¿Estás bien?
Esas fueron las primeras palabras que salieron de mi boca hace unos minutos. Eso fue lo primero que le pregunté a Ian apenas terminó la historia de su padre.
Estaba realmente preocupada por saber cómo se estaba sintiendo después de recibir aquella cantidad exorbitante de información que dejaría loco a cualquiera, y por eso mi interés.
No solo había crecido con un padre y con la errada información de que su mamá había muerto, o qué se yo, sino que ella realmente estaba viva, lo había abandonado y ahora tenía un hermano idéntico a él. Eso era demasiado a los oídos de cualquier persona y yo, como la buena amiga que soy, me intereso por su estado emocional.
Pero claro, como respuesta de su parte, aparece la traición.
Hoy en la mañana, al despertar, tenía un mensaje de mi amigo en el celular en el cual me pedía que fuera junto a él a un sitio que le había indicado su padre. No sabíamos cuál era el motivo del encuentro, solo que él debía estar allí y que era muy importante.
No entendía mi función en aquel lugar, pero, por supuesto, yo acepté. Porque me considero una buena amiga.
Al salir del instituto después de un agotador día cargado de deberes volví a casa para dejar mi auto porque él pasaría a por mí en el suyo, y cuando llegué, ya Ian estaba esperándome, por lo que no tardamos en marcharnos al lugar pautado.
Durante el camino él me explicó los pocos detalles que conocía sobre dicha reunión, pero estos eran realmente escasos y nuestra conversación viro en otro rumbo que hizo surgir mi incomodidad después de un tiempo, pues él decidió que era prudente hacer uno que otro halago que no se centraba solo en mi apariencia presente, sino a antaño cuando ambos éramos niños. Por eso agradecí que el recorrido no haya durado mucho, pero ese agradecimiento se transformó en otra reacción que no alcancé a descifrar apenas vi lo que allí nos esperaba.
No sabía cómo reaccionar y la confusión no era nada en comparación con mi sentir.
Al bajar del auto frente al bonito restaurante nos percatamos de que ciertamente existe un James que es muy parecido a Ian. En ese instante comprendí la confusión de Liam hace un par de días y confirmé que no está loco como llegué a pensar en su momento, o al menos no tanto.
A mi confusión, además, se le sumó la cercanía del castaño. Ahora no solo me siento incómoda por eso, sino porque también me acompaña una sensación extraña y me perturba el hecho de haber sido tan tonta como para dejar mi auto abandonado en casa, y me doy cachetadas internas por eso.
Todo lo conmovedor, devastador, injusto, deshonesto y demás que me ha parecido la historia del padre de Ian, se ha esfumado para dejarme un único sentimiento de desesperación, uno que surgió cuando le recordé a mi amigo que mi auto estaba en casa y él decidió que era buena idea ofrecerme en bandeja al idiota que me he esforzado por evitar a toda costa desde hace dos días.
Lo odio.
Niego con la cabeza de forma desenfrenada tras escuchar sus palabras. Si hay algo que quiero hacer ahora, es asesinarlo por meterme en esta situación incómoda, y no me refiero a escuchar todo lo que el señor Paul acaba de decir, yo jamás me negaría a apoyarlo, pero esto que acaba de hacer con Liam hace que ahora me arrepienta incluso de ser su amiga.
Bien, estoy exagerando. Pero sigo con ganas de arrancarle la cada cabello de su cráneo.
—¿Por qué hiciste eso? —mascullo, mirando con severidad al pelinegro.
—¿Qué? —pregunta con inocencia, mostrando una sonrisa ladeada—. Los vi hablando muy bien hace días, no sé cuándo vamos a salir de aquí y no quiero quitarte más de tu tiempo.
Claro, él no sabía de la existencia de Liam y todo lo que ese hecho implica.
Pero ahora tu dulzura y amabilidad no me es suficiente, querido amigo, solo quiero arrancarte la cabeza.
—Sí, pero es que...
—Yo no tengo problemas —interrumpe el castaño, y después de soltar un profundo suspiro, giro a verlo para encontrarme con esa sonrisa que me gusta, pero que quiero hacerle desaparecer a golpes.
De acuerdo, ya me estoy pasando con eso del maltrato animal y mis ideas de asesinatos.
Le muestro una sonrisa forzada y vuelvo mi vista a mi gemelo amigo, para asesinarlo con las avada kedavras que le envío a través de la mirada.
Este maltrato es más sutil e inocente.
