Cuarentena

By fuckingOT

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Natalia y Alba no se conocen pero acaban pasando la cuarentena juntas. Habrá que buscar algo con lo que entre... More

Estado de alarma I
Estado de alarma II
DÍA 1: Primero de apocalipsis
DÍA 2: Maldito bicho
DÍA 3: Paticorta vs patilarga
DÍA 4: No te tires a un facha
DÍA 5: El juego del gato y el ratón
DÍA 6: Chin-chin
DÍA 7: Aclaremos una cosa
DÍA 8: No todo lo hago tierno
DÍA 9: Mi puerta está abierta
DÍA 10: Tocada y hundida
DÍA 11: Bájalo del todo
DÍA 12: No digas nada
DÍA 13: Hay que ser valiente
DÍA 14: ¿Del 1 al 10?
DÍA 15: Llorando corazones
DÍA 16: Something about you
DÍA 17: La nueva normalidad
DÍA 18: Pintura mural o grafiti ilegal
DÍA 19: Ojalá ganen los buenos
DÍA 20: Va contra las normas
DÍA 21: Primera señal
DÍA 22: Vamos a la ducha
DÍA 23: El freno de mano
DÍA 24: Misión cumplida
DÍA 26: Irresistiblemente apetecible
DÍA 27: Borrar el límite
DÍA 28: No me llames amiga
DÍA 29: Cambió mi suerte
DÍA 30: El estúpido plan
DÍA 31: Entrar en calor
DÍA 32: Por un beso
DÍA 33: Yo no quería
DÍA 34: Fan número uno
DÍA 35: Bendito infierno
DÍA 36: Un beso de cita
DÍA 37: Kilómetro cero
DÍA 38: La burbuja va a explotar
DÍA 39: A través de la pared
DÍA 40: Confío en ti
DÍA 41: ¿Y ahora qué?
DÍA 44: Modo luna de miel
DÍA 52: Debe ser 50/50
DÍA 56: Cámara oculta
DÍA 65: Lucecitas de Navidad
DÍA 73: Mujer florero
DÍA 93: Comedia romántica
DÍA 100: La nube más alta
DÍA 134: Jugar en equipo
DÍA 148: No me sueltes
DÍA 173: Casilla de salida
DÍA 239: Los ojos nunca mienten
DÍA 274: Mal presentimiento
DÍA 485: Las historias de amor...
DÍA 486: ...no tienen final
DÍA 518: Mi recuerdo favorito
DÍA 2689: Hoy y siempre
DÍA 2690: Treinta mil días

DÍA 25: Profe Natalia

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By fuckingOT

ALBA POV

Por suerte, para contrarrestar la paliza de cardio que nos dimos ayer durante el entrenamiento, hoy elegimos sin discutir una mucho más tranquila. Tanto es así, que prácticamente ni nos cansamos y por culpa de eso decidimos ser personas responsables y dedicar la mañana a limpiar la casa de arriba abajo.

Al final acabamos con el mismo cansancio que si hubiéramos repetido la clase de ayer, así que después de pasar una mañana de lo más aburrida limpiando, después de comer me voy a mi cuarto a echarme una siestecita.

En realidad la mañana tampoco ha sido tan mala, he de reconocer que con las tonterías de Natalia cualquier cosa se pasa de manera más amena, y si a eso le sumas pasar un buen rato escuchando música a tope por la casa mientras cantamos a gritos por encima, pues tampoco se lleva tan mal lo de limpiar.

Cuando me despierto de la siesta y me desperezo, dudo si Natalia seguirá dormida o se habrá levantado ya. Voy a su habitación para comprobarlo y preguntarle si quiere hacer algo y, viendo que la puerta está medio abierta, entro sin llamar. Cuando doy un par de pasos hacia dentro, la veo de pie en mitad del cuarto con su espalda desnuda y no me da tiempo a procesar que no lleva camiseta antes de que ella se gire hacia mí al oírme entrar.

– ¡Uy! – mi reacción como acto reflejo es darme la vuelta. – Perdón, perdón.

Oigo una risita a mi espalda y siento cómo Natalia se acerca a mí.

– A ver Alba, yo agradezco que me des mi intimidad, pero tampoco hace falta ponerse así, ¿no? – me agarra del hombro para hacerme girar sobre mí misma y quedar frente a ella, que sigue en el mismo estado. – Esto no es nada nuevo.

No hay manera de evitar que mi vista baje por su torso lentamente mientras encierro mi labio inferior entre mis dientes. No me acostumbro a ver este cuerpazo. Cuando levanto la mirada a sus ojos veo que me observa con una sonrisa divertida y yo carraspeo, notando el calor acumulándose en mis mejillas.

– Ya, bueno, igualmente debería haber llamado. Lo siento.

– Te perdono – responde sin perder la sonrisa, con la camiseta aún en la mano.

Al ver que no tiene intención de ponérsela, yo doy un paso hacia atrás intentando ganar un poco de espacio para no tener sus pechos tan cerca de mi cara.

