21 preguntas para enamorarse

De CherryLeeUp

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Isabella Durán es una estudiante de psicología que tiene por tarea crear un cuestionario creativo de 21 pregu... Mais

¿Prólogo del desastre?
Las reglas
Sesión número 1
Sesión número 2
Sesión número 3
Sesión número 4
Sesión número 5
Sesión número 6
Sesión número 8
Sesión número 9
Sesión número 10
Sesión número 11
Sesión numero 12
Sesión número 13
Sesión número 14
Sesión número 15
Sesión número 16
Sesión número 17
Sesión número 18
Sesión número 19
Sesión número 20
Sesión número 21
Un informe desde mi corazón
Epílogo

Sesión número 7

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De CherryLeeUp

—Aquí les traigo su orden —dije, colocando los platillos y las bebidas sobre la mesa—. Espero lo disfruten.

Ambas mujeres agradecieron y volví a mi estación, detrás de la barra. A pesar de tener una sonrisa en mi boca, la ansiedad no dejaba de crecer en mi interior con cada minuto que pasaba en el reloj. Eran casi las tres de la tarde y Victor no había dado señales de vida. Ni llamadas, ni mensajes... ¡ni siquiera había ido a comer! Y eso era lo que me tenía más preocupada.

—Voy a tener que hacer algo que no quiero. ―Giré mi cabeza a la derecha al escuchar la voz de mi jefe, sus cejas estaban casi unidas por fruncir tanto su ceño.

Elliot Brown se caracterizaba por ser muy risueño, incluso podría decirse que gozaba de hacer bromas a diestra y siniestra, por eso me resultaba tan extraño el verlo tan serio y molesto.

—¿Sucedió algo malo? —pregunté confundida, ganándome una sonrisa de soslayo.

—Estoy hablando del idiota de tu compañero —bufó y continuó—: Cuando Victor se concentra en su trabajo, pierde la noción del tiempo y no piensa en nada más.

—¿Crees que... se le olvidó comer?

—Creo no, estoy seguro —dijo, soltando un suspiro—. Hace poco más de un mes se desmayó durante una reunión. Simplemente, colapsó.

—Estás bromeando, ¿cierto?

—Ojalá fuera una broma. —Fruncí mi ceño—. Según él, no le daba tiempo de salir a comer y por eso estuvo "alimentándose" con galletas.

Demonios, ahora estaba más preocupada. ¿Cómo rayos se le ocurría? Era bueno ser responsable, pero no al extremo de poner en riesgo la salud.

La campana de la puerta sonó y ambos levantamos la mirada en su dirección, pero no era él. Una joven de largos cabellos negros entró y saludó en nuestra dirección. Era muy linda y brindaba un aire de tranquilidad al caminar, digno de una princesa. ¿Quién sería?

—Hola, Elliot —saludó cuando estuvo frente a nosotros.

—Hola, princesa Hope. ¿Qué te trae por aquí?

—Me fugué de la empresa porque nuestro amigo en común ha vuelto a sus andadas.

—Maldición, lo sabía... —masculló Elliot entre dientes.

Con curiosidad, observé a mi jefe acercarse a la pequeña ventana que daba a la cocina y llamar a la señora Adelaida con insistencia, su ceño fruncido no se borraba.

—Eres Isabella Durán, ¿verdad?

La voz de la mujer que ahora sabía se llamaba Hope, me hizo volver la vista al frente. Sus ojos verdes oliva me miraban sin disimulo y con fijeza. Extraño.

—¿Te conozco?

—No en realidad... pero te vi con Vic hace unos días en la empresa y le pregunté. —¿Vic? ¿Qué tanta confianza existía entre ellos como para que le llamara por un diminutivo?—. ¡Dios! Relaja el ceño, querida —dijo, soltando una carcajada—. Él y yo somos buenos amigos, trabajamos juntos. De por sí, será el padrino de mi niña.

