Cuarentena

Від fuckingOT

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Natalia y Alba no se conocen pero acaban pasando la cuarentena juntas. Habrá que buscar algo con lo que entre... Більше

Estado de alarma I
Estado de alarma II
DÍA 1: Primero de apocalipsis
DÍA 2: Maldito bicho
DÍA 3: Paticorta vs patilarga
DÍA 4: No te tires a un facha
DÍA 5: El juego del gato y el ratón
DÍA 6: Chin-chin
DÍA 7: Aclaremos una cosa
DÍA 8: No todo lo hago tierno
DÍA 9: Mi puerta está abierta
DÍA 10: Tocada y hundida
DÍA 11: Bájalo del todo
DÍA 12: No digas nada
DÍA 13: Hay que ser valiente
DÍA 14: ¿Del 1 al 10?
DÍA 15: Llorando corazones
DÍA 17: La nueva normalidad
DÍA 18: Pintura mural o grafiti ilegal
DÍA 19: Ojalá ganen los buenos
DÍA 20: Va contra las normas
DÍA 21: Primera señal
DÍA 22: Vamos a la ducha
DÍA 23: El freno de mano
DÍA 24: Misión cumplida
DÍA 25: Profe Natalia
DÍA 26: Irresistiblemente apetecible
DÍA 27: Borrar el límite
DÍA 28: No me llames amiga
DÍA 29: Cambió mi suerte
DÍA 30: El estúpido plan
DÍA 31: Entrar en calor
DÍA 32: Por un beso
DÍA 33: Yo no quería
DÍA 34: Fan número uno
DÍA 35: Bendito infierno
DÍA 36: Un beso de cita
DÍA 37: Kilómetro cero
DÍA 38: La burbuja va a explotar
DÍA 39: A través de la pared
DÍA 40: Confío en ti
DÍA 41: ¿Y ahora qué?
DÍA 44: Modo luna de miel
DÍA 52: Debe ser 50/50
DÍA 56: Cámara oculta
DÍA 65: Lucecitas de Navidad
DÍA 73: Mujer florero
DÍA 93: Comedia romántica
DÍA 100: La nube más alta
DÍA 134: Jugar en equipo
DÍA 148: No me sueltes
DÍA 173: Casilla de salida
DÍA 239: Los ojos nunca mienten
DÍA 274: Mal presentimiento
DÍA 485: Las historias de amor...
DÍA 486: ...no tienen final
DÍA 518: Mi recuerdo favorito
DÍA 2689: Hoy y siempre
DÍA 2690: Treinta mil días

DÍA 16: Something about you

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Від fuckingOT

ALBA POV

Puede que cada vez aguante mejor las sesiones de deporte, pero tener que madrugar para hacerlas es igual de insoportable que el primer día. Una vez me enfundo el chándal, salgo por el pasillo sabiendo que Natalia lleva ya un rato por ahí porque la he escuchado.

– Buenísimos días Alba – me saluda con efusividad según entro por la puerta.

– Buenos días, Nat – suelto una risilla por su entusiasmo. – Has dormido bien ¿no?

– La verdad es que sí, pero además es que hoy es un gran día.

– ¿Qué te pasa? – pregunto divertida mientras me acerco a la cocina a llenar la botella de agua.

– No has mirado el móvil, ¿verdad?

–No, aún no.

– Entonces no has visto lo que ha dicho Julia por el grupo.

Niego con la cabeza confusa por lo que puede haber escrito Julia y vuelvo a la habitación para mirarlo, asustada por la sonrisa divertida de Natalia. Mientras lo desbloqueo, regreso al salón, y al llegar allí veo a qué se refería la morena.

MAMARRACHAS DEL 3º

*Julia*

bueno queridas, vosotras lo pedís y yo os lo doy

ha llegado el día!!!

esta tarde/noche karaoke vecinal

*Nat*

genial Juls!

qué ganas tenía de este momento

ya verás qué contenta se pone Alba cuando se levante

que para eso fue su idea

– Natalia pero qué falsa, ¡si yo no quería! – me acerco para darle un golpe sin fuerza en el brazo.

– Ayy – se queja falsamente.

– No seas quejica, tienes un morro que te lo pisas.

Me alejo de ella para dejar el móvil sobre la barra de la cocina y me giro para mirarla cruzándome de brazos, exagerando mi enfado. Ella da los mismos pasos para venir hacia mí y cuando está en frente, sube sus dos manos a mi cara.

– Estoy segura de que te apetece, a mí no me engañas.

– Para nara – vocalizo como puedo mientras ella aprieta mis mejillas y sonríe.

– Va Alba, si lo estás deseando.

– Ño – hablo aún con sus manos deformando mi cara.

– Sí.

– Ño.

– Alba, mentir está feo.

– Bueeeeeno, a lo mejor un poco sí me apetece – respondo agarrando sus muñecas para apartar sus manos y poder hablar.

– ¡Lo sabía!

– Pero que me guste el plan no quiere decir que no tenga vergüenza por cantar delante de ti.

– Eso es una chorrada Alba, si lo haces genial.

– ¿Y tú qué sabes? – digo riendo.

– Que sí, hazme caso, que yo sé de esto. Yo huelo el talento – hace gestos con sus manos por el aire como si hubiera algo por ahí flotando.

– Anda fantasma, vamos a empezar.

