Bésame o Dispara. #Descontrol...

By marion09

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Han pasado trece años desde el asesinato de los McGregor, doce de los cuales Emalene pasó recluida en un orfa... More

Bésame o Dispara. #Descontrol en la Realeza 3
Prólogo
Capítulo 1: Príncipes y Princesas.
Capitulo 2: Solas o mal acompañadas.
Capítulo 3: Bienvenido, Frankie.
Capítulo 4: El intruso.
Capítulo 5: Un encuentro.
Capitulo 6: Un Disparo.
Capítulo 7: Una revelación.
Capitulo 8: En marcha.
Capítulo 9: A la hora del almuerzo.
Capítulo 10: Excusas y Excepciones.
Capitulo 11: Corazones rotos.
Capítulo 12: Lugares secretos y oscuros.
Capitulo 13: Empujoncitos.
Capítulo 14: Vacaciones de tiempo indefinido.
Capitulo 15: Ser mala.
Capítulo 16: La pequeña aventura de Max y Charlie.
Capitulo 17: La noche de las máscaras.
Capitulo 18: Conversaciones en una fiesta Real.
Capitulo 19: Daño.
Capitulo 20: Respuestas inconclusas.
Capitulo 21: El regalo.
Capitulo 22: Sorpresas
Capitulo 23: Mentirosos, mentirosas.
Capitulo 24: Lunes.
Capitulo 25: Relaciones.
Capítulo 26: Una cena en familia.
Capitulo 27: Tiempo
Capitulo 28: Aventura de chicas.
Capitulo 29: Algo sobre los malentendidos.
Capitulo 30: No confíes en nadie.
Capitulo 31: Opciones.
Capitulo 32: Operación rescate.
Capitulo 33: Una aparente calma.
Capitulo 34: Personas que crees conocer. Parte 1
Capitulo 34: Personas que crees conocer. Parte 2.
Capitulo 35: Cambios.
Capitulo 36: Una casi normalidad.
Capitulo 37: Más radiante que el sol.
Capitulo 38: Más disparos.
Capítulo 39: Cuando todos lo saben, excepto tú.
Capítulo 40: Escurridizo.
Capítulo 41: Sin salida.
Capítulo 43: Dudas.
Capítulo 44: Visita inoportuna.
Capítulo 45: Lo que el tiempo ni la distancia puede borrar.
Capitulo 46: El tiempo que nos separa.
Capitulo 47: Encuentros nocturnos.
¡Aviso!
Capitulo 48: La noche del final.
Capítulo 49: El final.
Epílogo
Nota de autora.
Cocktail Real, entre besos y mentiras
Amor diplomático VERSIÓN 2018
¡Concurso!

Capítulo 42: Cobardes.

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By marion09

Charlotte dio un respingo hacia atrás. Había escuchado muy claramente sus palabras, pero tan solo un segundo después, las dudas la asaltaron.

—¿Qué? —Salió de su garganta como un murmullo.

Estaban cerca, muy cerca. Max tenía una mano sobre la suya y parecía atravesarla con la mirada, como si buscase algo dentro de su mente, o su alma, no estaba segura. Se sentía paralizada, su cuerpo no respondía y hasta le pareció difícil respirar.

Pero se obligó a hacerlo, necesitó de una gran bocanada de aire para recuperar todo el que había perdido y desvió los ojos hacia otro lado, rompiendo de esa forma el contacto que más la desestabilizaba.

Max por su lado, reaccionó cuando perdió su mirada. Decir que lamentaba lo que había dicho sería mentira y él siempre trataba de mantenerse honesto. Pero eso no quitaba que no deseara golpearse la cabeza contra un muro.

La había asustado.

Y aunque intentase disimularlo mientras se levantaba de la cama, quitando la mano de debajo de la suya, él pudo ver con claridad lo nerviosa que estaba, todavía aturdida por sus palabras y la forma en la que, por un par de segundos, habían penetrado en el alma del otro.

Ella no estaba acostumbrada a conectar con nadie, ni siquiera se molestaba en dar una oportunidad para que los demás la conocieran mejor y apreciaran esa parte de ella que a él le había cautivado.

—Quiero hacerlo, pero no lo haré. No necesitas huir, no tengas miedo —respondió recuperando su capacidad de razonar.

Por primera vez en su vida ella estaba actuando de forma ilógica. Pretendiendo no oírlo, caminó hasta la ventana y se paró allí, mirando hacia afuera, en silencio, con los brazos cruzados.

Al contrario de lo que parecía, sí había escuchado lo último y muy bien.

Y muy mal por Maximillian, si pretendía hacer que con eso se sintiera mejor, estaba equivocado.

¿Qué quería pero no lo haría? ¿Por qué no? Eso la desconcertaba y le causaba enfado, como una revolución en su interior que no podía controlar, y ella era una fanática del control. En especial cuando se trataba de sus emociones.

Y ser consciente de que estaba enojada, por lo que él le había dicho, solo lo empeoraba más.

—Charlotte. —La llamó Max desde la cama.

Con los brazos cruzados a la altura del pecho, Char se giró con lentitud. Estrechó los ojos hacia él y apretó los labios en una fina línea.

—¿Por qué no?

Las cejas de Max se levantaron, confundido.

—¿Qué? —Fue su turno de decir.

—¿Porqué no lo harías? Si quieres hacerlo, ¿por qué no lo haces y punto?

Ella supo por su expresión, que lo había dejado anonadado. Sonrió con sorna, apretando los dientes sin poder apaciguar la irritación que tenía y dio un paso adelante.

¿Es que se había quedado sin palabras? Tenía que ser un milagro.

¡Maldito cobarde!

Inhaló profundamente deseando poder darle un puñetazo a la pared.

O a él.

¿Y por qué a me importa tanto? Se regañó a sí misma.Quizá era ella quien necesitaba un golpe en la cabeza.

—Porque no es correcto —Contestó Max luego de un minuto de procesar lo que Charlie le había preguntado. Volvió a salir de la cama, maniobrando con incomodidad y logró pararse sin trastabillar o enredarse con las sábanas.

Char siguió todos sus movimientos con la vista y estuvo tentada a retroceder cuando él se paró frente a ella. Las puntas de sus pies descalzos casi tocaron el puntero de sus zapatos.

Pero no lo hizo. Él era el cobarde, no ella.

 —No es correcto —Volvió a decir Nash—. No es apropiado.

—No, no lo es —concordó.

—Se supone que tengo que protegerte, tu padre confía en mí. —Las palabras salían de su boca, se estaba obligando a decir todo aquello, pero estaba muy lejos de ser lo que él sentía. ¿Cómo contenerse cuando ella lo contemplaba así? Con esa pose provocadora, desafiante.

—Sí, lo hace.

—Es mi trabajo —prosiguió.

—Creí que yo era más que un trabajo para ti, Maximillian. Lo dijiste antes, ¿es que ya no es así? ¿Qué es lo que cambió?

Él suspiró, lo estaba presionando hasta el fondo. ¿Qué quería lograr con eso? ¿Hasta dónde quería llegar? Si no la conociera mejor, podría decir que ella en verdad quería que cumpliera, que la besara. —Nada, nada cambió. Mis sentimientos no cambian, pero hay cosas que…

No pudo terminar, la princesa volvió a superponer su voz por encima de la de él.

Charlotte quería saberlo todo, su corazón latía más deprisa teniéndolo tan cerca y no era la primera vez que le sucedía. Se dijo que tenía que haber una explicación para ello, deseaba escucharlo todo. —¿Qué es lo que sientes? —Insistió sin dejar ver su verdadero estado de ansiedad. Su voz era fría, mesurada, y había podido mantenerla a pesar de su respiración agitada.

Max sonrió, no le costaba responder a eso porque solo estaba diciendo la verdad. No era algo nuevo, él tenía claras sus  emociones y no era tan reacio como ella para hablar sobre el tema o expresarlas. —Ya te lo he dicho antes —sonrió—. Te admiro muchísimo por tu fortaleza, porque eres inteligente, madura, responsable. Y en todo este tiempo que hemos pasado juntos, por todo lo que hemos hecho, he llegado a quererte, apreciarte. Es un honor y gusto tener que protegerte. —Hizo una pausa y sopesó lo siguiente. Hasta allí podría considerarse que no había dicho nada fuera de lugar. No estaba faltándole el respeto y tampoco abusando de su confianza. Y debería de haber finalizado allí. Pero no lo hizo—. Y creo que eres hermosa, no solo por dentro, sino también por fuera.