Mis ojos siguieron sus manos y fue en ese momento que detallé su apenas abultado vientre. ¡Qué pena! ¿Por qué era tan despistada? Si hubiera sabido eso desde un principio ni siquiera me... Un segundo, ¿Qué rayos estaba pensando? ¿Por qué me molestaría que otra mujer lo llame por su nombre? Él y yo no éramos nada... ¡Ni lo seríamos! Victor era solo mi compañero de proyecto ¡Nada más!

—Déjame adivinar, el imbécil solo tiene galletas en su estómago. —Agradecí la intervención de Elliot... porque ya no me estaba gustando el rumbo que estaban tomando mis pensamientos.

—Lo conoces muy bien —dijo ella, soltando un suspiro—. Cuando entré a su oficina hace una hora, estaba escribiendo un informe mientras masticaba una galleta.

—¡Workaholic de mierda! ¡Voy a tener que llamar a Minerva otra vez!

—Que llames a su madre no servirá y lo sabes... —Hope resopló—. Victor volverá al carril solo por un tiempo, pero... —Sus ojos verdes volvieron a inspeccionarme de arriba abajo. ¿Acaso se le había perdido una igual o qué? —. Si usamos el incentivo apropiado, no volverá a desviarse. Más bien, lo tendrás aquí todos los días a menos que tenga algún almuerzo de negocios del cual no pueda zafarse.

—En eso te doy la razón —¿Ahora Elliot? ¿Qué rayos estaban pensando esos dos?

La señora Adelaida anunció que la comida que había mandado a preparar Elliot, estaba lista. Mi jefe la empacó con cuidado y al colocarla sobre la barra, una sonrisa socarrona se dibujó en su boca... y estaba dirigida a mí. Esas sonrisas solo le gustaban a Miranda, porque a mí me daban miedo. ¡Era como tener en frente al gato de Alicia!

—¿Podría la gatita regañar al lobo por no comer?

—¡¿Qué?!

Hope sacó un pequeño cuaderno de su bolso junto con un bolígrafo y los colocó en mis manos.

—Estamos seguros que él te hará caso —dijo, sonriendo—. Regáñalo por no haber venido y recuérdale que es importante que cuide de su salud.

Tragué grueso y miré ambas cosas en mis manos; ¿ellos en verdad creían que Victor me haría caso? ¡Pero si jugaba conmigo a su antojo! Y como ejemplo ponía el día anterior. El idiota sexy se atrevió a aparecerse en mi casa a las cinco de la mañana porque, según él, no iba a tener tiempo en el día para vernos. ¡Eso era una falta de consideración! Y si hubiera estado dormida lo hubiera matado. Se salvaba porque no había podido pegar un ojo en toda la noche... Un segundo, ahora que lo pensaba, eso también era su culpa, ¡de él y su jodido beso!

¡Ay, Dios! De nuevo se me estaban subiendo los colores a la cabeza. De solo recordar el beso, mi cuerpo entero se acaloraba. Y eso que había sido en la mejilla, ¿qué pasaría si fuera en los labios? Mínimo me desmayaba, con seguridad.

«O te lo comes tú», sacudí la cabeza ante ese pensamiento loco.

—¿Lo harás, Isabella? —La burla danzaba en sus ojos azules y en ese momento pensé que prefería a Derek.

Había perdido la cordura, sí, señor.

—Lo haré, pero... necesito espacio.

Las sonrisas burlonas no se hicieron esperar, aun así, obedecieron. Se alejaron de mí para sentarse en una mesa y Elliot aprovechó para pedir un vaso de jugo para la futura mamá.

Resoplé... ¿Por qué todos los amigos de Victor eran tan intensos? Bueno... bien decían por allí que Dios los creaba y ellos se juntaban, ¿no?

