Zoe & Axel ✔️

By ines_garber

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Zoe y Axel son polos opuestos y, a la vez, muy similares. A él le encantan las matemáticas; ella las odia. Él... More

P r ó l o g o .
U n o .
D o s .
T r e s .
C u a t r o .
C i n c o .
S e i s .
S i e t e .
O c h o .
N u e v e .
D i e z .
O n c e .
D o c e .
T r e c e .
C a t o r c e .
Q u i n c e .
D i e c i s i e t e .
D i e c i o c h o .
D i e c i n u e v e .
V e i n t e .
V e i n t i u n o .
V e i n t i d ó s .
V e i n t i t r é s .
V e i n t i c u a t r o .
V e i n t i c i n c o .
V e i n t i s é i s .
E p í l o g o .
E s p e c i a l .
E x t r a 1.
E x t r a 2 .
E x t r a 3 .
E x t r a 4 .
E x t r a 5 .
E x t r a 6 .
E x t r a 7 .

D i e c i s é i s .

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By ines_garber

16 de julio de 2019

¿Qué le ve la gente al amor? Yo ni siquiera estaba enamorada de Axel, pero el hecho de que me gustase ya se había convertido en mi peor pesadilla. Sí, había destronado a las matemáticas. Así de horrible era.

No había conseguido quitarme a Axel de la cabeza desde que me fui de la cafetería. No lograba pensar en otra cosa que no fuese el beso entre nosotros o en el que Audrey le dio a él. Quería verle y al mismo tiempo, quería borrarlo de mi vida por completo. Echaba de menos estudiar y hablar con él, o simplemente el hecho de tenerle cerca, pero también recordaba lo que había sentido al verle con Audrey y entonces lo quería lo más lejos posible de mí.

Me estaba convirtiendo en Kate, solo que sin sus múltiples talentos. Tenía la mente hecha un lío pero no había aprendido a cantar ni a escribir poemas de la nada. Y las matemáticas seguían siendo un gran interrogante para mí.

¿Conocéis la expresión "lo mejor de los dos mundos"? Pues yo había conseguido todo lo contrario y ni siquiera sabía como.

Decidí salir a correr para despejarme un poco. Me puse la ropa de deporte y las zapatillas y me despedí de Ethan antes de abandonar el edificio y empezar a correr. En pleno julio, el calor que hacía fuera a esas horas era asfixiante. Me arrepentí rápidamente de haber salido, pero me obligué a mí misma a seguir corriendo.

Mi mente seguía pensando en Axel y en las miles de dudas que habían estado vagando por mi mente desde el día anterior.

Si quería olvidarme de Axel, lo más lógico era dejar el trabajo. Pero no iba a fallar a Lydia y a abandonar algo que de hecho empezaba a gustarme, por algo que ni siquiera era amor.

Perdida en mis pensamientos, había estado corriendo sin descanso y ahora me encontraba sin aliento. Paré y noté como mis pulmones batallaban para coger todo el aire que me faltaba. Correr no me estaba despejando, estaba haciendo el efecto contrario.

Al final me decanté por volver a casa y darme una ducha fría. No sabía si eso ayudaría a deshacer el enredo que había en mi mente, pero al menos conseguiría quitarme de encima el sudor y me sentiría un poco mejor.

Salí de la ducha con una toalla enredada al cuerpo y otra a la cabeza. Me fui a mi habitación a cambiarme, pero justo antes de ponerme el pijama mi móvil sonó. Era un mensaje de Lydia.

No lo pensé dos veces. Escribí un "claro" y esperé su respuesta. Necesitaba distraerme y hacer pasteles con Lydia era muy entretenido. Me venía de perlas en esos momentos.

Le mandé el emoji de la mano con el pulgar hacia arriba y me dirigí al armario. Cogí lo más fresco que encontré, un vestido de tirantes holgado de una tela muy fina.

Corrí al baño a peinarme pero no me sequé el pelo y tampoco me lo recogí. Daba gusto cuando los mechones húmedos hacían contacto con la piel de mi espalda, era fresquito y agradable. Aún así me puse un coletero en la muñeca porque sabía que en cuanto se me secase, llevar el pelo suelto solo me daría más calor y, teniendo en cuenta que iba a pasar bastante rato en una cocina, quería evitar achicharrarme lo máximo posible.

Cuando terminé de arreglarme le envié un mensaje a Lydia y cogí el autobús para ir a la cafetería. El establecimiento estaba abierto cuando llegué y Lydia ya se encontraba dentro. Llevaba el cabello recogido en dos moños con las raíces trenzadas. Su peinado parecía mucho más complejo que cualquiera que yo hubiese podido hacerme y desde luego, era también mucho más bonito.

Me saludó con un abrazo que yo le devolví y luego nos dirigimos charlando hasta la cocina.

La verdad es que mi plan funcionó. Desde el momento en el que comenzamos a hacer la tarta de queso, estuve tan concentrada en no cagarla y seguir las instrucciones de Lydia a la perfección, que no pensé en Axel ni un solo segundo.

