Once upon a time in London [P...

By MrsShii

2.6K 137 100

Kore es la diosa de la primavera, nunca ha puesto un pie fuera de la isla donde vive ni conoce el "mundo real... More

RUNAWAY
HEAL THE PAIN
COLD BLOOD
𝘍𝘷𝘤𝘬 𝘴𝘰𝘮𝘦𝘣𝘰𝘥𝘺
Friends
M O N S T E R
Mყstᥱrყ of ᥣovᥱ
Nuevo anuncio

THIS IS AIN'T A LOVE STORY

220 18 13
By MrsShii

ATENCIÓN
Este capítulo contiene escenas de violencia, muerte de personajes y sexo no demasiado explícito. Se requiere discreción.

Cayó de rodillas al suelo sin saber cómo huir, sin saber dónde estaba ni quién se la había llevado, sin reconocer la gran cama king size donde su cuerpo flácido descansaba.

Lo último que lograba recordar es que bebía vino blanco mientras luchaba con una ostra sin abrir para comerla. Había decidido probar todo lo proveniente del mar, le dio un poco de risa porque ahora era ella quien se ahogaba en un problema bastante real parecido al mar profundo. ¿Se lo había buscado? Quizás. Había sido irresponsable. Tenía suerte de que no sintiera ningún cambio corporal importante aparte de la jaqueca o de lo contrario hubiera deseado estar muerta.

Las lágrimas se agolparon en sus grandes ojos pardos en aquella ocasión, caían por sus pómulos altos hasta desaparecer por su mentón. Cuando resbalaban hasta el suelo pequeñas flores rosa nacían pero morían de inmediato como si el suelo fuera estéril. También podía ser por el frío, a pesar de tener grandes ventanales que le indicaban estar en un rascacielos no entraba luz solar y el cielo era negro. Significaba que había dormido hasta la noche o que el lugar era realmente siniestro.

Fue arrastrándose hasta la puerta donde el o la desgraciada la había encerrado con llave, usó toda su concentración en las palmas de sus manos para crear una planta nacida de la madera del suelo como un brote, obstinado que de pronto había rechazado su misión de ser pisoteado por ser un pequeño árbol glorioso. Sus poderes sólo funcionaban a la mitad de su capacidad tal vez debido al alcohol pero era tan testaruda que empujó sus límites al máximo, apoyando su espalda contra la puerta al igual que su amigo el árbol. Lograron abrirla en un par de minutos, sólo lo suficiente para que ella lograra huir debajo de las ramas.

Corrió descalza escaleras abajo, encontrándose en lo que era un Pent House. No veía el ascensor o algo parecido, ni de los viejos portaplatos con los que jugaba de pequeña en su propia casa. Quería gritar pero aguantó sus impulsos yendo a la cocina americana y cogiendo un cuchillo carnicero de gran tamaño el cual escondió en el bolsillo de su gran abrigo. Arañó la superficie de una puerta cerrada, retrocediendo un momento antes de introducir la punta del arma en la cerradura para girarla. De pronto sintió un par de jalones en el abrigo, girándose para encontrar unos cuantos perros pequeños que no la dejaban escapar. De puntillas caminó hacia la nevera para quitar un trozo de carne cruda que lanzó lo más lejos posible, llegando justo a tiempo a la puerta para esconderse del otro lado escuchando los ladridos de fondo. Amaba a todos los animales, pero no iba a entretenerse jugando cuando él o ella pudieran regresar y hacer cosas con ellas de las que se arrepentiría después, con repercusiones eternas. Había mirado demasiado CSI en el hotel y su situación en ninguno de los escenarios tenía un final feliz.

Estaba en mitad de un largo pasillo con baldosas negras en el suelo donde podía ver su piel rosa reflejada y paredes blancas a su alrededor. Era igual al salón de adoración que tenía su madre en su tierra natal. Nuevamente se le revolvió el estómago, pero a lo lejos una puerta metálica bien escondida la saludó con burla.

"Vamos, Kore, vamos" se animó a sí misma, suspirando antes de apretar el botón del piso uno en el ascensor. La espera resultó una eternidad, pero apenas abrió entró sin pensar y presionó un montón de veces el botón para ir a la planta baja.
Al llegar al piso de abajo notó que el lobby era más que lujoso, nada parecido a la habitación de motel donde ella vivía, no, era como una gran sala de espera combinada con un Starbucks donde olía a café recién tostado. Descendió atando su cabello en un moño alto, viendo de un lado a otro y cogiendo de paso un extintor. No entendía qué hacía ahí cuando el clima era tan helado, nada comparado al de la capital, los rascacielos negros que veía por la ventana tampoco le recordaban a La City o el centro ejecutivo de Inglaterra.

El vaho escapó de un suspiro mientras corría rumbo a la puerta de cristal que no abría al igual que la otra. Quiso llorar de nuevo, sin embargo algo la detuvo.

— ¿Kore? ¿Diosa de la primavera?

Giró sobre sus talones para encarar a la mujer, ¡era una mujer! Su piel era un poco más clara que la de Hades, de un azul precioso parecido a un zafiro, usaba un traje muy elegante y zapatos de tacón. Su melena corta acentuaba sus ojos felinos amarillentos.

— Mi nombre es Hécate, vine a ver si estabas bien en nombre de mi jefe.

— ¿¡Tu jefe es mi secuestrador!? - gritó furiosa, levantando el extintor - ¿Y tú eres su lacaya?

— Sí, algo así - respondió con una sonrisa sutil.

— ¡Pues están dementes! No van a tenerme contra mi voluntad.

— Estás aquí por tu propia seguridad.

— ¡Esto es un secuestro! Debería llamar a la policía.

