4TOXIC ✧ KARD Fanfic

By OmiBiIre

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[BORRADOR COMPLETO] JiWoo, SoMin, BM y J.Seph son hijos de mami y papi, cuatro jóvenes amigos muy cercanos qu... More

୨⎯bienvenida⎯୧
| Personajes |
| Introducción |
Capítulo 01: El ratón de la maleta es SooBong
Capítulo 02: La razón del ritmo de su corazón
Capítulo 03: Malicioso(s) entre nos
Capítulo 04: Uñas largas, malhumor; colmillos no se asomen, por favor
Capítulo 05: Dichoso sea aquel que prueba sus labios sabor a miel
Capítulo 06: Querido..., te ayudo en lo que quieras
Capítulo 07: Preparativos con un susto irremediable
Capítulo 08: Sorpresa... Feliz cumpleaños
Capítulo 09: Vacaciones familiares navideñas
Capítulo 10: Uno por aquí, otro por allá. Que no te vayan a matar
Capítulo 11: El juego de las mentiras
Capítulo 13: Celos, celos y más celos
Capítulo 14: Uno es mejor que dos
Capítulo 15: Víctima en la mira
Capítulo 16: Juguemos a ser novios
Capítulo 17: Las mentiras tienen patas cortas
Capítulo 18: Luces, cámara y acción
Capítulo 19: Una promesa que no se puede cumplir
Capítulo 20: Estambre de sentimientos
Capítulo 21: Rumores y otros golpes
Capítulo 22: Cambios inesperados
Capítulo 23: Un beso con duras consecuencias
Capítulo 24: La frialdad no solo es de la noche
Capítulo 25: Reconciliación sin esfuerzo
Capítulo 26: Problemas y reconciliación
Capítulo 27: Medicación y debilidad
Capítulo 28: Dolor y superación
Capítulo 29: Rudeza y fragilidad
Capítulo 30: El final de KARD
Epílogo
N/A final
Canal de WhatsApp

Capítulo 12: En busca de una víctima especial

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By OmiBiIre


—Chicos, ¿cómo deberíamos cerrar el último año en nuestro querido instituto? —A pesar de estar concentrada en sus deberes, SoMin no pudo evitar hacer aquella pregunta.

Todavía le faltaban dos meses para terminar el segundo semestre de su primer año, pero estaban muy seguros de querer hacer algo grande, travieso y memorable, sin importar dañar una vida, o varias.

—¿Han visto estas películas juveniles donde hay secretos entre las paredes de la secundaria y un grupo de alumnos se arriesgan a descubrirlos, se les va de las manos y todo el mundo se entera? Es más efectivo en pueblos porque, ya saben, el impacto es mayor y todos conocen los secretos de todos. Sé que no vamos a poder descubrirlos todos y hacer un cierre como planeamos...

—Al punto, Tae —bramó JiWoo, recostada en el sillón con el celular en las manos. No le importaba en lo absoluto los deberes.

El muchacho dejó su lapicero sobre la mesa, para levantarse de la silla y comenzar a explicar mejor —y de manera más directa— su idea.

—Lo que quiero decir es que, alguien, en especial los empleados y profesores, debe tener algún secreto tan, pero tan fuerte que no quisiera ser descubierto, menos por... nosotros.

—Obvio que si es un secreto tan grave no va a querer que la gente lo descubra por jóvenes como nosotros —Matthew no puedo evitar hacer el comentario. Tae, por su lado, lo miró con sus manos una encima de la otra, abrazándose como si entre ellas estuviera algo que ocultar, o tal vez estaba imaginando que era el cuello de su amigo—. Okay, está bien. Prosigue.

—En fin. Debemos buscar una víctima a la cual exponer el día de la graduación, y debemos buscarla ya mismo.

SoMin enlazó sus manos a la altura de su barbilla luego apoyar sus codos sobre la mesa, sonriendo, cómplice. JiWoo se unió a su expresión, bajando su celular hasta su regazo, barajando la mirada con sus demás compañeros. Al momento de observar a Matthew —que para ese momento apenas estaba ganando masa muscular. Había empezado como una apuesta e incentivo para hacer ejercicio al fin y terminó siendo el más deseado para su último año—, se percató que se estaba imaginando algo.

—¿En qué piensas? —La sonrisa maliciosa de JiWoo se intensificó.

—En el escenario perfecto. Sólo falta la víctima.

***

—¿Qué dicen del director? En las películas que he visto sobre estas cosas el director siempre tiene algo oculto.

—Podría ser, Tae. ¿Pero no es obvio? ¿Qué tal la profesora...? Mmm. Maldición, no se me ocurre nadie.

Los muchachos estaban sentados sobre el frío suelo de La Guarida, en la mesa ante ellos, redonda sin fin alguno o filo que los amenace, estaban los curriculares de cada uno de los empleados de la Woo Hoo High School.

—Tae, ¿de dónde mierda sacaste todo esto? Tengo miedo de que lo hayas robado.

—Ay, JiWoo. ¿No confías en mí? Tengo mis contactos, dentro y fuera del instituto. No son los originales, no te preocupes.

—Ya dejen de decir estupideces y piensen qué tipo de secretos oculta esta gente asquerosa. Debemos recopilar la información y dudo que en unos días tengamos el secreto revelado —resaltó SoMin. Acarició sus sienes con las yemas de sus dedos, en un vago intento de disminuir el dolor de cabeza que de a poco empezaba a nacer—. Debemos asegurarnos, no podemos seguirlos a todos. Primero, porque tenemos clase hasta muy tarde en estos últimos meses y segundo porque son demasiados. Elijamos cuatro al azar, cada uno se encargará de averiguar si hay algo en su vida que no quiera que la gente sepa. Si en esta primera ronda no hay nadie —levantó la mirada, dejando de leer el papel entre sus manos—, lo intentaremos otra vez hasta encontrar al indicado. ¿Entendido?

—¿Y si hay dos? —inquirió Tae. Su ceja derecha en enarcó. JiWoo aguantó las ganas de reír, desde su posición se veía como un bebé, cosa totalmente opuesta a la verdadera intención del muchacho—. No te rías, JiWoo.

—Elegiremos el mejor. No es tan difícil.

—¿No vamos a descartar al director, cierto?

—No, claro que no, Matt.

A la semana siguiente iniciaron con cuatro profesores, los cuales todos parecían tener una vida demasiado aburrida y común dentro de las paredes de la Woo Hoo High School, pero sabían muy bien que fuera de ellas podrían encontrar algo prometedor, lo suficiente como para llevar a cabo el plan.

Y aunque resultara extraño, incluso para ellos mismos en algunas circunstancias, el simple hecho de tener la necesidad de cerrar la etapa estudiantil antes de la universidad de tal manera sin siquiera tener en cuenta lo malo que eso podría resultar —al menos en su conciencia, no podrían dejarse descubrir—, se sentían con toda la libertad de hacerlo. Aunque dos años después seguían con el plan, en vez de todo lo contrario, por más acostumbrados que se encontraran al sitio y a sus personas, nada había cambiado. Porque no les interesaba nadie más que ellos mismos y quienes hayan seleccionado para proteger.

SoMin a sus padres; JiWoo a su abuela y a su papá; Tae a su tía y Matt... Matthew eligió proteger a sus amigos, con los que había permanecido desde que se conocieron, con los que hizo travesuras, pasaron por cosas buenas y malas, con los que bebió y salió en más de una ocasión y a los que quería tanto. Porque no tenía a nadie más que a ellos, no le importaba en absoluto que para ellos él era alguien más y ya. Para él, sus amigos, quienes conformaban el nombrado KARD, lo eran todo.

—¿Cómo te ha ido con tu padre? —SoMin pronunció aquellas palabras de pronto, tanto que hasta Matthew se inmutó.

—Bien, supongo —tanteó un poco el lápiz en su mano. Intentaba hacer sus deberes sin aburrirse en su intento forzado, se sentía incapaz de caer sobre aquellas hojas de a rayas y babear sobre ellas minutos más tarde.

SoMin balanceó su cuerpo, volviendo su vista a su cuaderno. Mordió su labio, concentrada en lo que estaba haciendo.

Al cabo de un mes descartaron a los aburridos profesores. Si tenían un secreto, sabían esconderlo a la perfección y, según pensaron, no sería suficiente para ellos.

—No hay nada interesante en las grabaciones. Ni en la de los autos ni en ningún lado. ¿Cómo estos hombres son incapaces te tener una vida activa? —SoMin parecía querer lanzar el control en dirección a la gigante pantalla, la cual sólo se limitaba a proyectar lo que el USB contenía. Cerró sus ojos por unos instantes a la vez que estiraba la piel de sus sienes—. Me atrevo a pensar que ni ese tipo de vida activa tienen. ¿Es que no notan que todo el tiempo andan de mal humor? Recuérdenme contratar algunas mujeres para darle de regalo a esos pobres hombres infelices sin alma y sin lugar en donde ser enterrado.

—No queda mucho tiempo para terminar este año. Aunque todavía falte un poco-bastante, me emociona demasiado esto. Será lo más grande que hemos hecho en nuestra vida —La emoción de Matthew opacó, de buena manera, las palabras de fastidio de la castaña—. Quién diría que empezaríamos con la plastilina dentro del café de la profesora en la primaria y que terminaríamos con algo tan bomba como esto.

—Buenos tiempos, buenos tiempos —El murmuro hizo que Tae resucitara aquellos recuerdos de su mente, con algunas de esas bromas. Incluso se acordó de la niña extranjera, de rizos dorados, preciosos. Lástima que se había metido con JiWoo, aprovechándose de ella por ser un año menor—. ¿Recuerdas cuando le cortaste los rizos a una niña extranjera por molestarte?

—Lloró como si le hubiera cortado los dedos. Toda una actriz de primera —SoMin se unió al recuerdo.

—¿Qué ocurrió ese día, JiWoo? Creo que había ido con mi padre a un viaje. No tenía a nadie que me cuidara y, ya saben, le daba pena que alguno de sus padres se hicieran cargo de mí.

—¿No te conté, Matt?

—Ah, sí, un poco. Pero no me quedó en claro qué cosa pasó antes que te llevó a agarrar una tijera cuán psicópata para matarle los rizos a una niña, muy bonita, por cierto —A medida que hablaba, Matthew hacía ademanes y enarcaba su ceja una y otra vez.

—Mm. Pues la niña comenzó a mover sus perfectos rizos encima de mi rostro, alardeando como la maldita que siempre fue. No recuerdo mucho, ni sus palabras que me hicieron enfurecer. ¿Sabes? Creo que quiso hacerme sentir menos, pero no contó con un cerebro para procesar que era una terrible idea hacer eso en clase de arte —hizo una pausa para sorber un poco de la bebida entre sus manos—. Una niña tan espontánea como yo, con una tijera en manos, una niña con unos rizos del demonio, molestándola no es buena idea. Menos si la primera niña, o sea yo, tiene cero de paciencia.

—Al menos no la mató en la clase. Se controló —Tras el comentario, SoMin no pudo resistir las ganas de reír—. Pobre niña. La tuvieron que sacar de inmediato y, según me contaron —SoMin bajó la voz. Estaban en el instituto todavía, específicamente en zona de descanso durante la hora libre entre clases—, le tuvieron que cortar todo el cabello. La dejaron calva porque nuestra JiWoo del demonio logró cortar más de lo que pensamos. No nos dimos cuenta que lo que tenía en sus manos no era todo.

—Papá me echó un regaño de mil diablos. Me castigó y estuve mucho tiempo suspendida —hizo otra pausa para beber una vez más y acabar con el líquido dentro del vaso—. Pero no me arrepiento ni un poco, menos saber al saber esa información. Me reconforta. Si tuviera la oportunidad de volver hacerlo, no sería capaz de negarme a la tentación del diablo.

—Eres un caso serio, JiWoo —Tae levantó su trasero del sillón, dejando de lado la revista que apenas y logró leer una que otra palabra a medias.

El timbre volvió a sonar, esta vez para anunciar que el descanso terminó y que debían volver a sus clases.

Cursaron su segundo año de la secundaria. A pesar de estar ocupados con esto o aquello, entre deberes, bromas, problemas, salidas y uno que otro castigo, habían logrado encontrar de manera exitosa a su víctima, casi a finales del último mes de clase.

—A ver —SoMin sonrió ante la pantalla—. Maravilloso.