A la mierda los que dicen que los dulces no solucionan nada, he aquí la prueba de que se equivocan.

Sin embargo, cuando terminamos de decorar la tarta con una fina capa de mermelada de fresa y algunos frutos del bosque, Axel volvió a invadir mis pensamientos. Al entrar en la sala de descansos recordé no solo el beso, sino la vez que había venido junto con Liam a probar mi tarta.

Me frustré conmigo misma al notar que una parte de mí esperaba que viniese hoy también. Seguía queriendo verle. Seguía queriendo tenerle cerca.

Lydia vino detrás mía con dos platos y sus respectivos trozos de tarta. Hasta para cortarlos era perfeccionista, parecían haber sido divididos por una máquina en vez de un ser humano, pero yo misma la había visto partir cada uno de los trozos.

—Han quedado algunas frambuesas. ¿Por qué no le dices a Axel y a Liam que vengan? —pregunté. Nunca se me había dado bien disimular algo y sospechaba que Lydia vería a través de mi pregunta sin problemas.

Efectivamente, Lydia esbozó una sonrisa en cuánto terminé de hablar.

—Hoy no pueden venir. Axel ha llevado a Liam al museo de ciencias naturales. Probablemente pasen allí todo el día.

Asentí con la cabeza. No me costó demasiado disimular mi decepción.

Me senté en una de las sillas y comencé a probar la tarta. Incluso comiendo, y mira que yo adoraba comer, no podía quitarme el beso de la cabeza. Observé la mesa, la misma mesa sobre la que yo había estado sentada cuándo Axel me besó.

Ni siquiera intenté frenar el recuerdo, que de nuevo vino a mi mente. Había perdido la cuenta de las veces que había visto en mi cabeza la imagen de Axel mirándome fijamente antes de besarme.

Sin embargo, esta vez me dejé llevar. Me permití recordar cada detalle de ese beso, el tacto suave de sus labios y la forma en la que su mano sujetó mi cabello después de deshacer mi coleta. Tampoco me prohibí sentir de nuevo esas mariposas, el cosquilleo en mi barriga.

Ese era mi mayor problema: había disfrutado tanto aquel beso... Lo había disfrutado tanto que una parte de mí quería repetirlo.

No.

Una parte no. Todo mi ser. Quería volver a besarlo y negarlo era una estupidez. Incluso aquella parte de mí que se sentía culpable y simpatizaba con Audrey quería probar los labios de Axel de nuevo.

Empezaba a entender por qué la gente alababa tanto el amor y el sexo. Lo que te hacía sentir era adictivo. Era igual que una droga, todas las cosas malas que traía como consecuencia eran eclipsadas en el momento en el que la ola de electricidad te alcanzaba. En el momento en el que tu corazón latía con fuerza y el deseo te cegaba.

Y como toda droga, el amor era además de adictivo, peligroso.

No llamé a la puerta antes de entrar en la habitación de Kate. En otro momento me habría gritado de todo por entrar de esa forma, pero ya le había avisado de que estaba llegando minutos antes por Whatsapp.

Es más, no solo no estaba molesta, sino que parecía bastante satisfecha con la situación.

Le había escrito un mensaje diciéndole que necesitaba hablar sobre Axel porque estaba empezando a desesperarme por quitármelo de la cabeza. A Kate le había emocionado bastante el hecho de que fuese a pedirle consejos sobre este tema en concreto. Maldita romántica, pensé. Ella sin duda era la más adicta al amor. Supongo que eso la hacía una experta también.

—No lo soporto. Dime cómo narices hago para que deje de gustarme —me quejé.

—No es tan fácil —dijo ella —. Yo nunca conseguí desenamorarme de Ethan, y mira que lo intenté.

—Seguro que no lo intentaste de verdad... —señalé —. Pero, ¿cómo diablos soportaste estar enamorada sin ser correspondida durante tanto tiempo? Creo que nunca te había admirado tanto como ahora.

Era mentira. Yo siempre había admirado a Kate por muchas razones. Esto era solo un talento más para añadir a su lista.

Pero no era momento de envidiar a nadie. Había tenido suficiente con los celos que me provocaba pensar en Axel junto a Audrey.

—No lo sé. Me acostumbré, supongo —se encogió de hombros —. Mi caso es diferente, yo he estado enamorada de Ethan toda mi vida. No conozco otra cosa —admitió.

—Pues yo no he estado más confundida en mi vida. Ni siquiera los exámenes de matemáticas me funden el cerebro de esta forma —protesté —. Llevo pensando en él desde el beso. Ese jodido beso vive en mi cabeza. Es como si Axel se hubiese metido en mi mente y hubiese tatuado su nombre en mi cerebro.

—Eso suena horrible...

—Es que lo es. Vivía mejor cuándo mi cerebro estaba vacío... Nunca pensé que diría esto, pero echo de menos ser una "cabeza hueca".

Kate dejó escapar una carcajada que llenó toda la habitación.

