Canela ©

By Karo_lovegood

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[COMPLETA]. La conocida teoría de los polos opuestos atrayéndose cierta vez toma poder en las relaciones, pe... More

Sinopsis
1. Un gran día
2. Es tu día
3. Piojo
4. No quiero un castigo
5. El idiota que ella dice que soy
6. Mi esencia favorita
7. No quiero ser más una niña herida
8. Ya no me odies
9. Cálmate, piojo
10. No puedo verla en todas partes
11. Estar enamorada de ese imbécil
12. No soy como él
13. No se trata de un juego
14. Es nuestra mesa
15. ¿Bailamos?
16. Está llena de sorpresas
17. Algo imposible
18. Pausa a tu juego
19. Canela
20. No gracias, Hestia
21. No es mi chica
22. ¿Nos llevamos bien?
23. Preocupada por la cuerda
24. Lo que sea por ti
25. Marcando territorio
26. Carterista
27. Esa cita
28. Tic-toc, linda
29. Hay otro chico
30. Lo admito
31. Yo siempre gano
32. Es fácil confiar cuando se trata de ti
33. Siempre vuelvo a pensar en él
34. Alguien se ha enamorado
35. Feliz navidad, Bonetti
36. Es la chica de la fiesta
37. Aida
39. Eres la novia de mi hermano
40. Idioma Miller
41. "Quiero hablarte de algo"
42. Un fracaso
43. Naranja entera
44. Es su canción
45. Caramelo de ajo
46. No volveré a cruzarme en tu camino
47. ¿Mi novio?
48. Aliens, por favor, abdúzcanme
49. La copia exacta de James
50. Orgullo personificado
51. Maltrato animal
52. Supersticiones de abuela
53. Lunática
54. Ya tenías uno
55. Solo... un pedacito
56. Eres un osito panda
57. ¿Está soltero?
58. ¿Puedes abrazarme?
59. Es un mal chiste
60. Orangutanes cínicos
61. Te prometo que te quiero
62. No todo podía ser perfecto
63. ¿Mis ojos mienten?
64. Los planes para mi muerte
65. No puedo seguir engañando a ambos
66. Jugar a la casita
67. Su humor, mi enemigo
68. Su enamorado es Liam
69. Lo que ambos sentimos
70. Hay muchas formas de amar
71. Nuevamente lo detesto
Extra: Chrisand
72. Me haces daño
73. Jodidamente manipulable
74. Soy un títere
75. Sinónimo de dolor
76. No conozco de razones
77. Te quiero conmigo
78. Eres más que eso
79. Criadero de anfibios
80. Huele a canela, así como tú
81. Piezas similares de un puzzle
82. No estoy enamorado de ti
83. No pienses que te esperaré toda la vida
84. Un panda colgando de tus llaves
85. También el mar es muy cambiante
86. Que me pruebe lo que quiera
87. El final de nuestra canción
88. Tu apodo en mi café
89. Aún no termina tu día
90. Espinas en tu corazón
91. Será un reto
92. Ahora soy un egoísta decepcionado
93. Déjà vu
94. Uno, sin dejar de ser dos
Epílogo
Agradecimientos
Extra 1: Como el resto de tu vida
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38. Parte de la rutina

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By Karo_lovegood

Me observo con desgana una vez más en el espejo, dejando salir un débil y prolongado suspiro que distorsiona el amago de sonrisa que intento mostrarme a mí misma. Tengo frío, y no es por el hecho de que mi nuevo uniforme no tiene mangas largas a diferencia del anterior; todo se resume al extraño sentimiento de incompletud que no me abandona desde hace semanas y que me lleva a percibirme como en una desagradable burbuja flotante, inhábil de poner los pies en contexto desde que no estoy en casa.

Hace dos meses mis padres y mi mejor amiga regresaron a casa. Yo había tomado la decisión de quedarme a vivir en Italia durante un tiempo, y así lo hice. Fue una conclusión fácil de alcanzar porque estaba decidida a un cambio, pero, a pesar de que creí haber tomado la decisión correcta y estaba convencida de no arrepentirme nunca, hoy siento que sí me he equivocado, y no solo por el cúmulo de variaciones que ha significado este traspaso.

