Canela ©

By Karo_lovegood

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[COMPLETA]. La conocida teoría de los polos opuestos atrayéndose cierta vez toma poder en las relaciones, pe... More

Sinopsis
1. Un gran día
2. Es tu día
3. Piojo
4. No quiero un castigo
5. El idiota que ella dice que soy
6. Mi esencia favorita
7. No quiero ser más una niña herida
8. Ya no me odies
9. Cálmate, piojo
10. No puedo verla en todas partes
11. Estar enamorada de ese imbécil
12. No soy como él
13. No se trata de un juego
14. Es nuestra mesa
15. ¿Bailamos?
16. Está llena de sorpresas
17. Algo imposible
18. Pausa a tu juego
19. Canela
20. No gracias, Hestia
21. No es mi chica
22. ¿Nos llevamos bien?
24. Lo que sea por ti
25. Marcando territorio
26. Carterista
27. Esa cita
28. Tic-toc, linda
29. Hay otro chico
30. Lo admito
31. Yo siempre gano
32. Es fácil confiar cuando se trata de ti
33. Siempre vuelvo a pensar en él
34. Alguien se ha enamorado
35. Feliz navidad, Bonetti
36. Es la chica de la fiesta
37. Aida
38. Parte de la rutina
39. Eres la novia de mi hermano
40. Idioma Miller
41. "Quiero hablarte de algo"
42. Un fracaso
43. Naranja entera
44. Es su canción
45. Caramelo de ajo
46. No volveré a cruzarme en tu camino
47. ¿Mi novio?
48. Aliens, por favor, abdúzcanme
49. La copia exacta de James
50. Orgullo personificado
51. Maltrato animal
52. Supersticiones de abuela
53. Lunática
54. Ya tenías uno
55. Solo... un pedacito
56. Eres un osito panda
57. ¿Está soltero?
58. ¿Puedes abrazarme?
59. Es un mal chiste
60. Orangutanes cínicos
61. Te prometo que te quiero
62. No todo podía ser perfecto
63. ¿Mis ojos mienten?
64. Los planes para mi muerte
65. No puedo seguir engañando a ambos
66. Jugar a la casita
67. Su humor, mi enemigo
68. Su enamorado es Liam
69. Lo que ambos sentimos
70. Hay muchas formas de amar
71. Nuevamente lo detesto
Extra: Chrisand
72. Me haces daño
73. Jodidamente manipulable
74. Soy un títere
75. Sinónimo de dolor
76. No conozco de razones
77. Te quiero conmigo
78. Eres más que eso
79. Criadero de anfibios
80. Huele a canela, así como tú
81. Piezas similares de un puzzle
82. No estoy enamorado de ti
83. No pienses que te esperaré toda la vida
84. Un panda colgando de tus llaves
85. También el mar es muy cambiante
86. Que me pruebe lo que quiera
87. El final de nuestra canción
88. Tu apodo en mi café
89. Aún no termina tu día
90. Espinas en tu corazón
91. Será un reto
92. Ahora soy un egoísta decepcionado
93. Déjà vu
94. Uno, sin dejar de ser dos
Epílogo
Agradecimientos
Extra 1: Como el resto de tu vida
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23. Preocupada por la cuerda

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By Karo_lovegood

El hecho de que le importe más el bienestar del chico me molesta y no debería afectarme, pero soy lo suficientemente tonto como para permitir que lo haga. O es que solo no soy capaz de evitarlo, tal vez.

Continúo mirándola.

Me hierve la sangre cuando me hace saber que le interesa todo el mundo menos yo, porque sé que no puedo esperar nada más pese a todo. Pero ahora, ver que con su mirada no hace más que retarme, me permite dejar esa inquietud de lado por el momento e incrementa mis deseos de demostrarle que no soy como ella cree. Por eso me ofrezco, pero también porque quiero retarla.

Si ella quiere ganar, yo contribuiré a su victoria, pero algo voy a conseguir.

—Ya subí, Liam, no jodas —responde el chico de rizos. Realmente él no se ofreció, fue Saúl quien le indicó que lo hiciera. Pero como nadie más rechistó, se dio por derrotado y cogió la cuerda con la que ahora se sostiene de aquel árbol. 

—No has escalado mucho, baja —le ordeno, todavía sin despegarle la mirada a esa chica que se está esforzando por descomponer cada una de las fichas que conforman mi cordura.