Abrí el pequeño cuaderno y coloqué la punta del bolígrafo sobre la hoja, pero no se movió. Estaba en blanco. Miré a los amigos de Victor y consideré en pedirles apoyo, pero... sería inútil. La idea era que fueran mis palabras las que lo hicieran recapacitar, no las de ellos. Solté un suspiro, gracias al proyecto había logrado conocer mucho de él, pero eso no me daba derecho a meterme en su vida y mucho menos a regañarlo. Quizás por eso el bolígrafo permanecía inmóvil sobre el papel.

Lo aceptaba, me sentía culpable de lo que había pasado en nuestra última sesión, jamás quise tocar temas que pudieran incomodarlo... y mucho menos pensé que una pregunta como la del día anterior, fuera a remover tanto en su interior. Su melancolía y su tristeza fueron tan intensas que... las sentí como mías.

Era como si parte de su alma se hubiera abierto a mí durante un momento de debilidad, solo unos segundos, pero fueron suficientes para ver cuán rota estaba. Fruncí mi ceño. La ausencia de ese brillo pícaro en su mirar, me preocupaba y mucho.

Y ya no tenía nada que ver con las historias de amor que mis amigas se estaban ideando sobre nosotros, y debía acotar que, gracias a Dios, tenían el día libre porque si no me estuvieran acosando. El asunto era que le había tomado aprecio a Victor, me gustaba pasar tiempo con él y escuchar sus ingeniosas respuestas, por mucho que me fastidiara. Por eso estaba preocupada por él y, viéndolo desde ese punto de vista, si podía tomarme el atrevimiento de regañarlo, ¿cierto?

Sonreí y comencé a escribir un mensaje que estaba segura le sacaría una sonrisa ladeada:

"Una sonrisa no significa la ausencia de problemas, sino la habilidad de tratar de ser feliz por encima de ellos. Cada dolor te hace más fuerte. Cada traición, más inteligente. Cada desilusión, más hábil. Y cada experiencia, más sabio. Intenta ser feliz con lo que tienes, mientras persigues lo que deseas.

Palabras de Antonio Machado que leí hace tiempo y que me gustaron mucho, porque refleja lo mismo que te dije ayer.

No olvides que eres valioso para muchas personas y no debes preocuparlos con tus descuidos. Eres apasionado con tu trabajo, pero recuerda que debes apreciarte, amarte y cuidarte, para poder realizarlo con el mismo vigor de siempre. Las personas a tu alrededor nos preocupemos por ti, lobito."

Al final, dibujé una pequeña gatita con un enorme lazo como firma, haciendo alusión al mote que él me tenía. Releí la nota un par de veces y sonreí satisfecha. Arranqué la hoja del pequeño cuaderno y la doblé para meterla dentro de la bolsa que contenía la comida. Hope se despidió de nosotros y salió del restaurante, asegurando que nos volveríamos a ver pronto. Asentí, al final me había caído bien.

A pesar de cumplir con mis labores, no dejaba de pensar en lo que diría Victor cuando leyera mi nota. Los segundos se convirtieron en minutos y un par de horas más tarde, fue que mi móvil dio señales de vida. Como si mi vida dependiera de ello, lo revisé sin importarme que Elliot fuera a regañarme después. Estaba demasiado ansiosa.


Idiota sexy _ 15:50

Aquí estoy, gatita. Me reporto para decirte que he comido todo lo que Hope me trajo y que leí tu nota.

Lamento haberte preocupado.


No quería que se disculpara, quería que interiorizara lo que le había escrito. Resoplé y comencé a escribir la respuesta, pero tuve que borrar el regaño cuando un segundo mensaje llegó:


Idiota sexy _ 15:51

No solo me disculpo por no haber ido a comer...

Sé que estas preocupada por lo de ayer y quiero decirte que... estoy trabajando en ello, en ser feliz por encima de mis problemas.

Y sé que también debes estar molesta, por eso cambio mi disculpa por un "Gracias por preocuparte por mí".


Sonreí porque esa respuesta me gustaba más. Tecleé un mensaje y lo envié:


Yo_ 15:52

Lo dejaré pasar si me permites elegir el sitio para vernos hoy.

