Chicles de sandía (Parte 1)

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Ya está disponible en mi perfil el prólogo de Albus. Los invito a leerlo.

CAPITULO FINAL 1/2.

(Parte de las dudas de este capítulo serán resueltas en el próximo)
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Amelie pensó que un día con James no sería tan mala idea. Pero viéndolo allí, tirado en el sucio piso de la habitación, no podía evitar regañarlo. Si no ponía un poco de energías, no conseguiría aprobar las materias y debería volver a cursar el próximo año, y no podría vivir independientemente como él deseaba, y no podría hacer lo que quisiera, y no podría dejar de estudiar...

-Y no podrías empezar a jugar en el Puddlemere. Y tendrías que seguir viendo a Filch y McGonagall. Y no te concentrarías. Y volverías a repetir. Y tomarías el curso con Albus. Y, más tarde, con Lily -continuo Amelie, divagando, a medida que pasaba las páginas del libro sin prestarles atención.

-Pero vendrías a visitarme, ¿verdad?

-Y te separarías de mi -agregó Amelie, fingiendo que no lo había escuchado-. Y yo seré rica y millonaria. Y tú vivirás en los basurales.

-Y te enamoraras de un vagabundo -la interrumpió James.

-Y yo me burlaré de ti. Y yo fingiré que no te conozco.

James suspiro hastiado y tomó la pierna de Amelie, tirando de ella hasta conseguir convencerla de que se recostara en el piso junto a él. Por la mueca de asco que hizo, James supo que ella estaba maldiciendo por la poca higiene que mantenían sus amigos y él en el cuarto, pero, ¡Vamos! Eso no era nada comparado a otros días, es más: James se había asegurado de tenerlo medianamente bien las veces que Amelie venía.

Ella era una quejica obsesionada por la limpieza... pero James la quería igual, claro.

-Que humor de mierda, pelirroja.

-Estoy enojada contigo. No puede ser que no te intereses por nada -replicó, cruzándose de brazos, con la vista fija en el piso.

-Claro que hay muchas cosas que me importan: el Quidditch, mi familia, mis amigos, tú...

-No intentes comprarme, Potter -gruño Amelie desde su lugar, mientras James soltaba una carcajada.

El muchacho se colocó de perfil para poder mirarla. Ella mantenía los ojos cerrados y James quería molestarla tan sólo para poder ver sus orbes verdes. Pero esos pensamientos que tenía le daban ganas de vomitar.

Se había vuelto un romanticón empedernido. No podía dejar de hacer ni decir cosas cursis a cada momento. Y el hecho de que hubiera obligado a punta de varita a Colin Creevey para que sacara fotos de Amelie a escondidas, no había hecho más que aumentar las burlas del resto de los merodeadores.

Claro... ¡Se burlaban de él cuando ellos también hacían cualquier tipo de estupidez! Fred se la había pasado comiendo helado robado de la cocina el día posterior al partido, sólo porque Hallie le había negado otro "besito". Dean había llorado tres días seguidos por Kyle al no poder conseguir su perdón, cuando la otra lo único que hacía era fingir estar enojada para reírse de la carita despechada y de desesperación del pobre Dean... y, claro, Kyle de paso aprovechaba para obtener todo lo que quisiese.

En cambio, por otro lado estaba Dylan. Y, bueno, Dylan...

-Creo que estoy en el paraíso.

La puerta se cerró tras ellos y cuando dirigieron su mirada hacia la entrada, se encontraron a Dylan apoyado en la pared con aire soñador y una gigantesca sonrisa boba.

-¿Qué ocurrió? -inquirió Amelie con el ceño fruncido, levantándose del piso y caminando hacia el merodeador.

James se tuvo que resistir a tomarla de la cintura y obligarla a volver a su lugar. No le gustaba mucho que ella estuviera cerca de Dylan cuando el idiota la había destruido dos veces y, menos que menos, cuando hacia sólo un par de meses que la había besado.

Amelie Moore y la maldición de los PotterWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu