Amelie Moore y la maldición d...

By siriusblack33

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Hasta sus once años, Amelie fue una chica muy normal... o creyó serlo. Por más asombroso que parezca, ella t... More

Sinopsis
Advertencia
El día en que todo cambio
Sexto año
Volar en escoba, por Amelie Moore
Entre cazadores y capitanes
-NotadeAutora-
¡GUERRA!
Vacaciones de mal genio
El enigma de la mujer de la fotografía
Zorras por Francia
Las tres D
La mejor no cita del universo
Programa de infidelidades
Baile de pociones (Parte 1)
Baile de pociones (Parte 2)
Gwenog Hera Moore
Compañeras de cuagto
-NotadeAutora-
Pica-pica
Lily Evans
Séptimo año
Jamelie
Jodidas debilidades
Bufandas para el frío
El plan
La asquerosa mariposa del amor
Otra vez... ¡¿Qué?!
Visitas inesperadas
Los Weasley
Si ella lo dice...
Por ti
La trágica historia de una patética pelirroja friendzoneada
Desde James
Tercera, la vencida
El clásico
Chicles de sandía (Parte 1)
Chicles de sandía (Parte 2)
Epílogo
Albus Potter y la maldición de los Potter
One-Shots
PLAGIO

Más allá de la plataforma 9 ¾

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By siriusblack33

Era primero de septiembre y Amelie bajaba las escaleras de su casa arrastrando la maleta escalón por escalón, sin fuerza para levantarlo.

Su padre corrió a socorrerla y lo llevo hasta el baúl del auto.

Amelie estaba feliz, feliz en verdad. Después de tanto, al fin iría a Hogwarts. Y sí, porque ella era una bruja.

Y muy poderosa, según había dicho la directora McGonagall el día que asistió a su casa para explicarle lo esencial del mundo de la magia y ayudarla a entender que nada era una broma.

Recordó que había pensado que era un chiste de ese tal James Sirius que había conocido en el zoológico. En su momento pensó en contarle a la directora lo que paso aquel día, pero en su mente se figuró la cara de estupefacción del padre de James o la sorprendida cara del mismísimo chico y decidió callar. Se dijo a si misma que averiguaría más sobre ese tal "Parsél" y luego decidiría si callar o no.

Y durante el mes de agosto, Amelie no hizo otra cosa más que leer todos los libros del mundo de la magia que pudo. Y los estudio tanto que ya los sabía de memoria y se creía capaz de contestar cualquier pregunta. La verdad es que en su escuela muggle siempre había sido la mejor y la más inteligente, no sufría cuando sus compañeros la llamaran sabelotodo. Todo lo contrario, lo disfrutaba.

Pero esta vez tenía tanto miedo... los hijos de magos sabían mucho más que ella, estaría perdida. Por eso había estudiado todos los libros, pensando que de esa forma podría aliviar su ignorancia

Aunque, hubo algo que llamo su atención dentro de todo: La segunda guerra mágica. Había quedado fascinada por los largos relatos sobre Harry Potter y todas sus aventuras. Era como un verdadero héroe. Había salvado a todos de las garras del famoso Lord Voldemort. Claro, que su impresión fue aún mayor cuando encontró una foto de Harry Potter con su familia: una mujer pelirroja de ojos miel avellanas con muchísimas pecas sostenía en su espalda a una niña igual que ella y tomando su mano, había un niño de ojos verdes heredados de sus padre que tenía, también, un indomable cabello azabache al igual que su hermano. Claro que la foto no terminaba ahí, hacia la derecha, se veía otros dos integrantes de la familia abrazados. Harry Potter, aquel hombre de aquella foto, era el padre de aquel chico, el que había conocido en el zoológico; y el niño que abrazaba, el de los ojos miel avellana como su madre era James Sirius: aquel chico que le hablo de Hogwarts y el Parsél pero ella no le creyó.

