Seduciendo a mi Jefe

By Clau_Llerena

1.4M 68.7K 4.1K

¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el asc... More

Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Epílogo
Agradecimientos
Nueva historia
Dudas
Más de Seduciendo a mi Jefe
Grupo de WhatsApp
EL JEFE SEDUCIDO
PREFACIO: CUANDO LA PASIÓN NO ES SUFICIENTE
1.UN EXTRAÑO EPISODIO
2.LA ASISTENTE DE MI HERMANO
3.TENSIÓN SEXUAL
4.EL TAN ANHELADO ÉXTASIS
SEDUCIDO POR MI ALUMNA
1. GROGUI
2. TRATO HECHO
3. LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO
4. ¿QUIÉN ES ESE HOMBRE?
5. DOS POR UNO
6. UNA MALA IDEA
7. AHOGADOS EN DESEO
8. ME HE VUELTO LOCA
9. OLVIDAR
10. SOLO SEXO
11. DOS PÁJAROS DE UN TIRO
12. EXPLOSIÓN

Capítulo cuatro

42.4K 2K 54
By Clau_Llerena

Termino de apagar mi ordenador justo a tiempo para recibir a Becca, quien me abraza efusivamente.

— ¿Lista para una noche de diversión? —inquiere al culminar su efusivo abrazo. Rebecca es demasiado cariñosa, un rasgo que ha heredado su dulce hija.

— ¿Ya pediste permiso a tu marido? —pregunto en respuesta.

— Por supuesto —interviene una voz que reconozco como la de Eloy—. Mi esposa posee un alto poder de convencimiento.

Ambos se saludan con un apasionado beso. Yo solo los observo. Eloy y Rebecca son un matrimonio increíble a la vista.

— ¿Si saben que sigo aquí, cierto? —intervengo con tono jocoso.

— Oh, Amy. Casi te olvido —bromea mi jefe, recibiendo un codazo en respuesta por parte de su esposa—. Solo bromeaba —se queja—. En fin… diviértanse y regresen sanas y salvas a casa. Amy, te la encargo.

— No te preocupes —respondo—. Te la regresaré intacta. Un poco ebria, tal vez.

— ¿Solo un poco? —inquiere mi amiga con una mirada pícara. Eso solo anuncia la extensa noche que me espera.

Me encojo de hombros.

— No regreses tarde, ¿vale? —escucho a Eloy susurrar, a lo que su esposa responde con otro apasionado beso. Se despiden y mi mejor amiga me toma por el brazo para guiarnos hacia la salida.

***

— ¿Estás segura de esto, Amy?

— Tranquila, Becks. Te aseguro que Andrés y Camille son muy discretos —respondo.

— Cariño, a mí me da igual. Eres tú quien no quiere que te relacionen con Eloy —voltea la mirada—. Tienes la ridícula idea de que conseguiste el trabajo por nuestra relación.

— De todas formas, ya he hablado con ambos y no tienen problema alguno —desvío el tema.

Lo hemos discutido un montón de veces. Tanto Rebecca como su esposo difieren. Pero la verdad es que si Eloy no me hubiera recomendado, nunca hubiera obtenido el puesto.

Al entrar en el bar, diviso a mis colegas. Ellos igual y nos saludan con la mano.

— Hola, chicos —los saludo y hago las presentaciones necesarias.

— Bueno, chicas —interviene Andrés—. La primera ronda va por mí. ¿Qué van a ordenar?

— Martini para mí —pide Becca, rompiendo el hielo. Camille y yo secundamos su pedido.

— Pues tres Martini andando —nuestro amigo se dirige hacia la barra demasiado sonriente. Andrés es un amor de persona.

Las horas han pasado volando. He bailado hasta el cansancio y ya he perdido la cuenta de las copas que he tomado. Estoy un poco achispada, pero no ebria. No olvido la cita que tengo más tarde.

— Andrés es muy guapo —comenta Becca, mientras nos sentamos. Mi amigo latino sigue en la pista acompañado de Camille. Siendo el único chico en el grupo, nos hemos turnado para bailar con él. No se ha detenido ni cinco minutos para tomar un descanso. No sé cómo lo hace. Los tacones comienzan a estorbarme y de vez en cuando me mareo.

— Sí, lo es —concuerdo. Luego la miro fijamente—. Oh, no. Sé por dónde vas. Desvía tus pensamientos, Rebecca Gold. Solo somos amigos. Además, no estoy interesada.

— Tal vez es eso lo que necesites, Amy. Un buen amigo, con ciertos derechos… —sugiere.

— Deja de buscarme pareja, Becca. Andrés no me gusta. No de ese modo —aclaro.

No puedo evitar pensar en un par de ojos dorados. Mi vida sexual se encuentra muy bien cubierta. Observo mi reloj: ocho con treinta minutos. Media hora más y escribo a Daniel.

— Pero sí te gusta alguien más —insiste mi amiga—. Conozco esa mirada —hace una pausa—. ¡Amanda Roldan! ¿Estás viendo a alguien?