Antes de que Natalia ponga el vídeo de la clase de hoy en la tele, aprovecho para responder al mensaje de Julia.

*yo*

espero que sea un karaoke mamarracho

no acepto otra cosa

Hoy Natalia ha decidido pasar un poco de los mismos ejercicios que solemos hacer para cambiar la rutina y que no se nos haga tan pesado. Ponemos una clase más dinámica que tiene muchos ejercicios para hacer juntas, y así entretenernos más y que se nos pase más rápido.

A lo largo de la hora, hay muchos momentos que estamos haciendo más el tonto que otra cosa, como cuando ella me empuja un poquito más fuerte para desequilibrarme y reírse de mí, o como cuando yo la rozo innecesariamente para que se ponga nerviosa y le salga mal. Lo que está claro es que a pesar de que acordamos que lo de acostarnos iba a ser cosa de una vez y ya, el tonteo que antes teníamos no se ha ido a ninguna parte, incluso yo diría que ha ido a más. Ya no solo con las frases explícitas que Natalia dice sin ningún tipo de vergüenza, sino que ahora que hemos roto la barrera de lo físico, no puedo negar que nos pasamos el rato buscando ese contacto la una con la otra.

Después de la clase y la ducha, me pongo ropa limpia y voy hacia el salón a preguntarle a Natalia si me deja la guitarra para practicar. Al llegar a la puerta veo a la morena sentada en uno de los taburetes y a Queen tumbada sobre la barra de la cocina. Natalia tiene agarradas las dos patas delanteras de la gata y las levanta para moverlas de un lado a otro mientras se ríe. Queen se deja hacer mientras mira con indiferencia a Natalia, que parece divertirse bastante. Cinco años tiene.

Borro la sonrisa que me ha sacado la imagen para que se tome en serio lo que voy a decir.

– Nat, no dejes que se suba a la barra, que ahí comemos y seguro que tiene las patitas sucias de andar por el suelo.

La morena se gira al escuchar mi voz y pone un puchero.

– Alba yo no la voy a regañar, pobrecita. Ahora que me la tengo ganada no puedo ser mala con ella, que me va a volver a odiar como al principio.

– No te odiaba, solo que no le gustan los desconocidos. De todas formas, puedes estar orgullosa, te ha tolerado bastante más rápido que a otra gente.

– Si es que soy un amorcito, ¿a que sí Queen? – le pregunta a la gata con voz de niña pequeña a la vez que vuelve a mover sus patitas. – Queen está de acuerdo – comenta seria, como si me estuviera comunicando de verdad lo que ha dicho la gata.

Yo me muerdo la sonrisa para que no se haga más grande aún. No dejes que te ablande Alba, es el efecto de Queen, que lo hace todo más tierno. Unos segundos después, Queen se baja de un salto de la barra y se sube al sofá, acercándose para que le dé mimos.

– Pues nada, ya estamos. Ni treinta segundos llevas aquí y ya me ignora – se enfurruña Natalia.

– Es una batalla perdida Nat, soy su mami, no puedes competir.

Tras unas últimas caricias, Queen se siente satisfecha y decide marcharse por el pasillo. Me giro y veo a Natalia moverse por la cocina. Ahora que estamos aquí las dos, una duda que me ha surgido esta mañana vuelve a mi cabeza y decido que es un buen momento para hablarlo con ella.

– Oye Nat, una cosilla – llamo su atención mientras me aproximo a donde está.

Ella, que se había levantado a lavar una manzana que empieza a comerse, vuelve a sentarse en el taburete con la fruta en la mano y la espalda apoyada en la barra para mirar hacia mí.

– ¿Qué pasa?

– A ver, es que esta mañana he pensado una cosa. Bueno, se me ha ocurrido algo y yo te quería preguntar... porque yo no sé si... Es que cuando me has dicho lo del grupo, pues yo pensaba que igual Julia hacía algo que... Buah es que seguro que esta noche aprovecha.

– Alba, Alba, para. Para porque no me estoy enterando de nada. ¿Puedes ordenar tu cerebro primero? – pide sonriendo y le da un mordisco a la manzana que se come tranquilamente, como si quisiera demostrar que no tiene prisa. Se me escapa una rápida mirada a sus labios cuando los repasa con su lengua para recoger el sabor de la fruta. De repente me apetece una manzana.

Respiro para calmarme y pienso que es una tontería ponerme nerviosa por lo que estoy diciendo, así que más relajada le cuento lo que me pasa por la mente. Le digo que esta mañana cuando me ha dicho que si había leído el grupo he pensado que igual Julia había dicho algo sobre nosotras, o había planeado una de sus "sutiles" estrategias para juntarnos. Le confieso que esta semana hablé con nuestra vecina sobre ella, y que le conté que me sentía atraída por ella, lo que causó que la gaditana se volviera loca, como era de esperar.

Natalia me escucha atenta sin entender muy bien a dónde quiero llegar.

– Es que sé cómo es Julia, y no quiero que empiece a decirte cosas o a ponernos en situaciones en las que tú te vayas a sentir incómoda. No quiero que eso pase por mi culpa.

– No hace falta que te preocupes por eso – empieza a decir mientras se levanta para ir a tirar a la basura la manzana que ya se ha terminado y volver a sentarse en el taburete. – Además, yo también hablé sobre ti con ella.

– ¿Hablasteis sobre mí?

