Cuarentena

By fuckingOT

1M 39.3K 12.2K

Natalia y Alba no se conocen pero acaban pasando la cuarentena juntas. Habrá que buscar algo con lo que entre... More

Estado de alarma I
Estado de alarma II
DÍA 1: Primero de apocalipsis
DÍA 2: Maldito bicho
DÍA 3: Paticorta vs patilarga
DÍA 4: No te tires a un facha
DÍA 5: El juego del gato y el ratón
DÍA 6: Chin-chin
DÍA 7: Aclaremos una cosa
DÍA 8: No todo lo hago tierno
DÍA 9: Mi puerta está abierta
DÍA 10: Tocada y hundida
DÍA 11: Bájalo del todo
DÍA 12: No digas nada
DÍA 13: Hay que ser valiente
DÍA 14: ¿Del 1 al 10?
DÍA 15: Llorando corazones
DÍA 16: Something about you
DÍA 17: La nueva normalidad
DÍA 18: Pintura mural o grafiti ilegal
DÍA 19: Ojalá ganen los buenos
DÍA 21: Primera señal
DÍA 22: Vamos a la ducha
DÍA 23: El freno de mano
DÍA 24: Misión cumplida
DÍA 25: Profe Natalia
DÍA 26: Irresistiblemente apetecible
DÍA 27: Borrar el límite
DÍA 28: No me llames amiga
DÍA 29: Cambió mi suerte
DÍA 30: El estúpido plan
DÍA 31: Entrar en calor
DÍA 32: Por un beso
DÍA 33: Yo no quería
DÍA 34: Fan número uno
DÍA 35: Bendito infierno
DÍA 36: Un beso de cita
DÍA 37: Kilómetro cero
DÍA 38: La burbuja va a explotar
DÍA 39: A través de la pared
DÍA 40: Confío en ti
DÍA 41: ¿Y ahora qué?
DÍA 44: Modo luna de miel
DÍA 52: Debe ser 50/50
DÍA 56: Cámara oculta
DÍA 65: Lucecitas de Navidad
DÍA 73: Mujer florero
DÍA 93: Comedia romántica
DÍA 100: La nube más alta
DÍA 134: Jugar en equipo
DÍA 148: No me sueltes
DÍA 173: Casilla de salida
DÍA 239: Los ojos nunca mienten
DÍA 274: Mal presentimiento
DÍA 485: Las historias de amor...
DÍA 486: ...no tienen final
DÍA 518: Mi recuerdo favorito
DÍA 2689: Hoy y siempre
DÍA 2690: Treinta mil días

DÍA 20: Va contra las normas

16.7K 656 141
By fuckingOT

ALBA POV

El sonido del despertador me saca de un agradable y profundo sueño, y gruño en la cama por fastidiarme cuando más a gusto estaba. Lo apago y me levanto intentando no tardar mucho para no quedarme dormida de nuevo. Mientras me preparo, me extraño por la falta de ruido que normalmente hay porque Natalia se levanta siempre antes y la oigo trastear por la cocina o el baño. Como se haya quedado dormida yo me vuelvo a la cama y que le den al deporte.

Al salir al pasillo me extraño aún más al notar la casa tan en silencio a pesar de que la puerta de su habitación está abierta. Al asomarme veo que ella no está y me sorprendo de que la persiana siga bajada y la ventana cerrada, lo que es raro si ella ya no está durmiendo. No entiendo nada.

Avanzo hasta la puerta del salón y a pesar de la oscuridad que hay, puedo observar a través de la luz que se cuela por los agujeritos de la persiana a Natalia sentada en el sofá. Está en el borde del asiento, con los codos sobre sus rodillas y la cabeza apoyada en sus manos, mirando hacia abajo.

Estoy a punto de acercarme rápidamente para ver qué le pasa, pero en el último momento me freno por miedo a asustarla, ya que está claro que no se ha enterado de que he entrado en el salón. En lugar de eso, decido llamarla desde lejos con el susurro más suave que soy capaz de pronunciar.

– ¿Nat? – o me he pasado de bajito al hablar o está realmente dormida en esa posición, porque aún no nota mi presencia. – Natalia.

Al repetir su nombre un poco más fuerte, se sobresalta y levanta la cabeza para mirarme asustada, y entonces puedo ver la mala cara que tiene, que tratándose de Natalia Lacunza es algo que pensaba que no podía ocurrir.

– Alba.

Ahora que ya sabe que he entrado me acerco del todo y me siento a su lado en el sofá, comprobando de cerca que parece estar peor de lo que pensaba, ya que la falta de luz no me dejaba verla bien.

