Zoe & Axel ✔️

By ines_garber

2.6M 239K 257K

Zoe y Axel son polos opuestos y, a la vez, muy similares. A él le encantan las matemáticas; ella las odia. Él... More

P r ó l o g o .
U n o .
D o s .
T r e s .
C u a t r o .
C i n c o .
S e i s .
S i e t e .
O c h o .
N u e v e .
D i e z .
O n c e .
D o c e .
T r e c e .
Q u i n c e .
D i e c i s é i s .
D i e c i s i e t e .
D i e c i o c h o .
D i e c i n u e v e .
V e i n t e .
V e i n t i u n o .
V e i n t i d ó s .
V e i n t i t r é s .
V e i n t i c u a t r o .
V e i n t i c i n c o .
V e i n t i s é i s .
E p í l o g o .
E s p e c i a l .
E x t r a 1.
E x t r a 2 .
E x t r a 3 .
E x t r a 4 .
E x t r a 5 .
E x t r a 6 .
E x t r a 7 .

C a t o r c e .

71.7K 7K 16.4K
By ines_garber

9 de julio de 2019

Eran las once de la mañana y por alguna extraña razón, yo estaba despierta. Me encontraba en el salón, sentada en el sofá. Me había adueñado de la televisión. Ahora podía ver a los personajes de Brooklyn 99 en una pantalla mucho más grande que la de mi portátil.

Sin embargo, no fue por mucho tiempo. Mi teléfono comenzó a vibrar desesperadamente y tuve que levantarme del sofá para ir a por él. Pensé en llevárselo a Ethan para que contestara por mí, pero vi en la pantalla que quién llamaba era Axel, así que decidí cogerlo yo misma.

—¿Hola?

—Buenos días —murmuró él —. No sabía si responderías. Pensaba que eras de las que se quedaban durmiendo hasta la una del mediodía.

—Y lo soy —respondí, hasta que me di cuenta de una cosa —. Un momento... si pensabas que estaba durmiendo, ¿por qué me has llamado? ¿Pensabas despertarme? Dios, no tienes corazón.

—Qué dramática. —Su voz sonó algo alegre, lo cual me hizo sonreír a pesar de mi indignación —. Pensaba que serías del tipo de persona que siempre tiene el móvil en silencio, también.

—Pues no —aclaré —. No lo necesito. No me llama mucha gente, de todas formas.

—Vale, buen punto —dijo —. Siento haberte llamado tan temprano.

Le escuché decir muy bajito algo así como "aunque no sé si las once cuenta como temprano".

—Ve al grano, anda.

—¿Tienes algo que hacer hoy? —preguntó.

—Sí. Mi plan es quedarme en casa todo el día viendo Brooklyn 99, con la única excepción de salir a correr en algún momento del día.

—No son grandes planes.

—Es literalmente lo mejor que uno puede hacer un martes de vacaciones —señalé.

—Me refería a que se pueden cambiar —aclaró —. No tengo nada que hacer y el domingo nuestra sesión de estudio no fue muy productiva. La cafetería está cerrada hoy, así que no habrá nadie allí. ¿Crees que podríamos encontrarnos allí y compensar las horas del domingo?

Definitivamente, estudiar no es algo por lo que yo habría cambiado mis preciosos planes. Pero pasar tiempo con Axel me gustaba más de lo que me habría gustado admitir.

—¿A qué hora? —pregunté.

—Ahora mismo. En cuánto estés lista tú.

Solté un gran suspiro y pasé una mano por mi cabello, aunque no sirvió de nada porque lo llevaba recogido en un moño. Edith había pasado el día anterior por una tienda al terminar de trabajar y me había comprado gomas nuevas, así que había vuelto a mis recogidos habituales.

—Está bien. Tardaré entre media hora y una hora en llegar.

—No te preocupes. Si quieres, puedo pasar a recogerte.

Levanté ambas cejas y sonreí, aunque él no podía ver ninguno de esos gestos.