– Sí. Mis ganas tampoco surgieron en el momento Alba, llevaba días dándole vueltas a la cabeza y ya sabes cómo es Julia, que hace que acabes contándole lo que quiere.

No es ninguna novedad lo que dice, pero escucharle decir que tenía ganas hace que me ponga roja sin poder evitarlo.

– ¿Tú le has contado a Julia lo del otro día?

– Te refieres a que...

– Sí – la interrumpo poniendo una mano en su boca para que no lo diga. – A eso me refiero.

Ella sonríe contra la palma de mi mano y yo la retiro rápidamente al notarlo. Me he quedado tan cerca de ella al hacer ese movimiento que al apartarla acabo por apoyarla en su rodilla, que por estar sentada queda a la altura de mi cadera.

– No, yo no se lo he contado.

– Pues prepárate para esta tarde, porque seguro que no van a faltar los comentarios con segundas ni las miraditas curiosas – digo suspirando y colocando mi otra mano en su otra rodilla.

– Igual podemos hacer algo.

– ¿Cómo que hacer algo? – pregunto confusa mientras empiezo a hacer figuritas con mis dedos en su piel de manera inconsciente.

– Hay dos opciones. Podemos actuar como siempre y que se desespere porque la cosa no avanza entre nosotras, o podemos actuar provocativamente la una con la otra para obligarla a ser el niño de las venas toda la noche – la sonrisita que pone me deja claro qué opción prefiere ella.

Uf, por muy tentadora que parezca la segunda opción, debo reconocer que también tiene mucho peligro. Sin embargo, soy incapaz de contenerme a entrar en el juego. A quién no le gusta un buen tonteo, y más con una tía como ella.

– Está bien, todo sea por ver a Julia a punto de estallar al vernos.

– Claro, claro, por Julia – responde sin perder la sonrisa traviesa.

– Y... – según empiezo a hablar, separo sus rodillas sobre las que aún tengo mis manos y me hago un hueco para dar un paso y quedar entre sus piernas. – ¿Cómo se supone que tenemos que comportarnos? Por ir practicando digo.

Ella se incorpora separando la espalda de la barra donde estaba recostada, dejándonos extremadamente cerca y haciendo que me agarre más fuerte a sus piernas al notar cómo me invade su olor.

– A mí me parece que no necesitamos practicar.

– ¿No? – me hago la tonta mientras acaricio su pierna desde la rodilla hacia arriba, llegando al límite del pantalón corto que lleva, y volviendo a bajar. Y volviendo a subir.

Niega mientras baja la vista para seguir el movimiento de mis manos, y al llevarla de nuevo a mis ojos, pasa unos segundos recorriendo mi cara con su mirada, hasta que vuelve a hablar.

– Solo hay una cosa que tenemos que hacer para que funcione.

– ¿El qué?

Separo por fin mis manos de su piel, únicamente para llevar mis brazos a sus hombros, rodeando su cuello. Sonríe ante mi gesto y sube sus manos a mi cintura para sujetarme y que no me mueva de ahí. Como si hiciera falta. Se inclina a la vez que tira de mi cintura para atraerme hacia ella eliminando el escaso espacio que quedaba, y mueve la cabeza para llevar su boca a mi oreja y hablarme en un susurro.

– No contarle que hemos follado, eso es un secreto.

Esas palabras, junto con sus labios rozando mi oreja, hacen que un golpe de calor recorra todo mi cuerpo.

Sin darme tiempo a decir o hacer nada, empuja ligeramente mi cintura para hacerse hueco y poder bajar del taburete para marcharse a su habitación. Yo me quedo ahí de pie como un pasmarote, flipando con la capacidad de Natalia para conseguir poner distancia entre nosotras en los momentos en los que más al límite me siento yo. A dos segundos de comerle la boca estaba, aunque quizás es mejor así.

Salgo a la terraza a que me dé un poquito el aire y acabo quedándome un rato a tomar el solecito. Al cabo de casi una hora, una voz me saca de la tranquilidad que había conseguido.

– No lo intentes Albita, el blanco de tu piel no se va ni con mil horas de sol.

Me giro para ver a Julia en su terraza, apoyada en el borde que da hacia la nuestra.

– Tampoco me desanimes joe, que un poco morena me pondré al menos.

– La esperanza es lo último que se pierde, dicen. Oye, estoy preparando las canciones para esta tarde, si tienes alguna en especial que quieras cantar, avísame para ponerla.

– Me voy a fiar de ti, así tengo una excusa si lo hago fatal – bromeo.

– Qué dices anda. Acuérdate del día aquel que salimos al karaoke de fiesta, que yo me quedé flipando contigo.

– Otra igual, qué exagerada.

– Bueno lo que tú digas, pero eso, que si quieres una en concreto me lo digas antes de las ocho.

– Ahora que lo dices... sí hay una que me apetece cantar. Luego la busco y te la paso.

– Perfecto, díselo a Natalia también, aunque he escogido un montón que ya sé que le van a gustar.

– Vale, luego se lo digo.

– De todas formas, esa niña lo canta todo bien, así que da un poco igual cuál pongamos.

– Pues sí, es una pasada cantando.

– ¿Te ha cantado algo? – pregunta con tono divertido, subiendo y bajando las cejas. Ya empezamos.

– Alguna vez que se pone a cantar por casa la he escuchado, así de pasada – digo una verdad a medias, evitando mirarla y haciéndome la distraída tomando el sol con los ojos cerrados.

– ¿Te ha cantado algo suyo?

Como un resorte me incorporo en la silla y la miro sorprendida por esta nueva información. Ella se ríe por mi reacción y me sonrojo un poco.

– ¿Natalia compone?

– Vaaaya, ahora sí tengo tú atención.

– ¿Compone o no? ¿Tú has escuchado algo que haya hecho ella? – Julia se limita a mirarme como si la situación le hiciera mucha gracia.

– Fíjate cómo es la vida ehh, cuántas preguntas sin respuesta.

– Juls venga, no me dejes con la intriga.

– ¿Por qué no se lo preguntas a ella?

– Demasiado personal ¿no crees? Igual se ofende o algo. No quiero que se sienta obligada si se lo pido.

– ¿Pero sonsacárselo a tu vecina si vale? Qué morro.

– ¡Oye que has sacado tú el tema!

– Si cambias de opinión, pídele que te cante Olivia – tras decir eso me guiña el ojo y se va hacia su salón, dejándome sola en la terraza con una nueva necesidad desbloqueada.

Olivia.

Con ese nombre retumbando en mi mente, entro yo también al salón y me siento en el sofá a darle vueltas a la cabeza para encontrar una manera sutil en la que podría sacar el tema, pero no la encuentro. Entonces, se me ocurre que podría utilizar el privilegio para preguntarle, o directamente retarle a que me cante algo suyo. Me levanto y me pongo a buscar el peluche como una loca, pero ni rastro de él.

Al rato viene Natalia porque ya es la hora de comer y me ve recogiendo todo lo que he desordenado en busca del ratoncillo.

– ¿A qué se debe tanto empeño hoy? – pregunta divertida.

– Es que no quiero que pienses que por haber ganado tú ayer, ya se te da esto mejor que a mí.

– No veo que lo hayas encontrado, así que tan mal no lo he hecho.

– De momento – replico señalándola con un dedo y ella se ríe.

– ¿Comemos? – yo asiento a su cambio de tema.

A ninguna nos apetece echarnos la siesta después de comer, por lo que nos quedamos en el sofá sentadas sin hacer gran cosa. Me entretengo con el móvil viendo instagram y me pongo a ver en bucle unas historias que ha subido mi hermana con las que no puedo parar de reír. En ellas se la ve jugando con mi madre a un juego de darse en las manos. Vaya par.

– ¿Qué te pasa? Te va a dar algo – me dice Natalia sonriendo al ver que no se me va la risa.

– Ay, mira qué cuadro de familia tengo.

Me acerco para sentarme a su lado y enseñarle mi pantalla. Acabamos viendo los vídeos entre risas por lo menos cinco veces.

– Ni siquiera entiendo del todo a qué juegan, pero me hace gracia igual. Me meo con los gritos que pegan, te lo juro – dice con alguna carcajada aún.

– El juego es de lo más tonto, pero te acabas picando un montón, te lo digo yo que he jugado con mi hermana mil veces.

– Ya lo veo, pensaba que el vídeo iba a acabar con ellas matándose.

– ¿Quieres probar?

– ¿A jugar? Vale, pero explícame en qué consiste. Bueno, hay que darse en la mano, hasta ahí llego.

– Mira es muy simple. Es como el típico calienta manos de toda la vida, pero se juega moviendo todo el cuerpo.

– Vale, y cuando te da en una, se elimina ¿no?

– Claro, cada una tiene dos vidas, que son las manos y se trata de dar un golpe en las de la otra para eliminarlas. Cuando te dan en una ya no la puedes usar. La cosa es que puedes mover todo el cuerpo pero solo una vez, es decir, solo puedes hacer un movimiento en cada turno.

– Lo pillo. ¿Hacemos una de prueba?

Yo asiento y ambas nos levantamos para ponernos en medio del salón, apartando un poco la mesa para evitar golpes.

– Vale, pues nos ponemos así, de frente, con las manos a los lados del cuerpo. Ahora imagínate que empiezo yo. Por ejemplo, haría un movimiento así – despacio muevo la mano hasta la suya para mostrarlo – y tú podrías moverte para evitarlo, pero acuérdate que solo un movimiento cada vez, como si fuera un golpe seco.

– ¿Así? ¿Como un ninja? – me río por su ejemplo.

– Sí, de hecho, creo que el juego se llamaba algo así, relacionado con ninja, aunque tenía un amigo que lo llama bonsai.

– Lo de los nombres de los juegos es un mundo, no hay manera de ponerse de acuerdo.

– Total. ¿Empezamos?

– Venga.

– Bueno, espera. Quítate las zapatillas.

– ¿Qué? ¿Por qué? – me mira confusa.

– Porque yo voy descalza y ya bastante altura me sacas como para tener más ventaja. – se ríe mientras se las quita.

– ¿Contenta? – vuelve a colocarse en frente de mí.

– Joe, eres enorme, voy a perder seguro.

– No empieces a buscar excusas antes de empezar.

Nos ponemos a jugar y al principio Natalia es un poco más torpe y yo disfruto picándola porque gano la mayoría de las partidas, pero a medida que pasa el tiempo, va pillando cuál es la mejor manera de jugar y en seguida me lo pone más complicado. En cuanto se hace con ello, me resulta casi imposible ganar porque ella tiene los brazos larguísimos y siempre llega a donde está mi mano.

