La magia de Avalon: Mestiza [...

By norawolf2001

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La escuela de magia de Avalon reabre sus puertas, más grande y mágica que nunca, pero una nueva amenaza los a... More

Personajes nuevos
Prólogo
Capítulo 2: Ya pasara
Capítulo 3: El mundo
Capítulo 4: Adiós, Avalon
Capítulo 5: El reino de Forest
Capítulo 6: Prueba de nivel
Capítulo 7: Historia del mar
Capítulo 8: Te voy a amar
Capítulo 9: Pasos
Capítulo 10: Aprendiz en Forest
Capítulo 11: Parte del pasado
Capítulo 12: Un amanecer junto a un ángel
Capítulo 13: Bajo el mar
Capítulo 14: Sombras que nos acechan
Capítulo 15: Empieza el show
Capítulo 16: Momentos de amor
Capítulo 17: Superhéroe
Capítulo 18: Lo que parece
Capítulo 19: Heridas
Capítulo 20: Para sanar
Capítulo 21: Un invierno eterno
Capítulo 22: William Strauss
Capítulo 23: Yo contigo, tú conmigo
Capítulo 24: Daños
Capítulo 25: Nuevas etapas
Capítulo 26: Añoranza
Capítulo 27: ¿Preparados?
Capítulo 28: La sirenita y el elfo
Capítulo 29: El sol de Forest
Capítulo 30: El poder de atracción
Capítulo 31: Diez de octubre
Capítulo 32: Los que siempre están
Capítulo 33: Estar alerta
Capítulo 34: Un rastro

Capítulo 1: Regreso a Avalon

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By norawolf2001

Darion abrió los ojos con algo de dificultad, había dormido bien, pero no mucho. Observó la habitación; por un momento olvidó que estaba en un hotel. Miró hacia el lado y sonrió al contemplar a su hermoso elfo durmiendo junto a él. Acarició su rostro, creyendo que estaba dormido, pero cuando iba a darle un beso, este se giró y abrazó la almohada.

—¿Te estabas haciendo el dormido? —cuestionó, haciéndose el ofendido.

—No... —mintió Vanyan sin ni siquiera hacer amago de mirar a su novio. Sonrió tratando de aguantar la risa por su tono ofendido.

Darion se acercó más, pasando la mano por su cintura.

—¿No vas a darme un beso? —le preguntó, y Vanyan negó con la cabeza—. Ah, o sea, ¿qué quieres más a la almohada que a mí?

—La almohada me deja dormir por las noches.

—Perdona, pero fuiste tú quien me asaltó anoche.

Vanyan se giró de nuevo y abrió los ojos por fin, mirando a Darion mientras trataba de contener la risa. El mago no pudo evitar sonreír al contemplar sus hermosos ojos azules por primera vez en el día.

—Mentira —replicó el elfo, a pesar de que Darion decía la verdad.

—Pues ahora sí que te voy a asaltar yo.

Vanyan rodó por el colchón y con un rápido salto salió de la cama, volviendo a esquivar a su pareja. Le gustaba verlo refunfuñar y reclamar su atención.

—Eres malo conmigo —protestó haciendo un puchero.

—Levanta. Hoy volvemos a casa, ¿recuerdas? —mencionó Vanyan entre risas.

—Justo por eso quiero aprovechar el poco tiempo que nos queda. —Darios se estiró sobre la cama y apartó la sábana, dejando ver su cuerpo desnudo—. Venga, vuelve a la cama. No me hagas rogarte.

Vanyan sonrió con picardía.

—¿Y qué pasa si justo es eso lo que quiero?

—¿Ah, sí?

—Sabes que me gusta hacerme de rogar.

—Ah, bueno, si vas por ahí, —Darion se incorporó y se acercó al borde de la cama, quedando de rodillas—, yo sé cómo hacerte ceder. —Lo agarró de la cadera y lo acercó, comenzando a besar su pecho, y palpar su cuerpo con bastante descaro. Vanyan pasó las manos por su cabello y gimió al sentir como humedecía su piel—. Si quieres que baje más, solo tienes que pedirlo —dijo Darion.

—¿Y si mejor me subo yo?

Darion sonrió con satisfacción, mientras Vanyan lo empujaba sobre la cama y se colocaba encima de él. Sus labios se encontraron por fin y ambos se perdieron en el placer.