Charlie arrugó la frente. Aceptar halago nunca había sido un problema para ella. Pero los otros no eran, ni de cerca, parecidos a ese.

Él la veía. Veía todo de ella y no mentía. No hacía alabanzas vacías solo por quedar bien o intentar obtener algo de algún miembro de su familia como siempre ocurría. La consideraban el medio para llegar a un fin, un fin que podría ser su padre, su madre, su abuela o alguno de sus hermanos, Dina en especial si de chicos hablaban.

Pero Max era distinto.

Incluso era diferente a Eric quien también la había adulado y dicho cosas bonitas. No era que creyera que él no había sido sincero, pero su corazón no había querido escaparse de su pecho al oírlo y su mente no se había quedado en blanco.

Él no le provocaba esas singulares sensaciones que recorrían su cuerpo de pies a cabeza. Max sí.

Y con esa idea dando vuelta, otra nueva surgió. Si con solo hablar la hacía sentir de ese modo que pasaría si…

Char no quería más dudas, quería respuestas.

E iba a obtenerlas.

Se lanzó a por ellas.

De una forma bastante literal.

Se arrojó sobre su cuerpo en un acto bastante impropio en ella, lo que facilitó que Max tardara en reaccionar por la sorpresa. Con bastante torpeza se puso en puntillas, a pesar de los tacones de los zapatos para alcanzar su boca. Pero seguía un poco alto y sin pretender nada más que acercarlo, introdujo los dedos por entre el corto cabello del muchacho y tiró de él hacia abajo.

Todo eso ocurrió en cuestión de un segundo.

El siguiente fue cuando capturó su boca. Su práctica era casi nula, lo de Eric poco contaba puesto que él siempre había tomado la iniciativa y el control.

Con los ojos cerrados sintió cómo tocaba sus cálidos labios y se esforzó por concentrarse en los latidos de su corazón, en cada pequeña cosa que sentía su cuerpo.

A Max le llevó tiempo salir de la conmoción inicial y cuando por fin lo consiguió, se percató de que algo no iba bien. Todo era demasiado tenso, forzado.

Con solo un brazo, aflojó su agarre para separarse, tomándola por una muñeca. Se alejaron solo un poco, pero ella todavía tenía las manos, que cayeron desde su cabeza, apoyadas sobre su pecho.

Alzó la vista hacia él, sin poder creer que la había apartado. ¿Cómo se atrevía? Había dado el primer paso para lo que él había manifestado deseos de hacer y la rechazaba.

No supo si sentirse avergonzada o furiosa. Quizá ambas. Y lo peor era que no había logrado lo que se proponía.

—Charlotte —musitó reteniéndola así, cerca de su corazón. Esbozó una diminuta sonrisa por la forma en la que ella fruncía la frente, ofuscada.

—Cobarde —siseó con voz apenas audible y tiró de su mano para quitarla. Pero no la dejó escapar—. Suéltame —Dijo amenazante y volvió a intentarlo.

Max la soltó, pero ella no alcanzó a festejar su victoria que él cumplió con el verdadero objetivo de dejarla ir por esas milésimas de segundos. Utilizó ese único brazo disponible para agarrarla desde la cintura y corrió el otro que se encontraba dentro del cabestrillo hacia un costado para que no fuese un estorbo entre los dos.

Pecho con pecho, así habían quedado. La princesa lo miró con los ojos abiertos de par en par demostrando que no era algo que estuviese esperando. No se lanzó sobre ella enseguida, le dio tiempo para que supiera lo que iba a hacer y pudiera resistirse si lo deseaba.

Ella no lo hizo. Él creía que ella pensaba mucho, pero la verdad sea dicha, por su mente no pasaba absolutamente nada. No le sucedía lo mismo que con Eric. Con él siempre le quedaba una parte de raciocinio.

Aguardó, su cuerpo estaba impaciente porque por fin diese ese paso, sintió con su espalda se curvaba cuando la asió con más fuerza y se inclinó apenas hacia atrás cuando él descendió. De sus labios escapó un leve suspiro al sentirlo posarse sobre ella. Dulce y tierno se deslizó por su boca y la aisló del resto del mundo.