—Estás generoso, ¿eh? —señalé, recordando lo reacio que se había mostrado durante mis primeros días en la cafetería a llevarme a casa en coche. Axel soltó un gruñido al otro lado de la llamada.

—Estoy intentando ser amable —se excusó —. Pero si no quieres, no hay problema. No soy yo quien tiene que coger el autobús para llegar a la cafetería.

—¿Qué problema tienes con el transporte público? —le piqué.

—Prefiero no responder a eso —suspiró —. ¿Quieres que te recoja o no?

—Pues claro —respondí —. Gracias.

—No hay de qué. Mándame un mensaje cuando estés lista y paso a por ti.

—Entendido. No tardaré mucho.

—No hay prisa. Tómate tu tiempo.

Asentí una vez más y me despedí de él. Cuándo colgamos, apagué la televisión y me dirigí a mi habitación. Mi pelo aún estaba limpio y pensaba ducharme después de salir a correr, así que me vestí en mi cuarto directamente.

Me puse una camiseta de tirantes finos con rayas horizontales dibujadas y unos pantalones cortos con un cinturón marrón. Cogí las botas militares marrones del armario y las llevé hasta la entrada para dejarlas junto a la puerta y ponérmelas más tarde cuando fuera a salir de casa. Me dirigí al baño para asearme y así, en tan solo unos minutos, estaba lista.

Le mandé un mensaje a Axel tal y como me había pedido mientras metía todo en la mochila. Después entré a la habitación de Ethan para decirle que me iba y salí de casa.

—¿Tú eras de los que se ponían nerviosos en las presentaciones de clase? —pregunté —. No soy capaz de imaginarte nervioso por eso.

—Nunca me han afectado esas cosas —respondió inexpresivo. Estaba corrigiendo un ejercicio que acababa de terminar segundos atrás.

—Lo suponía —dije —. A mí tampoco, en realidad. Pero a Kate sí que le dan pánico las presentaciones. Ahora se le dan mejor, peor recuerdo que en primaria una vez se puso a llorar porque pronunció mal una palabra. Se preocupaba demasiado de hacerlo perfecto. Creo que solo ella se dio cuenta del error.

—Y ahora puede dar conciertos frente a un montón de gente. A eso lo llamo progreso —esbozó una sonrisa ladeada.

—Sí. Cuándo éramos pequeñas, recuerdo que Ethan le recomendó que imaginase a su "público" desnudo a la hora de hablar frente a la gente. No le ayudó en absoluto —rió —. Creo que lo único que consigue calmarla es sentirse más o menos satisfecha con el resultado. Si no no se queda tranquila.

Axel asintió con la cabeza mientras tachaba algo en la libreta. Genial, ya había un fallo en mis cálculos. Ahora tendría que repetir el ejercicio.

—¿Tú cómo consigues estar calmado frente a un público? —le pregunté. Kate me había hecho a mí la misma pregunta años atrás y no había sido capaz de responderle. Simplemente no me importaba lo que los demás pensaran de mí. Eso era todo. No había ninguna clave específica que me diese seguridad a la hora de hablar en público.

—Me recuerdo a mi mismo que cuántos más nervios muestre, pero saldrá todo —dijo —. Y también que las probabilidades de que alguien haga la presentación peor que yo son muy altas. Mi clase cometía muchas meteduras de pata.

—Wow. Eres una mierda de persona —bromeé. Axel se encogió de hombros.

—Nunca he dicho que no lo sea.

Giró la libreta para mostrármela. Observé las anotaciones que había hecho por todo el papel. Estaba acostumbrada ya al color rojo con el que tachaba cada uno de mis fallos, pero esa vez no hubo tantos como había imaginado. Al menos, la lógica que había seguido durante todo el ejercicio era correcta.

—Vas mejorando en esto —señaló —. He estado buscando algunos exámenes antiguos con los que practicar y he encontrado un par de ellos. Estoy pensando que el domingo podrías probar a hacer uno de ellos. Lo harás como si fuese uno de verdad.

