Cuarentena

By fuckingOT

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Natalia y Alba no se conocen pero acaban pasando la cuarentena juntas. Habrá que buscar algo con lo que entre... More

Estado de alarma I
Estado de alarma II
DÍA 1: Primero de apocalipsis
DÍA 2: Maldito bicho
DÍA 3: Paticorta vs patilarga
DÍA 4: No te tires a un facha
DÍA 5: El juego del gato y el ratón
DÍA 6: Chin-chin
DÍA 7: Aclaremos una cosa
DÍA 8: No todo lo hago tierno
DÍA 9: Mi puerta está abierta
DÍA 10: Tocada y hundida
DÍA 11: Bájalo del todo
DÍA 12: No digas nada
DÍA 14: ¿Del 1 al 10?
DÍA 15: Llorando corazones
DÍA 16: Something about you
DÍA 17: La nueva normalidad
DÍA 18: Pintura mural o grafiti ilegal
DÍA 19: Ojalá ganen los buenos
DÍA 20: Va contra las normas
DÍA 21: Primera señal
DÍA 22: Vamos a la ducha
DÍA 23: El freno de mano
DÍA 24: Misión cumplida
DÍA 25: Profe Natalia
DÍA 26: Irresistiblemente apetecible
DÍA 27: Borrar el límite
DÍA 28: No me llames amiga
DÍA 29: Cambió mi suerte
DÍA 30: El estúpido plan
DÍA 31: Entrar en calor
DÍA 32: Por un beso
DÍA 33: Yo no quería
DÍA 34: Fan número uno
DÍA 35: Bendito infierno
DÍA 36: Un beso de cita
DÍA 37: Kilómetro cero
DÍA 38: La burbuja va a explotar
DÍA 39: A través de la pared
DÍA 40: Confío en ti
DÍA 41: ¿Y ahora qué?
DÍA 44: Modo luna de miel
DÍA 52: Debe ser 50/50
DÍA 56: Cámara oculta
DÍA 65: Lucecitas de Navidad
DÍA 73: Mujer florero
DÍA 93: Comedia romántica
DÍA 100: La nube más alta
DÍA 134: Jugar en equipo
DÍA 148: No me sueltes
DÍA 173: Casilla de salida
DÍA 239: Los ojos nunca mienten
DÍA 274: Mal presentimiento
DÍA 485: Las historias de amor...
DÍA 486: ...no tienen final
DÍA 518: Mi recuerdo favorito
DÍA 2689: Hoy y siempre
DÍA 2690: Treinta mil días

DÍA 13: Hay que ser valiente

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By fuckingOT

ALBA POV

Al salir de la ducha que me he dado tras acabar de hacer deporte, voy hacia el salón y veo a Natalia sentada en el suelo al lado del sofá, acariciando la cabeza de Queen que está tumbada sobre uno de los cojines con pinta de estar en la gloria con las caricias de la morena.

– ¿Tú no ibas a comprar? – llamo su atención y se gira mirándome con un puchero.

– Sí, pero me he acercado un momento a ver si me hacía caso, ha empezado a ronronear contra mi mano y ya me ha dado pena moverme. Es que mira qué mona, ya no huye de mí.

– ¿Ya le has perdonado la traición de ayer? Mira que encontrar el peluche y traérmelo...

– Pues sí. ¿Sabes por qué?

La miro confusa por el tono pícaro que ha usado y la veo sonriendo de lado, casi con maldad. No entiendo porque se ha puesto así hasta que mete la mano el bolsillo de la sudadera que lleva puesta y saca el ratoncito, agitándolo delante de mi cara y sonriendo aún más.

– ¡Hala! Pero si es súper pronto. ¿Cómo lo has encontrado ya?

– Oye ya me iba tocando algo de suerte, que llevas tres días usando tú el privilegio.

– Buah, no tendría que haberlo metido en el zapato.

– No era mal escondite, pero justo hoy que voy a la compra y me he vestido... No ha sido la mejor idea. En cuanto he ido a por las zapatillas al armario de la entrada se me ha ocurrido mirar en los demás que están ahí guardados.

– Pues nada oye, hoy te toca a ti. ¿Para qué lo vas a usar? ¿Para averiguar uno de mis turbios y vergonzosos secretos o para retarme a algo tremendamente humillante? – exagero con dramatismo mientras me siento en el sofá, haciendo que Queen se separe de la mano de Natalia para acurrucarse conmigo.

– Hala, acabas de venir y ya se ha olvidado de mí – protesta como una niña pequeña. – Y no mientas, que ninguno de los días me he portado mal con el juego, aunque hoy a lo mejor me lo pienso.

– Claro, porque con lo mala que eres igual no te toca hasta dentro de una semana – me río.

– Sí, sí, tú vacila, que te vas a enterar. Me voy ya, que se me va a hacer tarde. A ver si por el camino me da el aire y me inspiro.