Estaba emocionada por ir a Hogwarts, pero temía. El miedo la invadía porque la gente no aceptaba su don. El don de hablar Parsél. Aunque a ella le parecía extraordinario, no todos pensaban lo mismo. Salazar Slytherin y sus descendientes habían sido las únicas personas capaz de hablarlo y por consecuente Tom Riddle, Lord Voldemort. Harry Potter también había obtenido el don, porque una parte del alma del Innombrable había vivido dentro de él, pero cuando esta se destruyó, el salvador del mundo mágico perdió cualquier capacidad de hablar con las serpientes.

Así que, la única razón por la que ella hubiera sido capaz de heredarlo es siendo descendiente de Tom Riddle y este había muerto sin hijos, razón por la cual era totalmente imposible. Amelie había recibido un don natural que propuso guardar como un secreto. Esperaba que James Sirius no lo recordara porque si no, todo se echaría a perder.

Subió casi corriendo a su auto junto a su familia. Su hermana lloriqueaba en el asiento trasero porque creía injusto que ella no pudiera asistir a aquella escuela.

Desde el pequeño pueblo en el que vivían viajaron a Londres, para llegar a Kings Cross. Las plataformas estaban repletas de gente que la miraba raro porque llevaba en su jaula una ruidosa lechuza que había comprado en el callejón Diagon y que no dejaba de lanzar ululatos. La había llamado Surrey y su plumaje era completamente negro, aunque en algunos lugares tenía unas manchitas muy diminutas en blanco, que podrían similar copos de nieve.

Plataforma 7, plataforma 8, plataforma 9, plataforma 10...

-¿Y la 9 3/4? Tiene que estar por aquí,  eso dice tu boleto.

Amelie rio ante la incredulidad de su madre. ¿Pensó que los magos se la iban a dejar fácil? ¡Ja! Aunque, mentalmente, agradeció haber leído “Historia de Hogwarts” antes de venir.

Tomo carrera y, sujetando bien fuerte su carrito, corrió hacia la pared, cerrando los ojos… Pero el choque nunca llego. En vez de eso, escucho la bocina de un tren de vapor escarlata que llevaba escrito en letras negras: “Expreso de Hogwarts”. Dio media vuelta para observar la pared que había atravesado, en lo alto tenía un cartelito que indicaba “Plataforma 9 ¾”. Espero unos minutos y sus padres aparecieron por el mismo lugar por el que ella había pasado. Nieves y Lee corrieron a despedirse y abrazar a su hija. Gwenog miraba con envidia como su hermana subía a la gran locomotora.

Con sus maletas, recorrió los pasillos hasta encontrar un compartimiento vacío donde poder leer, aunque poco después de unos minutos, una niña ocupo el asiento frente a ella.

-Hola, soy Kyle Wood, aunque todos me llaman solo Kay. Así puedes llamarme tu también si quieres –Ofreció Kyle estirando su mano, esperando que Amelie la aceptara.

-Amelie Moore, un placer –se presentó, mientras estrechaba gustosa la mano de Kay. Amelie pudo notar, a simple vista, que Kyle parecía ser una chica muy sincera, lo demostraba a través de sus ojos azules de los que parecía imposible desconfiar.

La puerta del compartimiento se abrió y por ella entro un pelirrojo de ojos avellanas con mirada traviesa quien miro a ambas niñas y luego volvió sobre sus pasos, levantando la mano para llamar a alguien.

-¡JAMES AQUÍ HAY UN LUGAR!

Paso entre ambas chicas y se sentó en el asiento del fondo, en el rincón junto a la ventana. Miro a Kyle y Amelie, esperando que le dijeran algo, y como ninguna lo hizo, bromeo:

-Fred Weasley, todo un honor para mí conocerlas princesas.

Las niñas se sonrojaron inmediatamente ante los cumplidos del chico, aunque una voz desde la puerta de entrada del compartimiento las saco de sus pensamientos.

-¡Vaya, vaya primito! Primer año, no llegas a Hogwarts y ya estas coqueteando –Amelie y el recién llegados se miraron con sorpresa.

-Y tu Jamie, no alcanzas a llegar y ya te enamoras de una pelirroja… ¡La maldición de los Potter! –Grito, llamando la atención de un chico de pelo azul que asomo la cabeza por el compartimiento para verlos mejor. Aunque ese chico, parecía ser mucho más grande.