—Cómo veas. ¿Lo corregirás tú?

—Sí —asintió —. Tengo también el pdf con las respuestas y la manera en la que se puntúa el examen.

—Qué profesional.

Hice de nuevo el ejercicio intentando que todo fuese correcto esta vez. Mientras él corregía mis respuestas una vez más fui a por un vaso de agua.

Hacía un montón de calor en la zona de descanso. Incluso mis muslos estaban sudados después de haber pasado tanto tiempo sentada. Tan solo pensar en salir a correr más tarde me asfixiaba.

Menos mal que Edith me había comprado las gomas del pelo. No habría soportado llevarlo suelto un día así de caluroso.

—Oye, Axel, ¿crees que puedo hacerme un frappucino o algo? —pregunté.

—Claro. No creo que a Lydia le importe —dijo —. Sírvete tú misma. Está todo donde siempre.

Fui hasta el mostrador y preparé el frappucino tal y como lo hacía cuando un cliente lo pedía. Le añadí nata por encima y le puse una de las pajitas de papel. Cuando volví a la zona de descansos, me senté sobre la mesa y observé como Axel repasaba mis respuestas concentrado.

—Parece que está todo bien —anunció.

Se puso de pie y se estiró, alzando los brazos y provocando que su camiseta se levantase lo suficiente como para dejar ver un poco de su estómago.

Le di un sorbo a mi frappucino y me lamí los labios al separarlos de la pajita. Vi como sus ojos bajaron hasta mi boca, aunque apartó la mirada de inmediato.

—¿Sabes? Tenerte a ti de profesor hace que me de cuenta de lo mal que se le da enseñar al que tengo en el instituto —comenté —. Se te da muy bien y tienes una paciencia increíble. Si no te gusta trabajar en la cafetería, podrías hacerte profesor de clases particulares. Muchos niños te lo agradecerían.

»A decir verdad, cuándo te pedí que me ayudaras no tenía mucha fe. Pensaba que serías el típico alumno inteligente que no entiende que no todo el mundo aprende igual de rápido que él.

—Supongo que no te puedo culpar por pensarlo.

—Pues no. Desprendes un aura de "soy mejor que tú en todos los sentidos". Casi como si cualquiera comparado a ti fuese un estúpido.

—Sinceramente, no creo mucho en la inteligencia académica —dijo —. He conocido gente con notas impecables que no saben utilizar el cerebro más allá de en los exámenes. Y también he conocido gente que se creían poco listos, pero explicándoselo todo con paciencia podían entenderlo sin problemas.

—Me alegra ver que no eres un empollón elitista que se cree mejor que los demás.

—No te creas. Sí que pienso que soy bastante mejor que la mayoría en muchos aspectos —sonrió con prepotencia.

—Vaya, por un momento pensé que había algo de modestia en ti —puse los ojos en blanco.

—Todos tenemos virtudes y defectos. Yo sé cuales son los míos —aseguró —. Puedo sentirme inseguro sobre algunas cosas, pero si algo se me da bien, no tengas dudas de que fardaré de ello.

Me quedé callada durante unos segundos, sin saber bien qué responder. En realidad tenía bastante sentido. Si tienes un talento, ¿por qué no reconocerlo? ¿Por qué no estar orgulloso de ello?

Edith me dijo una vez cuando era pequeña que todos nacemos con virtudes y defectos, tal y como Axel había dicho. Yo empezaba a dudar de si tenía alguno, pero sabía que, de tenerlo, no lo escondería.

—Algo me dice que no estás ni la mitad de inseguro por tus defectos que orgulloso de tus virtudes.

—No te creas. Estoy muy lejos de ser perfecto, Zoe.

Me encantaba como sonaba mi nombre en sus labios. La manera en la que pronunciaba cada letra, sobre todo el sonido de la zeta.

