Canela ©

By Karo_lovegood

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[COMPLETA]. La conocida teoría de los polos opuestos atrayéndose cierta vez toma poder en las relaciones, pe... More

Sinopsis
1. Un gran día
2. Es tu día
3. Piojo
4. No quiero un castigo
5. El idiota que ella dice que soy
6. Mi esencia favorita
7. No quiero ser más una niña herida
8. Ya no me odies
9. Cálmate, piojo
10. No puedo verla en todas partes
11. Estar enamorada de ese imbécil
12. No soy como él
13. No se trata de un juego
14. Es nuestra mesa
15. ¿Bailamos?
16. Está llena de sorpresas
17. Algo imposible
18. Pausa a tu juego
19. Canela
20. No gracias, Hestia
21. No es mi chica
22. ¿Nos llevamos bien?
23. Preocupada por la cuerda
24. Lo que sea por ti
25. Marcando territorio
26. Carterista
27. Esa cita
28. Tic-toc, linda
29. Hay otro chico
30. Lo admito
31. Yo siempre gano
32. Es fácil confiar cuando se trata de ti
33. Siempre vuelvo a pensar en él
34. Alguien se ha enamorado
35. Feliz navidad, Bonetti
36. Es la chica de la fiesta
37. Aida
38. Parte de la rutina
39. Eres la novia de mi hermano
40. Idioma Miller
41. "Quiero hablarte de algo"
42. Un fracaso
43. Naranja entera
44. Es su canción
45. Caramelo de ajo
46. No volveré a cruzarme en tu camino
47. ¿Mi novio?
49. La copia exacta de James
50. Orgullo personificado
51. Maltrato animal
52. Supersticiones de abuela
53. Lunática
54. Ya tenías uno
55. Solo... un pedacito
56. Eres un osito panda
57. ¿Está soltero?
58. ¿Puedes abrazarme?
59. Es un mal chiste
60. Orangutanes cínicos
61. Te prometo que te quiero
62. No todo podía ser perfecto
63. ¿Mis ojos mienten?
64. Los planes para mi muerte
65. No puedo seguir engañando a ambos
66. Jugar a la casita
67. Su humor, mi enemigo
68. Su enamorado es Liam
69. Lo que ambos sentimos
70. Hay muchas formas de amar
71. Nuevamente lo detesto
Extra: Chrisand
72. Me haces daño
73. Jodidamente manipulable
74. Soy un títere
75. Sinónimo de dolor
76. No conozco de razones
77. Te quiero conmigo
78. Eres más que eso
79. Criadero de anfibios
80. Huele a canela, así como tú
81. Piezas similares de un puzzle
82. No estoy enamorado de ti
83. No pienses que te esperaré toda la vida
84. Un panda colgando de tus llaves
85. También el mar es muy cambiante
86. Que me pruebe lo que quiera
87. El final de nuestra canción
88. Tu apodo en mi café
89. Aún no termina tu día
90. Espinas en tu corazón
91. Será un reto
92. Ahora soy un egoísta decepcionado
93. Déjà vu
94. Uno, sin dejar de ser dos
Epílogo
Agradecimientos
Extra 1: Como el resto de tu vida
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48. Aliens, por favor, abdúzcanme

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By Karo_lovegood

—¿Mi novio? —le pregunto cuando las palabras deciden salir de mi boca, ya en el exterior, donde lo alerto al detener mis pasos.

—No —manifiesta como queja, antes de chasquear la lengua—. Vamos, solo lo dije para sacarlo de encima. No te enojes hoy. Quería hablar sobre algo en específico y no hemos tocado ese tema aún, por favor —pide casi como súplica.

No lo medito mucho, y tras un suspiro, accedo a su petición de ir hacia el parque del frente. Él tiene razón, y por extraño que parezca, no estoy molesta.

—Me gusta ver cómo eres tú el que ruega ahora —digo con burla, adelantadándome a sus pasos.

Liam ríe.

—Eso que acabas de decir es muy cruel y nada propio de ti —apunta con voz impostada, como si me conociera mejor que nadie desde hace años.

Giro a verlo, curiosa por su contestación.

—Tú no me conoces.

—Te sorprendería lo mucho que he llegado a conocerte admite, luego sonríe levemente, mirándome con detenimiento. No digo nada, solo le sostengo la mirada por inquietante y curiosa que me parezca y por expuesta que me ponga. Por suerte no tarda en retomar la compostura—. A mí también me sorprende, pero aun así sé observarte e insisto con que no es propio de ti.

—Acosador —mascullo en voz muy baja, viendo una vez más al frente nerviosa por sus palabras.

Recuerdo que él dijo muchas cosas sobre mí en el campamento que eran ciertas, que expuso demasiados detalles de mi vida con convicción que por supuesto me sorprendieron, pero había dejado ese tema de lado hace mucho y ahora que lo evocó de vuelta me descoloca, pero menos de lo que me asusta.

Estoy siendo demasiado transparente y no sé si eso me gusta.

—¿Qué? —pregunta.

Volteo a verlo otra vez para negar con calma, haciéndole ver que no dije nada. No sé si me cree, pero sonríe sin añadir nada más.

Vuelvo a concentrarme en mis pasos, esos que ahora me parecen más torpes que nunca, porque mis piernas están flaqueando sin disimulo y haciéndome sentir tonta,  ridícula y débil. Se supone que es una salida trivial, común entre dos amigos aunque nosotros no lo seamos, y siento que sin quererlo le estoy dando demasiada importancia.

Caminamos en silencio algunos pasos más. Él mira el suelo, pero yo intento alejar todo pensamiento extraño que me embarga y me dedico a observar los detalles del hermoso parque al que tanto extrañé. Veo que en las jardineras se mantienen las mismas variedades de flores de diversas especies y colores, entre las que destacan las hileras de rosas blancas y lirios, tan vivas y relucientes como siempre. Los filtros de la enorme fuente de mármol con diseño de ángeles que se ubica al centro de la plaza no dejan de expulsar el agua de esa forma artística que tanto me gustaba admirar; y la gente que se pasea a los alrededores, sentadas, conversado, comiendo helados, sonriendo o sumergidos en su mundo, no hacen más que darme, inconscientemente, la bienvenida a casa.

Sonrío con real alegría y cuando despierto de mi ensoñación, me percato de que Liam me observa serio. Nos hemos detenido en el borde apartado de la plaza, cubierto de reluciente grama donde es menos transitado, y yo no me di cuenta. Él me sonríe con amabilidad cuando lo miro y me invita a sentar en el suelo, a lo cual accedo, luego imita mi acción con una lentitud que me desespera, porque parece nervioso y no le veo sentido.

Él no puede estar más nervioso que yo, eso es imposible.

Aunque sus movimientos parecen nerviosos, su expresión es serena, él muestra esa seguridad que siempre lo acompaña en cualquiera de sus facetas, esa que me vuelve loca. Sin poder evitarlo, pienso en que su actitud, el ambiente y su cercanía, me asustan, porque su seguridad siempre me ha hecho débil. Hace tiempo no estaba tan cerca de él, y la última vez que estuvimos tan juntos uno del otro ocurrió algo que no es digno de rememorar. Bueno, sí, pero me gusta pensar que odié esos minutos y ese día entero solo por eso.

Aunque no puedo engañarme a mí misma.

—¿Por dónde debería comenzar? —habla después de un minuto de silencio, inquieto.

Volteo y lo veo sonreír levemente, con nerviosismo.

—El principio siempre es lo más obvio.

—Sí, bueno. Es que no sé cuál es el principio. Bien. —Suspira, y lleva sus manos a acariciar el césped en un acto nervioso—. Sí hay un principio, y es que lo siento. —Eleva su cabeza para verme a los ojos por segundos en los que no dice nada, para volver a hablar—. Lo siento por todo.

Muerdo mi labio inferior con fuerza para ocultar mi sonrisa. No es una burlona, sino una enternecida, porque siento que en este momento está siendo transparente, está siendo él mismo, sin temores ni vergüenza. Incluso me parece que el tono de voz que está utilizando es distinto y para nada falso. Todo en este instante lo percibo irreal, pero sé que es todo lo contrario.