Aquel día de mi cumpleaños toda la familia se tomó la noticia de mi permanencia en el país con alegría; incluso mis padres, quienes al principio se mostraron tristes, se tornaron de acuerdo con mi petición sin mucho problema. Rugge no podía estar más contento, mi abuela corrió a mis brazos cuando se los hice saber y Alessia celebró ante la novedad, pero todo ocurrió después del altercado y las lágrimas de Juliana, quien no lo digirió de la misma manera.

***

Después de comer tanto dulce y esa cantidad exorbitante de comida, no me creo capaz de respirar siquiera con fluidez, por esta razón permanezco sentada en el sofá de la sala sin mover un pelo.

Hace un rato acabamos de repartir el pastel de mi cumpleaños y ahora, luego de comerlo, nos encontramos reunidos en la sala, sumergidos en charlas particulares como subgrupos dentro de la misma familia. Mateo no se ha ido aún y se mantiene a mi lado. Me ha dicho que se quedará hasta que finalice mi cumpleaños a las doce de la noche y yo no soy quién para echarle de casa, y tampoco quiero que se vaya.

Tengo una tormentosa mezcla de emociones bailando en mi estómago y de algún modo tenerlo a mi lado me envuelve en calma.

Veo que Juliana y Rugge conversan amenos al otro lado del sofá. Mi amiga sonríe y parece tan contenta con su experiencia aquí y el encuentro con mi familia y conmigo, que ahora mis temores por su inminente reacción aumentan sin que pueda evitarlo. He tomado una decisión importante hace dos días, y sé que ella no estará muy feliz después de conocerla.

Inspiró y espiro una cantidad de aire sonoramente al verla, tan descuidada que Mateo me mira con una mezcla de confusión y preocupación cuando atrae mi atención.

—¿Pasa algo? —consulta, tomando mi mano izquierda entre las suyas.

Niego con la cabeza, mostrando una endeble sonrisa con la que pretendo convencerlo.

Todo está bien. Estoy algo llena por tanta comida, pero es... Solo quiero decirles algo —contesto, y hasta ahora me doy cuenta de lo nerviosa que me hacen notar mis palabras.

Él deja una de sus manos y la lleva a mi brazo izquierdo, al cual acaricia.

—Entonces, adelante —me anima, dejando mi brazo para acomodarse en el mueble.

Asiento, centrándome en el resto y carraspeando antes de hablar, procurando disipar los nervios que sin motivo alguno se han apoderado de mi sistema.

Es algo positivo, todo saldrá como quiero y todos lo tomarán bien. No hay razón para estar angustiada.

O-oigan —llamo, pero lo hago en un tono de voz tan bajo, que nadie logra oírme.

Vuelvo a suspirar y me levanto, caminando seguido hasta estar a un lado de Juliana y tomar su mano. Ella y mi primo pasan a verme confundidos, pero ignoro sus expresiones desconcertadas que no me ayudan con mis deseos de hablar.

—Quiero decirles... algo importante —exteriorizo imponiendo mi voz, logrando al fin captar la atención de todos los presentes.

No me digas que estás embarazada después de un beso —comenta Ruggero, risueño. Y aunque me gustaría reír, nada me sale; todos estamos muy serios o curiosos para reír, y él expulsa un bufido en respuesta—. De acuerdo... no ha tenido gracia, lo entiendo.

Yo... Cuando llegué, mi abuela me platicó sobre una vida aquí y yo... lo he pensado mucho, y... —Juliana hala de mi brazo llamando mi atención y giro a verla, interrumpiéndome al instante en el que percibo que sus ojos me miran brillosos y suplicantes.

Su fuera posible, diría que siento cómo se me rompe el alma en trozos diminutos e imperceptibles al ver su expresión, pero me limito resguardarme tras la idea de que aquello jamás podría pasarme.

Sé que me siento triste y atormentada por ella, que la estoy traicionando de algún modo, pero esto es por mí y ya he tomado una decisión.

Dime que no es verdad —pide en un bajo tono sin dejar de mirarme, casi como una súplica.

Niego con la cabeza lentamente, apenada por no ser capaz de complacer la petición que me hace.

Lo siento —gesticulo sin pronunciar palabra.

Juliana agita su cabeza también reiteradas veces, dejando caer las lágrimas que en instantes pasaron a anubarrar sus oscuros ojos y que ahora cubren sus mejillas. Con la misma expresión de decepción, tira de su mano con brusquedad para que la suelte y se marcha de la sala hacia afuera.

