ALBA POV
No sé muy bien cómo, pero termino de vestirme a pesar de estar aún medio dormida y voy arrastrando los pies hasta el salón, donde sé que ya me espera Natalia porque he escuchado cómo se levantaba. Me rasco el ojo muerta de sueño mientras entro al salón.
– Menos mal que te apuntaste para esto, porque si lo hiciera yo sola ya me habría rajado – digo entrando por la puerta.
– Buenos días Alba.
Cuando levanto la mirada me encuentro a Natalia con unos shorts deportivos que dejan a la vista sus largas piernas y una camiseta de manga corta que lleva remangada de tal forma que se pueden intuir sus abdominales en el pequeño espacio de tripa que queda al aire. Joder, pues sí que son buenos días. Aparto la mirada rápidamente para evitar darle un repaso demasiado evidente y busco algo por el salón en lo que centrar mi atención.
– Vaya, has movido la mesa y ahora esto parece mucho más grande – digo al ver que Natalia ha colocado la pequeña mesa que tenemos delante del sofá, en un rincón al lado de la puerta de la terraza.
– Sí, he pensado que será mejor tener un poco más de espacio, no nos vayamos a estar dando hostias sin querer, o a caernos por tropezarnos con la mesa.
– Pues sí, mejor así. Oye te veo muy enérgica, te aviso que yo estoy con la batería a menos diez – digo al mismo tiempo que se me escapa un bostezo.
– Venga mujer, si te acabas de levantar, deberías estar a tope para hacer deporte.
– Uff es que yo sin mi café no soy persona.
– Deberías comer algo antes de empezar, a ver si te va a dar un chungo.
Le doy la razón y voy a la cocina a coger una fruta mientras ella conecta su móvil a la tele para ver el vídeo de la clase. No como nada más porque veo que al final acabo vomitando, por lo que en cuanto termino, le digo que podemos empezar.
– He buscado una bastante light, que tampoco es plan de reventarnos el primer día.
– Sea lo que sea voy a tener agujetas. No tengas muchas esperanzas en que haya un segundo día – exagero.
– Va, no empieces así, que el truco está en coger el ritmo. Cuantos más días lo hagamos menos nos costará.
– Ya, si ya lo sé. Me quejo por vicio. En realidad me gustar hacer algo de deporte. Antes salía a correr algunos días, lo que pasa es que perdí la costumbre y ahora cuesta más volver a empezar.
– Pues hoy es el día. Venga, que esto ya está.
Nos colocamos en medio del salón, una al lado de la otra, y empezamos con la clase. Tenía razón con lo de que no era demasiado dura, porque hay pequeños descansos entre los ejercicios y las series no son muy largas. Aún así acabo bastante cansada de las sentadillas, los burpees y las flexiones.
Durante los 45 minutos que hemos estado haciendo deporte he intentado que no se me escaparan demasiadas miraditas indiscretas hacia mi derecha, y digo intentado porque evidentemente me ha costado lo suyo. Pero es que a pesar de estar medio dormida, hay cosas que no se pueden ignorar, como por ejemplo, su abdomen cuando se estiraba para algo y se le levantaba ligeramente la camiseta.
Maldita Marina que ya me ha metido ideas en la cabeza con su llamada de ayer. Yo no debería estar fijándome en esas cosas. Que es mi compañera de piso joder. Aunque bueno, la he mirado un momento porque la chica es guapa y ya está, tampoco es para darle más vueltas. Es como mirar a alguien guapo por la calle, que dices oye que guapo, y ya está, sin más.
– Oye Alba Reche, si te mueres diré que la culpa fue tuya, que tuviste la idea de hacer ejercicio – dice Natalia divertida al ver que me he quedado tumbada en el suelo del salón desde que hemos acabado.
– Mira Natalia Lacunza, si fueras buena compañera de piso me habrías avisado de lo mala idea que era esto – respondo dándome la vuelta y tumbándome boca arriba. Ella se acerca y me tiende la mano para ayudarme a ponerme de pie.
– Deberías estirar si no quieres tener agujetas mañana.
Yo la ignoro y me tumbo en el sofá.
– Pues sí voy a estirar, pero sobre el sofá porque total, las agujetas ya las tengo.
Sigo en tirada en el sofá mientras Natalia se toma algo de desayunar y luego se va a la ducha. No es hasta que sale, que encuentro fuerzas para levantarme y hacer lo mismo. El calor del agua de la ducha hace que se me relajen los músculos y cuando salgo me encuentro más cansada que antes. Pues sí que he perdido la forma, que no ha sido para tanto el ejercicio joe.
Me visto, ordeno un poco el cuarto y salgo al salón de nuevo. Desde allí veo a Natalia en la terraza mirando hacia la de Julia, así que salgo a saludar a la gaditana porque supongo que estarán hablando. Cuando voy fuera, dejo entornada la puerta para que Queen no se escape y me giro justo en el momento en el que una pelota se cuela en nuestra terraza. Natalia la atrapa al vuelo y vuelve a lanzarla.