—Y yo nunca pensé que tendría que decirte esto precisamente a ti, pero: no le des más vueltas —dijo —. Lo estás pensando demasiado.

—Porque la cagué, Kate. Estoy intentando no ponerme por encima de los demás siempre —confesé —. Me encantaría dejar de darle vueltas al asunto pero sé que en el momento en el que eso pase y vea a Axel, probablemente haga algo de lo que me arrepienta.

Dejé salir todo eso y me di cuenta de que lo decía de verdad. Las palabras habían salido de la parte más sincera de mí.

Kate se quedó callada unos segundos, observándome.

—Tienes razón. Lo siento —murmuró —. Sinceramente, no sé muy bien qué decir. Lo estás haciendo bien, Zoe, y estoy orgullosa de ti —expresó. Esas palabras se me clavaron muy dentro. Eran mi punto más débil, porque no estaba acostumbrada a escucharlas —. Y siento mucho que todo esto te esté resultando tan pesado. Siento mucho que tu verano se haya estropeado.

Estropeado, ¿eh? Eso mismo había pensado yo cuando mi madre me había hecho aceptar el trabajo en el Hallon. Pero ahora no estaba segura de que eso fuese verdad. Me sentía más viva que nunca, más completa que nunca. Y no por Axel, sino porque había conocido a Lydia, había descubierto que me gustaba la repostería y que no se me daba tan mal como creía el interactuar con la gente.

Estaba un poco orgullosa de mí por todo aquello, y aunque seguía amando mi vida asocial con todo mi corazón, también me gustaba sentirme tan satisfecha conmigo mismo.

—No está tan mal. Habría estado mejor si no me hubiese enamorado de alguien con novia, pero no está tan mal.

—¿Enamorado? —preguntó Kate alzando ambas cejas.

—Entre muchas comillas. No estoy enamorada de él —aseguré. De eso si que estaba segura.

—Está bien —asintió —. Si te sirve de algo... para mí también fue un incordio que me gustase Ethan.

—¿En serio? Pensaba que lo vuestro siempre había sido mariposas, flores y felicidad —me burlé.

—Pensaba que nunca iba a ser correspondida y no conseguía desenamorarme de él —confesó —. Era un infierno.

Me paré a imaginarlo por un segundo y me di cuenta de que, comparado a eso, lo mío parecía mucho menos doloroso. En el momento en el que yo dejase de trabajar en la cafetería podría olvidarme de Axel por completo, pero Kate no lo habría tenido tan fácil.

—Suena como un infierno, sí —acordé —. ¿Cuándo dejó de serlo?

—Cuando pude ser capaz de dar el primer paso —explicó —. Pero no estoy muy segura de tú que puedas aplicar eso.

—O sea, que me tengo que buscar la vida...

Kate hizo una mueca compasiva y asintió con la cabeza.

Genial, pensé. Porque entonces estoy jodida.

17 de julio de 2019

Llegué al trabajo mucho antes de lo usual ese día. Me había quedado a dormir en casa de Kate y ella se había encargado de despertarme una hora y media antes de las ocho, la hora en la que se suponía que tenía que estar en la cafetería.

Ahora eran las ocho menos veinte y yo ya llevaba unos cinco minutos allí.

Axel estaba sentado frente a mí. Se había quitado uno de los auriculares al verme, lo que probablemente significaba que podía hablar con él si yo quería. Me habría gustado hacerlo. El problema era que no sabía qué decir.

—He hecho un plan de estudio hasta agosto que creo que te puede servir mucho. —Sorprendentemente, fue él quien rompió el silencio.

—¿Qué significa eso? —pregunté. ¿Significaba que ya no iba a estudiar conmigo? ¿Iba a tener que estudiar por mi cuenta a partir de ahora? Intenté que todas esas preguntas y la preocupación que causaban en mí no se vieran reflejadas en mi expresión.

—Significa que estoy intentando que las clases sean lo más efectivas posible —explicó —. Tienes el examen a principios de agosto, ¿no? Tenemos que utilizar el tiempo que nos queda lo mejor que podamos.

Suspiré aliviada y disgustada al mismo tiempo. ¿Por qué había tenido que recordarme que quedaba tan solo medio mes para el examen? Yo era feliz en mi ignorancia. Aunque el hecho de que se hubiese tomado el tiempo de preparar todo eso por mí también me hacía un poco feliz.

—Gracias. Si apruebo el examen vendré todos los viernes a la cafetería solo para recordarte lo agradecida que te estoy —bromeé.

—Me parece insultante que solo aspires a un aprobado —suspiró —. No te tienes por qué conformar con eso. Quiero decir, está bien si es lo que buscas pero, sabes que tus capacidades dan para más, ¿verdad?

Díselo a cada uno de los profesores que he tenido.

—En primaria uno de mis profesores pensaba que tenía discalculia. Ya sabes, como la dislexia pero con los números —expliqué. Axel asintió con la cabeza —. Al final resultó que no, que simplemente era estúpida y me confundía al escribir los números porque estaba ocupada pensando en mis cosas.