– Venga Alba, no te piques si total ¿cuánto vamos? ¿20-2?

– Sí claro, no te flipes que no hemos jugado ni diez partidas.

– Pero yo voy ganando, de eso no hay duda – quiere picarme y lo está consiguiendo.

Sin que me dé cuenta logra darme en la mano que me quedaba, ganando así otra partida.

– ¿La última? Que quiero merendar e ir a cambiarme de ropa antes de salir a la terraza a la hora que ha dicho Julia – digo

– Vale, si quieres perder una última vez...

– Uf, no te soporto – me enfado conmigo misma por lo fácil que le resulta molestarme, pero no pienso dejar que gane. – Quien gane esta, gana.

Se ríe y se burla porque parece que tengo cinco años, pero acepta las condiciones. Realmente no nos hemos jugado nada, pero lleva toda la tarde vacilándome y no es justo que me gane solo porque el ser más alta le da ventaja.

Estamos empatadas, nos queda a cada una mano con la que jugar, pero ninguna quiere perder y se nota porque estamos muy concentradas. Tras un par de rondas ninguna ha conseguido aún dar a la otra.

Con un movimiento hago que nos quedemos muy cerca, casi con el cuerpo pegado, aunque las manos un poco separadas para que estén a salvo. Ella se mueve poniendo un poquito más de distancia y levantando el brazo todo lo que puede. Miro hacia arriba y evidentemente no voy a alcanzar a darle.

Fijar de nuevo mis ojos en los suyos me hace inclinar muy despacio mi cuerpo hacia delante casi sin darme cuenta, volviendo a reducir el espacio. Ella, que me sonreía divertida sabiendo que no iba a poder darle con el brazo ahí estirado, va perdiendo la sonrisa a medida que me acerco.

Bajo la vista a sus labios, incapaz de resistirme al tenerla tan cerca, y el recuerdo de esta mañana cuando estábamos en el taburete de la cocina vuelve a mi mente, igual que vuelve el calor que sentí. Subo de nuevo la mirada a sus ojos para ver que ahora son los suyos los que no se apartan de mis labios, por lo que paso mi lengua por ellos humedeciéndolos, provocando que su boca se entreabra. Trago saliva, nerviosa de repente por el acercamiento.

En el momento en el que nuestros ojos se encuentran de nuevo, ya no hay manera de separarlos, y lentamente me voy poniendo de puntillas, acortando la distancia entre las dos hasta que siento su aliento sobre el mío. Rozo con mi nariz la suya, a lo que ella responde cerrando los ojos, y, acercándome los pocos milímetros que quedan entre nosotras, susurro sobre sus labios sin llegar a tocarlos.

– Te gané.

Golpeo con mi mano suavemente la suya, que ha quedado a mi altura porque ha ido bajando el brazo sin darse cuenta por estar demasiado concentrada en otra cosa, y doy un paso atrás para observar su reacción.

Abre los ojos y me mira con una mezcla de sorpresa e indignación que hace que me ría de la cara que pone.

– Pero... tú... yo pensaba que... – suelto un par de carcajadas por su balbuceo. – ¡Eso no vale!

– Admite tu derrota, Lacunza.

– ¡Has hecho trampas!

– ¿Yo? ¿Por qué? – la reto a que admita que quería besarme, pero no lo hace.

– Me has distraído.

– Yo no he hecho nada, me declaro inocente – digo con sorna mientras me doy la vuelta para marcharme.

– No tienes nada de inocente Alba Reche – oigo que dice a mi espalda y no puedo evitar sonreír.



NATALIA POV

Cuando veo que entra en su habitación, voy a la cocina a por un vaso de agua. Maldita rubia provocadora, que me ha dejado con la miel en los labios. En realidad esto es culpa mía, no debería querer besarla, pero a ver quién es el valiente capaz de resistirse. Yo desde luego que no. Seguro que es su venganza por lo de esta mañana, es que no deja pasar ni una la tía.

Voy yo también a mi cuarto para vestirme con algo que no sea el chándal que llevo y me preparo para a las ocho salir a aplaudir. Hemos quedado con Julia y Gonzalo en que después de los aplausos ya nos quedábamos para tomarnos una cervecita y animarnos a empezar a cantar.

Salgo a menos cinco y Alba no tarda nada en unirse a mí, vestida con unos pantalones largos militares y una camiseta negra trasparente que deja a la vista su sujetador negro. Joder, qué guapa. Tampoco esperaba otra cosa de una persona que está buena hasta con un pijama de abuela. Justo a tiempo, se nos unen Julia y Gonzalo y tras los aplausos abrimos las cervezas que hemos sacado.

Al principio estamos calmados, como unos amigos pasando una tarde de sábado en un bar cualquiera de Madrid, pero al cabo de un rato Julia da comienzo al verdadero plan de esta tarde.

– ¿Quién empieza?

– Pues tú, ya que estás – respondo yo.

– ¿Sí? Alba, ¿no te animas?

– No, no, yo la última – dice la rubia escondiéndose tras su cerveza.

Julia conecta su móvil a la tele que han sacado a la terraza para poner los vídeos y que podamos verlos bien desde nuestra casa. Primero canta ella la de Born this way, viniéndose muy arriba y haciendo toda una performance, y simplemente con eso ya nos anima a todos para que nos entren ganas de cantar. El siguiente es Gonzalo, que canta una que no conozco.