– Lo siento, ¿te he despertado? ¿Qué hora es? – pregunta con voz ronca.

– No Nat, no me has despertado, es que ya son las nueve y media.

Ella me mira con gesto de confusión como si esa información no le cuadrara y tras un suspiro se deja caer hacia atrás para apoyar la espalda y la cabeza en el respaldo del sofá. Mi preocupación va en aumento cuando se lleva la mano a la cara y se aprieta el puente de la nariz frunciendo el ceño y cerrando los ojos.

– ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Deja caer su mano sin fuerza a su lado sobre el sofá y yo me muevo para sentarme más cerca y así poder subir la mía a su mejilla para acariciarla con suavidad. Relaja el gesto de su cara ante mis caricias, pero no abre los ojos cuando responde resoplando.

– Pfff... toda la noche.

Paro los movimientos de mi mano en su rostro, sorprendida y alarmada por su respuesta, y eso hace que ella vuelva a abrir los ojos y gire la cara para mirarme, sin separarla del respaldo del sofá.

– Nat, ¿qué te pasa? – pregunto retomando mis caricias que parece que la calman.

– Me duele un montón el estómago. Anoche me desperté porque me encontraba fatal y después de un rato dando vueltas en la cama me levanté porque me dieron ganas de vomitar. Luego volví a la habitación, pero a cada rato me pasaba igual, así que al final acabé por venir aquí. No sabía que ya era por la mañana, no he dormido nada.

– ¿Has estado toda la noche así? – ella asiente. – ¿Y por qué no me has avisado?

De nuevo me mira confusa, como si esa posibilidad ni siquiera hubiera cruzado su mente en ningún momento y yo me maldigo por ser tan marmota como para no haberme enterado. Ella se encoge de hombros quitándole importancia.

– No quería molestarte.

– Madre mía Natalia, ¿pero cómo va a molestarme que me despiertes por estar mala? No digas tonterías – ella vuelve a encogerse de hombros. – Bueno, da igual. ¿Ahora te encuentras mal?

– Me sigue doliendo mucho, pero estoy un poquito mejor. Llevo ya un par de horas sin vomitar.

– ¿Quieres ir a la cama? Si llevas toda la noche sin dormir debes estar agotada – ella niega.

– No, prefiero quedarme aquí, pero me voy a tumbar un poco.

Me levanto para que pueda estirarse a lo largo y ella se acomoda sobre el brazo del sofá con unos cuantos cojines para no estar del todo en horizontal y evitar que le entren ganas de vomitar de nuevo. Entrecruza sus brazos sobre su tripa y yo me siento de lado en el sofá a esa altura, acariciándoselos.

– ¿Te duele algo más?

– Un poco la cabeza, pero creo que eso es de no dormir.

Yo asiento aún preocupada porque se haya pasado toda la noche así. Nos quedamos en silencio unos segundos en los que no dejo de acariciar sus brazos, hasta que noto el hambre que tengo por no haber desayunado nada todavía. Natalia seguro que no ha comido nada, pero le sentará bien tomar algo después de tantas horas sin comer y encima haber estado vomitando.

– Voy a hacerte una infusión, que seguro que te viene bien para templar el estómago – me levanto y voy hacia la puerta de la terraza para hacer que entre un poco de luz, pero primero le pregunto a Natalia. – ¿Quieres que deje la persiana bajada por si te duermes un rato?

– No hace falta, súbela que casi no te veo. A la mitad está bien.

Yo le hago caso y la levanto un poco nada más, quedando en el salón una iluminación tenue muy bonita. Antes de ir a la cocina miro otra vez a Natalia, que ha cerrado los ojos, y con la nueva luz que entra noto en su cara lo mal que parece encontrarse.

Preparo la infusión y se la llevo antes de que se quede dormida, porque aunque diga que no lo va a hacer, no creo que pueda evitarlo. Al acercarme al sofá y verla ahí estirada, caigo por primera vez en la cuenta de que nada más que lleva una camiseta larga que le llega hasta los muslos, por lo que probablemente tendrá frío. Le doy el vaso y ella se incorpora un poco para poder beber.

– Gracias Alba.

Aprovecho mientras se lo toma para ir a su habitación a buscar una manta, y ya que estoy ahí subo la persiana y abro la ventana para ventilar un poco. Antes de irme, me fijo en la botella de agua que está encima de la mesa y la cojo para llevársela a Natalia.

Vuelvo al salón y le echo la manta por encima, dejando la botella en el suelo a su lado para que la alcance cuando le apetezca.

– Gracias – intenta esbozar una pequeña sonrisa mientras se arropa, con cuidado de no tirar la infusión que aún tiene en la mano.