Sin llegar a levantarse del todo del suelo se acerca a Queen que sigue a mi lado.

– Adiós Queen, gracias por hacerme caso, aunque me cambies por la rubia a la primera de cambio – le dice con ternura para después acercarse a dejar un besito en su cabeza que la gata recibe con gusto, gesto que me saca una sonrisa.

– Oye, oye, ¿qué son estos mimos? No le hagas la pelota para que te haga más caso, chantajista – protesto en broma, lo que hace que cuando Natalia acaba de ponerse de pie se vuelva a inclinar para dejar un beso suave en mi mejilla.

– Envidiosa – se ríe mientras se aleja para marcharse por fin.

– ¡Ten cuidado en el super! – grito justo antes de que cierre la puerta.

Me salgo un rato a la terraza a tomar el solecito que está dando mientras me empiezo a leer un libro de esos que tenía pendientes desde hace mil años, hasta que sale Julia y lo dejo para pasar el rato con ella.



NATALIA POV

En cuanto llego a casa y dejo las bolsas en la cocina, Alba viene de la terraza a ayudarme con la compra, así que después de pasarme por el baño a lavarme bien las manos, nos dedicamos a guardar las cosas en su sitio.

– ¿Estaba Julia fuera también? O te estabas descojonando sola – pregunto después de unos minutos.

– No, estaba con ella. Aún no he llegado a ese punto de la cuarentena de volverme loca. Es que hemos empezado a jugar al qué prefieres y me estaba meando con algunas de las ocurrencias de Julia.

– ¿Al qué prefieres? Típico de Juls.

– Sí, le he dicho que no se vaya, que en cuanto acabara de ayudarte salía otra vez. ¿Vienes?

– Claro – digo contagiada por el buen humor de la rubia.

Seguimos recogiendo las cosas que he comprado y en nada de tiempo salimos las dos a la terraza.

– Veo que traes refuerzos. Hola Natinat – me saluda nuestra vecina.

– Hay que repartirse tu intensidad Julita, que a veces te pasas.

– Anda exagerada, si nos lo estábamos pasando genial.

– Venga va, vamos a seguir – dice Alba sentándose en una de las sillas y yo acerco la otra para ponerme a su lado.

Entre el sol que hace hoy, las risas y la buena compañía, se me pasa el tiempo volando, y antes de que me quiera dar cuenta es la hora del aperitivo.

– Oye, me está apeteciendo una cervecita antes de comer, ¿te traigo una? – pregunto a Alba a la que me levanto.

– Ay sí, porfa.

– Oye, que caiga otra por aquí – pide Julia.

– Sí claro, las cervezas no se tiran entre terrazas, que no estamos para desperdiciarlas.

La oigo protestar de broma mientras entro a la cocina a coger un par de latas y vuelvo a sentarme. Le paso la suya a Alba y esta me lo agradece inclinándose para darme un beso en la mejilla. Mientras abro mi lata veo como Julia nos mira con una sonrisilla tonta. No le tendría que haber contado nada joder. Mira cómo se pone por un beso de nada que ni tiene importancia.

– ¿A quién le toca? – pregunto.

– A mí, a mí – dice rápidamente la gaditana. – Esta va para Alba. Qué prefieres: estar sola en una isla desierta solo con Natalia o solo conmigo.

– Pfff, vaya mierda de opciones las dos – bromea la rubia. – Voy a decir Natalia, que esto de la cuarentena es casi como una isla desierta y tampoco nos apañamos tan mal.

– Tomaaaa, si es que he traído cervezas, contra eso no hay nada que hacer – busco picar a Julia, girándome a brindar la lata con Alba.

– Qué ofensa, esto no te lo perdono – se queja a pesar de que, conociéndola, está encantada con la respuesta.

– Me toca – dice ahora Alba. – Nat, qué prefieres: no volver a tocar la guitarra nunca más o no poder cantar nunca más.

– Esa no es tan difícil, no puedo no cantar. Elijo no poder tocar, ya contrataré a alguien que me siga por ahí con la guitarra a todas partes.

– A mí me faltan un par de clases, pero igual te sirvo – responde encogiéndose de hombros con una indiferencia que no me termino de creer por culpa de la sonrisa que intenta ocultar tras la cerveza.

– Está bien, el puesto es tuyo – sonrío también y me giro hacia la terraza de enfrente antes de que Julia comente algo inapropiado. – Vale a ver, Julia: no enterarte nunca más de un cotilleo o enterarte de todos pero no poder comentarlos con nadie.

– Qué cruel Natalia, con lo divertido que es cotillear de la gente con amigas. Uff, voy a decir lo segundo aún así. ¿Te imaginas no enterarme de nada nunca más? Me da algo – responde mientras exagera con gestos con las manos. – Natalia.

– ¿A mí otra vez?