—No eres estúpida, Zoe —dijo él muy serio.

Yo tampoco me consideraba estúpida, simplemente mala con las matemáticas, pero la forma en la que lo había dicho había provocado que mi corazón diese un brinco. De pronto me sentí muy consciente de cada latido.

—Lo digo en serio. No creas que eres estúpida, porque no lo eres. No es tu culpa que tus profesores hayan sido unos incompetentes y no hayan sido capaces de conseguir que te intereses lo más mínimo por sus clases.

—Incompetentes es una palabra muy suave para describirlos. Yo los suelo llamar capullos en mi mente. —No había pensado decir eso en voz alta, pero al final terminé haciéndolo igualmente. No me arrepentí en absoluto, porque Axel esbozó una sonrisa, con sus hoyuelos incluidos, y yo sentí que me derretía por dentro.

Ya ni siquiera pensaba en el beso. Solo pensaba en que habría dado cualquier cosa por verle sonreír de nuevo.

—Estoy totalmente de acuerdo contigo —aseguró —. Y más te vale cumplir tu promesa. Cuando apruebes, te quiero ver aquí todos los viernes.

Su sonrisa no abandonó sus labios ni siquiera cuando se levantó y se dirigió a la cocina para comenzar a prepararlo todo.

Yo me quedé sentada unos segundos procesando, o más bien saboreando, lo último que me había dicho.

"Te quiero ver aquí todos los viernes". No "A Lydia le gustará que te pases por la cafetería" o "Espero que me des las gracias cada viernes por haberte ayudado". Me pregunté si era solo una forma de hablar, o si realmente esperaba que cumpliese mi promesa.

Acababa de terminarme mi bocadillo y me encontraba ya cruzando la cocina para salir de la cafetería cuándo escuché la voz de Axel desde fuera. Parecía bastante agitado.

La puerta estaba entornada, por lo que pude observarle sin que él se diera cuenta. No es lo más ético, pero fue una de estas cosas que no te paras a pensar, simplemente lo haces.

—¿Quieres que me prepare una vida digna? —espetó claramente irritado —. ¿Y qué te parece que estoy haciendo, joder? Si llevar una vida digna es trabajar en algo que no me gusta, prefiero quedarme como estoy. Que te jodan a ti y a tus prejuicios de mierda.

Joder. La discusión era incluso más seria de lo que imaginaba. ¿Con quién estaba hablando?

Miré hacia atrás para ver si Lydia me podía ver espiando a su hermano, pero ella seguía en la zona de descansos y la puerta estaba cerrada. Me asomé de nuevo al pequeño espacio que me dejaba ver a Axel.

Estaba de pie. Tenía la mandíbula tensa, los labios apretados y la mano izquierda en un puño. Aunque hubiese querido, no me habría atrevido a cruzar la cafetería para salir de ella en estos momentos. Y eso que la rabia que emanaba no iba dirigida hacia mí.

—Mira, estoy haciendo todo lo posible para que aceptes mis decisiones. Estoy trabajando y —paró de hablar de repente. Probablemente la persona que se encontraba al otro lado de la llamada le había interrumpido a mitad de la frase. Axel no protestó, se quedó callado escuchando lo que aquella persona le decía. Solo volvió a hablar un minuto después —. Pues yo que sé, papá. Es que ya no sé qué más decirte para que lo entiendas.

Volvió a quedarse callado, completamente tenso. Ahora ya no daba miedo, en lugar de eso, verle me provocaba unas ganas tremendas de ir a abrazarle. Parecía tan frustrado que se podría echar a llorar en cualquier momento. Pero tampoco imaginaba a Axel llorando.

Y en efecto, no lloró. Dijo algo en voz baja y tragó saliva antes de guardarse el teléfono en la mochila. Después de eso, como si hubiese canalizado toda su rabia en su puño izquierdo, le pegó un puñetazo a la pared que me hizo pegar un salto.

Nada más hacerlo, se desplomó sobre una de las sillas y cubrió su rostro con sus manos.

Voy a ser sincera, me moría de ganas de ir hasta él y preguntarle sobre lo ocurrido para saciar mi curiosidad. Sin embargo, me contuve, aunque sí que salí de mi escondrijo y caminé hacia la mesa junto a la que él se había sentado.

Quería preguntarle si estaba bien, pero ¿había algo más estúpido que preguntarle eso a alguien que claramente estaba mal?

Axel no se percató de mi presencia hasta que estuve a un metro de él aproximadamente. Bajó las manos y soltó un suspiro muy profundo. Antes de que pudiese decir nada —aunque no estoy segura de que tuviese algo que decir—, murmuré:

—Vete a casa, anda. —Axel frunció el ceño confuso —. No sé qué ha pasado pero no parece que te haya sentado muy bien. No tiene sentido que te quedes a trabajar si te encuentras mal. Tómate el día libre y trata de relajarte. Yo me ocupo de tu turno de tarde.

