Canela ©

By Karo_lovegood

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[COMPLETA]. La conocida teoría de los polos opuestos atrayéndose cierta vez toma poder en las relaciones, pe... More

Sinopsis
1. Un gran día
2. Es tu día
3. Piojo
4. No quiero un castigo
5. El idiota que ella dice que soy
6. Mi esencia favorita
7. No quiero ser más una niña herida
8. Ya no me odies
9. Cálmate, piojo
10. No puedo verla en todas partes
11. Estar enamorada de ese imbécil
12. No soy como él
13. No se trata de un juego
14. Es nuestra mesa
15. ¿Bailamos?
16. Está llena de sorpresas
17. Algo imposible
18. Pausa a tu juego
19. Canela
20. No gracias, Hestia
21. No es mi chica
22. ¿Nos llevamos bien?
23. Preocupada por la cuerda
24. Lo que sea por ti
25. Marcando territorio
26. Carterista
27. Esa cita
28. Tic-toc, linda
29. Hay otro chico
30. Lo admito
31. Yo siempre gano
32. Es fácil confiar cuando se trata de ti
33. Siempre vuelvo a pensar en él
34. Alguien se ha enamorado
35. Feliz navidad, Bonetti
36. Es la chica de la fiesta
37. Aida
38. Parte de la rutina
39. Eres la novia de mi hermano
40. Idioma Miller
41. "Quiero hablarte de algo"
42. Un fracaso
43. Naranja entera
44. Es su canción
45. Caramelo de ajo
46. No volveré a cruzarme en tu camino
47. ¿Mi novio?
48. Aliens, por favor, abdúzcanme
49. La copia exacta de James
50. Orgullo personificado
51. Maltrato animal
52. Supersticiones de abuela
53. Lunática
54. Ya tenías uno
56. Eres un osito panda
57. ¿Está soltero?
58. ¿Puedes abrazarme?
59. Es un mal chiste
60. Orangutanes cínicos
61. Te prometo que te quiero
62. No todo podía ser perfecto
63. ¿Mis ojos mienten?
64. Los planes para mi muerte
65. No puedo seguir engañando a ambos
66. Jugar a la casita
67. Su humor, mi enemigo
68. Su enamorado es Liam
69. Lo que ambos sentimos
70. Hay muchas formas de amar
71. Nuevamente lo detesto
Extra: Chrisand
72. Me haces daño
73. Jodidamente manipulable
74. Soy un títere
75. Sinónimo de dolor
76. No conozco de razones
77. Te quiero conmigo
78. Eres más que eso
79. Criadero de anfibios
80. Huele a canela, así como tú
81. Piezas similares de un puzzle
82. No estoy enamorado de ti
83. No pienses que te esperaré toda la vida
84. Un panda colgando de tus llaves
85. También el mar es muy cambiante
86. Que me pruebe lo que quiera
87. El final de nuestra canción
88. Tu apodo en mi café
89. Aún no termina tu día
90. Espinas en tu corazón
91. Será un reto
92. Ahora soy un egoísta decepcionado
93. Déjà vu
94. Uno, sin dejar de ser dos
Epílogo
Agradecimientos
Extra 1: Como el resto de tu vida
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55. Solo... un pedacito

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By Karo_lovegood

—Claro, tengo toda la saga. Nunca lo necesité —responde con su ridícula sonrisa, mientras ambos abandonamos la habitación—. Bueno... En realidad sí, porque de no habérmelo quedado, no habrías venido.

—¿No pudiste pedírmelo como lo hacen las personas normales?

—Tú estás fuera de la normalidad, eso requiere métodos rebuscados.

—Labioso —mascullo, tratando de mantener la estabilidad, él suelta una risotada.

Este ser me va a volver loca. Ya me siento como una vieja, temerosa por padecer de un ataque al corazón en cualquier momento.

Ambos nos mantenemos en silencio hasta llegar a la sala, donde se encuentran su madre esperando por nosotros. Al vernos aparecer, nos encaminamos hacia el exterior de la casa. Alexander y Arianna nos aguardan allí, dentro del auto del adulto.

Liam me deja subir antes de él, quedando así en medio, para luego sentarse a mi lado derecho. Anna no tarda en ubicarse en su lugar y de inmediato el señor pone el auto en marcha hacia la dirección que le indico.

Durante el camino casi no compartimos palabras entre nosotros, más bien hablo con sus padres sobre cosas que me preguntan y que contesto cómoda, porque me sentí bien recibida en aquella casa por todos ellos.

