le reprocho.

— Porque le conozco —asegura—. Créeme, no tienes oportunidad contra él.

— Ya veremos —comento antes de salir, casi corriendo, hacia el ascensor.

En presidencia, una muy sonriente Camille me recibe.

— Hola, Amy —saluda—. El señor Gold te espera.

— Apuesto a que lo hace —es todo cuanto digo.

Disparada, entro a la gran oficina sin siquiera tocar la puerta. Es la primera vez que entro. El amplio lugar muestra un diseño de interiores personalizado, con varias tonalidades doradas mezcladas con matices blancos y negros. Es como entrar en la sala del trono de un palacio.

— Señorita Roldan —puedo apreciar la satisfacción en su expresión—. ¿A qué debo su inesperada visita?

— Corta el rollo, Gold —interrumpo—. ¿Me esperabas? Aquí estoy. De una vez te aclaro que no pienso ir.

— Eso ya lo veremos —señala con su característica arrogancia.

— ¿Me estás retando? —Inquiero.

— Totalmente —acepta, colocandose frente a mí en una pose demasiado altiva. El sujeto quiere demostrar su grado de superioridad y eso solo consigue incrementar mi enfado—. ¿Quieres apostar?

— Perderás —aseguro.

A este punto, estamos muy cerca el uno del otro.

— No lo creo —objeta—. Estoy dispuesto a jugar todas mis cartas.
Sus ojos se posan directamente en los míos. Definitivamente, me está retando.

<< Pues no pienso ceder >>

— No existe forma alguna en la que puedas hacerme subir a ese avión —le reto de vuelta.

Es ahí donde comienza nuestra batalla. Batalla que, desde el momento cero, había perdido.

18 de abril de 2018

— Bienvenidos al Hotel Orfila Madrid. ¿En qué puedo ayudarle? —Una muy sonriente recepcionista nos recibe; prestando especial atención a mi jefe.

— Hola —llamo su atención—. Tenemos una reservación.

Hemos llegado hace media hora a Madrid. No he podido evitar, a pesar de mi disgusto, admirar la ciudad. El hotel me ha dejado sin palabras: un palacete situado en el centro de la ciudad, decorado al estilo del siglo diecinueve.

— Por supuesto —interviene la recepcionista—. ¿A nombre de quién?

— Daniel Gold —pregunto exasperada. La mujer no puede quitarle los ojos de encima a Daniel.

¿Qué le ven?

<< Lo mismo que tú, probablemente >>, responde mi subconsciente.

— Oh —comenta doña mirona—. Le estábamos esperando, señor Gold. La suite presidencial está lista para usted.

— Gracias —comenta el muy idiota. El simple gesto de sonreír logra sonrojar a la rubia. Su rostro es todo un espectáculo.

— Excelente —intervengo—. ¿La otra habitación?

— ¿Disculpe? —Duda la recepcionista.

— La otra habitación —repito—. La reserva contaba de dos habitaciones.

— Debe haber algún error, señorita —comenta—. La reservación a nombre del señor Gold consta explícitamente de la suite presidencial.

— Eso es imp… —detengo mis propias palabras al comprender la situación.
Me giro hacia mi jefe, quien tiene una expresión demasiado divertida—. ¡Lo has hecho a propósito! —Afirmo.

— Tal vez —se mofa.

En estos momentos, parezco una hiena a punto de devorar su presa.

— No hablas en serio —comento incrédula, pero ya conozco la respuesta.

— Debiste pensarlo detalladamente antes de apostar contra mí, Amanda —aclara.

— Más te vale que haya una habitación libre, Daniel Gold —le advierto antes de dirigirme a la recepcionista, quien ha sido testigo de nuestro pequeño enfrentamiento—. Dígame que hay una habitación libre —suplico con cara de circunstancias.

— Lo lamento —se disculpa—. Pero estamos en temporada vacacional. El hotel está lleno. Por eso las reservas necesitan hacerse con antelación —explica apenada.

Maldigo por lo bajo.

>> El botones los llevará hasta la suite —anuncia la chica, como si nuestra conversación no hubiera existido—. Feliz estancia.