Golpeó la puerta de cristal con el extintor, rompiéndola en pedazos con cada golpe, rasguñando sus manos con el cristal roto cada vez que un trozo afilado caía del lado de la calle negra sin direcciones concretas. La mujer gritaba su nombre e intentaba explicar su punto pero eso no la detuvo, cuando el agujero fue lo suficientemente grande quitó las esquirlas con el abrigo y salió pisando el pequeño picadillo. Evitó las multitudes del laberinto, caía lluvia desde el cielo la cual empapaba su cabello largo, ahora le pesaba. Sostuvo el cuchillo dejando su melena atrás donde se transformó en pequeñas margaritas brotando de la grava.

— ¿Izquierda o derecha? - preguntó, llegando a un callejón oscuro el cual cruzó hacia la izquierda llegando a un río de aguas negras como el alquitrán. Se asomó, lucía profundo y no tenía idea de dónde estaba para huir en esa dirección. Dio un paso atrás claramente decepcionada de su imposibilidad para huir, sólo escuchaba pasos cercanos.

— Buenas noches, preciosa.

Kore sostuvo el cuchillo entre ambas manos, viendo a la pandilla de tres. Vestían bien, ropa de oficina con una chapa azul. Retrocedió hasta chocar con una pared de ladrillos rojos, subiendo el cuchillo al nivel de sus ojos.

— No se acerquen o los mataré a todos - gritó con un chillido, le dolían los pies cortados y sus manos, la lluvia era cada vez más helada e iba descalza -. Lo juro.

— Sí, claro.

Un par corrió hacia ella, cogiéndola de un brazo para jalarla contra su cuerpo. Rompió una manga de su abrigo prestado, empujándola contra otra pared que rasguñó sus miembros expuestos. Le dio una mirada a su pierna, ahora sus rodillas sangraban. Jadeó un momento por el golpe en su cabeza, desorientada, pero levantó su mano y de la grava nació un rosal tan grande que cogió a uno de los hombres para envolverlo en sus ramas espinosas.
Gritó sólo un momento mientras se estrechaba el abrazo, sangró por cada poro dejando caer una pequeña lluvia de sangre sobre la calle negra. Ella podía ver cómo la silueta iba empequeñeciendo y las rosas brotaban bellas desde allí.
Alguien le arrebató finalmente el abrigo, rompiendo su sujetador por la fuerza y rasguñando su espalda rosa dejando líneas de sangre fresca, justo donde horas antes habían nacido sus primeras raíces. Dolió como quemarse en el infierno, su herida expuesta a las manos y lluvia gélida le producían daño.

— ¡Déjenme en paz o ustedes dos acabaràn igual que su compañero! - sostuvo el cuchillo, sus ojos carmesí brillaron cuando con todas sus fuerzas enterró el cuchillo en el cuello del segundo hombre, justo bajo el mentón, girándolo en función de las manecillas del reloj y llenándose de sangre cuando la aorta colapsó y el hombre cayó al suelo intentando detener la hemorragia grave que acabó con su vida casi al instante. La mujer vio al tercero quien la estrelló contra el suelo de un puñetazo, lanzando su arma lejos y sentándose sobre su cintura para mantenerla quieta mientras subía su falda húmeda. Kore pataleó, luchando por quitarlo de encima.

No podía gritar, había quedado muda y desprotegida. El rosal que acabó con la vida del primer hombre comenzaba a secarse por la mala calidad del suelo. Ya no podía ayudarla.

De pronto un halo de luz dorada rompió el cielo encapotado, un hombre gigante dorado vestido de una túnica negra y con una lanza en la mano apareció poniéndose a un lado. La visión celestial causó una breve alegría en la mujercita quien pateó al hombre que luchaba por separar sus muslos rosas bien formados. El dios cogió al último hombre entre sus brazos, clavando la lanza dentro de la boca del otro, rompiendo el hueso craneal y dejando una masa sanguinolenta brotando de lo que fueron los ojos. Perséfone se encogió, dejando fluir sus lágrimas libremente.

— Está bien, ya estoy aquí, se acabó - Ares cogió a la menor entre sus brazos fuertes y dorados, acurrucando su cabeza, cubriendo el menudo cuerpo con su manto negro.

— ¿Qué acaba de pasar, Ares? ¿Cómo llegué aquí? - quiso saber, apoyó su cabeza en el pecho del hombre para escuchar su corazón.

— Yo tengo una idea, y me las va a pagar.

— Creo que deberías incluirme, me dio el susto de mi vida – reprochó la mujer, tomando su apariencia humana. Ahora era una pequeña rubia magullada por doquier.

Abrazada a su amplio pecho Kore olvidó todo el resentimiento que guardaba a su actual salvador, susurrándole las gracias y pidiéndole perdón - ¿por qué? - entre susurros. Cuando el otro desapareció y regresaron a una lluviosa Londres fue cuando lo llevó a su motel donde bajo la puerta había sido deslizado un paquete. Temblando como una gelatina lo tomó entre sus manos ensangrentadas, viendo al hombre gigante frente a ella sin pedirle la manta de regreso.

— ¿Quieres que te prepare una sopa mientras te quitas los litros de sangre de encima, amor?

La chica rió, mitad risa y mitad sollozo. Limpió como pudo su visión, yendo hacia la puerta del pequeño baño que tenía su habitación de motel.

— Lo agradecería mucho, Ares.

La habitación tenía una pequeña cocinilla, había comprado sopas para las noches heladas así que Ares no debería tener ningún problema en vertir agua hirviendo en una olla con el polvillo.

