|Y el recipiente explotó|
Izuku chocó con un árbol, luego se tropezó con una grieta del pavimento en una de las calles.
Además, casi cruza con luz roja.
Estaba totalmente distraído.
Se golpeó rápidamente en las mejillas y movió de manera rápida su cabeza de un lado a otro.
Necesitaba dejar de pensar en Bakugou-sensei por un segundo.
Pero no podía.
Su enorme sonrojo era evidente y su sonrisa era completamente enorme en aquellos instantes.
— ¡Bueeenas tardes, Izuku-kun! —exclamó Atsushi contento, acomodando su chaqueta negra que correspondía a su uniforme de trabajo.
Izuku parpadeó y entonces le observó.
— ¡Atsushi-kun, buenas tardes! —saludó el pecoso sonriente. — ¿Cómo estás? —añadió mientras abría su casillero para guardar su mochila.
El castaño le miró sonriente pero con notables ojeras. —Ahh... Exhausto. —susurró a su lado, abriendo su casillero. —Se acercan los exámenes de ingreso para la universidad, estoy agotado. —respondió con una sonrisa llena de cansancio.
—Oh, es cierto. —murmuró Izuku al instante. —Pero tú me has dicho que has tenido calificaciones perfectas, Atsushi-kun. —añadió sonriente. — ¡Te irá bien, confía en tus conocimientos! —exclamó contento.
— ¿Tú lo crees? —preguntó preocupado. Entonces soltó un suspiro. —Tengo problemas con matemáticas... Nuestro profesor ya lleva más de tres meses con licencia. —murmuró. Entonces frunció su ceño. — ¡He visto videos, leído libros y ejercitado como nunca, pero siempre hay un maldito ejercicio que me jode la vida y entonces no logro—
—Yo, par de mocosos.
Un pelirrojo sacudió ambas cabelleras con brutalidad entre sus dedos.
Entonces envolvió entre sus brazos con fuerza a Atsushi.
— ¿Escuché bien? —inquirió amenazante. —No sé si mis oídos están mal, pero acabo de escuchar salir de tu boca un maldito.
El rostro de Atsushi subió a todos los colores posibles debido a la falta de aire. —E-e-escuchaste mal, Akiyama-san. —respondió con dificultad.
Akiyama le soltó de inmediato. —Hm, muy bien. —dijo con sus manos sobre sus caderas. — ¿Qué tal la escuela? —preguntó observando a ambos muchachos.
Izuku alzó su mirada al instante, sonriente. — ¡Buenas tardes, Akiyama-san! —exclamó. —Muy bien. —respondió mientras se sentaba en una banca para cambiarse sus zapatos. — ¿Y usted?
El pelirrojo sonrió al instante. — ¿Ah, sí? —preguntó sentándose a su lado. —Sabes, el jefe te trajo un regalo. —añadió.
Izuku le miró y entonces se señaló a sí mismo. — ¿A mí?
—Como escuchaste mocoso, ten. —respondió el mayor, entregándole un par de patines.
— ¡Ahhh! —chilló emocionado, notando hermosos patines rojos y relucientes.
El castaño se sentó a su lado. —Dijo que sería más alegre verte atendiendo a los clientes así, y que así podrías divertirte un poco.
Izuku le miró al instante. —Pero yo me divierto mucho aquí. —respondió preocupado.
El pelirrojo clavó sus azulinos sobre él. —Pero que mierdecilla más mentirosa.
— ¡Akiyama-san, no le digas así! —exclamó Atsushi. —No es eso, Izuku, lo que sucede es—
—Hace un tiempo que no eres tú, mocoso. —gruñó éste. — ¡El otro día estabas llorando en el baño, menudo imbécil! —exclamó con furia golpeándole en la nuca.
— ¡Ay!
— ¡Y me dijiste que tenías gripe, jodido mentiroso! —exclamó nuevamente, golpeándole otra vez.
— ¡A-ay! —chilló sobándose la nuca.