Daniel me lleva casi a rastras.

— Esta me las pagas, Gold —murmuro en el ascensor.

— Aún no has visto nada —comenta—. Este es solo el comienzo, Amanda. Es mejor que te rindas de una vez.

— Nunca —replico.

— Pues atente a las consecuencias.
En algo tiene razón: el viaje solo acaba de comenzar.

***

Observo la hermosa ciudad a través de la ventanilla. Escucho su agitada respiración y siento su impaciencia.
Suspiro agotada.

<< ¿A dónde quieres llegar con todo esto, Amy? >>

No tengo ni idea. Solo sé, que no permitiré que la escena en su penthouse se repita. Aún tengo frescas sus palabras.

— ¿Fue un error acostarte conmigo?

— No lo sé. Dímelo tú.

La duda que vi en sus ojos me ofendió más que su prepotencia.

— ¿No piensas volver a hablarme? —Duda.

— No tengo nada que decir —mi voz es apenas un susurro.

Resopla—. Nos queda un largo día de trabajo por delante —aclara.

— Descuide —intervengo—. Al contrario de usted, sé separar el plano personal del laboral.

— Bien.

Suspiro por enésima vez.

— Bien —repito.

Tiempo después nos detenemos en la editorial. Un hermoso edificio —aunque no tan grande como el de New York— salta a la vista. Tiene solo cinco pisos, mientras el central cuenta con veintidós.

Un sujeto robusto vestido de ejecutivo nos recibe—. Señor Gold —le saluda con un marcado acento—. ¿Se ha instalado bien?

— Vega —le devuelve el saludo—. Todo perfecto, como siempre.

El hombre un poco canoso desvía la mirada hacia mí.

>> Le presento a Amanda Roldan —me presenta mi jefe—, mi colega.
Sus últimas palabras me toman por sorpresa. La última vez se refirió a mí como su empleada, una simple asistente.
— Señotita Roldan, Vega González —se presenta.

— Pensé que Vega era su apellido —comento en un perfecto español—. Llámeme Amy, por favor.

— Oh, domina perfectamente el idioma —se sorprende.

— Soy venezolana —aclaro—. Es mi lengua natal. Es un placer conocerle.

— El placer es todo mío —responde—, y sí, mucha gente confunde mi nombre con el apellido.

— Vega es el director de la sede —interviene Daniel— y un viejo amigo de la familia.

— ¿Cómo está Robert? —pregunta el aludido—. ¿Sigue con sus malos chistes?

— Lamentablemente —contesta—. Disfruta cada día de su retiro.

— Hace bien —afirma—. Pronto llegar[a mi turno. ¿Entramos?

— Por supuesto.

El edificio está muy bien estructurado; organizado por departamentos. Los trabajadores son muy agradables. O tal vez solo lo son porque tratan con el jefe.

— ¿Qué tal las ventas este año, Vega? —Daniel ha estado indagando desde que entramos como el empresario que es.

— Este año ha sido generoso —responde el aludido—. En pleno abril ya hemos superado las ventas del pasado dos mil diecisiete.

— Bien —comenta el presidente—. Vamos muy bien, Vega.

— Has sabido manejar la corporación, Daniel —comenta—. Tu padre te ha entrenado bien.

— Es un buen maestro —se encoje de hombros.

— ¿Qué opinas, Amandaa? —pregunta el señor Gold.

— Tiene una buena estructuración —intervengo.

— Concuerdo.

— Según puedo ver en este informe —continúo—, las ventas se basan en los autores consagrados y contratos renovados. Los autores más recientes que tenemos son de hace cinco años.

— Efectivamente —afirma el señor González—. ¿Hay algún problema?

— En absoluto —respondo—. Eso significa que los lectores continúan amando a nuestros escritores, y les siguen la pista. Ha hecho una buena elección, señor González.

— Gracias. Tengo un buen equipo de trabajo.

— Déjale terminar, Vega —intercede mi jefe—. Apuesto a que no termina ahí, ¿cierto?

