21 preguntas para enamorarse

By CherryLeeUp

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Isabella Durán es una estudiante de psicología que tiene por tarea crear un cuestionario creativo de 21 pregu... More

¿Prólogo del desastre?
Las reglas
Sesión número 1
Sesión número 2
Sesión número 3
Sesión número 4
Sesión número 5
Sesión número 6
Sesión número 7
Sesión número 8
Sesión número 9
Sesión número 10
Sesión número 11
Sesión número 13
Sesión número 14
Sesión número 15
Sesión número 16
Sesión número 17
Sesión número 18
Sesión número 19
Sesión número 20
Sesión número 21
Un informe desde mi corazón
Epílogo

Sesión numero 12

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By CherryLeeUp

Ya había perdido la cuenta de cuantos suspiros había dado en lo que iba de día. No tenía nada que ver con el clima porque, a pesar del frío, el sol brillaba con esplendor. Tampoco tenía que ver con la universidad, aunque Reedus nos había salido con que debíamos entregar un resumen de nuestros avances al día siguiente, en una clase especial. Sí, estaba nerviosa por tener que aceptar frente a él que iba retrasada, pero sabía que, si preparaba una buena sinopsis, Reedus se sentiría satisfecho y dejaría pasar mi desfase... o eso esperaba.

Y allí iba otro suspiro.

—Deja de suspirar tanto, amiga. Ni que Victor se hubiera ido al Himalaya —dijo Lucia, riendo a mi lado.

—No estoy suspirando por él —resoplé y fruncí mi ceño—. Tengo que entregar un informe mañana y estoy un poco nerviosa.

—Claro... y todos los suspiros que has dado se deben a eso.

¡Hey! Podía reírse, pero había necesidad de ser sarcásticos.

—Esto es serio. Debo admitir frente a todos que voy retrasada.

—Y todo saldrá bien, Issy —dijo Miranda a mi otro lado—. Eres muy lista, sé que lograras convencer a tu profesor de que todo va muy bien y la opinión de tus tontos compañeros no importa.

—¡Sí! ¡Que se metan su opinión por donde les quepa! —Apoyó Lucia, haciéndonos reír—. Y volviendo a nuestro señor acosador, ¿ha dado señales de vida hoy?

Otro suspiro... bueno, quizás algunos si se debían a él.

Respondiendo a su pregunta, Victor si se había comunicado conmigo y, contra todo pronóstico, no me molestó que lo hiciera a las cinco de la madrugada cuando estaba por abordar el avión; hasta me había parecido muy lindo de su parte. Y debía agregar que no volví a dormirme, esperando que me avisara que había aterrizado en Verna una hora y media después. ¿Ventaja? Tuve tiempo de prepararme un excelente desayuno... quizás podía acostumbrarme a la idea de despertar temprano... ¡Bah! ¿A quién engañaba? Yo era una dormilona consagrada, prefería correr que sacrificar sueño.

El asunto fue que después de ese mensaje, no había sabido más de él. Podía escribirle yo, era cierto, pero me daba pena hacerlo porque estaba casi segura que tenía mucho trabajo y no quería interrumpirlo.

Y allí iba otro suspiro... Tenía que dejar de hacerlo o me quedaría sin aire.

—Bueno, no te preocupes. Seguro él encontrara un tiempo para que realicen su sesión hoy ―dijo Miranda.

—No es eso, chicas —dije—. Lo que me preocupa es que Victor esté muy cansado y, aun así, quiera hacer la sesión.

—Eso, linda gatita, te dice cuan comprometido está ese hombre contigo —dijo ella, guiñándome un ojo y se fue a atender una mesa.

—¿Qué...? Pero...

—A mí no me mires, yo pienso igual que ella —dijo Lucia, con mirada brillante—. Los he shippeado incontables veces. Es que, cuando están juntos, ¡saltan chispas! —añadió y me dejó sola... hundida en un remolino de sentimientos.

No, un remolino no, ¡era un jodido huracán!

