21 preguntas para enamorarse

By CherryLeeUp

45.2K 4.3K 4.7K

Isabella Durán es una estudiante de psicología que tiene por tarea crear un cuestionario creativo de 21 pregu... More

¿Prólogo del desastre?
Las reglas
Sesión número 1
Sesión número 2
Sesión número 3
Sesión número 4
Sesión número 5
Sesión número 6
Sesión número 7
Sesión número 8
Sesión número 9
Sesión número 10
Sesión número 11
Sesión numero 12
Sesión número 13
Sesión número 14
Sesión número 15
Sesión número 16
Sesión número 18
Sesión número 19
Sesión número 20
Sesión número 21
Un informe desde mi corazón
Epílogo

Sesión número 17

1.4K 169 138
By CherryLeeUp

Mis ojos se fueron abriendo con extrema lentitud, esperando encontrarme con la visión de la ventana de mi habitación y recibir los rayos del sol que estarían filtrándose por ella, pero cuando logré enfocar la imagen, no había ventana.

Parpadeé varias veces, tratando de mitigar el dolor que me acuchilló en las sienes. Era horrible, la migraña no me dejaba ni pensar y, sin importar hacia donde mirara, no había nada que pudiera reconocer como mío. Pronto llegué a la conclusión de que esa no era mi habitación, pero si no lo era... ¿dónde rayos había dormido? ¿La sala? ¡¿La cocina?! Traté de recordar qué había pasado el día anterior, pero era como si mi mente hubiera sufrido un reseteo.

—¿Qué diablos paso ayer?

Mi cabeza dolió aún más al tratar de forzar los recuerdos, pero me importaba una mierda, ¡estaba en una emergencia!

Me di palmaditas en las mejillas y me pregunté: «¿qué es lo último que recuerdas, Isabella?». La imagen del lobby del hotel fue lo primero que me llegó. Hope había estado un rato conmigo haciéndome compañía mientras esperábamos, y un mesero que parecía un ninja me llenaba la copa sin que me diera cuenta.

Una conversación amable y muchas risas, peor al final me había quedado sola en aquel salón... con una copa que parecía llenarse por arte de magia.

En todo momento me decía "será la última" y me proponía estar alerta para decirle al mesero que no quería más, pero, como ya había acotado, el sujeto era como el maestro Shifu; pequeño, rápido, escurridizo y volvía a llenarla en el menor descuido.

Lo siguiente que me llegó fue una imagen distorsionada de Victor y después de allí... nada. Por más que me esforzaba, no había más que una oscuridad total. Tragué grueso, estaba como los sujetos de ¿Qué paso ayer?

—Vamos, Isabella. ¡Tú puedes! —me dije.

Algunas imágenes llegaron a mi cabeza, pero dudaba de que fueran reales. Era como estar confundiendo una fantasía, un sueño muy vivido con la realidad. Imágenes difusas de haber tenido una sesión con Victor y... no sabía por qué, pero una sensación cálida me abordaba el pecho. Como si hubiera logrado una gran proeza... pero ¡¿qué era?!

También tenía una sensación extraña en las manos, como si... como si hubiera tocado algo suave, algo sedoso. Bien decían que, aunque la mente olvidaba, el cuerpo seguía recordando. Sí, había tocado algo y me había gustado mucho. Cerré mis ojos y dejé que mis manos guiaran mi recuerdo, lo había tenido entre ellas, había jugado con eso. Mis manos se alzaron un poco y se extendieron hacia adelante, fuera lo que fuera, había estado frente a mí.

—¿Qué haces, gatita?

Abrí mis ojos y solté un chillido digno de una película de terror que no solo me aturdió a mí.

Victor estaba allí, apoyado en la puerta, observándome con curiosidad y sorpresa. A pesar de llevar ropa casual, una sencilla camisa arremangada y un jean que se ajustaba... demasiado bien, lucía impecable y sexy el condenado. Su cabello estaba húmedo, eso significaba que había tomado un baño reciente.

¡Ay Diosito! ¿Qué era esto? ¿Por qué mi corazón latía como loco? Ya sabía que me gustaba, que me atraía mucho, pero lo que estaba pasando en mi pecho y entrañas no era normal.