– Te dejo aquí tu botella ¿vale? Si te has pasado la noche vomitando tienes que beber mucha agua, pero a poquitos, no seas bruta.

– Vale – responde con la voz pequeña, y no me resisto a inclinarme y dejar un beso en su frente.

En el poco tiempo que tardo en desayunar algo en la cocina, a Natalia le da tiempo a acabarse la infusión y quedarse dormida. Al acercarme para recoger el vaso y ponerlo a lavar, puedo ver lo adorable que está la morena ahí dormidita en el sofá con la escasa luz que entra por la persiana a medio subir. Esa belleza tiene que quedar retratada.

Sin pensarlo mucho más, cojo de la habitación mis pinturas y mi bloc de dibujo y me siento en el suelo, con la espalda apoyada en la mesita del salón, bien cerca de donde descansa Natalia. Paso muchísimo tiempo pintando, hasta que acabo satisfecha con el resultado y cierro el bloc. Pienso en enseñárselo cuando despierte pero al segundo me arrepiento y descarto la idea, avergonzada por llevar más de una hora mirándola dormir. Decido ir a darme una ducha mientras ella sigue durmiendo, aunque antes tengo que reconocer que me quedo cinco minutitos más observando la paz en la que parece encontrarse la morena, ahora sin la excusa de estar dibujando. Joder no es mi culpa, es que está monísima.

Salgo de la ducha con unos pantalones de chándal cortos y una camiseta corta también, y voy a mi cuarto a por una sudadera para no quedarme fría. Cuando salgo al salón para ver si Natalia se ha despertado ya, la encuentro incorporada en el sofá hablando por teléfono.

– Que sí mamá... de verdad que no es nada... Vale... Sí, tranquila que yo se lo digo – me mira con una sonrisa al decir eso. – Vale, luego hablamos otra vez... yo también... Adiós mamá.

Cuelga con un suspiro mientras yo me siento recostada sobre la esquina del sofá, estirando los pies sobre la mesa. Justo cuando me acomodo, Natalia se tira sobre mí para abrazarme, sorprendiéndome y haciéndome reír por igual.

– Nat, qué susto – la rodeo con mis brazos.

– Dice mi madre que te dé un abrazo para darte las gracias por cuidarme – dice con su voz amortiguada en la piel de mi cuello, donde se ha escondido.

– Pero si yo no he hecho nada – se encoge de hombros sin separarse de mí.

– Lo ha dicho mi madre.

Y con ese argumento definitivo, se queda tumbada sobre mi torso, pasando un brazo por detrás de mí para abrazarme y con el otro sobre mi cuerpo, aferrándose a la sudadera que llevo puesta. Yo no me quedo atrás y con una mano voy dejando caricias por su larga espalda, y la otra la paseo por su cuello, su cara y su cabeza, haciéndole cosquillitas allí por donde paso. De vez en cuando me agacho un poco para dejar suaves besos en su mejilla o rozarla con mi nariz.

Los minutos van pasando y ninguna se mueve, hasta que una de las veces que le doy un par de besitos en su cabeza ella me llama.

– Alba.

– Dime – respondo imitando el tono bajo de su voz.

– No me des mimos que va contra las normas.

– Nat, estás malita, me dan igual las normas. Es una causa de fuerza mayor.

– Vale – afirma inmediatamente, haciéndome ver que hubiera aceptado cualquier argumento con tal de que no pare.



NATALIA POV

Sigo disfrutando del calor de su cuerpo y de sus caricias que no han parado en ningún momento, hasta que el leve temblor de su pecho y el leve sonido de su risa me hacen incorporarme para ver qué le pasa. Al darse cuenta de mi movimiento eleva un poco más el tono de la tímida risa que estaba soltando y a mí se me contagia la sonrisa.

– ¿De qué te ríes?

– Es que me ha hecho gracia que me digas que no te dé mimos porque acordamos que no se podía, pero te has esperado casi quince minutos para hacerlo. A buenas horas ¿no?

– Ya bueno, era por si parabas – murmuro avergonzada separándome del todo.

– Ey, no lo he dicho para que te apartes – explica preocupada por si me he molestado, alargando su brazo para acariciar mi mano que ha quedado sobre el sofá.

– Ya lo sé, – me acerco y le doy un beso rápido en la mejilla – pero ya aprovecho y me levanto para darme una ducha, que si seguimos así no lo voy a hacer nunca – ella asiente y vuelve a sonreír.

– ¿Estás mejor? Tampoco te has dormido mucho antes...