– Yo venía a decirte que si querías hacer algo, pero no sé si es buena idea pedirte proposiciones de entretenimiento mientras estés así.

– A mí me parece una buenísima idea – vuelve a reducir el paso de distancia que yo había dado y continúa acercándose, haciendo que yo me mueva hacia atrás hasta chocar con la pared, y pegando su cuerpo por completo al mío. – Lo malo es que ahora no puedo, tengo que hacer una cosa.

– Cabrona pues no me hagas esto – protesto luchando por no llevar las manos a su abdomen y empezar algo que al parecer no va a tener tiempo de acabar.

– ¿A qué te refieres? – se hace la tonta.

– A nada – le quito de golpe la camiseta que aún tiene en la mano y se la pongo de mala manera, dejando sus brazos encerrados dentro. Ella mira hacia abajo y sonríe al verse así.

– Me gusta más cuando me la quitas.

– Así te estás quietecita.

– ¿Crees que necesito las manos? – susurra pegando sus labios a mi oreja y empezando a jugar con ellos por esa zona. Yo me agarro a su cintura por inercia en el momento en el que baja besando mi cuello. – Me las apaño muy bien con la boca.

Para demostrarlo empieza a pasar su lengua por la línea de mi mandíbula y a torturarme con ella cuando la pasa por todos los lunares de mi cuello.

– Naaat... – la llamo a modo de súplica para que se esté quieta porque yo no tengo fuerza de voluntad para apartarme.

– Vale, vale. Mejor paro porque no es plan de quedarnos a medias. De verdad que no puedo ahora.

Deja de besarme el cuello pero no se aparta, sino que apoya su frente en la mía y cierra los ojos soltando un gran suspiro. Unos segundos después da un paso hacia atrás y vuelve a sacarse la camiseta.

– ¡Pero deja de quitarte la camiseta!

– Es que esta no es la que me iba a poner, es la que me estaba quitando cuando has entrado.

Se ríe al escuchar mi protesta pero es que si quiere parar, que no se desnude delante de mí, porque una no es de piedra y está feo ponerme delante el caramelo y luego quitármelo. Se acerca al armario para coger una camisa y ponérsela, y vuelve a acercarse a mí, sin abrochársela.

Su sonrisa me avisa que ahora lo está haciendo para fastidiarme, así que decido devolvérsela no resistiéndome a la tentación. Tú lo has querido. Cuando llega hasta mí apoya las manos a los lados de mi cabeza y se inclina, a lo que yo respondo agarrando su cadera para pegarla a mí.

Empiezo a hacer circulitos con mis manos por su abdomen, amagando con llegar hasta sus pechos un par de veces antes de hacerlo. Cuando mis pulgares empiezan a juguetear con sus pezones la sonrisa de suficiencia que tenía por estar provocándome desaparece para dejar paso a una respiración entrecortada, e incluso su tono de voz es más grave cuando vuelve a hablar.

– Me apetecía mucho mi plan, pero ahora que me has ofrecido esta alternativa me fastidia haberme comprometido con lo otro.

– Yo no he ofrecido nada, que conste. Venía con intenciones inocentes para hacer algo y eres tú la que me estaba esperando en tetas – respondo apretándoselas.

– ¡Que va! Yo solo me estaba cambiando de ropa, pero tú tienes el don de la oportunidad. Has entrado en el momento justo.

– Mmm... pues que suerte tengo, ¿no? – ronroneo hundiéndome en su cuello y acariciando su piel con mis labios.

– ¿Consideras encontrarme en tetas tener suerte?

– Yo diría que sí – suelto una risita y le doy un mordisco suave por lo absurda que es esa pregunta.

No responde durante un minuto en el que me dedico a torturar la piel de su cuello con besos húmedos y lentos mientras sigo encerrada entre su cuerpo y la pared, con sus brazos a mis lados para que no me escape.

– Alba – me llama en medio de un pequeño gemido que se le escapa.

– ¿Sí? – sonrío porque sé lo que quiere.

– Para.

– ¿Quieres que pare?

Se lo susurro al oído para justo después morder su lóbulo y cambiar para atacar su cuello por el otro lado. Mantengo una mano en su nuca, jugando con el pelito que cada vez está más largo en esa zona, y con la otra recupero las caricias en sus tetas.

– Me estás encendiendo.

– ¿Y eso es un problema?

– Normalmente no, pero tengo que pasarme la próxima hora y media hablando con niños de cinco años y no creo que cachonda hasta la médula sea el mejor estado para hacerlo.

– ¿Hasta la médula? Eso es mucho.

– Por favor Alba, para – suena a súplica, pero ella, que bien podría apartarse con toda la facilidad del mundo, no hace ni el intento. – Sería horrible que la directora le tenga que decir a los niños que no pueden ver a la profe Natalia porque está muy ocupada empotrando a una rubia preciosa contra la pared. Les voy a romper el corazoncito.

– Uff... profe Natalia – pronuncio cada sílaba con toda la sensualidad que puedo, arrastrando los dientes por su mandíbula. – La de cosas que se me están pasando por la cabeza...