Y allí están mis fuerzas hechas trizas.

Odio verla mal, pero esto se trata de mí y por primera vez, creo que es bueno ser egoísta.

Trago saliva, deseando que sea posible que junto a ella se vaya el nudo antes de conseguir instalarse, y me excuso para ir en su búsqueda.

Me olvido de lo pesado que siento el estómago y corro detrás de ella. Me doy cuenta de que ha sido un error cuando percibo todo removerse en mi interior y una mínima gota de comida revuelta regresa a mi garganta. Afortunadamente se devuelve al instante sin que haya tenido la necesidad de detenerme, pero sigo avanzando con la asquerosa sensación que se mantiene.

No hay nada que me parezca más asqueroso que el vómito y creo que el universo lo sabe, porque muy pocas veces vomito, mas pienso que en este caso lo aceptaría como pago a cambio de atenuar el malestar de Juliana.

Al salir al jardín, encuentro a mi amiga
sentada en una banca que debe estar helada a causa del terrible clima que hace, pero a ella parece no importarle, a pesar de que frota sus brazos desnudos para transmitirse calor. Yo también tengo frío, pero ahora ella es lo más importante.

Hola —saludo al sentarme a su lado izquierdo. Ella desvía la mirada al costado contrario a mí y sorbe su nariz, eso es suficiente para ponerme peor—. ¿Cuántas veces debo decirte que odio verte llorar? —susurro, mientras rodeo sus hombros con mi brazo para atraerla hacia mí.

Juliana no se mueve, no se queja ni mucho menos intenta alejarse. En este momento me necesita tanto como yo a ella.

Entonces no me veas, y ya está —responde con voz trémula.

Yul, por favor...

Me mira después de un rato.

¿Por qué vas a quedarte?

Quiero hacerlo —respondo tras un sonoro suspiro—. Yo... voy a extrañarte muchísimo, Yulia, pero quiero quedarme aquí un tiempo —enfatizo, y sonrío en un intento de hacerle ver que esta no es una mala decisión. Ella me observa con expresión indescifrable, quizá sin saber cómo digerir la noticia, y eso me amina a continuar tiñendo mi tono de ilusión para convencerla, incluso sonriendo—. No puedes ser tan dependiente, ambas estaremos bien. Los días pasan muy rápido y pronto volveremos a estar juntas, para el verano, y podre...

¿¡Para el verano!? —me interrumpe abruptamente, exponiendo un grito—. Arya, eso es demasiado tiempo.

Solo serán seis meses —justifico—. Volveré para el próximo curso.

Dime que todo esto no es por Liam, porque si me dices que es por él, te juro que no serás la única muerta.

Desvío la mirada antes de responder, rehuyendo a la suya y a su habilidad para descifrarme entera.

En parte sí es por él, pero no tengo por qué admitirlo en voz alta.

Él tiene más poder sobre mí del que debería, y no me parece justo.

Hoy he estado todo el día pendiente al celular esperando un mensaje suyo. Uno que sabía que no llegaría y que finalmente no llegó. Porque además, él no tendría por qué saber que hoy es mi cumpleaños, mucho menos tenía razones para buscarme cuando en más de una ocasión le he gritado que lo único que puedo sentir hacia él es odio y cero ganas de intentar mejorar nuestra relación.

Tal vez no es cierto y ni siquiera yo lo tengo claro, y por esa razón quiero mantenerme aislada de su existencia. Me fastidia que aun estando lejos me torture de más, y no es justo que se apodere de mis pensamientos con tanta facilidad. No lo merece.

Necesito dejar de pensar en él y en nuestros últimos encuentros cercanos, y tal vez estar lejos por un tiempo me ayude un poco. Es una decisión brusca inmadura, pero no repentina, y el hecho de estar también con mi familia me ilusiona mucho.

No, no es por Liam. También quiero ver cómo fluyen las cosas con Mateo. Te dije que me gusta estar con él, que me gusta él —explico, mientras giro a verla nuevamente. Necesito que sepa que voy en serio—. Tu apoyo es importante para mí, Yul, lo sabes, y no puedo quedarme tranquila si tú te vas odiándome.