—Esta me las pagas —susurro antes de besar su mejilla.
Él guiñe conforme, aún sin dejar de sonreír.
—Lo siento. Te llamaré más tarde, ¿está bien?
—Estaré esperando —advierto, señalándolo con mi dedo índice. Ian es demasiado dulce, mi amigo y casi hermano, y no puedo enojarme por mucho tiempo con él por más que quiera—. Fue un placer verlo, señor Paul —me dirigo a su padre, quien me muestra esa sonrisa paternal de siempre y que le devuelvo complacida. lo conozco hace mucho y también le tengo aprecio y respeto.
—Lo mismo digo, linda —contesta amablemente, tan sereno e imperturbable como siempre.
Volteo a ver al resto y sonrío a Maximiliano y al otro chico que lo acompaña como despedida, luego me levanto para salir del lugar, cruzándome con la otra pareja de amigos en el camino.
—También me alegra conocerte, James —le hablo al otro gemelo, igual de guapo que su hermano.
No me hace falta analizarlo mucho para asumir un parecido impresionante. Solo noto diferente la estatura más elevada del chico que tengo enfrente igual que sus ojos, los cuales son de un color miel similares a los de Mariah. Y su cabello, del mismo tono oscuro pero más largo que el de Ian, tiene un corte distinto, quedando este hacia arriba y peinado al descuido. Del resto, todo se me hace igual.
—En persona —responde él con una sonrisa—. Ya sabía mucho de ti —termina ante mi cara de confusión, viendo de soslayo a su amigo.
Ya entiendo.
Otra razón más para cortarle los brazos y la lengua.
—Jam, no empeores las cosas, mejor cállate y ve a reunirte con tu gemelo perdido —habla un avergonzado Liam. Parece que quiere asesinar a su amigo y yo quiero asesinarlo a él.
—Ya, mierda, ya entendí. Son extrañas las circunstancias, pero me alegro de conocerte al fin, Arya —vuelve a hablar el sonriente chico, besa mi mejilla, susurra algo a su amigo antes de despedirse con un choque de puños y se retira junto a su familia.
Vuelvo a colocar la peor cara de mi selección, que no denota más que amargura y molestia, acompañada de una mirada desbordante de un odio fingido que le dirijo antes de abandonar el lugar a mi futuro chófer.
Al poner un pie en el exterior, recuerdo que traje mi mochila y aunque en un principio me pregunté el porqué, ahora lo agradezco, pues pienso en que no estaremos los dos solos y que el libro que traje me servirá para distraerme de la tortura en el camino. Sin embargo, al instante me percato de que la he dejado en el auto de Ian.
Regreso al restaurante y después de explicarle a mi amigo la situación, él se levanta de su lugar para salir a entregarme mis pertenencias, con Maximiliano, Liam y el otro chico castaño detrás.
—Seguramente vaya el sábado a verte —comunica Ian delante de todos, entregándome el bolso.
Afirmo con la cabeza. Ian vuelve a besar mi mejilla, se despide con un ademán de los chicos y luego de murmurar las gracias a Liam se adentra nuevamente al lugar.
—Voy a ir con Kaden. —Escucho que dice Maximiliano—. Mi casa está de paso por la suya y... Ya sabes —finaliza, lanzándome una mirada nada disimulada.
Sí, también comprendo tus intenciones, estúpido Maximiliano.
—Piojo —habla Liam, mirándome.
—Idiota —respondo secamente, sonriendo orgullosa ante sus amigos, que se ríen de él.
Si él me avergonzó por tanto tiempo, que yo lo haga unos segundos no es un pecado.
Más delante de sus amigos, para que le pese un poco.
—Creo que no nos han presentado, Arya —dice el otro chico, acercándose a mí sonriente.
Me parece simpático.
Solo que claro, también conoce de mi existencia sin que yo lo supiera antes.
—¿También has oído mucho de mí? —pregunto con burla.
Él ríe suavemente y con elegancia.
—Mucho, sí —confirma.
Liam deja salir un sonoro bufido que llama la atención del resto.
—No sé para qué me busco a estas mierdas de amigos —masculla hastiado, haciendo que sus amigos rían.
Ni siquiera sé por qué está molesto. Es decir, hablan de mí, yo soy la que debería sentirse incómoda y avergonzada y la situación me parece más divertida que otra cosa.
Aunque lo admito, la única razón es porque lo veo a él fastidiado.
