Canela ©

By Karo_lovegood

33.6K 6.1K 17.6K

[COMPLETA]. La conocida teoría de los polos opuestos atrayéndose cierta vez toma poder en las relaciones, pe... More

Sinopsis
1. Un gran día
2. Es tu día
3. Piojo
4. No quiero un castigo
5. El idiota que ella dice que soy
6. Mi esencia favorita
7. No quiero ser más una niña herida
8. Ya no me odies
9. Cálmate, piojo
10. No puedo verla en todas partes
11. Estar enamorada de ese imbécil
12. No soy como él
13. No se trata de un juego
14. Es nuestra mesa
15. ¿Bailamos?
16. Está llena de sorpresas
17. Algo imposible
18. Pausa a tu juego
19. Canela
21. No es mi chica
22. ¿Nos llevamos bien?
23. Preocupada por la cuerda
24. Lo que sea por ti
25. Marcando territorio
26. Carterista
27. Esa cita
28. Tic-toc, linda
29. Hay otro chico
30. Lo admito
31. Yo siempre gano
32. Es fácil confiar cuando se trata de ti
33. Siempre vuelvo a pensar en él
34. Alguien se ha enamorado
35. Feliz navidad, Bonetti
36. Es la chica de la fiesta
37. Aida
38. Parte de la rutina
39. Eres la novia de mi hermano
40. Idioma Miller
41. "Quiero hablarte de algo"
42. Un fracaso
43. Naranja entera
44. Es su canción
45. Caramelo de ajo
46. No volveré a cruzarme en tu camino
47. ¿Mi novio?
48. Aliens, por favor, abdúzcanme
49. La copia exacta de James
50. Orgullo personificado
51. Maltrato animal
52. Supersticiones de abuela
53. Lunática
54. Ya tenías uno
55. Solo... un pedacito
56. Eres un osito panda
57. ¿Está soltero?
58. ¿Puedes abrazarme?
59. Es un mal chiste
60. Orangutanes cínicos
61. Te prometo que te quiero
62. No todo podía ser perfecto
63. ¿Mis ojos mienten?
64. Los planes para mi muerte
65. No puedo seguir engañando a ambos
66. Jugar a la casita
67. Su humor, mi enemigo
68. Su enamorado es Liam
69. Lo que ambos sentimos
70. Hay muchas formas de amar
71. Nuevamente lo detesto
Extra: Chrisand
72. Me haces daño
73. Jodidamente manipulable
74. Soy un títere
75. Sinónimo de dolor
76. No conozco de razones
77. Te quiero conmigo
78. Eres más que eso
79. Criadero de anfibios
80. Huele a canela, así como tú
81. Piezas similares de un puzzle
82. No estoy enamorado de ti
83. No pienses que te esperaré toda la vida
84. Un panda colgando de tus llaves
85. También el mar es muy cambiante
86. Que me pruebe lo que quiera
87. El final de nuestra canción
88. Tu apodo en mi café
89. Aún no termina tu día
90. Espinas en tu corazón
91. Será un reto
92. Ahora soy un egoísta decepcionado
93. Déjà vu
94. Uno, sin dejar de ser dos
Epílogo
Agradecimientos
Extra 1: Como el resto de tu vida
Anuncio

20. No gracias, Hestia

410 73 231
By Karo_lovegood

Mi mirada permanece pertinaz en la pared color ceniciento del fondo, a la cual veo incapaz de ponerle atención a través de las delicadas gotas de lluvia artificial que caen de la regadera de mi baño en una corriente ligera y silenciosa, añadiendo dramatismo a la situación.

Intento ver los detalles de la habitación dentro y fuera del cubículo de cristal transparente como un intento de distraerme, pero me resulta imposible.

Abrazo mi cuerpo bajo el agua helada. Ya tengo bastante tiempo aquí, pero conservo la absurda esperanza de que en cualquier momento la afluencia de gotas me ayudará a disipar lo que siento. Nada funciona, y todo esfuerzo es infructuoso.

Mis pensamientos navegan en un océano sin fin, donde lo único que encuentro a mis alrededores es el recuerdo y la figura oscura de Liam frente a mí, imponiéndose firme y segura. Él me besó esta noche, y me dejó sola en un naufragio de confusión que se acompaña con un revuelco de emociones indefinidas.