—Eh... —empiezo. Estoy nerviosa, pero no pretendo dejarlo hablar solo aunque no sé qué decir. Aún así, él me corta, negando con la cabeza para que me detenga.

—Cuando te lo dije hace tiempo, te reíste, yo también lo habría hecho, pero hablo en serio. Sé que siempre he sido un idiota, un bruto y lo que se le parezca, pero de verdad lamento todo lo que te he hecho antes. En la última excusa que te di, dije que lo hacía porque era un niño, pero sé que eso no es verdad, nada justifica los malos ratos o las lágrimas que te provoqué y se que... ¿Por qué te ríes? —pregunta ante la sonrisa que ya no puedo retener, mirándome con excesivo interés e interrumpiendo sus palabras.

Yo estoy más interesada, porque todo esto me parece una utopía. Él, nervioso, pidiendo perdón y transmitiéndome tanta ternura. Parece sincero y creo que por el momento, eso me basta para intentar limar asperezas. No pretendo pasarme la vida entera discutiendo con él por algo que pasó hace muchos años, menos ahora que intenta remediarlo.

Por eso, ahí estoy de tonta, a segundos de perdonarlo.

—No me estoy riendo, estoy sonriendo, que es muy diferente —respondo. Todavía me siento intranquila por tenerlo tan cerca y mi corazón ya ha comenzado a incrementar sus latidos paulatinamente, pero intento mostrarme serena—. Te perdono, Liam. Eres una horrible persona cuando te lo propones, pero mereces perdón. Seguramente has madurado en estos meses -me encojo de hombros y digo con sorna, él ríe, asustándome.

No porque lo haya hecho como en una posesión demoníaca, o porque lo haga de forma exagerada, sino porque es muy tranquila y serena, pausada y segura. Melodiosa a mis oídos, me atrevería a decir. Solo eso basta para asustarme.

Me encanta verlo sonreír, y ya más desarmada no puedo estar. Eso me asusta.

—Tal vez. Pero es cierto todo y hace tiempo quería decírtelo, desde aquel día de la fiesta donde me demostraste que eres experta en huir de los problemas. ¿Tienes un doctorado?

—Dos, en realidad. Uno en huir y otro en esconderme. También tengo una maestría en evitar problemas — sigo el juego—. Y tú eres el problema —exclamo riendo, igual que él.

—Ya, lo sé —sonríe levemente y se mantiene en silencio por eternos segundos, sin despegar su tormentosa pero cálida mirada de la mía. Esa mezcla hermosa que solo le encuentro a la canela, la tienen sus ojos—. Te envié una canción hace días, ¿recuerdas? —continúa tras unos segundos y me remuevo en mi lugar para después asentir, desviando la mirada de la suya. Estaba esperando este momento y agradezco que sea él quien traiga el tema, porque no sé cómo sentirme al respecto—. ¿Qué pensaste?

—Que eres un descarado —digo con sinceridad, él vuelve a reír.

—Ya entenderás. La canción la escribí por ti. Te lo iba a decir aquel día en el campamento, pero no me dejaste hablar y después me acobardé —lo miro, incrédula. La boca se me ha secado y sé que lo que sea que le quiero decir, no será capaz de salir al exterior. Me ha dejado sin palabras una vez más, y su tranquilidad empeora mi situación—. Es tuya —reitera con una sonrisa serena.

Mía... ¿Desde cuándo?

Necesito que alguien me pase un tutorial de YouTube donde explique cómo se respira y de paso me diga qué debo hacer ahora.

Trago grueso sin dejar de verlo. Él espera una respuesta de mi parte que no llega y, a pesar de que los latidos desenfrenados de mi corazón me impiden pensar con claridad, me esfuerzo por evaluar mis posibilidades internamente. Podría asesinarlo aquí mismo, correr sin decir nada y mudarme de país, cambiar mi identidad o quedarme.

Mi cuerpo elige la última opción, erradamente.

¿Acaso soy mi propio enemigo?