Es que... yo jamás podría odiarte, Ari, eres mi hermanita, pero yo... voy a extrañarte mucho —expresa cabizbaja—. Ya odio a Mateo. Él no me gusta para ti y siento que te estás engañando a ti misma —murmura, luego de que limpio y beso su mejilla, para reir un poco después, contagiándola. Lo odio mucho... No es justo.

La vida no siempre es justa, Yul —le recuerdo, evitando hacer un comentario relacionado a su anterior declaración.

—Bien. Igual sé que es tu decisión, y no quiero verte llorando en un mes porque sé que te vas a arrepentir.

***

Sé que las últimas palabras de Juliana se debieron a la emoción del momento, pero me avergüenza decir que no se equivocó. Mis ganas de estar en el país fluctúan como mi humor y es cierto que la mayor parte del tiempo quiero irme, pero el problema es que no puedo ser tan infantil como para molestar a mis papás y pedirles que regresen por mí apenas se dan la vuelta. Ellos tienen cosas por hacer y el dinero no se hace en un pestañear.

Por eso no comento mi sentir a nadie, mucho menos a Juliana. Ambas hemos mantenido el contacto siempre que nos es posible, aunque generalmente lo hacemos por textos y no por vídeo llamadas debido a la diferencia de horarios, pero no hago alusión al tema y cuando ella lo menciona lo eludo de algún modo.

Ha sido difícil percibirme como antaño porque en ocasiones la sensación de soledad me inunda desmedida, llevándome a creer que de verdad no debería estar aquí, pero afortunadamente aparecen los chicos manteniendo ese equilibrio de cordura que necesito y me olvido por momentos de todo, y me mantengo convencida de que fue la decisión correcta.

Es tan confuso todo que ni siquiera yo me entiendo, pero siempre he sabido adaptarme y esta vez no fue la excepción, pese a las circunstancias. Mi madre se encargó de hacerme llegar todos los documentos necesarios para mi inscripción en el colegio en el que estudia Ruggero apenas le fue posible y le otorgaron autorización a mi abuela para que se convirtiera en mi tutora durante el tiempo que estaré aquí, que no serán más de siete meses, según mis planes, y de los cuales solo han pasado dos.

Con respecto al instituto, las clases iniciaron bien. Por primera vez sentí lo que era el ser nueva y pararme sola frente a todas aquellas extrañas miradas de mis compañeros italianos, que encima estaban interesados en saber por qué aparecí a mediados del año escolar. Toda la vida estudié en el mismo colegio, por eso jamás viví aquella experiencia que me tocó ahora y tenía nervios, pero fui bien recibida y todo eso fue un consuelo que aplacó mis temores. En un principio pensé que sería difícil adaptarme a compartir aula con chicos del sexo opuesto, pero incluso ese aspecto se ha dado muy bien.

Ruggero y Mateo han intentado hacerme sentir en casa y casi siempre están conmigo durante el descanso, me presentaron a sus amigos e inclusive yo hice mi propia amiga, una chica alta, un poco formada, con gafas y bonita de nombre Beatrice. Es muy emotiva y sentimental, además de enérgica, pero a pesar de que con todo eso se parece a Juliana, nadie la iguala y no puedo evitar extrañarla cada día.

En relación a mi vínculo con Mateo, no podríamos estar mejor. Él es desmedidamente cariñoso, simpático y por de más preocupado. Siempre hacemos algo juntos que nos empuja a un acercamiento más sentimental del cual estoy disfrutando mucho. Ha respetado mi tiempo sin insistir, aunque nos hemos dado uno que otro beso, y a este punto no puedo negarlo, él me gusta mucho.

Me he sorprendido a mí misma aceptando que nada de esto es forzado, y sobre esto digo convencida que no me arrepiento.

Fuerzo una sonrisa frente al espejo al observar mi pálido rostro y bajo las escaleras hacia la cocina, donde desayuno con calma, demorándome lo necesario y masticando cada bocado la cantidad correcta, para luego lavar mis dientes y esperar a Rugge en el salón más tiempo del que considero soportable.

Cansada de esperar a mi primo por más de veinte minutos, me levanto ya fastidiada para buscarlo.

Si hay algo que me molesta en el mundo además de el maltrato a la vida y a la naturaleza, es la falta de respeto y consideración. Con eso me refiero a la impuntualidad.

—¡Russo! —grito desde el primer piso al perder la paciencia. No lo llamo por su nombre, él sabe a quién le hablo.