-¿Por qué gritas Fred? –Pero cuando vio como Amelie y James se miraban, sonrió con complicidad- Vaya, cuando Harry se entere de esto –Froto sus manos entre sí, cínicamente-. Estas frito Jamie, la maldición no evita a ningún Potter, mala suerte.

-¿Qué es esa maldición? –Pregunto Kyle, quien hasta el momento se mantenía en silencio.

-Dicen, que todos los Potter, a lo largo de todas las generaciones cumplen los siguientes requisitos: ceguera extrema, igual al padre con los ojos de la madre…

-Aunque Albus ha roto esa regla –Interrumpió el pelirrojo.

-Vale, Fred sí. Pero generalmente –contesto el muchacho mayor algo irritado y siguió con su explicación:-. Pelo azabache indomable –revolvió el pelo de James cariñosamente- y… todo Potter deberá tener a su pelirroja, regla fundamental –Termino de explicar el muchacho, mientras levantaba su dedo índice al aire y el pelirrojo, que al parecer se llamaba Fred, lo imitaba. Pero luego, hizo algo que Fred no pudo: cambio su pelo azul a rojo. Ambas chicas lo miraron sorprendidas.

-¿Cómo haces eso? –pregunto Kyle señalando hacia sus cabellos, mientras el chico reía divertido.

-Es que es un metamorfomago, ¿No es así? –Explico Amelie recuperándose de su ensimismamiento.

-Sí, eso mismo –Contesto con una sonrisa grande y bondadosa, pero luego volteo al escuchar la voz de una chica que gritaba “Teddy”-. Si me disculpan, debo irme, Victoire me llama. James, Fred, chica que no me dijo su nombre, futura cuñada –Inclino sus cabezas hacia los niños llamándolos por sus nombres y, hacia Kyle y Amelie respectivamente con nuevos apodos, para luego salir presuroso del compartimiento.

-Vaya, ya te integraron a la familia –Comento Fred dirigiéndose a Amelie, quien le regalo una mirada de antipatía.

-No empieces primito, deja de seguir los juegos de Teddy o te ira mal –Amenazo James.

-¿Son primos? –pregunto Amelie intrigada, tratando de evadir el tema anterior.

-Claro, su padre George Weasley es el hermano de mi madre Ginny –Le explico James- Fred, ella es Amelie…

-Moore –Contesto la muchacha, al recordar que James no sabía de su apellido.

-Bien, Amelie Moore él es Fred Weasley. Y Fred, ella es Kyle Wood –Presento James- Hazme un lugar Wood.

-¿Cómo es que se conocen?

-Ella es hija de Oliver Wood, Fred. Ya sabes, ese del que siempre hablan papá y tío George. El que era capitán del equipo cuando estaban en la escuela. Estuvo el año pasado en casa, cuando el viejo equipo de Quidditch de Gryffindor se juntó a cenar.

-Creo que él no estaba James –Respondió Kyle, mientras Fred asentía.

-Bien… ¿Y ese tal Teddy es tu hermano? –Pregunto Amelie, recordando que en la foto de la familia de Harry Potter, ese chico de pelo azul no aparecía.

-Oh no, Teddy es nuestro primo y hermano del corazón. Él es Lupin Tonks, no es ni Weasley, ni Potter. Es el ahijado de mi papá, él lo cuida junto a Andrómeda desde que los padres de Teddy murieron en la segunda guerra mágica. ¿Chicle? –Pregunto alcanzando una tableta hasta Amelie, quien lo miro desconfiada- Vamos, son de sandía –Insistió James, mientras Amelie tomaba uno.

La locomotora traqueteaba por la campiña, camino a Hogwarts, pasando por grandes granjas y terrenos verdes dignos de un buen paisaje. En todo el tiempo, los niños no hablaron mucho. James solo hablaba con Fred y Amelie con Kyle, pero por momentos, cuando venían familiares de los muchachos, las conversaciones se unían. Los Weasley era una familia grande. Por el compartimiento había pasado Dominique (una muchacha pelirroja de ojos azules) y Victoire (con un hermoso cabello rubio hasta la cintura), ambas tenían un gracioso acento francés y decían ser hermanas. Ambas llegaron con Teddy, quien les presento a “su futura cuñada”, pero ninguna de las dos se burló de Amelie, lo que para ella fue un alivio.