– Pero si antes se la he hecho a Alba, no te intentes escaquear. Venga, imagínate que estás con alguien que te mola – uy Julia, por ahí no. – Quedarte con las ganas o quedarte a medias.

– ¿No es lo mismo? – pregunta Alba.

– No, quedarte a medias es no terminar la faena y quedarte con las ganas es no llegar ni a empezar.

– Pues... supongo que quedarme a medias. Al menos algo me llevo.

– Yo creo que hubiera elegido lo mismo, aunque quedarse a medias es una putada – está de acuerdo Alba.

– Vale pues está claro que ninguna de las dos elige quedarse con las ganas. Siguiente pregunta – miro a Julia con reproche porque se le notan las intenciones, pero ella me sonríe con inocencia. Maldita.

Nos pasamos muchísimo tiempo más entreteniéndonos con este juego tan tonto, hasta que se nos empieza a hacer tarde.

– Venga la última que tenemos que ir a comer. Alba... – la miro entrecerrando los ojos como si estuviera pensando mucho lo que le voy a preguntar.

– ¡Vamos! Que me pones nerviosa – protesta golpeándome el hombro sin fuerza.

– Qué prefieres: cantarme La flaca cada vez que te lo pida o que Queen desaparezca para siempre.

– Joooder, has ido a hacer daño ehh, con Queen no se juega. Además, ¿qué tiene que ver la una con la otra?

– Tienes que elegir.

– Si es que es trampa, has puesto lo de Queen para que tenga que escoger la primera sí o sí.

– Entonces eliges...

– Pues cantarte la canción, que va a ser – responde con resignación. – Me preocupa tu obsesión, también te lo digo.

– Juls ya la has oído, ve pensando un día para el karaoke que Alba tiene ganas de cantar.

– ¡Yo no he dicho eso! – se queja mientras yo me río.

Al final nos despedimos de Julia para ir a hacer la comida entre las dos mientras comentamos algunas de las mejores preguntas. La verdad que ha sido muy divertido, a pesar de que a veces me he puesto un poco tensa con algunas de las que preguntaba nuestra vecina, que siempre intentaba llevar el tema por lo sexual.

– Es que Julia no se corta nada, es una sinvergüenza – comenta Alba mientras corta las verduras.

– Con estos juegos se pone en plan quinceañera y lo lleva todo por el mismo camino, no tiene remedio. Aunque he de decir que alguna idea me ha dado, porque te recuerdo que aún tengo el peluche, y que es canjeable por una pregunta o reto.

– Bueno, no va a ser peor que cuando me ha preguntado si prefiero tener una esclava sexual que no me ponga cachonda o ser yo la esclava sexual de alguien a quien no pongo nada de nada.

– No sé Alba, yo te he visto muy segura contestando, como si fuera algo en lo que ya hubieras pensado – la vacilo y ella pica al instante.

– ¡Qué no! Pero es que no es tan difícil joe. ¿Vas a estar con alguien a quien claramente no pones cachondo? Obviamente no, es que al final eso te hunde.

A diferencia de antes, que su única reacción fue ponerse roja y glichear un poco cuando Julia planteó la pregunta, ahora su rostro adquiere un matiz apagado que me hace pensar en si está hablando desde la experiencia. Tan rápido como viene ese gesto de tristeza se va, pero a mí ya se me ha quedado la mosca detrás de la oreja.

– ¿Alguna vez has probado eso de la dominación? – pregunto de golpe y ahora sí, ella me mira con la cara colorada. Sé que siempre que se pone nerviosa, se pica e intenta atacarme a mí, así que por lo menos se olvidará de lo que sea que haya pasado por su mente antes. Y si además me lo cuenta, pues eso que me llevo – No digo así a lo bruto, pero ¿algo de ese rollo?

– No preguntes cosas que no quieres saber – se cruza de brazos y levanta la ceja haciéndose la interesante. Vale funciona, ahora estoy interesada.

– ¿Y si sí lo quiero saber?

– Entonces te va a costar el privilegio de hoy – señala el ratoncillo que antes había dejado a un lado en la barra de la cocina.

– Vale no respondas, que igual de aquí a que acabe el día se me ocurre algo mejor. Pero no te fíes que me guardo la pregunta en la recámara por si acaso.

Ella se ríe porque me he echado para atrás y se ha librado, pero sé que esto no va a quedar así. Sin resistirme a meterme un poco más con ella y aprovechando el rumbo que ha cogido la conversación, busco avergonzarla un poco más. Es que se pone muy mona, es inevitable.

– ¿Qué piensas que me miras tanto? – dice después de haberme quedado unos segundos con la mira fija en ella a propósito para que me preguntara.

– Estaba pensando en esto de la dominación e intentaba averiguar qué rol te pega más.

– ¡Natalia! – me tira el trapo con el que se limpiaba las manos mientras abre mucho los ojos. El color de sus mejillas ni lo comento mejor. – ¿Se puede saber qué te pasa hoy? Te juntas demasiado con Julia, ya te lo aviso.