Agh... sacudí mi cabeza y me enfoqué en mi trabajo para no tener que pensar en Victor, pero el idiota no salió de mi cabeza. Y como si lo hubiera invocado, mi teléfono vibro en mi delantal: era un mensaje de él.


Idiota sexy _ 14:12

He visto algo que me recordó a ti y no pude evitar comprarlo. 

Espero que te guste, gatita.


¿Frío? ¡Por favor! Victor era más dulce que el chocolate y eso no me ayudaba a marcar los límites. No podía con tanta ternura.

—Menos mal no está cerca para verme —dije, colocando mis manos sobre mis mejillas para sentir su calor.


Yo _ 14:13

Espero que no sea un dulce, porque eso sería más para ti.

Idiota sexy _ 14:14

¿Por quién me tomas, cariño?

Creo que he aprendido a conocerte lo suficiente para saber cuál es tu debilidad.

Yo _ 14:14

¿Me regalarás a Furia nocturna?

Idiota sexy _ 14:15

Tu otra debilidad, gatita... No puedo creer esto, eres la única mujer que puede causarme celos de mi propio auto.


Increíble. Aun estando a kilómetros de distancia, Victor seguía causando todas esas sensaciones y calores en mi interior. Era como si lo tuviera justo al frente diciéndome todo eso.


Yo _ 14:16

Deja de jugar, lobito.

No vas hacerme sonrojar.

Idiota sexy _ 14:16

No necesito verte para saber que estás roja, gatita.

Lo malo es que debo usar mi imaginación para disfrutarlo.

Yo _ 14:17

¡Anda a trabajar!

Idiota sexy _ 14:17

Nos vemos en la noche, preciosa. Estoy ansioso por nuestra sesión.


Y aunque no se lo dijera, yo también lo estaba. Quizás por eso la tarde se estaba haciendo larga, casi interminable. Definitivamente, la paciencia no era lo mío.

De un momento a otro, el día comenzó a oscurecerse. Me asomé por el ventanal y observé como las nubes amenazaban con dejar caer otro diluvio. ¿Pero qué rayos pasaba con el clima? Se suponía que en noviembre no llovía.

—¿Crees que vuelva a diluviar como hace dos días?

—Espero que no... —le respondí a Miranda. Si volvía a llover con esa intensidad, el transporte se congestionaría horrible y me tomaría mucho tiempo llegar a casa... sin contar con que me mojaría porque no había cogido mi paraguas.

Y como si el clima quisiera demostrarme que estaba en mi contra... las gotas comenzaron a caer y no tardó mucho tiempo para que la ligera llovizna, se convirtiera en una tormenta con rayos incluidos.

A las seis, todavía seguía lloviendo con la misma intensidad y ya no tenía las mismas ganas de salir. Mientras me cambiaba, pensaba qué hacer: podía pedir un paraguas prestado, pero el trayecto hasta la parada era largo y tendría que esperar un buen rato allí porque, gracias a la lluvia, el tráfico estaría de locos. ¿El tren? Descartado, había retraso en todas las líneas según había leído en twitter. Si las cosas seguían así, llegaría a casa como a las nueve de la noche... y empapada.

—¿Piensas irte así, Isabella? —preguntó Elliot cuando me vio cambiada. Su ceño se frunció.

—Sí... Solo necesito que me presten un paraguas, si no es mucha molestia.

—Sería una irresponsabilidad de nuestra parte dejarte ir así —dijo, preocupado—. ¡Derek! —El ogro elevó su mirada azulada, muy similar a la de Elliot, y se acercó con lentitud—. ¿Puedes acercar a Isabella hasta su casa? No quiero que se vaya sola con esta lluvia.

—¡Oh, no! ¡No se preocupen! —dije, azorada—. No quiero molestar.

—No eres una molestia, Isabella.

—En realidad si lo es, pero no quiero aguantarme los gruñidos del lobo si se entera de que la dejamos ir así —dijo Derek, en tono de burla—. Me esperas en la puerta.

¿Y por qué Victor se molestaría? Definitivo, todos estaban locos, ¡hasta las nubes!

Me despedí de las chicas y de Elliot, cuando Derek estacionó frente al restaurante. Lucia fue quien me prestó su paraguas porque ya Elliot se había ofrecido llevarlas también cuando la jornada terminara. Así que, por ese lado, podía estar tranquila.

Al abrir la puerta, noté que la lluvia caía en todas direcciones, justo como la de dos días atrás, así que me mojaría sin importar qué. Abrí el paraguas, resignada, y corrí hacia la camioneta de Derek.

El interior estaba tibio, justo como me gustaba, pero al estar sentada y asegurada, no podía dejar de comparar el enorme vehículo con mi preciosa Furia nocturna. Podría ser más cómoda, espaciosa y cálida, pero jamás rugiría como mi Camaro.

—Yo... gracias por llevarme a casa —dije, para romper el silencio que se había formado.

—Ya te lo dije, prefiero gastar unos minutos llevándote que aguantarme los reclamos de Victor... —resopló—. Créeme cuando te digo que su mal humor es peor que el mío y es muy vengativo. De solo pensarlo, me da escalofríos.

—¿Ah, sí?

Derek asintió.

—Es de esos que se sienta a esperar hasta obtener la oportunidad perfecta para vengarse —dijo—. Pero es divertido estar alerta a lo que hará.

Interesante. A diferencia de Elliot que mantenía el tema de su amistad con Victor en total misterio, Derek revelaba información solito. Eso no rompía las reglas del proyecto, ¿cierto? Yo no estaba preguntando nada.

En los minutos que duró el trayecto, Derek me contó varias anécdotas de la infancia de Victor. Gracias a eso, descubrí que el nexo que existía entre los Brown y mi compañero, iba más allá de una simple amistad; eran como hermanos y Derek le correspondía el papel del idiota mayor.

Sus historias me recordaban mucho a mis peleas con Tomás, mi hermano. Siempre burlón, siempre fastidioso, pero extremadamente atento y dispuesto a ayudar. Y, ante esa comparación, mi jefe dejó de parecerme tan ogro.

Al llegar a mi edificio, me tuve que lanzar de la camioneta y correr, porque el viento estaba tan fuerte que el paraguas no serviría de nada. Llegué chorreando agua a mi apartamento; Duque ni se me acercó cuando detectó las gotitas cayendo de mi cuerpo.

Las ventanas estaban todas cerradas, aun así, se podía sentir el frío del exterior. Encendí la calefacción y corrí al baño para darme una ducha de agua caliente; no quería pescar un resfriado porque si había algo que yo odiaba en la vida, era estar enferma.

Me tomé el tiempo necesario en la ducha para despejar todo el frío de mi cuerpo y, a pesar de querer colocarme mi pijama de ositos, opté por un pantalón holgado y un suéter color violeta. Solo tenía que estar presentable de la cintura para arriba, ¿cierto? No era como si fuera a modelar para Victor.

Miré por la ventana, el diluvio seguía desatándose afuera y estaba comenzando a preocuparme... ¿Y si en Verna estaba lloviendo con la misma intensidad? ¿Podría Victor regresar al día siguiente? No aguanté la incertidumbre y consulté los pronósticos del clima, la mayoría decían que habría frío y estaría nublado, pero no llovería... Esperaba de todo corazón que fuera cierto.

Después de preparar mi resumen para Reedus, me dediqué a la cena: un par de sándwiches porque de verdad no tenía ánimos para cocinar algo más elaborado. Estaba cenando, justo cuando mi teléfono empezó a sonar. Lo tomé con mi mano derecha, pensando que era alguna de las chicas para avisarme que estaban en casa, pero casi me atraganté cuando vi el mote de Victor brillar en la pantalla.

—¿Por qué... me llama en los momentos más inoportunos? —mascullé, tratando de calmar mi tos—. ¿Hola?

¿Me estás extrañando, gatita?

—No me has dado el tiempo necesario para hacerlo.

Eso no te lo crees ni tu misma, cariño.

Lo aceptaba, pero él no tenía por qué saberlo.

—¿Ya estás en el hotel? —pregunté consultando la hora en mi reloj: las nueve de la noche.

Sí, acabo de llegar... Un día bastante ajetreado. —Lo escuché suspirar—. Por cierto, ¿todavía está lloviendo en Besana? Escuché a varias personas hablar de eso.

—Sí... De por sí, me estaba preguntando si no tendrás problemas para volver mañana.

¿Ves? Entonces si me extrañas. —Escuché su suave risa en mi oído—. No te preocupes por eso, cariño. Mañana estaré de regreso sin falta. —Eso esperaba...—. ¿Lista para nuestra sesión?

Miré mi plato, ya solo me quedaba un par de mordiscos del ultimo sándwich, así que le dije que sí. Victor colgó la llamada diciendo que me llamaría en diez minutos por el Meet, eso me daría tiempo para encender la computadora y terminar con lo poquito que quedaba de mi comida.

Diez minutos después, exactos porque los cronometré, escuché el tonito característico de la aplicación. Esa vez, había decidido hacer la sesión en mi sala, él ya la conocía y no quería arriesgarme a que Duque volviera a hacer la misma gracia. De igual forma, aseguré de nuevo la gaveta, solo por si acaso.

Hola, preciosa. —Fue lo primero que dijo cuándo se cargó la imagen y, como era de esperarse, mis mejillas ardieron con ese calor ya tan conocido.

—Te ves cansado —dije, al notar las ojeras que marcaban sus ojos.

Digamos que no me han dejado descansar ni cinco minutos desde que llegué —resopló—. Y aunque suene increíble, no quiero hablar de mi trabajo hoy.

—Así habrá sido lo que encontraste —dije.

Las personas piensan que pueden engañarme porque soy joven —frunció su ceño—. Odio que me subestimen. Lo único bueno es que pude ponerlos en su sitio.

—Y seguramente derrochaste sarcasmo —le dije.

Me conoces bien, gatita —dijo, guiñándome un ojo—. Mejor cuéntame de tu día, estoy seguro que fue mucho mejor que el mío.

Pues... había sido un día muy normal, a pesar de la lluvia loca que se desató en la tarde. Le conté de mi clase especial con Reedus, del resumen que había preparado y también le dije que Derek me había llevado a casa, lo cual no le gustó ni un poco. No lo dijo, pero su frente arrugada hablaba solita.

¿Qué te contó con exactitud? —preguntó, entornando sus ojos. Apreté mis labios para no reír—. Ese maldito no sabe mantener su boca cerrada.

—Por todo lo que me dijo, puedo decir que eras un niño muy travieso y muy tierno también.

¡Lo sabía! Pero ya verá cuando regrese —masculló de brazos cruzados.

No pude evitar soltar una risita. Eso demostraba que Victor era tal cual lo había descrito Derek, vengativo e infantil, y por muy extraño que pareciera, me gustaba saberlo.

—¿Estás seguro que no prefieres dormir? De verdad, te noto muy cansado.

Victor recargó el mentón sobre sus manos y sonrió con picardía. ¡Ay, Dios! ¿Qué me iba a decir?

Entiendes que lo único que me mantuvo de pie en este día tan jodido, fue saber que podría verte en la noche, ¿cierto?

¡Explosión instantánea en mi cara!

—La... la sesión... querrás decir.

Si tú quieres creer eso, adelante. Yo sé lo que dije —dijo, sin borrar su sonrisa. Mi sonrojo empeoró—. Haz la pregunta de hoy, gatita.

Con manos temblorosas, pasé las páginas de mi cuaderno hasta encontrar la pregunta del día. Esperaba que no se molestara y la contestara, porque de verdad necesitaba saber la respuesta.

—¿Qué opinión tienes de la familia? —Victor alzó una ceja—. ¡No estoy violando la regla dos del contrato! Te estoy pidiendo una opinión muy general.

La sonrisa ladeada apareció.

Eres muy lista, debo aceptarlo —dijo—. ¿En qué aspecto quieres saber mi opinión?

—El que tú quieras —dije con rapidez, no quería que se arrepintiera de responder.

Victor me dio una sonrisa diferente esa vez, una que reflejaba con claridad la nostalgia que sentía.

La familia es el núcleo de todo —dijo—. Nacemos, crecemos y nos desarrollamos en ese seno, por eso muchas de nuestras actitudes las aprendemos de ellos. Son nuestros padres quienes nos inculcan creencias y valores que son la base de lo que somos.

—También podemos decir que nos sirven de apoyo emocional, ¿cierto? —lancé el primer señuelo. Al verlo sonreír, supe que lo había captado.

Sí, gatita. En la mayoría de las familias, los integrantes se apoyan unos a otros e incluso... pueden perdonar cuando nos equivocamos y los herimos, aunque hay sus excepciones, por supuesto —reveló. Íbamos por bien camino.

Anoté su respuesta y decidí lanzar otra carnada.

—No sé qué opinas tú, pero a veces creo que "la familia" está en riesgo.

Eso por...

—Cada vez hay más divorcios y muchos niños deben criarse en un ambiente donde ambos padres se detestan.

Victor frunció su ceño.

¿Deben entonces mantenerse juntos solo para que los niños tengan a ambos padres?

—¡No! Claro que no... —¡Emergencia! ¡Fibra sensible a la vista! —. Solo digo que... si no hay más remedio, entonces los padres deberían hacer todo lo posible por terminar la relación en buenos términos —dije—. Al final, los niños son los que pagan los platos rotos.

La mirada de Victor se suavizó un poco y soltó un suspiro.

Hiciste un buen intento, pero no pienso contestar lo que opino de los divorcios... —Eso ya me daba mucha información—. Lo que si te diré es que tienes razón en ese aspecto. Los niños son como esponjas, si están rodeados de puras discusiones y maltratos, eso aprenderán.

Era bueno saber que estaba de acuerdo en ese punto, pero por su mirada, entendí que no iba a responder más nada si no lograba suavizar el ambiente. Era increíble cuanto había logrado conocerlo, y todavía no había pasado ni medio mes.

—Oye... ¿Y qué fue lo que me compraste? —Sonrisa ladeada a la vista.

«Muy lista, Issy. ¡Te felicito!». Si estuviera sola, me hubiera dado palmaditas en la espalda.

Es un secreto.

—¡Vamos! ¡No puedes decir que me compraste algo y no decir qué es!

A eso se le llama sorpresa, gatita —dijo, riendo—. Pero sé que te gustara.

—Por lo menos dime si se come o se usa.

Se usa y estoy seguro que te quedara... muy bien.

El calor volvió a concentrarse en mis mejillas al detectar ese tono grave y sensual en su voz. Fruncí mi ceño. No habría sido capaz, ¿cierto? ¡Lo castraba si me había comprado eso!

—Dímelo.

Su mirada brilló con picardía; él ya sabía lo que estaba pensando y lo confirmó a largarse a reír.

¿En serio piensas que te compre ropa interior? —dijo entre risas.

—T-todo es posible y más viniendo de ti. —Victor no dejaba de carcajearse y, aunque quisiera permanecer inexpresiva, su risa era demasiado contagiosa—. ¡Ya! ¡Dímelo! —dije, aguantando la risa.

Solo te diré que es rosado, pero ahora que lo pienso... quizás pueda pasar por una tienda mañana y comprar... algo de tu estilo. ¿Prefieres el encaje blanco o negro?

—¡Idiota!

Victor volvió a carcajearse y esa vez no pude evitar unirme. A pesar de verse cansado, estaba relajado, su risa me lo decía y no podía estar más contenta porque eso... se debía a mí.

—Última pregunta por hoy —dije, cuando calmé mi risa. Ya que estábamos más relajados, estaba segura que podríamos continuar—. ¿Qué opinas de las familias con muchos niños?

¿Cómo doce o algo así? —preguntó, alzando una ceja sin borrar su sonrisa.

—¡No! Lo normal. Un par de niños... quizás.