Ella también me observa, pero ahora que me ofrecí a subir, no parece querer retarme. Ahora su mirada se percibe brillosa e inexpresiva, como si temiera dejarme ver lo que realmente siente.

Oliver no responde más, pero tampoco tarda en bajar del árbol los escasos dos metros que subió y ahora me extiende la cuerda que tomo con mi mano izquierda. Le dejo la mochila a Max y sin dejar de mirar a Arya, rodeo mi cintura con el mecate y lo anudo con fuerza. La miro por segundos intentando leer lo que ahora se inscribe en su mirada, pero ella no me lo permite. Resignado, giro sobre mis talones para escalar en el árbol y ahora es su suave tacto que me detiene, por eso vuelvo a verla.

—Ten mucho cuidado... No tenemos más cuerdas y la podríamos necesitar para algo más tarde —me dice en un hilo de voz, casi con vergüenza. Río inevitablemente y asiento complacido. Quiere hacerme creer que le importa más el mecate, pero me quedaré con la idea de que no es así. Ahora que se atreva a decirme en mi cara que no está preocupada por mí, porque no pienso creerle.

No puede importarle más una cuerda que yo, eso es jodidamente doloroso.

Giro completamente y tras asegurar la cuerda en el tronco, comienzo a escalar con cuidado. No es fácil al inicio porque no hay ramas de las que pueda sostenerme, pero el tronco tiene agujeros que aprovecho cada tanto para mantener la estabilidad al sujetarme, mientras que con la mano derecha, que no soy capaz de usar con habilidad, voy subiendo el mecate a medida que trepo.

Desde mi altura escucho la voz de Deisy, Sofía, Saúl que me dice que me apresure e incluso Juliana me pide que tenga cuidado, pero nada de ella. ¿Acaso le cuesta tanto admitirlo? No quiero seguir haciéndome ilusiones solo porque sí, necesito que ella me dé señales claras.

Sé que le hago sentir algo, tampoco soy tan imbécil. De no ser así, no se pondría nerviosa con mi presencia, ni se sonrojara o sonriera.

Intento no poner atención a las voces de la lejanía porque a medida que subo se me complica la tarea y me entran los nervios. No le temo a las alturas, pero este árbol no tiene dos años de vida y en cualquier momento una de las ramas de las que me sujeto podrían no tener la resistencia suficiente para sostenerme, así que me concentro en el objetivo de complacer a Arya y me aseguro de halar cada una de las ramificaciones con fuerza antes depositar toda mi confianza y sostenerme de ellas arriesgándome a caer.

Me detengo un segundo para respirar con calma, intentando recuperar el aliento.

En un punto debo desatarme la cuerda de la cintura porque las ramas no me permiten escalar con ella rodeándome, entonces la dejo colgando para escalar con la suerte y convicción como mis únicas compañeras. Aunque debo admitirlo, desde esta distancia es dificil actuar con estoicismo.

Miro hacia arriba para verificar la posición del pañuelo.

Me resta escalar un par de metros o quizá más y ya estoy cansado, pero debo conseguirlo. Debo hacerlo por ella.

Con esas últimas actitudes empezó a darme detalles sobre ella sin darse cuenta. Soy muy observador, más aún porque me ha tocado investigarla y simplemente porque se trata de ella, así que no tuve problemas para percatarme de que no solo es competitiva, sino que además, no le gusta perder.

Y estoy dispuesto a satisfacerla.

Ubico mi pie en una rama y desde allí me impulso para tomar la siguiente que se encuentra a una distancia considerable. Con mucha dificultad lo consigo, pero cuando estoy por tomar la otra, esta se rompe y cae con una rapidez impresionante al suelo. Trago grueso, ahora ya no me creo tan valiente. Por instinto, bajo la mirada al suelo, donde veo a los chicos sobresaltarse y a algunos gritar por el estruendoso sonido que causa la caída del vástago. Veo que Max abraza a Juliana y ahora busco a Arya. Está alejada del resto, pero con sus manos cubre gran parte de su cara.

Sí está preocupada, y no es precisamente por la cuerda.

Con una sonrisa adornando mis labios me armo de valor una vez más y alcanzo la otra rama con un poco más de dificultad. Esta se encuentra lejos, por lo que tengo que mantener el equilibrio sin sostenerme de nada más que mis pies hasta alcanzarla. Escucho gritos, pero intento ignorarlos, porque de lo contrario me pondría más nervioso y eso es lo que menos necesito ahora.