Quizá meterme en sus asuntos no era mi movimiento más inteligente, pero no me gustaba para nada verle así.

La expresión de Axel se relajó, pero no se volvió neutra en absoluto. Me miró como si un ángel se hubiese aparecido ante él. De no haber sido por el espacio que necesitábamos mantener entre nosotros,  lo habría abrazado, porque su mirada pedía un abrazo a gritos.

—Gracias —dijo. Pude notar la sinceridad en sus palabras —. Te debo un favor enorme por esto.

—Me conformo con unos pastelitos —sonreí —. Vete a casa, Axel. Descansa un poco.

Asintió con la cabeza y me lo agradeció una vez más. Después se quitó el delantal, se metió en la cocina y volvió a salir en apenas un instante, solo para cruzar la cafetería y dirigirse hacia el parking.

Me quedé allí de pie, esperando arrepentirme por haberme ofrecido a cubrir su turno de trabajo. Hace un mes me habría arrepentido, sin duda. Estaría pensando en mi cama, en lo a gusto que podría estar en esos momentos tirada en ella y viendo series.

Pero el arrepentimiento no llegó. Y lo único en lo que podía pensar era en que esperaba haber ayudado a Axel a sentirse aunque fuese un poco mejor.

Eran las nueve de la noche y yo estaba reventada después de haberme quedado trabajando en el Hallon hasta las seis. Me encontraba en mi habitación, tumbada en la cama con el portátil sobre mis muslos, viendo iZombie. Ya había visto todas las temporadas disponibles en Netflix, pero el uno de agosto salía la quinta y quería refrescarme la memoria antes de empezar a verla.

Estaba tan cansada que batallaba conmigo misma por mantener mis ojos abiertos. Quería terminar de ver el episodio en el que me encontraba antes de dormirme.

Justo entonces mi móvil se encendió y comenzó a vibrar. Le eché un vistazo a la pantalla.

Una llamada entrante de Axel.

Creo que nunca antes había pausado una serie así de rápido, y menos aún para responder a una llamada.

—¿Hola?

—Hola. —Aún no me había dado tiempo a echar de menos su voz, pero me alegraba de oírla igualmente. Pude escucharle tragar saliva al otro lado de la llamada —. Esto es una locura y me siento estúpido por estar haciéndolo, pero... Estoy frente a tu edificio.

—¿Qué? —parpadeé repetidas veces, convenciéndome mentalmente de que había escuchado mal. Estaba demasiado cansada, debía ser eso.

—Lo siento. Es que... Sé que no es buena idea y sé que fui yo quien te dijo que teníamos que poner espacio entre nosotros. —Parecía mucho más agitado que de costumbre. No enfadado, ni nervioso. Simplemente... vulnerable —. Pero necesitaba hablar con alguien y he acabado aquí.

»Entiendo perfectamente que tú no quieras escucharme o hablar conmigo —aseguró —. Pero tenía que intentarlo de todas formas, porque me siento cómodo hablando contigo. Siento que eres la persona con la que puedo hablar sin filtros y ahora mismo necesito eso tanto como necesito respirar.

—Bajo en seguida —fue mi única respuesta.

Mi pijama consistía en un conjunto muy veraniego y fresquito, por lo que me puse un cardigan por encima antes de salir de casa. Bajé por las escaleras porque estaba demasiado impaciente como para esperar al ascensor.

Y cuando abrí la puerta, ahí estaba él, apoyado en la valla que rodeaba el edificio, bajo la luz de la farola. Su cabello estaba bañado en el amarillo de la luz, y de no conocer el color verdadero de éste, habría pensado que era mucho más oscuro de lo que lo tenía realmente. Su rostro se tranquilizó al verme. Saber que yo tenía ese efecto en él... Ni siquiera sé lo que eso hacía en mí. Revolvía todo en mi interior, en el mejor de los sentidos. Era como terminar de ver una película con un final feliz. Así se sentía.

—Buenas noches —saludó.

—Buenas noches.

Avancé hasta él. Se apartó de la valla y comenzó a caminar. Supongo que esperaba que lo siguiese, así que eso hice. Nos dirigimos en silencio hasta el parque que quedaba a cinco minutos de mi casa. Habían muchos menos coches que por la mañana y el poco ruido que había era hasta relajante. Me gustaba el silencio que había entre nosotros. No era incómodo y no sentía la necesidad de llenarlo.

—Se me da un poco mal abrirme —confesó —. Quizá debería haber pensado lo que iba a decir antes de llamarte. Lo siento.

—No te preocupes. Di lo que quieras, aunque no tenga sentido. Querías hablar sin filtros, ¿no?

Me permití observarlo durante unos segundos. Últimamente me sorprendía lo atractivo que lo encontraba. Me daban ganas de acariciar su perfil con mis dedos y de dejar mi mano descansando en su mejilla.

Sin embargo, me tendría que conformar con observarlo simplemente.