– A tomar por culo.

Literalmente, porque después de separarse lo mínimo para quitarme la camiseta, me agarra fuerte del culo para levantarme y, como bien había dicho, me empotra contra la pared. Con velocidad ataca mi cuello, dejando olvidada la delicadeza y besándolo con fuerza, mientras yo solo soy capaz de echar la cabeza a un lado para darle todo el espacio posible a la vez que muevo la cadera hacia delante para rozarme contra su duro abdomen, deseando que me quite los pantalones para poder sentir más.

Sus besos bajan y ella empieza a levantarme un poco para alcanzar mis pechos, haciendo que me pregunte de dónde saca tanta fuerza, pero antes de que llegue a ellos su móvil nos interrumpe con el sonido de varios mensajes, recordándonos por qué no podíamos empezar.

– Joder – gruñe Natalia dejándome en el suelo mientras me mira con un gesto de disculpa.

– Está bien, ve a responder.

Mientras ella se aleja para alcanzar el móvil, yo me agacho para recuperar mi camiseta e intentar que mi respiración vuelva a la normalidad.

– En menos de diez minutos empezamos. Quieren que me vaya conectando para comprobar que la conexión va bien – explica a la vez que se abrocha la camisa por fin.

– ¿Qué es exactamente lo que vas a hacer? Has dicho algo con los niños a los que dabas clase ¿no?

– En la academia donde trabajaba han propuesto a los padres de los más peques una especie de fin de curso virtual. Es algo que suelen hacer allí al final de cada año y les daba cosa que ellos no pudieran disfrutarlo, así que hemos preparado algo así cada uno desde casa.

– Hala pues qué guay.

– Sí, a los niños les va a encantar, sobre todo poder vernos otra vez – agarra la guitarra con una mano y el portátil con la otra para llevarlo todo al salón y antes de salir por la puerta se gira a mirarme. – Tú... no pierdas las ganas ¿vale?

Antes seguir hacia el salón hace el casi imperceptible amago de inclinarse a darme un beso, pero debe arrepentirse en el último momento porque se va hacia el pasillo negando con la cabeza, dejándome con el ceño fruncido mientras salgo yo también de su cuarto.

Voy al baño a echarme un poco de agua en la nuca para ver si soy capaz de quitarme el calor que me ha entrado y, al mirarme al espejo, no puedo evitar admitir que me he quedado con ganas de ese beso que no ha llegado y de tomar entre mis labios esos que cada vez me llaman más y que no he llegado a probar. ¿Por qué no la he besado antes de que nos interrumpieran? Qué tonta.

Salgo por el pasillo hacia la cocina y me siento en el lado de la barra que queda mirando hacia el salón para ver cómo Natalia coloca el ordenador en la mesita y se sienta en el sofá con la guitarra encima.

– ¿Te molesta si me quedo aquí? Prometo no hacer ruido.

– Claro que no, así disfrutas tú también del concierto – me guiña el ojo y casi me caigo del taburete.

– ¿Les vas a cantar?

– Aunque no quiera, que no es el caso, sé por adelantado que me lo van a pedir con tantas ganas que voy a ser incapaz de negarme.

– Seguro que cualquier cosa que quieren les consientes – me río imaginándome a la morena rodeada de niños que la miran embobados mientras canta.

– Es que tú no sabes los ojitos con los que me miran Albi, me tienen dominada.

Sus labios forman un puchero y yo me derrito de ternura al ver la carita que pone al hablar de ellos y también al volver a escuchar ese Albi que resuena con gusto en mi cabeza. ¿Ponerle ojitos le ablanda? Está bien saberlo.

Antes de poder responder nada, la voz de una mujer la llama y Natalia se gira hacia la pantalla para saludar a la que por su conversación entiendo que es la directora de la academia. Intercambian unas cuantas frases y en seguida avisa de que van a empezar. De repente un grito enorme inunda el salón.

– ¡¡¡¡PROFE NAT!!!! – la sonrisa de Natalia se ensancha tanto que casi no le cabe en la cara.

Gritos y saludos igual de efusivos se escuchan a medida que se van conectando los demás y Natalia como puede va respondiendo a cada uno.

– Pero bueno, cuántos niños y niñas guapísimas estoy viendo. ¿Cómo estáis bichillos?

Un montón de voces infantiles se entrecruzan para hablar y dudo que Natalia esté entendiendo algo de lo que dicen.

– Me alegro un montón de que estéis todos bien, pero a partir de ahora hay que levantar la mano para hablar, ¿vale? Igual que en clase.

Con toda la dulzura del mundo Natalia empieza a hablar con ellos y a preguntarles cosas, incluso hace un par de juegos con los que les arranca muchas risas a los pequeños. Yo pretendía quedarme solamente un ratito para ver qué hacía, pero acaba pasando casi una hora y ni me doy cuenta. Ver a la morena en este registro de profe adorable está haciendo que se me caiga la baba y no tiene sentido negarlo. Cómo puede ser así de pequeña y monísima con esos dos metros que mide.