—N-no, pero... Deisy dijo que... —titubeo. Mis nervios hablan más que yo ahora y me doy pena. Liam niega, frenando mis palabras y sonriendo tranquilo.

—Nunca le dije eso, ella lo inventó y cierto, no fui capaz de negarlo. Pero ella lo sabe. Siempre fue tuya, desde la inspiración, las letras, la melodía, todo es tú. Desde el inicio, hasta acabarla, habla de ti —explica sosegado.

Es cierto que amo su canción, que es adictiva y que sí me sentí identificada, pero jamás pensé que sería yo su inspiración, y se me hace extraño.

¿Cómo puede estar tan tranquilo cuando yo me quiero morir de vergüenza?

—¿Sabe que es mía? —le pregunto casi en un susurro, ni siquiera las voces de las personas que pasan cerca de nosotros son suficientes para hacerme distraer, porque mi atención al completo la tiene él, y esa facilidad suya para hacerme sentir despersonalizada. Liam me sigue observando y todavía con esa sonrisa, niega con la cabeza.

—Sabe que no es suya.

—Y... ¿Por qué... mía? —se encoge de hombros.

—No sé cómo responder a eso, es decir, la hice pensando en ti. La escribí hace mucho tiempo, semanas antes del viaje de campamento. Y... Creo que una de las satisfacciones más grandes que he sentido, es saber que tu canción te gustaba antes de saber que era tuya —dice sereno, y nuevamente no sé qué decir. Me siento confundida y asustada, pero, sobre todo, halagada y extrañamente feliz. Porque además tiene razón, su canción siempre me gustó, y ahora es mi canción. Mía.

Y me quiero morir, pero no delante de él.

—Te eché de menos todo este tiempo —sige ante mi silencio—. Cuando te fuiste, fue como si parte de mi rutina se fuese ido también, porque ya no tenía a nadie para discutir —río un poco—. Puede sonar cruel, pero es así. Incluso me sentí culpable por eso que me dijiste la vez que discutimos...

—Siempre discutimos —le recuerdo, él suelta una débil risa.

—Bueno, la última vez que discutimos. Esa donde me dijiste que si te ibas sería por mi culpa.

—Estaba de malas en ese momento y lo tomé contra ti. También lo siento. Tienes una facilidad para sacarme de mis casillas, pero no me fui por eso que dije, ¿crees que iba a darte gusto?

—Era yo el que perdía, en realidad —dice, encogiéndose de hombros.

—¿Qué perdías? —pregunto confusa, pero me arrepiento al instante en el que él responde.

—A ti —lo miro, noqueada por su respuesta. Aprieto los labios hacia adentro, intentando retomar la compostura para demostrarle falsamente que su comentario no me ha afectado. Luego retomo el tema, explicándole lo que pasó con mi abuelo con detalles, él se disculpa con simpatía al finalizar.

—Nadie más que mis amigas y familia lo sabían. Después pensé que sería bueno cambiar de aires por un tiempo, acompañar a mi abuela que había quedado sola, darle la oportunidad a... Nada, olvídalo.

—Al que no tiene amor propio, lo sé —termina con una mueca—? No quiero recordar ese detalle, omítelo.

—Es mi ex novio.

—Exacto, tu ex novio. Olvídalo, solo... Espero que lo hayas pasado bien. ¿Fue así?

—Sí, al principio me sentía sola porque solo éramos mi abuela y yo, extrañaba a las chicas y no te agrandes, pero por momentos también me hacías falta -me atrevo a confesar, tan segura como nunca antes me había sentido. Él sonríe satisfecho y guiñe-. Pero después pasó el tiempo, uno de mis tíos se mudó a casa y así llegó mi mejor amigo, todo mejoró desde entonces.

—¿Mejor amigo?

—Mi primo Rugge.

—Ah, ya. Ese que parece adorarte. Me cae bien.

—¿Intentas recordarme que estuviste husmeando en mi privacidad?

—Puede ser.

—Además, cambiaste mi fondo de pantalla, abusón. Yo jamás uso mis fotos como fondo.