– ¿Qué hacéis? – pregunto confundida.
– ¡Hola Alba! – saluda Julia.
– Jugar con la pelota – responde Natalia a mi pregunta mientras vuelve a atraparla. – ¿Quieres?
Hace el amago de dármela para que sea yo quien se la lance a Julia pero niego con la cabeza.
– Que va, soy súper torpe. Seguro que se me cae a la calle a la primera – ella se encoge de hombros y se la devuelve a Julia.
Acerco un poco las dos sillas que tenemos en la terraza para sentarme en una y estirar las piernas apoyando los pies sobre la otra, mientras veo cómo ellas siguen jugando con la pelota. Es relajante de ver, pero al mismo tiempo sufro cada vez que la tiran porque veo que se les va a caer. Menos mal que no pasea ni un alma por la calle y no le van a dar a nadie en la cabeza si eso pasa.
– ¿No se te cansan los brazos después de haber estado haciendo deporte esta mañana? – le pregunto a Natalia después de estar un buen rato riéndonos y hablando las tres, rato en el que ellas no han parado con la pelotita.
Sin darle tiempo a contestar, Julia interviene emocionada.
– ¿Habéis estado haciendo deporte? ¡Así me gusta chicas!
– Bueno, ya saltó la chica fitness – dice Natalia entre risas. – Hemos estado un ratito, pero mañana más y mejor, ¿verdad Alba?
– Si no queda más remedio... – protesto en broma porque en realidad me apetece seguir haciéndolo.
Julia se va para dentro cuando Gonzalo le avisa de que ha preparado el aperitivo, y nosotras hacemos lo mismo para comer pronto y poder echarnos una buena siesta, a ver si así recupero las fuerzas para poder levantarme mañana.
NATALIA POV
Un molesto ruido me saca del profundo sueño en el que estaba metida y con enfado me giro en la cama para alcanzar el móvil y gritar un poco a quien quiera que me haya despertado.
– ¿Sí? – contesto de malas maneras sin ni siquiera mirar el nombre de la pantalla.
– Pero bueno, ¿qué formas son esas de hablar a tu mejor amiga? – la voz de Ici suena divertida al otro lado.
– Ici, que me has despertado tía.
– Pero qué haces durmiendo si son las seis de la tarde.
– No sé, tampoco hay nada más que hacer. Además que esta mañana me he levantado pronto para hacer deporte y necesitaba descansar.
– Joder, qué productiva. Yo estoy haciendo el vago en el sofá todo el día.
– Me lo creo – río imaginándomela perfectamente. – Bueno y esta llamada era para algo en concreto o porque te aburres y te has dado cuenta que vivir sin mí no tiene sentido.
– Qué payasa. Pues un poco de menos sí que te echo, no como tú, que no te acuerdas de mí.
Seguimos hablando durante un rato, de nada realmente, solo por pasar el rato juntas. Hablar con Ici siempre me deja una sensación horrible de nostalgia, así que me levanto de la cama, que ya son horas, y salgo al salón para no caer en ese mood.
Al entrar veo a Alba al lado de la puerta de la terraza con las cortinas abiertas para que entre la luz, delante de un caballete y pintando sobre un lienzo, el mismo que vi a medio hacer el primer día que me quedé a dormir aquí.
– ¿Te molesto si me quedo aquí? – pregunto sentándome en el sofá.
– ¡Ay, qué susto! – dice ella sorprendida por mi presencia. – Estaba muy concentrada y no te he oído entrar.
– Es que me he cansado de estar en la habitación, y por cambiar un poco de vistas.
– Claro mujer, ¿por qué me iba a importar?
– No sé, igual te gusta estar sola cuando pintas.
– No te preocupes – me asegura con una sonrisa.
Me pongo a leer pero me canso rápido porque tampoco tengo muchas ganas, por lo que dejo el libro en la mesa. Me fijo en Alba y en cómo está concentrada en el cuadro, sacando la lengua mientras pasa con cuidado el pincel por en cima de la pintura. Sin darme cuenta debo pasar demasiado tiempo sin apartar la mirada de ella, porque termina dándose cuenta y levantando sus ojos del lienzo para juntarlos con los míos.
– ¿Qué pasa? – pregunta tímida y con un leve rubor en sus mejillas.
– Perdón, es que me hace gracia que saques la lengua cuando pintas – sonrío por la cara vergonzosa que pone.
– Ah, ya. Lo hago sin darme cuenta cuando me concentro mucho.
– Lo siento por interrumpirte – digo para cambiar de tema, porque se ha puesto un poco más roja y tampoco quiero incomodarla. – Ya me callo.
– No, tranquila, si ya voy a parar. Se está empezando a ir la luz, así que ya lo acabaré otro día.
Empieza a recoger todas las pinturas y pinceles para guardarlos, aunque deja el cuadro ahí un rato más para que se vaya secando. Al terminar se sienta a mi lado en el sofá.
– Es muy bueno – señalo al cuadro.
– Gracias – responde sonriendo con timidez. – Pero aún no puedes decirlo porque no está acabado. Igual al final queda mal.