– Muy bien Marilia, has ganado el último punto del juego.

– Noooo profe, el último no. Vamos a jugar más porfi.

– Es que ya no queda mucho tiempo. ¿Queréis que hagamos la canción que hemos preparado en clase?

– ¡Sí! – responde la pequeña que ya se ha olvidado del juego.

– Venga pues un minuto para que todos cojáis lo que necesitáis.

Se oye jaleo de niños gritando y moviéndose, llamando a sus padres para que les den las cosas que piden. Yo no los veo desde donde estoy porque no quería que se me viera en el plano, pero deben ser adorables.

Durante ese minuto de tiempo que les ha dado, la morena se gira hacia mí y muestra sorpresa al ver que sigo ahí sentada, pero en seguida me sonríe. Yo respondo con un puchero para que entienda que no puedo con tanta ternura y ella suelta una risita. En cuanto todos los pequeños han vuelto, siguiendo el ritmo que marca Natalia, empiezan a tocar una canción que tampoco es que suene especialmente bien, pero por las risas que oigo se ve que a los niños les hace ilusión.

Al acabar Natalia les da la enhorabuena y yo me fijo en que ya solo quedan unos quince minutos según lo que me había dicho la morena.

– Profe Natalia – escucho la vocecilla que más se ha oído en todo este rato y con la que a Natalia más le brillaban los ojillos al responder.

– Alvarico cielo, échate para atrás y siéntate bien en la silla que si no solo veo tus rizos.

– ¿Así profe?

– Así muy bien. Ahora, dime.

– ¿Nos cantas una canción?

Todos los demás apoyan la idea con gritos y muchos sí profe Natalia, porfa, y la morena se hace la dura por unos tres segundos antes de ceder a las peticiones de sus alumnos. Yo me quedo a disfrutar de la primera canción, probablemente más embobada que todos los niños juntos, pero cuando veo que va a cantar un par más me levanto del taburete y en silencio me marcho a mi habitación.

Movida por un impulso repentino al pensar en que ahora que está a punto de acabar quizás podamos recuperar lo que antes hemos dejado a medias, me planto delante de mi armario. Rápidamente me cambio la ropa que llevo puesta por una falda negra y una camisa blanca, intentando emular un uniforme escolar.

Me coloco frente al espejo y en cuanto me veo me entran las dudas. Madre mía, voy a hacer el ridículo, mejor me cambio. Me subo un poco más la falda y me desabrocho los botones de la camisa hasta que se me ve el tatuaje en el que tanto le gusta detenerse a Natalia cuando lo hacemos. A ver, tampoco está tan mal ¿pero sí no le gustan estos rollos y se ríe de mí porque no le pone nada? Me paso unos minutos dudando entre cambiarme o no, pero por alguna razón que no sé de dónde sale estoy segura de que Natalia nunca se reiría de mí y menos por algo así, lo que me da la tranquilidad necesaria para decidirme a no cambiarme.

Ahora que me he relajado relativamente, empiezo a pensar en qué hacer cuando salga y la verdad es que me estoy poniendo un poco cachonda al imaginarme a Natalia debajo de mí mientras está sentada en el sofá. Esperemos que a ella le guste verme así porque si no qué vergüenza.

Me desordeno el pelo ligeramente justo cuando oigo a Natalia despedirse de unos padres que han querido darle las gracias por animar a los pequeños por un rato. Seguro que los mayores también la adoran. Sonrío ante mi pensamiento y niego con la cabeza visualizando a Natalia siendo un amor con todo el mundo. Es raro pensar que solo la he visto interactuar conmigo o con Julia y Gonzalo. ¿Cómo será verla por el mundo normal haciendo cosas normales? Uf, qué ganas de descubrirlo.

Inmediatamente me regaño a mí misma por esos pensamientos a largo plazo. No, Alba, esto se acabará cuando el estado de alarma se termine y ya está. No hay que pensar más allá cuando seguramente yo me vuelva a Valencia y ella se quede aquí.

El último adiós por parte de la morena me saca de mis pensamientos y sin darle más vueltas al asunto, salgo por el pasillo hacia el salón con el corazón latiendo de repente muy rápido. Que le ponga por favor, o que al menos no se ría.

Cuando me paro en la puerta del salón la veo apartando la guitarra y cerrando la tapa del portátil que está sobre la mesa. Tras unos segundos sus ojos reparan en mi presencia y se paraliza por un instante. Sonrío nerviosa cuando conecta su mirada con la mía y siento que me tiemblan un poquito las piernas cuando hace, no uno, sino dos lentos repasos por mi cuerpo sin disimulo alguno mientras encierra su labio inferior entre sus dientes. Es buena señal. Con la confianza renovada, empiezo a andar lentamente hacia ella, que no espera a que llegue para hablar.

– Parece que alguien se ha quedado con ganas de entrar en mi clase.

– He visto que tenerte de profesora iba a tener algunas ventajas, y no me he podido resistir.

