Canela ©

By Karo_lovegood

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[COMPLETA]. La conocida teoría de los polos opuestos atrayéndose cierta vez toma poder en las relaciones, pe... More

Sinopsis
1. Un gran día
2. Es tu día
3. Piojo
4. No quiero un castigo
5. El idiota que ella dice que soy
6. Mi esencia favorita
7. No quiero ser más una niña herida
8. Ya no me odies
9. Cálmate, piojo
10. No puedo verla en todas partes
11. Estar enamorada de ese imbécil
12. No soy como él
13. No se trata de un juego
14. Es nuestra mesa
15. ¿Bailamos?
16. Está llena de sorpresas
17. Algo imposible
18. Pausa a tu juego
19. Canela
20. No gracias, Hestia
21. No es mi chica
22. ¿Nos llevamos bien?
23. Preocupada por la cuerda
24. Lo que sea por ti
25. Marcando territorio
26. Carterista
27. Esa cita
29. Hay otro chico
30. Lo admito
31. Yo siempre gano
32. Es fácil confiar cuando se trata de ti
33. Siempre vuelvo a pensar en él
34. Alguien se ha enamorado
35. Feliz navidad, Bonetti
36. Es la chica de la fiesta
37. Aida
38. Parte de la rutina
39. Eres la novia de mi hermano
40. Idioma Miller
41. "Quiero hablarte de algo"
42. Un fracaso
43. Naranja entera
44. Es su canción
45. Caramelo de ajo
46. No volveré a cruzarme en tu camino
47. ¿Mi novio?
48. Aliens, por favor, abdúzcanme
49. La copia exacta de James
50. Orgullo personificado
51. Maltrato animal
52. Supersticiones de abuela
53. Lunática
54. Ya tenías uno
55. Solo... un pedacito
56. Eres un osito panda
57. ¿Está soltero?
58. ¿Puedes abrazarme?
59. Es un mal chiste
60. Orangutanes cínicos
61. Te prometo que te quiero
62. No todo podía ser perfecto
63. ¿Mis ojos mienten?
64. Los planes para mi muerte
65. No puedo seguir engañando a ambos
66. Jugar a la casita
67. Su humor, mi enemigo
68. Su enamorado es Liam
69. Lo que ambos sentimos
70. Hay muchas formas de amar
71. Nuevamente lo detesto
Extra: Chrisand
72. Me haces daño
73. Jodidamente manipulable
74. Soy un títere
75. Sinónimo de dolor
76. No conozco de razones
77. Te quiero conmigo
78. Eres más que eso
79. Criadero de anfibios
80. Huele a canela, así como tú
81. Piezas similares de un puzzle
82. No estoy enamorado de ti
83. No pienses que te esperaré toda la vida
84. Un panda colgando de tus llaves
85. También el mar es muy cambiante
86. Que me pruebe lo que quiera
87. El final de nuestra canción
88. Tu apodo en mi café
89. Aún no termina tu día
90. Espinas en tu corazón
91. Será un reto
92. Ahora soy un egoísta decepcionado
93. Déjà vu
94. Uno, sin dejar de ser dos
Epílogo
Agradecimientos
Extra 1: Como el resto de tu vida
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28. Tic-toc, linda

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By Karo_lovegood

—Entonces... no le dijiste que habías escrito la canción para ella —resume Matt, ahora que nos encontramos reunidos en casa de James.

Max, que me acompaña hoy, no pudo guardarse las burlas y les contó apenas llegamos todo lo que sabe que pasó en el viaje de excursión. No es nada sorprendente que ahora no paren de molestarme.

Nuevamente nos hemos reunido después del colegio, como lo hicimos hace una semana por mi cumpleaños número diecisiete en el que decidí no hacer más que una tarde entera de películas y comida chatarra junto a todos ellos, además de una botella de alcohol que filtró Chris, por supuesto.

Aquel día me salvé de sus comentarios, pero fue solo porque Maximiliano decidió que yo merecía tener mis asuntos personales en privado y no comentó nada al respecto. Aunque también se suma el hecho de que festejamos cumpleaños juntos y no quería que aquella tarde se viera arruinada... hasta hoy, que expuso incluso lo que no sentí a los chicos de la banda.

Y hay detalles de aquella noche que él no sabe.

El mismo día que regresamos del viaje, de camino a casa, decidí contarle a mi amigo algunos detalles de lo que había pasado la noche anterior, y lo que le dije lo dejó descolocado. No más que a mí, pero sí lo suficiente para que ahora se empeñe en hacerme la vida imposible comentando y sacando conjeturas al respecto.