Vanyan gimió al sentir a Darion dentro de él. Subió y bajó con fuerza, deleitándose con aquella sensación. Darion lo tocaba como si quisiera impregnar su aroma en su piel o dejar alguna marca que dijera: «es mío». El mago se incorporó y se aferró más a su cuerpo.

—No pares —le dijo, indicándole que pronto llegaría al clímax.

Vanyan busco sus labios antes de correrse, provocando que le mordiera el labio por la excitación, lo cual hizo disfrutar al mago más de lo que le gustaría admitir. Ambos se rieron, y tras recuperar un poco el aliento, se besaron, mientras se acomodaban de nuevo en la cama.

Aquella había sido prácticamente su rutina en la última semana. Tras meses reconstruyendo la escuela, Sierra había insistido en que se tomarán una semana de vacaciones para pasar tiempo a solas. Así que cogieron una habitación en un hotel de Naron y se encerraron allí toda la semana, saliendo solo para tener algunas citas románticas. Pero la mayor parte del tiempo habían permanecido en la habitación, recuperando el tiempo perdido. Nada de llamadas, ni cartas, ni terceras personas, solo ellos dos.

Pero había llegado el momento de volver a la realidad.

—¿Tenemos que regresar? —cuestionó Darion—. ¿Y si nos fugamos y montamos una granja de ponis?

Vanyan soltó una carcajada.

—¿Por qué una granja de ponis?

—Son bonitos.

El elfo se echó a reír y lo rodeó por el cuello.

—Tú sí que eres bonito —dijo antes de besarlo—. Hemos tenido una semana de descanso.

—Y casi tres meses de obras. Estoy molido.

—Eso creo que no es por las obras.

Darion sonrió.

—Para eso aún me sobra energía. —Se colocó sobre Vanyan y lo beso—. ¿Sabes? Después de matar un dragón, creo que nos merecemos más tiempo.

—Tú insististe en supervisar los arreglos

—Es nuestra casa.

—Y por eso debemos volver ya. Además, ¿quién ayudará a Arcos y a esos pobres niños si tú no estás?

—Sabes cómo tocarme la fibra sensible.

Vanyan sonrió con picardía.

—Y lo que no es la fibra también. —Se acercó a sus labios de nuevo.

—No me provoques o no saldremos de aquí nunca.

—Eso sí que es una gran tentación.

Ambos rieron y compartieron un largo beso. Estos días juntos habían sido maravillosos. No sabían lo mucho que lo necesitaban. Sentían que habían rejuvenecido diez años en una semana, y ahora estaban llenos de energía.

—Esta ha sido la mejor semana de toda mi vida —declaró Darion—. Te echaba de menos.

—Siento haberte hecho esperar tanto —se disculpó Vanyan con algo de pesar.

—Ha merecido la pena —aseguró el mago, contemplándolo con dulzura—. Lo bueno siempre se hace esperar, ¿no?

Vanyan sonrió.

—Te amo.

Vanyan juntó sus labios y se negó a separarlos en un buen rato. Envolvió el cuerpo del mago con el suyo y le rogó que entrase de nuevo. No quería desperdiciar ni un segundo más de su vida sin disfrutar del más mínimo contacto con su novio. Con el amor de su vida.


Regresaron a Avalon unos días antes de que comenzaran las clases. Darion llevó a Vanyan en su moto hasta la zona de recogida.

—Tengo que reconocer que esta nueva faceta tuya de motero, me pone —dijo Vanyan al quitarse el casco.

—Vendré a buscarte en la moto más a menudo entonces. —Vanyan agarró su rostro y lo besó—. Te voy a extrañar.

—¡Puaj! Por favor, qué no quiero vomitar —dijo Peters, rompiendo el momento.

El mago se encontraba de brazos cruzados, apoyado en un árbol, esperando al elfo. Le había crecido un poco el cabello y se veía algo más fuerte. Se notaba que había pasado el verano entrenando.

—Hola, cuñado —lo saludó Darion, con algo de fastidio.

—Siento cortaros el rollo —se disculpó con nada de culpa—, pero para numeritos románticos, volveos al hotel.

—Tú presionaste para esto, ahora atente a las consecuencias —replicó Vanyan.

—Pues, como buen hermano pequeño berrinchudo, reclamo a mi hermano mayor. Así que humo, viejales motero.

Vanyan se echó a reír, mientras Darion y Peters se desafiaban con la mirada (realmente en broma).