Al llegar a ella apoyo las manos en sus hombros para sentarme a horcajadas sobre ella, mientras que las suyas no tardan ni un segundo en tirar de mi cintura para pegarme a su cuerpo. Después las baja a mis piernas y suavemente las acaricia a la vez que yo me dedico a inclinarme sobre su cuello y besarlo con ganas.

– Me estás convenciendo para que te acepte en mi clase – jadea cuando mordisqueo la línea de su mandíbula.

– Hay otra cosa que me gustaría conseguir, profesora Lacunza – susurro su nombre con la voz más sexy que puedo poner.

– ¿De qué se trata? – pregunta tirando de nuevo de mi cintura, pero es imposible juntarnos más, no hay ni un milímetro de separación entre nuestros cuerpos.

– Me he dado cuenta que tienes alumnos favoritos, y quería saber si yo podía optar a ese puesto. Prometo esforzarme mucho en conseguirlo.

– ¿Vas a portarte bien? – yo asiento sin separarme de su piel. – Y vas a hacer todo lo que yo te pida, ¿verdad?

– Absolutamente todo.

– Bien, pues estoy empezando a tener un poco de calor, ¿crees que puedes ayudarme con eso?

– Creo que tengo la solución perfecta.

Llevo mis manos a los botones de su camisa y los desabrocho uno a uno hasta que está totalmente abierta y ella misma se incorpora un poco para quitársela y tirarla a un lado. Benditos abdominales, pienso mientras empiezo a besar su torso bajando hasta ellos. Sin dejar de hacerlo, quito el botón de su pantalón y lo arrastro hacia abajo, dejando escapar un quejido de fastidio por tener que separarme y bajarme de su regazo para poder quitárselos del todo. Me pongo de pie y aprovecho para deshacerme también de su ropa interior para ahorrar tiempo. Antes de volver a colocarme sobre ella, Natalia se sienta en el borde el sofá y lleva sus manos a la parte de atrás de mis piernas, subiendo por ellas hasta que se pierde por debajo de mi falda y me aprieta el culo con ganas.

– No llevas la falda a la altura adecuada, Alba. Deberías arreglar eso.

Me bajo mínimamente la prenda para que me llegue un poco más abajo y cuando la miro niega con la cabeza. La bajo un poquito más, pero ella vuelve a negar, así que le pido que elija ella cuánto quiere que la baje. Con una sonrisa traviesa lleva su mano a la cremallera lateral y la desabrocha para después bajarla por mis caderas y hacer que caiga por sí sola al suelo.

– Ahí está perfecta.



NATALIA POV

Alba aparta la falda con su pie para empujarla hacia un lado y con sus piernas al descubierto por completo, levanto un poco la camisa que lleva para poder ver la ropa interior que se ha puesto, lo que hace que casi me desmaye al encontrarme a cinco centímetros de mi cara con un tanga de encaje negro. Es tan pequeño que no tengo problema en imaginarme lo que está tapando, y eso hace que empiece a salivar de las ganas de hundir mi boca ahí. Aunque me cuesta horrores aguantarme, decido no arrancárselo para deleitarme un poquito más con las vistas y cuando voy a pedirle a Alba que vuelva a sentarse sobre mí, ella empuja con suavidad mi hombro para que me recueste contra el respaldo.

No tardo en comprender sus intenciones cuando se agacha y separa mis piernas, quedando ella de rodillas entre ellas y acompañando sus caricias con besos por mis muslos que se acercan peligrosamente a mi ingle. Alba está en el suelo en el hueco entre el sofá y la mesita y aprovecho esa posición para subir los pies al borde de la mesa y ofrecer el mejor ángulo para que Alba me torture con gusto.

A la vez que arrastra sus manos por mi cuerpo hasta mis pechos, alcanza con su lengua mi centro y deja los primeros lametones.

– Mmm... Nat. Veo que mi ropa interior ha sido un acierto, puedo saborear aquí cuánto te ha gustado.

Gime mientras atrapa mi clítoris con sus labios y produce el mismo efecto en mí al sentir la pequeña vibración en ese punto. Sigue comiéndome el coño con gran habilidad hasta que llega un momento en el que la combinación de eso y de los pellizcos que de vez en cuando deja en mis pezones me hace estar a punto de llegar al orgasmo.

Sin poder evitarlo muevo mis caderas contra ella para hacerle ver que necesito que vaya un poco más rápido para terminar ya, y se lo diría si no fuera porque solo soy capaz de emitir gemidos y sollozos de placer.

– Al-Alba... joder, sigue... ahí... ahhh.

– Shhh – sisea sobre mi centro haciendo que yo me retuerza. – Sin gritar Nat, ¿te acuerdas?

Yo estoy con la mente tan en blanco que no sé de lo que me está hablando, pero si ella me dice que sin gritar pues yo no grito, porque ahora mismo haría cualquier cosa para que me hiciera acabar. Estoy a punto, y por eso retomo las embestidas de mi cadera contra su cara sin poder controlarme.