-Me pregunto cuándo será el día en que Victoire se dé cuenta de lo mucho que la ama Teddy –Comento Fred, una vez que las hermanas y el metamorfomago se habían retirado del compartimiento

-Se conocen desde niños, fueron juntos a Hogwarts desde sus 11 años y parece ser que no lo notara ni por señales de humo –Lo apoyo James.

-¿Cuáles son sus casas?

-Teddy y Dominique de Gryffindor y Victoire de Ravenclaw. Los tres tienen millones de admiradores y admiradoras. Dominique y Victoire son parte Veela, lo heredaron de tía Fleur, pero Victoire es una princesita francesa, mientras que Dominique es una Weasley con cada una de sus letras.

Otra prima que había ido era Molly Weasley. Al igual que Fred y James parecía tener un cierto agrado hacia las bromas y el incumplimiento de las reglas. Era dos años más grande que ellos y según Fred y James, era el revés de su padre Percy, quien había sido un ejemplar prefecto.

Y por último entro Louis, otro hermano de Victoire y Dominique. Era rubio y de ojos azules, también con acento francés y muy guapo. Era su primer año en Hogwarts y ya había ganado alguna que otra admiradora.

El tren aminoro la marcha y se detuvo frente a un oscuro andén por el cual todos se empujaban al salir. Un hombre que era por lo menos tres veces más alto y cinco veces más ancho que una persona normal se paró frente a ellos. Tenía una tupida y espesa barba negra dueña de alguna que otra cana y, por más que era muy difícil de distinguir, se podía ver dos pequeños ojos negros que brillaban a la luz como dos pequeños escarabajos. Sostenía una lámpara sobre la cabeza de los alumnos y, por más que su aspecto indicaba todo lo contrario, tenía un bondadoso rostro.

-¡Los de primer año por aquí! Tengan cuidado en no tropezar. ¡James, Fred, Louis! Un placer verlos aquí en Hogwarts. ¡Primer año sígame!

El gigante guio a los  pequeños de once años por un oscuro sendero, rodeado de tupidos árboles.

-En un segundo tendrán la primera vista de Hogwarts.

Y al doblar la curva se produjo un fuerte: ¡Oooooh!

Más allá del Lago Negro que estaba frente a ellos, se podía observar una montaña con un gran castillo en su cima. Lleno de torres y torrecillas, luces y ventanas. Parecía uno de esos castillos medievales de los cuales los reyes eran dueños.

-¡No más de cuatro por bote! Apresúrense –Indico el gran hombre, señalando una serie de botecitos alineados a orilla del Lago Negro.

Kyle se subió a un bote, seguida de Amelie, Louis Weasley y otra niña de pelo rubio platinado y unos brillantes ojos azules algo rasgados, quien se presentó como Hua Lewis. James y Fred iban en otro bote haciendo monerías.

-Me gustaría ver el calamar gigante –comento Fred con fingida melancolía, haciendo círculos sobre el agua con su mano a medida que el bote avanzaba. Junto a ellos había un chico de un cabello color arena y un niño rubio de grandes ojos miel, que se mantenía ajeno a lo que los primos hablaban.

-¿Crees que…? –Empezó a hablar James, pero se vio detenido por la gran sonrisa de Fred, quien parecía haber pensado lo mismo que el– Oye, ¿Cómo te llamas? –Le pregunto al niño de pelo color arena, que iba agazapado frente a ellos.

-Dean Finnigan.

-Bien Dean, escucha atentamente –le pidió Fred, acercándose hacia el- nosotros saltaremos al Lago para ver si es cierto lo del calamar gigante. No estamos seguros de sí lo veremos, pero no es nada malo intentarlo. Tú espera aquí y estate listo para cuando nosotros salgamos de allí, así nos ayudas a subir.

Dean asintió divertido, mientras James y Fred se dirigían una mirada de complicidad antes de zambullirse en el Lago Negro.