Desde que inicié las clases Ruggero se ha convertido en mi transporte personal, y lo agradezco, pero todos los días, sin excepción, discuto con él antes de salir de casa porque no muestra un poco de preocupación por llegar tarde. Su especialidad es ser irresponsable, por eso nunca lo dejo desayunar en casa como castigo.

—Estoy pidiéndole al cielo que se acabe el año de una buena vez —se queja, bajando las escaleras con la mochila a cuestas—. Te has vuelto insoportable.

—No te preocupes, a partir de mañana le pediré a Mateo que pase por mí. A él sí le importo —contesto, fingiendo indignación. Y sin esperar respuesta, doy media vuelta para despedirme de mi abuela en el salón y seguido salir de casa cerrándole la puerta, como especie de venganza e intento de añadirle drama al asunto.

—Ay, no exageres —contraataca él, alcanzándome, pero ignoro su comentario. Continúo mi camino y espero a que se digne abrir la puerta del auto, cosa que no hace y en su lugar, se para frente a mí con ambas manos en sus caderas y una sonrisa burlona—. ¿Quieres parecer una novia celosa? Porque así es como te ves —comenta jocoso.

Ruedo los ojos, fastidiada de que me haga perder el tiempo y juegue con mi casi inexistente paciencia.

—Al idiota más grande del mundo lo dejé en San Francisco —digo, cruzándome de brazos. Él no se mueve, muy divertido con mi ridícula escena como para querer dejarla tan pronto—. Ya es tarde, Ruggero, por favor —impetro, más paciente esta vez y siendo gentil.

Rugge resopla, abre las puertas del auto con su control y murmurando, camina hacia su lugar. Hago lo mismo y durante el camino ninguno pronuncia palabra. Él se dedica a escuchar música y yo aprovecho de responder los mensajes que tengo pendientes de mis amigos.

Al llegar al instituto, bajo del mismo modo. No estoy molesta, pero quiero seguir fingiendo que sí porque he llegado tarde en más de una ocasión y eso realmente me avergüenza. Creo que él podría mostrar un poco de consideración conmigo en ese aspecto. No es mucho lo que le pido.

—¡Te amo! —grita al bajar del auto, cuando ya me he alejado un poco e inevitablemente sonrío. Rugge es increíble.

Ingreso al salón donde se encuentran casi todos mis compañeros. Es tarde, pero por suerte el profesor no ha llegado aún. Me ubico a un lado de Beatrice y me dispongo a saludar, cuando el señor Liberati ingresa acallando a todos los estudiantes.

—¿Peleas matutinas otra vez? —inquiere Beatrice con diversión.

Asiento, mostrando una mueca de fastidio.

—Es parte de la rutina —aclaro.

Mi amiga ríe, cubriendo su boca con las manos para silenciar sus ruidosos y extraños espamos y de este modo evitar llamar la atención del profesor, quien inicia su clase sin perder tiempo.

Me concentro en mi libreta y en las explicaciones hasta el final de la mañana, cuando todos abandonamos las aulas para ir al descanso.

—¿Comemos juntas? —pregunto de camino a los casilleros.

Beatrice niega.

—Tengo que ir con las chicas para acordar lo del próximo baile y después veré a Carina —explica apenada.

Finjo una sonrisa ante la mención de su tóxica novia y giro para tomar mis libros, con la intención de no recordarle que no apoyo su relación. No estoy de ánimos para eso.

Ella sabe que no me gusta la chica para ella, pero no por eso le hago sentir mal. Si ya hablé con ella al respecto y no le importó, no hay nada más que yo pueda hacer.

Es su decisión, y también creo prudente que debe aprender dándose sus propios golpes.

—Lo había olvidado. Te veo mañana entonces —aseguro, mostrándole una frágil sonrisa que oculta mi débil inquietud.

Cierro la pequeña puerta tras guardar los libros y me acerco a abrazarla, para verla alejarse después. A diferencia del otro colegio, en este no siempre comparto clases con los mismos chicos y por eso me despido de Beatrice. Ya no la veré más el día de hoy.

Suspiro resignada al ver alejarse a mi amiga y me dispongo a caminar hacia el comedor, tratando de convencerme de que este sentimiento de soledad que me ha embargado tantas veces y de forma recurrente solo es pasajero.