—Lo cambié por uno más lindo -responde con simpleza, acompañado de otro guiño y otra vez no sé dónde ocultarme de la vergüenza—. Eso no es lo peor que he hecho —giro a verlo y sonrío con timidez. Este instante todavía me parece inverosímil, pero estoy dispuesta a aprovecharlo.

—¿Cómo supiste la contraseña?

—Era una jota. En realidad fue muy fácil. Solo pensé en Juliana como primera opción y acerté. Soy bastante bueno en adivinanzas —se jacta.

—Sí, bueno, bastante payaso también —murmuro, él solo se ríe y yo continúo antes de que la parca venga por mí-. ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?

—Hay muchas cosas que quiero decirte, pero ser valiente no está entre mis virtudes —pronuncia con sorna.

—¿Entonces puedo preguntarte algo?

—Todo lo que quieras —responde esbozando una sonrisa. Yo tomo una gran cantidad de aire para llenarme de valentía y dejar salir mi perturbador recuerdo.

—¿Por qué me besaste?

Si hay algo que no pude sacarme de la cabeza durante todos esos meses lejos de casa y que me ha perturbado todo este tiempo, ha sido ese beso.

Y no porque haya sido horrible, sino porque me gustó.

—¿Tengo que responder a eso? Porque podría resultar incómodo. Digo, no para mí, porque hace tiempo lo acepté, pero...

—¿Por qué me besaste? -insisto, él suspira.

—Bien. Solo, por favor, no huyas como siempre. Tenía que hacerlo, no sé. Sinceramente no sabía por qué lo hice, cuando pasó... solo sé que quería besarte...

—¿Esa es tu respuesta? —pregunto, él levanta su mano para que me detenga.

—Esto debimos hablarlo hace mucho y es cierto que yo no me esforcé por hacer que lo hiciéramos y en su lugar me alejé de ti, pero supongo que el momento tenía que llegar y debía decírtelo... —vuelve a suspirar, esta vez con más intensidad, como armándose de valor para las próximas palabras que va a decir—. Es obvio que me gustas desde hace tiempo, Arya.

—¿Q-qué? —titubeo en un hilo de voz, mi corazón amenaza con reventarme el pecho y ahora me urge tomarme dos litros de agua para aliviar la sequedad de mi boca. Por eso él me dijo que necesitaría ese helado.

Me quiero morir.

No le creo nada. Esto tiene que ser una de sus bromas que no voy a tolerar. Suponía que este encuentro era para solucionar nuestros problemas, no para continuar con sus juegos.

—Me da miedo repetirlo y que te vayas corriendo, me mates o peor, me odies más.

¿El odio es peor que la muerte? Creo que tiene que ordenar sus prioridades. O no. Puede que tenga razón.

—Pe-pero no... Tú me odias desde hace mucho y... ¿Por qué no dejas tus bromas un rato? —niega con la cabeza, con una pequeña sonrisa adornando sus labios.

—Jamás te odié, solo era un estúpido que no se daba cuenta. No era fácil, o tal vez solo me negaba. También me costó comentarios repetitivos e insoportables de mis amigos, pero sí, me gustas. ¿Por qué otra razón te besaría? —habla seguro esta vez. Pero yo no estoy segura, estoy muy confundida. No sé qué sentir respecto a esto, y en el fondo, esperaba que dijera que es mentira.

—Yo... No sé, por una apuesta o por jugar conmigo, no sé —niega, sonriendo—. ¿Qué debo hacer con... esto?

—Puedes ignorarlo, mandarlo a la mierda, decir que soy un idiota, lo que sea. Pero no más odio —inclina la cabeza a un lado y sonríe—. Por favor.

—Es que... No... —me interrumpo y dejo de verlo, porque no sé qué decir. ¿Cómo pasa de ser un idiota a decirme que le gusto?

—Te dije que sería incómodo —me recuerda y vuelvo a verlo, pero dispersa—. No sé si los besos deban comentarse y la verdad es que me había gustado guardar el recuerdo para mí, tal vez por eso tampoco te lo dije —continúa, intimidándome más. Jamás me sentí tan nerviosa cuando Mateo se me confesó, esto me supera.