Cuando termina me giro a mirar a Alba para preguntarle si quiere ir ella o lo hago yo, pero antes incluso de decir nada, me hace un gesto con la cabeza indicando que me toca a mí. Me levanto para ponerme en frente, mirando hacia la tele en la otra terraza. Alba también gira la silla para mirarme, aunque eso le haga dar la espalda a nuestros vecinos.

– A ver qué me has preparado Juls – digo esperándome para cualquier cosa.

– Vamos a empezar con esta que me encanta, puedes hacer tú todas las voces.

– Di que sí, con una facilita para ir calentando – digo con ironía al ver en el título que es Feel it still.

Por suerte es una canción que me gusta mucho y ya la he cantado alguna vez. Al acabar los tres aplauden como locos, e incluso se ponen a silbar, y mí me entra la timidez por ver lo exagerados que son.

– Venga, ya. No os paséis.

– Madre mía Nat, qué pasada, es que es una locura lo que haces – insiste Alba con los ojos muy abiertos.

– Gracias – respondo bajito, intimidada por su mirada de admiración. – Te toca.

Ella resopla y se levanta, dejándome la silla libre para ponerme yo. De nuevo, es Julia quien elige la canción.

– Cuidado con lo que pones Juls, que después de lo que ha hecho Nat cualquiera canta algo decente.

La canción empieza a sonar y en cuanto Alba entona las primeras notas se me cae la mandíbula al suelo al escucharla. Está cantando Just give me a reason y su voz ronca y grave se cuela por mis oídos para llegar a zonas de mi cuerpo que tampoco necesitaban mucho más aliciente para calentarse, a parte de tenerla a ella delante.

Todavía no he salido de mi asombro cuando la canción termina y ella, más roja que un tomate, vuelve a sentarse a mi lado. Julia y Gonzalo la felicitan y se ponen a buscar una canción para seguir. Alba se gira hacia mí porque aún no he comentado nada, y veo en sus ojos el miedo a lo que pueda decirle.

– Estoy flipando. ¿En qué momento dices que cantas mal o que eso es solo decente? ¡Es impresionante! – ella suelta una risilla nerviosa. – En serio, no tengo palabras.

– Gracias Nat – se hace pequeñita en la silla.

– Estoy enfadadísima de que me hayas hecho esperar hasta hoy para escucharte cantar – me cruzo de brazos fingiendo enfado.

– Qué tonta – suelta un par de carcajadas.

– En este momento dejo de participar en este karaoke.

– ¿Qué dices?

– Que sí, para que las cantes tú todas.

– Eres tontísima.

Julia empieza a cantar la siguiente y eso hace que dejemos la conversación. Hacemos un par más de rondas cada una y paramos de cantar para cenar unas pizzas que sacamos a la terraza. Después, lo recogemos todo y retomamos las canciones.

– Ahora vamos a cantar Gonzalo y yo una juntos – dice Julia e inmediatamente me giro hacia Alba porque esa idea me ha hecho desear cantar con ella.

– Ni lo sueñes – niega Alba antes de que pueda ni siquiera hablar.

– ¿Por qué no?

– Bastante vergüenza me está dando ya esto, como para cantar algo juntas.

– Porfa Albaaaa – le suplico.

– No me pongas cara de corderito porque no.

– Bueno, tengo tiempo aún para convencerte, algo se me ocurrirá.

Seguimos así pasando la noche, haciendo comentarios y picándome con Alba bajo la atenta mirada de Julia. Eso me hace recordar el acuerdo que teníamos para ponerla nerviosa con nuestros acercamientos, así que aprovechando que ella va a cantar Me muero, pongo mi silla al lado de la de Alba y la rodeo con mi brazo.

Muero por tus besos, por tu ingrata sonrisa

Por tus bellas caricias, eres tú mi alegría

– Fíjate cómo nos está mirando Julia – susurro en su oído. La rubia en seguida se da cuenta de a qué me refiero.

Pido que no me falles

Que nunca te me vayas y que nunca te olvides 

Alba siguiéndome el rollo, pasa un brazo por mi abdomen y se apoya en mi pecho para quedar recostada sobre mí.

Que soy yo quien te ama

Que soy yo quien te espera

Que soy yo quien te llora

Que soy yo quien te anhela los minutos y horas

– No ha dado ni una nota, le va reventar una arteria a este paso – se inclina Alba hacia arriba para susurrarme eso en el oído y después se esconde en mi cuello para reírse sin que Julia la vea.

Me muero por besarte, dormirme en tu boca

Me muero por decirte que el mundo se equivoca

Aprovechando que Alba no está mirando, Julia al cantar esos dos últimos versos me hace gestos con la cara queriendo decirme que me lance. Yo niego con la cabeza e intento no reírme, dejando caricias en el costado de Alba sobre el que tengo mi mano. Tras unos segundos en los que Julia sigue cantando, Alba separa su cabeza de mi cuello y se aleja, no sin antes dejar un beso en la comisura de mi boca.

Después de eso Julia no para en toda la noche de hacer comentarios menos sutiles que de costumbre, pero nosotras hacemos como si nada.

– Alba te toca – dice la gaditana.

– ¿Cuál me vas a poner?

– Ya verás. Seguro que a Natalia le gusta también.