Hay cosas que ni siquiera yo termino de entender, y todavía intento convencerme de que ella realmente me correspondió con la misma intensidad a ese beso que estoy desesperado por repetir y que tanto me jode, no solo porque es algo que antes no me había pasado, sino porque no he querido hacerme demasiadas ilusiones imaginando cosas que no son y que jamás serán.

No es porque no quiera, más bien se debe a que me resulta imposible la idea después de tanto tiempo. Jamás imaginé estar en una situación similar aunque quizá sí quería. Odio que me odie, pero me gusta lo que ha pasado entre nosotros, y ahora creo que no puedo seguir negándome a mí mismo que siento algo por ella... que me gusta.

Ella me gusta.

Y me estoy esforzando por no admitir que los chicos siempre han tenido razón con respecto a eso. Y el mayor paso que he dado es tomar distancia.

Decidí que si quiero evitar algo ahora con ella, es hacerla enfadar aún más, y lo más razonable era mantenerme bajo las sombras. No me convence del todo aún, pero ella parece estar feliz con mi decisión y ya eso es algo.

Razones me sobran para acercármele, pero no valentía. Menos ahora que desaproveché la oportunidad de hablarle de lo que sentía el día que descubrí sin intención que a ella le gustó su canción. Sigo firme en que soy yo haciéndome ilusiones, y he decidido no hacer nada.

***

Ingreso a la cocina con pasos flojos tras haberme duchado y organizado todo. Allí, sobre la isla, encuentro una nota que informa a qué hora volveremos a casa, junto a las bolsas del desayuno. Extraigo el contenido de una de ellas, encontrándome con sandwiches y más sandwiches que al menos esta vez son de jamón y queso.

Max, que viene detrás de mí, no tarda en aparecer y toma el suyo en conjunto con su jugo de naranja.

Buenos días, mi Lim —saluda con burla, haciéndome ojitos antes de morder el pan que de inmediato extrae de su bolsa.

Ruedo los ojos con fastidio, sin ánimos de lidiar con sus tonterías.

Cuando acepté tocar la canción el sábado tenía la esperanza de que eso saliera bien, pero, como siempre, él no fue capaz de moderar sus palabras y arruinó todo más de lo que estaba exhibiendo información que nadie tenía que saber y que además era falsa. Y tal vez sigo un poco molesto.

Sé que pude haber solucionado el inconveniente con Arya ayer antes de besarla, pero ella me interrumpió como si de verdad no quisiera escuchar lo que yo tenía por decirle y me sentí sin fuerzas de intentarlo una vez más.

Comprendo que no le interese nada de lo que yo tenga por decirle, y aunque me incomoda un poco no puedo juzgarla.

No empieces tan temprano —socilito paciente, porque realmente no quiero empezar una disputa ahora que me encuentro tan cansado.

¿Te pica el ano? —pregunta con sorna.

No he dormido —me justifico, mientras tomo uno de los sandwiches y una botella de jugo para dirigirme a la mesa, con él siguiéndome los pasos.

Ya veo —pronuncia con calma, como si todo lo que ha pasado él lo entiende con detalles. Sabe que hay algo más porque nos conocemos bastante bien y no es de sorprenderse si llevamos más de doce años de amistad, pero dejo el asunto en misterio por el momento.

Solo me gustaría irme y dejar todo lo extraño del fin de semana olvidado en este lugar.

El sonido de una puerta abrirse se oye hasta nuestra ubicación y Juliana y Arya no tardan en aparecer. La primera, que todavía camina con lentitud por la lesión de su pie, se sienta junto a nosotros para tomar su desayuno después de dejar su maleta a un lado, y Arya sigue hasta sentarse en uno de los sofás de la sala con sus audífonos puestos, la maleta y la guitarra a cuestas.

¿A qué hora nos vamos? pregunta la pelinegra, luego de exclamar un emotivo saludo.

Salimos a las nueve, Margarita —contesta Max, con una sonrisa que proporciona color a las mejillas de la chica.

Frunzo el ceño, dándome cuenta al reparar en el apodo que me he perdido de algo, pero no tardo en restarle importancia porque mi interés se va a la castaña, a la actitud dura y la expresión contrariada que muestra, las cuales me desesperan y me vuelven loco.