—¿Estás bien, cariño?

—Yo... yo... —¡Nada! ¡No salía más nada!

«¡Enfócate, Issy! Tienes un cerebro, ¡úsalo!», me regañé.

Victor suspiró y caminó hasta una pequeña mesita que estaba en una esquina. Cogió una cajita de dónde sacó una pastilla y se acercó con cuidado extendiéndola hacía mí.

—Para el dolor de cabeza —dijo, abriendo mi mano y depositando allí la pastilla blanca.

Luego, se giró hacia la mesita que tenía al lado; hasta ese momento no me había percatado que allí había una jarra con agua. Me sirvió un vaso y me lo entregó. Sin preguntar más, me tomé la pastilla y bebí del vaso como si mi vida dependiera de ello.

—¿Mejor?

—Un poco... —dije, avergonzada, porque estaba más claro que el agua. ¡Me había emborrachado!—. Victor yo... de verdad lo lamento.

Al salir esa pequeña y sincera disculpa de mis labios, Victor frunció su ceño.

—¿Por qué te estás disculpando?

—Bueno... tú sabes... —dije, jugando con mis dedos—. Te juro que esto jamás me había pasado. ¡Yo nunca bebo de esa forma! ¡Y tampoco me tomé la botella entera! Como mucho fueron unas cuatro o cinco copas, pero seguro los antigripales todavía estaban en mi sistema, así que aceleraron el proceso. ¡Es la única explicación que le consigo! Yo...

—Espera —me interrumpió—. ¿Te estás disculpando por haberte emborrachado?

—¿Y por qué más debería disculparme? —pregunté y luego... la posibilidad de que hubiera hecho algo aún más vergonzoso, se filtró en mi cabeza—. Ay, Dios... Dime que no hice nada vergonzoso.

Victor me observó con fijeza, como si estuviera buscando alguna señal de algo en mi cara que seguro estaba hecha un desastre. Al final, terminó suspirando y negó con su cabeza.

—No pasó nada —dijo al fin—. Tuvimos una sesión un poco movida, pero más nada.

—¿A qué te refieres con movida?

—A que eres muy graciosa cuando estás en ese estado de extrema felicidad ―sonrió.

—Ay, no... de verdad discúlpame. Debes estar pensando lo peor de...

—No pienso mal de ti, Issy —dijo, colocando sus dedos sobre mis labios para silenciarme... y no sabía por qué, pero eso activo otro recuerdo de mi boca porque sentí como todas mis terminaciones nerviosas se concentraban en sentir su tacto—. No te preocupes por lo que pasó anoche, ¿está bien?

Asentí con lentitud.

Victor retiró sus dedos con parsimonia y me sentí extraña, demasiado. Era como si añorara ese contacto, como si me hubiera quedado vacía... ¡Estaba loca!

—Si quieres puedes tomar un baño —dijo de repente.

—Yo... lo haré en casa, pero si me gustaría asearme un poco.

Victor asintió y señaló la puerta que debía dar al baño. Me levanté de la cama y el piso se tambaleó un poco bajo mis pies. Las manos de Victor me sostuvieron por la cintura y eso desencadeno otro recuerdo de mi cuerpo. ¡¿Pero qué diablos había pasado para que estuviera tan sensible?!

—¿Necesitas ayuda?

—No yo... estoy bien.

Me solté y caminé rápido hacia el baño. Era una locura, algo que pensaba solo pasaba en las películas.

Y al verme en el espejo casi solté un grito. Había esperado estar desastrosa, pero ¡parecía un jodido panda! Abrí la llave del lavamanos y comencé a lavarme la cara para quitarme el delineador corrido. Sequé mi cara con un paño pequeño y me observé de nuevo; estaba pálida, pero por lo menos el negro ya no enmarcaba mis ojos... un segundo...

—¡Él me vio así!

Ahogué un chillido en el paño que tapaba mi cara. ¿A caso había una pena mayor que esa?

Solté un suspiro lastimero y vi que había un cepillo de dientes nuevo allí; él debió encargarlo para mí. Eso era muy... Victor. Lavé mis dientes, me peiné un poco y compuse mi apariencia, por lo menos ya estaba más más presentable.