Kore entró en la ducha caliente dejando de lado las lágrimas un segundo para limpiar su piel con una esponja tan fuerte que su piel pálida quedó roja donde los hombres habían alcanzado a poner sus manos escurridizas. Vio sus heridas, tendría que preparar una receta casera de su madre para sobrevivir sin dolor hasta que tuviera ganas de levantarse. Contaba con un sentimiento doloroso llenando su corazón como si hubiera tomado la peor decisión de su vida aquella tarde, se sentía sucia y como si algo muy malo hubiera hecho. No fue una sensación liberadora como el fumar por primera y única vez aunque eso era catalogado como "malo" según su progenitora. Estaba tan sumida en sus pensamientos destructivos que no notaba como el agua caía roja hasta perderse por las tuberías viejas.

Oh, había estado a punto de ser abusada. Sólo la habían tocado y roto su vestido, lo cual era terrible, pero afortunadamente alguien vino a su rescate. Nunca tendría suficientes palabras para demostrar lo agradecida que estaba.

Salió del baño vistiendo una camisa grande para su cuerpo rosa y menudo, entonces notó el plato humeante de sopa al lado de su cama abierta con el sobre encima. Ares esperaba sentado en una silla demasiado pequeña para él, cuando la vio señaló el dichoso sobre con las huellas digitales de Kore marcadas.

— ¿Qué es lo que dice?

— Veamos... - abrió este con cuidado, había un montón de formularios los cuales debía llenar y una carta impresa con una serie de firmas - ¡Acabo de ser aceptada formalmente en una universidad! ¡Iré a la universidad, Ares! - saltó hacia su amigo, rodeándolo del cuello.

Finalmente una buena noticia desde la mañana. Ya eran pasadas las dos de la mañana, Ares no había dicho una palabra pero sabía que el lugar de donde la rescató no pertenecía al mundo humano pero decidió no preguntar nada.
La mañana de ese día fue mágica, arruinada egoístamente por una tarde-noche horrible. Sin embargo debió haber sido Atenea quien apresuró los papeles para darle una sorpresa. Esperaba que ella nunca se enterase de lo ocurrido esa noche.

— No sé que te emociona tanto de estudiar, pero estoy feliz de que cumplas tus sueños - el hombre la abrazó tan fuerte que sus huesos crujieron un instante.

— Ares... - tomó asiento en la cama nuevamente, sonrojada hasta las orejas - ¿qué era ese horrible lugar dónde me localizaste? Muchas gracias, no sé que podría hacer para demostrar mi eterna gratitud hacia ti, eres mi salvador...

— Eso es el Inframundo, y no sé como demonios llegaste ahí.

La jaqueca había regresado y no podía pensar bien, cubrió su cuerpo con las frazadas y tomó su sopa en silencio. Desearía que Eros estuviera con ella en esos momentos pero le tocaba hacer voluntariado en el refugio esa noche. Hecha una bola y cuidada por Ares durmió, protegida de cualquier monstruo que acechara en la oscuridad de la noche.

•••••

Hades regresó unos pocos minutos después de que Hécate histérica llamara para avisarle que su damisela había escapado sin ella poder evitarlo. Soltó a los perros para seguir su rastro lo cual no fue difícil, Kore dejó un camino de flores a su paso y una escena escalofriante al final de este. Crecía un rosal tan grande con sus rosas blancas manchadas por el carmín de la sangre que brotaba de un sujeto muerto envuelto en las ramas como si se hallara acurrucado para dormir. Un poco más allá yacía un hombre con la garganta abierta, ahogado con su propia sangre.

Lo que mas llamó su atención fue una lanza dorada que mantenía al tercer cadáver de pie a pesar de no tener sesos dentro de la cabeza. Podría reconocer la hechura en cualquier lugar: fue Ares, dios de la guerra quien hizo de su hogar un pandemonio. Recogió el abrigo hecho pedazos del suelo, abrazándolo contra su cuerpo tenso para calmar su ansiedad aguda.

Olía a fresas todavía.

— Quiero que arreglen este abrigo, que quede como nuevo – dijo a Hécate, tirándolo entre sus manos.

No sólo debía lidiar con sus empleados muertos, su hogar destruido y el misterio del escape. Lo peor de todo era el gran malentendido, él nunca planeó secuestrarla en serio sino que no sabía dónde vivía y tampoco creía que fuera buena idea llamar a Atenea por las rencillas pasadas.

Ahora no sabría bien como acercarse a ella sin parecer un psicópata. Quizás empezar por arreglar el abrigo y abrir él mismo una cuenta bancaria.

•••••

Los días siguientes fueron los más emocionantes de su relativamente corta vida. Ahora tenía un cuarto en el antiguo internado femenino donde no debía compartir su habitación. Había comprado muebles propios, los libros del trimestre, un pequeño estéreo para sus nuevos discos. Movió su guardarropa. Atenea estaba tan orgullosa cuando vio el orden en aquel lugar y el buen gusto en la decoración, además de las plantas interiores que crecían estupendamente. Sí, todavía tenía pesadillas con lo ocurrido en el Inframundo pero tantos cambios positivos ayudaban a manejar su trauma. No obstante todavía saltaba cuando alguien la tocaba sin su permiso, o respiraba demasiado cerca.

— ¿Y cómo va todo con tu chica? - le preguntó a Eros quien se había escapado para dar una vuelta por la universidad - Ella realmente te ama, ¿verdad?

— Es pesado tener que ocultarla de mi madre todo el tiempo... - rezongó dejándose caer en la hierba fresca del patio delantero, probando la malteada de coco - Y me ama, o eso supongo, es complicado saber cuando secuestras a alguien, lo hice para salvarla de su destino pero me pregunto si fue lo correcto.

— Los secuestros no son bonitos, lo digo por experiencia propia - murmuró, sin embargo tomó su mano con cuidado -. Pero tus intenciones fueron buenas, eso te da puntos.

— Me encantaría dejar que saliera de mi templo por más tiempo como lo hizo la semana pasada, pero temo que mi madre pueda encontrarla de todas maneras.