Suelto una bocanada de aire cuando puedo sostenerme con firmeza y ahora sí, estiro mi mano derecha lo más que puedo para alcanzar el jodido pañuelo que está amarrado a una cinta. Se ve anudado, y eso me hace pensar que quizá la brisa lo atrajo hasta donde se encuentra.

Halo el listón pero está enredado y no soy diestro, lo cual me complica la tarea. Me impulso aún más para desatarlo como puedo y es difícil, pues los brazos me duelen porque de uno me sostengo y con el otro intento llegar hasta mi objetivo que se encuentra a una distancia considerable, pero lo consigo después de un par de minutos. Suspiro aliviado y ahora pienso en cómo hacer para bajarme sin caer muerto o peor aún, con una fractura que me deje tetrapléjico.

La muerte para mí no es lo peor, que no quepa duda.

El pañuelo cubre algo en su interior que debe ser una pista y está sujeto por otra cuerda, pero le resto importancia a esto por el momento y lo guardo dentro del bolsillo delantero de mi pantalón. No pienso arriesgarme a perderlo. 

Bajo la mirada y veo a los chicos a lo lejos. Estoy a unos dieciséis metros de altura y desde aquí se ven dimitudos, eso me devuelve el nerviosismo y ahora siento el corazón en la garganta. Estoy realmente cagado. Expiro y suspiro para llenarme de valentía y sin perder más tiempo, ahora me concentro en bajar con más cuidado hasta llegar a la rama donde dejé la cuerda. Rodeo mi cintura con ella nuevamente y bajo con precaución hasta la parte del tronco que no está rodeada por ramificaciones. Ahora no puedo anudarla, porque de soltarme para hacerlo caería directamente al suelo, por eso solo le doy un par de vueltas y pongo toda mi esperanza en esa pequeña seguridad que puede brindarme el flojo agarre.

Me sostengo de mis pies y poco a poco voy descendiendo, procurando no moverme mucho para asegurarme de la cuerda. Varios minutos más tarde me suelto del agarre, tomo impulso para lanzarme desde la poca altura y finalmente me encuentro seguro en el suelo.

—¡Ay!, Lim, por un momento te creí muerto —exclama Deisy, rodeándome el cuello con sus brazos cuando toco el piso, sin darme tiempo a reaccionar.

Apenas puedo respirar por la dificultad que me proporcionan los desenfrenados latidos de mi corazón y la exaltación y lo que menos quiero ahora son sus demostraciones de afecto, pero le agradezco devolviéndole el gesto.

Me separo y ahora, sin despegarle la mirada a Arya, camino hacia ella, tomo su mano que abro con delicadeza y le entrego el pañuelo que aguardaba en mi bolsillo.

—No soy tan inútil, Russo —le digo, todavía mi pecho sube y baja con rapidez por mi respiración dificultosa, pero eso no me impide regalarle una sonrisa que ella apenas me devuelve.

—Ya veo —es lo único que dice, suelto una risa seca, la dejo y vuelvo a tomar la mochila para colgarla de mis hombros. Los chicos han retomado la marcha y ahora Oliver sostiene el pañuelo, yo me dedico a seguirlos en silencio mientras recupero la normalidad de mi respiración—. Ten —me habla de nuevo, se posiciona a mi lado y la veo, ella me extiende con timidez una botella sellada que contiene agua.

—Esto es para la cuerda, ¿no? —le pregunto en broma, cogiendo la botella, ella sonríe levemente y se encoge de hombros.

—Si queda un poco tal vez puedas tomarla tú. —Sonríe aún más, aún viéndome—. Lo hiciste bien —es lo último que dice, antes de encaminarse hacia nuestros compañeros dejándome una muy buena vista de su parte trasera.

Sonrío una vez más.

—¿Preocupada por la cuerda? —alcanzo a decirle, antes de llevar la botella a mi boca para tomar del tan necesario líquido.

—Ojalá te ahogues con el agua —contesta sin girarse a verme, y como si sus palabras fuesen órdenes para el universo, realmente me ahogo. Ella continúa su camino, descojonándose por mi fatídica situación.

Es de mí, pero al menos consigo hacer que se ría.