— Tal vez —me encojo de hombros con un gesto pícaro.

— ¿Y no me has contado? —lanza la pregunta dramáticamente.

— No hay nada para contar, Becks —contesto—. Es solo sexo y… —suspiro—, no puedo revelar su nombre. Es una especie de relación prohibida.

— ¿Es casado? —indaga.

— No —respondo inmediatamente. Ahora que lo pienso, no sé nada de Daniel Golden —no me he tomado la molestia de buscar en internet. Sinceramente, la curiosidad es un rasgo que no me caracteriza en la más mínimo. Pero si me ha invitado a su casa, no debe ser casado.

— Tenía que preguntar —comenta—. ¿Entonces…?

— Prometo que te contaré —accedo con resignación—. Pero ahora no es el momento —señalo con la mirada a nuestros amigos que se acercan.

— Vale —claudica—. Me debes una larga charla, Roldan.
Resoplo.

<< ¿Existe algún secreto que pueda ocultar de Becca? >>

Daniel ha informado a su chofer. Le puedo contar a mi mejor amiga. Creo que es lo justo.

— Chicas —Andrés llega a nuestra mesa—, ¿Otra ronda?

Todas asentimos. Sinceramente, me he divertido mucho. Hace tiempo que no salía. Necesitaba esto.

A las nueve en punto abro mi WhatsApp para enviar un mensaje a mi jefe. Mientras, recuerdo a mis amigos que es hora de irnos.

: Espero que su oferta siga en pie, señor.

Su respuesta no tarda en llegar.

Patán arrogante: Cumplo lo que prometo, señorita Roldan. Envíeme la dirección.

: Tercera Avenida. Bar “The King”.

Patán arrogante: No está muy lejos. Mi chofer la recogerá en diez minutos.

: Le esperaré en la salida, señor.

Sonrío.

Quizá no haya sido lo más sensato, pero, por el momento, no me arrepiento de haberme acostado con mi jefe. A fin de cuentas, es solo sexo y nada más. No tropezaré con la misma piedra dos veces.

— Amy, ¿compartimos taxi? —inquiere mi amiga en la salida.

— Mmm —muerdo mi labio inferior nerviosa. No había pensado en esta parte de la ecuación—. Me temo que no, Becks.

Ella me contempla de manera extraña. Es una suerte que Andrés y Camille ya se han ido. Mi amiga y yo insistimos en que tomaran el primer taxi.

— Prometo que te contaré, pero ahora tienes que irte —prácticamente la arrastro hacia el auto.

— ¿Tiene que ver con el hombre misterioso? —pregunta. Asiento—. Tienes mucho que contarme, Amanda Roldan. Ten cuidado, ¿vale?

— Tú igual. Te quiero —agrego luego de besar su mejilla.

Espero en la puerta del bar con las manos en los bolsillos de mi chaqueta. Hace un poco de frío.

No tarda mucho en llegar un auto muy elegante; no sé mucho sobre el tema, pero creo que es un SUV. Un señor vestido de traje sale del vehículo; debe tener unos cuarenta años o más y su constitución me sugiere que se ejercita.

El hombre observa de un lado a otro —como si buscara algo—, hasta que sus ojos se encuentran conmigo—. ¿Amanda Roldan? —Inquiere.

— La que viste y calza —respondo—. Clarke, ¿cierto? —asiente.

El sujeto abre la puerta para mí y me apresuro a entrar. Por unos pequeños instantes, me siento como una princesa Disney moderna.

Miro por la ventanilla mientras el auto transita por las calles de New York. Clarke se detiene frente a un lujoso edificio, me abre la puerta y finalmente me guía hacia el ascensor.
Cuando le veo marcar un código, volteo la mirada.

<< Por supuesto que Daniel Gold vive en un penthouse. El típico millonario moderno >>

Al abrirse las puertas, el señor a mi lado me hace señales para salir.

— El señor Gold la espera —indica.

— Gracias. Buenas noches, Clarke —él solo asiente y se marcha.

Miro a mi alrededor mientras me adentro en el departamento. Este lugar destila lujo hasta por los poros. Sin embargo, la decoración luce demasiado impersonal. Carece del distintivo confort hogareño.

— ¿Encuentras algo que te guste? —susurra en mi oído.

— Mmm —me volteo para chocar con sus ojos dorados, que me observan detenidamente. Paseo mi mirada por su cuerpo de arriba abajo, deteniéndome en su torso desnudo—. Tal vez.

Sonríe y debo confesar, que su sonrisa podría derretir el iceberg que destruyó el Titanic.

— ¿Una copa? —ofrece.

Asiento y me pasa una de vino blanco. Mis labios saborean despacio el líquido y se deleitan en su sabor.

<< ¡Joder! >>

La botella debe valer el doble de mi salario, o más y cabe destacar que mi paga es muy buena.

— ¿Vives aquí? —mi pregunta lo toma por sorpresa.