¡Y no acepto un no como respuesta!

Si tu jefe dice algo, ¡mándalo a joder a otro lado!

Idiota sexy _ 15:53

¿Quieres romper la regla número uno, gatita?

Yo_ 15:53

Tú si puedes romper las reglas, pero yo no.

¡Eso no es justo, Benoist! ¡Exijo igualdad!


Sin respuesta. ¿Me habría excedido? ¡Ay, Dios! ¿Y si me sacaba en cara la cláusula del contrato donde decía que si rompía las reglas no asistiría a mi presentación? Comencé a morder la uña de mi pulgar cuando su respuesta llegó:


Idiota sexy _ 15:57

Tachando la regla uno. Mi gatita manda, yo obedezco.

¿A dónde iremos hoy?


¡Ah! ¡No podía estar más feliz! ¡Otra regla tachada! Tuve que tragarme el grito de emoción que quería brotar desde mi estómago, para que Elliot no me regañara. El hombre me tenía aprecio, pero era mi jefe y no podía abusar de él.

Miré la pantalla de mi móvil y sonreí. Las cosas con Victor estaban saliendo a pedir de boca y no podía estar más contenta. Así que tenía una idea clara: yo no podía pagar una cena en un restaurante tan exclusivo como Stradivarius, pero si podía llevarlo a la mejor pizzería de Besana que, gracias a Dios, no era tan costosa. Sus pizzas eran deliciosas, un manjar del cielo. Su sabor, su textura, la salsa... Una explosión de sabores en la boca, sin dudas. Quería que las probara, que disfrutara conmigo mi comida favorita y pasar una noche agradable entre... No sabía que etiqueta utilizar, y aunque mi cabeza se empeñara en recalcar que éramos solo compañeros de proyecto, la palabra amigos nos definía mejor, ¿cierto? Yo quería ayudarlo a sanar, a que lograra avanzar y dejara atrás ese dolor que tanto daño le hacía... y si me preocupaba por él, entonces sí éramos amigos.

Sonreí y le escribí que era un secreto. Me lo reprochó, como era de esperarse, pero no me importaba. Quería darle una sorpresa agradable para animarlo.

El tiempo pasó lento, pero la afluencia de clientes en el restaurante me mantuvo entretenida, y cuando llegó mi hora de salida, corrí hacia los vestidores para cambiar mi lindo uniforme de mesera por mi ropa sencilla.

Me miré al espejo y sonreí. Yo no era una chica llamativa, tenía mis curvas, sí, pero nada fuera de lo común; a pesar de ello, Victor no se cansaba de decirme que le parecía bonita, y eso me hacía sentir bien. Era un sentimiento cálido, agradable... y quizás por eso no quería verme mal ante él.

Me tomé mi tiempo para devolverle la vida a mis labios y realcé un poquito mis ojos. Nada cargado, lo justo y necesario para verme linda. Amarré mis convers, me coloqué mi chaqueta y finalicé trenzando mi cabello de lado, colocándome mi gorrito de lana color crema, uno que por cierto me hacía sentir más sofisticada cuando lo usaba.

No parecía que hubiera puesto mucho esfuerzo en arreglarme, pero si lucía un poquito diferente. La pregunta era: ¿se daría cuenta él? Sacudí mi cabeza y tomé mis cosas, seguro ya estaba esperándome afuera.

Al salir de los vestidores, me encontré con la sorpresa de verlo conversando con Elliot. Su ceño estaba fruncido por algo que mi jefe le decía, pero su mirada almendrada demostraba la comodidad que sentía al conversar con él. Durante esos días, había descubierto que Victor no era un hombre que expresara sus emociones con las palabras, pero sus ojos lo hacían por él. Esa mirada intensa, brillante y pícara que tantos problemas me daba, hablaba por sí sola.