Afortunadamente, la pesadumbre se aleja con rapidez, como si se tratara de una hoja impulsada por el viento, cuando una voz conocida me frena al pronunciar mi nombre apenas doy unos pasos.

Giro a ver a Mateo, quien se acerca del todo para abrazarme de lado a la vez que deja un delicado beso en mi mejilla derecha.

—¿Cómo estás? —saluda emotivo.

—Aburrida... ¿Y tú?

—Excelente —asegura, dejando salir una risita por mi arrastrado tono—. ¿Comemos juntos?, así no estarás tan aburrida.

—¡Qué bueno que existes! —expreso agradecida, escuchando que una vez más Mateo ríe.

Odio comer sola, pero últimamente lo he hecho muy seguido por las reuniones que tiene Beatrice con su novia o con sus compañeros del comité.

En eso último ella también se parece a Juliana. Siempre está activa en todas esos asuntos relacionados con festejos y celebraciones que hacen por cualquier tontería en el instituto, y junto a Camila suele trabajar mucho en ello. Es lo mismo que hace Bea. Yo, por el contrario, prefiero mantenerme al margen de todo eso incluso cuando me invitan y concentrarme únicamente en mis clases indispensables y en música, pintura, y alemán, únicas materias optativas que suelo tomar.

Podría tomar francés por ser más reconocido últimamente, pero hace dos años tomé clases porque mi mamá dijo que era un requisito indispensable por ser su hija.

—¿Tendrás entrenamiento esta tarde? —pesquiso interesada, viéndolo de lado camino al comedor.

—No más esta semana, sí la próxima —contesta, y centra su mirada al frente antes de seguir, con un tono más inseguro esta vez—. No habría ido de cualquier modo, estaría demasiado nervioso como para concentrarme.

—¿Por qué? —curioseo, frunciendo el entrecejo sin dejar de mirarlo.

De nuevo me mira y sonríe. Su gesto se ve pesado, tembloroso y extraño, y ni siquiera cuando contesta comprendo el motivo.

—Phillip quiere conocerte.

Lo miro con sorpresa, pero sonrío al instante, porque recuerdo que su hermano no estudia en este colegio.

—¿Hablas en serio? —cuestiono para asegurarme.

Mateo se encoge de hombros, y al ver mi sonrisa él logra ensanchar la suya. Parece que estaba temiendo mi reacción, aunque no entiendo el porqué.

—Gracias a que me animaste arreglamos las cosas, así que sí, hablo en serio. Yo no me sorprendería si fuera tú.

Desde que le di aquellas pulseras a juego en navidad, Mateo se animó a hablar con su hermano y me ha dicho que han aclarado las cosas.

Para los humanos es difícil hacernos responsables de nuestras acciones y siempre sentimos la necesidad de culpar a otros, la vida suele funcionar así, porque es más fácil cegarse que aceptar que mucho de lo que ocurre, duele, y preferimos bloquearlo o sublimarlo. Es lo que ocurrió con Phill. Para él fue más sencillo poner todo el peso sobre los hombros de su hermano, aun cuando en el fondo sabía que Mateo lo hacía por él.

—Pues... gracias. También me encantaría conocerlo. De verdad aprecio que me hayas confiado esto, Mateo —digo con sinceridad, al tiempo que nos ubicamos en una mesa vacía, uno a un lado del otro.

Él se acerca un poco más a mí luego de dejar su mochila y toma mi barbilla para hacer que lo mire a los ojos, transmitiéndome esa extraña sensación de cosquilleo en el cuerpo que me provoca esa indescriptible tormenta al ver los suyos.

—Creo que ya te había comentado por qué lo hice. Confío en ti —asevera, y sonríe levemente antes besarme, para después susurrar encima de mis labios—: Ti amo, Arya [Te quiero, Arya].

___________________________________________________

¡Hola! 💚

Porque mi amorcito de Argentina lo pidió. JunoBorieth eres la lucecita más brillante de la Galaxia. ✨

Mateo nos habló en italiano a Arya y a mí y las dos morimos, pero volvimos del más allá para publicar este capítulo tan extraño.

¿Te gustó? ¿No te gustó? Dime la verdad, yo misma te ahorro el trabajo de asesinarme.

Gracias por leer y ya volvemos, abracitos psicológicos para la espera. ʕっ•ᴥ•ʔっ

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