¿Será que si salgo corriendo y pido auto stop de forma desesperada para que él no me vea, me vería como una loca?

—Es que no puedes decirme eso así.

—Tú quisiste saberlo —se justifica.

No digo nada, porque tiene razón. Él me observa, y no parece arrepentido.

—Cuando me besaste la primera vez, seguías siendo un patán.

—Siempre lo soy. Pero escucha, bonita... —dice con suavidad, se arrastra un poco hasta quedar frente a mí y toma mis manos, yo se lo permito—. Esto no cambia nada, ¿sí? Tú querías saberlo y no me arrepiento de haberlo dicho porque me parece que debías, es lo justo, lo único que me preocupa, es que ahora te sientas incómoda y esto sea un nuevo problema entre nosotros. No pretendo nada con decírtelo, no espero nada por ahora, pero tienes que saber que es verdad y que voy en serio.

—Liam... —me interrumpe, sonriendo.

—No eres un juego para mí, jamás lo has sido, Arya. Esto es real.

—Es que es demasiado para procesar —continúo. Podría parecer dramática, pero después de todo lo que ha pasado, no me sorprende. Todavía sigo esperando que él me diga que esto es una broma.

—También lo era para mí. No es bonito recordar que la chica que te gusta te odia más que nada en el mundo.

—Ya no te odio tanto —comento, él vuelve a reír y lo acompaño, pero retomo la seriedad para continuar—. Pero lo que quiero decirte, es que yo no quiero problemas. Tú tienes a tus zamuros detrás de ti todo el tiempo y esa relación que tienes con ellas es muy... Extraña. Yo no voy a estar en medio entre tus novias. Merezco más.

—¿Zamuros? —suelta una risotada—. ¿Así les dices? —asiento mordiendo mi labio inferior—. Es original, me gusta. Pero eso no es un problema, ellas son mis amigas y nada más que eso. Jamás seremos nada más que eso. Y claro que sé que mereces más.

—Eso no es lo que... —empiezo a contar la escena de Verónica, pero me doy cuenta a tiempo de que me vería como una inmadura y me detengo—. Es complicado —murmuro. Bajo la cabeza para jugar con la grama, pero él vuelve a subirla tomando mi mentón suavemente, para después pasar un mechón de cabello detrás de mi oreja con su mano izquierda. Esto sigue siendo mucho y aunque mi corazón me está queriendo decir algo con sus desenfrenados latidos, todavía no creo lo que me está diciendo, no quiero creerle.

¿Cómo puedo gustarle?

Es decir, no es que me considere fea ni una horrible persona, pero se trata de nosotros. Y nosotros nos odiamos.

Yo lo odio a él, siempre ha sido así. Y si permito que todo lo que me está diciendo provoque algo en mi interior, significa que voy a odiarme a mí también por ser tan tonta y dejar de lado todo lo que me ha hecho. Y ya tenía bastante amor propio como para ver que se reduzca por su culpa.

No soy rencorosa, pero tampoco puedo olvidar tan fácilmente todos los malos ratos que me ha hecho pasar.

—Lo sé. Pero como te dije, solo quería que lo supieras. No voy a forzarte a nada, eso no es lo que quiero. Pero sí me gustaría acercarme a ti y que podamos ser amigos... —me observa con su penetrante mirada y susura—: Canela.

—¿Canela? —pregunto, confundida—. ¿Por qué me dices Canela?

—Es otro apodo que te queda perfecto. No me preguntes la razón, porque no te lo voy a decir.

—¿Cuántos apodos vas a dejarme?

—Todos los necesarios. Tal vez te lo diga más adelante, pero dime, ¿amigos? Te prometo que voy a compensar todos los malos ratos que te he hecho pasar —afirma, como si leyera mis pensamientos. Sus manos ejercen una leve presión sobre las mías y hasta ahora me doy cuenta de que llevamos rato así y no me había percatado.

Me estoy volviendo estúpida. Tanto, que no me esfuerzo por soltarme de su agarre.

—Amigos —acepto con un asentimiento, él sonríe demasiado pronto-. Pero antes... quiero que dejes de decirme piojo —niega reiteradas veces, como si le estuviese pidiendo que me done su corazón.