– Así Nat, fóllate mi cara, ¿eso quieres? – alterna sus palabras con su tarea de chupar mi centro con fuerza. – Córrete, quiero probarte entera.

No me queda más remedio que hacerle caso cuando mete dos de sus dedos en mi interior para penetrarme hasta que mi espalda se arquea, y yo me esfuerzo por no gritar demasiado fuerte su nombre, que es lo único que puedo pronunciar en este momento. Ella no se aparta de su posición hasta que se me pasa el subidón del orgasmo y después se sienta de nuevo sobre mis piernas mirándome con una sonrisa enorme. Yo abrazo su cintura y entierro la cabeza en su pecho queriendo regular mi respiración antes de poder devolvérselo. Deja besitos en mi sien a los que yo respondo acariciando su espalda.

– Espero que te haya convencido de que soy buena alumna – se ríe por el juego con el que ha empezado esta situación.

– Solo tengo una pega – respondo separándome de su pecho para mirarla a la cara y ella chista con falsa molestia por lo que digo.

– No me digas que eres de esas profes que nunca pone un diez porque según ellas la perfección no existe.

– Yo sí pienso que la perfección existe – respondo sin pensar con una intensa mirada que no puedo apartar de sus preciosos ojos, mientras mis manos siguen deambulando por su espalda por encima de la camisa que aún lleva puesta. Carraspeo para evitar que se pare a pensar en la intención con la que lo he dicho y sigo hablando. – Pero lo que has hecho es una falta muy grave y no se puede volver a repetir.

– ¿Y qué es eso tan grave que no debo volver a hacer? – su tono se convierte en juguetón de nuevo pensando que voy a seguir por ese camino, pero yo mantengo la seriedad.

– Nunca, y escúchame bien Alba porque es muy importante, nunca vuelvas a hacer que me corra sin antes haberme dejado probar tus labios.

Si solo me dejas besarte cuando lo hacemos, no me robes esas oportunidades.

Se queda unos segundos en silencio procesándolo porque ni siquiera se habrá dado cuenta de que no lo ha hecho, y de repente una sonrisa se empieza a formar en su cara hasta ser tan grande que se le achinan los ojitos. Con lentitud agarra mis mejillas con las dos manos y tras dejar una caricia en ellas con su pulgar, se inclina para besarme con suavidad. Me pierdo en esos labios durante lo que me parece una eternidad insuficiente hasta que ella se separa lo mínimo para darnos la oportunidad de respirar.

– Tienes razón, no besarte es imperdonable – susurra sobre mis labios y vuelve a atraparlos.

El tono con el que lo ha dicho, como si sintiera eso de verdad, hace mi corazón se acelere sin permiso. Puede que eso de que Alba me guste un poquito ya no sea tan poquito. Intento no atascarme en esa idea y me concentro en devolverle el beso que se alarga bastante más de lo que estamos acostumbradas. Una de las veces que paseo mi lengua por sus labios después de haber estado explorando con profundidad su boca, no puedo resistirme a hablar.

– Me encantan tus labios cuando saben a mí.

– ¿Solo cuando saben a ti? – pregunta sonriente dándome pequeños picos y yo no tardo en corregirme.

– No, me encantan siempre.

Pasa sus manos por mi nuca y se impulsa para acercarse un poco más. Cuando yo pensaba que mi confesión se iba a quedar sin compañía, ella atrapa mis labios entre los suyos y se deleita con ellos hasta que se siente lo suficientemente satisfecha como para contestar.

– A mí los tuyos también – responde muy bajito con su frente apoyada en la mía.

Para no volverme loca, decido que ya está bien de tentar a la suerte con confesiones y frases que pueden hacer que Alba se asuste, así que para no caer en eso de nuevo decido ocupar mi boca en bajar por su cuello y su pecho a medida que voy quitando los botones uno a uno.

Cuando las escasas prendas que quedaban sobre su cuerpo desaparecen, la tumbo sobre el sofá y me coloco sobre ella. Cada segundo que mis labios pasan sobre algún rincón de su piel, mis ganas por hacer que grite mi nombre se multiplican, por lo que no tardo en llegar a su centro y buscar con mi lengua ese efecto en ella, que no tarda en llegar.

Como siempre, nos quedamos con ganas de más, así que agarro sus piernas para que rodeen mis caderas y entre besos y trompicones torpes llegamos a la habitación para repetir todo lo anterior.

Aprovechando que yo me he duchado primero y que ahora lo está haciendo Alba, cierro la puerta de mi habitación y busco mi móvil para llamar a Ici. Hablamos durante un rato sobre cualquier tema absurdo y me ayuda a relajar un poco la mente, pero mi descanso mental no dura demasiado cuando Ici saca el tema estrella.

– ¿Qué tal con Alba? – intento controlarlo pero la sonrisa se me escapa sin permiso. – ¿Esa cara es porque ya has admitido que te gusta y pasas de fingir o porque ha pasado algo nuevo?

– Creo que las dos.