Volví a darle un sorbo al frapuccino. Los hielos picados se habían derretido y ahora apenas se notaban al beber. Aún así, el líquido estaba frío y beberlo era muy agradable.

—Tienes nata en la nariz —señaló Axel. Sin previo aviso, se acercó hacia donde yo estaba y limpió la punta de mi nariz con su dedo.

—Gracias —le agradecí. Levanté el batido y se lo tendí —. ¿Quieres?

Se encogió de hombros como diciendo "¿por qué no?" y cogió el vaso de mis manos. Coloqué una de mis manos, frías después de haber sujetado mi bebida, en mi cuello para así refrescarlo.

Axel me devolvió el vaso después de beber de él. Yo seguía sentada en la mesa y él estaba bastante cerca, pero no le di demasiada importancia. Me llevé la pajita hasta los labios y observé como la mirada de Axel seguía el movimiento hasta posarse en mi boca. Esta vez no la apartó, ni siquiera cuando lamí mi labio inferior después de dejar el vaso sobre la mesa.

Solo levantó la vista para mirarme a los ojos y entonces pude ver el brillo que había en ellos. Nunca en la vida me había sentido tan deseada como en ese momento. La forma en la que me miraba hacía que se me erizara la piel.

Axel dio un paso hacia delante, quedando aún más cerca de mí, pero yo no me moví. Estaba paralizada y mi corazón había comenzado a latir como un loco. Probablemente se podían escuchar mis latidos a un metro de distancia. Al menos, así de altos los escuchaba yo.

—También tienes nata aquí —dijo antes de llevar una de sus manos a mi mejilla y pasar su pulgar por la comisura de mi boca.

Si antes pensaba que mi corazón empezaba a desbordarse debido a la fuerza con la que latía, en esos momentos podría perfectamente haber dejado de latir. Tragué saliva y no sé como logré apartar la vista de sus ojos, los cuales me atraían como un imán. La bajé hasta sus labios, tal y como él había hecho conmigo unos minutos atrás.

La mano de Axel que no sujetaba mi mejilla se posó sobre la mesa, justo al lado mía. Inclinó su cuerpo hacia delante y nuestros rostros quedaron a apenas unos centímetros el uno del otro.

Sentí de todo.

Mariposas, fuego, electricidad.

Y el mundo dejó de girar cuando estampó sus labios contra los míos y pude notar la suavidad de su boca sobre la mía. Lo rodeé con mis piernas, atrayéndolo más hacia mí y pasé mis brazos por su cuello.

Era la primera vez que alguien me besaba de esa forma y me pregunté si todos los besos se sentirían así. Como una descarga eléctrica. Como una necesidad más que un deseo.

Ni siquiera sabía bien lo que hacíamos con nuestras bocas. Él dirigía el beso, de eso estoy segura, y probablemente lo hacía bien, porque era muy, muy agradable.

Apartó su mano de mi mejilla y la llevó hacía mi cabello. En un movimiento ágil, se deshizo del coletero que sujetaba mi cabello para así soltarlo y hundir sus manos en él. Me agarró suavemente y me atrajo aún más hacia él. Un pequeño sonido se escapó de mis labios.

Y de pronto, todo cesó.

Axel se apartó bruscamente y pude ver su expresión de puro horror en su rostro. De pánico. Como si acabase de asesinarme y observase mi cadaver.

No fue hasta ese momento, hasta el instante en el que sus ojos se posaron horrorizados sobre los mío, que me di cuenta de lo que pasaba.

Audrey.

Dios. ¿Acababa...? Sí. Acababa de besar a alguien con pareja. Y lo peor de todo es que ni siquiera se me había pasado por la cabeza mientras mis labios permanecían pegados a los de Axel.

Acababa de dar mi primer beso, mi primer beso real, y había sido a alguien con novia.

Mi rostro imitó la expresión de espanto que mostraba la de Axel. Maldijo en voz baja agresivamente y yo observé paralizada como caminaba de forma brusca hacia el otro lado de la mesa para recoger sus cosas y marcharse de allí.