—No me pidas eso —ladeo la cabeza, él forma un puchero y suelta mis manos para juntar las suyas como súplica—. Por favor. No veo ese apodo como algo malo, tal vez la primera vez que te lo dije lo fue, pero hace tiempo dejé de verlo así y me gusta. Me recuerda a la primera vez que te hablé —explica y se me hace tierno. Eso es suficiente para volver a caer.

—Está bien, puedes seguir llamándome piojo —sonríe, alzando sus brazos en una infantil celebración—. Ahora que ya no te odio tanto y que ya es tarde, creo que deberíamos ir a casa, ¿no?

—¿Tan pronto? —forma otro puchero, yo asiento para después levantarme-. Bueno -?—dice alargando la primera sílaba, mientras también se pone de pie—. Pero deja de repetirme que me odias.

—No me pidas eso —digo, imitando su tono y expresión, él suelta una carcajada.

—¿Te atreves a usar mis hechizos contra mí, Potter? —giro a verlo con una sonrisa, pero no digo nada. Tener a alguien con quien compartir mis diálogos sería maravilloso.

Caminamos de vuela a su auto. Ya parece haber comprendido que no necesito que abra la puerta por mí y no lo hace. De camino a casa vuelve a encender el equipo de música táctil y tararea todas las canciones que se van reproduciendo, sin falta y feliz. Me parece entretenido verlo en esa actividad. Realmente parece disfrutar de la música.

—Por cierto —dice después de un rato, y me obligo a despegar la vista de su cuerpo para ver su cara, aunque tengo la certeza de que sabe que he estado observándolo durante todo el camino como posesa—. Me has dejado el mejor regalo de navidad del mundo.

Una vez más, ahí estoy yo, tonta y derritiendome por dentro.

—Te iba agradecer y de paso felicitarte, pero pensé que te molestaría recibir un mensaje de mi parte y después de luchar una batalla conmigo mismo, decidí no hacerlo.

Claro, tuvo la intención de felicitarme. Y yo pasé un día entero torturándome con eso.
De haberlo sabido antes, no me fuese quedado en Italia.

¿Qué?

—Te lo debía. Nunca debí romper la otra, pero me alegra mucho que te haya gustado —giro a verlo. Él también hace lo mismo por unos segundos en los que me muestra una sonrisa enorme que le devuelvo y vuelve su vista a la carretera.

—No tienes idea.

No digo nada. En ocasiones las palabras sobran y hoy he compartido más letras con él de las que lo he hecho nunca. Todavía sigo sin creer que esto de verdad está pasando, y una parte de mí, la tonta, está feliz de su confesión, porque me ha parecido transparente y delicado... tierno. Eso es más de lo que imaginé que él era capaz de ser, y sinceramente me gusta conocer una faceta suya que creí inexistente.

Al llegar a casa, tengo mi vista fija en el celular porque respondo a unos mensajes de Yulia, y no es hasta que él toca mi hombro que me percato. Me dice que quiere despedirse de mi mamá y me parece bien que lo haga, ya que es algo que no le permití hacer a Andrés hace meses y a mi papá no le agradó.

Abro la puerta del auto para bajar al mismo tiempo y apenas pongo un pie en el suelo, veo aparecer frente a la reja a Ian, abandonando la casa.

—¡Hola! —exclamo con una sonrisa hacia mi amigo, mientras cierro la puerta del auto.

—Arya, vine a verte un rato y no estabas. Ya estoy por irme así que... —empieza apenas me ve, pero es interrumpido por Liam.

—¿James? ¿No se supone que no la conocías?

¿Acaso dijo James? Y, ¿a quién no conocía?

Mi cerebro se está volviendo inútil este día.

Necesito un transplante urgente que venga con neuronas nuevas a la moda.

El supuesto James frunce el entrecejo. Detalla a Liam y luego posa su vista en mí, parece esperar a que le diga que mi acompañante está loco, y sinceramente lo estoy pensando.

—Yo... ¿James?