— Lo puedo imaginar, sé lo odiosas que pueden ser las madres a veces.

Ambos rieron mientras compartían una malteada al sol, Kore movía sus zapatos bajos al son de su nueva canción favorita y lucía sus panties de abeja que cubrían todos los rasguños a quién pasara, igual que su falda corta y la blusa blanca. No quería preguntas de sus nuevos compañeros, se llevaba muy bien con todos pero si veían todos sus cardenales temía que las cosas cambiaran o se pusieran tensas entre ellos, suficiente tenía con verlas cuando tomaba una ducha. Recordar el torbellino de sangre, violencia y miedo no ayudaba a sus pobres nervios a tranquilizarse.

— ¿Descubriste cómo llegaste al Inframundo? - preguntó ahora con voz sombría pero llena de curiosidad.

— No puedo recordarlo...

— Deberías preguntar a alguien que sepa cosas, me refiero a que sea listo, ¿qué tal Atenea? Dices qué te aconsejó en un inicio - puso una mano sobre la suya en apoyo, dibujando figuras ambiguas sin pensar.

— Atenea está ocupada impartiendo clases y con asuntos más importantes que yo. Además me daría vergüenza que notara lo estúpida que puedo ser.

— Seguro habrá alguien...

Recordó algo: ojos claros como dos pozos de agua natural, mueca provocativa y aroma a fresas. La diosa se puso en pie de un salto, besando la mejilla de Eros para dejar marcado su labial cremoso.

— ¡Eres un genio! Nos vemos otro día, saluda a tu chica de mi parte.

— ¡¿A dónde vas?! ¡Olvídalo, ve por ello y me mandas un texto luego! – el hombre de ojos rasgados por la risa se puso de pie para irse – ¡Sí es guapo tómale una foto!

— ¡Prometido!

La diosa corrió hacia adentro del edificio sin detenerse, acercándose al mesón de informaciones donde Neddy ya la conocía bien. El pobre la veía a cada rato durante su primer día de clases preguntando direcciones o por profesores en particular.

— ¿Dónde queda el departamento de psicología?

— Tercer piso ala noroeste, ¿por qué?

— ¿El profesor Desmond está allí en estos momentos?

— ¿Quieres decir "El dios Desmond"? - Neddy arqueó las cejas, seguro con los escenarios más calientes posibles en su cabeza. Kore hizo un minúsculo puchero deseando no haber pensado eso de Neddy y John porque ahora no saldría de su cabeza - Su clase termina en cinco, tiene un receso y va a la cafetería por su café en quince minutos todos los días menos los lunes.

"No puedes esperar tanto" le rogó su cabeza.

— ¡Gracias!

Lo había estado evitando a propósito, primero porque estuvo demasiado ocupada con la mudanza y en encajar, pero también sabía sobre la capacidad del hombre para leer a las personas y no sabía si encontraría algo bueno en ella. Quizás la leyera como un libro.

Fue directamente al ascensor apretando el botón tres, esperando con la odiosa melodía de fondo.
Bajó en silencio, llamando la atención por su belleza pero por sobre todo las panties que vio en una película. Buscó en las placas de los salones uno que dijera Introducción al Conductivismo.
Cuando lo encontró la sala estaba vacía a excepción del hombre con pantalones de vestir y camisa desastrosa. Acercarse en silencio fue fácil cuando el otro recogía un Notebook y borraba el pizarrón. Kore asomó su cuerpo por detrás de su espalda para ponerse en puntillas y así alcanzar su oído.

— Profesor Desmond, necesito su ayuda.

— Cristo.

El hombre se giró agitado, suspirando cuando vio a la chica de pie a sus espaldas. Luego la miró, y la miró, y la miró.

— ¿Qué te sucedió? Parece que te hubiesen dado una paliza - preguntó el rubio extrañamente alarmado, admirando las magulladuras de las muñecas que la blusa no cubría y el disimulado golpe en el rostro bien cubierto de maquillaje. El hombre era observador, lo notó de inmediato - ¿Hay que llamar a la policía o matar a alguien?

— Es una larga historia, y por eso necesito su ayuda.

Resultó ser mucho más listo de lo que pensaba.

Nuevamente el hombre la vio de arriba abajo.

— Me parece que necesitaremos un café ambos para resolver este problema.

Dicho y hecho caminaron a la cafeteria, ganándose las miradas mudas de las personas que sabían que el profesor John Desmond era un lobo solitario bastante gruñón que ahora iba acompañado de una pequeña jovencita a la que le pasaba más de treinta centímetros e iba disfrazada con panties graciosas. Seguramente el profesor estaba usando sus grandes habilidades para el psicoanálisis con ella, ¿por qué una mujer de veinte años querría parecer una abeja? ¿Desmond intentaba descifrar algún trauma en su pasado y por eso le mostraba un poco de atención? Sus groupies quedaron con la boca abierta cuando los vieron a ambos formarse en la fila para pedir un par de frapuccinos.
Con dos humeantes tazas de café salieron al amplio patio donde el hombre encendió un cigarrillo con aroma a chocolate. Los ojos de la mujer se iluminaron, cruzando sus dedos de forma visible, prácticamente contra su nariz respingona. Sus intenciones fueron claras, el hombre negó con la cabeza.

— No lo creo, por lo menos aguarda a que se vaya la gente. Ya es raro que me vean con una persona - explicó el hombre para luego dar una calada profunda, saboreando el chocolate -. ¿Y bien? ¿Quien te dio la paliza?