Victor negó con su cabeza.

Eres lista, gatita —dijo. Por un momento creí que obviaría la pregunta, pero su mirada brillante me dijo lo contrario—. Tengo cuatro hermanas mayores, ya te lo había dicho, así que me gustan las familias numerosas.

—¿Te gustan los niños?

Cada una de ellas tiene dos hijos, es fácil calcular cuántos sobrinos tengo y debo decir que para todos soy el tío genial. Eso te debe decir la respuesta que buscas. —Guiñó un ojo y después, un bostezo salió de su boca—. Lo siento, creo que ya se me está agotando la batería.

—Ve a dormir, lobito. Y muchas gracias por esto. De verdad lo aprecio mucho.

No tienes que agradecer, ya te dije que hablar contigo me relaja, preciosa —dijo, sacándome una sonrisa—. Nos vemos mañana.

—Hasta mañana.

Una última cosa —dijo, antes de colgar. A pesar de que sus ojos lucían cansados, no perdían ese brillo travieso—. Si quieres gatitos, yo puedo ayudarte con eso. —Y se desconectó.

No supe cuánto tiempo estuve mirando la pantalla de la computadora, pero cuando volví en mí... ¡Ardí como una supernova! Y lo peor de todo fue que... como que si lo consideré.

—¿Qué rayos...?

.

.

Pregunta del día: ¿Qué opinas de la familia?

Esta pregunta también es típica en los test de personalidad y se utiliza usualmente para saber en qué tipo de entorno se desarrolló la persona. En el caso de un hombre tan evasivo como Victor, hay que leer entre líneas y debo decir que obtuve mucha información que me permite formarme una opinión.

Victor Benoist es un hombre familiar, aunque se empeñe en negarlo. Para él, su familia es lo más importante e incluso habló de cuanto lo han apoyado y habló del perdón, eso significa que: o el hizo algo muy malo que su familia perdonó o viceversa... pero por lo que he logrado conocer gracias al proyecto, puedo decir que es más la primera opción.

Sin necesidad de preguntar, los misterios de Victor se van revelando, incluso la ausencia de su opinión sobre el divorcio me dice que tuvo una mala experiencia en cuanto a eso... y estoy por sospechar que tiene que ver con eso que pasó en su pasado.

Sí, poco a poco, su alma se va revelando ante mí.

Nota especial: como que si me imaginé unos niños con un cabello claro y revuelto... y unos ojitos verdes. ¡Ay, dios! ¡Esto es de adolescentes! ¡Tachando! ¡Tachando!

.

.

Proyecto "21 preguntas para enamorarse"

Sesión número doce y debo darle crédito por evitar romper la regla número dos del contrato. Fue una buena forma de saber si tenía problemas o no con mi familia, y debo decir que por un momento la nostalgia me traicionó y revelé más de lo que debía.

Mi familia es importante para mí. Mis padres, mis hermanas y sus mini mí, porque todos son una copia de cada una de ellas... e igual de fastidiosos, pero los amo, y a veces, estando con ellos, cargándolos y viendo sus ojos traviesos e inocentes... no podía evitar preguntarme: ¿cómo habría sido mi hijo? Maldición... no me gusta recordar, no me gusta revivir el momento cuando Stacy me dijo que había abortado sin consultarme, pero es algo que debo superar. No olvidarlo, solo... superarlo para poder avanzar, para poder formar una familia cuando conozca a la mujer adecuada porque sí quería tener esa oportunidad. El cargar un bebé por primera vez y ver como sus ojos se abren por primera vez al mundo... que esa pequeña parte de ti te agarre el dedo... y te muestre que la inocencia si existe.

No estaba seguro si Issy es o no esa mujer que yo necesito y espero... pero estaré agradecido con ella por siempre. Ella podría evitar hacerme estas preguntas, pero estoy casi seguro de que no lo hace para obligarme a avanzar.

Nota especia: me decidiré por el encaje negro. El solo imaginármela... ¡Ah, maldición! Sumando otra ducha de agua helada a la cuenta.


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