Más que molesta, parece aturdida, y eso es suficiente para disminuir mi capacidad de ponerle atención a cualquier otra cosa.

¿Qué le ocurre? —pregunto en un susurro, señalando a Arya con la cabeza incapaz de seguir ocultando mi curiosidad.

Juliana mira a su amiga, luego a mí, y se encoge de hombros con una mueca en los labios.

Dice que no pudo dormir.

Y no la culpo, yo tampoco lo he hecho.

Probablemente todavía no sepa de la intensidad que vivimos anoche su amiga y yo. Puede que ese sea el motivo de su desvelo, pero prefiero no hacerme demasiadas ilusiones.

Suele pasarle cuando no está en su cama, le cuesta mucho dormir así. Es simplemente ella y su locura —finaliza para después sonreír.

Apenas le devuelvo el gesto. Ya me estaba haciendo ideas a mi favor y ciertamente esta información me desilusiona.

Ellos continúan hablando sin descanso, el idiota de Oliver aparece un rato más tarde y Deisy sale de su habitación también con su maleta. Antes de sentarse en una silla con el resto se abalanza sobre mí para abrazarme, y me mantengo serio sin mover ni un centímetro para responderle del mismo modo.

Estoy molesto, cansado de intentar hacerle ver que no me gustan estas actitudes y sin alguien al cual pedirle que me eche una mano con esta situación.

Disfracé mi poca calma hace dos noches y aclaré el asunto con ella luego de presentar la canción. La encaré porque sabía que esa pieza no era suya, y me molestó que hiciera creer a todo el mundo que sí solo por retar a las demás a una batalla que está peleando sola por un premio inexistente.

Intenté abordar el tema con la poca paciencia que me queda, pero otra vez quedé como idiota cuando ella se hizo la víctima y me dejó sin palabras tras unas falsas lágrimas.

No hice nada más al respecto.

Luego de comer, guardo el desayuno de Arya en mi mochila para entregárselo en el bus y todos salimos tras el llamado del megáfono. Juliana se adelanta para alcanzar a su amiga que de inmediato se encamina a la salida y yo me limito a seguirlas en silencio con Maximiliano a mi lado. Mi amigo se ofrece a llevar las maletas cuando nos acercamos al transporte y al ver que se aleja, camino un poco para esperar que nos indiquen abordar, observando que muchos se encuentran sumidos en sus conversaciones tan felices como yo no soy capaz de sentirme.

De nuevo, mi efímera atención se va a la persona que en contra de mi voluntad se ha apoderado de mis pensamientos últimamente cuando en mi escrutinio la veo cerca de uno de los autobuses, conversando con su profesora guía a la vez que juega con los tirantes de su mochila en un acto nervioso.

¿Compartiremos asiento con la misma persona del inicio? —Escucho que le pregunta a la mujer, haciendo notar esperanza en su voz.

Mis emociones se revuelcan, peleando entre sí por ver cuál toma mayor poder cuando sus palabras me confirman la evidente molestia que le genera estar conmigo.

Sí, cariño —contesta la contraria, acariciando su brazo izquierdo en un gesto maternal.

¿No hay forma de que pueda cambiar? —insiste Arya.

La señora la ve, confundida, y ladea la cabeza con interés.

¿Pasó algo entre ustedes?

Sonrío sin poder evitarlo tras sus palabras, aunque no es el momento adecuado para hacerlo y más si tomo en cuenta la preocupación de Arya por alejarse de mí.

Ha pasado tanto, que incluso yo no dejo de sorprenderme.

No, es solo que... no me llevo muy bien con mi compañero.

Te entiendo, cariño, pero me parece que esta sería una oportunidad para que al fin logren llevarse bien. Liam es buen chico.

Dejo salir un suspiro. No creo que tenga razón, pero aunque la tuviera, estoy seguro de que a Arya no le interesaría comprobarlo. Ella forma una mueca de inconformidad y yo solo me mantengo allí, observándola hasta que nota mi presencia y me lanza esa mirada suya tan dura.

Eso no pasará jamás —sentencia, alejándose de la mujer sin darle tiempo a contestar.

Mariana también nota mi presencia cuando Arya se aleja y me muestra una sonrisa entre apenada y curiosa, y agradezco que Maximiliano regrese luego de que el encargado guarda las maletas porque no quiero generarle lástima al mundo por una situación que ni siquiera entiendo, mucho menos deseo dar explicaciones.