Todos los alumnos de primero abrieron los ojos como platos cuando vieron tirarse a ambos chicos. El gigante encargado tenía un barco para él solo e iba delante de los demás, por lo que no pudo ver ni enterarse de lo que habían hecho los primos.

Pero, para suerte de Dean (quien se sentía culpable por haberlos cubierto) Fred y James no tardaron en salir y estirar una mano para que Dean los tome. El chico de pelo rubio que compartía el bote con ellos, Tambien los ayudo.

-Gracias amigo, ¿Cuál es tu nombre?

-Dylan Belby, un placer –respondió estrechando la mano de sus tres compañeros.

Los botes aterrizaron en un muelle subterráneo donde pudieron amarrar las embarcaciones a unas rocas, mientras el gigante se sorprendía al ver a ambos primos empapados.

-Y… ustedes… ¿Qué hicieron? –Balbuceo. Conocía muy bien a los chicos y sabía que James Sirius era la réplica exacta de sus dos tocayos James Potter primero y Sirius Black. Y que Fred Weasley era el clon de su padre George y su gemelo. Ambos habían heredado la facilidad para atraer y buscar los problemas. No solo eran parecidos físicamente.

-Solo queríamos ver el calamar gigante –Respondió James inocentemente encogiéndose de hombros, mientras Fred levantaba las manos hacia el aire.

Subieron por un pasadizo hasta finalmente llegar a una gran extensión de césped. Frente a ellos se erguían unos escalones de piedra, que tuvieron que pasar para poder llegar a una gran puerta de roble, donde el gigante llamo con su puño.

Las aberturas se abrieron de inmediato, mostrando a un hombre alto, algo regordete y con cara bondadosa que sonrió agradecido.

-Los de primer año, profesor Longbottom –Informo el gigante.

-Gracias Hagrid, yo los llevare desde aquí.

El profesor los guio hasta el interior del castillo donde había un gran vestíbulo con las paredes iluminadas por antorchas. Hacia su derecha se erguía una gran escalera de mármol y frente a ellos había otra gran puerta de la cual se escuchaban distintos murmullos y voces. Pero el profesor Longbottom los llevo hasta una habitación vacía, fuera del vestíbulo, en donde todos se tuvieron que amontonar para entrar.

-Bienvenidos a Hogwarts –Hablo el docente con una gran y gentil sonrisa- El banquete de comienzo de año se realizara dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deberán ser seleccionados para una casa. Las casas serán como su familia en Hogwarts, porque con el resto de compañeros que lo integren deberán compartir todas sus clases, dormitorios y el tiempo libre en la Sala Común. Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Mientras estén en Hogwarts, sus triunfos conseguirán que ganen puntos y cualquier infracción de las reglas podría llevar a perderlos. Cuando el año finalice, la casa que obtenga más puntos será premiada con la Copa de las Casas.

»La ceremonia de selección comenzara en unos pocos minutos frente a todo el colegio. Les sugiero que se arreglen lo mejor que puedan.

Fijo su vista en James y Fred. Ambos chicos secaron sus cabellos sacudiendo sus cabezas como perros y trataron de estabilizar sus composturas lo mejor posible.

De pronto, unos fantasmas los atravesaron y sintieron como si lo invadiera un balde de agua fría.

-Oh, lo siento. No te vi –Se disculpó un fantasma con gorguera, que resaltaba por un característico pálido perlado, mientras hablaba con una alta mujer de pelo negro y largo hasta la cintura, quien también era un fantasma.

-¡Eh! ¡¡¡Yo te conozco!!! Eres Nick Casi Decapitado –Exclamo emocionado Dean Finnigan mientras lo señalaba.

-Mi verdadero nombre es Sir Nicholas de Mimsy-Porpington. Me parece una total falta de res…

Pero no pudo seguir porque otro fantasma que parecía un fraile gordo grito interrumpiéndolo:

-¡Alumnos nuevos! Espero que estén en Hufflepuff, ya saben, mi antigua casa.

-Quinientos años largos y sigues recomendándoles a los niños que deberían ir a tu casa… ¡Si todos sabemos que Ravenclaw es la mejor! –Exclamo el otro fantasma que era una dama gris y hasta el momento había estado callada.