Me muerdo el labio, y con esto recuerdo el calor de su boca sobre la mía sin poder evitarlo, junto a la corriente de sensaciones recorreriendo mi sistema reavivándose cada tanto. Me resulta insostenible, y no comprendo cómo todo es tan intenso cuando apenas estuvo cerca de mí algunos segundos.

Es la primera vez que alguien me besa.

¿Por qué tuvo que ser precisamente él?

¿Por qué lo hizo así?

¿Por qué lo hizo?

Ni siquiera secarme el cabello al salir de la ducha es suficiente para distraerme. Mis fortalezas están suspendidas y aún me pregunto si debí seguir, porque creo querer, pero me niego a aceptarlo. Me da vergüenza y miedo admitir que por un segundo estuve a punto de devolverle el ósculo; me pregunto qué habría pasado si accedía a entregarme como mi cuerpo lo pedía si al no corresponderle todo es tan intenso.

Finalmente me convenzo de que hice bien, de que haberlo besado habría significado entregar mi derrota sin antes luchar. Me convenzo de que lo que pasó solo es una de sus bromas, otro nivel de su juego que superó satisfactoriamente... una venganza a lo que hice con su guitarra que me habría gustado que no hiciera. Estaría feliz si me hubiera permitido gritarle hasta que me desahogara lo suficiente, y que no me interrumpiera pegando sus labios a los míos de aquella manera tan dulce, cálida y diferente a él, tan... simple, y que con esto me confundiera.

Fue genuino pese a todo, y no encuentro mejor manera de describirlo cuando antes las cosas entre nosotros siempre han sido complicadas.

—¡Mierda! —gruño más fuerte de lo que me habría gustado, cuando gracias a mi distracción, la temperatura caliente del secador que dejo sin darme cuenta de forma permanente por tanto tiempo cerca de la frente comienza a quemarme—. Estúpido Bonetti —lo maldigo entre dientes aunque no sea su culpa, porque tenerlo tan presente y metido en mi cabeza no me está haciendo bien, y no quiero asumir yo la culpa por injusto que sea.

Me obligo a dejar mis pensamientos porque ya ha sido demasiada tortura y pongo el secador en la cómoda, luego me peino. Aplico crema en la frente donde la temperatura me afectó y seguido me coloco la pijama, antes de recostarme en la cama a ver el techo intentando que el sueño se apodere de mí, cosa que también me resulta imposible.

Luego de unos minutos de vuelta y vuelta sobre el colchón, ya boca abajo en la posición que tomo para dormir, mis párpados se vuelven pesados y creo que al fin podré dormirme, pero el conocido sonido de un celular me lo impide. Uno que no oía hace tiempo y me confunde.

Mi celular.

Me levanto de un respingo cuando asimilo lo que está pasando, pero permanezco sentada en la cama porque el tono que tengo para la aplicación de WhatsApp se detiene al instante. Me río de mí misma, convenciéndome de que estoy alucinando por el deseo de tenerlo en mis manos de vuelta.

No me sorprende, ahora que me siento tan desequilibrada.

Me dispongo a acostarme de nuevo sabiendo lo difícil que será volver a retomar el sueño, pero vuelve a sonar y esta vez sí me lavanto, segura de que mis percepciones no me están jugando una mala pasada y que realmente mi celular está en algún lugar de la habitación aunque me parezca imposible.

Intento agudizar la audición para identificar de dónde proviene el sonido, pero se detiene y lo complica. No me detengo a pesar de eso; camino hasta las pequeñas mesas que se encuentran a ambos lados de la cama y abro cada una de las gabetas, pero no encuentro nada.

Continúo y busco debajo de mis almohadas y los cojines del sofá sin el resultado esperado, casi corro hasta el armario para hacer lo mismo y finalmente remuevo en los cajones de la cómoda convencida de que allí se encuentra cuando oigo que vuelve a sonar, pero tampoco lo veo.

Cuando estoy por darme por vencida, sintiéndome ridícula por perder el tiempo en un imposible, me percato del pequeño bolso que llevé a la fiesta y lo abro como última opción. Es allí donde está, con la batería en noventa y tres por ciento y varios mensajes y llamadas perdidas anunciadas en la pantalla. Tiene un fondo diferente al que le dejé la última vez y ahora muestra una foto que me hice en el Coliseo cuando viajé a Italia, una de mis favoritas.