Max caminó con pasos pequeños, a tientas, hasta apoyarla sobre la pared junto a la ventana. Dejó de sujetarla y utilizó sus dedos para delinear su precioso y suave rostro, sintiendo la piel bajo sus yemas.

Charlie volvió a alzar los brazos y cruzarlos detrás de su cuello, pero descubrió en cierto momento que no era suficiente. Él estaba ocupando todo su espacio personal, no tenía ni lugar para moverse atrapada como estaba entre la pared y el duro muro que representaba su pecho. Sabía que él ejercitaba mucho en el poco tiempo libre que tenía, era necesario para mantenerse en forma para cumplir con su trabajo. Char jamás habría imaginado que lo tendría así de cerca, que sentiría con su propio cuerpo el producto de todo ese entrenamiento.

Curiosa como era y con la libertad que le otorgaba que él estuviese en pijamas, sin el pesado traje que utilizaba siempre, explotó los contornos de su espalda y luego, volviendo a subir hasta la cima, bajó por la parte delantera, recorriendo sus sólidos pectorales. Era guapo, atractivo y el primer hombre al que le había permitido tal poder sobre ella.

Sintió que un estremecimiento viajaba por toda su columna vertebral, haciendo que la turbación que tenía se multiplicara. Estaba flotando, ya no sentía las piernas que al principio parecían estar hechas de gelatina.

A la chica que odiaba cualquier cosa que  tuviese que ver con el contacto con gérmenes ajenos, que se alejaba de cualquiera que presentara señales de transpiración, no le importó ni una pizca que él la rozara con la lengua y después de un breve lapso de titubeo, hasta se animó a hacer lo mismo.

Tan concentrados, deleitosos de la tarea en la que estaban abstraídos, ninguno de los dos oyó los golpes provenientes de la puerta.

Brianna tocó una y otra vez la puerta de la habitación del Señor Nash sin obtener respuesta alguna. Supo también por uno de los guardias que aguardaba allí, que Charlotte estaba dentro.

¿Entonces por qué nadie respondía? No había otra salida más que la ventana, y por más audaz que su hija fuese, no la creía capaz de saltar desde un quinto piso.

Así que preocupada y sin saber que pensar, pero no queriendo sospechar lo peor, se asomó por la puerta. Ni siquiera introdujo la cabeza entera y vio la cama vacía.

Eso le dio muy mala espina. ¿Dónde se habían metido?

Así que sin pensarlo más, abrió la puerta y se coló en el cuarto.

Lo único que alertó a Charlie y Max de su presencia fue el sonido de la puerta al cerrarse. Para ellos no fue más que un ruido extraño, una distracción que los devolvió a la realidad. Pero la reina estaba atónita ante la imagen que se presentó frente a ella.

Le costó, pero pudo recobrarse y aclararse la garganta para llamar la atención de los otros dos.

Eso sí que los hizo saltar, separar esos labios que parecían estar imantados y no les era posible despegarse sin volver a atraerse.

—Bueno, bueno. En qué mal momento he llegado —Compuso Bri aguantando ahora la risa, recorriendo a los dos con la mirada.

—Mamá —logró articular Charlie, tragando saliva y luchando contra los latidos desbocados de su corazón—. ¿Qué… Qué?

—¿Que qué estoy haciendo aquí? —Murmuró caminando hasta sentarse cómoda en el sofá. No eran muchas las oportunidades que le había dado la vida de pillar a su hija haciendo algo escandaloso. No desde que era una niña pequeña y nadie iba a quitarle el gusto de divertirse un poco a su costa—. Aproveché que Ria estaba un poco más tranquila y durmiendo por todos esos calmantes que le dieron y vine a hacer una visita. ¿Sabías que también trajeron a Brooke de urgencia?

Char negó con la cabeza, pero no dijo nada.

Brianna continuó.

—Y no podía dejar de ver al señor Nash. Tenía que agradecerle por cuidarte tan bien. —Le dio una sonrisa dulce al aludido, que no podía dejar de pensar en cuánto tardaría el rey en pedir su cabeza—. Pero parece que te me has adelantado, cariño.

—¡Mamá! —Jadeó con las mejillas sonrosadas. No tenía cómo contrariarla, cómo justificarse.

—¿Por qué no regresa a la cama, señor Nash? ¿No tiene que hacer reposo? Póngase cómodo así podemos conversar un rato. Tengo noticias para ustedes.

—Majestad, permítame… —Max quiso aclararse, pero Brianna lo disuadió sacudiendo una mano y apuntando hacia la cama.

Obediente, se acercó a estar y se sentó mientras acomodaba la estructura que sostenía su brazo herido, a la cual había movido y descolocado antes.

—Ya  sabemos lo de esa loca, mamá. Por eso estoy aquí, vine a comunicarle la feliz noticia. ¿Tienes algo más que decirnos?

—¿Me estás echando, Charlie?

—Por supuesto que no, Majestad. —Compuso Maximillian, mirando de soslayo a la princesa, que abrió la boca para protestar enseguida.

Char se alejó de Max, sin poder mirarlo a los ojos o estar cerca de él luego de lo que habían hecho. Todavía estaba temblorosa y se sentía insegura.

Tomó asiento junto a su madre y la miró en espera de lo que saldría de su boca. La conocía, sabía que estaba disfrutando todo eso, que gozaba con torturarla de esa forma, mofarse de ella.

—Emalene está bajo custodia —dijo ahora más seria—. No tengo muchos datos, sé que quizá creas que puedes estar tranquila, pero no te relajes mucho. No te descuides, no creo que haya estado trabajando sola.

—Lo importante es que ella ya no hará más daño.

—No, no lo hará. Esa pobre niña necesita mucha ayuda —Char hizo una mueca de disgusto y Brianna se adelantó a lo que pudiese decir— Sé lo que te hizo, todo el daño que nos causó, pero tienes que comprender que algo no está bien con ella. Es una niña perdida, sin familia, sin protección.

—Es una psicópata. Está loca y es mala, mamá ¿por qué nadie lo entiende? ¿Por qué todos la defienden, la justifican?

—Nadie hace tal cosa. No te alteres. —Colocó una mano sobre su mejilla y peinó su cabello buscando tranquilizarla—. Ni para mí, ni para tu padre nada es más importante que tu seguridad. Pero buscamos ser justos Char. No estoy diciendo con esto que vamos a dejar ir a Emalene porque tenemos lástima de su situación, de ninguna manera. Y no estoy justificando lo que hizo, no digas esas cosas cuando sabes que no son ciertas.

Brianna se puso de pie y la tomó de la mano para llevarla con ella. Al principio Char pensó que se dirigían hacia la puerta de salida, pero no fue así.

La instó a caminar hasta la cama de su guardaespaldas y allí se detuvo.

—Ahora, hablemos de lo más importante. No creían que iba a dejar pasar esto sin más ¿no?

Los dos jóvenes empalidecieron sabiendo de qué estaba hablando ella.

—No creo que sea de tu incumbencia, mamá.

—¡Por supuesto que sí!  —Exclamó abrazándola con un brazo y pegando una mejilla a la de ella—. He esperado esto por tanto tiempo, Charlotte. ¡No tienes idea de lo emocionada que estoy!

—Mamá por favor —gimoteó, avergonzada a más no poder—. No hagas esto.

La pelirroja soltó una carcajada.

—¡Pero si no es nada malo! ¡Estoy feliz por ti, por ustedes! —Exclamó también mirando a Max y estirando su brazo libre para tocarlo en el hombro—. No puedo imaginar a alguien mejor, señor Nash.

—Pero mamá, nosotros no…

Bri no estaba oyéndola. —Mi madre era una amargada y aburrida mujer anticuada, tan severa y recta, siempre pensando en lo que dirían los demás. Cuando tenía tu edad solo me dio un respiro cuando me conseguí un novio al que ella consideraba apropiado, pero nunca, nunca pude hablar con ella sobre lo que sentía, lo que hacíamos, lo que deseaba. Y yo no quiero ser ese tipo de madre, tú sabes que no soy así. ¿Por qué se están escondiendo? Es por tu padre, ¿verdad?

Hizo una mueca, admitiendo para sí misma que Alioth sería una complicación.