– Lo dudo, así que te lo repetiré cuando lo acabes.
– ¿Lo has terminado? – pregunta haciendo referencia al libro que está en la mesa, claramente queriendo cambiar de tema.
– No, pero me he cansado rápido de leer. Creo que aún estoy medio dormida de la siesta.
– Es que vaya siesta maja, ni yo he aguantado tanto durmiendo. Que ya llevaba una hora pintando cuando has aparecido – dice divertida.
– ¡Oye! Que no he estado todo el rato durmiendo. Estaba hablando con mi mejor amiga.
– Vale, vale, te acepto la excusa – responde riendo. - ¿La echas mucho de menos?
– Muchísimo. Es la que vive en Londres, con la que me estuve quedando cuando fui allí. Ya estaba acostumbrada a vernos casi nada porque ella lleva mucho tiempo fuera, incluso antes de que yo me fuera de Pamplona, pero claro, ahora después de haber vivido juntas, se nota más.
– Pasaste allí mucho tiempo, ¿no? – pregunta con interés.
– Unos meses. Es que yo no estaba pasando por un buen momento y necesitaba un cambio de aires. Lo acababa de dejar con mi ex, en el trabajo las cosas no iban bien... bueno y más cosas. De esas veces en la vida que se te junta todo, ¿sabes? – ella asiente, escuchando muy atenta, y siento que empatiza de verdad con lo que estoy contando. – Entonces me fui para allá para despejarme de todo y poder respirar un poco. Viví unos meses geniales, cogí fuerzas y volví para ver a mi familia antes de venir a Madrid a empezar de cero.
– ¿Y tu amiga no tiene pensado volver en algún momento?
– Sí, ella está allí estudiando y cuando acabe volverá, no es permanente. Lo que pasa es que ya era mi mejor amiga y la amaba antes de todo, pero después de ayudarme en esa época a salir de todo eso, se ha vuelto más imprescindible aún – Alba me mira con ternura al decir eso. – Y es un asco que esté lejos.
– Igual es un consuelo de mierda, pero piensa que aunque estuviera aquí, ahora mismo de poco serviría porque estamos en cuarentena, tendrías que seguir viéndola a través de una pantalla.
– Sí, la cuarentena no es que esté ayudando mucho con lo de empezar de cero.
– ¿Por qué has vuelto a este piso si querías empezar de nuevo?
– Me lo pensé mucho, no te voy a engañar, pero es que toda esa época la veo ya tan en el pasado que no me importó. Se pueden hacer recuerdos nuevos aunque el sitio sea el mismo. Además que este es un pisazo, y tal y como están los alquileres en Madrid no está la cosa para buscar uno mejor.
– Eso es cierto. ¿Pero de verdad que no te afecta? Perdón por insistir, es que no sé si yo sería capaz.
– Que va, a lo mejor si no lo tuviera tan superado sí que lo haría.
– Puede ser. De todas formas, a veces, aunque sea una mala racha...
– No te tires a un facha – interrumpo sin poder evitarlo.
– ¿Qué? – me mira confusa y yo sonrío.
– Aunque sea una mala racha, no te tires a un facha – su carcajada, más fuerte que cualquier otra vez que la haya visto reír, retumba por el salón con fuerza, rompiendo con la intensidad que estaba teniendo la conversación. Joder, que risa más bonita y contagiosa, pienso, y mi sonrisa se ensancha aún más al ver cómo se le achinan los ojillos por estar riéndose tan fuerte – No me digas que nunca lo habías oído – digo cuando se le pasa la risa.
– No, pero que conste que me ha encantado, 100% de acuerdo con eso. Ya no sé ni lo que iba a decir.
– Da igual, vamos a dejarlo, que nos estábamos poniendo muy intensas ya. ¿Quieres cenar? – ella asiente y nos levantamos para ir a la cocina.
Después de otro agradable rato cenando con Alba, estoy ya en la cama lista para irme a dormir, así que cojo el móvil para responder algunos mensajes, y al ver que Alba aún no me ha escrito, lo hago yo.
*yo*
oye que no lo hemos hablado
pero mañana a las 9:30 en el salón
no hay excusas
Oigo que ella está todavía trasteando por el baño, pero me espero a que termine y me conteste antes de irme a dormir. No tarda mucho.
*Alba compi*
creo que para un segundo día aún tengo fuerzas
pero tampoco te pases eligiendo una clase muy dura
*yo*
prometo que no
oye Alba
gracias por escucharme antes
aunque esté superado siempre es terapéutico hablarlo
*Alba compi*
a ti por contármelo
soy toda oídos siempre que quieras
*yo*
tomo nota
*Alba compi*
y gracias también por el consejo del facha
jajajajaja
te juro que me sigo riendo
*yo*
nunca
escúchame bien Alba Reche
NUNCA es tan mala la racha como para hacer eso
*Alba compi*
jajajajaja
buenas noches Natalia
*yo*
buenas noches Alba
Pongo la alarma para levantarme mañana a entrenar y cierro los ojos por hoy.