– Un poco sí, parece que mi estómago se ha quedado tranquilito, aunque estoy bastante cansada. A ver si la ducha me despeja.

Con otro corto beso en su mejilla me levanto definitivamente para ir a por ropa limpia y luego al baño. Cuando salgo me encuentro bastante mejor, aunque sé que después de la ducha me va a volver a dar el sueño en nada.

Como tampoco estoy para hacer gran cosa, vuelvo a tumbarme en el sofá y doy vueltas en él mientras pasan los minutos, sin llegar a dormirme. Estaba mejor con los mimos de Alba, pienso enfadada como una niña pequeña, e inmediatamente me respondo a mí misma: uf, qué blandita estoy, se nota que estoy mala y que no controlo la intensidad. Sigo un rato revolviéndome sin encontrar la postura hasta que ella aparece por la puerta, viéndose como un angelito por la suave luz que sigue habiendo en el salón. Relaja Natalia, que te vienes arriba.

– Pensaba que estabas dormida – dice acercándose a ver cómo estoy.

– Que va, con el sueño que tengo y ahora no puedo – respondo con resignación cuando se coloca al lado del sofá, mirándome desde arriba. – Oye, – paso mi brazo por detrás de sus rodillas y le acaricio la pierna – he acaparado un poco el sofá, pero si quieres estar aquí me puedo ir a la cama.

– No importa. Como pensaba que dormías estaba en mi cuarto hablando con unas amigas de Valencia pero ya he acabado. Me puedo quedar aquí contigo, si te apetece.

Parece tímida al decirlo, pero yo no puedo estar más contenta con su oferta así que empujo con mi brazo sus piernas para que caiga sobre mí, pasando mis brazos por su espalda cuando su cuerpo está encima del mío.

– ¡Nat! Cuidado por favor.

– Perdón – me disculpo por mi brusquedad.

– Estás mala del estómago, te voy a hacer daño – dice intentando apartarse.

– Que no pasa nada, si ya estoy mejor. Es que si no, no cabemos las dos.

A pesar de lo que digo, ella se desliza por mi cuerpo para quedar de lado entre este y el respaldo del sofá, así que yo me pongo de lado también para mirarla, dándome cuenta del poco espacio que hay entre las dos. Si es que no cabemos, se lo he dicho, protesto en mi mente porque se haya apartado, a pesar de que sé que sí hay hueco para las dos.

Antes de nada, ella estira la mano hacia el final del sofá donde he dejado la manta y la extiende sobre mis piernas que están al descubierto por el pantalón corto que llevo, cubriéndose las suyas también. Después, vuelve a mi altura, pero se eleva sobre uno de sus codos para mirarme mientras con su otra mano empieza a repartir de nuevo caricias por mi pelo, lo que me hace cerrar los ojos para disfrutar más de ellas.

– ¿Te encuentras bien? – yo abro los ojos y asiento. – Tienes mejor cara – afirma bajando su mano a mi mejilla. Yo me encojo sobre mí misma y tiro del cuello de mi camiseta para esconder mi cara en él.

– Me he visto en el espejo, estoy horrible – ella se ríe por la vocecilla que pongo.

– Nat, – vuelve a poner mi camiseta en su sitio para mirarme a la cara – es físicamente imposible que tú estés horrible. Solo necesitas descansar – añade pasando con cuidado su pulgar por mis ojeras.

– Gracias por suavizarlo, pero eso es llamarme fea – bromeo para cortar con la intensidad de su mirada. No puedo lidiar con esos ojos si está tan cerca de mí.

– ¡Pero si he dicho que eso es imposible!

– Una de cal y otra de arena. A mí no me convence – sigo haciéndome la enfadada.

– Escuchas lo que quieres – sonríe al hablar. – Solo quieres aprovechar que estás mala para que te haga la pelota.

– Sería todo un detalle. Mírame, estoy blandita, necesito palabras bonitas – hago un puchero y ella se muerde la sonrisa al verme.

– Eres insoportable – dice lentamente.

– Eso no suena muy bonito – ella sonríe aún más y baja el tono cuando vuelve a hablar.

– Eres insufrible – dice a la vez que se mueve para recostarse más cerca de mí.

– Mmm... no, eso no me vale.

– Eres inaguantable – se tumba otro poquito más cerca, llevando su mano a mi costado.

– No – es lo único que puedo decir al ver su cara a una distancia tan pequeña que su nariz prácticamente roza la mía. Su sonrisa desaparece y su voz es apenas un susurro.

– Eres preciosa.

