Sector 0: La Rebelión (libro...

By DianaGolay

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En una Ciudad dividida por sectores y dirigida por un Gobierno dictatorial, Josh solo piensa en vengarse por... More

Nota del autor
Parte 1
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
Nota
Nota
Parte 2
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
EPÍLOGO
Nota del autor
Ficha de personajes

CAPÍTULO 3

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By DianaGolay

—Ya le he avisado de que está aquí, señor Coleman —dijo la secretaria mientras colgaba el teléfono.

—Muchas gracias, Sally. 

La muchacha me dedicó una sonrisa tímida mientras bajaba la vista. Repasé su rostro delicado y bonito. Su gesto podía pasar como un simple coqueteo de una muchacha que se siente algo intimidada por un chico. Sin embargo, sabía que no era así, y Sally también. Nunca antes había prestado atención a los gestos vagos de sumisión que tenía la gente del Sector 3 frente a la del Sector 2. Antes lo hubiese visto como muestras de respeto o, simplemente, no me hubiese fijado demasiado habituado a ellos. A fin de cuentas trabajaban para el Sector 2. Ahora comprendía que no, que era una actitud de subordinación y docilidad. Era tan... Sacudí la cabeza intentando olvidarme de ello. No podía seguir con los análisis que hacía a cada momento desde que pasó todo lo de Lena, no me llevaban a ninguna parte y me confundían.

Cerré los ojos y me pellizqué el puente de la nariz cansado. Necesitaba concentrarme para la reunión con Aron. Al abrirlos mi vista se quedó fija en la cafetera que había detrás del escritorio de recepción.

—Sally, ¿te importa si me preparo un café?

—No, no, por supuesto que no —dijo la muchacha incorporándose apurada—. Que descortés he sido, ¡cuánto lo siento! Ahora mismo se lo hago. ¿Cómo quieres el café? ¿Solo? ¿Con leche?

La chica comenzó a preparar todo de forma apresurada. Un malestar se adueñó de mí. Estuve tentado de decirla que no se preocupara, que me ocupaba yo, en ningún momento había querido interrumpir su trabajo, pero me frené y recapacité. Hacerlo solo incomodaría a Sally y nos pondría a ambos en problemas si Aron lo veía, así que contesté:

—Solo está bien.

—Lo siento muchísimo, señor Coleman. Le aseguro que no volverá a pasar —dijo unos minutos después ofreciéndome la taza. Su rostro miraba al suelo, aun así pude ver sus mejillas teñidas de rojo por la vergüenza. El ceño se me frunció. ¡Tan solo era un maldito café!

—Muchas gracias —murmuré mientras me volvía a amonestar por mis pensamientos. Sally no se estaba comportando de forma incorrecta, era yo el que estaba haciendo un análisis demasiado exhaustivo. 

Decidí obviar el tema y me centré en la televisión que había junto a la recepción. Estaban echando las noticias. Aparecían imágenes de la policía del Gobierno alrededor de una de las discotecas de moda del Sector 2. Los subtítulos describían el altercado. Al parecer se había producido un ataque anoche. Dos muertos y diez personas hospitalizadas marcaban en letras rojas. Se desconocía el motivo de la agresión aunque ya se hacía referencia a la posibilidad de que un grupo antisistema estuviera implicado. Se me escapó una sonrisa desganada al leerlo. No tenía dudas de que nos iba a caer el muerto a nosotros a pesar de que no habíamos tenido nada que ver. La noticia desapareció siendo sustituida por el símbolo de La Ciudad —tres círculos concéntricos, un círculo por cada sector—. Iba a haber un comunicado, era como siempre se anunciaban. 

—Sally, por favor, ¿puedes activar el volumen de la televisión?

En cuanto dio la orden apareció el Consejo. Mi mandíbula se contrajo al ver su imagen. 

El Consejo estaba formado por cuatro miembros. No se conocían ni sus nombres ni sus edades ni el sexo que tenían. Su forma de vestir, que era una simple túnica blanca, y el hecho de que carecían de vello tanto en su rostro como en su cabeza les ayudaba a mantenerlos en el anonimato. Ellos consideraban este tipo de información una trivialidad para el cargo que ocupaban. Además hacía que fuera muy difícil su identificación, sobre todo si hablaban por separado. Pero yo me había pasado mucho tiempo estudiándolos y había conseguido una forma de diferenciarles. Los llamaba: C1, C2, C3 y C4. El significado de la ce variaba según mi humor, pasando de consejero en mis días buenos hasta cabrón en días como hoy. La forma de distinguirlos fue tan simple como encontrarles pequeñas singularidades: C1 tenía un lunar junto al ojo izquierdo; C2 tenía los ojos más rasgados; C3 tenía la nariz más chata y ancha; y las orejas de C4 hacían que fuera el consejero más fácil de reconocer, ya que sobresalían consideradamente de su cabeza rapada.

—Este año es especial y, como tal, queremos demostrárselo a nuestros queridos ciudadanos con la mejor fiesta anual que se haya realizado en La Ciudad —dijo C1.

—Para ello se han puesto en marcha varias campañas solidarias para ayudar a los más desfavorecidos. Este año todos podremos disfrutar de comida fresca —continuó C2.

—Ya queda menos para el solsticio de invierno —siguió C3.

—Y recordad que estamos aquí para ayudaros y aconsejaros —terminó C4 con una mueca ambigua.

Volvió aparecer el símbolo de La Ciudad y las noticias continuaron.

—¿Apenas acaba de comenzar el verano y ya están hablando de la fiesta anual? —pregunté incrédulo para mí mismo. 