— ¡No lo golpees! —exclamó Atsushi. Entonces lanzó un suspiro. —Si Izuku no quiere contarnos qué le sucede, está bien. —añadió preocupado.
Entonces el castaño se acuclilló frente a él. —¿Todo está bien? —preguntó seriamente. —En serio, puedes confiar en nosotros.
Akiyama les observó con seriedad. — ¿Hay algún jodido imbécil al cual deba golpear? —preguntó volviendo sus manos puños. — ¡Llevas más de una maldita semana extraño, mocoso! —exclamó.
Izuku tragó saliva al instante. — ¡No, no, todo está bien, en serio! —exclamó preocupado. —P-por favor, no se preocupen...
—Hmmm... —soltó el castaño pensativo. —Se te han caído los platos, te has caído tú, te olvidas de recibir tu propina, cuando vas a botar la basura te quedas observando las nubes... —murmuraba el castaño a su lado.
— ¡Y acabas regresando la basura a la cocina! —exclamó Akiyama. —Entonces te preguntamos qué demonios te sucede, y simplemente sonríes y huyes, mocoso.
—Hehe... —soltó Izuku sonriendo nervioso. —Lo siento, solo he estado algo distraído, es todo. —añadió.
No sabía qué responder, solo agradecía desde lo más profundo de su corazón tener tan buenos compañeros en el trabajo.
De pronto la campana sonó, dando el paso al primer cliente del día.
— ¡Ah, es hora! —exclamó el pecoso corriendo a la entrada, colocándose rápidamente sus patines. — ¡No se preocupen, estoy muy bien, en serio! —añadió sonriéndoles, perdiéndose al instante tras el umbral de la puerta.
El castaño junto al pelirrojo cruzaron miradas.
Entonces lanzaron un suspiro cansado.
—Dios... No hay cómo ayudarle. —murmuró Atsushi preocupado.
—Al menos sabe que cuenta con nosotros. —respondió el pelirrojo con seriedad.
Se levantó levemente y pasó por el lado de Atsushi. — ¡Y TÚ, MÁS VALE Y SUBAS ESOS JODIDOS ÁNIMOS, MALDITO IDIOTA! —exclamó de pronto, provocando que el castaño saltara del susto.
— ¡S-sí! —exclamó al instante.
El pelirrojo sonrió y clavó sus azulinos sobre él con decisión. — ¡YO SÉ MATEMÁTICAS, MÁS VALE Y TE PREPARES PARA MI JODIDO INTENSIVO DEL TERROR, O DE LO CONTRARIO DEFINITIVAMENTE TE PATEARE EL TRASERO DE LA MANERA MÁS DOLOROSA QUE PUEDAS IMAGINAR!
Atsushi tragó saliva y un enorme escalofrío recorrió toda su columna. — ¿Disculpa, como fue que dijiste? —susurró, observando que se encontraba solo en aquellos momentos.
— ¡Sea bienvenida! —exclamó Izuku de manera enérgica, patinando lentamente hacia la entrada.
Aún debía adaptarse a ellos, sería cuidadoso.
Una pequeña anciana entraba con su bastón y con bastante lentitud.
—Buenas tardes, hijo mío. —respondió sonriente. —Quisiera una sopa para calentar este pequeño y viejo cuerpo de anciana. —agregó sonriente. —Y con mucho picante, por favor. —añadió.
Izuku le sonrió. —Tome asiento, por favor. —respondió, mientras la tomaba del brazo y le ayudaba a sentarse. — ¿Quisiera un té?
La anciana le miró con dulzor. —Eso sería muy amable de tu parte.
—En seguida regreso, por favor siéntase cómoda. —respondió sonriéndole dulcemente para entonces, perderse en la cocina.
...
Las horas habían pasado velozmente y el reloj ya marcaba que era las 21:30 de la noche.
Los últimos clientes comían a gusto mientras la luna permanecía de manera hermosa en medio del cielo.
Izuku limpiaba las mesas ya desocupadas alegremente.