Cuando me recompongo, alcanzo a los chicos sin dejar mi sonrisa de lado. Arya finge muy bien que no conoce de mi existencia y ahora se encuentra discutiendo junto a los demás el significado de la pista que hemos encontrado. O discuten para ver quién es el que debe desatar el nudo de la tela, mejor dicho.

Maximiliano le arrebata el pañuelo a Oliver exasperado y desanuda la cinta amarilla él mismo, dejando a la vista un papel completamente arrugado hasta el punto de formar una bola.

—¿Qué dice? —pregunta Juliana impaciente.

Max la observa y luego ve a los demás rápidamente, antes de entregarle la hoja a Arya.

—Son notas musicales —interviene ella, ahora viéndome—. Dice que solo necesitamos una pista más para encontar el objeto perdido.

—Entonces es fácil —añade Deisy, despreocupada.

Max bufa.

—Claro, es fácil porque no eres tú quien debe escalar a un árbol. No haces más que gritar y presumir tu esmalte de unicornios y brillantina —responde mi amigo con gracia.

No debería reírme, pero lo hago al igual que todos. Excepto Arya, que no despega la mirada del papel blanco.

—¿Que otro lugar señala el mapa? —pregunta con interés entre el murmullo, acercándose a Saúl. El chico extrae la guía del bolsillo de su pantalón y juntos lo examinan en silencio—. Sigamos. Hay una pequeña caída de agua a unos metros de aquí y según la guía debemos ir —alienta tras un minuto y todavía discutiendo, reanudamos la marcha.

El resto del camino lo transito en silencio. Me parece que Max tiene interés en Juliana y prefiero mantener las distancias por el momento para no arruinarle lo que sea que esté intentando, se deba a un intento de ligue o a la actividad, porque no le pregunté a quién debe observar él.

A la cabeza del grupo se encuentra Arya con Oliver y conversan animadamente, en ocasiones incluso ríen y me gustaría estar en la posición del chico en este instante, pero esa es una posibilidad que cada vez veo más lejana.

Luego de caminar unos minutos más, los chicos cruzan a un costado casi despejado de árboles pero cubierto de rocas. Es allí que se encuentra el arroyo y hacia donde nos dirigimos. Ya estoy fastidiado de caminar para ver lo mismo a dondequiera que miro, pero percibir la convicción de Arya al acercarse presurosa a la orilla me hace mantenerme firme en que debo seguir en esto. Nunca la veo exhibirse así de contenta, entusiasta y risueña, y creo que me está gustando lo suficiente como para no querer parar.

Además, ni siquiera hemos llegado al pueblo vecino y solo restan unas tres horas para que regresemos a la zona de las cabañas. No puedo parar ahora.

Con las manos dentro de los bolsillos del pantalón me acerco hacia mis compañeros. Algunos ven la cima de los árboles y otros buscan entre las rocas la siguiente pista, y así se mantienen por un rato en el que yo no hago nada más que verlos. Ellos me están dejando descansar.

—Lim, sabes que estuve pensando lo que pasó en la fiesta de la Camila esa y creo que tenemos una conversación pendiente —empieza Deisy al acercarse. Ya se había tardado, pero tenía la certeza de que sus deseos por tener esta conversación se mantendrían.

—Yo creo que fui bastante claro —le contesto con suavidad. Intento no ser duro, pero tampoco pienso permitir que me joda otra vez con sus lágrimas.

—No, pero es que te querí...

—¡Encontré algo! —La voz de Max en un grito la interrumpe y aprovechando la excusa.

Me disculpo para acercarme a los chicos.

Mi amigo señala hacia el otro lado del río, donde se ve otra tela amarilla atada a las ramas de un árbol pequeño y para poder obtenerla hay que atravesar el agua.

Tras un par de minutos de discusión, Maximiliano se despoja de sus zapatos, lo veo remangar sus pantalones e introducirse con cuidado dentro del agua que solo le cubre hasta algunos centímetros arriba de los tobillos. No le toma mucho tiempo en volver con nosotros con la tela que se apresura a desanudar también para leer la última pista.

—"El retorno es importante y la respuesta siempre está frente a ti, solo debes abrir bien los ojos" —pronuncia en voz alta lo que lee. Levanta la mirada del papel y oscila entre uno y otro por eternos segundos en los que nadie dice nada—. ¿Qué mierda significa eso? —pregunta, rompiendo el silencio sepulcral.

—¿Debemos regresar o qué? —inquiere Sofía.

—No creo. Nos dijeron que deberíamos tener las pistas para el regreso a la cabaña, supongo tenemos que esperar —responde Juliana.