—¿Quieres hablar sobre lo que te preocupaba esta mañana en la cafetería? —pregunté para darle un impulso. A mí no se me daba tan mal sincerarme, simplemente decía lo que se me pasaba por la cabeza en esos momentos. Pero entendía que Axel era mucho más cerrado en ese sentido y sabía que un empujoncito no le vendría mal.

Axel asintió con la cabeza.

—La llamada era de mi padre —explicó —. No sé muy bien por donde empezar así que te voy a contar lo que pasó cuando terminé el instituto.

Esta vez fui yo quien asentí. Nos habíamos sentado en las escaleras de un castillo de madera en el que los niños jugaban de día. A Kate le encantaba jugar a los caballeros y princesas allí de pequeña. Ella siempre hacía de princesa, por supuesto, y a Jake le tocaba ser el dragón. Mi rol era el único que variaba siempre. Desde consejera real hasta la campesina mejor amiga de la princesa. Era Kate quien me asignaba los roles, porque yo nunca sabía qué quería ser. Más bien, me daba igual. Supongo que andaba bastante perdida, incluso en ese entonces.

—Mi padre siempre ha dicho que lo más importante en la vida es sacarte un título que te permita vivir sin preocupaciones —comenzó a hablar —. Él quería que estudiara medicina, derecho, ingeniería... Cualquier carrera "con salidas", en realidad.

»—Pero claro, yo no tenía ni puta idea de qué quería hacer cuando terminé el instituto. Él insistió en que me metiera a ingeniería y a mí no me hizo ninguna gracia que me presionara tanto. Le dije que prefería vivir en la calle antes que trabajar toda mi vida en algo que no me gustaba —confesó —. Después de aquella discusión, casi me echa de casa. Si no hubiese sido por Alexia, no sé qué cojones habría hecho.

—Con perdón, pero tu padre es subnormal —espeté con el ceño fruncido. No tenía nada en contra de Harry hasta entonces, pero en esos momentos me estaba cayendo bastante mal.

Axel dejó escapar una carcajada y sonrió tristemente antes de seguir hablando.

—El caso es que decidí no ir a la universidad al acabar el instituto sin consultárselo. No me matriculé y él no lo supo hasta que fue demasiado tarde —explicó —. Se puso hecho una furia otra vez. La discusión de hoy no es nada comparada a la de esa vez. Hasta Liam comenzó a llorar solo de escucharlo desde su habitación.

Fijé la mirada en el suelo y traté de imaginar la situación. Yo me quejaba de Edith muchas veces, pero lo cierto es que ella era una madre excelente. No sé que habría hecho si me hubiesen tocado unos padres como Harry.

—Lleva enfadado conmigo desde entonces —comentó. Así que la tensión que había percibido entre ellos venía de allí... —. Empecé a trabajar en el Hallon porque Lydia acababa de abrir la pastelería y necesitaba personal. Solo por eso me dejó en paz.

»Aún así no deja pasar la oportunidad de echármelo en cara cada vez que puede —continuó —. Esta mañana me ha llamado simplemente para decirme que, o envío la matrícula a la universidad de ingeniería, o me empiezo a buscar la vida, porque no piensa mantener a alguien que no se esfuerza lo más mínimo en prepararse una vida digna.

—¿No es eso lo que estás haciendo? —fruncí el ceño —. Quiero decir, estás trabajando mientras decides lo que quieres hacer en el futuro, no es como si estuvieses tirado en el sofá todo el día sin plantearte ni un poco tu vida.

—Mi padre no considera mi trabajo en la cafetería un "trabajo de verdad". De hecho, lo utiliza como argumento en mi contra —dijo —. Conseguí el trabajo porque Lydia es mi hermana. Para mi padre, eso solo es una prueba más de que me mantienen otros todo el rato.

—Te está llamando parásito, poco más o menos.

Axel rió de nuevo. Ojalá hubiese sido una risa más feliz.

—Es que soy algo así.

—¿Eres tonto? —espeté —. No eres un parásito por tomarte un año sin estudiar para descubrir a qué quieres dedicar tu futuro.

—No es un año, Zoe. Ese es el problema —murmuró —. Esa es la razón por la que me ha llamado mi padre esta mañana. Ya ha pasado un año desde que terminé el instituto y a estas alturas ya debería de haber enviado la matrícula a alguna universidad, tal como le prometí a mi padre. Pero sigo sin tener ni puta idea de lo que quiero hacer, así que no lo he hecho.

—Da igual —señalé —. Tienes veinte años, por el amor de Dios. ¿Qué mas da empezar la carrera a los diecinueve que a los veintitrés? ¿Y qué problema hay en trabajar como camarero el resto de tu vida, si es lo que tú quieres?

Estaba incluso más cabreada que él. En mi defensa diré que él había tenido tiempo para calmarse y que además, yo estaba muy cansada.