Lo extraigo, todavía incrédula, y lo llevo a mi pecho inconscientemente con una sonrisa adornando mis labios por la felicidad de volver a tenerlo conmigo. No sabía que lo había extrañado tanto hasta ahora.

Vuelvo a la cama y desbloqueo la pantalla para revisar los mensajes de la bandeja, pero no me abandona una duda.

¿Cómo ha llegado allí?

Ni siquiera me he percatado en toda la noche de que el peso del bolso cambió, y de cualquier modo me resulta extraño. No lo perdí de vista por mucho tiempo.

¿En qué momento lo dejó allí?

Lo ignoro por el momento, porque a fin de cuentas lo tengo de vuelta y nada más importa.

Noto que tengo mensajes en el grupo de mis amigas, otros de mi primo Ruggero, su amigo Mateo, Andrés y algunos otros que no captan mi atención, a excepción de un número desconocido en WhatsApp al que reviso de inmediato y que no tardo en comprender que es de Liam, aunque él no se anuncia.

Su foto de perfil donde se encuentra con su hermana no influye, lo habría identificado aunque esta no estuviera presente solo con ver lo que me envía en su texto. Nadie más es capaz de arruinar mis días, y él se está disculpando por haberlo hecho.

Releo el texto sintiéndome ridículamente nerviosa y desarmada, respondo a su mensaje y no tardo en recibir respuesta: una petición para hablar de lo que ha pasado y otra disculpa a la que decido no creer. No le contesto más, simplemente apago el celular para intentar dormirme hasta que me agoto de pensar en él y me es posible hacerlo.

Otra semana empieza, y es lunes.

No es que tenga nada en contra de los lunes, pero después de este fin de semana tan extraño que viví, lo menos que quiero es volver al colegio.

Ayer en la mañana después del desayuno en el que conocí a la mascota que mi papá adoptó para regalarle a mamá y a la que decidimos llamar Vainilla, ellos decidieron que sería buena idea pasar el resto del día en la playa. Para mí no fue la mejor idea porque no me gusta, pero fue un buen día que pudo haberme ayudado a despejarme, de no ser porque Juliana estaba conmigo y no dejaba de gritar de emoción en cada parte de mi relato cuando le conté lo de la fiesta, preguntando insistentemente sobre aquel beso y queriendo saber si me gustó.

Eso es algo que no le pienso decir.

Al llegar a casa decidí ponerme al día con todos los mensajes que tenía por responder, lo que me llevó a disculparme con Mateo por todas aquellas palabras que Liam le compartió mientras tuvo mi celular en su posesión. Me gustaría decir que me molestó leer todo aquello, pero no hice más que reírme por cada mensaje en el que Bonetti le sugería al italiano tener un poco de amor propio y dejar de intentar tener algo con alguien que evidentemente no quiere.

Ese alguien soy yo.

Mateo es, además de guapo y tierno, muy buen amigo, pero solo eso. Él me trata bien, se preocupa por mí siempre que hablamos y se interesa por mis intereses, pero no soy capaz de verlo con otros ojos ahora mismo y por eso pienso que Liam tiene razón.

Para mí, el hecho de que sea lindo conmigo no significa que yo le deba nada, porque es a él a quien le nace comportarse de ese modo, y esto ayuda a que no me sienta mal por no corresponderle.

Como todas las mañanas, sigo mi rutina diaria antes de irme. Hace algunos días mi tía Daniela trajo unos libros de cuando ella estaba en la universidad y me los dejó para que los done al colegio, y hoy he decidido llevarlos.

Cuando llego a la institución, todavía es temprano, pero maldigo incluso en voz alta al ver que pese a eso, el auto de la persona a la que menos quiero ver se encuentra aquí, lo que significa que él también y ahora mismo no sé ni cómo debería verlo, además de que no tengo ganas.

Abro la puerta del chofer intentando dejar de lado mis nervios porque estos ya no me traen nada positivo. Tomo la mochila que se encuentra en el asiento del copiloto junto a los libros y salgo para adentrarme a la institución, cerrando la puerta con el pie porque el peso en ambas manos limita su uso para esto.

Camino con lentitud por la pesadez que llevo encima, rogando para mis adentros que no esté allí como cada día para evitar encontrármelo. Afortunadamente mis súplicas funcionan y respiro con calma ante su ausencia, pero demasiado rápido, porque cuando intento apresurar la marcha para prevenir, la dificultad que el peso de sostener diecisiete libros me proporciona no me lo permite.  