Con mi amigo subimos al bus minutos más tarde, él se dirige al suyo en el tercero y yo al mío, buscando el mismo lugar en el que no me encuentro a mi compañera.

Tomo asiento en la silla de la derecha para dejarle la ventana y busco mi móvil para distraerme leyendo un libro en digital.

Cinco minutos después, cuando se ha encendido el motor, siento una presencia predecible a mi lado y no me equivoco cuando levanto la cabeza y ella está allí, con esa mirada cargada de reproche que ya he empezado a detestar. No me habla, pero entiendo qué es lo que quiere y me aparto para dejarla pasar a su lugar junto a la ventana, donde se sienta aún con sus auriculares y un libro que finge leer apenas toma asiento.

¿Qué me miras? —pregunta sonrojada después de unos minutos. Ahora me doy cuenta de que no le he despegado la mirada de encima y el avergonzado soy yo.

—Nadame apresuro a contestar, con una sonrisa ladina con la que pretendo dejar de lado la estupidez que acabo de cometer. No planeo verme más ridículo, así que aprovecho para molestarla por algo de lo que me percaté hace rato—. ¿Qué capítulo estás leyendo?

Eh... —murmura dubitativa, como si estuviese ajena al libro y al presente.

Pregunté qué capítulo lees ahora —aclaro mi pregunta, aunque sé que me ha oído perfectamente, luego me le acerco para susurrar con sorna—: Porque tu libro está al revés.

Arya aprieta sus labios hacia adentro con aprobio y yo me río de su reacción sin poder evitarlo.

No te rías —reclama, aunque tampoco puede ocultar su sonrisa. Luego se voltea hacia la ventana con las manos cubriendo su rostro.

No estás leyendo, está bien. No es como que sea un delito estar perdido en las nebulosas —aclaro, rogando que no se moleste porque me río de su inocencia.

Para mi sorpresa, ella se descubre el rostro y me encara, sonriendo abiertamente y sin rastro de incomodidad en las facciones.

Sonrío también, porque estar así me gusta tanto como su sonrisa.

Estoy con mi música —justifica, señalando sus orejas en las que tiene los auriculares.

Tomo uno sin permiso, y lo coloco en mi oreja para ver qué canción es aquella capaz de distraerla tanto.

Me preocupo por no arruinarlo, mas no me arrepiento de haberlo hecho cuando la sonrisa de mis labios se ensancha al mismo tiempo que la emoción indescriptible que comienzo a sentir. Cualquier otra cosa parece perder relevancia, solo sé que no esperé esto y que me muero por besarla de nuevo. Y el deseo aumenta al notar que por primera vez no le huye a mi mirada.

Es mi canción —afirmo, realmente sorprendido.

Ella no dice nada, solo sonríe débilmente sin dejar de mirarme con sus ojos brillantes. No tiene idea de que es su canción y dudo de si debo hacérselo saber.

Debería...

Es su canción.

Nos quedamos en silencio, mirándonos mientras yo medito mis opciones, y ella me quita el auricular para colocárselo y volver a su mundo haciendo que también regrese al mío. Esta vez se asegura de tener el libro en la posición correcta y no parecer tan trastornada como Luna Lovegood, aunque a mi vista tienen cierto parecido fuera de lo físico.

Por última vez, viéndola de perfil que le resta importancia al hecho de que la he descubierto y sigue con lo suyo, me decanto por no decirle nada al respecto. Quizá nuevamente se enoje conmigo, piense que le miento y que una vez más estoy jugando con ella. Y no es así, pero me doy cuenta a tiempo de que no tengo algo bueno que hacer si ella se entera y me exige una respuesta que le demuestre que estoy siendo sincero.

Lo sería, pero aunque ya empiezo a asimilar lo que siento, no estoy seguro de querer que ella también lo sepa. Y prefiero no empeorar lo que por mal camino apenas empieza.

***

—Es un cobarde, nada lo define mejor —señala quien se hace llamar mi mejor amigo.

Últimamente he puesto en duda que lo sea, pero esta vez tiene razón.

—Estoy de acuerdo. No puedo creer que sea tan idiota —secunda Matthew, despotricando contra mí sin darle importancia a mi presencia.

—Y bruto, no lo olvidemos —habla esta vez James.

—Sigo aquí, no sé si se han dado cuenta —intervengo con voz queda—. ¡Qué bien que son mis amigos, no quiero imaginarme cómo sería si me odiaran!