—No sé si te sirve de algo, pero si yo fuese tu padre, estaría orgulloso de ti —aseguré —. Eres genial, Axel. Se te dan de maravilla las matemáticas, vas a museos de ciencia con tu hermano, sabes trabajar en una cafetería... Perdón, estoy cansada y la cabeza no me da para enumerar mejor todas las cosas en las que eres bueno —reí —. El punto es que eres el tipo de persona que podría hacer cualquier cosa que se propusiese.

Los ojos de Axel eran oscuros de noche, pero brillaron como si de dos estrellas se tratasen. El enfado se me pasó en seguida en el momento en el que nos quedamos mirándonos fijamente.

Supe que Axel no sabía qué decir. Suspiré levemente, sin apartar la vista de él y relajé los hombros.

—Así que no cambies nunca. Por nadie —murmuré —. Y si vas a cambiar, que sea por ti, por algo que te aporte algo y te haga ser mejor persona.

—No quiero sonar muy intenso, pero ya que he venido a desahogarme sin filtros, voy a decir lo que pienso —decidió —. Estoy acostumbrado a decepcionar a la gente. Ni siquiera sé por qué se molestan en poner sus expectativas sobre mí de todas formas. Las expectativas y las decepciones van siempre de la mano —aseguró —. Quizá debería tatuarme esa frase —bromeó, riendo al mismo tiempo.

Y sí, verle sonreír era fantástico, pero oírle reír era mil veces mejor. De haber podido, habría retrocedido unos segundos en el tiempo para escucharla de nuevo, y quizá grabarla, incluso. Se habría convertido en mi sonido favorito en el mundo entero. Mejor que cualquier canción.

Pero incluso sin su risa, verle sonreír era maravilloso. La luz de las farolas que rodeaban el parque dejaban ver sus hoyuelos, tan preciosos como el resto de su rostro. Era un rasgo increíblemente adorable y sorprendentemente hacía que sus facciones duras y marcadas resultasen tiernas incluso.

—Si yo me fuese a tatuar algo, probablemente le pediría a Ethan que me hiciese un dibujo, porque se me da fatal expresarme con palabras —dije —. Acabaría con una frase estúpida tatuada en el brazo. Algo así como: "no renuncies a tus sueños, sigue durmiendo".

Esta vez fui yo quien soltó una carcajada y Axel se quedó mirándome fascinado. Menos mal que no soy el tipo de persona que se ruboriza con facilidad, porque de haberlo sido, mis mejillas se habrían vuelto completamente rojas en ese instante.

—¿Tú tienes una palabra favorita? —pregunté —. Kate me dijo una vez que la suya era inefable. Tuve que buscar en google lo que significaba.

Te quiero —dijo de repente. Mi cuerpo entero se paralizó en ese instante, pero Axel no tardó mucho en continuar la frase —, esa es mi palabra favorita.

—Eso son dos palabras, Axel.

—Bueno, pues son mis dos palabras favoritas cuando van juntas. —Puso los ojos en blanco, a pesar de que seguía sonriendo.

—Pues vaya mierda —solté —. Pensaba que escogerías algo más intelectual y filosófico. Ya sabes, algo que combinase con ese aura de profundo que te traes —bromeé.

—Si te sirve de algo, me gusta por el sentido filosófico que yo le doy —rió —. Para mí significa algo así como "eres mi capricho". En otros idiomas no tiene algo que junte el amor y el deseo de la misma forma —explicó. Desde luego, sí que se había parado a pensar en el significado de esas dos palabras —. Es como si juntásemos el "I love you" y el "I want you" del inglés. Te quiero significa algo así como "no te necesito para existir pero me gustaría que permanecieras a mi lado".

—Creo que te entiendo —asentí —. Básicamente es como decir: eres el dulce que escogería si fuese a una pastelería.

De nuevo, Axel rió.

—Sí. Es exactamente eso.

No pude evitar pensar en lo bien que sonaban esas dos palabras en sus labios, y tampoco en todo lo que había sentido cuándo las había pronunciado. Y eso que ni siquiera las había dicho para mí.

De haberlo hecho, se habrían convertido también en mis favoritas, sin lugar a dudas.

Apoyé las manos detrás de mí, sobre la madera de aquel pequeño castillo y me incliné hacia atrás.

No sabía qué hora era, pero el cielo se había oscurecido un poco más y el ruido de la calle era cada vez menor. Ni siquiera tenía que cerrar los ojos para poder imaginar un mundo en el que solo existiésemos Axel y yo.

Qué pensamiento más peligroso. Un mundo en el que Audrey no existiese... Quizás era un deseo, más bien.

—Tengo una pregunta que normalmente no me atrevería a hacer —interrumpí mis propios pensamientos —, pero ya que esta es una conversación sin filtros...

—Suéltalo, anda.

—Tengo curiosidad sobre tu familia. Sobre tu madre biológica, la edad en la que conociste a Lydia... —confesé —. No me tienes que contar nada que no quieras. Simplemente tengo curiosidad.