Nick Casi Decapitado estaba por volver a hablar cuando el profesor Longbottom les pidió amablemente que se retiraran, para poder llevar a los alumnos de primer año de nuevo al vestíbulo… donde las puertas se abrieron, mostrando un espacioso comedor, con cuatro largas mesas, situadas verticalmente frente a una tarima donde los profesores comían sobre otra mesa, no tan larga como la anterior, pero si más alta. Sobre sus cabezas había cientos de velas flotando y un gran cielo estrellado que parecía conectar con el exterior.

El profesor Longbottom guio a todos los alumnos al pie de donde se erguían los escalones que llevaban a la tarima, donde coloco un pequeño taburete de cuatro patas con un sombrero raído, sucio, viejo y remendado.

Todos admiraban el sombrero y durante unos segundos, el Gran Comedor permaneció en silencio. El sombrero se movió solo y una de las rasgaduras se abrió, figurándose a una enorme boca, para comenzar una canción.

Hace ya muchos años,

sobre el mundo venció un mago

tenebroso y malicioso

el Innombrable fue llamado.

Resurgió de las tinieblas

matando bajo pecado.

Pero aquel niño que lo burlo,

tomo el triunfo entre sus manos

y empuñando una gran varita

salvo al mundo mágico.

Grandes hombres hemos creado

dignos de transcendentes mitos y leyendas.

Si quieres ser tú un gran mago…

Ven aquí y pruébame.

Podrás ser digno de un gran corazón:

un Hufflepuff lleno de justicia y lealtad.

O un Gryffindor valiente,

un león sin igual.

Podrán decir muchas cosas

por más que Slytherin sea tu honor

lleno de astucia y ambición

grandes hombres creo.

O si crees que el mundo está en aquellos,

de gran sabiduría y erudición

Ravenclaw pintara tu cerebro de un noble azul.

¡Así que ven aquí! ¡No tengas miedo!

Yo soy el sombrero seleccionador de Hogwarts

¡Y en mi descubrirás tu destino!

 

 

El Gran Comedor estalló en aplausos, mientras el sombrero volvía a remendar su rasgadura. El profesor Longbottom desenrolló un pergamino y comenzó a leer una lista.

-¡Adams, Jenna!

La chica se sentó en el taburete con el sombrero en la cabeza. Parecía murmurar algo con su boca, pero no se la escuchaba. Finalmente, el sombrero volvió a abrir su rasgadura para decir:

-¡SLYTHERIN!

-¡Bonham, Cedric!

-¡HUFFLEPUFF!

-¡Belby, Dylan!

-¡GRYFFINDOR!

Amelie miraba hacia todas partes. Sus manos sudaban y temía cualquier tipo de accidente que pudiera pasar… ¿Y si el sombrero la mandaba de vuelta a su casa? ¿Y si se tropezaba antes de llegar al taburete y todos se le reían?

Se imaginaba a ella misma volviendo a casa con sus valijas y su lechuza, con Gwenog riéndose en su cara; mientras el sombrero seleccionador mandaba a Bennington, Clarette a Hufflepuff.

En el centro de la tarima, sobre la silla más alta estaba sentada la directora Minerva McGonagall. Amelie ya la conocía porque la mujer se había tomado la molestia de ir a su casa para hablar con los señores Moore sobre la importancia de que la muchacha vaya a Hogwarts.

Finnigan, Dean fue a Gryffindor y Grant, Emily fue la primera Ravenclaw.

James Sirius tenía la vista fija en el sombrero. Se había dicho que tenía que ir a Gryffindor, como su abuelo y su padre. Todos en la familia habían sido orgullosos leones, por lo que se veía desheredado si es que volvía a su casa con una túnica de Slytherin.

Hoffman, Stephen y King, Ruth fueron seleccionados a Ravenclaw.

-¡Hua, Lewis! –Grito el profesor Longbottom mientras la chica de ojos rasgados que compartía el bote con Amelie pasaba al frente.

-¡GRYFFINDOR! –Grito el sombrero mientras la mesa de los leones estallaba en aplausos.

-¡Moore, Amelie!