– ¿Creo? Natinat empieza a hablar.

– Ay Ici, es que sí que me gusta, y no poco – ella se ríe por la cara de pena que pongo.

– Ninguna sorpresa amiga. Eso ya lo sabía, pero está bien que lo digas.

– Sí está bien decirlo, pero igual no es la mejor idea decírselo a ella mientras lo estamos haciendo.

– ¿¡Le has dicho a Alba que te gusta en mitad de un polvo!? Pero como eres tan insensata tía, que esas cosas no se hacen así.

– A ver relax, que no es eso. No le he dicho que me gusta, pero a lo mejor se me ha escapado algo de que es perfecta.

Ante la mirada de incredulidad de Ici le explico más despacio qué es a lo que me refiero y le cuento esos dos momentos en los que mi corazoncito se ha saltado un par de latidos.

– De verdad Ici es que no me soporto. ¿Por qué tengo que ser así?

– A lo mejor sí que te has pasado un poco – se ríe de mi desgracia.

– Mis padres me hicieron mal, te lo digo. Me pinchas y sangro intensidad.

– Bueno tranquila, que igual ni lo ha entendido como una indirecta.

– No sé... Ha puesto una cara así, como de susto – intento imitarla provocando la risa de Ici.

– Anda exagerada. La cara de susto la tendrías tú al darte cuenta de lo que has dicho.

– Prefiero ni pensarlo.

– Ahora en serio Natalia. La intensidad para las cancioncitas, con Alba intenta relajarte un poco.

– Sí, sí. Yo lo intento, pero ya sabes que se me da mal.

– No te martirices tampoco. Más o menos te ha dicho que le encanta besarte ¿no? Eso es buena noticia. Lo tienes hecho Natinat – intenta animarme.

En este momento pienso contarle a Ici lo del sueño erótico que tuvo Alba y en el que no he podido dejar de pensar desde que me lo contó anoche. Tú ya no te me escapas. Esa frase aún no sale de mi cabeza. Sin embargo, rápido descarto la idea de contárselo a mi amiga porque es algo demasiado personal y privado de Alba y porque tampoco quiero que se venga demasiado arriba con la situación.

– Al menos estoy en ello, eso te lo aseguro. Mira que yo era la primera que decía que ahora mismo pasaba de estas cosas pero... ay... – resoplo resignada ante la realidad. – Es que me gusta en serio, Ici – pongo un puchero. Cuanto más lo digo más me doy cuenta de lo mucho que es verdad.

– Pues nada, a conquistarla amiga, que tampoco parece que lo estés haciendo tan mal.

– Ya... – digo no del todo convencida. – He pensado algunas cosas.

– ¿En plan?

– Yo qué sé... buscar momentos íntimos fuera del sexo, intentar que se olvide un poco de las normas, y cosas así.

– Muy bien Natalia, tomando las riendas de la situación. Tú a tope con todo.

– Pero quiero ir con cuidado para que no se asuste porque ella dejó bien claro que no quería nada más que sexo conmigo.

– Sí, lo dejó igual de claro que tú – recalca con ironía. – Natalia no te achantes, tú a por todas.

– A ver si ahora la voy a liar y acabamos tirándonos de los pelos.

– Bueno, eso en según qué contexto puede que hasta te guste.

– ¡Icíar joder! Ya bastante estimulante es tenerla a ella las 24 horas del día por aquí, no necesito imágenes extra en mi cerebro – bajo la mirada sonrojada.

– Ay mi bebé, pensando en cosas de mayores – me vacila.

Dejando a un lado la conversación, nos centramos en otras cosas para no comerme la cabeza demasiado y poder despejarme otro rato con las tonterías de mi amiga. El resto de la tarde la paso tocando la guitarra y para la hora de la cena Alba viene a avisarme por si quiero acompañarla o prefiero cenar más tarde, y yo sin dudar me quedo con la primera opción.

Después de acabar, nos quedamos cada una en su lado de la barra con los platos terminados aún por medio, perdiéndonos en conversaciones tanto serias como sin sentido, disfrutando de la compañía de la otra. Estamos tan a gusto que no nos damos cuenta de lo tarde que se nos hace.

– Ah, por cierto – dice llamando mi atención. Lleva la mano al bolsillo de la sudadera que tiene puesta y antes de que lo saque ya sé de qué se trata. – Deberías esconderlo mejor – me mira divertida.

– Tampoco te flipes que ayer lo encontré yo. Últimamente la cosa está reñida.

– Sí bueno, te estoy consintiendo para que sea más entretenido. Ya sabes que a ti se te da fatal. Si quiero te gano.

– Voy a tener que encontrar la manera de bajarte esos humos, Reche – la provoco.

– Suerte con eso, Lacunza, no lo vas a tener fácil si sigues siendo tan mala en nuestro juego – agita el peluche delante de mi cara para vacilarme.

– No voy a seguir por ese camino porque estás a punto de hacer la pregunta o el reto y no quiero que lo hagas desde la venganza.