– Sí, tienes razón, es una tontería pensarlo. Está claro cuál sería.

– Eres muy lista tú ¿no? – dice aprovechando que está sirviendo la comida en los platos para bajar la mirada y apartarla de mí. – Lo cierto es que te sorprenderías – añade con tono travieso, haciendo que ahora sí piense en eso de verdad. Uf, cualquiera de las dos opciones podría acabar conmigo.

Con eso dejamos la conversación aparcada y nos centramos en comer.



ALBA POV

Nada más levantarme de la siesta me sorprendo al ver que tengo unas cuantas notificaciones del grupo con Julia y Natalia.

MAMARRACHAS DEL 3º

*Julia*

chicas importante!!

esta noche se sale (a la terraza ya sabéis)

que mi gonzalito está de bajón y hay que animarle con una buena fiesta

*Natalia compi*

Julia a mí esto me suena excusa

que le he visto hoy a primera hora cuando he salido a fumar y estaba bien

no te habremos dado envidia con las cervecitas de antes?

*Julia*

que no, que es verdad. Hazme caso que soy su novia, lo sabré yo mejor

Alba venga dime tú que sí, que así seguro que la morena se anima

ALBAAAA

*Natalia compi*

seguro que está en el quinto sueño y no se entera

*Julia*

Natalia ve a su puerta y haz ruido, así como sin querer

*Natalia compi*

Jajajajajaja pero déjala mujer

ya contestará

Me reiría de las ocurrencias de mi vecina si no fuese porque tengo la sensación de que trama algo. Después de las preguntitas de esta mañana jugando al qué prefieres... no me fío de que no vaya a intentar provocar que pase algo con Natalia. Si es que soy tonta, para qué le diría nada ayer.

*yo*

se puede saber que hacéis que ya la estáis liando?

*Natalia compi*

es Julia, yo me desentiendo

*yo*

que es miércoles julita, dónde vas con una fiesta

*Julia*

bueno por fin se despierta la niña

mira da igual, si ahora todos los días son iguales

además que mañana hacemos dos semanas de confinamiento e igualmente os iba a decir que tocaba celebración

solo os estoy diciendo que lo adelantemos

es que he visto que a partir de mañana va a hacer frío y sé que no os va a apetecer

*yo*

alguna excusa más?

o te digo ya que sí

*Julia*

eso es un sí?

ole! pues ya somos 2/3 mamarrachas

lo que quiere decir 3/3 porque Natinat ni de coña se niega ahora

*Natalia compi*

si no me queda otra...

*Julia*

me hacéis feliz, os lo tengo que decir

a las 22:00 en la terraza

cenadas, con alcohol en mano y vestidas de punta en blanco

aunque siendo vosotras como si salís en pijama, GUAPAS

*yo*

pelota

Completamente despejada ya de la siesta, salgo al salón y veo que Natalia está tumbada en el sofá. Me hace un hueco para que me siente también y nos pasamos la tarde vagueando entre ver vídeos de youtube que ponemos en la tele, escuchar música y jugar a ratos con Queen.

Después de los aplausos decidimos empezar a prepararnos para cenar pronto y estar a las diez listas, aunque es pronto y tenemos tiempo de sobra. Delante del armario me pienso qué ponerme, y al ver a un lado los conjuntos del otro día no le doy más vueltas y cojo el vestido negro.

Voy al baño y me entretengo bastante tiempo ondulándome el pelo, para después ponerme el maquillaje. Cuando me siento lista, salgo para ir de nuevo a la habitación y justo me encuentro con Natalia que iba a entrar. Ella también está vestida y no me esfuerzo en disimular el repaso que le doy: pantalones altos, ajustadísimos, sujetos por un cinturón más decorativo que otra cosa supongo, acompañados en la parte de arriba por un top de manga larga semitransparente que deja ver el sujetador de encaje que lleva debajo. Tentador. Muy a mi pesar no lleva el abdomen al aire como suele acostumbrar, aunque sí queda una fina línea de piel al descubierto entre el cinturón y el top. Me conformaré.

– Estás impresionante – su voz hace que suba mis ojos a su cara. – Sé que es lo mismo que dije el otro día, pero es que no hay otra palabra que valga.

– A ti eso se te queda corto – contesto, y aunque lo digo en serio, pienso que igual me paso de sincera con este tipo de comentarios. Ella sonríe tímida y sus mejillas se colorean ligeramente, lo suficiente para sentirme bien porque por una vez le pase a ella.

– Gracias. ¿Has acabado? – señala el baño y yo asiento para que entre.

– Ay espera Nat. ¿Me lo subes? – me doy la vuelta para que alcance la cremallera. – Gracias – digo girándome de nuevo a la vez que me pongo de puntillas para dejar un beso en su mejilla.