Amelie dio un paso al frente y camino hasta el taburete sin tropezarse, por lo menos eso era algo positivo. Lo último que vio antes de que el sombrero le tapara los ojos fue los rostros de todos y cada uno de los alumnos sobre ella, lo que no fue nada relajante.

-Mmm… Que tenemos aquí –Hablo una vocecita dentro de su cabeza-. Tienes talento… ¡Oh, sí! Y una gran mente, de eso no hay dudas. Quedarías muy bien en Ravenclaw en donde tu sabiduría te hará grande, además también eres tan leal y justa como un buen Hufflepuff… Difícil, sí. Muy difícil –Aunque, en realidad, la voz del sombrero parecía alegre de tener que tomar una decisión “tan difícil”-. Tienes un don, ¿No es así? Si, un don… Que caracteriza a uno de los grandes fundadores de Hogwarts, ¿Sabes quién es, no es así? Todos los descendientes de muggles tienen parientes lejanos que fueron magos… No tienes idea de la importancia que tiene la sangre que corre por tus venas. Harás grandes cosas, de eso no hay duda. Pero… ¡Woaw! Tu mente es tan valiente y osada que se superpone a todos aquellos que sean tus antepasados. Eres una Slytherin muy Gryffindor… ¡GRYFFINDOR! –Anuncio finalmente.

Amelie tuvo que parpadear un par de veces para poder acostumbrarse nuevamente a la luz. Se tambaleo un poco, pero finalmente llego a la mesa de los leones que la recibió con caluros aplausos. Teddy Lupin la saludo con un “Bienvenida futura cuñada”, mientras estrechaba su mano.

Al resto de la ceremonia no le dio mucha importancia. Aunque si presto atención a algunos nombres como:

-¡Potter, James Sirius! –A quien el sombrero no alcanzo a tocar sus cabellos azabaches para gritar:

-¡GRYFFINDOR!

-¡Wood, Kyle!

-¡GRYFFINDOR!

-¡Weasley, Fred!

-¡GRYFFINDOR!

Para su suerte, Kay había quedado junto a ella. Pero también debía compartir sus clases con Fred y James y supuso que eso no sería lo mejor si es que deseabas una buena lección sin interrupciones.

-No puedo creer que Louis haya quedado en Ravenclaw –Comento Dominique contemplando como su hermana Victoire daba la bienvenida a su hermano más pequeño a la casa de las águilas.

-No te desanimes Nique, nos tienes a nosotros –Sonrió James arrogantemente, pero luego callo al ver a Amelie a un par de asientos.

La comida apareció y todos disfrutaron del banquete. Los manjares que preparaban los elfos siempre tenían lugar en la panza de los alumnos desde el primer día del año. Luego de que McGonagall, con su típica mirada severa, diera su discurso, las mesas del Gran Comedor se vaciaron.

-¡Por aquí primer año! –Grito el prefecto de Gryffindor cuando llegaban a las escaleras- Bien, por ser nuevos debo de enseñarles el camino hasta nuestra Sala Común, donde tendrán sus habitaciones y pasaran su tiempo libre. ¡Síganme!

Subieron varios escalones y caminaron varios pasadizos y pasillos, para poder llegar al retrato de una mujer tan gorda que les bloqueo el paso, obligándolos a escucharla cantar. Amelie tapo sus oídos con las manos evitando escuchar las melodías de la Dama Gorda, mientras observaba como James Sirius volvía sobre sus pasos para pararse a su lado.

Una vez que la mujer del retrato dejo de mover su boca, los alumnos de primer año tuvieron la seguridad de arriesgar la vida de sus tímpanos. Por suerte, la Dama Gorda ya no cantaba.

-Bien, para poder atravesar el retrato deberán de saber la contraseña, que cambia todas las semanas. Si se la olvidan no podrán ingresar a la Sala Común –el prefecto se volteo hacia el retrato dispuesto a decir la contraseña:- Acónito y…

Pero Amelie no pudo escuchar como terminaba, porque después de vacilar unos segundos, en ese mismo instante, James se animó a hablarle al oído para recordarle, indirectamente, lo que la chica tanto temía:

-Pensé que entrarías a Slytherin… No creas que lo he olvidado.

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