—Te llamo más tarde —le dijo Vanyan a Darion, despidiéndose con un largo beso.

—Te amo.

—Y yo a ti.

—Y yo a los dos —interrumpió Peters—. Vamos.

Vanyan le dio otro rápido beso a Darion y se aproximó a Peters.

—¡Adiós, tercera rueda! —se despidió Darion de Peters antes de irse.

—Uy, qué cabrón.

Vanyan rio mientras se dirigía a abrazar a su hermano.

—Hola.

—Hola, elfito enamorado. Ya veo que me has echado de menos.

—Ni un poquito.

—Vaya.

Comenzaron a caminar hacia la escuela Norte

—¿Cómo ha ido todo?

—Bien. En Encanta son muy majos. A veces demasiado.

—¿No has conocido a nadie? —Vanyan alzó una ceja.

—Para ya con eso.

—Yo solo digo, que no pasa nada por echar una canita al aire de vez en cuando.

—¡Dios! Qué anciano has sonado.

Vanyan rodó los ojos.

—Hablo en serio.

—Te agradezco tu turbio interés por mi vida sexual y amorosa, hermano, pero estoy bien así. Además, los rollos de una noche no me van, ya tuve de eso cuando bebía. —Vanyan se encogió de hombros—. ¿Y tú qué, hombre enamorado? —Le dio un codazo—. ¿Qué tal con tu amorcito?

Vanyan no pudo evitar sonreír muy feliz.

—Genial. La verdad, necesitaba ese descanso.

—Ah, pero, ¿habéis descansado?

Vanyan se rio.

—Tenías razón sobre Darion y yo —reconoció—. Gracias por tu ayuda.

—De nada. Sois una pareja muy mona, aunque empezáis a darme grima con tanto besito.

—Hablo aquí mister romántico. Ya cambiarás de opinión cuando encuentres a la persona indicada. Habrá que verte cuando te enamores.

—No estoy interesado en eso por el momento. Ahora mismo tengo otras cosas en las que pensar.

Vanyan se detuvo y miró a Peters, algo preocupado.

—¿Todo bien con el entrenamiento?

—Sí, bueno... —Observó sus manos—. Ha sido curioso. —Vanyan frunció el ceño. Había algo que no le estaba contando—. Venga, vamos. Mamá nos está esperando.

A Vanyan se le escapó una sonrisa de nuevo al escuchar a Peters llamar «mamá» a Sierra. Ya era oficialmente de la familia. Nunca pensó que eso le haría tan feliz.

Siguieron caminando hacia la escuela y Vanyan quedó bastante impactado al contemplar el edificio en pie de nuevo, como si nada hubiera pasado.

—Vaya... —La emoción se vio reflejada en sus ojos. Su hogar volvía a estar frente a él, y más completo que nunca.

La escuela ahora era mucho más grande. Las torres circulares que antes tenía, ahora terminaban en pico. Y el edificio se veía de un tono morado clarito y azul. El patio seguía igual, aunque era más grande.

—Hijo. —Sierra se acercó a abrazarlo—. ¿Cómo estás, cielo? ¿Qué tal todo?

—Genial. Mamá, esto es...

—Fascinante —afirmó la directora—. Necesitábamos un cambio. Ya puestos. Por dentro está prácticamente igual, aunque con algún extra.

—Cuando me marché aún faltaba mucho.

—Es lo que tiene la magia —comentó Peters.

Vanyan observó el bastón que Sierra aún llevaba. Probablemente, había utilizado su magia para terminar la escuela a tiempo y ahora se encontraba agotada, tanto que necesitaba algo en lo que apoyarse para poder andar.

—Vamos, te mostraré las salas nuevas.

Peters sujetó el bastón de Sierra, mientras está rodeaba sus brazos, sosteniéndose de sus hijos para poder andar.

Entraron en el edificio, el cual estaba prácticamente igual, como si no hubiera pasado nada.

—Las salas protegidas con magia, como la biblioteca, quedaron intactas —contó Sierra—. Le debemos una a Milory.

—¿Cuánto nos cobraría por proteger toda la escuela? —preguntó Peters.

—Eso no es tan sencillo. Cuanto más grande y fuerte es la barrera, más difícil es de mantener. Y Milory ya protege a todo un pueblo. —Suspiró—. Y yo no tengo tanto poder para hacer algo así.

—Bastante has hecho ya, ma —dijo Vanyan.

Sierra le sonrió y continuó.