Solo entonces, en el momento en el que me encontré sola en la sala de descanso, pude moverme. El corazón seguía latiéndome a mil y mi cabeza estaba hecha un lío. En mi vida me había sentido tan confusa, con sentimientos así de encontrados.

Mi pecho era un revuelto de emociones. Por una parte, las mariposas que nunca antes había sentido seguían revoloteando en mi estómago, llenas de felicidad. Recordar la suavidad de sus labios me provocaba un cosquilleo agradable por toda la piel. Quería volver a hacerlo. Todo en mi cuerpo me lo pedía.

Pero la culpa... La culpa había hecho que se formara un nudo en mi garganta.

Pasé una mano por mi cabello ahora suelto, agobiada. Aún podía sentir la mano de Axel agarrando mi pelo con suavidad, el deseo con el que su boca se movía sobre la mía y la forma en la que mi cuerpo rodeaba sus caderas, acercándolo a mí y amoldándose a él.

Me horroricé aún más al darme cuenta de que las sensaciones agradables que ese beso había dejado en mí eran superiores al sentimiento de culpa que me comía por dentro. ¿En qué me convertía eso?

Tenía que contárselo a Audrey, ¿verdad? Tenía que decirle que Axel le había sido infiel.

Pero el arrepentimiento había sido muy claro en Axel cuándo se había apartado de mí. Y se había apartado. ¿Era realmente justo que yo me entrometiese en su relación? Quizá debía hablar con Axel antes de hacer nada...

Todo era demasiado confuso.

Y encima Axel se había ido, dejándome a mí sola con las llaves de la cafetería y sin mi tarjeta de bus. No solo tendría que ir caminando a casa, sino que además tendría que llamar a Lydia para ver cómo podía devolverle las llaves.

¿Se me haría raro hablar con Lydia de nuevo después de haber besado a su hermano? Si todo salía bien, igual Lydia no llegaba a enterarse nunca.

Sentí otro pinchazo de culpa en el pecho. Yo me había enfadado con Kate por ocultarme su relación con Ethan, y ahora yo estaba apunto de hacer lo mismo con la única amiga que tenía aparte de Kate. Claro que, la situación no era para nada la misma. Y mi relación con Axel tampoco se parecía en nada a la de Kate con Ethan.

Seguro que si Lydia se enteraba de que su hermano había cometido una infidelidad por mi culpa, me odiaría.

Solté un largo suspiro y me bajé de la mesa donde todavía estaba sentada. Busqué mi coletero y me recogí el cabello tal y como lo llevaba antes del beso.

Debía volver a casa y tratar de calmarme para pensar con claridad sobre lo ocurrido.

Me encerré en mi habitación y nada más sentarme en mi cama, abrí mi portátil y le envié un mensaje a Kate para que se conectase.

Lo había estado pensando durante el camino a casa y aunque en estos momentos lo último que me apetecía era que alguien se enterase de que había sido cómplice de una infidelidad, yo habría querido que Kate me lo contase si alguna vez le ocurría algo así.

Ella era como mi hermana, la idea de que hubiesen secretos entre nosotras no me agradaba en absoluto.

Kate contestó a la videollamada. Llevaba puesto el pijama, mientras que yo aún llevaba la ropa con la que había ido a la cafetería. Normalmente era al revés, yo vivía con el pijama puesto las veinticuatro horas del día y Kate se arreglaba más a menudo.

—Hacía tiempo que no hacíamos una videollamada —señaló.

—Bueno, esto es algo así como una emergencia —expliqué, alterándola.

—¿Ha pasado algo? ¿Está Ethan bien?

—Ethan está perfectamente. Está en su habitación pintando —la tranquilicé —. Es sobre mí.

Kate abrió los ojos ligeramente, aún asustada.

—¿Qué ha pasado, Zoe?