—¿Entonces seguimos hacia el pueblo? Ya estoy cansada —se queja Deisy con hastío y es Saúl quien le responde de mala gana. Ella continúa su drama, pero nadie le pone atención y de este modo continuamos el recorrido, ahora sin detenernos en ningún punto.

Esta vez no me quedo a la distancia y me uno a los chicos que sorprendentemente se han unido y conversan sobre temas personales, con el único objetivo de recabar información sin ser demasiado explícitos al preguntar. Solo hay que estar alerta para captar los detalles que cada uno dice y luego memorizarlos. Arya no dice nada y no me sorprende, ella prefiere vivir bajo las sombras, pero se le olvidó que su amiga es una parlanchina que habla lo suficiente por las dos, exponiéndolas a ambas.

Le huyo a Deisy con disimulo todas las veces que puedo para evitar volver a tener esa conversación con ella que no quiero repetir, y después de un rato llegamos al límite del bosque, el cual nos deja una muy buena vista del otro pueblo que parece haber sido retirado entero de una parte de Alemania para ser plantado aquí.

Desde nuestra posición al otro lado de la carretera se observan casetas de diferentes niveles de arquitectura alemana que dan una apariencia de aldea bávara. Las casas parecen haber sido construidas al estilo de las aldeas de Schwarzuwald.

En estas y las demás edificaciones comerciales que se observan desde nuestra ubicación, se destacan e imperan los colores blanco y café. Usan materiales como madera en pisos, techos y acabados; piedra de muros y cimientos que las separan de los suelos que en apariencia se intuyen húmedos y en algunas, bahareque y concreto; además del sistema constructivo Fachwerk, un método compuesto de barras y globos que conforman una estructura triangular.

Me gusta la arquitectura, esto es arte y melodía para mis ojos.

—Esto es hermoso —habla Arya finalmente, rompiendo el silencio. Sin darnos cuenta, todos habíamos permanecido estáticos y taciturnos, observando maravillados el lugar. 

Entre murmullos y comentarios de ilusión nos acercamos hacia las instalaciones que se aprecian más cercanas. Al otro lado de la carretera se expanden hiladas de puestos y quioscos de vendedores de frutas y adornos en diferentes tamaños que supongo, aluden a la cultura alemana.

Los chicos se adelantan y desde ya puedo ver a muchos de los compañeros del instituto que han llegado antes que nosotros, quienes también parecen alegres, hablan, caminan de un lado a otro y compran lo que se les antoje. Yo permanezco con Maximiliano a mi lado, detrás del resto, consagrado a la observación de cada detalle que compone la aldea.

—¡Mira, Arya! Otro lugar donde puedes disfrutar de tu obsesión por las fresas —comenta Juliana en un chillido de ilusión. No estamos muy separados, pero no la habría escuchado si ella usase un tono de voz neutral. 

Anoto en mi lista mental que ama a las fresas.

Gracias, Juliana.

—¿Es a Juliana a la que debes estudiar? —aprovecho de preguntarle a mi amigo, él asiente.

—Me había tocado Deisy, pero cambié con Sofía y ella aceptó sin quejarse porque según dice, soy genial. Como si no lo supiera ya. —se jacta. Ruedo los ojos—. Juliana me parece divertida, interesante y...

—Y alborotada. Es a alguien como ella que necesitas para que te saque de tus casillas y sepas lo que es bueno, y lo que es soportarte a ti —le digo en broma, interrumpiéndolo.

Max suelta una carcajada.

—¿Ahora eres experto en que te saquen de tus casillas? Lo dices por experiencia propia, ¿no? —Me mira burlón.

—Cállate —le digo lo más serio que puedo, él vuelve a carcajearse.

—Ahora parece que te importa mucho lo que ella opine de ti —comenta mientras ve a Arya, luego me mira.

—Cree que no sirvo para nada, Max —me justifico en vano, porque él tiene razón. Solo que no lo pienso admitir.

Claro que me importa lo que ella piense de mí, y por la misma razón estoy intentando hacerle ver que no soy tan malo.

—¿Y? Tiene razón.

—Basura —mascullo, él vuelve a reír. 

—No, pero hablando en serio. ¿Hablaste con ella durante el camino? Por algo pediste sentarte a su lado, espero que hayas hecho algo.