—No me importa hablar de eso. No es un tema sensible, ni nada —me tranquilizó —. Mi padre conoció a Alexia cuándo yo tenía cuatro años. Dos años atrás, mi madre biológica se había separado de mi padre y me dejó con él porque ella nunca había querido tener hijos en primer lugar.

—Eso es horrible.

—No realmente. No le guardo ningún rencor —confesó —. Se fue cuándo yo era muy pequeño y apenas tengo recuerdos de ella. No la llegué a conocer lo suficiente como para que su ida me importase demasiado.

»Bueno, sí tuve una época en la que me obsesioné un poco con el tema —dijo —. Era pequeño pero había crecido lo suficiente como para entender que Alexia no era mi madre biológica, pero sí la de Lydia. Y Lydia conocía a su padre, pero yo apenas recordaba a mi madre —explicó —. Yo ya llevaba un tiempo refiriéndome a Alexia como mi madre, pero de repente comencé a sentir que no tenía derecho a hacerlo. No sé, cosas de niños.

Me costaba un poco entenderlo porque, a pesar de que mi familia era distinta, ni yo ni Ethan nos habíamos parado a cuestionarlo demasiado. Como mucho, me enfadaba con la gente que lo cuestionada por nosotros.

—Estuve intentando aprender sueco porque mi madre biológica nació en Suecia, pero la verdad es que todo eso se me pasó bastante rápido. Era una tontería, en realidad —se encogió de hombros —. Aunque sí que saqué algo bueno de esa rayada. El nombre de la cafetería de Lydia viene de allí. Hallon significa frambuesa en sueco.

—Vaya. Se aprende algo nuevo todos los días —bromeé. Axel sonrió. Me entristeció imaginar que al día siguiente no lo vería sonreír de nuevo de esa forma.

Joder, ¿por qué tenía que ser tan serio, tan cerrado? Si tan solo pudiese estar así de agradable todo el rato...

Pero entonces me di cuenta de que no era cierto, de que no quería que fuese así tampoco. Me di cuenta de que había dicho en serio lo de que deseaba que Axel no cambiara nunca.

Quizá eso me hacía una masoquista, pero me gustaba su actitud agridulce. Hay algo mágico en ver el lado más dulce, amable y vulnerable de una persona hermética. En que esa persona te muestre por si mismo ese lado suyo.

Si Axel sonriese todo el rato, quizá sus hoyuelos no me habrían fascinado tanto. Quizá mi corazón no latiría de esa forma al escuchar su risa.

—Creo que va siendo hora de que volvamos a casa —rompió el silencio —. Espero que tus padres no se enfaden porque te haya raptado a estas horas de la noche —bromeó.

—A mis padres con tal de que yo salga de casa, todo les parece bien.

—Entonces quizá debería sacarte a pasear como a los perros —se burló.

—Tampoco te pases, que te muerdo —le amenacé. Axel se rió una vez más. En mi mente iba contando todas las veces que le había oído reír esa noche. Ni siquiera lo hacía aposta, el sonido simplemente se quedaba flotando en mi cabeza como si fuese incapaz de olvidarlo.

En ese momento su sonrisa se tornó más seria y me miró con una dulzura que hizo que mis piernas temblasen.

—Gracias por todo, Zoe —murmuró con sinceridad —. No solo por lo de esta mañana. Te debo más que un gracias y unos pastelitos por eso —aseguró —. Gracias por haberme escuchado y por haberte quedado conmigo hasta tan tarde.

—No hay de qué —sonreí —. Lo haría otra vez si fuese necesario. Quiero que lo sepas.

—Yo también —dijo él —. No tengo un espírituo altruista precisamente, pero por ti, lo haría.

Ahí estaba de nuevo, ese comportamiento agridulce que lograba hacerme sentir tan especial. Esas pequeñas cosas que hacían que mi corazón se desbordara.

E instantáneamente después de que mi corazón diese un vuelco, dos palabras se instalaron en mi conciencia.

Estoy jodida. Enamorada y jodida.

¡Hola!

He tardado, pero por fin está aquí. ¡Y largo, además! Os pido disculpas; han sido unas semanas muy extrañas. También os quiero agradecer a todos los que habéis esperado pacientemente y me habéis animado durante el tiempo que he estado bloqueada. Me habría gustado dedicaros el capítulo a todas esas personas que me habéis mandado mensajes súper bonitos y tranquilizadores, deseándome lo mejor y diciéndome que no me preocupase, que seguiríais aquí para cuando la inspiración me volviese. Pero habéis sido muchos y me da miedo dejarme a alguien. La próxima vez apuntaré vuestros nombres de usuario para que nadie se me olvide.

¡Muchas gracias!

Las preguntas de hoy son las siguientes:

¿Cuántos libros habéis leído durante la cuarentena?

¿Estás leyendo algún libro actualmente? Si es así, ¿cual?

¿Qué es lo primero que haréis cuando pase la cuarentena?

Me alegro mucho de estar de vuelta, espero que no pase tanto tiempo hasta que os pueda traer el siguiente capítulo.

¡Abrazos virtuales!

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