Entonces su mente comenzó a divagar una vez más.
¿Katsuki-san tendrá algún problema con Ryuu-sensei?
Pensaba mientras observaba su propio rostro preocupado reflejado en el mesón.
Lanzó un suspiro y alzó su mirada hacia afuera.
Entonces abrió sus jades con sorpresa apenas observó a Uraraka a las afueras del restaurante saludándole con la mano.
El pecoso sonrió al instante, corriendo hacia la puerta.
— ¡Uraraka-san, has llegado muy pronto! —exclamó sorprendido.
La castaña soltó una pequeña risita. —Lo siento, quería ver en donde era que trabajabas, Izuku-kun. —respondió contenta. — ¡Pero no pasa nada, seré paciente y esperaré aquí! Tú sigue tu trabajo con calma. —añadió de manera dulce.
Izuku sonrió ante ello. — ¡No te preocupes! —exclamó alegremente, abriendo la puerta al máximo. —Puedes pasar. —agregó, observando como la castaña le sonreía.
No dudó en dar pequeños pasos. —Lo siento Izuku-kun, no quisiera causar molestias... —respondió, sentándose en una mesa recién limpiada por el pecoso.
—No es molestia, no te preocupes. —continuó. —Espérame aquí. —agregó, perdiéndose.
La castaña observó a todos sus alrededores, notando el agradable olor a picor.
Y el cómo Izuku avanzaba a lo largo y ancho del restaurante con sus relucientes patines rojos.
Ésta sonrió de manera pensativa, mientras cogía una servilleta y la doblaba de manera lenta.
—Sírvete, Uraraka-san.
La castaña alzó su mirada al instante, chocando con aquellas jades amables a su lado.
Izuku apareció con un té verde y un pequeño recipiente con galletas de mantequilla.
—No te traje un plato picante porque pensé que quizá no te gustaría... —respondió el pecoso con su mano tras su nuca.
Uraraka asintió al instante. — ¡No te preocupes, esto está perfecto! —añadió enérgicamente.
El pecoso se acercó y le susurró en su oreja. —En cuanto esos clientes acaben, podré irme.
—No te preocupes, Izuku-kun, tomate tu tiempo. —respondió la castaña. — ¡Y gracias! —exclamó, observando como Izuku se perdía en la cocina.
—De nada.
Uraraka saltó en su asiento, al notar a un castaño mirarle sonriente sentado frente a ella.
— ¡Ah, lo siento, te asusté! —exclamó el castaño con sus ojos miel notablemente preocupados. — ¡No era mi intención!
Uraraka dejó salir un suspiro de alivio. —N-no te preocupes... —susurró con sus manos sobre su pecho.
El castaño lanzó una risa de manera nerviosa. —Lo siento, soy Atsushi. —dijo de manera suave. — ¿Eres compañera de clase de Izuku-kun?
Uraraka sonrió, asintiendo al instante.
— ¡Uaaaah! —exclamó éste emocionado. — ¡Izuku-kun nunca había traído a nadie aquí! —exclamó contento. —Entonces sí que tiene amigos... —añadió contento. —Ahhh, me preocupaba tanto. —agregó con una pequeña lagrimita.
Uraraka le miró con comprensión. — ¿También te preocupa Izuku-kun, Atsushi-kun? —preguntó con sus ojos chocolates decididos.
— ¡Sí, sí! —exclamó éste, observando a Izuku barrer y limpiar con sospecha. —Él ha estado extraño últimamente.
Uraraka asintió al instante, mientras masticaba una galleta.
—Es por eso que estoy aquí, Atsushi-kun. —confesó en un susurro.
Cualquiera que los viera en ese instante tan cerca y hablando tan secretamente, pensarían que estaban intercambiando droga o teniendo un amorío prohibido.
—Me urge hablar con Izuku-kun por lo mismo, en clase ha estado distraído y muy triste, aunque lo intente ocultar. —agregó preocupada, posicionando su mano a un lado de su mejilla para que solo Atsushi pudiese leer sus labios.