Regreso a la habitación, me pongo los tacones y me echo otro vistazo en el espejo. Hago un poco de tiempo para que Natalia acabe mientras contesto algunos mensajes, principalmente de Marina que ha visto la foto que me acabo de hacer y que he subido a mis historias, y ahora me está preguntando qué hago así para estar por casa.

Voy a la cocina a empezar con la cena y Natalia ya está ahí, con su pelito corto cuidadosamente desordenado, su eyeliner para matar y un pintalabios rojo que se me hace difícil pasar por alto. Qué caraza tiene por favor.

Al acabar de comer lo que hemos preparamos busco las botellas de alcohol que seguimos teniendo.

– Quieres ron como la otra vez ¿no?

– Sí, porfa, pero saca también el tequila, que igual caen unos chupitos – responde ella desde la cocina.

– Uy, vas fuerte hoy ehh – digo entre risas.

Voy a por el limón y el salero a la cocina y lo saco todo a la mesita de la terraza. Cuando estoy apartando las sillas para tener más espacio aparecen Julia y Gonzalo, que me saludan contentos.

Empiezo a preparar las copas mientras viene Natalia, que al llegar me agradece que le dé la suya con un beso en la mejilla. ¿Qué nos ha dado hoy con los besitos? Bromeamos y charlamos con la pareja, y entre anécdotas de fiesta más vergonzosas que graciosas, se va la primera copa.

Se empieza a animar rápido el ambiente cuando Julia pone una playlist que ha preparado de reggaetón antiguo. Pasan los minutos, pasan las canciones y Julia y yo lo damos todo. Se me acaba la copa y al pensar en echarme otra, me doy cuenta que llevo un rato sin centrarme en Natalia. Me doy la vuelta y la veo apoyada en la pared de la esquina de la terraza fumándose un cigarro y mirándome, así que me acerco a ella, dejando a un lado mi copa vacía.

– ¿Tú qué? ¿No bailas?

– Estoy fumando.

– ¿Y no sabes hacer dos cosas a la vez? Es fácil, mira – sin esperar a que diga nada le quito el piti de la mano y dándole una calada me muevo al ritmo de la canción.

– Ni siquiera esos movimientos me van a distraer lo suficiente para no darme cuenta de que me has robado mi cigarro – dice mirándome de arriba abajo sin pudor.

– ¿Verme bailar te distrae?

– Devuélvemelo – ignora mi pregunta.

Ella sonríe y yo imito su gesto, dando otra calada y expulsando el humo en su cara. Nos hemos acercado bastante. Me mira intensamente y eso hace que me bloquee por unos segundos, pero me recompongo y decido seguir divirtiéndome. Con mi mano libre cojo el cubata que tiene en la suya y le doy un trago, haciendo que ella sonría más, incluso suelta una risilla por mi descaro.

– ¿Vas a bailar en algún momento de la noche?

– Si quieres que baile contigo solo tienes que pedirlo – responde intentando recuperar el cigarro que ya casi está consumido, pero yo echo la mano para atrás para evitarlo.

– ¿Te apetece un chupito?

– ¿Qué te ha dado con las preguntitas? – se ríe y yo doy la última calada antes de apagarlo. – Se supone que me toca a mí preguntar esta noche.

– ¿Y te has decidido ya?

– Le estoy dando vueltas, hay demasiadas opciones tentadoras – me sonríe traviesa. – Venga, ya que me has robado mi copa prepárame el chupito.

Dejo su copa en la mesa al lado de la mía y corto dos trocitos de limón. Lleno dos vasitos y cojo el salero para echar un poco en su muñeca y en la mía después de chuparlas. Cada una la suya claro. Nos lo tomamos y al terminar con el limón ella me agarra del brazo para arrastrarme un par de pasos hacia el otro lado de la terraza y ponernos a bailar.

Me lo estoy pasando genial, entre bailar con Natalia, reírme de las tonterías de Julia y ver cómo Gonzalo intenta seguirle el ritmo a su novia, se está yendo la noche volando. Después del que creo que es el tercer chupito, Natalia me coge de la mano y me pega completamente a ella, tomándose las confianzas suficientes como para dejar una mano en mi cadera y llevar la otra a mi espalda baja. Muy baja.

– Qué pasa, ¿tienes frío? – me río en un pobre intento por escudarme en el humor para no centrarme en lo mucho que me acaba de invadir su olor. En realidad, yo con este vestido un poco de frío sí empezaba a tener, pero se me ha ido de golpe.

– No, es que esta canción se baila así, cerquita.

– Ya, cerquita – respondo rodeando su cuello con mis brazos. Si ella no respeta la distancia de seguridad, yo tampoco.

Gracias a mis tacones estamos casi a la misma altura, lo que hace que ella sin problema ponga una de sus piernas entre las mías y empiece a movernos al ritmo de la música. Yo me dejo llevar por ella, porque bastante tengo con no desmayarme.