—Todas las salas siguen en el mismo sitio. Pero tenemos una nueva.

—¡Tenemos una sala de profesores! —exclamó Peters, abriendo la puerta.

El lugar estaba pintado en tonos azules; tenía una cocina; una mesa alta para sentarse a comer o trabajar; y una mesita de café entre dos sofás. Era bastante agradable, como un pequeño departamento.

—¿Era necesario? —cuestionó Vanyan.

—Te vendrá bien para socializar.

El elfo rodó los ojos.

Siguieron subiendo hasta sus habitaciones. Vanyan se sintió pequeño caminando por los pasillos, a pesar de que por dentro fuera prácticamente la misma escuela; todo se veía más grande.

—He dejado vuestras habitaciones casi exactas, pero más amplias —mencionó Sierra—. La mía está al fondo del pasillo. Y he puesto la de Peters frente a la tuya.

—¿Y por qué no al lado como antes? —preguntó Vanyan.

—Porque quiero poder dormir por las noches sin escuchar como Darion y tú os dais mimitos —replicó Peters, sonrojando al elfo.

Sierra no pudo evitar reírse.

—Acomódate. Tengo que regresar al despacho. Hay que volver al trabajo.

—Pero, ¿tú alguna vez paras? —preguntó Peters.

Sierra les dio un beso en la mejilla a cada uno.

—Me alegra teneros de vuelta. Os veré en la cena. Os quiero.

—Te queremos —dijeron al unísono.

—Está agotada —apreció Vanyan cuando se marchó.

—Lo sé. Pero dile tú algo.

—No serviría de nada. —Vanyan abrió la puerta de su habitación y sonrió al ver tanto espacio.

—Bueno, te dejo que te instales. Por cierto, te he dejado un regalo en la mesa.

Vanyan frunció el ceño desconfiado.

—Ahora tengo miedo.

Peters le guiñó el ojo y cerró la puerta tras de sí.

Vanyan encontró el regalo en cuanto entró, era una caja llena de pequeños frascos de cristal. Tomó uno para ver de qué eran y al reconocerlos se sonrojó hasta las orejas. Era poción antiembarazo.

—¡Peters! —gritó muerto de vergüenza.

—¡De nada! —dijo Peters desde el pasillo, antes de esconderse en su habitación.


Peters había pasado gran parte del verano en Encanta, entrenando con los elfos. Se quedó allí tras la boda de Delion y Fiona. Durante su estancia también había retomado sus viejas canciones y había comenzado a componer varias nuevas. Estaba muy inspirado.

Se sentó al piano de la sala de música y permaneció allí por varias horas, centrado en sus canciones, aunque le costó un poco arrancar.

—Suena bien —dijo Lizzy desde la puerta al escucharlo cantar.

—Chiqui, —Sonrió al verla—, ya has llegado. —Lizzy se acercó y lo abrazó—. Me alegro de verte.

—Hola, Pets.

—¿Cómo estás? ¿Qué tal todo?

—Bien. Aunque el mar anda un poco descolocado con esto de los demonios de agua.

—¿Aún no saben de dónde han salido?

—Portales. Han aparecido varios y los demonios salen de ellos como hormigas de un hormiguero. Mi tío los está cerrando, pero los demonios ya se han esparcido.

—Seguro que lo tenéis bajo control.

Lizzy suspiro, no muy convencida.

—Eso espero.

Se mantuvieron en silencio unos segundos, antes de hacerse la misma pregunta:

—¿Sabes algo de Roxy?

Ambos sonrieron con algo de decepción.

—Llevo más de una semana sin saber nada de ella —contó Lizzy.

—¿Y cómo estaba la última vez que hablaste con ella?

—Mal...

—Lo de su abuela ha sido un golpe duro.

—Sí. Pero no es solo eso. Todo ha cambiado ahora. Sus hermanas deben asumir la corona, y mientras, ella está en el punto de mira de los detractores.

—No quieren a Eli como reina —recordó Peters.

—No quieren a Roxy como princesa —añadió Lizzy—. Lion King está al borde de empezar un conflicto político entre ellos mismos. May y Eli deben hacerse cargo ahora...

—Y Roxy está sola —se lamentó Peters.

—No todo el mundo en Lion King la repudia, pero para defenderla deben respaldar a sus hermanas.

—Y eso la deja apartada.

—Casi escondida. Aquí.

—No estará sola —aseguró Peters.