Salí del baño con cuidado y lo que vi, me dejó fría. Victor estaba acomodando un delicioso desayuno sobre una mesa que estaba al fondo de la habitación, y el aroma era celestial.

—Me imaginé que tendrías hambre, así que pedí que nos trajeran algo para comer antes de irnos.

—Yo... yo puedo irme a casa sola.

—Te prometí que te llevaría yo mismo a casa, gatita.

Bien, ya sabía que mi compañero era demasiado terco, así que no valía la pena discutir con él. Me senté en la silla que estaba frente a la suya y observé el plato: huevos, tocino, pan tostado y, mi favorita, mermelada de fresa.

Nos dedicamos a comer en un extraño y tenso silencio que... no me gustaba, y por el ceño fruncido que Victor tenía, tampoco a él.

Un recuerdo difuso llegó a mi cabeza, imágenes de una sesión que no sabía si habían pasado en realidad... pero me causó curiosidad que tenía la certeza de que había puesto mi móvil a grabar.

—¿Te molestaría... tener nuestra sesión de hoy?

—¿No te duele la cabeza?

Negué, aunque sí me dolía todavía.

—Necesito aprovechar el tiempo... y la verdad quiero llegar a casa para lanzarme a la cama a dormir hasta mañana.

Victor rio con suavidad y aceptó con un movimiento de su cabeza.

Observé a mí alrededor y noté que mi bolso estaba en la cómoda. Me levanté y lo abrí para sacar mi cuaderno rosa, un lapicero y... ¿Dónde rayos estaba mi móvil?

—Allá —lo escuché decir. Cuando me giré, lo vi señalando la mesita del otro lado de la cama—. Lo puse a cargar porque se quedó sin batería anoche.

Asentí y fui por él. Lo encendí y caminé con lentitud hacia la mesa. Tenía mensajes de las chicas, preguntando como me había ido e incluso la picara de Lucia decía que, si no había respuesta, era porque había tenido acción. Hice una mueca, pues sí había tenido acción, pero no la que ella creía. Así que les mandé una carita molesta y les dije que hablábamos luego.

Busqué la aplicación para grabar y noté en la lista que había una grabación previa. Entonces... sí había grabado la sesión. Eso era bueno, así no tendría que pedirle a él que me diera de nuevo la respuesta y arriesgarme a que la cambiara.

Activé la grabadora y pasé las páginas de mi cuaderno hasta llegar a la pregunta del día, saltando la página en blanco del día anterior que solo tenía la pregunta anotada. Ya luego, en casa, me encargaría de llenarla cuando escuchara la grabación.

—Bien... Hace tiempo me dijiste que apreciabas mucho la libertad, pero quiero saber: ¿Qué es exactamente para ti el ser libre?

Victor sonrió, pero esa sonrisa no era la ladeada a la que estaba acostumbrada. Era un pequeña, sencilla, reflejaba cuan a gusto se sentía con esa pregunta que, en teoría, no tocaba aspectos personales como otras. Eso aligero mucho el ambiente.

—El concepto de libertad es muy amplio, gatita —dijo—. Pero para mí... ser libre no tiene nada que ver con hacer lo que me da la gana o no rendirle cuentas a alguien.

—A veces confundimos libertad con independencia.

—Sí... van de la mano, pero no son lo mismo. —Colocó sus codos sobre la mesa y entrelazó sus dedos para apoyar su mentón sobre ellos. Extrañaba esa pose filosófica—. Creo que ser libre es... pensar lo que quieras sin que te importe lo que los demás piensen... ya sea política, religión, de tu trabajo o de la sociedad. Es... tener tu propio concepto de vida y seguirlo sin importar qué.

—¿Y si ese concepto no va con lo que dice la sociedad?

—Nos dictaminan como pensar, como vestir, cómo o qué estudiar; incluso nos guían a qué debemos comprar... Es algo que considero bastante controlador y por eso, cuando eres capaz de librarte de esas cadenas, de hacer lo que te apasiona sin importar lo que los demás piensen, el placer es infinito. Pero claro, es solo una opinión, no una verdad absoluta y es debatible.