Atsushi le miró con comprensión.
—Aquí también ha estado muy distraído y triste. —Le susurró, observando como Izuku hablaba con uno de sus clientes. Entonces observó a Ochako con decisión. —Está bien, diré que se puede ir ahora, entonces tendrán más tiempo para hablar. —susurró.
— ¿¡En serio harías eso, Atsushi-kun!? —exclamó ésta emocionada.
—Sí, sí, déjamelo a mí. —susurró para luego perderse entre los pasillos.
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— ¡Uraraka-san!
Habían pasado unos minutos para cuando Izuku estaba frente a ella totalmente cambiado y listo para irse.
La castaña se levantó al instante. — ¿Ya podemos irnos? —preguntó atenta al pecoso.
— ¡Sí! —respondió sonriente. —Uh, no sé qué ha sucedido pero Hideo-san ha permitido que me fuera antes. —respondió confundido.
— ¡Ah, eso es genial! —exclamó la castaña ya caminando a su lado a través de las calles nocturnas.
—Sí, pero aún así, lamento la hora. —murmuró preocupado, notando que ya pasaban de las diez de la noche.
— ¡No pasa nada! —exclamó la castaña. —Al fin y al cabo a esta hora no tengo nada que hacer, hehe.
Izuku le sonrió dulcemente, avanzando junto a toda la gente que permanecía en la ciudad de manera activa.
El reloj ya marcaba las 10:30 de la noche y ambos chicos se sentaron en unas sillas cómodas a las afueras del local en plena ciudad.
Se podían observar los enormes edificios y los autos pasar de manera constante.
A la mesa llegó una pizza humeante, que desprendía olores realmente exquisitos.
Ambos se saborearon al instante y cuando cruzaron miradas, sonrieron mutuamente.
Y las luces de la ciudad nocturna reflejaban con exactitud la emoción en sus ojos, mientras comían felices.
—Entonces, —susurró Uraraka, limpiando su boca con una servilleta. — ¿de verdad que no has hablado esto con nadie, Izuku-kun?
Las jades le miraron con simpatía, asintiendo al instante mientras masticaba.
Uraraka soltó un suspiro y le miró con preocupación, dejando el trozo de pizza a un lado.
— ¿Sabes que es bueno contar los problemas, no? —inquirió. —A veces sentirnos escuchados y por sobre todo desahogarnos con la persona correcta nos hace muy bien. —agregó con sus cejas preocupadas.
Izuku le miró con ternura. —Lo sé, Uraraka-san. —respondió mientras limpiaba su boca con una servilleta. —Es solo que... —susurró observando hacia un lado con tristeza. —Siento que si digo las cosas que pienso, no me escucharán o cambiarán de tema.
Uraraka alzó sus cejas y le miró con mayor preocupación.
— ¿Por qué dices eso?
Izuku tragó saliva, manteniendo su mirada sobre los autos. —Bueno, hay un tema que me ha entregado desde pequeño mucha ansiedad y preocupación, supongo. —respondió, alzando su mirada. —Y cada vez que quería hablarlo, todos me decían que no debía hacerlo, que era peligroso... —susurró. Entonces observó a Uraraka con su ceño fruncido. — ¡Yo entiendo que lo hacen por mi bien! ¡En serio, lo entiendo! —exclamó con notoria frustración. Y bajó su mirada, quedando de manera constante sobre sus manos que lentamente comenzaban a volverse temblorosas. —Pero aún así...
Uraraka tomó sus manos temblorosas y enfrentó aquellos ojos jades que gritaban ayuda. — ¿Qué sucedió, Izuku-kun?
Izuku soltó un largo suspiro. —Por lo que recuerdo, al parecer perdí memorias debido a un accidente. —susurró, al instante en que presionaba sus propias manos sobre las de Uraraka. —Es lo que escuché un día de mi madre. Un día me levanté a altas horas de la madrugada al baño y entonces la escuché hablando con alguien por teléfono, mientras lloraba. —agregó. —El médico cuando me vió, solo me dijo que había tenido un leve accidente y que no debía preocuparme demasiado, que todo estaba bien. Y mi madre hizo lo mismo.