Lizzy sonrió.

—Claro que no. Vayara y yo cuidaremos de ella en la escuela submarina, te lo prometo. —Lizzy sentía que el mago estaba esperando escuchar eso.

—Sé que lo harás —contestó Peters, en verdad agradecido.

—Qué sepas que me siento tremendamente ofendido ahora mismo —dijo Vanyan desde la entrada—. ¿Llegas antes y te encuentro hablando con Peters en lugar de conmigo? Qué fuerte.

Lizzy se rio y abrazó a su tío, muy feliz de verlo.

—¿Qué puedo decir? Soy tan encantador —se burló Peters.

—Creído.

—Te estaba buscando, pero encontré a Peters primero —aclaró Lizzy.

—Y dejo de buscarte —se burló Peters.

Lizzy se rio y Vanyan lo miró mal.

—Pues ahora me la llevo. Búscate a tu propia sobrina.

—¡Pues dame una!

—Adiós, Peters —se despidió Lizzy, antes de salir junto al elfo.

Peters sonrió, complacido por la tranquilidad que se respiraba en la escuela. Los últimos meses reconstruyendo el lugar y entrenando, habían sido un caos. No sabían si podrían reabrir a tiempo, y él ni siquiera estaba seguro de si podría regresar después de los problemas que había tenido con su magia.

Quería disfrutar de aquella paz, pero no podía evitar preguntarse cuánto duraría.


Antes de la cena, Vanyan se reunió con Peters en el cementerio, frente al lago Sin Fin, el más grande de Avalon. El elfo se sintió aliviado al contemplar el lugar tal como estaba antes, no había sufrido daños.

—Es un alivio que todo siga en pie —comentó Peters.

—Sí. Casi un milagro diría yo.

—¿Cómo está Lizzy de verdad?

—Preocupada. Empiezo a pensar que no ha venido antes por voluntad propia.

—Supongo que es frustrante no poder ayudar con eso. —Se miraron—. Lo que pasa ahí abajo nos afecta, pero no podemos resolverlo.

—Recuerda eso el resto del año.

Peters sonrió, falsamente, algo preocupado. Siempre había problemas que resolver, pero, últimamente, era diferente. Sentía que no estaba preparado para esto.

—¿Qué querías enseñarme? —le preguntó Vanyan.

Peters suspiró antes de contestar:

—Esto.

Disparó al agua, y unos fuertes rayos dorados salieron de sus manos, cortando prácticamente el agua en dos por un momento, hasta que volvió a su estado normal.

—¡Wow! —grito Vanyan de la impresión. La magia de Peters siempre había tenido un color amarillento dorado, pero ahora era mucho más intenso. No era como la luz clara de los magos, era diferente—. ¿Qué narices...?

—Sí, —Miró sus manos—, es así desde que desperté.

—¿Despertar? Peters, moriste. —Vanyan se mostraba molesto por el hecho de que Peters hiciera de menos aquel suceso.

—Un minuto, —aclaró Peters—, incluso menos. Estoy bien.

—Te dejamos en Encanta para que aprendieras a controlar ese poder.

—Y lo he hecho. No me he cargado nada.

—Eres el profesor de canalización, Peters, no puedes perder el control.

—Lo controlo bien. —Aquella frase inquietó a ambos. Ya la había dicho antes—. ¿Sabes que no bebí nada en Encanta? Ni una gota. Llevo sobrio ya dos años.

Vanyan relajó el gesto.

—Estoy orgulloso de ti.

—Lo sé. —Vanyan se rio—. Las niñas me necesitan, Vanyan. He hecho todo lo posible por poder volver, por ellas.

—Lo sé. Delion me tuvo al tanto de tus avances. Pero verlo es otra cosa...

—¿Y por qué me interrogas?

—Porque cuanto más grande es un poder, más afecta a la mente de una persona. Y alguien con unas emociones tan fuertes como las tuyas... —Hizo una pausa—. Moriste. Por poco tiempo. Pero lo hiciste. Y no sabemos las consecuencias que esto puede acarrear. Debo ser precavido y objetivo en esto.

—Lo sé. Y no quiero que no lo seas. Solo quiero que sepas, que estoy listo. Estoy aquí, y te cubro las espaldas.

Vanyan puso una mano en su hombro.

—Todo estará bien —dijo tratando de autoconvencerse.

Peters lo abrazo.

—Todo saldrá bien —repitió, también para sí mismo.


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