—Depende mucho de los argumentos, ¿no crees?

—Tenemos libertad de actuar, es cierto, pero, a veces, esos actos están dirigidos por algo o alguien más —dijo—. Por eso, creo que ser libres es... simplemente ser tú, sin importar qué.

La mirada de Victor mostró ese anhelo que ya había detectado en otras ocasiones, como aquella vez, en el supermercado, cuando me di cuenta cuanto ansiaba esa felicidad plena. Eso demostraba que él sabía que ese hombre que mostraba al mundo no era el verdadero. Victor apreciaba la libertad, pero, en realidad no era libre y deseaba serlo.

—Para ti, ¿qué es la libertad, gatita?

Pues... si me lo hubiera preguntado un par de años atrás, le hubiera dicho que yo era una de las personas que solía confundir la libertad con la independencia. Pero después de asistir a clases de filosofía y pensamiento humano, me di cuenta de mi error y restructuré la visión que tenía de la libertad, la cual coincidía muy bien con la de él.

En mi caso, la libertad tenía que ver con el ser mismo. Reflejar en el exterior lo que éramos en el interior. No tener gritos ahogados en la garganta, como me pasaba mucho, y expresar al mundo lo que pensábamos, sin importar si seguía o no la tendencia del momento.

En ese sentido, envidiaba a Miranda. Ella era libre de dejar volar su imaginación cuando diseñaba, y aunque sus modelos fueran catalogados de extravagantes, ella los hacía con ilusión y no dejaba jamás que una mala opinión la desanimara. Todo lo contrario, lo tomaba como un reto personal y se reinventaba, siempre manteniéndose dentro de su propio estilo.

—¿Quieres agregar algo más?

Victor se quedó pensativo un rato y luego asintió, frunciendo un poco su ceño.

—Creo que te diste cuenta de que la libertad es algo que no poseo del todo —dijo—. Es cierto que la predico y, en ciertos aspectos de mi vida, la poseo, pero estoy... luchando para librarme de las cadenas que aún me mantienen atado.

—En ese caso... yo también debo luchar contra esas cadenas.

—Entonces... podemos luchar juntos, ¿no? —dijo, sonriendo, y yo le correspondí.

—Sin importar cuan alto estén los muros, lograremos traspasarlos.

—Es una promesa, cariño.

Después de esa linda sesión, Victor me llevó a casa. El trayecto fue en silencio, pero a diferencia de la tensión que se había respirado en la habitación, ese nuevo silencio era cómodo y no necesitábamos llenarlo con nada. Era como si estuviéramos disfrutando de la presencia del otro; muy ameno y cómodo en realidad. Por eso, cuando llegamos a mi edificio, sentí una decepción enorme al tener que bajarme del auto y separarnos... porque debía admitir que, además de gustarme, yo disfrutaba de su compañía. Mucho.

Cuando estaba por salir de su auto, volví a disculparme por el papelón que había hecho y Victor volvió a decirme que no me preocupara... y por un segundo vi algo reflejado en sus ojos, algo que no me gustó. Tristeza y culpa.

—Hay algo que necesito decirte. —Con eso, el ambiente volvió a tornarse pesado—. Quiero que sepas que anoche no hiciste nada malo y que, en realidad, todo fue mi culpa.

—Claro que no, Victor. Tú no me obligaste a beber.

—Pero te dejé sola, esperando. Algo que, créeme, no volverá a repetirse —dijo muy seguro—. El asunto es que el único que debe disculparse soy yo.

—Ya te dije que...

—Isabella, sí debo disculparme, por eso y por todo lo demás —dijo y luego soltó un suspiro—. Aunque eso no significa que me arrepienta, tenlo en cuenta.

—¿A qué te refieres?

—Solo tenlo presente. Me disculpo, pero no me arrepiento de nada de lo que pasó anoche porque, como te dije, fue... interesante.

—¿Verme pasadita de copas? —pregunté, alzando una ceja.

—Eso y lo que pasó después.

—¿Qué paso?

—Te lo dije, una sesión movida. Te vuelves más desinhibida y cariñosa —dijo, riendo, y se ganó un golpe mío en su brazo.