Estoy a un par de roces de cadera más de ponerme a sudar, así que doy un diminuto paso hacia atrás para tomar distancia y poder mirarle a la cara al hablar.

– Creo que voy a ponerme una copa, que la he abandonado antes.

– ¿Ahora? – pregunta, y la molestia que denota su voz me haría sonreír de no ser porque con un ligero apretón vuelve a juntarnos más, haciéndome suspirar. Era muy molesto ese centímetro de distancia, claro que sí Nat.

– Sí, es que tengo mucha sed. Estoy seca, ¿tú no?

– No, yo no estoy nada, pero nada seca.

Ya está. Con esas palabras, ese tono, esa sonrisa que quiero quitarle a mordiscos y esa mirada, ha conseguido dejarme las bragas para nadar en ellas. Mucho estoy aguantando ya.

Sin decir nada me separo de ella y voy hacia la mesa para tomarme un chupito de golpe, pero no me pongo otra copa porque bastante mareada me está dejando ya la morena.

Siento que la culpable de mi estado me está mirando, y oigo una risilla que me pone enferma. Si es que lo está haciendo aposta la hija de puta. Se va a enterar.



NATALIA POV

Mientras vuelve Alba a mi lado después de tomarse el chupito, me giro a la terraza de en frente porque llevo un montón de rato centrada en Alba y no he hecho ni caso a mis vecinos. Sin embargo, no se le ve muy preocupada a la pareja teniendo en cuenta lo entretenidos que están en devorarse el uno al otro. Ellos, afortunados.

Noto la mano de Alba en mi cadera desde atrás y cómo la pasa acariciando mi espalda hasta colocarse delante de mí, lo que hace que recupere toda mi atención y de nuevo me olvido de la parejita de al lado.

Vuelve a pegarme a su cuerpo tirando mi cadera y cuando está conforme con el nulo espacio entre nosotras, coloca las palmas de sus manos en mi abdomen para apoyarse mientras baila, y a mí eso me pone mala. Qué mal te ha sentado ese chupito Alba, o qué bien. Yo pongo un brazo sobre su cuello para que no se aleje.

Para mi mala suerte esto solo dura por una canción y, cuando esta se acaba, ninguna más la sigue. Extrañada me separo de Alba y miro al piso de al lado.

– Chicas, nosotros vamos a ir entrando, que ya es tarde y los vecinos se van a quejar en nada – explica Julia.

Se despiden con prisas y se van dentro.

– Joe, qué bajón ahora, ¿no? – dice Alba con un puchero.

– Qué morro tienen. Estos lo que querían es irse a seguir la fiesta en la cama – me quejo haciendo que ella suelte una carcajada.

Me acerco a la pared de la esquina donde no da el aire y me enciendo un cigarro.

– ¿Nos fumamos el último y entramos?

– ¿Ahora sí me invitas? – pregunta acercándose a mí.

– Me lo ibas a robar igual – me encojo de hombros y ella lo coge para darle una calada. Qué placer verla fumar.

– Los disfruto más así – sonríe traviesa mientras me lo devuelve.

Fumamos en un silencio para nada incómodo y siento que por primera vez en la noche me relajo un poco. Nos lo acabamos y lo dejo en el cenicero que está a mi lado, pero ninguna hace el amago por marcharse a dormir. No estamos haciendo nada, pero hay algo que me hace querer estirar un poco más esta noche, aunque simplemente sea estando ahí de pie, sin ningún fin. Noto a Alba temblar por un momento y caigo en que debe estar congelándose con ese vestido. Con la de veces que lo he mirado en toda la noche y no me doy cuenta del frío que debe estar pasando con él. Estoy a punto de decirle que nos vayamos de la terraza, muy a mi pesar, pero para mi sorpresa Alba tampoco parece querer poner fin a la velada aún.

– Ven, – dice agarrándome de la cadera para cambiar nuestras posiciones y quedar ella pegada a la pared conmigo delante – tápame del frío.

Yo doy un paso más cerca para cubrirla del todo, reduciendo sin darme cuenta casi todo el espacio entre nosotras, y ella rodea mi cuello con sus brazos, lo que me lleva a colocar las manos en su cintura dejándonos casi abrazadas. Entre sus tacones y que yo estoy un poquito agachada, quedamos a la misma altura.

– ¿Mejor? – pregunto sin poder pensar en nada más para romper el silencio. Estás muy cerca Alba, cuidado.

– Sí – sonríe en grande, y qué bonito se ve a menos de diez centímetros – Gracias – se inclina para darme un beso que cae más en la comisura de mis labios que en mi mejilla.

Noto que vuelve a separar su cara de la mía y yo abro los ojos que inconscientemente había cerrado al verla acercarse. Al hacerlo me fijo en los suyos, tan grandes, tan bonitos y esta noche particularmente brillantes, lo que me hace darme cuenta del porqué de tanto acercamiento.