Sus ojos, como los de sus compañeros, comenzaron a observar lo que la TV proyectó. La grabación del auto mostró que la víctima, después de largas horas en el trabajo, iba a su casa y volvía a salir. A pesar de no tener la más amplia visión de los hechos, sabían de más que aquel hombre ya no llevaba un traje aburrido como siempre. Uno que otro destello se logró vislumbrar en la lente de la micro cámara escondida en un punto fijo dentro del auto de la víctima de SoMin, capaz de captar sonidos, uno que otro movimiento en la parte delantera del auto y todo lo que podía suceder en los asientos traseros o lo se dejaba atrás en la vía.

—El auto parece haber aparcado, pero según veo no es porque haya cola o semáforo —Tae siguió la ruta del carro con el mapa en su celular—. ¡Mierda! Se bajó.

—Tae, cállate. Lo estamos viendo todos. No es como si lo estuvieras siguiendo de verdad y nos comunicáramos por auriculares.

Después de unos segundos, un segundo hombre con sombrero subió al auto. Al avanzar la cámara logro captar aquello que necesitaban: el nombre del sitio donde el primer señor había bajado.

—Uy, yuyuy. Club Reyes y Reinas de la Noche —JiWoo no pudo evitar emocionarse con aquello.

—¿Qué hay con ello? Parece ser un club de viejos y viejas cualquiera.

—Ay, Tae. No sabes nada —El muchacho se irguió al sentir los dedos de la castaña en su espalda. No supo en qué momento se levantó y se acercó a él sin percatarse de la acción—. Es un club de transformistas. Drags, trans, y todo eso. Solo abre los sábados. Nadie, absolutamente nadie entra a menos que vaya acorde a la temática. Eso nos dice que...

—¿Pero no estaría mal meterse en algo tan delicado como eso? —Tae echó su cabeza hacia atrás, estirando su cuello para poder ver el rostro de SoMin y otras cosas, tal vez.

—Mmm. No lo creo. Es como... ya sabes, un empujoncito para que salga de su closet. Le hará bien, créeme.

—Entonces lo tenemos. Ahora hay que enriquecer nuestro plan con más información —Matthew se levantó del sillón, como un triunfador con los brazos al aire—. SoMin, ¿te importa si vuelves a colocar la cámara en el auto? Procura esta vez que se pueda ver los asientos de adelante. ¿Quién irá al club?

—JiWoo, tiene un estilo que se podrá acoplar —mencionó Tae, recibiendo una reclamación por parte de la joven—. Ella tomará las fotos. Me encantaría ir con ella para guardar algunas fotos para mi baúl de recuerdos...

—¿Tienes un baúl de recuerdos lleno de fotos?

—Sí, Matt. ¿Quién no? No es anormal —respondió—. Bueno. La cuestión es que yo me voy a encargar de tomar el auto cuando lo aparque para que SoMin coloque las cámaras que encargaré. Te toca a ti, precioso Matt, acercarte a él. Si no fueses una copia barata de Toretto te dejara a ti manejar el auto.

—¡¿Qué?! ¿Y qué harán después?

—Divertirnos, claro que sí. Pero no se preocupen, les compraré algo para compensarlos por su arduo trabajo —Desde su puesto, recostado en el mueble individual, Tae chasqueó sus dedos en dirección al grandulón, a su vez guiñó un ojo y después alzó su cabeza para sonreírle a SoMin tras él.

Sin embargo, pasaron días, los cuales se volvieron semanas y el hombre no se volvió aparecer por aquellos lares.

—Mierda, ¿y si nos descubrió? —inquirió Tae, asustado.

—Imposible, hubiéramos notado un cambio en su trabajo. Todo sigue igual.

—JiWoo tiene razón —puntualizó B.M—. Aunque sí es extraño que nos haya tomado tanto tiempo. Me sorprende que hayamos planeado en nuestro primer año, pero más me sorprende que estemos en el último y sólo tengamos un solo vídeo que no es opción. Si fuésemos hacer una película, con gusto, pero nada que ver.