Yo no sabía que necesitaba escuchar cantar a Alba hasta que la oí aquel día cantando La flaca en la ducha, pero mucho menos sabía que necesitaba a Alba cantando en francés hasta que la he tenido aquí delante entonando a la perfección Je veux.

– Alba Reche cantando en francés, uff qué calor – hago como que me abanico con la mano mientras ella se sienta a mi lado riéndose por mi broma, que en realidad iba totalmente en serio.

A lo largo de la noche canto con Julia y con Gonzalo alguna canción, pero Alba sigue empeñada en no querer cantar conmigo. Ahora no queda duda de que lo hace a propósito para molestarme porque ha cantado con Gonzalo y dice que ahora quiere cantar con Julia.

– ¿Por qué no cantamos una las tres?

La idea de nuestra vecina parece convencer a Alba, y acabamos gritando más que cantando Este amor ya no se toca mientras intentamos seguir una coreografía que se inventa Julia sobre la marcha.

– Bueno yo creo que con esta, que ha sido la canción mamarracha por excelencia de la noche, podemos ir acabando, que ya es tarde – propongo al ver la hora qué es.

– ¿Una y nos vamos? Que así Alba puede cantar la que me había pedido.

– ¿Has pedido una? – me giro a mirarla sorprendida y ella se encoge de hombros queriendo restarle importancia, pero la veo sonreír.

Me siento en la silla curiosa por ver con qué me sorprende ahora la rubia, pero cualquier cosa que pudiera imaginar se queda corta con lo que se desarrolla delante de mis ojos. Reconozco la canción con los primeros acordes y me preparo mentalmente para lo que se viene.

Don't need permission

Made my decision to test my limits

'Cause it's my business

God as my witness

Start what I finished

Trago saliva intentando aliviar la sequedad de mi garganta causada por los movimientos que empieza a hacer Alba con su cuerpo a la vez que canta.

Don't need no hold up

Taking control of this kind of moment

I'm locked and loaded

Completely focused my mind is open

Mi respiración se descontrola ligeramente cuando veo que Alba se va acercando sin separar ni un instante sus ojos de los míos. Me la está cantando a mí joder.

All that you got, skin to skin, oh my God

Somethin' 'bout you makes me feel like a dangerous woman

Somethin' 'bout, somethin' 'bout, somethin' 'bout you

Makes me wanna do things that I shouldn't

Somethin' 'bout, somethin' 'bout, somethin' 'bout

Se acerca, se aleja, mueve la mano como si me estuviera señalando. Se vuelve a acercar, se vuelve a alejar. Yo no puedo hacer otra cosa que seguirla con la mirada para no perderme ni un segundo de lo que está haciendo con su voz y su cuerpo mientras siento que me deshago por dentro. Solo puedo pensar en las ganas que tengo de levantarme y comérmela de arriba abajo.

La canción sigue y yo me inclino hacia delante, apoyando los codos en las rodillas, y me llevo el pulgar a la boca. Como siga así me lo voy a arrancar.

Al llegar de nuevo al estribillo, se acerca mucho más que antes y se inclina ligeramente a mi oído para bajar un poco más el tono con el que está cantando. Yo me echo hacia atrás, apoyando la espalda en la silla, intimidada por su repentina cercanía. Su olor inundando mi espacio personal y su voz calándome hasta los huesos hacen que lo que acabe inundado y calado sean mis bragas. Para tirar se me han quedado.

Somethin' 'bout you makes me feel like a dangerous woman

Somethin' 'bout, somethin' 'bout, somethin' 'bout you

Makes me wanna do things that I shouldn't

Somethin' 'bout, somethin' 'bout, somethin' 'bout you

Se aleja por fin y yo pienso que si a Julia aún no le ha dado una embolia de ver a Alba cantarme así, igual me da a mí, pero esta noche a alguien le da algo seguro. La rubia sigue cantando y veo que se le escapan sonrisitas de vez en cuando, cosa que no me sorprende teniendo en cuenta la cara que debo estar poniendo.

La canción llega a su fin y yo soy incapaz de hacer ni decir nada, aún con sus ojos sobre mí. Tras unos segundos de absoluto silencio, se oyen aplausos lentos en la terraza de en frente y tanto Alba como yo miramos hacia allí para encontrarnos a Julia y Gonzalo casi tan pasmados como yo. Después de unos cuantos cumplidos por su parte, ellos empiezan a recoger todo lo que habían montado para irnos a dormir.

Alba se deja caer sobre la silla que está a mi lado y me mira.

– ¿No dices nada?

Llevo la vista hacia delante para no enfrentarme a sus ojos y suelto una risa irónica mientras niego con la cabeza, sin dar crédito a lo que acabo de ver.

– Me cago en la puta Alba. La que tenía vergüenza de cantar delante de mí ¿sabes? – me giro a mirarla por fin, viendo como sonríe fingiendo inocencia.

– Se me ha pasado – se encoge de hombros.

– ¿Tanto como para cantar una conmigo? – pruebo por última vez.

– Tanto igual no.

Miro el reloj y al ver lo tarde que es, me levanto de golpe bajo la mirada confusa de Alba.

– Julia espera, no quites eso aún – digo refiriéndome a la tele que estaban a punto de guardar.

Corro hacia dentro de casa para coger el ratoncillo que había escondido en el baño porque el día se ha acabado y no lo ha encontrado. Vuelvo a la terraza y Alba sigue igual de confusa, hasta que ve lo que llevo en la mano.