—Yo puedo ocuparme de tu padre, quizá nos cueste un poco, pero…

—¡Nadie va a hablar con papá sobre nada! —Char se hizo escuchar por la fuerza—. No pasa nada entre Maximillian y yo, no estamos juntos de esa forma que piensas.

Brianna alzó las cejas. —Oh, bien. —Murmuró soltando un suspiro—. Si tú lo dices…

—Sí, yo lo digo.

—¿Usted está de acuerdo en lo que dice mi hija, señor Nash?

Max no pudo hacer otra  cosa que no fuese asentir. —Sí, Majestad. Reconozco mi conducta inapropiada —coincidió desde su lugar. Serio y apenado—. Tengo que ofrecer mis disculpas a ambas.

Charlie rodó los ojos.

—¡Wow! Estuve a punto de pensar que me había equivocado al decir que eras un cobarde.

—¡Charlotte Ann! No seas grosera. —La regañó. Y con una voz más suave, decidió que era hora de despedirse, ellos necesitaban finalizar lo que habían comenzado y su intromisión había sido muy inoportuna—. No temas por mí, Maximillian —escogió tutearlo para aplacar las aguas—. No tienes que disculparte conmigo por nada, y tampoco preocuparte, yo aquí no he visto nada. Ahora voy a dejarlos para que continúen con lo que estaban haciendo, espero no haber arruinado nada.

—¿No vas a decirle a papá? —Preguntó Char recobrando la calma y la conciencia.

—No, claro que no. Confío en ambos, y sé que harán lo correcto. Pero dejen que les dé un consejo. No se escondan si no tienen nada que ocultar. —Besó a su hija en la mejilla y extendió una mano hacia el guardaespaldas para estrechársela y guiñarle un ojo—. Sigue haciendo lo que hasta ahora, Señor Nash. Se ha ganado nuestra gratitud de por vida, créame.

De nuevo solos, Charlie no tenía mucho para decir ni tampoco él. Brianna los había dejado sin palabras, pero no era como si Char esperase menos de su madre.

Se giró con lentitud para encontrarse frente a frente con Max otra vez. Él estaba recostado en la cama como antes y no dejaba de observarla.

—¿Qué? —Rezongó—. No me mires así.

—¿Así cómo?

—Así — Lo señaló—. Ya me ha avergonzado lo suficiente ella.

—Algo divino de ver.

Char soltó una carcajada burlona. —¡Ni creas que no me di cuenta que casi estabas temblando! Sí Majestad, claro Majestad, por supuesto Majestad. —Se rió sola mientras lo imitaba—. ¿Por qué nunca fuiste así de obediente y dócil conmigo?

—Me habrías odiado —Sonrió viendo su victoria asomarse—. Es lo que acabas de demostrar hace un rato, Charlotte.

Ella permaneció en silencio. Max tenía toda la razón y no podía mentir y decirle que estaba equivocado.

—Pero te pido disculpas si me sobrepasé —musitó serio por un segundo—. Aunque tú comenzaste, así que…

—¿Podemos no hablar más sobre eso? —Levantó la voz para taparlo y cortar allí con la frase.

—Creí que no eras una cobarde, Charlotte —canturreó para exasperación de la muchacha.

—No eres la persona adecuada para hablar de eso —replicó—. Ya déjalo, olvídalo.

Él sonrió sin ganas. —No creo que pueda —murmuró sin intención de ser escuchado.

Pero Char lo hizo y estuvo completamente de acuerdo. Se mordió el labio inferior mientras pensaba en qué debería hacer. Su mente se empeñaba en viajar una y otra vez a la escena del beso y no podía perderse en esos pensamientos estando en la misma habitación que él.

No era seguro.

—Creo que es mejor que me vaya —compuso.

—Huir, querrás decir. Pero ve, adelante, corre.

Apretó los puños para aguantar las ganas de golpearlo. —Te encanta molestarme ¿no?

—Y a ti te encanta que te moleste.

No iba a ganarle. No, ya no había chance. Ella no había quedado lúcida por completo después de ese beso.

Soltó un bufido y se volvió hacia el sofá para buscar su bolso.

—Adiós, Maximillian. —Se despidió con rapidez, casi sin mirarlo y salió del cuarto oyendo como él dejaba escapar una risa ronca, festejando haber ganado la batalla. Algo de lo que no muchos podían presumir.

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