No más que tú, quiero responder, pero mi cerebro no conecta con mis labios. Me pierdo de nuevo en sus ojos y quiero decirle lo bonitos que son, pero soy incapaz de articular palabra cuando hay tan poco espacio entre nosotras que incluso nuestras respiraciones se juntan. Natalia no la beses, me advierte mi subconsciente cuando ese impulso empieza a crecer en mí. No pasa nada, ya nos hemos besado muchas veces, me respondo a mí misma en busca de una excusa para no frenarme. No es lo mismo, lo sabes, y ya habéis roto una norma hoy, no hace falta romper otra. Mi respiración se vuelve irregular por causa de los nervios que me produce mi indecisión.

Natalia joder, no la beses.

Ante mi largo silencio, ella parece dejar de pensar en lo que estuviera pensando y carraspea antes de volver a hablar, al mismo tiempo que se echa otra vez para atrás, pegando su espalda al sofá y alejándose de mi cuerpo, aunque no mucho porque tampoco hay más espacio.

– ¿Y ahora que te digo algo bonito no dices nada? Así no hay quien acierte – su voz recupera el tono divertido y sé que el momento se ha pasado.

– Tú sí que eres preciosa – respondo imitando su tono para no caer de nuevo en la intensidad. A la vez, me incorporo un poco para ser yo ahora la que deja unos cuantos besos cortos en su mejilla.

– Sí, modelo de revista – responde irónica cuando me aparto, quedando de nuevo las dos de lado, mirándonos.

– Como mínimo. ¿Has visto qué ojazos?

– Es por la luz que tenemos hoy, que los hace bonitos.

– No, no es la luz – niego con contundencia.

Suelta un largo suspiro y mete la cabeza en el hueco de mi cuello para que deje de mirarlos tan profundamente, e inspira fuerte ahí escondida.

– Qué bien hueles siempre – su voz me hace cosquillas en la piel.

Antes de que pueda responder nada, ella misma agarra mis brazos y los coloca rodeando su espalda. Yo solo puedo apretarla contra mí y sonreír.

– Así que tú también quieres mimos... ¿te has puesto blandita? – dejo un beso sobre su cabeza.

– Es que me lo has pegado.

– Me alegro, así no es solo mi culpa haber roto una de las normas.

Su cuerpo se tensa bajo mis brazos y se separa un poco para mirarme a la cara bastante seria y un poco nerviosa, lo que se refleja en su voz al hablar.

– Bueno tampoco pasa nada ¿no? Quiero decir... nos lo tomamos como un día de realidad paralela y mañana ya volvemos a lo de siempre.

– Claro, claro. Por un día no va a pasar nada. Mañana nos olvidamos y listo.

– Vale – asiente ella.

– Vale – repito como un robot.

Nos miramos a los ojos unos segundos evaluando lo que acabamos de decir, y soy capaz de ver en los suyos cómo ella es igual de consciente que yo de que eso es mentira.

El silencio se instaura de nuevo entre nosotras pero para no caer otra vez en lo mismo, ella se gira para ponerse boca arriba y ahora soy yo quien se esconde en su cuello, cortando así el contacto visual. Su mano sube a mi espalda y la otra la coloca en mi nuca, acariciando mi pelo que ya llega hasta ahí.

– Te ha crecido un montón para lo poco que hace desde que te lo corté – comenta enredando sus dedos en él.

– Creo que voy a dejar que me crezca más, como lo llevaba antes.

No añade nada y se centra en las caricias. Vuelvo a perder la noción de cuánto tiempo pasa porque lo único en lo que me concentro es en la relajación que me producen sus manos paseando dulcemente por mi cuerpo.

En un momento dado, siento que se mueve y que con cuidado de no molestarme mucho intenta apartarme para marcharse.

– ¿Dónde vas? – pregunto frunciendo el ceño pero dándole espacio por si quiere irse.

– Ay, pensaba que te habías dormido. Iba a dejarte hueco para que estuvieras a gusto.

– Ya estoy a gusto. No te vayas, que me da frío – respondo pegándome de nuevo a su cuerpo.

– ¿Te traigo una sudadera?

– No hace falta – digo a la vez que meto mis manos bajo la suya, agarrándome a la camiseta que lleva debajo.

Ella se ríe pero no se queja, y retoma las caricias en mi nuca.

– Sabes que igualmente me voy a tener que levantar ¿no? Es casi la hora de comer.

– Pfff – resoplo sobre su cuello. – No tengo mucha hambre.

– Es mejor que tomes algo, llevas muchas horas sin comer. ¿Te hago una sopa? Eso lo cura todo.

– Mejor unos macarrones con tomatico.

– ¿Qué dices? – se ríe de mi respuesta. – Anda déjame levantarme, que te hago una sopa.