—Soy Kaden —dice, tendiéndome la mano que amablemente tomo. Soy una persona educada que responde a los gestos afables—. Es bueno conocerte al fin —vuelve a hablar, viéndome a los ojos con la claridad de los suyos antes de besarme una mejilla.
¿Qué tantos besos?
—Un placer. No creo necesario decir mi nombre —señalo, dispuesta a seguir molestando al otro castaño.
Todos vuelven a negar risueños excepto por Bonetti, que sigue mostrándose débilmente avergonzado.
No sé si me da placer conocerlo, pero es importante siempre ser amable si me interesa no dar una mala impresión al resto del mundo. Además, son amigos de Liam que de algún modo me conocen y no sé qué opinión tienen de mí, pues podría ser tanto mala como buena, y quiero darles a conocer una faceta diferente a la que sea que ellos tengan registrada en su cerebro. También porque no quiero ser desagradable cuando se han portado amables conmigo, y porque es Bonetti.
Sumado a esto, si lo pienso bien, nunca está de más tener nuevos amigos que además sean lindos. Sé que mis amigas estarían encantadas de conocerlo, igual que a James, porque ellas abandonan la cordura ante cualquier chico. Y este en particular, con piel tostada, ojos marrón claro, cabello contrastado entre rubio y castaño ondulado y altura imponente, es uno que les fascinará incluso a primera vista.
Sonrío una última vez y me alejo hacia el auto de Bonetti, después de despedirme de Kaden y Maximiliano —quien es el único que parece comprender que no son necesarios tantos besos por un día—, y allí espero, frente a la puerta del copiloto a que el dueño del vehículo se digne a regresar.
—¿Nos vamos? —cuestiona luego de un par de minutos, cuando se acerca con las llaves bailando en su dedo índice de la mano izquierda.
Ni siquiera lo miro, me mantengo con la vista fija en la ventana de su auto.
—No me hace ilusión, pero quiero alejarme de ti y ya te estás tardando en llevarme a casa —lo presiono.
Él se encoge de hombros y sonríe con cinismo, y eso solo me hace pensar que dirá algo que no me sonará agradable. No me sorprende.
—Puedes irte en bus.
Me muerdo el labio, desidiosa de querer insultarlo por ser tan cruel y armar una escena en medio del estacionamiento, donde además hay tantos comensales.
—No lo había pensado, pero gracias —mascullo con severidad, indignada. Muestro una sonrisa falsa y doy media vuelta para largarme a la parada de autobuses más cercana que no tengo ni idea de dónde se encuentra, insultándolo mentalmente y humillando a Ian, porque no encuentro a otro culpable que no sea él.
Escucho su risa detrás, lo cual me hace enojar más porque no le veo lo gracioso al asunto. Me encantaría que algún día fuese capaz de ser gentil sin querer molestarme, pero recuerdo que es él, y que quizá pido demasiado al mundo cuando además no me debe nada. Es su esencia y no ser bromista y molesto significaría que la perdería.
Pero aun así, aunque estoy cansada de que sea grosero conmigo no me detengo a enfrentarlo, es él quien me hace frenar cuando se para delante de mí ágil antes de que avance demasiados pasos.
—¿Es en serio? —interroga, inclinando su cabeza levemente hacia atrás con hastío—. Estoy bromeando, no te enojes.
—Quítate de mi camino —exijo, procurando esquivarlo, pero él se mueve de un lado a otro para no dejarme salir. Doy media vuelta para intentar rodear su auto y salir desde el otro lado, pero sujeta mi muñeca para que me detenga y me hace girar nuevamente.
—Lo siento, ¿sí? —casi suplica, usando una expresión de cachorro abandonado que aunque lucha por hacer que me doblegue no lo consigue, pues me mantengo firme evitando que suceda—. No quise molestarte.
—Es lo que haces, molestas —lo acuso frígida.
Liam exhibe una frágil sonrisa apretada, en la que casi puedo vislumbrar un atisbo de dolor, y ahora me siento culpable por ser tan dura. A veces siento que me sale solo.
No, no, no.
No me permito sentir pena por él.
—Está bien, molesto, pero déjame llevarte a casa, por favor —impetra, suavizando su voz hasta alcanzar un tono cándido que lucha por hacerme esbozar una sonrisa, que de nuevo reprimo.
Y soy idiota, pero irme en bus me llevará más de una hora y tengo deberes pendientes que necesito empezar y terminar, así que accedo. No quiero perderme en este sitio que no conozco, no tengo idea de cuánto le tomará la conversación a Ian con su padre y esperar hasta que mi papá pueda pasar a recogerme me tomaría más tiempo.