Kore se dio todo el tiempo para detallar lo ocurrido con lujos y detalles omitiendo el hecho de que se refería al inframundo y que el hombre que la había salvado era el mismísimo dios de la guerra. Sin importarle el perder una clase, explicó todo desde que se separaron ese día en la universidad. Le habló de ir a abrir una cuenta al banco pero acabó almorzando con el dueño del banco quién era el hombre más atractivo, serio, raro y persuasivo que había conocido. Su rostro era muy expresivo, parecía saltar de una emoción a otra cuando hablaba con ella. Hades lucía radiante, melancólico, molesto o contento, todo en cuestión de segundos.
Luego le explicó lo de despertar en un lugar desconocido, la huida y luego el cómo se libró de ser abusada sexualmente por unos tipos. Durante el relato John estaba conmovido, olvidando el cigarrillo para beber de vez en cuando un sorbo de café.

— Eres una guerrera, ¿no lo crees? Sobrevivir a todo eso manteniendo el enfoque - preguntó, logrando que la chica sintiera calor en sus orejas y en las mejillas ante tal comentario -, eso es el instinto de supervivencia. Todos los humanos lo tenemos pero es más común congelarse a reaccionar.

— Pude evitar toda la situación, eso me da rabia – confesó bebiendo su olvidado café. El aroma a chocolate extinguido le devolvió un poco a la realidad puesto que se había perdido de nuevo –. Siento que soy demasiado tonta.

— No lo eres, para nada - la elogió el hombre rubio - Y no te reúnas con el jefe del banco, es obvio que él te secuestró.

— ¿Aidoneus me secuestró? No tiene sentido, en el almuerzo resultó tan cordial y agradable. No con buen humor, pero agradable - respondió ella defendiendo al hombre que conocía sólo por un rato, ¿por qué lo hacía? ¿Por lo que sintió cuando sus palmas se tocaron por primera vez? Lo había sentido cálido en el pecho, se extendió por todos sus miembros y la calentura atacó cada rincón de su cuerpo menudo.

— Pues es obvio... - explicó el otro, agachándose un poco para ver directamente los ojos azure de Kore - Dices que lo último que hiciste fue almorzar con él, luego no recuerdas nada y despertaste en una cama desconocida. Es un secuestrador amable por no violarte pero secuestrador al fin.

— ¿Y cómo podría estar segura de que él es mi secuestrador? - preguntó, frotando sus muñecas porque de pronto dolieron como si padeciera de un trastorno. No entendía bien, no le dolían desde hace un buen rato - De pronto comenzaron a dolerme las muñecas, ¿será normal?

— ¿Dónde vive él? Sería una gran pista - el hombre rubio buscó algo en su bolso, entregándole una pelota blanda para apretar, anti estrés -. Es psicosomático, después del trauma que viviste las secuelas reviven de vez en cuando para molestar. Por ejemplo un dolor en cierto lugar, comezón, cosas que reviven el momento. Es normal en un trastorno de estrés post-traumático.

No podía decir que era el hombre más brillante que conocía porque era demasiado apresurado en ese caso y no deseaba quedar como la chica pueblerina haciendo halagos a todos a quienes conocía desde hace poco, como si tuviera un crush cuando no lo tenía. Evitó nombrar al Inframundo, así que omitió la respuesta a propósito y él obviamente lo notó.

— Bueno, si sabes por dónde vive y mágicamente apareciste en ese lugar tras no recordar nada entonces yo estaría atando cabos - bebió otro sorbo de café, la diosa menor lo imitó ya que su cerebro trabajaba a toda velocidad en esos momentos.

Aidoneus + cena + vino = resaca = inconsciencia. Inconsciencia + movimiento sin consensuar = secuestro. Aidoneus + resaca + movimiento inconsciente = secuestro. Si es que las matemáticas no le fallaban.

— ¡Así que él me secuestró! - dijo al fin - Pero es una buena persona, atento, gracioso, amable.

— Es como si dijeras que yo soy una buena persona conociéndome sólo por treinta minutos, ese tiempo no es suficiente para emitir un juicio racional. Tú no eres muy racional de todas formas, Kore, pero supongo que al ser secuestrada sabes bien lo que debes hacer.

— ¿Lo hago? ¿Sé que es lo que debo hacer? - se preguntó a sí misma.

— ¡Pues no juntarte con él, Kore Valois, Jesucristo! - refunfuñó y blasfemó en volumen alto, causándole risa a la chica que antes estuvo desanimada por su mala suerte – Es obvio que tiene un trastorno mental, es un psicópata. Seguro no ha ido a una consulta en su vida, ir por la vida llevándote a la gente a casa no es normal.

— Sólo me parecía un buen sujeto, no dudé nada.

— A veces hay que dudar incluso de nuestras dudas.

Sus heridas estaban sanando, Eros y Atenea estaban al pendiente y ahora oficialmente consideraba a John Desmond como un amigo. Él lograba que el evento de tres días atrás pareciera hilarante cuando una chica normal todavía yacería en cama muerta de miedo. Ella pudo ser de ese grupo pero lo evitó manteniendo su mente ocupada y todos sus planes en el horizonte.
Finalmente el otro puso los ojos en blanco, admirando a la diosa que esperaba sentada en el césped.

— Abracadabra - murmuró sin demasiadas ganas, o al menos eso fingió -, pata de cabra, agua de rana. Como sea, mira ahora dentro de tu libro.

La chica abrió Lais en una página en blanco, adentro había un botón de rosa amarillo como el sol. Lo tomó entre sus manos, prendiéndolo en su cabello del lado izquierdo.

— ¿Gracias, señor Desmond?- aguantó una carcajada al mismo tiempo que miraba a su alrededor para asegurarse de que nadie había visto tan tierno gesto. No sería ella quien arruinara la reputación de su nuevo amigo.

— Si la usas del lado izquierdo servirá para disimular la hinchazón de tu pómulo derecho, esa rosa llamará más la atención - explicó con una suave sonrisa torcida, acomodando la rosa en su cabello rubio claro. La menor le devolvió una sonrisa.