Me tomé un tiempo antes de responder. Por primera vez estaba nerviosa de veras. No sabía bien qué decir, cómo explicar lo sucedido. ¿Qué había pasado en realidad? Ya ni siquiera sabía bien quién había iniciado el beso exactamente. Creo que había sido Axel. Estaba casi segura. Pero casi no bastaba.

—Axel y yo nos hemos besado —dije finalmente. Nada más pronunciar las palabras me vino a la mente el recuerdo del beso y volví a sentir las mariposas en el estómago. Había pasado diecisiete años de mi vida queriendo sentir ese cosquilleo tan emocionante, pero después de haber caminado una hora con la culpa y la emoción mezcladas, solo me apetecía tomar un chupito de insecticida para acabar con todas y cada una de las mariposas.

Kate me miraba boquiabierta. Tardó un par de segundos en procesarlo y cuando finalmente lo consiguió, frunció el ceño y me miró a través de la pantalla con una expresión crítica.

Me encogí y abracé uno de los cojines, sintiendo todo el peso de su mirada y la forma en la que sus ojos me juzgaban.

—¿No vas a decir nada? —pregunté.

Sus facciones siguieron igual de serias y duras. No sentí alivio en absoluto.

—¿Qué quieres que te diga? —espetó —. Has besado a alguien con novia, Zoe. Nunca te ha interesado nadie, ¿y justo tienes que escoger a alguien con pareja?

—No he escogido nada, Kate —me defendí.

—Vale. No lo has escogido. Bien, eso te lo acepto —se corrigió —. Pero eso no quita que lo hayas besado. ¿Por qué lo has hecho?

—¡Yo no lo he besado! No se cómo ha sucedido, ¿vale? No es que lo haya planeado, precisamente...

—¿Y cómo ha sido? ¿Has caído sobre él y vuestros labios se han chocado por accidente? —preguntó con un sarcasmo punzante —. En realidad me da igual quién lo haya empezado y quién lo haya seguido. Me parece horrible. ¡Ni siquiera estáis enamorados ni nada! ¿Qué necesidad había?

»¿Sabes cómo me sentiría yo si me enterase de que Ethan me ha sido infiel? —inquirió, aunque no me dio tiempo a responder. Tampoco iba a hacerlo, de todas formas —. Me destrozaría, Zoe. Y me destrozaría aún más que no me lo dijera y enterarme más tarde o por otra fuente. De cualquier modo, me haría pedazos. ¿Cómo crees que se va a sentir la novia de Axel cuándo lo sepa?

Definitivamente esto no estaba ayudando. Antes la sensación que me había dejado el beso no había sido del todo mala —al menos no todo lo mala que debería haberlo sido—, pero en esos momentos la culpa me estaba matando. Audrey había sido amable conmigo en todo momento, no se merecía lo que Axel y yo le habíamos hecho.

Y Kate tenía razón. Ni siquiera nos queríamos de esa forma. Apenas éramos amigos. ¿Por qué no podíamos habernos aguantado y ya? Nadie nos había obligado a besarnos y no somos animales. Podemos reprimir nuestros instintos y deseos, pero no lo habíamos hecho.

Lo peor de todo es que nunca he sido buena con los sentimientos tan negativos y autodestructivos como la culpa. Nunca he soportado la manera en la que te aprietan el corazón, el nudo que se forma en la garganta.

Así que prefería transformarlo todo en algo de lo que pudiese deshacerme fácilmente, como la ira, por ejemplo.

En esos momentos, estaba que echaba humo.

—¿Qué coño te pasa, Kate? ¿Crees que he venido orgullosa a contarte como me he liado con alguien con pareja? Todos aquí sabemos que no soy tan perfecta como tú, ¿pero en serio te crees que soy tan egoísta? —espeté —. Y tampoco te he llamado para que me hagas de puto pepito grillo. No necesito que me vengas con tu magnífica ética y moral, ¿sabes? Se pensar por mi misma. Puede que no lo creas, pero no eres la única que sabe diferenciar entre lo que está mal y lo que está bien?