No puedo negarlo, no me arrepiento de haber aceptado aquella invitación y los latidos desenfrenados de mi corazón lo conforman. Ellos quieren decirme algo que por más que me niegue a aceptar, tiene relación con Liam.

Al llegar a casa luego de varios minutos, veo que mis padres caminan hacia afuera llevando consigo a Vainilla; supongo que la sacan a hacer sus necesidades fisiológicas.

Yo espero que Liam descienda y también bajo del auto, tan intranquila como su sola presencia me hace sentir, aun cuando tengo a mis padres en frente.

—Hol... —empiezo a decir a mi familia cuando llegan a la reja para recibirme, sonrientes, pero la sorprendida voz de Anna me detiene.

—¿Amy? —pregunta pausadamente, como si le estuviese costando procesar que mi madre sea un humano con dos ojos y no un ovni que expulsa baba de la nariz.

Mamá ve a la señora por segundos, analizándola, pero sin perder tiempo, abre la puerta con apremio para caminar del mismo modo hacia la otra mujer.

¿Acaso se conocen?

Es escasamente posible... Sin embargo, me atrevo a sacar mis conclusiones. Seguro fue Anna quien se encargó de la remodelación de la casa hace un año. Sí, eso debe ser. O, a lo mejor, mi mamá es la pediatra de Arianna.

No hay más opciones.

—No puedo creerlo —dice mamá, mientras se abrazan y ríen como si no se hubiesen visto en años.

—¿Cómo estás? —preguntan ambas al unísono con sorpresivo entusiasmo y vuelven a reír, al tiempo que se separan.

—Bien, muy bien, ¿y tú? —contesta mi madre. El resto de los presentes quedamos como tontos, pasmados y a la espera de una explicación que Liam no tarda en pedir.

—Eh... Buenas noches. ¿Qué se supone que está pasando? —pregunta, tras carraspear sin disimulo.

Las dos mujeres se observan y vuelven a reír con una mezcla entre nerviosismo e incredulidad. Yo solo puedo permanecer estática en mi lugar, observando la escena sin tener remota idea de lo que pasa.

No es típico ese trato entre cliente y proveedor.

—Oh, perdón. Es que todavía no lo puedo creer... Amy y yo éramos mejores amigas desde niñas hasta la secundaria. Pero tuvo que mudarse de cuidad hace años y perdimos el contacto.

Claro, ya entiendo.

Y de todas las personas en el mundo, tuvo que ser precisamente la madre de Liam.

—Sí, creo que no nos veíamos hace más de veinte años —confirma mamá, vivaz—. ¡Qué curioso que sean nuestros hijos quienes vuelvan a reencontrarnos!

—Sí, ¿no es increíble que nuestros chicos estén saliendo? —continúa la otra, asesinando mi fuerza de voluntad sin intención.

Ja, saliendo... Claro.

Ni a la esquina pienso salir, al menos no ahora.

—Por eso vi mucha similitud, Arya se parece muchísimo a ti... a cuando tenías su edad e incluso ahora, pero no pensé que fuese posible. Lo medité, y aunque no comenté nada, no pude dejar de pensar en eso toda la tarde... No lo puedo creer —señala Anna sin salir de su asombro, oscilando entre mi madre y yo, dudosa. 

Y ahora que lo pienso, es cierto. Ella hizo un comentario fugaz esta tarde al que no le di importancia, pero durante la cena, ella me examinó mucho en silencio.

Universo, ¿me amas o me odias?

¿Qué falta ahora, que mi padrino resulte ser el suyo y que el jardinero también sea el mismo?

No digo nada, solo observo a los adultos que no tardan en unirse a una animada conversación, y por supuesto, Liam no deja pasar la oportunidad para acercarse a mí y verme con picardía, moviendo sus cejas de arriba a abajo. Lo miro con una mueca ante sus burlas y regreso la vista hacia las personas que ahora ríen, mientras los hombres se presentan con el típico apretón de manos. Arianna, por su parte, no se encuentra en el exterior. La pequeña ha entrado a casa antes de que cualquiera se hubiese percatado y ahora se encuentra jugando con la mascota de mi mamá, ajena a la locura de nuestros padres.

—Parece que no solo hay locura en mi familia —dice en un susurro que eriza los vellos de mi nuca, pero disimulo bastante bien y giro a verlo para mostrarle una falsa indignación.

—¡Hey! Un poco de respeto, estamos en mi casa —me quejo.

—No voy a disculparme esta vez, lo siento.