—Bien... sea lo que sea, te disculpo porque sé que no debí ser fácil anoche.

—Espero que eso se mantenga así... —susurró, pero lo oí perfectamente, lo cual fue bastante extraño.

Al llegar a casa, lo primero que hice fue tomar un baño caliente que me revivió de las cenizas. Y quizás era muy común para Dios escuchar la frase: "no volveré a beber nunca más", pero igual la dije con vehemencia.

Ya estando limpia, relajada y calentita, saqué el cuaderno rosa de mi bolso, el móvil y reproduje la grabación de la noche anterior para realizar las anotaciones que me faltaban. Cuando el audio comenzó... abrí mi boca por completo.

—¡¿Esa soy yo?!

¡Oh, Dios! ¡Sonaba como una desquiciada! Estaba diciendo puras estupideces y luego... luego...

—¡¿Le dije que era sexy?! ¡¿Qué mierda estaba pensando?!

La grabación continuó y luego escuché un poco de la risa de Victor al estar bajo un "ataque" mío de cosquillas.

—Oh... ¡Yo no dije eso! —exclamé.

¿Cómo diablos le había dicho que tenía un abdomen de lavadero? Un segundo... ¡Le había tocado el abdomen! ¡Con razón dijo que borracha era más desinhibida y cariñosa!

Respiré cuando la sesión inició y con manos temblorosas comencé a tomar notas, aunque no dejaba de pensar que pedir disculpas no había sido ni sería suficiente, ¡prácticamente lo había atacado! Bueno... él sabía que estaba bajo los efectos del alcohol, ¿cierto?

―Esa no soy yo, lo puedo jurar sobre una biblia si es necesario ―mascullé. ¡Algo más me había poseído!

Sacudí la cabeza y me enfoqué en la sesión. Victor consideraba que sí podía existir una amistad sincera entre un hombre y una mujer, y me resultó hasta tierno que dijera que, aun siendo pareja, se conservaba esa amistad y complicidad que los habría unido en un principio.

Pensaba que la sesión terminaría allí porque se formó un silencio después de su respuesta, pero la grabación continúo con mi propia opinión...

—Soy estúpida... El alcohol apagó mi cerebro y me volví idiota —dije, al escuchar a mí yo happy hablando de la atracción que surgía cuando un hombre trataba bien a una mujer... ¡Había exteriorizado lo que me pasaba a mí con él!

«Dios, Isabella... Para eso le hubieras dicho de una vez que estabas hablando de ti».

Mi voz sonaba anhelante, urgida... llena de un deseo que ni sabía que tenía y después... silencio. Un tortuoso silencio que no me decía nada de lo que estaba pasando... hasta que...

—¿Pero qué mierda... mierda... fue eso? ―Dejé caer el cuaderno y me llevé las manos a la cabeza.

Esos eran sonidos fogosos y gemidos ahogados... ¡Mis gemidos! ¡Era un jodido besazo! Esto tenía que ser una broma, ¡una jodida broma!

Las imágenes empezaron a llegarme mientras escuchaba todo. Como habíamos llegado hasta la habitación, su preocupación por mí, nuestra sesión y... lo que sentí al hacer míos sus labios. ¡Ay, madre! ¡Había sido yo la que jodió todo!

La sensación en mis manos se debía a que había enredado mis dedos en su cabello. ¡Incluso lo jale! ¿Que debía estar pensando de mí? ¡Prácticamente lo había violado!

—Aunque... aunque él se escucha muy satisfecho... —dije, tratando de defenderme... pero, siendo honesta, no había defensa alguna que me justificara.

¡Había violado su boca!

Volví a prestar atención a la grabación. Victor había detenido ya el beso y yo... claro... ¡Tenía que preguntar si no quería continuar!

―Cerebro, me fallaste anoche... ―lloriqueé.

Luego, un poco más de silencio hasta que volvió a hablar, diciendo que no era correcto lo que estábamos haciendo y por ultimo... su risa. ¿Qué había hecho para que se riera?

Descansa, princesa —decía su voz—. Diablos... otra maldita ducha fría a la cuenta. Me tienes mal, gatita.