—¿Y qué querías que te dijera, Zoe? ¿Que me parece fantástico que le hayas metido la lengua hasta la garganta a Axel? —exclamó indignada —. ¡Porque me parece horrible! Si quieres sentirte mejor contigo mismo a pesar de haberte comportado como una persona de mierda, llama a otra persona.

—¡No quiero eso, joder! Quería poder contarle a mi mejor amiga algo especial para mí, sin filtros y hacer que me sienta una mierda por ello —expliqué furiosa —. Puede que no esté enamorada de Axel, pero eso no significa que sea de piedra, Kate. Siento cosas. He sentido cosas y ha significado algo para mí. ¡Perdón por querer compartir eso contigo, por muy éticamente incorrecto que sea!

»¿Sabes qué? Vete a la mierda. Estoy harta de tu jodida perfección.

Y nada más decir eso, apagué el ordenador de golpe. Tuve el impulso de lanzarlo con todas mis fuerzas al suelo, pero dejé salir todo el aire de mis pulmones con rabia y me contuve. Lo dejé sobre mi escritorio, a salvo de mis impulsos violentos y agarré la almohada en su lugar.

Hundí la cara en el cojín y ahogué un grito en ella, para después tirarla contra la pared. Hacía eternidades que no sentía una rabia tan pura como en esos momentos.

Por estas cosas estoy mejor sola. Me recordé.

Me alegraba de haber mandado a Kate a la mierda. Seguía muy de acuerdo con lo que le había dicho, eso de que estaba harta de su perfección. No necesitaba sus malditos reproches de mierda. No necesitaba nada de ella.

Me tumbé boca abajo y cerré los ojos, abrazando la almohada con todas mis fuerzas.

Había sido un día horrible. ¿Cómo algo tan agradable como aquel beso se había convertido en una pesadilla como la que estaba viviendo en esos momentos? Literalmente era el peor día de mi vida.

Había hecho algo imperdonable, había perdido a alguien con quién me sentía a gusto y también a mi mejor amiga. A mi única amiga, de hecho, porque tampoco estaba segura de que Lydia quisiese volver a hablar conmigo después de lo que había hecho.

Aflojé mi agarre sobre la almohada e intenté dormirme. No me apetecía nada lidiar con todas las emociones que sentía en esos instantes. Quería poder olvidarme de todo durante al menos unas horas.

Sin embargo, no conseguí conciliar el sueño. Yo, que apenas tardaba un par de minutos en dormirme habitualmente, no fui capaz de pegar ojo. Mi cabeza repetía las mismas escenas una y otra vez. La pelea, el beso, la expresión aterrorizada de Axel. El arrepentimiento tan presente en sus ojos.

El recuerdo del beso había sido antes maravilloso. Pero cada vez que la escena aparecía en mi mente se volvía más y más insoportable. Ya no quedaba ni rastro de la adrenalina, ni de la pasión, ni de la emoción que había sentido al tenerlo cerca. Ahora solo era capaz de ver lo mucho que Axel se había arrepentido de aquel beso y lo mal que estaba el hecho de que yo lo hubiese disfrutado.

Me rendí. Decidí dejar de intentar dormir y fui a por mi teléfono. No sé por qué, pero sentí un pinchazo de decepción al ver que Axel no había dado señales de vida. Tampoco sé qué esperaba, en realidad. Por supuesto que no quería hablar de lo sucedido.

Entré al chat de Lydia y le dejé un mensaje diciéndole que no iría a trabajar al día siguiente. Escribí que estaba enferma y aunque me sentí mal por mentirle, sabía que era lo mejor. No me veía con fuerzas de ir a la cafetería al día siguiente, encontrarme con Axel y fingir que no había pasado nada. Además, ¿y si Audrey aparecía por allí? No tenía ni idea de como iba a reaccionar. ¿Le habría contado Axel lo ocurrido? Ni siquiera estaba segura de querer que se lo contase. Sabía que era lo correcto, pero creo que ya he dejado bastante claro que soy demasiado egoísta como para hacer siempre lo correcto.