—Acabas de hacerlo —retruco entre risas—. No importa, porque hay algo que quiero preguntarte.

—Siempre estoy preparado para las entrevistas de mis fans, adelante. Solo... que sea rápido, me preocupa que eso de la locura Russo sea contagioso —río falsamente, recibiendo un guiño como respuesta.

—Me alegra no ser una de ellas —replico, ignorando su comentario y antes de girar mi cuerpo totalmente para quedar frente a él, que se encuentra apoyado sobre la puerta trasera del auto—. ¿Por qué todos a los que he conocido que se relacionan contigo saben de mi existencia? ¿No sabes que eso es un delito penado por la ley? —pregunto lo más seria que puedo, él ríe.

—¿Qué podrían hacerme por hablarle de la chica que me gusta a mis amigos?

Y es así como me arrepiento de vivir.

—Nada, olvídalo —me muevo hasta apoyarme a su lado en la otra puerta, agradeciendo a Hestia que no le permita ver mis mejillas encenderse porque la luz de las farolas no dan directamente en mi cara.

—Jamás te arrepientas de nada, Arya bonita —me dice él, captando mi atención nuevamente.

Sus palabras me dejan muda, y por eso agradezco que su padre interrumpa aquello que yo no iba a decirle cuando le anuncia que es momento de volver a casa. Los adultos se despiden, Ann deja al perro para salir, despedirse de mí y subir al auto.

Liam besa mi mejilla a modo de despedida y después de que a duras penas le confieso que me divertí, saluda a mis papás para abordar. Yo me despido también de sus padres, agradezco por sus atenciones y por haberme traído y de ese modo esperamos a que el vehículo se pierda de vista para entrar a casa.

Anna me hizo otro comentario de admiración antes de partir, por supuesto.

—Sigo maravillada por lo pequeño que es el mundo. El fin de semana saldremos todos —anuncia mamá con ilusión, mientras nos adentramos a casa. Y ahora comprendo por qué Anna se me hizo tan parecida a ella y a Juliana.

Le muestro una sonrisa como única respuesta, porque aunque me agrada que se reencuentre con su mejor amiga, no sé si esto es lo más conveniente ahora para la relación que tenemos Liam y yo, y me asusta.

Definitivamente, el universo no está trabajando a mi favor.

Como todos los días, me levanto para seguir mi rutina de la mañana. Y he dormido tan bien, que ni siquiera mi reloj biológico se ha atrevido a hacerme despertar temprano, por lo que ha sido mi celular el que lo ha hecho a la hora que lo he programado.

Las conversaciones de la noche anterior durante la media hora que pude soportar escuchando a mi madre, solo se basaron en la familia Bonetti. Mamá se enfrascó en contarnos muchas de las aventuras que vivió junto a su amiga, y me alegra, en serio, pero tener a una Juliana adulta no es algo a lo que quiera enfrentarme por ahora. Mucho menos a dos.

Hay mucha preparación psicológica en medio.

Después de que decidió contarnos a papá y a mí las múltiples veces que se escaparon del colegio con sus novios —cosa que no le agradó a mi padre—; de las fiestas desastrosas a las que asistieron y de aquella vez en las que solo ellas y otra amiga fueron sobrevivientes de un accidente en carretera que tenía por conductor un amigo ebrio, no lo soporté más. Tuve que despedirme para ir a descansar de lo que había sido ese día. Y fue divertido, no lo puedo negar, pero también estuvo lleno de sorpresas y la cereza del pastel, no sé si me la quiero comer.

Hoy durante el desayuno, mamá continúa emocionada, cual niña pequeña al asesinar a su hermano mayor.

Es lo que hacen, ¿verdad?

No importa, lo que realmente tiene peso ahora, es que su entusiasmo ha sido contagiado, y es con esa buena vibra que le cuento a mi mejor amiga todos los detalles del día anterior. En primicia, tal como a ella le gusta.

—Entonces... ¿Otro loco con el que tengo que lidiar? —dice con sorna, después de que le cuento los detalles del día anterior y acerca de la película que hemos visto—. Creí que lo del libro solo era una excusa, esperaba que no estuviese trastornado por esa falsa magia también.

—No diré nada, no diré nada —murmuro, fingiendo armarme de paciencia para molestarla. Hoy tengo muchos ánimos para eso. Además, claro que fue una excusa.

—Claro que me vas a decir. ¿Cómo es que no lo besaste con todas esas cosas que te ha dicho? —bufo ante su entusiasmo.