Me acerqué con cuidado y cuando estuve a su lado, su atención fue toda mía. Su ceño se relajó de inmediato y la sonrisa traviesa que me gustaba observar, apareció.

—Tardaste un poco.

—Verse linda requiere su tiempo.

—Y estoy dispuesto a esperar si este es el resultado —dijo, guiñándome un ojo—. Tus ojos se ven más brillantes.

Mi corazón se saltó un par de latidos y bajé la mirada para que no observara mi sonrojo. Que se diera cuenta de mi maquillaje sutil, demostraba cuan detallista era... ¡¿Cómo podía seguir pensando que era tan agrio como un limón?!

—Bien, como estoy sobrando, así que los dejaré irse. Esto de ser violinista no me agrada.

—Vuelvo y repito, no es tu maldito problema, Elliot. Y dile lo mismo a Derek que no deja de joderme la vida por mensajes.

Elliot soltó una carcajada que le hizo fruncir el ceño a mi compañero. No pude evitar soltar una leve risilla cuando lo vi dirigirse "molesto" a la salida. Victor era muy bueno para ocultar sus verdaderas emociones tras un ceño fruncido, eso lo había aprendido de la experiencia ocurrida dos noches atrás, por eso quería hacer lo posible para que se relajara, fuera él mismo y no necesitara guardarse todo para sí.

Su auto estaba estacionado justo al frente y, como siempre, Victor abrió la puerta para mí. Definitivamente, podía acostumbrarme a eso.

—Bien, ¿a dónde me llevara la señorita hoy? —preguntó apenas estuvimos dentro de mi Furia nocturna.

Sí, había decidido colocarle ese nombre ya que el dueño no se animaba a darle uno, justo como el dragón de la película.

—Espero estés preparado para comer la mejor comida del mundo.

—Y esa comida es...

—Yo te voy diciendo el camino. —Al ver que no diría nada más, Victor sonrió y puso el auto en marcha.

La pizzería quedaba del otro lado de la ciudad, por eso no iba muy seguido, pero valía la pena tomar los tres autobuses para disfrutar de semejante delicia. Victor siguió mis indicaciones a la perfección y no tardamos ni veinte minutos en llegar, gracias a que el tráfico estaba ligero. ¡Aleluya por eso!

—¿Pizza?

—¡¿No te gusta?! —¡Ay, Dios! Eso no lo había considerado ¿Y ahora que hacía?

—No he dicho que no me guste, solo que prefiero comer otro tipo de cosas —respondió, apagando el motor del auto.

Victor bajó del vehículo sin darme tiempo de replicarle, pero... ¿qué podía decirle? Solté un suspiro, me sentía un poquito decepcionada, pero luego me reprendí porque lo que me gustaba a mí, no tenía por qué gustarle a él.

—¿Gatita?

Su llamado me trajo de regreso y noté que estaba esperando que saliera del auto. Con rapidez me bajé y esperé a que él se asegurara de cerrarlo.

—Si quieres podemos ir a otro sitio —dije a su espalda.

Victor se giró hacia mí y llevó su mano hasta mi cabeza para palmearla por encima de mi gorro de lana.

—Te dije que no tengo problemas en comer pizza. Además, si me trajiste aquí es porque son muy buenas.

—Son las mejores que he probado en mi vida —aseveré.

—Entonces debo probarlas.

Victor volvió a colocar su mano en mi cintura, como lo hizo aquella noche que me llevó a comer a Stradivarius, y me condujo al interior tibio de mi pizzería favorita. Era un lugar cálido, los tonos terracota predominaban en la decoración y la mayoría de los muebles y mesas eran rústicos.

Escogí una mesa apartada para poder discutir nuestro proyecto con tranquilidad, y también para tener un poco de privacidad. No quería que Victor se sintiera incomodo con tanta persona escuchando sus respuestas.