– Mierda – dice en un suspiro.

– Te reto a cantar algo conmigo.

– Naaat... – evito mirar su cara de pena para no ceder. – ¿No ibas a usarlo para que te cantara La flaca?

– ¿Estás intentando tentarme para salirte con la tuya? – ahora que lo ha dicho, me planteo qué quiero más: cantar con ella o que me cante otra.

– ¿Qué va a ser Nat? – me presiona porque me ve dudar.

– Oye qué pasa, ¿recogemos o no? – pregunta Julia confusa porque estamos hablando bajito y desde allí no nos escucha.

– Aún no Juls, que al final vamos a cantar una las dos. Te prometo que esta sí que es la última. Elige tú una.

Julia se ilusiona en el momento en el que lo digo y mientras busca una canción, yo coloco la silla frente a la de Alba, tan cerca que quedamos con las rodillas juntas. En cuanto escucho la música miro a Julia y niego con la cabeza.

¿Toxic? Juls ni de coña – digo queriendo evitar un nuevo intento de Julia de ponernos contra las cuerdas. Bastante he tenido con Dangerous woman, como para encima perder la respiración por cantarnos esa. – Busca algo más tranquilito.

– Bueeeno vale. Pues esta, que seguro que os la sabéis las dos.

Vuelve a sonar la música y ahora sonrío porque me encanta la que ha puesto: Guantanamera. Empiezo a cantar y en seguida me sigue Alba, que tiene las mejillas sonrojadas porque realmente le está dando vergüenza. No hace ni cinco minutos que ha cantado la otra, en fin, la dualidad de esta persona. Seguimos cantando mientras nos miramos a los ojos, aunque Alba los aparta de vez en cuando por culpa de la timidez.

Disfruto muchísimo de los pocos minutos que dura la canción y sobre todo, de lo bien que suenan nuestras voces juntas. No hemos acabado y ya se me han ocurrido unas 50 canciones que quiero cantar con ella.

Al terminar nos sonreímos y solo dejamos de mirarnos cuando Julia y Gonzalo rompen el silencio con sus aplausos.

– Qué guay chicas, sonáis genial juntas – comenta el chico.

– Sí, sí. Yo compro esta pareja – añade Julia y las dos le lanzamos una mirada amenazante. – Pareja musical digo.

Poco más hay que decir después de eso, así que ahora sí, volvemos cada uno hacia su casa y nos preparamos para ir a dormir. 

Estando ya estirada en la cama repaso en mi mente todos mis momentos favoritos de esta noche, pero al final acabo volviendo una y otra vez a la imagen de Alba cantándome Dangerous woman a nada de distancia. Uff, hoy me va a costar dormir. Mi móvil suena y lo cojo con una sonrisa, sabiendo ya quién me ha escrito.

*Alba*

pues no ha estado tan mal el plan al final

*yo*

claro que no

si es que te quejas por vicio

con esa pedazo de voz que tienes no sé cómo no lo hemos hecho antes

madre mía cómo cantas

*Alba*

creo que eso ya me lo has dicho esta noche

unas 35 veces más o menos

*yo*

pocas para las veces que lo he pensado

*Alba*

exageras, pero te acepto el cumplido

*yo*

así me gusta

*Alba*

en otro orden de cosas...

nuestro plan de hacer rabiar a Julia con nuestros acercamientos ha ido bien

seguro que se desespera por ser tan lentas

crees que se recuperará?

*yo*

no lo tengo claro

igual está desmayada en su casa después de haberte visto

has ido a por todas

*Alba*

yo?

*yo*

sí, tú

yo ahí dándote abracitos inocentes

y tú... pues eso

*Alba*

yo qué?

*yo*

tú eres un poco dangerous woman

*Alba*

no lo has entendido muy bien, no dice eso

"somethin' 'bout you makes me feel like a dangerous woman"

somethin' 'bout

somethin' 'bout

somethin' 'bout you

*yo*

el you es lo importante entiendo

*Alba*

eso es

"makes me wanna do things that I shouldn't"

*yo*

ese you te hace hacer cosas que no deberías?

*Alba*

algunas

pero es que las cosas que no debemos hacer a veces son las que más nos apetecen

Es imposible que esté entendiendo mal lo que implican sus palabras, y eso me hace revolverme en la cama pensando cosas que no tendría que estar pensando.

*yo*

quedarse con las ganas no es bueno

pensaba que eso ya lo habíamos aprendido

*Alba*

hay varias maneras de saciarse las ganas

buenas noches Natalia

*yo*

ya? No es tan tarde, no te vayas a dormir

*Alba*

yo no he dicho que me vaya a dormir

voy a hacer una cosa antes

*yo*

qué cosa?

*Alba*

una que no debería

El calor de mi habitación se está multiplicando con cada frase que me dice. Qué capacidad para ponerme a mil con cuatro palabras tontas.

*yo*

ufff Alba

se me está llenando la mente de cosas que no deberían

*Alba*

pues haz algo, dales salida

buenas noches Natalia

*yo*

buenas noches Alba

Con la conversación menos explícita que hemos tenido nunca, pero quizás la más evidente a la vez, me dejo llevar por esas cosas que no debería pensar, para hacer eso que no debería de hacer, pero ante el calor que me ha entrado, resulta inevitable caer en la tentación.



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