—Vas muy rápido, hermana. Mejor déjame contarte el final de la noche —continúo, ella aplaude como se le ha hecho costumbre.

Sus expresiones ya no me sorprenden. Sus gritos, aunque me fastidian, ya los he añadido de forma inconsciente al documento que guardo en mi cerebro sobre sus actitudes. Así manejo el asunto, y a este punto de nuestras vidas he aprendido a no inmutarme. Eso incluye sus chillidos cuando termino de contarle la mala jugada que ha hecho el destino con nuestras madres.

O buena, no lo sé. No tengo idea de cómo debería tomarlo.

—¡Eso será muy emocionante! —grita como nunca antes cuando le cuento los planes del fin de semana.

Y si no es porque ya ambas estamos bajando del auto en el estacionamiento del instituto, ya nos habríamos estrellado contra algo en la carretera por la reacción que he tenido ante su grito: cerrar los ojos con fuerza. Voy a suplicarle que tenga un poco de consideración con mis tímpanos, pero la voz de Liam a nuestras espaldas, llamándome por el apodo, me lo impide.

—Te salvas por la campana, o por el grito, mejor dicho —le susurro a Juliana, antes de que el chico se acerque a caminar junto a nosotras con la mochila colgando de un brazo y la respiración entrecortada; él venía corriendo.

—Ho-hola —dice al llegar a mi lado.

—Hola, chico —canturrea Yulia, yo bufo.

—Hola, Juliana —también saluda emotivo y vuelvo a bufar, pero a nadie parece interesarle y ahora se dirige a mí con una sonrisa—. ¿Russo?

—¿Bonetti? —respondo en su mismo tono de pregunta, viéndolo con una sonrisa falsa.

¿Es que no sabe todavía que ese es mi apellido?

Su sonrisa se ensancha al comprender mi actitud y sus bonitos ojos no dejan de observarme, pero mi mirada se mantiene en sus labios.

¿Será que mi amiga tenía razón y debí besarle?

¿Será que esto de tener el control no siempre es bueno?

—Yo... Voy a ver si la gallina puso un gato. Adiós, Liam —dice agitando su mano frente al chico, quien todavía no se cansa de verme. Luego voltea unos segundos para despedirse cordialmente y volverme a ver—. Te veo al rato, amor —se dirige a mí, para irse contoneando las caderas como lo haría Deisy, obviamente burlándose.

—¿Todo bien? —pregunta reanudando la marcha y ahora sí, por necesidad, ve al frente.

—Bien —le contesto con una sonrisa sincera—. ¿Tú?

—Todo perfecto. ¿Quieres que comamos juntos hoy?

—Eh... No sé, yo suelo comer con las chicas, no las dejaré de lado.

—Imaginé que dirías eso. Me refería a que comieramos todos juntos, con tus amigas y mis amigos —formo una mueca, pensativa. No me agrada del todo, pero tampoco me parece una pésima idea.

—Está bien. Tendrás que buscar una mesa grande.

—Hecho —acepta, sonriendo ampliamente. Liam besa mi mejilla y se aleja caminando de espaldas, luego me apunta con sus dos índices para volver a hablar—. No creas que pasarás de esto, piojito —guiñe, da media vuelta y se pierda de mi vista entre trotes, dejándome con una sonrisa tonta.

—¿Te fumaste una lumpia? No lo puedo creer —dice Andrea de camino al patio. Y la comprendo. Pero no, no me fumé una lumpia.

—No es lo peor que has hecho, Andre.

—No, Juliana, pero el Christian está ahí también y es insoportable. Lo sabes, ¿no? ¡Insoportable! —repite con expresión de horror. Yo solo puedo reír, porque no recuerdo que le tuviese tanto odio al chico.

Creí que eso de no tolerarlo del todo era para mí.

—Christian es perfecto —añade Venessa en tono soñador, el resto bufamos. Nadie es perfecto. Él, menos que nadie—. Y Andrés y Liam también. Todos lo son —intenta enmendar su error y ahora sí, nadie se queja, aunque deberían.

—Cállate, no hables de Eduardo —exije la pelirroja con molestia, pero luego cambia su semblante de súbito para continuar, sonriendo como si no ha pasado nada—. He comido varias veces con los chicos por Ed, que es mío, y no están tan mal —continúa Camila con ese tono posesivo que hasta ahora desconocía, pero le resto importancia a ese último comentario aunque me causa impresión, porque veo a Liam mover su mano en el aire, indicándonos el lugar al que no tardamos en acercarnos.