– No, no, que a mí lo que mejor me viene cuando estoy mala son los macarrones con tomatico, de verdad.

– ¿Seguro? A ver si te van a sentar mal.

– Que no, ya verás.

– Bueno pues nada, lo que la señorita diga.

– La sopa para la cena, que sé que te gusta – prometo mientras me aparto para que se levante.

Cuando se va a la cocina me tumbo sobre el espacio que ha desocupado para aprovechar el calorcito que ha dejado su cuerpo, y sin querer me duermo.



ALBA POV

– Nat – la llamo acariciando su pelo con suavidad. – Naaat.

Me está doliendo en el alma despertarla ahora que ha conseguido dormirse otra vez, pero lo mejor es que coma algo y luego ya si quiere que se eche la siesta. Pobre, si al final esta mañana no ha dormido ni dos horas.

– Natalia, despierta. La comida está lista.

Por fin empieza a abrir los ojillos y tras unos minutos desperezándose me acompaña a la cocina para que comamos las dos. Un rato después de acabar, estoy tumbada en el sofá viendo unas fotos que me ha pasado Marina de cuando éramos pequeñas, cuando veo a Natalia aparecer por el pasillo.

– ¿Tú no estabas durmiendo? De verdad Nat, descansa un poco, ya no sé cómo decírtelo.

– Que estoy bien Alba, no te preocupes.

– Pues sí, me preocupo. Mañana cuando me levante no quiero verte ahí como esta mañana.

– Te prometo que me encuentro mejor – se tumba sobre mí cuando llega al sofá. – Los macarrones, que son curativos.

– Seguro – respondo mientras ella se acomoda sobre mi cuerpo. Al sentirme envuelta por su olor no puedo evitar rodearla con mis brazos y apretarla contra mí. Ugh, soy débil. Ella pone una sonrisita de suficiencia al notar mi movimiento.

Por milésima vez en el día de hoy, dejamos los minutos correr mientras ambas disfrutamos de estar así, con sus brazos pasando por detrás de mi espalda para no soltarme y mis manos recorriendo su cuerpo. De repente, Natalia se separa mínimamente de mi pecho donde estaba apoyada para subir a mi altura y dejar un montón de besos en mi mejilla, sin soltar mi cuerpo en ningún momento.

– Lo siento por ser tan pesada hoy, siempre me pongo así cuando me encuentro mal.

– No te preocupes – sonrío en grande al tenerla de nuevo tan cerquita. – El modo oso amoroso no es tu peor versión.

Ella suelta una pequeña carcajada y ahora soy yo quien deja besitos en su mejilla al verla reír así por primera vez en todo el día.

– Bueno, igualmente gracias por dejarme usarte de cojín particular.

– Ningún problema, créeme.

– Ya, si estás tú más encantada que nadie – me pica.

– Un día es un día, ya que estamos...

– Cuidado Reche, que entras en modo oso amoroso – advierte con tono divertido. Está claro que ya se encuentra bien.

– Ven anda, y cállate ya.

Tiro de su cuerpo para que se coloque de nuevo sobre el mío, pero ella se da la vuelta para hacerlo boca arriba, quedando su espalda pegada a mi torso y su cabeza apoyada en mi hombro. Ahora que está más despejada que esta mañana, nos ponemos a hablar de un montón de cosas, la mayoría sin ninguna importancia, mientras revuelvo su pelo con calma. Parece que hoy no puedo apartar las manos de ella. En efecto, porque casi sin darme cuenta acabo llevando una de ellas hasta su abdomen para hacer circulitos sobre su camiseta.

Mientras estamos muy metidas en una conversación sobre lo que estaríamos haciendo en este mismo momento si no hubiera una pandemia mundial, mi móvil no para de sonar, y ante tanta insistencia, me estiro para alcanzarlo de la mesita.

Al ver que se trata de mi hermana mandándome aún más fotos de cuando éramos pequeñas, suelto una pequeña risa.

– Mira, – pongo el móvil más delante para que Natalia también lo pueda ver – mi hermana lleva todo el día pasándome estas fotos. Se ve que mi madre y ella se han puesto nostálgicas.

– ¡Hala! Pero qué monada Alba – dice cogiendo el móvil para hacer zoom. – Cómo vas a ser así de pequeña por favor. ¿Puedo ver las otras?

– Claro – no me resisto a esa vocecilla de bebé. – Pero solo las fotos ehh, no cotillees la conversación.

– Por quién me tomas – responde exagerando un tono travieso.