Está claro que eso jamás fue una buena idea.

De igual manera, le resto importancia aunque la torre de libros me dificulta incluso la visión, y de nuevo me arrepiento cuando gracias a la torpeza que me ha acompañado esto días, tropiezo con el marco de la puerta y caigo de rodillas al suelo junto a los textos que se desparraman por el piso de diversas formas.

Cierro los ojos a la vez que exhalo aire por la boca.

El día empieza muy mal.

Maldigo una vez más, aunque ahora a mí misma por verme tan torpe y débil. Reviso mi lastimada y raspada rodilla izquierda y luego de lamentarme en silencio, me incorporo sin levantarme del todo. Froto mis manos para aliviar el escozor en ellas y ahora sí me dispongo a recoger los estúpidos libros con cuidado de no dejar ver más de lo que debería por la falda, hasta que su voz haciéndose oír dulce me sorprende al punto de descontrolarme.

—¿Te lastimaste, piojito?

, el día empieza muy mal.

Vuelvo a maldecir al universo por odiarme tanto y abandonarme a mi mala suerte. Seguramente se me están devolviendo todas esas maldiciones que he lanzado estos días como dice mi abuela, nada me sorprende a este punto.

No le respondo a su falsa preocupación, pero sí levanto la mirada para encontrármelo con una sonrisa genuina que incrementa mis deseos de asesinarlo, porque le luce tan bonita, que olvido por un momento que se trata de él.

Lo odio.

Bajo la cabeza al instante y sigo recogiendo los libros sin levantar la vista, fingiendo que la situación no me es incómoda cuando realmente lo es.

Él también me ayuda a recoger, aunque no se lo pido. Tampoco podría, porque la garganta seca no me lo permitiría.

—Vi que te masajeabas la rodilla —insiste, pero de nuevo no contesto—. Te estoy hablando, ¿por qué no respondes ni me miras? Es lo que hacemos cuando le hablamos a otra persona.

Exhalo un bufido.

Ahora él se cree decente.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Burlarte? Yo no... yo no quiero verte —titubeo lo último en un hilo de voz, haciendo notar mi nerviosismo.

¿Qué le importa si me masajeo incluso los mocos?

—No tengo motivos ni ganas de burlarme de nada... ¿Por qué no quieres hablar?... Me gustaría que aclaremos algunas cosas.

Y a mí me gustaría que te vayas a comer un cerro de...

—Mejor no hablemos de gustos, porque los míos no te dejarían nada bien —respondo secamente. Me levanto y le quito de sus manos los cuatro libros que ha recogido—. Gracias por ayudar —hablo sin verlo, seguido lo esquivo para continuar con mi marcha.

Liam me sujeta del hombro para que frene y eso hago, no sabiendo el porqué. Quizás porque soy más que estúpida.

—Déjame ayudarte, eso se ve pesado —se ofrece con gentileza, como si eso fuese posible.

—¡No! —me apresuro a contestar en un grito innecesario. Ni siquiera lo miro—. No quiero nada de ti —asevero, continuando la marcha sin esperar respuesta.

No quiero nada, porque su cambio de actitud me ha convertido en la confusión andante.

Camino hacia los casilleros para buscar el libro de la primera clase de hoy y dejar el resto, ya que por ser temprano la biblioteca aún no ha abierto. Me sorprendo cuando al abrir la pequeña puerta me encuentro dentro del estante la mochila que había perdido.

Él me la devolvió.

Una sonrisa asoma en mis labios y me apresuro a sacarla como puedo para dejar dentro los pesados libros, y después de hacerlo, me marcho hacia el salón con la mirada fija en mi mesa a la que me acerco presurosa. Me ubico y abro el bolso para examinar que todo esté en su interior y parece que acabará bien, pero noto una ausencia.

Debí suponerlo.

Resoplo fastidiada. Sé que no puedo esperar demasiado de él, y siempre me lo confirma.

Dejo todo en el lugar y salgo del salón dando grandes zancadas en su búsqueda para reclamarle. No me es muy difícil encontrarlo, pues sé en dónde está siempre, sentado en aquella banca tecleando en su celular.

—¿Dónde está? —pregunto álgida, sin apenas llegar a su ubicación.

Él me mira y se hace el desentendido, sonriendo descaradamente.

—¿De qué hablas, piojo?

Estúpido precioso.

—¿Dónde está mi oso, Bonetti? —le aclaro, aunque sé que no es necesario. Él niega con la cabeza, ahora serio.

—No sé de qué oso estás hablando —sostiene, cruzándose de brazos desinteresado.

—Claro que lo sabes, estaba en la mochila. Devuélvemelo.

—Puedes revisarme si quieres. —Levanta sus brazos y guiñe un ojo mientras niega con la cabeza—. Jamás vi ningún panda. No tengo nada, bonita.

Bufo de nuevo.

—Claro, pero yo jamás dije que era un panda. ¡Dámelo! —exijo, extendiendo mi mano en su dirección.

Ahora es él quien no sabe dónde meterse para ocultar sus mejillas pálidas levemente teñidas de rosa.

Bruto.

—Mira, no importa —digo cuando veo que no piensa decir nada—. No voy a perder más tiempo contigo... Espero que le guste a tu novia o a quien sea que vayas a dárselo.

—¿Eso te pondría celosa? —pregunta con su descarada sonrisa, ya no muestra rastros de vergüenza el animal.

No contesto. Le muestro mi dedo de en medio y me doy la vuelta para volver sin prestar más atención a su risa.

Quiero arrancarle cada uno de sus dientes con mis propias manos. A ver si así va a querer seguir sonriendo.

A diferencia de mis compañeras, que parecen estar fastidiadas por tener que soportar el repetitivo monólogo del profesor Pablo, quien a su vez habla sin frenos mientras escribe en el pizarrón, yo me mantengo feliz.

Las clases han continuado con regularidad y yo permanezco firme con la idea de que nada puede salir mal estos días. Finalmente he recuperado mis cosas hace más de dos semanas a pesar de que no ha sido todo, incluso en las evaluaciones sorpresa he obtenido buenos resultados y, además, Liam no me ha molestado desde entonces o antes, y es algo que estoy disfrutando mucho.

Ahora ya no vengo con miedo y creo que al fin se cansó de fastidiarme. Sin embargo, a pesar de que todos los días me recibe con esa sonrisa amable, he decidido ignorarlo y no devolverle el gesto para evitar otros encuentros incómodos y confusiones, y él lo está respetando.

Todavía recuerdo su beso, pero sigo caminando satisfactoriamente con destino a superarlo.

Observo a las chicas dentro del salón sumergidas en su mundo. Laura, una morena alta y bastante presuntuosa, teclea con efusividad en su celular a pesar de que está prohibido usarlo en clases; Mónica, la tímida rubia de gruesos lentes, está a pocos centímetros de meterse dentro de su libreta y convertirse en la imagen de portada, escribiendo cada cosa que el profesor dice aunque solo repite incansablemente las mismas palabras del libro; Samantha y Sthefany, por otro lado, cuchichean al igual que Camila y Andrea.

Al otro lado, Vanessa también habla en susurros con Valerie, su compañera de puesto y con quien parece haber entablado una buena relación.

Tiffany, una de las amigas de Deisy, lima sus uñas sin darle importancia a nada, y su compañera de puesto mantiene la vista clavada en esa actividad de sus manos como si eso fuese lo más entretenido del mundo. Kasandra, al fondo del salón, tararea una canción con los ojos cerrados, ajena a lo que ocurre a su alrededor porque lleva puestos los auriculares.

Todo me hace causa gracia.

¿Cómo es posible que sean tan indiferentes ante el pobre hombre que tanto se esfuerza por impartir su clase?

Juliana, por su parte, dibuja una margarita tras otra en cada esquina de su libreta como ya se le ha hecho costumbre con todas las demás, mientras yo me dedico a observarlas a todas en sus diferentes actividades, todavía feliz.

Nada puede arruinar el buen humor que me ha acompañado estos días.

—¡Gutiérrez! —grita el profesor, sobresaltándonos a todas y obligándome a ponerle atención—. ¿No sabe que las reglas del instituto prohíben el uso del celular dentro del salón de clases?

—Se-señor, yo... —Laura titubea nerviosa, y el profesor la interrumpe sin abandonar su frígido tono.

—No es la primera vez que le llamo la atención por algo como esto y creo que ya he sido bastante condecendiente con usted —brama, alzando su mano izquierda que apunta hacia la puerta—. Hágame el favor de ir a la oficina del director ahora mismo.