— ¿Eres un mago?

— No, no lo soy - respondió con una carcajada, retomando el cigarrillo que iba a la mitad a pesar de no haber fumado casi nada –. Mi madre era un poco bruja, me enseñó algunos trucos.

— ¡No puede ser! ¡Es él! Escóndeme.

Puso sus manos tras los hombros del supuesto mago, escondiéndose tras de él a pesar que Hades ya venía para ese lugar. Llevaba entre sus manos una bolsa de regalo con una gran cinta roja. John vio al hombre sin entender nada, girando sólo un poco para mirarla con una expresión de duda en el rostro.

— Aidoneus, el secuestrador.

John Desmond se puso de pie cruzado de brazos, cubriendo con su altura a la pequeña diosa de la primavera furiosa pero al mismo tiempo asustada. No podía creer lo que había sucedido aún pero no estaba dispuesta a darle el beneficio de la duda aquel hombre ese día, no cuando aún dolían sus heridas.

— Kore... - comenzó el hombre una vez ya enfrente, más alto que todos ahí - Te mereces una disculpa, no sé lo que estaba pensando cuando hice semejante estupidez. Sé que es díficil de perdonar, pero...

— Imperdonable - corrigió el profesor.

— Perdón, ¿tú quién eres?

— Soy su amigo, John Desmond - extendió su mano con rudeza, sin ser correspondido -. No es un placer conocerte.

—  No vine a hablar con el payaso sino que con el dueño del circo - espetó, apartándolo del camino de un empujón para ver a la diosa con su apariencia humana.

— ¡¿O sea que mi vida es un circo?! - gritó Kore, dando un paso al frente - ¿Y eso qué es? - gritó señalando el paquete que traía el otro con un interés bien fingido.

— Tu abrigo. Kore, lamento tanto lo que pasó... - comenzó nuevamente - Si me dejaras explicar lo que sucedió realmente.

— Te aprovechaste de mí - respondió con la voz quebrada -, confíe en ti.

— ¿Ese es mi abrigo? - preguntó John quitándole el abrigo de las manos al mismísimo dios del inframundo. El hombre con una casi imperceptible corona negra lo fulminó con su mirada.

— ¿Tu abrigo? - preguntó alzando una ceja.

— Sí, te doy las gracias al menos por reparar el abrigo de John.

— ¿Podemos hablar en privado, por favor? - pidió Hades, acercándose nuevamente pero siendo frenado otra vez por el humano - ¿Podrías dejar de ser un estorbo?

— Es mi especialidad, secuestrador.

Kore puso una mano sobre el hombro del profesor.

— Está bien, se acabó - la chica dio un paso enfrente -. Aidoneus, no tengo nada que hablar con usted. Cometió un terrible error al contactarme nuevamente.

— ¿Podríamos conversar esto a solas?

— No, no podemos - replicó ella, subiendo las mangas de su blusa blanca para que viera las marcas de dedos que aquellos desalmados habían dejado en su cuerpo-. También lo culpo por ello.

— ¿Quién te hizo eso?

— A ver, Kore es mi protegida - John Desmond apoyó un dedo sobre el traje impecable de diseñador - y no dejaré que un bastardo egoísta con claros trastornos mentales y problemas de humor la lastime otra vez, ¿entiendes? Estás demente si crees que secuestrar a una persona es poca cosa, ¿y sabes qué? Te ofrezco una consulta gratis - una tarjeta blanca apareció en su mano derecha, metió esta en el bolsillo del otro dando pequeños golpes sobre su pecho -, llama para agendar una cita, idiota.

Kore no vio venir el puñetazo que le soltó Hades a John en el pómulo, el profesor rió en el suelo escupiendo un poco de sangre fresca. Justo cuando se había puesto en pie tambaleando y listo para atacar Kore se interpuso, deteniendo el golpe. Sabía que los hombres no hablaban sino preferían golpearse pues los puños para ellos valían más de mil palabras.
Al grito mental de ayuda llegó Atenea apareciendo en escena, con sus ojos verdes miró a Hades directamente a los ojos.

— Lárgate - ordenó.

— Oblígame.

Los ojos de la diosa de la sabiduría centellearon como dos estrellas de fuego fatuo, tuvo que usar gran parte de su poder para controlarse y no llamar más la atención de los pocos curiosos quienes veían la escena a lo lejos. Finalmente la diosa de la primavera con sus iris rojos dio un paso al frente, viendo a los tres llena de preocupación. No deseaba que Atenea se expusiera ante toda la universidad, tampoco quería ver a John más lastimado de lo que ya estaba y no quería ver a Hades rondando por allí creyendo que ella estaba interesada cuando en esos momentos estaba muy molesta con él, seguramente su molestia duraría unos días, no menguaría viendo su precioso rostro tan seguido cuando casi por su culpa habían casi abusado de ella.

¿Lo culpaba? Claro que sí, él la había llevado a su hogar sin su permiso obligándola a huir despavorida por callejones oscuros como laberintos.

— Vete, no quiero saber nada de ti - murmuró en voz baja a medida que el árbol a sus espaldas comenzaba a secarse sin razón aparente dejando caer sus hojas al suelo -. Por favor, no es el momento.

— Nunca será el momento, es un maldito psicópata - John mantenía su labio sangrante cubierto con sus manos, un hilo de sangre brotaba del corte en su pómulo derecho.

— Por favor, vete – suplicó al dios del Inframundo, silente en esos momentos –. No hay nada de lo que debamos hablar.