—Concuerdo. Cuando lo descubrimos parecía que iba con mucha frecuencia a ese lugar y ahora... parece que no se acuerda de ello. Chicos, no me quiero graduar sin hacer esto, así no tiene chiste la vida y no podré decirles a mis hijos que saqué del closet a tirones a mi profesor de Deportes y eso que parecía todo un malote.

Al sonar el timbre se separaron sin siquiera despedirse de ellos, igual siempre se veían.

Matthew no estaba interesado en entrar a la clase de cálculos, por lo que, decidido, se desvió de camino derecho al patio a jugar con quienes estuvieran allí también o colarse en la clase de deporte. Quizás así tendría información.

Para poder llegar a su destino tenía que llegar a la primera planta sin ser visto por los profesores ni por las cámaras. Le sería fácil colarse sin ser detectado, así que se arriesgó. Ni las más duras reglas le afectaba.

Aunque fuese un instituto pago, de tal magnitud, Woo Hoo High School no desperdiciaba nada para seguir encabezando las listas de las mejores secundarias del país y, soñando un poco más, del mundo. Aunque estudiantes como Matthew no faltaban, todos y cada uno de ellos lograba graduarse con el promedio necesario. Algunos lo lograban con sus propios méritos, por el estrés de la posibilidad no poder entrar a la universidad por haber perdido el tiempo, y otros, como nunca falta, sobornando. Matthew, aunque a veces le costaba creérselo, era el primero.

Antes de cruzar la última esquina para ser libre de las cámaras dentro de la gigante construcción —porque obvio, las del patio no le importaba en lo más mínimo— escuchó unos quejidos. Parpadeó un par de veces para asegurarse de no haber escuchado mal, pero sí. No eran quejidos de dolor en sí, eran de placer. Gemidos tras gemidos, susurros y secretos detrás de una puerta.

Le pareció aceptable, pues justo donde estaba sucediendo todo, las cámaras no logran alcanzar ese punto en específico para nada transitado.

Era más como un pasillo secreto para llevar a cabo acciones que incumplen las reglas institucionales, sociales y morales. Todo porque se dañó aquella cámara, removida posteriormente, quedando el pasillo libre de vigilancia porque, claro, el director notó la falta de tránsito en el sitio y colocar una cámara allí era, según él, un desperdicio de suministros. Claro, todos al enterarse adoptaron el lugar hasta ser el favorito de todos, hasta de los profesores. Quizá hasta el director hacía sus cosas allí.

Matthew recordó que la habitación en ese pasillo no era más que un incómodo almacén pequeño para los empleados de limpieza, de todas era la menos concurrente hasta por ellos. Como si hubiera algo extraño y sobrenatural en el lugar.

—Las puertas tienen una ventanilla —Se dijo a sí mismo, tratando de no chillar de emoción por lo que estaba a punto de descubrir—, ninguna, excepto la de la sala de proyecciones, tienen para taparla. Eso quiere decir que...

Sí, podría ver lo que sucedía y, aunque no supiera quiénes estaban allí dentro, si eran profesores o alumnos, sacaría unas cuantas fotos y vídeos como prueba.

Mordió su labio, colocó sus audífonos en el puerto del celular y se comenzó acercar para grabar siendo lo más precavido posible.

La puerta abrió de golpe, casi estampándose en el rostro del muchacho por la rudeza con la que fue abierta.

Estaba en problemas, pero sabría salir de ello.

—Profesor —quitó el auricular de sus oídos—, perdone. Estaba distraído con mi celular —rascó su cabeza, para hacer creíble sus siguientes palabras—. Oh, por dios —abrió los ojos tanto como pudo, para luego llevar su mano libre a su rostro—. No escuché el timbre e iba camino al patio de vuelta.

El profesor parecía sudar. Su mano estaba apretujando la manija interna de la puerta.

—¿Llevas rato aquí?

—¿Eh? No tanto.

—¿Escuchaste algo?

—Para nada —alzó los auriculares—. La música de los juegos me gusta y suelo usarlos cuando juego.

Una profesora salió tras el profesor, arreglando su cabello y luego su larga falda.

Por supuesto, se guardó sus expresiones para cuando pasara de largo, más al ser el profesor elegido para ser sacado del closet a la fuerza. Ahora tenía más material, y eso era bueno.

—Me iré a mi clase, voy tarde. Hasta luego, profesor.

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