Dicho esto, se gira nuevamente a escribir en la pizarra.

Todos sabemos que sus órdenes jamás deben ser desobedecidas y por eso no se asegura de que la chica haga caso. Ella lo hará porque sí.

—Maldito viejo —masculla Laura, levantándose de su asiento. Ella atraviesa la puerta dando un portazo al salir, provocando un estruendo.

—¡Respeto! —vuelve a gritar el hombre, todavía concentrado en escribir palabras en el pizarrón—. ¡Respeto es lo único que pido! Esto es inadmisible, inadmisible. En mis tiempos no ocurrían estas cosas y cuando se daban, ¡ja! Miedo había que tener.

—¿Será que no se piensa callar? —pregunta Yulia en un susurro, fastidiada.

Ahogo una risa, apretando los labios hacia adentro. Deseo lo mismo que ella, pero me niego a hacerlo notar y que esto traiga consecuencias.

—Cállate si no quieres que nos echen también.

—Cualquier cosa es mejor que esto —se queja, y la comprendo, pero es mejor evitar problemas con este señor.

No quiero más castigos.

—¿Alguien más tiene algo que decir? —grita el hombre nuevamente cuando se hacen oír los cuchicheos, pero sin girarse a ver. Eso basta para que el silencio vuelva a apoderarse del lugar hasta el final de la clase.

Dejo de reparar en el comportamiento de mis compañeras y me concentro en la clase que el viejo da por segunda vez para evitar problemas, porque solo de imaginar un día más en la biblioteca con Gertrudis, hace que me hierva la sangre.

—La próxima semana tendremos examen sorpresa sobre todo lo visto —indica el hombre cuando se anuncia el final de la clase, yo río por lo bajo y él parece enojarse con el universo cuando se da cuenta de lo que acaba de decir—. Bueno, ya que acabo de decirlo no es sorpresa, pero que quede claro que no será nada fácil.

—Siempre es lo mismo —masculla Juliana con burla.

Sonrío. Las amenazas de ese profesor son patrañas, y sus evaluaciones nunca sin difíciles.

—¿Quedó claro? —vuelve a añadir Allen—. Que esto les sirva para darle valor a mis clases, porque aunque ustedes lo crean, no son un juego y... —Leves toques al otro lado de la puerta lo interrumpen.

El viejo forma una mueca de desagrado y se acerca a abrir. Es Mariana quien se encuentra al otro lado con una carpeta en manos.

Gracias, Hestia.

—Buenos días, profesor Allen. Disculpe que lo interrumpa, tengo información para las niñas y... —El aludido muestra una sonrisa seca y se retira al escritorio a recoger sus pertenencias para guardarlas dentro de su maletín, mientras habla, interrumpiendo a la joven mujer.

—No se preocupe, señora Montes, ya hemos terminado. Están advertidas. Guerra avisada, no mata soldado —advierte apuntándonos con su dedo índice, luego da media vuelta para salir.

La profesora ríe por el mal humor del viejo y espera un minuto a que él abandone el lugar para comenzar a hablar, mientras nosotras recogemos los útiles.

Todo empieza bien cuando dice que se trata de una actividad al aire libre, un viaje de campamento específicamente. Me emociono al igual que el resto de mis compañeras porque me gustan estas cosas relacionadas con la naturaleza, pero mi felicidad se esfuma cuando anuncia que irán las cuatro secciones de quinto año, ¡juntas! por el fin de semana entero.

Y ahora sé que agradecí muy pronto.

Tengo un mal presentimiento respecto a esto, y me niego a ir. 

No gracias, Hestia.

Continue Reading

You'll Also Like

152K 4.4K 16
En el instituto Fredderick High School todos sus alumnos comparten un temor en común y ese es nada más y nada menos que los temido hermanos Hollend...
BRAD © By .

Romance

354K 20.1K 61
La vida tiene un destino, un destino marcado, claro y preciso, un destino que en ningun momento y por ninguna cosa, cambiará. El destino siempre va a...
780K 16.8K 6
El no tiene sangre en sus venas, tiene veneno, lujuria y deseo. Ella puede parecer inocente, tierna y despistada, pero cuándo la atacan aparece la fi...
14.5K 1.9K 50
La vida de Georgina va a toda velocidad, y acaba chocando contra Kresten de las formas más absurdas posibles. Él no entiende qué le sucede a esa chi...