– Estás borracha.

– No, no lo estoy – niega mientras baja lentamente sus manos de mi cuello, rozando mis brazos por el camino, hasta agarrar mi cinturón y dejarlas ahí enganchadas. Yo no suelto su cintura.

– No era una pregunta. Estás borracha, te brillan los ojitos.

– Te prometo que no he bebido tanto – levanto una ceja con desconfianza. – Que sí, seguro que mañana me acuerdo de todo.

– Eso ya lo veremos.

– Es verdad, nunca bebo tanto como para no acordarme de las cosas que hago de fiesta.

– ¿Y qué pasa si ahora te reto a beber otro chupito?

– ¿Quieres emborracharme? – noto que sus manos tiran de mi cinturón hacia ella, pero es tan imperceptible el movimiento que dudo incluso que ella misma haya sido consciente de que lo ha hecho.

– Quiero probar tu teoría.

– Yo que tú no desperdiciaría así el privilegio de hoy. ¿No tenías una pregunta que querías hacerme?

– Muchas, pero me da miedo no estar preparada para las respuestas – al decir eso bajo sin querer la vista a sus labios entreabiertos y ella al darse cuenta se los humedece con su lengua. – Eres un peligro Alba Reche – susurro.

– Hay que ser valiente en la vida Natalia Lacunza.

– Valiente sí, temeraria no.

– En ese caso, supongo que es mejor que entremos – dice empujándome ligeramente y separando por fin las manos mi cuerpo.

Se dirige hacia la puerta y yo la sigo, pensando en si he entendido bien la conversación o simplemente mi cerebro alcoholizado está haciendo de las suyas. En el momento en el que Alba va a poner un pie dentro del salón se tropieza, haciendo que yo en un acto reflejo pase mis brazos por su abdomen y pegue su espalda a mi pecho para evitar que se caiga. La sostengo unos segundos mientras se le pasa el susto de casi darse una hostia y apoyo mi cabeza en la suya para que mi respiración choque con su nuca.

– Borracha – susurro divertida en su oído.

Su piel se eriza, y justo después, coloca las manos sobre mis brazos para apartarlos y poder separarse. Me alegra ver que a ti también te pone nerviosa mi cercanía.

– Han sido los tacones – se justifica agachándose para quitárselos y mientras yo aprovecho para cerrar la puerta de la terraza y bajar la persiana. Cuando me giro veo que se está yendo.

– Oye, oye. ¿Dónde vas?

– ¿A dormir? Es tarde.

– Vale, pero antes mi reto – señalo con la cabeza la botella de tequila. Cuando entiende lo que quiero me mira como diciendo ¿en serio?, y yo asiento. Quiero verlo una vez más.

– Está bien – responde con una sonrisa pícara, como si se le hubiera ocurrido la mejor idea del mundo, y mi intuición me dice que debería echarme a temblar.

Se acerca a la mesa y corta un trocito de limón para después venir hacia mí. Me coge de la mano para llevarme al sofá y sentarme en él, y aunque me confunde, me dejo hacer. Una vez me tiene donde quiere, se gira un segundo para coger la botella, el vaso del chupito y el salero, y lo coloca todo en el sofá a mi lado. Yo sigo sus movimientos con curiosidad, aunque esta se ve inmediatamente sustituida por una sorpresa enorme cuando de golpe apoya las manos en mis hombros para mantener el equilibrio y se sienta a horcajadas sobre mí. Ay ay ay, ¿qué hace? Socorro.

No respiro, no me muevo y no hago nada, porque no sé qué hacer a parte de contener el impulso de llevar mis manos a su cintura y atraerla hasta mi cuerpo. Bajo la vista a ese pequeño espacio que ha dejado entre las dos y que se me antoja enorme, pero rápido me arrepiento al ver que el vestido, ya corto de por sí, se le ha subido un poco más debido a la posición en la que está. Esto es una puta tortura, pienso paseando la vista por sus muslos desnudos, que me están abrasando incluso por encima de mi pantalón.

Ella, ajena a mi gay panic interno, sigue a lo suyo. Con toda la calma del mundo se inclina para coger la botella y le quita el tapón, coge el vasito, lo llena, lo coloca de nuevo a mi lado con cuidado de que no se derrame, y vuelve a cerrar la botella. Antes de continuar conecta sus ojos con los míos para ver el efecto que está teniendo en mí y al verme la cara de estar flipando, sonríe con suficiencia. Su tranquilidad me está matando.

Cuando lo tiene todo preparado, lleva una de sus manos a mi mentón para girar mi cara hacia un lado, y a mí se me disparan las pulsaciones por la anticipación de lo que acabo de entender que pretende hacer.