No le despego la mirada de encima al chico que sonríe cándidamente, diría que con cariño, y eso basta para revolverme todo.

Tengo miedo a su sonrisa. Tengo miedo.

—Hola, chicas —saluda Andrés afablemente, dejando de lado su sandwich a medio comer.

Algunas responden a su saludo con emoción y Eduardo, quien también deja su sandwich, se levanta para darle espacio a Camila a su lado. Ella no tarda en sentarse y empezar a sacar la comida de su lunch.

—Así que ya comemos juntos... —comenta Chris ganando mi atención, y lo veo esbozar una sonrisa pícara luego de que también deja su sandwich. Todos comen un sándwich. Lo miro inexpresiva y sigo pensando lo mismo, este chico no me termina de agradar—. ¿Se van a sentar o no? Porque ya hice mucho dejando la otra mesa por complacer a este idiota —continúa, refiriéndose a Liam, para luego darle un mordisco a su pan, con el cual se atraganta cuando su amigo le da un manotazo en la cabeza.

Excelente, Liamsito, excelente.

Ahogo una risa, pero obedezco a las palabras del chico. No estoy haciendo nada de pie como tonta y viendo a los demás ubicarse, más allá de perder el tiempo que puedo aprovechar para comer mis fresas.

La mesa rectangular es bastante grande, pero solo tiene lugar en los espacios largos. En uno de los costados hay una banca de cemento y laja en la cual se han ubicado Andrés en el borde derecho con Andrea a su lado, luego está Vanessa y le siguen Camila y Eduardo, en ese orden. En la otra banca, hecha de metal, se ubica Christian a la orilla y le sigue Maximiliano, luego está Juliana, yo a su lado y Liam en la otra punta.

—Y recuerdo que no quiso venir más al instituto desde ese día. ¡Fue épico! —todos reímos cuando Andrea termina de contar la historia de Michael, un compañero de los chicos que gozaba de hacerle bullying a los demás y ellos se vengaron metiendo una paloma muerta en la mochila del chico.

Tuve el placer de ver aquella infantil escena hace un par de años, y debo admitir que fue maravilloso verlo sufrir. Se lo merecía, porque sus acciones pasaban de ser bromas.

Todo el rato que llevamos compartiendo la mesa, las conversaciones han estado dirigidas a las bromas que hacía el lío de idiotas, esas por las que han pasado días en detención como castigo máximo. Siempre detención. Pero claro, a mí me sometieron a horas y horas de sufrir los humores de la vieja Gertrudis por una estúpida mancha

¡Una mancha!

Ahora ya no sirve de nada que me queje, y es por eso que disfruto de los relatos de los chicos sin aportar nada. Todos hablan menos yo, que no hago más que reír por cada ocurrencia, y lo hago con más intensidad cuando relatan la historia de West. Él también estudia en el instituto, y todavía lo hace porque no tiene orgullo ni vergüenza.

Cuando cursábamos tercero, el chico le hizo creer a una de primero que estaba enamorado de ella, pero jamás fue así. La niña le creyó y ella sí cayó en sus juegos con facilidad, pero la gracia le duró poco, porque antes de cumplir un mes de que comenzaran a salir —según los rumores—, tuvieron relaciones sexuales sin protección y la chica quedó embarazada.

¿Y qué pasó?

El idiota negó su paternidad y además dijo que Natelee, la chica, era una aprovechada que se había acostado con muchos más. Cosa que nadie creía porque... no tengo idea, solo decían que ella no era ese tipo de persona.

Ese día, el grupo con el que comparto mesa ahora, me agradó. Ellos hicieron un cartel enorme donde escribieron cualquier barbaridad que iba dirigida hacia el chico que no se lo tomó nada bien, evidentemente. En la pancarta, todo el que quisiera podía escribir, y creo que muy pocos fuimos los que no lo hicimos. Luego lo colgaron en un sitio estratégico en el cafetín donde todos lo pudieran ver y gozar de ello, incluso los profesores lo hicieron y West pasó días muy malos en soledad gracias a eso, pero como en este lugar los chismes duran cuarenta y ocho horas hábiles como máximo, su momento fue dejado a la historia.

Solo para él, claro, porque Natalee tuvo a su bebé y esa no es una historia que termine pronto.

¿Que si West le pasa al hijo?

Ni por un lado.

—Yo creo que esa vez estuvo muy bien —opino finalmente, antes de llevar otra fresa a mi boca, una de las pocas que me quedan y que Juliana y Liam no me han robado.