Un amable mesero se acercó a nosotros, joven y muy guapo, con una sonrisa matadora, pero no lo era tanto como la de Victor. Después de nuestra primera sesión, me había hecho más consciente de que en verdad me llamaban la atención las sonrisas de los hombres.

La mano de Victor se posó sobre la mía de repente y ejerció un poquito de presión, como si quisiera llamar mi atención de algún modo. ¿Acaso me había quedado mirando al mesero tanto tiempo? ¡Qué pena!

El joven nos dio la bienvenida y le ofreció el menú a Victor, pero el negó con su cabeza

—La dama escogerá por ambos —dijo, sin soltar mi mano.

Mis mejillas ardieron al sentir un nuevo apretón en mi mano, porque eso sí que parecía en una cita real. Retiré mi mano con cuidado y recibí el menú. Me di mi tiempo para leer la lista, mientras mi pobre corazón volvía a su ritmo normal. Sabía por qué lo estaba haciendo. La última vez, él había escogido por ambos teniendo consideración conmigo y ahora Victor estaba confiando en mí.

«¿Qué rayos está pasando contigo, Issy? Victor solo está siendo amable... demasiado amable ¿Por qué diablos tiene que ser tan encantador?».

Escogí una pizza especial de la casa y pedí dos limonadas, pero antes de que resoplara por la ausencia de chocolate, le pedí de postre un pudín.

—Es increíble que me conozcas tanto.

—No hay que pasar mucho tiempo contigo para saber que amas el chocolate.

Victor apoyó su cara sobre su mano y me dedicó una mirada profunda y diferente; mis mejillas se incendiaron en el acto. No sabía cómo explicarlo con exactitud, pero sus ojos se veían casi... anhelantes. Tragué grueso, este tipo de mirada me intimidaba mucho más que sus ojos provocativos.

—Ahm... ¿Quieres empezar con la sesión de hoy?

—Soy todo tuyo. —¡Madre mía! ¡Qué calor!

Bajo su atenta mirada, saqué mi cuaderno y mi móvil. Pasé las hojas hasta encontrar la pregunta que tenía planeada para esa noche. Ciertamente, la anterior no le había caído en gracia... y ya había aclarado que me sentía culpable, por eso me pareció adecuado conversar de algo que nos gustaría a ambos. Sí, había llegado la hora de la pregunta de los hobbies. ¡Yay!

—Si fuera el fin del mundo y solo pudieras conservar tres cosas que te ayudaran a sobrevivir mental y físicamente, ¿cuáles escogerías?

—¿Incluye comida?

—No, solo cosas de entretenimiento.

Victor sonrió.

—Debo aceptar que es una buena forma para preguntarme mis hobbies.

—No estoy violando la regla —dije con las manos en alto—. Créeme, me rompí la cabeza pensando una forma original de preguntártelo.

Victor soltó una carcajada y negó con su cabeza. Así me agradaba verlo, con esa actitud fresca y relajada. Sin armaduras de por medio.

—Bien, si tuviera que elegir... —dijo, golpeándose el mentón con su dedo índice—. Uniré mi colección de libros en un solo objeto, también uno mis herramientas de dibujo en otro y... mi guitarra.

—¿Tocas la guitarra? —pregunté, sorprendida.

—No lo hago mal. Si quieres puedo tocar para ti algún día.

—Eso sería interesante —conteste en una sonrisa.

Anoté su respuesta en mi cuaderno y me enfoqué en el segundo objeto. Que escogiera sus herramientas de trabajo, significaba que él en verdad amaba la arquitectura. Muy pocas personas lograban vivir de su pasión y, al parecer, Victor era uno de esos pocos privilegiados.

—¿Te gusta mucho la arquitectura?

—La arquitectura es mi vida, gatita.

—¿Sueles dibujar en casa, aunque no tenga que ver con tu trabajo?

—Podemos llamarlo necesidad —dijo, jugando con las servilletas—. Una idea aparece en mi cabeza y enseguida debo plasmarla en papel o en la computadora. Lo más satisfactorio es que muchas de ellas son tomadas en cuenta por los clientes de la empresa y... verlas edificadas después me regocija.