Efectivamente, baja su boca a mi cuello y da un lametón que me hace cerrar los ojos del gusto. No contenta solo con eso, vuelve a dar otro mucho más lento desde la base de mi cuello hasta casi llegar al lóbulo de mi oreja, y a mí no me queda más remedio que dejar escapar un jadeo. Sin separar sus labios, empieza a dejar besos húmedos por toda la zona y a punto estoy de desmayarme cuando me da un par de pequeñas mordidas. Después de eso vuelve durante unos segundos a los besos, esta vez más lentos y sacando a pasear su lengua.

Yo no puedo más, y soy incapaz de retener el gemido que me provoca. Noto su sonrisa contra mi piel, satisfecha con la reacción que ha obtenido de mí, y con su objetivo conseguido, se separa de mi cuello. Yo vuelvo a abrir los ojos y la veo sonreír contenta. Coge el salero, me hecha un poco en el cuello y vuelve a pasar la lengua por ahí en un movimiento muy rápido. Se bebe el chupito manteniendo sus ojos en los míos y después muerde el trozo de limón, repasándose los labios con la lengua para impregnarse bien del sabor, en un gesto que a mí acaba por matarme. Por último, se inclina y con tono ronco me susurra al oído.

– Buenas noches Natalia.

Dicho eso, se levanta de encima de mí y da un paso hacia atrás sin separar sus ojos de los míos. Me sonríe por última vez y se da la vuelta para marcharse, con un contoneo de caderas que bien podría entenderse como una invitación a seguirla.

Qué cabrona, esto me lo va a pagar.

– Alba – la llamo justo antes de que llegue a la puerta y se pierda por el pasillo.

Ella se gira de nuevo, dejándome ver en su rostro la confusión que le ha causado mi interrupción de su airosa retirada. ¿Te creías que me habías dejado fuera de juego? Me levanto del sofá para empezar a acercarme a ella, que se ha quedado parada en el medio del salón. No aparto mis ojos de los suyos, igual que ha hecho antes ella, y eso me permite ver cómo baja su mirada a mis labios cuando sonrío al ver que se ha puesto nerviosa por no saber qué voy a decir o a hacer.

Sigo dando pasos hasta ella, que no hace ningún amago por separarme cuando me junto por completo a su cuerpo. Gracias a que se ha quitado los tacones nuestra diferencia de altura ha vuelto a la normalidad. Ella está estática, no se mueve ni un centímetro, simplemente se queda ahí de pie respirando sobre mi cuello. Cuando estoy totalmente pegada a su cuerpo, me inclino un poco más y llevo mis manos a su espalda para agarrar la cremallera de su vestido.

Tan lentamente como soy capaz, empiezo a bajar el cierre, notando en mi cuello que su respiración está empezando a ser pesada y ligeramente irregular. La sensación me hace sonreír. Al ser más alta, puedo ir mirando la piel que queda al descubierto, y cuando llego al tope, me deleito con la vista de su ropa interior perdiéndose bajo la tela que cubre una de mis partes favoritas de su cuerpo. 

Coloco mis manos bajo los trozos de tela que quedan a los lados para separarlos del todo. Como siempre necesita ayuda... para que no le cueste quitárselo. Con las palmas sobre su cuerpo, acaricio toda la longitud de su espalda, abriendo más el vestido y dejando su espalda totalmente al aire. Está ardiendo

Sin contenerme, sigo arrastrando mis manos hasta tocar la parte superior de su culo, pero ya no queda tela que separar, por lo que haciendo acopio del poco autocontrol que el alcohol ha dejado en mí, resisto las ganas de arrancárselo del todo.

Separo mis manos de su cuerpo y echo la cabeza para atrás, pero sin llegar a separarme lo suficiente para volver a estar frente a ella. Si la miro a los ojos no me voy a aguantar. Pego la boca a su oído y en un susurro me despido.

– Buenas noches Alba.

Sin nada más que añadir y sobre todo sin volver a mirarla, me aparto por un lado y salgo de ahí rápido, porque como siga notando el calor de su cuerpo voy a entrar en combustión. Llego a mi habitación, cierro la puerta y me apoyo sobre ella suspirando.

Notando lo mojada que estoy, me quito la ropa lo más rápido que puedo y me meto en la cama. Llevo mi mano a mi centro y jadeo al comprobar la abundante humedad que hay ahí. Teniendo en mente todos los acercamientos de Alba durante la noche, como notaba su cadera chocar con la mía al bailar, las frases que dice que me vuelven loca, el tacto de su piel y, especialmente, la manera en la que me ha comido el cuello hace un momento, no tardo en deshacer sobre mis dedos el nudo de tensión que lleva ya días acumulándose en mí. Debido a la excitación, me veo con la necesidad de repetirlo hasta tres veces más.

Ni siquiera pasa por mi mente la idea de mandarle un mensaje como todas las noches, pero puedo asegurar que mi último pensamiento del día va para ella. 

Espero que tengas buenas noches Alba, porque hoy mis gemidos llevan tu nombre.



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