—Él es Ian —intervengo en medio de la tensión y señalo a mi amigo, para luego hacer lo mismo con el otro—. Y él es Liam.

—¿Se llama como yo? —pregunta el castaño, con la mandíbula apretada—. ¿Es una broma? No me jodas, Jam.

—No se llama con tú, es Ian —reitero.

—Yo... No entiendo nada y ya se me hace tarde para ir a casa. Te veo luego, bebé —se dirige a mí y se acerca para besar mi mejilla—. Nos vemos —habla esta vez a Liam, que todavía parece confundido y no le responde, después se aleja para subir a su auto.

Antes de que desaparezca de mi campo de visión, abro la reja y espero a que Liam reaccione para que me siga el paso, cosa que no le toma mucho tiempo. Sigo sin comprender qué acaba de pasar y él todavía parece estar en estupor, por lo que no pronuncia palabra hasta que deslizo hacia abajo la manija de la puerta principal.

—No lo entiendo —exterioriza finalmente.

—No sé qué es lo que te angustia, pero te aseguro que su nombre es Ian, no James —digo, todavía sin poner un pie dentro de la casa. Él pretende hablar, pero la voz de mi madre en un grito, lo frena.

—¡Amor! Ian vino a verte. ¿Cómo te fue con el guapo? —inquiere cuando aparece finalmente, y muestra una sonrisa avergonzada al ver que el guapo sigue junto a mí.

—Mamá —mascullo. Ella parece olvidar su metida de pata y agita su mano en el aire, restándole importancia.

—Da igual. De todos modos él lo sabe.

—Ya tiene el ego bastante elevado, no necesita de tu ayuda, madre —digo, viendo al susodicho, que gesticula un auch en medio de una sonrisa.

—Sigo aquí, Russo.

—Adelante, cariño, pasa. Ya estaba por servir la cena —vuelve la amabilidad personificada, no me invitó a pasar a mí, pero de todos modos entro.

Oh, cierto. Es mi casa.

—No quiero molestar —vuelve el nervioso Bonetti.

—No molestas —habla esta vez mi papá, apareciendo desde la cocina.

—Buenas noches, señor.

—¿Señor? Apenas pasé los cuarenta, hazme el favor de llamarme Caleb —contesta, tendiendo la mano al invitado, quien acerca también la suya para estrecharlas.

¿En serio?

Aliens, por favor, abdúzcanme y escúpanme en una familia normal.

—Claro, yo soy Liam.

—Con esta mujer a mi lado ya conozco hasta tu estatura —dice con diversión, refiriéndose a mamá, y nuevamente quiero que me trague la tierra. ¿Es necesario parecer acosadores y avergonzarme tanto delante de las personas?—. Bienvenido, hijo. Por favor, quédate a cenar, tienes que probar las papas al horno que hace esta preciosura.

Ahora sí, no quiero que me los cambien.

Por un momento olvidé el porqué los amo tanto.

Liam no parece para nada incómodo y yo estoy aquí, ahogándome en un vaso de agua por nada. Incluso parece haber olvidado por el momento el asunto de mi amigo.

—Está bien —despega la vista de mi papá para mirarme a los ojos con esa sonrisa que ahora me gusta más—. Me quedo a cenar.

Jodida familia.

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¡Hola, ratoncito blanco! 💚 ¿Cómo estás? Yo, demasiado feliz.

¿Puedes creer que Liam se confesó, que ahora anda nerviosito y que, además, los padres de Arya lo aceptan gustosos? ¿Te gusta, no te gusta? ¿Crees que Arya hace bien en no creerle o que ella también está loquita por él y solo tiene miedo de admitirlo?

Muchas cosas pasarán ahora y no puedo asegurar si serán buenas o malas, pero sé que algo te harán sentir.

Por cierto, creo que el helado de Liam resultó estar alterado, porque ahora tiene falsos reconocimientos. ¿Cómo se le ocurre confundir a esos dos? ¿No crees que está mal?

En fin, déjame tus comentarios y teorías para reírme un rato, los amo tanto como a ti.

Abracitos psicológicos, para que airam_28 no me reclame. ʕっ•ᴥ•ʔっ

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