Me suelto de su agarre con brusquedad y me paro frente a su puerta que él no tarda en abrir, satisfecho y sonriendo nuevamente.
¿No estaba triste ahorita? ¿Por qué parece feliz?
Subo a su auto y antes de que Liam también lo haga, yo ya he sacado mi libro de Harry Potter y el cáliz de fuego para ponerme a leer y evitar compartir palabras con él, quien, al darse cuenta, se ríe.
—Esa no es excusa suficiente para mí, bonita —dice, mientras pone el auto en marcha. Coloca música en volumen bastante bajo y yo intento seguir fingiendo que ya estoy sumergida en el mundo de la magia. Cosa que no me creo ni yo misma.
Sigo siendo tan estúpida como para dejar que él me afecte.
—¡Qué loco todo esto! ¿No te parece? —empieza con lo que menos quería que hiciera. Quiere hablar para distraerme, y aunque tiene razón, finjo estar en inopia y no le respondo.
Se la he puesto muy fácil hasta ahora.
—Arya —me llama después de un rato en el que yo continúo fingiendo bastante mal que estoy leyendo, lo sé por su siguiente comentario—. Si no quieres que te hable, puedes decirlo. Con esto no digo que vaya a hacerte caso, claro, pero ya llevamos largo rato en carretera y todavía sigues en la misma página. No tienes que hacerme creer que estás leyendo.
Y una vez más, no sé dónde ocultarme de mi vergüenza.
Muerdo mi labio inferior y giro la cabeza hacia la ventana para poder sonreír con tranquilidad, mientras le doy tiempo a mis mejillas que tomen su color natural, rogando para mis adentros que mi cabello cubra lo suficiente de mi cara para que él no se percate.
—Te estuve buscando ayer —continúa después de burlarse de mí, paciente y sereno—. Habíamos quedado en hablar sobre lo de los gemelos perdidos.
Ruedo los ojos, solo por la ridícula manera de referirse a los chicos.
—No quería verte, pero gracias por tu interés —miento. La verdad es que sí quería verlo, pero por alguna razón siento un poco de molestia.
—Ya no es necesario hablar de eso —insiste, ignorando mi comentario cortante—. Pero tenemos otra cosa de la cual hablar. También quería verte, que habláramos y… eso.
—No ha resultado ganador de mis valiosos minutos de atención, siga intentando —persisto con dureza, procurando no cantar la canción infantil en la que me creo de palo para no oírlo.
Liam suspira sonoramente, mostrándome así que esto se le está volviendo tedioso. No lo culpo, pero tampoco creo poder parar.
Mi único deseo es que se calle hasta llegar a casa para no volver a caer ante sus encantos.
—Esa actitud que estás tomando es muy infantil.
—Ja, claro. Yo soy infantil ahora —me indigno, negando con la cabeza por semejante descaro, mientras sostengo mi mirada en el libro del cual no he leído ni una palabra. Él reduce la velocidad y de un momento a otro, frena a un costado de la vía—. ¿Por qué paras aquí? —pregunto. Esta vez sí volteo a mirarlo.
—Porque me vas a escuchar antes —sentencia. Deja la palanca y voltea su cuerpo hacia mí, viéndome con suavidad y tan seguro y sosegado como estoy acostumbrada a verlo.
—¿Me estás secuestrando?
—Sí —dice simplemente, mientras me arrebata el libro que cierra y coloca sobre el tablero del auto, cerca del volante y lejos de mi alcance.
—¡Devuélvemelo! —exijo, intentando acercarme para tomarlo de vuelta, pero me detiene con su mano. Derrotada, resoplo y vuelvo a tumbarme en el asiento, resignada a ignorar lo que tenga por decir.
—Sin libro, sin distracciones.
—Tengo cosas pendientes, Bonetti, llévame a casa o abre la puerta para que pueda irme —solicito, usando toda la paciencia que puedo usar. Estar dentro de un auto con él, con las emociones revueltas sin ninguna razón, me deja mal.
—¿Por qué estás enojada? —pregunta con calma, pasando de mi petición. Ahora que lo escucho con su voz serena, pero dolida, me replanteo la cuestión.
¿Por qué estoy enojada?
Ni siquiera lo sé.