Se mete en los archivos de la conversación de mi hermana y empieza a verlas todas, comentando cada una de ellas con bastante más detalle del que pudiera parecer necesario, y haciéndome reír con las tonterías que dice. Cuando llega al único vídeo que me ha mandado mi hermana entra en bucle.

– Ay Alba, pero qué monísima por favor. ¡Me muero! – se gira a mirarme con un puchero y yo solo puedo reír. – Esos rizos, y esos mofletes, ¡me los como!

Pone el vídeo unas diez veces seguidas cuando se da cuenta de que en él se ve cómo le doy sin querer un golpe a mi hermana en la cabeza, y se tira más de cinco minutos sin parar de reír.

– Naaat, ya, que te va a dar algo – digo contagiada por su risa.

– Alba, es que es muy bueno – se quita una lágrima del ojo que se le cae de tanto reírse. – Mira, mira. Si hasta se le cierran lo ojitos – y vuelve a ponerlo para descojonarse.

Cuando consigue que se le pase, vemos las pocas fotos que nos quedaban.

– Se nos han acabau – dice con tristeza y un acento que rara vez la oigo. Me gusta.

– Espero que te hayas quedado a gusto con el repertorio – ella asiente con energía.

– Que sepas que eras el mismo bebé enanísimo que sigues siendo ahora – me mira y me sonríe.

– Oye cómo que bebé enanísino. Un respeto que soy un año mayor que tú – le araño con suavidad el abdomen para hacer hincapié en mi protesta. ¿Cuándo hace que he metido la mano bajo su camiseta? Joder con el subconsciente. Bueno no pasa nada, tampoco se está quejando.

– Es la verdad – se encoge de hombros. – Mira.

Con mi móvil aún en la mano, sale de la conversación con mi hermana y activa la cámara frontal. Sin darme tiempo a reaccionar, nos hace un montón de fotos seguidas.

– ¡Nat! Para. Qué horror – ella sigue haciendo fotos. – ¡Pero avisa!

– Qué más te da, es tu móvil. Luego si quieres las borras.

Al final acabo posando con ella y nos hacemos una mini sesión de selfies a cada cual con una mueca más absurda, con ella poniendo caras y yo deformándosela al apretarle los mofletes. No sé cómo, pero entre tantas fotos de broma nos acaba quedando una decente, en la que salgo yo con una mano en su mejilla y mordiéndole el otro moflete, y ella sonriendo lo más ampliamente que le permite la cara, achinando los ojitos. Jo qué mona la foto, pienso al verla cuando Natalia se queda un momento con ella en pantalla, observándola detalladamente.

– Esta pásamela luego, que me gusta – me pide.

Justo con esa imagen delante nuestra, aparece el aviso de batería baja.

– Uy, creo que nos hemos excedido haciendo fotos – dice bloqueándolo y dejándolo sobre la mesa. – Oye Alba, que llevamos más de dos horas así, te tengo que estar aplastando mogollón.

Hace el amago de levantarse, pero como aún la tengo abrazada, hago fuerza para evitar que se mueva.

– Qué dices tonta, si no me molestas. Y estate quieta que tienes que descansar – insisto.

– Pero si ya estoy bien.

– Ah vale, pues nada – retiro la mano que tenía en su abdomen y ella la vuelve a coger para colocarla bajo su camiseta de nuevo.

– Bueno, bien del todo tampoco.

Suelto una carcajada y le lleno el moflete de besitos.

– Cuentitis es lo que tienes – susurro sobre su piel, haciéndole sonreír.

Después del momento de ver mis fotos de pequeña, el bucle del vídeo y la sesión fotográfica que nos hemos hecho, nos envuelve de nuevo la calma que nos ha acompañado durante todo el día.

– ¿Sabes? – llamo su atención sin dejar las caricias en su tripa. – Creo que ya sé por qué te has puesto mala.

– ¿Por qué? – pregunta confusa.

– Está claro que si ya te encuentras bien habrá sido algo puntual, algo que has comido que te ha sentado mal, y teniendo en cuenta que ayer tú y yo comimos y cenamos lo mismo... solo han podido ser las palomitas esas de mierda que te gustan – se le escapa una fuerte carcajada.

– Alba que pensaba que ibas a decir algo en serio.

– No, no, que lo digo completamente en serio. Tienes que quitarte ese vicio, que mira qué cosas te pasan.

Se empieza a mover y se da la vuelta sobre sí misma, elevándose con sus brazos para quedar sobre mi cuerpo, tremendamente cerca, aún con la sonrisa en su cara.

Uy Nat, así no que no me centro.

– Eres tontísima – murmura antes de inclinarse para rozar su nariz con la mía.

Naaaat, así no porfa.