—Me dormí —digo después de reír. Es verdad que no sirvo para nada—. Ann estuvo toda la noche con fiebre y mi papá todavía está de viaje, tuve que ayudar a Anna con su preocupación y no descansé bien. Además, no es que su silencio me ayude mucho.

—¿Ves? No sirves para nada. Y encima llegaste tarde —reprocha con un movimiento de cabeza, pero sin dejar la burla—. Igual no importa, algo has de estar haciendo bien porque sí parecía estar preocupada por ti cuando subiste —dice despreocupado, pero mi sonrisa demuestra lo bien que me hace escuchar esas palabras—. Dijo que pudiste lastimarte, que alguien debió subir contigo para ayudarte y más, después se alejó porque no quería verte morir.

Río sin contenerme tras sus palabras. Las dos chicas giran a vernos y aprovecho de guiñarle a Arya, que de nuevo rueda los ojos antes de regresar la mirada al frente. Juliana sí nos sonríe.

Preocupada por la cuerda... Claro.

¿Eso también debo anotarlo en la lista?

Todavía conversando con Max y ahora complacido, continuamos la caminata hasta adentrarnos al museo de historia y artesanía del pueblo, donde nos explican cada detalle que dio vida a la localidad, sus tradiciones, el origen de la aldea en general y el porqué de su arquitectura.

Luego de esto, pasamos a visitar la iglesia, paseamos rápidamente por el exterior de la escuela, evitamos el centro histórico por falta de tiempo pero sí nos adentrarnos al pequeño centro comercial, donde algunos deciden hacer compras. 

No parece ser una localidad con una población muy grande, pero todas las personas a las que nos hemos cruzado hasta el momento desbordan modales y afabilidad por los poros. Son gentiles, amigables y alegres, eso es algo que no tiene precio y supongo que en parte, la gran cantidad de turistas que visitan la región anualmente también puede deberse a eso.

Ya a nada de regresar al campamento los muchachos se detienen en diferentes kioscos a comprar dulces y Maximiliano no es la excepción, por eso le encargo unas galletas. Ya tengo unas, pero con esas tengo planes. Mientras él se retira, lo espero en otro puesto donde observo cada adorno que seguramente mi abuela Anabeth querría tener en su casa, pero solo le llevo un llavero porque en mi bolso no tengo espacio para algo más grande. Ya después los convenceré de venir.

—Es que tú siempre tienes dinero en tus zapatos cuando no llevas bolsillos en tu pantalón. —Escucho nuevamente a Juliana y giro para ver que persigue a su amiga, quien ahora está seria.

No es una novedad verla molesta, pero sí es sorprendente que esta vez no es gracias a mí. 

—¿Cómo voy a traer dinero en mis zapatos al campamento, Yul? —le responde Arya fastidiada. Volteo para verlas en el kiosko del lado derecho, pensando que podría disfrutar esto—. Me dijiste que traerías mi monedero cuando me pediste que te esperara fuera de la cabaña. No puedo creer que seas cada día más despistada.

—¿Qué pasó? —Ahora se acerca Max y les pregunta, frenando las palabras de Juliana, mientras se lleva un trozo de pastel de chocolate a la boca en una porción poco agraciada para alguien decente.

—Está enojada porque se le antojaron fresas con crema y no trajo dinero —explica la pelinegra en tanto me acerco lentamente.

—¿No traje? No me trajiste tú, mala amiga —se queja indignada, cruzándose de brazos infantilmente.

Y yo soy el dramático.

—Yo las pago —me ofrezco despreocupado.

—Se me acaban de ir las ganas mágicamente —contesta seria, sin verme.

Resoplo.

Me lo está poniendo difícil.

—Solo son unas fresas, no seas así —le dice su amiga, como si hablase con una niña—. Estuviste diciéndome que ibas a comprar desde que llegamos.

—Sí, pero ya...

—Que sea un préstamo entonces, lo pagas cuando estemos de vuelta —sugiere Max, Juliana afirma apoyando a mi amigo y Arya me mira achicando los ojos, yo solo sonrío. Es una propuesta que podría aceptar.

—No, gracias —zanja, todavía sin despegarme la mirada y sin más, se retira. Juliana suelta un grito exasperado y después de hacernos saber que la odia por ser tan amargada, se va corriendo detrás de ella.

—La tie... —lo interrumpo, mientras lo esquivo para tomar otro rumbo.

—Voy a comprar las fresas.

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