Le miro entrecerrando los ojos. Le encanta provocarme, le divierte.
Cuento mentalmente hasta tres, antes de continuar—: Si me permite la osadía, creo que están un poco estancados. Es tiempo de expandirnos. Le aseguro que con nuevos autores, vienen nuevos lectores.

— Tiene un punto —responde el español—. He recibido varias propuestas como la suya. Pero no creí oprtuno el momento para arriesgarnos.

— Las finanzas van mejor que nunca —insisto—, la audiencia tiene muy buenas cifras. Creo que este es el momento preciso para arriesgaros, para explorar nuevas espectativas. Actualmente, somos los número uno en el mundo editorial, como corporación. ¿No cree que es tiempo de ser el número uno en Europa, como sede?

— Totalmente de acuerdo —coincide Daniel—. Quiero una propuesta redactada, antes de irme, Vega. ¿Algo más que añadir, Amanda?

— De hecho —indago—, tengo una duda.

— Usted dirá.

— Sobre el tema de las traducciones. ¿Qué sistema de trabajo tienen?

— Envíamos las obras en inglés a esta sede y viceversa —responde mi jefe muy interesado—. ¿Tienes alguna opinión al respecto?

— ¿Quizás es tiempo de que cada sede tenga sus propios traductores? —Sugiero dubitativa.

— Es un proyecto ambicioso —comenta el español.

— Tendríamos que hacer un análisis detallado —añade Daniel—; ver las estadísticas. No solo traducimos al inglés-español; tenemos portugués, alemán, francés y ruso. Incluso estamos trabajando en explorar nuevas lenguas.

— Entiendo —comento.

— Pero es una buena idea —aclara el señor Gold—. La discutiré en la próxima junta. Serás la encargada de realizar la investigación, Amanda. Pediré a Camille que te asista.

<< Se le olvida que he renunciado >>, el pensamiento cruza mi mente, pero no digo nada; no delante terceros.

— Ha sido una visita productiva, Vega —se despide mi jefe.

— Estoy de acuerdo —coincide—. Mañana nos enfocaremos en el área creativa y de diseño. Y por supuesto, la invitación a almorzar va incluida.

— Un excelente itinerario. Hasta mañana, Vega.

— Daniel —estrechan manos—. Señorita Roldan.

— Hasta mañana, señor González —me despido.

— Llámeme Vega, por favor —pide.

— Solo si usted me llama Amy —adjudico.

— Hecho. Has hecho bien en traerla, Daniel —agrega.

— No podría estar más de acuerdo.

<< Tus adulaciones no funcionarán Gold >>

>> Bueno, señorita Roldan —dice dentro del coche. Al frente, Clarke, su sombra, maneja—, terminado el trabajo, hablemos de nosotros.

— No hay nada que hablar, señor —replico.

— Hemos vuelto al usted —resopla—. Te daré tiempo para meditarlo. Primero cenemos. Hay un excelente restaurant…

— Prefiero comer en el hotel —le corto.

— Me lo estás poniendo difícil, Amy —ahora soy Amy.

— Debió pensarlo detalladamente, antes de apostar en mi contra, señor —le devuelvo sus palabras.

— No esperaba menos —comenta—. Pero, desde ahora te dejo claro que nuestra plática no pasa de hoy —advierte.

— Ya veremos —respondo—. Y desde ahora, le dejo claro que no pienso dormir en la misma habitación que usted.

— Veremos quién vence y quién claudica —comenta por lo bajo.


Continue Reading

You'll Also Like

26.1K 3.1K 34
Amante de la imperfección, perdida en un mundo de apariencias. Un mundo donde todos fingen ser algo que no son. Excepto yo; hace un par de años perdí...
1.3M 66.3K 63
¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el ascensor, sobre un escritorio o en un Penth...
8.1K 674 100
Donde una sirena entra nueva a la academia de la ciudad donde se mudo.Ella pensaba que era la única siendo algo que no es humano,sin embargo conoció...
1.7M 9K 2
©️Libro dos y tres Los libros son la salvación del mundo cruel, pero las armas son la supervivencia, eso lo sabe bien Heather quien tiene que dejar d...