Se agacha y roza ahora con su nariz mi cuello.

– Qué suave eres – susurra erizándome la piel.

Naaaaaaat, porfa.

Deja un diminuto beso en mi cuello y sin separarse de ahí, se deja caer sobre mí. Yo suspiro e intento bromear para deshacerme de la sensación que se me queda después de eso, pero me sale regular.

– No seas tan adorable Nat, eso no se puede.

– Si ser adorable está prohibido, que te metan en la cárcel – me río por su rápida respuesta.

– Tú qué pasa, ¿que cuando estás mala no tienes filtro?

– Y da gracias que no tengo fiebre, a saber las cosas que hubiera soltado. Soy un peligro.

– Un poco de peligro sí tienes, no nos vamos a engañar – suspiro.

Sonríe contra mi piel pero no añade nada más. Yo me limito a enredar mis dedos en su pelo y a hacerle cosquillitas por la nuca.

Cuando llevamos ya un buen rato así, me viene a la cabeza la conversación que tuve ayer con Marina, sobre todo lo que me dijo de que nosotros nunca elegimos el cuándo ni el quién. 

Ni el cuándo ni el quién. 

Con eso dando vueltas en mi cabeza me fijo en la respiración calmada de Natalia sobre mí y en cómo no nos hemos separado ni un centímetro en todo el puto día. Otro suspiro sale de mí, pero este es fruto de un agobio repentino.

¿Por qué se tiene que sentir tan jodidamente bien estar así con ella?

Aparto como puedo esos pensamientos y consigo relajarme otro rato, pero al final acaban volviendo a mí, haciendo que mi cuerpo se tense bajo el de Nat, que al notarlo se incorpora para mirarme confusa.

– ¿Estás bien?

– ¿Eso no te lo tendría que preguntar yo a ti? – fuerzo una sonrisa. – Voy a prepararte algo de cenar para que te acuestes pronto, que te estás quedando dormida aquí.

Siendo esa la primera excusa que se me ocurre para separarme de ella, me levanto y me voy a la cocina a hacer la cena. Cuando está lista la aviso y ella medio adormilada como estaba, viene para tomársela. Le hago compañía pero yo prefiero cenar más tarde. 

Mientras cena, se acuerda de que no ha escondido el ratoncillo que supuestamente le tocaba a ella, pero como yo tampoco lo he buscado en ningún momento, decidimos que se pase el turno y mañana le vuelva a tocar a ella esconderlo. Igualmente deberíamos hacer como que este día no ha existido, así que lo mismo da.

– No sé cómo puedo tener tanto sueño si llevamos todo el día en el sofá – comenta mientras recoge la cena.

– Porque eres una cabezota y al final no has dormido nada. Después de haber pasado la noche despierta no sé cómo aguantas.

– Ahora sí que tengo sueño, te lo aseguro. Voy a caer en cuanto mi cabeza toque la almohada.

– Oye mañana nada de deporte. Ni se te ocurra ponerte el despertador.

Niega con la cabeza con cara de que no pensaba madrugar y me quedo tranquila al saber que por fin va a descansar. Cuando todo está listo para que se vaya a dormir, viene y me da un abrazo enorme.

– Gracias por todo, Albi. Buenas noches.

Me da un beso en la mejilla y se marcha por el pasillo hasta meterse en su cuarto. Yo me pongo a leer antes de cenar para poder evadir mi mente, hasta que llega la hora y como algo. 

No tengo mucho sueño, así que después de cenar me pongo una peli para entretenerme. Al acabarse recojo el salón y la cocina y después de pasar por el baño me voy a la cama.

Cojo el móvil que había dejado en la mesilla cargando y veo que tengo mensajes suyos de hace dos horas, cuando se fue a dormir.

*Nat*

no me da la vida para nada más

buenas noches Alba

Sonrío al ver que se ha acordado de escribirme y aunque sé que no lo va a leer hasta mañana por la mañana, le contesto igualmente.

*yo*

buenas noches Natalia

Me acuesto y me doy cuenta de que después de haber estado todo el día en el sofá con la morena, la cama me parece un poco más grande que ayer. A lo mejor no más grande, pero sí más vacía. Resoplo pensando que a mí hoy la vida tampoco me da para más, y en pocos minutos caigo rendida ante el sueño.


Continue Reading

You'll Also Like

596K 79.9K 46
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!
163K 4.4K 30
la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...
386K 25.5K 97
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
89.3K 7.8K 20
Cuando su mejor amiga le pide ayuda para ligar por Tinder, a Alba Reche no le queda más remedio que aceptar. ¿Qué tal se le dará ser Cupido?