Tomó su café entre sus manos antes de correr rumbo al edificio cercano del internado femenino, no sabía cuánto más seria capaz de mantener su fachada humana.
Entró en su habitación cogiendo su cabeza, le daba vueltas y su cuerpo cambiaba encogido en el suelo. Habían tantas imágenes en su cabeza, sin nadie con quién hablar realmente porque Eros cuidaba de Psyche y su mentora estaría ocupada con Hades. No creía ser capaz de ver el rostro magullado del profesor sin sentir vergüenza de ella misma.

— Por Rea, ¿qué haré? – se acomodó en la silla de su escritorio para ver el ocaso, pensando en todos los problemas que le había causado a la gente que estimaba. Tuvo un minuto de debilidad donde miró su teléfono, su instagram sin fotos y visitó el perfil de Artemisa quien la noche anterior tuvo una noche de videojuegos con Eros. No lo pensó y le envío un mensaje.

"Hola, te necesito."

•••••

Hades fumaba un cigarrillo apoyado en su balcón, no había deseado cortar el árbol que le impedía entrar a su propia habitación principal, pero lo tenía sin cuidado mientras el humo gris del Marboro subía al ambiente cansado del submundo donde vivía. Era un lugar fabuloso de noche, los edificios negros brillaban por la tenue luz y sus ventanas creaban un collage digno de admirar.
Hace unos minutos había tenido sexo con Minthe, y en esa ocasión él se había comportado como un hijo de perra.

La había citado en su casa con el único propósito de tener sexo, sin preámbulos ni juego previo.

Quizás la había lastimado, quizás no, para él Minthe a veces actuaba como una máquina sin sentimientos.
Había roto su falda con sus manos fuertes, lanzó la tela inservible hacia algún rincón y bajó las largas medias negras para hacerla suya contra la mesa del comedor.
Cuando ella quiso mirarlo él simplemente empujó su larga melena castaña rojiza para cubrirle el rostro. No quería pensar que ella era Minthe, que su suave piel era rojiza, sino más bien imaginó que era suave e inmaculada como si fuera una falta de respeto acariciar esa piel sin mancha ni defecto, totalmente limpia. Imaginó las voluptuosas curvas generosas de Kore en lugar del cuerpo más escuálido, en lo apretado que sería tener su miembro dentro de ella por primera vez en su vida para luego repetir, y repetir, y repetir.

Ella era una virgen perfecta en comparación a su amante, cuando tuviera a Kore la imaginaba extendida en su cama con una aureola de cabello rosa, sonriendo con timidez y oculta persuasión como burlándose de su falo erecto porque sólo era necesario verla más de un minuto para sentir apretado sus pantalones. La quería dispuesta, húmeda, jadeante y divina, empuñando sus sábanas blancas cuando la tomara por vez primera.

A su cabeza acudieron las últimas palabras que le dirigió el humano rubio antes de marcharse.

"Una cosa más, psicópata. No puedes poseerla, no es un bien inmueble no una propiedad donde puedes marcar como un perro con orina. Es un ser humano, cuando lo entiendas las cosas podrían cambiar a tu favor."

Dioses, como odiaba a ese hombre. El solo pensamiento lo llenaba de una ira melancólica al pensar que quizás – sólo quizás – el rubio tenía razón y que el jamás podría poseerla. Nunca podría empotrarla en la ducha cuando despertaran luego de un desayuno romántico, nunca podría dilatar su pequeño cuerpo para que lo tomara y tal como había dicho el humano "hacerla su mujer". Quizás era sólo más egoísmo, quizás merecía estar solo.

"No, soy una buena persona. Merezco ser amado."

Cuando bajó para ofrecerle a Minthe un café al menos supo que se había ido. Había una pequeña nota en la mesa con marcas de delineador y humedad, tal vez sudor. Le pedía que no la despidiera por faltar a la oficina un par de días porque era la primera vez que en sus brazos fue un juguete sexual, y ella no pudo aguantar sentirse usada.

— Mierda.

Frotó sus sienes cansado de estar ahí, sirvió una copa generosa con whisky que bebió a toda velocidad. El fuego bajando por su garganta no ayudó en nada, cayó sobre un sofá sirviendo más alcohol hasta que la botella estuvo vacía.  Ahora no tendría compañía, y cuando Hécate lo supiera querría matarlo por dejarla ir tan fácil.

*****

Kore faltó un día a clases, no podía mirar a ninguno de sus amigos al rostro.

Artemisa había aceptado sus disculpas después de lo dicho en la última ocasión que se vieron pero ella se rehusaba a viajar a Londres. No obstante dijo que enviaría a un representante pronto para asegurarse que vivía con las mínimas condiciones de salubridad, aunque se mostró sorprendida al saber que la mismísima Atenea era quien la había tutelado. Hablaron sobre lo peligroso que era Hades, una muy mala fama le precedía por ser un supuesto despiadado tirano en su mundo donde finalmente todos vivían bajo sus reglas. Ella no podía dejar de pensar en los horribles acontecimientos ocurridos en el Inframundo.

Atenea a último momento le informó de una cena familiar en casa de Zeus donde pensaba presentarla oficialmente como su protegida. Su madre jamás acudía a esas celebraciones al ser más antisocial y considerarlo algo innecesario cuando eran pequeñas tertulias para beber el té. Aquella tarde salió del lugar evitando todo contacto humano, encontrando un paquete en su casilla de correo. Era un simple medallón dorado con su nombre en él por ambos lados, sin pensarlo mucho lo prendió de su muñequera antes de ir en búsqueda de su tutora al departamento de leyes. Por un momento pensó en todas las disculpas que debía pedir a ella y a su otro amigo, el simple hecho le provocaba jaqueca.