Nunca había escuchado hablar a alguien con tanta pasión sobre su trabajo además de mi padre, que era docente. Ambos admiraban lo que hacían... y era admirable y envidiable por partes iguales. Esperaba sentirme así cuando comenzará a ejercer.

—¿Y los libros?

Victor sonrió.

—Ya te había dicho que me gusta leer.

—¿Qué tipo de libros te gustan?

—Derek me dice "devora libros" porque me gusta leer de todo —dijo—. Pero si debo escoger un solo género literario, podría decir que me gustan los libros bélicos que se desarrollan en un contexto histórico. Las Intrigas, las guerras... todo lo que te mantenga expectante de lo que pasara después.

Asentí emocionada y anoté su respuesta. Hablar de libros era algo que me encantaba y podía hacerlo todo el día.

—¿Cuáles son tus hobbies? —preguntó de repente.

—Bueno... ya te había dicho que leo mucho, pero también me gusta ver películas y... cocinar —dije con las mejillas sonrojadas—. Me gusta experimentar en la cocina.

—Me encantaría probar de tu comida algún día. —La sonrisa que tenía en su boca, me decía que estaba siendo sincero—. ¿Y qué tipo de libros te gusta leer?

—Ya te había dicho que me gusta el romance —dije, riendo, y ahora que lo pensaba, había un libro que unía nuestros géneros favoritos en uno solo—. ¿Puedo recomendarte un libro? Estoy segura que te encantará.

—¿Ah sí? —Asentí.

—Es de romance, pero tiene mucha acción y te la pasas armando teorías todo el tiempo —dije—. Se llama El príncipe Carmesí, es una saga muy conocida y me gustó mucho.

—Suena interesante, si lo tienes me gustaría leerlo.

¡Qué emoción! Si el leía mi libro podríamos intercambiar teorías. En especial porque el segundo libro todavía no había salido y tenía un montón de ideas que podían pasar.

El mesero llegó por fin con nuestro pedido y disfrutamos de nuestra cena, envueltos en una amena charla sobre nuestros gustos. Victor aceptó que era la mejor pizza que había probado, pero me reveló que su comida favorita era la comida china, iba a tener que buscar alguna receta a ver si me animaba a hacer algo de eso un día. También hablamos sobre actividades al aire libre, revelándole que me encantaba la playa y nadar. Victor por su parte, prefería hacer senderismo y estar lo más alejado posible de la arena.

—Es desesperante, se mete en todos lados —dijo, resoplando, pero al posar sus ojos sobre mí, su mirada atraviesa me hizo temblar—. Aunque estaría dispuesto a aguantarla si puedo verte en traje de baño, gatita.

Sí, a ese hombre le gustaba hacerme sonrojar a propósito.

Después de la discusión que tuvimos porque no me quería dejar pagar, nos montamos en el auto. En mi mente, repasaba todas las respuestas que Victor me había dado y no pude evitar sonreír, cada vez se abría más y estaba segura que algún día su alma me revelaría todos sus secretos para por fin ser libre.

Cuando estábamos por llegar, detuvo el auto. Observé a todos lados y no vi nada extraño.

—¿Algún problema?

—Sí... creo que mi mano tiene mucho frío y no puedo maniobrar muy bien —dijo, cerrando y abriendo su puño izquierdo—. ¿Podrías manejar las dos últimas cuadras mientras me recupero?

—Tú... tú... Estás bromeando, ¿cierto? —Al verlo sonreír y negar con su cabeza, solté un grito de emoción y me lancé sobre él—. ¡Gracias, gracias, gracias!

—Si esta es tu forma de dar las gracias, creo que te dejaré manejar más seguido.

Me separé de él y me bajé del auto con rapidez. ¡Dios! ¡Era el mejor día de mi vida!