Yo no soy una persona con los valores claros y definidos. Nunca lo he sido.

Me guío por instintos, evito lo que me hace daño. Soy egoísta muchas veces, a pesar de saber que está mal.

Y ese egoísmo había herido a mucha gente. Había creado un bache en la relación de Axel y Audrey —si no la había destrozado por completo—, había conseguido que Kate y yo nos peleáramos y para colmo, había perjudicado a una persona que no se lo merecía en absoluto?

¿Qué culpa tenía Lydia de que yo fuese una mierda de persona?

El nudo de mi garganta intensificó, al igual que mi malestar.

Culpa, culpa, culpa. Eso era todo lo que sentía en esos instantes. Diablos, volvía a echar de menos las mariposas. El sabor agridulce de la culpa mezclada con la emoción del momento era mil veces mejor que la culpa pura que sentía en esos momentos y que me estaba asfixiando.

Volví a escribirle a Lydia.

No tardó mucho en contestarme.

Justo debajo del mensaje había un sticker adorable de un cachorrito disfrazado de doctor. Lydia debía dejar de ser tan agradable. Solo conseguía que me sintiese peor aún. Sin embargo, a pesar de todo, su mensaje me sacó una sonrisa.

Dios, no quería perderla a ella también. Y por extraño que pudiese sonar, tampoco quería perder mi trabajo en la cafetería.

Quería rebobinar el tiempo hasta la mañana de ese martes, solo para poder volver a poner todo como estaba. Quería que todo volviese a la normalidad.

Pero ni la vida ni los errores funcionan así.

Así que volví a dejar el teléfono encima de mi escritorio, junto al ordenador, y cerré los ojos de nuevo.

Y esta vez, conseguí dormirme.

¡Saludos virtuales!

Quería corregir el capítulo antes de subirlo, pero también quería traeroslo lo antes posible así que... supongo que la corrección tendrá que ser más adelante.

¿Qué tal lleváis la cuarentena? ¿Todo bien? Aquí la verdad es que no suele haber demasiada gente por la calle de todas formas, así que yo no noto tanto el cambio. Lo único radical ha sido lo de los institutos, pero por lo demás todo sigue igual.

Aquí están las preguntas de hoy:

¿Alguno/a de vosotros juega al animal crossing? ¡A mí me encanta! Ahora que ha salido el New Horizons estoy bastante viciada, no nos vamos a engañar 😂.

¿Si tuvierais hijos, qué nombres les pondríais? (Me puede servir de inspiración para mis personajes, jeje).

Eso es todo por hoy. Sé que esta nota no ha sido muy larga pero es que he tenido unos problemillas con Wattpad y se me ha hecho tarde, y ahora estoy un pelín cansada. Espero que hayáis disfrutado el capítulo. Los amantes del drama no os podéis quejar porque ha estado bien cargado jajaja. Si podéis, me gustaría que dejarais vuestras teorías y pensamientos en torno a lo ocurrido en el capítulo. Me encantaría saber qué pensáis de todo esto.

¡Abrazos virtuales!

Continue Reading

You'll Also Like

471K 36.4K 54
El mundo da un vuelco cuando la primer mujer en la Fórmula 1 se hace presente en el Paddock. Camille Watson, hija del gran piloto de la F1 tendrá que...
8K 355 35
SEGUNDA TEMPORADA DE "RED DE MENTIRAS" ¿Eres lo suficientemente fuerte para soportar la verdad? ____ acaba de descubrir que su vida ha estado llena...
605K 3.4K 3
Ella era la hermana de su mejor amigo, la chica que parecía estar diseñada para hacer su vida imposible en cuanto se conocieron. Desde el primer inst...
15.6K 992 6
El imperio otomano estaba pasando por su mejor y peor momento. Mejor porque tenían un imperio estable con un gran sultán al mando casi no avía rebel...