—Oh, pero si puedes hablar. Creí que tu lengua no servía para nada, sería una lástima para mi niño —molesta Christian, y sé que lo hace en broma porque esa es su personalidad, pero me hago la ofendida y lo miro mal, formando una mueca.

—No molestes, Miller.

—¿Qué? —pregunta con fingida inocencia a su amigo castaño—. Solo estoy bromeando, no sé desde cuándo eres tan sensible. Oh, ya entiendo, estás...

—Cállate —lo frena Liam y el resto ríe a carcajadas. No sé qué iba a decir, pero tampoco me interesa.

Me concentro en continuar con las últimas tres fresas que me restan y le doy un manotazo a Liam cuando intenta robarme otra, cosa que no lo frena, y tampoco lo hace una voz chillona que se hace oír con tono de reproche a nuestras espaldas. Evito mirarla, porque si lo hago, expulsaré la sangre hirviendo incluso por el ombligo, y eso no será bonito de ver.

—¡Bebé! — exclama la rubia. Liam emite un sonido gutural, fastidiado, y gira levemente la cabeza para verla.

—Hola, Verónica —contesta con sequedad.

—¿Qué hacen estas aquí? —ahora sí giro a verla, porque la forma en la que se refiere a nosotras ha hecho surgir un vivo deseo de molestarla. Cada día la soporto menos.

—Comiendo, ¿no lo ves? —responde Christian álgido, mientras la chica nos mira asqueada y con molestia, llevando ambas manos a sus caderas.

—Tú no te metas —escupe al castaño de ojos cafés—. ¿Por qué a mí nunca me has invitado? —pregunta ahora a Liam, y él va a responder, pero soy yo quien se adelanta.

—Es que no eres digna —con orgullo, le sostengo la mirada, retadora, y escucho las risas de todos.

—Genial, linda piojosa, genial —celebra Christian y ahora giro para devolverle la sonrisa sincera que me muestra—. Creo que ya escuchaste, tú —le habla a la rubia y vuelvo a verla, ahora me mira con más repulsión.

—¿Y tú no vas a defenderme? —Juliana bufa y ella espera una respuesta que no llega—. ¿De verdad?

—Solo está jugando, Verónica —responde Liam con hastio, sin siquiera verla.

—Claro, como quieras. Quédate con tu zorra y después no veng... —regresa su asqueado tono y no pienso darle importancia porque sus palabras no me afectan en nada, pero cuando me doy cuenta, ya Liam está parado frente a ella y viéndola de forma amenazante.

—En ningún momento ella ha hablado así de ti, discúlpate —le ordena tras interrumpirla.

Por supuesto que no hablo de ese modo, yo soy una niña decente que no dice esas palabrotas.

Ya va... ¿Que se disculpe?

—¿Es una broma? —pregunta con voz trémula, incrédula, después de reír. Liam sigue con los músculos tensados y los puños apretados, eso es suficiente para que ella sepa que él habla en serio.

Habla en serio...

—Discúlpate —reitera entre dientes, la chica suelta un sonoro suspiro y desvía la mirada muy lejos de nosotros, donde los chicos observan la escena en silencio.

—Disculpa —exterioriza, con el tono de voz más hipócrita que me parece haber escuchado. Esto es suficiente para Liam, quien vuelve a sentarse satisfecho, pero celebra demasiado rápido—. Estúpida.

—Verónica... —se queja él, aún entre dientes, yo solamente soy capaz de sonreír antes de interrumpirlo.

Halagada es poco decir para expresar cómo me siento ahora, y no me importa que la chica se disculpe. Eso para mí no vale nada.

—No sirven de nada las falsas disculpas, Bonetti, no vale la pena que insistas —digo con seguridad, él gira a verme y con solo sonreírme, es suficiente para sentir más cálido ese gesto—. Está bien, gracias por lo que hiciste —aseguro devolviéndole la sonrisa. Escucho un gruñido al otro lado y cuando giro nuevamente hacia la rubia, veo que esta ya se está alejando. Pero eso no me importa, nada me importa.

Porque Liam se está ganando un pedacito de mi corazón.

Solo... Un pedacito.

____________________________________________________

¡Hola! 💚

¿Qué opinas de las bonitas acciones del Universo?

¿Qué opinas de las acciones de Liam? Lo amamos, ¿verdad? Y Arya va cediendo poco a poco porque es inevitable sentir cositas por ese estúpido.

Nos leemos luego, ratón. Que tengas lindo día.

Abracitos psicológicos. ʕっ•ᴥ•ʔっ

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