—No lo estoy —asevero cruzándome de brazos, reacia a verlo a la cara. Podría estar con su expresión blanda y ahora no me conviene.
—Bien... Entonces, ¿por qué estás evitándome?
—Simple, porque no quiero verte. Ya respondí a tus dudas existenciales, ¿podemos volver?
—Dijiste que intentaríamos ser amigos —añade con inocencia, como si fuese la última oportunidad de hacer que le otorgue mi atención.
—Eso fue antes de que volvieras a aumentar tu nivel de estulticia en mi contador.
Error.
Eso podría sonar como que sí estoy enojada, y no lo estoy.
—Entonces sí estás enojada —insiste, afirmando.
Por supuesto.
Pero no tiene nada que ver con que seas un lindo idiota, mentiroso y semental, que me dice que le gusto, para luego dejarse besar por sus zamuros, claro que no.
—Lo único que quiero es llegar a mi casa para bañarme, hacer mis cosas y descansar —miento, todavía sin verlo, porque si lo hago, mis fuerzas se van al caño.
—¿Es por lo de Verónica? —inquiere con suavidad.
Claro, Verónica.
—¿Estás celosa por lo que viste? —pregunta. Esta vez su tono no lleva burla, pero aun así exclamo un bufido, antes de soltar la risa más falsa de mi vida.
—¿Por qué estaría celosa?
—Ya te hablé de esto hace días, y también lo hice con ella, lo he hecho muchas veces. Hablaba en serio con todo lo que te dije, Arya. No estoy jugando contigo.
—Te felicito, ahora llévame a casa y no molestes más —reitero mi petición de forma adusta y todavía con la vista clavada al frente.
Ya no me gusta tratarlo mal, pero tampoco me retracto. Él se mantiene unos segundos más en silencio, observándome y sin moverse de su posición, hasta que expresa su frustración con un sonoro suspiro y se gira para reanudar la marcha sin decir nada más, derrotado.
¡Por fin!
Durante el resto del camino nadie dice nada más y él ni siquiera canta o tararea sus canciones como lo ha hecho antes en nuestra salida. Yo, mientras tanto, voy sumida en detallar los defectos difícilmente perceptibles en las líneas de la carretera, pensado nada más que en él y su capacidad de alterarme de cualquier modo. Tan bien como mal.
No disfruto de ser dura con él, no como antes porque ahora es dulce conmigo a diferencia del pasado, pero sigo sintiendo que en ocasiones surge por sí solo.
Le había creído cuando me dijo que yo le gusto aunque al principio no quería hacerlo. La noche en la que él me dejó en casa lo pasé muy feliz y sonriendo como tonta tras contarle a mi amiga. Le creí, y me decepcionó un poco verlo con esa cercanía que tenía con Verónica cuando horas antes me había dicho que entre ellos no pasaba nada.
No me considero una celosa excesiva, porque no soy insegura de mí. Pero él tiene un imán para atraer a personas de ese tipo con las que es muy difícil lidiar y sé que no son cosas que yo soy capaz de soportar, porque están detrás de él siempre y si no les pone un límite, también saldré perjudicada yo. No quiero que jueguen conmigo una vez más.
No quiero desilucionarme de él
Tiempo más tarde en el que nadie habla, Liam vuelve a parar el auto, solo que esta vez al fin es frente a casa.
—Ya está, concedida tu petición —exclama con un deje de molestia.
—Gracias por traerme —contesto, todavía sin mirarlo. Cuelgo la mochila de mi hombro izquierdo y abro la puerta para salir y cerrarla de un portazo sin escuchar su contestación.
Alguien debe pagar la idiotez del chico.
Algo, en este caso.
Atravieso la reja sin mirar atrás y lo mismo pasa con la puerta principal. No me detengo hasta atravesar el umbral, donde me percato de algo que he hecho en medio de mi inmadurez y drama adolescente.
He dejado mi libro en su auto.
____________________________________________________
Por culpa de la perra de Mateo, Ari no quiere confiar. 💔 Por eso detestamos al chico, ¿verdad?
¿Qué te pareció el capítulo? ¿Te gusta cuando este par discute y Arya es indiferente, o cuando ambos se miran lindo y están nerviosos por la cercanía del otro?
Dedico este capítulo a ZritaM, porque insistió en que quería más y yo estoy para complacerlos. Espero que te haya gustado, piojo. 💚
Déjame tus opiniones y nos leemos en el próximo.
Abrazos psicológicos. ʕっ•ᴥ•ʔっ