– Está bien, tregua. Tengo una pregunta – le hago un gesto con la cabeza para que la lance – ¿Tú has pensado si te gustaría tener hijos?

Me sorprendo de la pregunta porque realmente no me la esperaba y ella, al ver mi reacción, se explica.

– Es que te he visto esta tarde con los niños y me ha entrado la curiosidad. Parecía que realmente te gustan, y desde luego que se te dan bien. Los tienes ganadísimos – sonríe con ternura.

– Ya... es que son adorables la verdad. En cuanto a tu pregunta, no lo he pensado nunca en serio, pero es cierto que cuando pienso en mi futuro me imagino una familia en la que haya niños o niñas involucradas. Siempre me han gustado y no me importaría tenerlos.

– Lo tienes bastante claro.

– Supongo que sí. También te digo que la vida es impredecible y sé que a veces hay que adaptarse a las circunstancias que te rodean, así que si por alguna razón no puede ser, tampoco dejaré que no tenerlos sea una razón para ser infeliz.

– Eso es una idea muy madura.

– Pues lo que yo soy – respondo poniéndome recta en la silla y sonriendo sin dientes, haciendo que ella se ría.

– Un bebé es lo que eres.

– ¿Tú lo has pensado alguna vez? – recupero el tema.

– No mucho, pero sé que no estoy segura de querer tenerlos. No sé si es porque es demasiado pronto y no me imagino lo que querré en el futuro o porque no he estado con nadie que me haga querer planteármelo.

– Según tú, tu ex era una imbécil, ¿no? Mejor no haberle abierto la veda a ese pensamiento – me la juego a meterme donde no me llaman o a remover algo que a Alba le moleste, pero por suerte me sale bien porque ella sonríe ligeramente.

– Toda la razón. Quién sabe, quizás si me hubiera ilusionado con un futuro así con ella, después de lo que me hizo me hubiera hecho odiar la idea y me lo podría perder con la persona que sí sea la buena.

– Bueno, no pasa nada. En estos temas no importa cambiar de opinión. Ni en este ni en muchos otros – lo dejo caer pero dudo que esa indirecta llegue a ningún sitio. Intentando no ser demasiado extra me he pasado de sutil.

– Estoy de acuerdo – sonríe por última vez antes de levantarse para marcharse a dormir.

Antes de hacerlo se acerca a mí y tras rodearme el cuello con su brazo, se inclina para dejar un beso en mi mejilla.

– Buenas noches Nat.

Veo con una sonrisa de boba cómo se va por el pasillo hasta su habitación, y no es hasta que cierra la puerta que reacciono y me levanto para recoger. Cuando llego a mi cuarto unos minutos después veo que Alba ya me ha mandado un mensaje. Me acomodo en la cama cuando termino de lavarme los dientes y ponerme el pijama para que su conversación sea lo último que haga justo antes de irme a dormir.

*Alba*

oye una cosa que me acabo de acordar

no dijimos que podíamos tener un día libre de deporte a la semana para descansar?

he pensado que podría ser mañana

*yo*

no te parece que ya nos tomamos demasiados libres?

no lo veo

*Alba*

que sí Nat

tú piénsalo

*yo*

es que siempre me lías

vas a echar a perder mi operación bikini

*Alba*

tu operación bikini?

mira no me hagas hablar

*yo*

habla, habla

sé valiente

*Alba*

si aceptas no hacer deporte, mañana te lo digo

*yo*

jajajajajaja

te pasas la vida haciéndome chantaje

eres una rastrera

*Alba*

vale pues no te lo digo

*yo*

nooooo Alba

no seas mala que ahora me quedo con la intriga

venga no hacemos deporte, pero dímelo

*Alba*

flipo contigo

ahora entiendo por qué mides dos metros

necesitas espacio para todo tu ego

*yo*

jajajajaja

pero Albi

y este insulto tan gratuito?

*Alba*

no vengas con el Albi que me ablandas

sabes perfectamente a qué me refería

en serio hace falta que lo diga?

seguro que estás cansada de escuchar cosas así

*yo*

punto número 1: eso no es verdad

punto número 2: las cosas solo importan cuando importa quien las dice

*Alba*

entonces yo lo tengo que decir o no?

*yo*

sí, tú sí

*Alba*

está bien

pues mañana te lo digo

*yo*

sin condiciones?

pero entonces hacemos deporte o no?

*Alba*

será sorpresa

*yo*

spoiler: no vamos a hacer deporte

*Alba*

jajajajajaja

pero tú hazte la sorprendida mañana

*yo*

buah entonces ni me pongo el despertador

*Alba*

tú déjalo por si acaso se me ocurre algo

ya sabes que me gusta improvisar

*yo*

vale pues lo dejo puesto

y me voy a dormir con esta incertidumbre

buenas noches Alba

*Alba*

buenas noches Natalia

Y efectivamente me voy a dormir con esa incertidumbre, pero también con la sonrisa tonta que se ha vuelto habitual tras estas conversaciones que tanto disfruto.



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