—Y dramático, además —añade Kaden y ahora sí, sin que pueda contenerme, río junto a ellos.

—Bueno, el punto es que tienes que hacer algo. ¡Invítala a salir, háblale, dile que te parece preciosa! ¿Crees que yo dejaría pasar el tiempo teniendo una oportunidad como esa? Ella tiene que sentir algo por ti, estoy seguro —agrega Jam.

Niego con la cabeza incapaz de creer, reacio a animarme por sus palabras.

—Me he mantenido al margen y así voy a seguir
—aseguro—. No pienso mover ni un dedo por el momento, mucho menos sin estar seguro de lo que estoy haciendo.

¿Para qué?

¿Qué ganaría?

—Insisto en que eres idiota —vuelve a hablar Matt.

—Lo tengo claro, pero ahora no es lo importante —lo corto para zanjar el tema, antes de dirigirme a James—. ¿Ya compraste el regalo de Janet?

—Todo está listo para el sábado —asegura con orgullo entre asentimientos.

Sonrío orgulloso también, levantándome para tomar la guitarra que dejé a un lado de la batería de mi amigo.

Aún quedan algunas semanas para el cumpleaños de Janet, pero en medio de la ansiedad de James, decidimos hacer los últimos arreglos a su pieza. Esto es muy importante para él, su novia lo es, y no es necesario que lo diga para que todos nos demos cuenta de ello. Y me causa admiración que a pesar de que todos mis amigos están mal de la cabeza son buenos chicos. Sé que para algunos la personalidad de Christian es cuestionable, pero a mis ojos, que lo conocen desde hace años, él sigue teniendo el mismo valor que el resto.

Nos organizamos y practicamos la canción un par de veces más, y al terminar, nos trasladamos a la sala con los juegos de mesa que nos entretienen por un par de horas.

Todavía no le comento a James lo del sobre que aún guardo en uno de los cajones de mi habitación, pero tengo planeado entregárselo después de la fiesta en lo que sé que él habrá dejado un poco del estrés que actualmente carga encima y dejarlo hacer por el momento.

Nos despedimos después de un rato y Max y yo nos marchamos. Hemos venido en bus para caminar también unas cuadras y durante el camino de regreso me habla de los avances extraños que tiene con la rubia de la fiesta de Camila. Es una relación fugaz sin lógica alguna que ni siquiera está tomando en serio, pero he decidido no comentarle nada al respecto y de este modo evitar que se meta conmigo.

Evidentemente, eso no funciona, y justo ahora me toca enfrentarlo.

—Sé que me vas a mandar a la mierda otra vez por lo que te voy a decir, pero debo hacerlo —habla al rato, ya parados en la parada del autobús.

Suspiro con frustración. Ya sé a dónde quiere llegar con lo que cree que es su deber de amigo y hermano mayor.

—Entonces limítate a respirar.

—No dejaré de respirar mientras hable, no te preocupes —enuncia, riendo de su propio mal chiste—. Me parece ridículo lo que estás haciendo, no sé a qué estás esperando para confesarte, pero deberías hacerlo porque tic-toc, linda, el tiempo corre.

—¿Y qué pasa con que el tiempo corra?

—Que no va a esperar por ti, a que decidas dejar de engañarte.

—No es tan fácil, Max, y no me estoy engañando como crees. Ya lo admití, ¿sí?, pero eso no cambia nada. ¿Cómo supones que vaya y le diga que me gusta así, sin más? No tienes idea de lo mucho que me detesta y si le digo esto pensará que estoy jugando con ella... piensa que juego con ella —me corrijo—. ¿No crees que se vería como una completa locura que le hable de ese tipo de sentimientos hacia ella después de todo lo que le he hecho, después de que la he tratado tan mal siempre?

—Bu-bueno, no me parece tan loco —comenta dubitativo.

—Dime, ¿tú le dirías a Juliana que te atrae? —lo enfrento antes de subir al autobús que se detiene frente a nosotros, viendo que me mira con el ceño fruncido—. Estás saliendo con la rubia sin nombre, pero te conozco bien y sé que tu interés se está yendo a otro lado.

—Bueno, me parece muy linda, pero no es de eso de lo que estamos hablando.

—Entonces no hablemos de nada —intento finiquitar el tema, siguiendo el paso detrás de las señoras para finalmente ubicarnos juntos en un asiento—. No quiero que esto suceda así, ¿lo entiendes? Quiero hacer las cosas bien ahora, que ella me crea que jamás fue un juego y que la opinión que tiene de mí cambie con mis acciones... Mira, mejor olvídalo —lo corto antes de que siga, porque toda esta situación me hace sentir miserable. Y aunque me lo merezco, no deja de molestar.