La fiesta anual era el festejo más importante de La Ciudad y se realizaba en el solsticio de invierno. Todos los sectores la celebrábamos, cada uno a su forma, pero todos con el mismo entusiasmo y las mismas ganas ya que era el día en que comenzaba el invierno y por fin las temperaturas comenzaban a descender dándonos un respiro. 

En La Ciudad solo existían dos estaciones: el verano y el invierno. En la escuela nos explicaban que en el pasado habían existido dos estaciones más, primavera y otoño, pero habían ido desapareciendo poco a poco debido a los cambios climáticos producidos por la última guerra mundial. 

 —Lo hacen para animarnos —dijo Sally junto a mí. No me había dado cuenta que durante el comunicado se había levantado—. ¿No es maravilloso?

La contemplé intentando evitar una mueca de incredulidad. Sus ojos brillaban con admiración y adoración. 

Había dos tipos de ciudadanos: los que creían ciegamente en el Consejo y su forma de gobernar La Ciudad; y los que luchaba contra él. Probablemente si la pobre Sally descubriera que trabajaba para un grupo que luchaba contra su querido Gobierno en lugar de para una agencia de seguros, le daría un ataque al corazón. Así que forcé una sonrisa demostrando mi conformidad con ella. 

Volví a dar las gracias a Sally por el café y me marché al otro lado de la sala de espera donde había un gran ventanal. 

La sede de La Organización estaba en un lugar privilegiado y se podía ver el resto del Sector 2 sin problemas. Eché un vistazo rápido a sus casonas blancas y sus calles anchas decoradas con arboles para dirigir mi vista más allá, al muro que separaba el Sector 2 del 3. Era un muro imponente, creado para prohibir la entrada a todo aquel que perteneciera a un sector inferior y no tuviera un permiso especial. Luego mi vista se perdió en el mar de bloques apilados del Sector 3. Mis ojos vagaron por las altas edificaciones. En algún lugar de entre esos edificios debía de estar ella, viviendo una nueva vida, siendo libre. Gruñí al darme cuenta por donde me estaba llevando mi cabeza, así que me separé de la ventana y me senté en una de las butacas.

 Comencé a repasar mentalmente los puntos que quería exponer frente a Aron cuando mi muñeca vibró. Era un mensaje de Jake.

Jake: Sussie se queda a comer en mi casa. He intentado evitarlo pero no ha parado de insistir en venir, no me hago responsable si vuelve trastornada

Una vaga sonrisa se me dibujó en el rostro. La familia de Jake era muy peculiar para ser del Sector 2, era exactamente como él: alegres y de trato fácil. A pesar de que el Gobierno les había arrebatado buena parte de su negocio aquello no había roto su carácter optimista. Y era la única familia de mi pasado que seguía en mi vida a pesar de lo sucedido con el Gobierno. Ni mi familia ni la que iba a ser mi familia política por entonces se mantuvieron a mi lado, aunque en el fondo me dio lo mismo, porque lo único que me importó fue que la persona que amaba había sido brutalmente asesinada: Bea.

Mi muñeca vibró de nuevo. Ignoré el mensaje y pasé mis dedos con suavidad por los bordes del reloj. Tenía algunos roces por el uso. Me lo regaló Bea cuando me gradué en la Universidad, apenas medio año antes de que cayese en desgracia. Era lo único que me quedaba de ella. Mi muñeca volvió a vibrar y dejé de pensar en ello para leer los mensajes.

Jake: Qué tal ha ido la reunión?

Jake: Cenamos los tres juntos esta noche?

Estaba intentando arreglar el enfrentamiento que habíamos tenido por la mañana, así que saqué el móvil y le contesté:

Yo: La reunión bien 

Yo: Mejor dejamos la cena para otro día. Apenas he dormido, en cuanto llegué a casa me iré directo a la cama

Jake: Ok. Llevaré a Sussie a casa en un rato

Yo: De acuerdo. Tened cuidado

Jake: No te preocupes, papá

Se me escapó una sonrisa cansada.

Yo: Gilipollas

Mientras Jake escribía la respuesta vi cómo Tania entraba en la sala de espera.

Jake: Jajaja, por lo menos he conseguido que reacciones. Hasta me apostaría un trago que he conseguido sacarte una sonrisa (ya sabes, eso que se forma en la boca cuando uno está contento, por si no recuerdas que es)

Se me volvió a dibujar otra sonrisa vaga, sí, a veces se me olvidaba lo que era sonreír. 

Yo: Y seguro que verla te pondría cachondo. Si no quieres que tengamos una charla sobre los métodos anticonceptivos cuando vuelvas cierra el pico

—¿Con quién hablabas? —me preguntó Tania cuando llegó a mi lado.

 Estuve tentado de mandarla a la mierda, pero no quería estropear el buen sabor de boca que me había dejado la charla con Jake, así que, mientras guardaba el móvil en el bolsillo, contesté:

—Con Jake.

Mi muñeca vibró y le eché un vistazo. Jake me había enviado un emoticono con una cremallera en la boca. Una de las comisuras de mi labio se elevó ligeramente. Seguía todavía con la vista en el reloj cuando unas manos blancas y con las uñas pintadas de color sangre rodearon mi muñeca. No me moví ni un milímetro observando aquellas manos delicadas que habían decidido invadir mi espacio sin mi consentimiento. Dejaron de acariciarme para tocar el reloj. Durante un segundo mi respiración se paró.

—Este reloj ya está muy viejo, Josh. —Sentí su aliento rozando mi mejilla—. Han sacado modelos muchos mejores. Te regalaré uno en tu próximo cumpleaños —dictaminó.

Alcé la cabeza y observé a Tania. Se la veía feliz y orgullosa por la decisión que había tomado. Yo no sentí nada, el vacío había regresado. No me dio tiempo a meditarlo mucho cuando Sally nos anunció que ya podíamos pasar.

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