— Estoy lista, mi señora - anunció al hacer una leve reverencia a la mujer pelirroja que usaba una larga túnica dorada sólo ajustada por ciertas piezas de metal que servía como armadura. Le sonrió compasiva cuando la vio, Kore era tan pequeña como una niña a veces y vestía un simple vestido corto color blanco adornado de orquídeas rosas a modo de cinturón. Cogió su cabello en una alta coleta que golpeaba su espalda baja con cada paso.

— Luces adorable - una escalera ascendente luminosa como el sol a mediodía apareció delante de ambas mujeres, Atenea sonreía como si el suceso visto miles de veces la fascinara todavía, en cuanto a la Diosa de la Primavera no podía cerrar la boca. Subieron peldaños casi infinitos, ínfimos bajo sus pies con sandalias doradas. Al llegar a quien vieron primero fue a Hebe jugando con su muñeca de porcelana favorita.

— ¡Tía Atenea! ¡Perséfone! - gritó la niña echándose a sus pies.

— Mi preciosa - señaló Hera acercándose a Perséfone, abrazando su cuerpo menudo mientras sostenía con la otro un cigarrillo de forma elegante. No olía tan bien como el tabaco aromatizado, tampoco le pediría un shot -, yo y las plantas de mi jardín te extrañamos.

Estrechó sus brazos una vez más antes de guiarla rumbo al salón donde todos bebían ambrosía, ella sólo pidió un té tras jurar no beber alcohol nunca más. Al dirigir su mirada al rincón no le sorprendió ver a Hades quien le hizo una seña que Perséfone que no correspondió, sin embargo el hombre con toda la compostura fue a sentarse a su lado. No dijeron nada por varios minutos, sólo escuchaban el parlar de todos a su alrededor sobre todo la risa del púrpura Zeus con su largo cabello y las indirectas que enviaba a su esposa. Hebe corría de un lado a otro, incluso la vio beber un concho de ambrosía de una copa flauta. Iba a decirle a Hera cuando el otro tomó su mano recorriéndola. Fue como electricidad pura, pequeñas rosas amarillas adornaron como una corona su cabello rosa. Soltó su mano a toda velocidad, mirándolo.

— ¿Qué sucede? - preguntó la chica, bajando un poco la falda para cubrir sus rodillas.

— Sigo sin darte la explicación que mereces. Es sólo que durante el almuerzo bebiste de más y te llevé a mi casa para que estuvieras segura porque no sabía ninguna de tus direcciones, no fue mi intención que tuvieras la idea de haber sido secuestrada - el hombre de azul lo miró con sus grandes ojos negros, ella tragó en silencio.

— ¿Y para eso me encerraste sin siquiera dejar una nota?

— Mi error - admitió, encogiéndose en su asiento como si intentara esconderse del mundo -, pero juro que todo fue con buena intención. 

— No sé... - divagó la mujercita, mirando la punta de los dedos de sus pies - La situación es muy sospechosa, creo que debería pensar en esto con más detenimiento.

— Juro que no fue con mala intención - volvió a mirarla desde más cerca, admirándolo de regreso porque simplemente era un rostro demasiado atractivo como para no ser apreciado. Embobada giró su rostro caliente por la pena que le daba mirarlo sin poder resistirse.

— Dioses, ayúdame - pidió con sarcasmo mirando el cielo estrellado pintado en la salita.

De pronto su brazalete se iluminó, la silla desapareció transformándose en un agujero negro que tragó a la mujer como el hoyo de Alice in Wonderland, excepto que sin conejo. Todo era negro a excepción de una vela negra que iba a su altura iluminando su rostro.
Cayó boca abajo sobre su cama, suspirando asustada y tocando su cuerpo entero por miedo. No había nada extraño en ella, sólo el brazalete brilló unos segundos más antes de apagarse completamente. Parpadeó, arrastrándose hasta el armario para desnudarse y ponerse pijama. Ató su cabello en una cola alta, acariciando su cuerpo sobre el pijama corto antes de meterse en la cama.

No entendía nada, su mundo estaba de cabeza.

Al día siguiente caminó con sus jeans y blusa blanca rumbo a su trabajo de medio tiempo, una pastelería a una cuadra del lugar.

Ordenó la caja, lavó sus manos y esperó tras la caja registradora.
John fue a visitarla, lucía mucho mejor que antes, compró un pastel antes de ir a impartir una clase. De pronto escuchó la campanilla, escuchó un golpe y miró en dirección a la puerta.

— ¿Usted de nuevo? – miró hacia la puerta, notando al mismísimo Aidoneus con un ramo de flores – Dije que necesitaba tiempo para pensarlo.

— Anoche desapareciste por arte de magia – explicó el otro –, ¿podemos hablar ahora, por favor? Prometo comprar todos los pasteles que tengas a la venta.

--------------------------------------------------------

ACTUALIZADO
No hay grandes cambios, sólo disfruté leyendo las conversaciones de John. Definitivamente el personaje que me resulta más divertido.

¡Espero que lo disfrutaran! El próximo estará seguro para el sábado o viernes, amores.

¿Teorías? ¿Quien es su favorito? Déjenme saber.

Continue Reading

You'll Also Like

322K 21.8K 46
ANTES CONOCIDA COMO CLUB DE DADDY'S (RENOMBRADA) ¿Una mujer para una docena de hombres? Suena a muchos, por no decir que parece sacado de una pésima...
122K 8.3K 54
𝗕 ❙ Unos adolescentes asisten a un campamento de aventuras en el lado opuesto de Isla Nublar y deben unirse para sobrevivir cuando los dinosaurios c...
15.1K 2.3K 32
Karla es una joven universitaria la cual, por obra del destino, presencia por error a uno de los pocos seres en el universo incapaz de ser visto por...
86.3K 6.1K 56
Liah, princesa de Evigheden, próxima monarca del reino más grande y poderoso conocido hasta la fecha. Luna, princesa de Calanthe, próxima esposa de l...