Uraraka asentía, escuchando a su amigo que por fin estaba abriéndose para contar sus más tristes experiencias.
—Pero yo no les creía. —continuó con sus jades serias. —No podía fingir que todo estaba bien cuando un chico vivía molesto conmigo, me gritaba que le recordara y que incluso me llamaba diferente a lo que era mi nombre. —respondió, con sus jades idas. —Él solía llamarme Deku.
Su mirada lentamente se llenaba de tristeza y culpa.
Tragó saliva, sintiendo como sus ojos se calentaban de manera rápida y su garganta se presionaba. —Entonces fue cuando mi mamá dijo que era mi amigo. —soltó. —Y yo realmente intenté unirme a él y ser amigos, pero...
¡¡ERES UN ESTÚPIDO, NERD!!
¿¡POR QUÉ DEMONIOS NO ME RECUERDAS!?
¡¡DIJIMOS QUE ESTARÍAMOS JUNTOS SIEMPRE, DEKU!!
Lentamente, pequeñas agujas comenzaban a adormecer su propia cabeza.
Oi, Deku, vamos a jugar.
¡Corre Deku, estamos en una carrera muy importante!
¿Sabes qué es lo mejor? Que el estúpido de Deku está aquí conmigo...
Izuku posicionó sus manos sobre su cabellera peliverde con fuerza y cerró sus ojos con dolor, mientras sentía cómo las pequeñas agujas se habían convertido velozmente en agujas afiladas que atravesaban su cráneo de una manera realmente dolorosa.
— ¡A-AHH! —exclamó intentando contenerse, ahora estaba frente a Uraraka.
No podía simplemente gritar y hacerla entrar en pánico.
La castaña rápidamente se levantó de su asiento. — ¿¡Izuku-kun!? —exclamó tomándolo de su rostro con suavidad. — ¿¡Izuku-kun, qué sucede!? —exclamó a su lado.
— ¡N-no es nada, se me pasará, no es n-nada gra—
Una punzada salió desde el interior de su cráneo hacia afuera con brutalidad.
Ese había sido un dolor que jamás había sentido en todas sus crisis que había vivido.
Y sin duda, había sido el peor dolor que había experimentado hasta ahora.
— ¡AHHHH! —exclamó tensándose por completo, retrocediendo con la silla debido a la fuerza que había ejecutado su propio cuerpo debido a la punzada.
— ¿¡Señorita, está todo bien!?
Aquello fue lo que escuchó Izuku de manera lejana, al instante en que su vista se volvió borrosa.
Observó hacia todos lados con confusión.
Los dolores habían desvanecido de manera abrupta.
Se levantó de manera ida, y entonces lentamente comenzó a perder todo equilibrio.
¿Dónde estaba?
Se preguntaba observando hacia todas las direcciones posible, con miedo.
Y cada vez que pisaba, sentía que estaba en una superficie irregular que se movía de un lado a otro, lo que le imposibilitaba estar de pie de la manera correcta.
Su cuerpo se movía de manera constante luchando para encontrar el equilibrio.
¿Qué era este lugar?
Continuó, dando vueltas en círculos de manera desesperada y confundida.
¿¡Y POR QUÉ HABÍAN TANTAS LUCES A SU ALREDEDOR!?
— ¿¡Q-QUÉ ES ESE RUIDO!? —exclamó de pronto, cubriéndose sus oídos con miedo, girando en círculos con desespero. — ¿¡DÓNDE ESTOY, QUÉ HAGO AQUÍ!?
Sus esmeraldas en aquellos instantes solo pedían a gritos ayuda.
E Izuku Midoriya en aquellos momentos parecía haber olvidado por completo quién era, con quién estaba y qué hacía en aquellos instantes...