— ¿No te gusta?

— Es muy bonito —respondo—. Pero… no sé, no logro asociarlo contigo.

Él vuelve a sonreír.

— ¿Por qué? —inquiere sin abandonar su sonrisa.

— Me parece frío, impersonal, como una habitación de hotel y no un hogar.

— Muy buena observación —comenta—. La verdad es que no vivo aquí, sino con mis padres en una propiedad en las afueras de Manhattan. Este es solo mi lugar especial.

— Para citas especiales —deduzco.
Él asiente—: También. Todo hombre necesita su espacio.

Sonrío—. Por supuesto. Incluso Daniel Gold puede sentirse abrumado a veces —comento.

— ¿Otra copa? —sugiere, al ver la que tengo en mis manos vacía.

— Me encantaría, pero me temo que eso supondría no estar en pleno uso de mis facultades. Y no queremos eso, señor Gold.

— Por supuesto que no. Sería muy perjudicial para mi reputación. Además, estoy haciendo progresos en la lista de cualidades. No quiero retroceder —bromea. Me gusta esta faceta suya—. Así que… queda usted en su casa, señorita Roldan. ¿Qué le gustaría hacer?

— Gracias, señor. ¿Qué tal si te sientas en ese sofá, mientras me quito la ropa lentamente? —señalo el mueble en medio del salón.

Me encantaría decir que es la bebida hablando por mí, pero debo aceptar que se trata de pura lujuria. Me excita estar en este departamento, a solas con él.

— Vaya —contesta—. Está exigente esta noche, señorita Roldan.

— Si más no recuerdo, señor Gold, me ha prometido algo —lo conduzco hacia el sofá—. Si va a dejarme satisfecha, tendrá que realizar un largo recorrido—lo empujo suavemente para que se siente y me coloco a horcajadas sobre él—. Empezando por este sofá —le susurro y lamo el lóbulo de su oreja.

Me restriego un poco contra él y luego me alejo de su regazo.

Al estar nuevamente de pie, mis ojos conectan con los suyos y no apartan su mirada, mientras comienzo a quitarme la ropa con un sensual baile.
Me quito los zapatos y desabrocho mi falda. Desde que tengo sexo en el ascensor, solo llevo faldas y vestidos. Luego me dedico a desabrochar los botones de mi camisa, uno por uno, dejando ver lo que defino como la combinación perfecta: ropa interior roja y labios pintados del mismo color.

Daniel cierra los ojos y me deleito con su expresión. Al abrirlos nuevamente, puedo notar sus pupilas dilatadas y sus iris más oscuras. Esa es mi señal para deshacerme del sujetador. Extiendo mis manos y ahueco mis senos, apretándolos y cerrando los ojos.

Unos minutos más tardes, siento unas manos sustituir las mías y soy consciente de que Daniel se ha movido del lugar. Mientras me acaricia todo el cuerpo, engancho mis dedos en la correa que sujeta su pantalón y la deslizo hacia abajo, dejándolo solo en bóxer.

Lo siento tomar la cinturilla de mis bragas y deslizarlas hacia abajo, junto con su cuerpo, hasta que quedan en el suelo junto con sus rodillas.

Entonces, lo percibo: sus labios, sus deliciosos labios en mi sexo, mientras sus dedos acarician la cara interna de mis muslos. Se abre un camino de besos mientras me hace separar más mis piernas. Siento la humedad de su lengua en mi centro y ya no sé cómo me mantengo en pie. Me apoyo con una mano en su hombro y la otra juega con su cabello, mientras continúa torturándome con su lengua. Luego sus dedos se suman a la tortura y ya estoy perdida.

Jadeo, gimo fuerte cuando la primera ola de placer me invade.
Él continúa besándome, desde mi abdomen hasta mis senos, para después detenerse en mis labios y hacerme probar mi propio sabor. No es algo que me guste, pero sé que a los hombres los excita mucho.

— ¿Satisfecha? —pregunta en un susurro contra mis labios. Su aliento acaricia mi piel al ritmo de nuestra agitada respiración y la escena me parece demasiado erótica.

— No, ni de cerca —mi voz suena desmadejada por el éxtasis.
Él sonríe y vuelve a besarme, terminando por atrapar mi labio inferior con sus dientes.

— Bien —vuelve a susurrar—. Porque solo acabo de comenzar.

Continue Reading

You'll Also Like

327K 38.8K 52
Blair es un alfa que juega con los corazones de los omegas tratándolos como simples juguetes, sin embargo, cuando decide convertir al omega y CEO de...
529K 35.4K 40
Las mentiras envenenaron los corazones de aquellas dos personas malditas. Lu va en su 4to año en Hogwarts. Parecía que su vida iba normal, claro, su...
8.7K 528 24
Año que pasa, año que sorprende a Erika ¿Comentarios? Sobran bastante, ella aprendió a ignorarlos y aún más a las personas dueñas de esas estupidas...