Victor se bajó y mantuvo la puerta abierta para mí. Al sentarme en el puesto del conductor, no pude evitar acariciar el volante. ¡Oh, Furia nocturna! Por dos cuadras serás toda mía.

—¿Lista?

—Más que lista —dije con seguridad.

El auto rugió al pisar el acelerador en neutro y volví a gritar de emoción. ¡Amaba ese auto con locura! Antes de arrancar, le di una mirada de soslayo a Victor. A pesar de tener la mirada al frente, la sonrisa no se borraba de su boca. Estaba tan emocionada que unas ganas inmensas de besarlo me abordaron y no pude controlarme. Fue cortito, pero me brindó la oportunidad para sentir la suavidad de la piel de su mejilla.

Victor abrió sus ojos con sorpresa y me miró como si estuviera loca, pero no me importaba. ¡Madre santa! ¡Iba a manejar el auto de mis sueños!

—Andando, mi Furia nocturna.

.

Pregunta del día: Si fuera el fin del mundo y solo pudieras conservar tres cosas que te ayudarían a sobrevivir mental y físicamente, ¿cuáles escogerías?

La pregunta de hoy fue relajada para que Victor pudiera recuperarse del mal sabor de boca que le dejó la pregunta anterior, pero de igual forma, pude obtener una gran cantidad de información útil.

Mi compañero demostró ser de gustos sencillos y que ama su trabajo. Su pasión por la arquitectura es genuina, sus ojos me lo demostraron al brillar con tanta intensidad mientras hablaba de su trabajo. Eso me impulsa a saber mucho más de ese aspecto de su vida y descubrir aún más de su pasión.

He comprobado que la palabra "apasionado" describe muy bien a mi compañero y, definitivamente, debo hacer algo para que ese fuego que guarda dentro de sí, salga al exterior.

Nos gustan géneros literarios diferentes, pero Victor está dispuesto a leer uno de mis libros favoritos y eso me emociona muchísimo. Comenzar a intercambiar libros me permitirá descubrir cuales tiene dentro de su colección y... quiero que él también conozca esa parte de mí.

Nota especial: He aceptado que Victor y yo somos amigos, y como buenos amigos debemos intercambiar experiencias, ¿cierto? Por eso no está mal que cocine para él y que el toque música para mí, ¿verdad? ¡Es normal entre los amigos!... ¡Así como los besos en las mejillas!

Dios... necesito que alguien me exorcice porque no tengo otra explicación para lo que hice.

.

.

Proyecto "21 preguntas para enamorarse"

Séptima sesión y debo decir que, a pesar de ser tranquila, me sentí en calma, en total paz y me permitió ver un nuevo lado de Issy. Hablamos sobre los hobbies y el que más resalto de los suyos fue la cocina. No es por comparar, pero a Stacy se le quemaba hasta el agua, por eso me parece interesante y perfecto que Issy demuestre ser todo lo contrario.

Gracias a esta sesión y a la charla que tuvimos antes por Whatsapp, me di cuenta que ella se preocupa por mí. Ese es un gran avance porque me saca de la etiqueta de "conocido", y estoy seguro de que ya me considera un "amigo". Solo espero no quedarme en la jodida friendzone por mucho tiempo.

Las palabras de Issy siempre son como un viento refrescante para mí. Su nota está guardada en mi billetera para recordarme que, a pesar de los problemas, siempre debo ver el lado positivo y ser feliz.

Esta chica no para de enseñarme cosas y me gusta. Mucho.

Nota especial: Que se le quedara mirando al mesero me hizo sentir celos. Debo añadir eso a la lista de emociones que ella me ha permitido experimentar de nuevo y, a pesar de ser un sentimiento negativo, me gusta poder sentirlo.

También debo agregar que mi corazón se paralizó por un instante cuando sentí sus labios sobre mi mejilla. ¿Así se habrá sentido ella cuando la besé? Ojalá que sí...


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