Max emite un sonido de exasperación.

—A veces me provoca asesinarte.

Me río, pero no digo nada más al respecto. En ocasiones el sentimiento es mutuo.

Durante el resto del camino hablamos sobre muchas cosas: el futbol, las ganas que tiene de terminar el instituto, aunque esas nunca lo abandonan, su loca familia, y terminamos hablando de la fiesta de Janet a la que todos mis amigos están invitados, pues me he encargado de presentarlos y afortunadamente se llevan bien.

Él baja diez minutos antes y yo, y al llegar a casa, me ducho para cenar, luego me reúno con mi hermana a ver películas en la sala porque otra vez insiste en que la acompañe.

Hoy estoy agotado y no es uno de esos días en que me provoca discutir con Arianna sobre cuál es la mejor parte de su película, así que en lugar de ponerle atención a la pantalla del televisor, lo hago a la de mi celular, en la que se muestra una conversación en el grupo que tenemos con los chicos.

Christian envía algunas fotos de una rubia con la que está saliendo sin nada formal y de forma recurrente; Max aprovecha de contar también sus hazañas y Eduardo no deja de hablar de Camila, lo cual lo hace víctima de burlas porque según Chris, es un bobo. Yo me mantengo como espectador sin comentar nada, riéndome de sus bromas y chistes y ganándome malas miradas de mi hermana a las que por el momento decido ignorar.

Me divierto por mucho rato, hasta que media hora más tarde llega Andrés excusándose de que andaba en la calle y no pierde el tiempo en presumir mediante una foto quién ha sido su cita el día de hoy, una que me provoca un malestar incoherente.

Ni siquiera me despido al abandonar el chat, sintiéndome ridículo por mi reacción que incluye una maldición en un bajo tono.

—Pude oírte decir eso, hermano, no digas palabrotas —reprocha Ann sin girar a verme.

—Lo siento, saltamontes. —Le muestro una sonrisa, intentando dejar mi enojo de lado por ella que es ajena a todo el odio que pueda existir en el mundo.

—¿Estás enojado por algo? —pregunta, mirándome preocupada. Yo niego, porque ella no tiene por qué enterarse de mis idioteces. Me observa escrutadora, examinándome con los ojos achinados, luego arranca el celular de mis manos sin que pueda detenerla—. Es tu amigo, y... ¿esa es su novia?

—No lo sé, Ann. —Me encojo de hombros—. Supongo.

La verdad no tengo ni idea de qué pase entre ellos dos. Andrés no ha comentado nada, pero siempre he pensado que ella le gusta. No me sorprende tampoco que así fuese... y lo entendería.

—¿Te molesta que él tenga novia? —inquiere interesada, ladeando la cabeza hacia la izquierda.

—Yo... no, pequeña.

No miento, porque no me molesta que él tenga novia. Lo que no me gusta es que sea ella.

—Entonces te gusta la chica —afirma. Permanezco en silencio por esa frase que apenas hoy he aceptado como realidad. No es posible que mi hermana de siete años se dé cuenta de ello antes que yo—. Ella es como Bella, es muy linda —añade en tono soñador, como si fuese otra de sus películas.

Sonrío un poco.

—Si, Ann, es jodidamente linda —admito.

—Las palabrotas —protesta rodando los ojos, y no sé cómo sabe hacer eso. Yo a su edad apenas sabía sacarme los mocos.

—Lis pilibritis —me burlo.

Arianna intenta acusarme, pero le ordenan que es momento de ir a dormir y ella no tiene más opción que obedecer.

Me pongo de pie también para irme a mi habitación, pensativo y negándome a ver otra vez aquella foto, pero la miro.

Me torturo a consciencia, convenciéndome de que me lo merezco porque parte de que se llevara a cabo aquella cita ha sido mi culpa. Y todo empeora cuando luego de intentar en vano dormir, aparece de súbito la terrible sensación embargándome y recordándome con un golpe de realidad que es la persona que apenas admito que me gusta... con mi mejor amigo.

Sin embargo, no tengo más que hacer. Mucho menos cuando tras actuar sin raciocinio la mañana siguiente tomo una decisión y me convenzo de que es lo mejor para ambos.

Debo alejarme definitivamente de ella.

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