Pasos y luego silencio. La grabación llegó a su final poco después de eso.

Cuando él dijo que la sesión había sido movida, se había quedado corto. ¿Y ahora qué? ¿Cómo lo vería de nuevo después de tal cosa?

Recordé sus palabras en el auto. Ahora entendía porque se sentía culpable, se había dejado llevar y eso podría verse como que había abusado de mí, pero él no era culpable de nada, yo me había pasado de intensa. El alcohol había exteriorizado todo el deseo que sentía por él y... ¡Una jodida bomba!

Luego recordé lo que dijo después, sobre que no se arrepentía. ¿Eso podría significar que yo también le gustaba, aunque fuera un poquito? Mi corazón se regocijo por un instante, pero después... pensé en mi proyecto. No podía mezclar lo profesional con lo personal. Victor me encantaba, pero debía finalizar mi proyecto. Ya no era por la beca, ya no era por impresionar a Reedus, era cuestión de profesionalismo.

Íbamos por la sesión diecisiete; quedaban solo cuatro preguntas. Podía resistir. ¡Debía hacerlo!

—Seguiré fingiendo demencia. —Asentí, confirmando mi decisión—. Debo resistir las ganas de... de revivir el calor que sentí anoche.

Cerré mis ojos y volví a rememorar el momento. Sus manos en mi cadera, su calor mezclándose con el mío, y él recorriendo cada centímetro de mi boca.

—Maldita sea, ahora la que necesita una ducha fría soy yo.

.

.

Pregunta del día: ¿Qué significa para ti la libertad?

Victor dio una respuesta clara de lo que cree y lo que anhela obtener. La libertad para él, significa ser él mismo. Expresar sus opiniones, sus pensamientos y ser libre de mostrar al mundo su verdadero ser.

Ambos coincidimos en que no somos libres, pero se formó un acuerdo de apoyo mutuo que me pareció muy hermoso.

Nota especial: esta ha sido mi sesión favorita hasta la fecha... y debo decir que me encanta cuando se pone todo filosófico.

Sesión anterior:

Tomé notas de la sesión anterior gracias a una grabación que hice anoche... No estaba en condiciones para escribir.

Según la opinión de Victor, él cree que es posible tener una amistad sincera entre un hombre y una mujer, y lo justificó diciendo que todo dependía de nuestra madurez y los límites que coloquemos.

Nota especial: lo he besado... ¡Le di un jodido besazo! Y en vez de arrepentirme por lo poco profesional que fui... no dejo de recordar y recordar.

.

.

Proyecto "21 preguntas para enamorarse"

Sesión diecisiete... Una amena y muy tranquila donde hablamos de lo que significa la libertad.

Admití que no soy libre porque aún estoy sujeto a las cadenas de mi pasado, pero estoy esforzándome para romperlas y ella me mostró su apoyo. Eso fue reconfortante y se sintió... bien.

Con respecto al beso... ella no lo recuerda. No puedo negar que me sentí un poco desilusionado, pero es lo mejor para ella, para su proyecto y para ambos, pero solo de momento.

Que Issy no lo recuerde, no quiere decir que yo lo olvidaré, porque esos labios se han convertido en una adicción para mí y no estoy dispuesto a dejarla ir.

Nota especial: Mi proyecto sigue en marcha y estoy seguro que después de la última pregunta, esos labios serán míos otra vez.


Continue Reading

You'll Also Like

2.7K 324 34
¿Que pasaría si mueres y te dan una segunda oportunidad para regresar a la vida? Eso es exactamente lo que le pasa Bambi; la chica ha muerto pero por...
1.4K 473 29
La vida puede ser muy diferente a partir de un mal día. Todos los ingredientes están en la mesa; un joven con ganas de vivir, un trauma de la infanci...
1.4K 129 8
Hemos estado juntos mucho tiempo. Él me ama y yo lo adoro pero un instante fue suficiente para cambiarlo todo. Ahora lo que mas anhelo es que todo v...
16.8K 4.8K 47
El Reinado de la Oscuridad es la segunda parte de la trilogía de Místicas Criaturas. Daniel ha sido exiliado por Iris, la creadora de la Tierra Mític...