Road to Home [SasuSaku]

By EAUchiha

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La vida de un jugador de béisbol puede basarse en la alegría que hay desde el momento en que batea un hit des... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9.
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 23 [Final]
Epílogo

Capítulo 22

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By EAUchiha

Hola, mis queridos lectores. He venido con un capítulo nuevo de esta hermosa historia. Espero que puedan ayudarme dándole like a mi página de Facebook EAUchiha-Fanfiction y a mi Facebook personal Anne Kristina Rodríguez (en mi perfil está el enlace directo a ambos perfiles) desde allí estaré pendiente de ustedes y publicaré sobre mis próximas actualizaciones.

Agradecimientos especiales a mi Beta: Hikari Takaishi Y

Espero que la lectura sea de su total agrado.

Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.

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Capítulo 22.

Sasuke llegó a casa después de un largo día, se había ocupado de algunas cosas para tener su agenda completamente libre para el día siguiente, pues será el onceavo cumpleaños de su hija e irán a llevar sus donativos al orfanato, tal como lo vienen realizando cada año.

Luego de la muerte de Sasori, y discutirlo con Sakura por largas horas, ella lo convenció de aceptar su contrato en la MLB. Así mismo consiguió que sus demandas en el contrato fueran aceptadas y tenía su tiempo libre hasta el día después del cumpleaños de Sarada. Pero en ese momento, quizás por destino o absurda casualidad, había tenido un desgarre muscular durante sus entrenamientos y estaba suspendido hasta su recuperación.

Entró a la casa tratando de no hacer ruido, Sakura se había quedado sola con los preparativos y debía estar muy cansada. Se detuvo en seco al verla dormida en la sobre la mesa del comedor.

La observó en silencio un rato, preguntándose cómo es que ella sigue tan fuerte a pesar de los años, cómo es que lo sigue amando a pesar de sus fallas como hombre. A veces cree que ella hubiera merecido algo mejor, que si él no se hubiera cruzado en su camino, ella sería feliz en otra parte, con un hombre que sí cumpliera sus promesas y unos hijos que sí pudiera ver crecer.

Salió de sus oscuras divagaciones cuando ella comenzó a moverse, se estiró un poco y finalmente sus ojos lo encontraron.

—Oh, bienvenido— sonrió con dulzura.

—¿Me estabas esperando?— preguntó.

—Terminé de organizar todo hace poco— respondió —Decidí quedarme aquí hasta que volvieras, pero no me di cuenta cuando me quedé dormida— se levantó y se dirigió a la cocina —Tendrás hambre. Espera, te prepararé algo.

—Sakura— llamó ansioso.

—¿Qué?— volteó a verlo.

—Gracias por todo— soltó sin más.

—¿A qué viene eso ahora?— rió levemente —A veces quisiera golpearte con un bate en la cabeza porque no terminas de entender que te amo incondicionalmente, que sin importar lo que tú creas, eres un maravilloso esposo. ¿Que no has podido cumplir la promesa de recuperar a nuestra hija? Créelo así si quieres, pero yo pienso que cada día que nos levantamos con ganas de luchar por ella, es como mantenemos esa promesa vigente, con la esperanza de que se cumpla cuando menos lo esperemos.

—Me rindo— soltó una carcajada —Nunca voy a poder con tu lógica aplastante, pero igual te agradezco por todo.

—Siempre terminas cediendo a todos mis caprichos, cariño.

—Sí...

Por mucho que su orgullo se vea afectado, él siempre terminará haciendo lo que ella quiera.

—Mejor vamos a comer y a la cama, mañana debemos levantarnos muy temprano— lo tomó de la mano y llevó con ella

...

Despertó mucho antes de la hora, pues cuando les toca viajar al orfanato salen de casa a las cinco y treinta de la madrugada, pero se levantan a las cuatro para terminar con lo que les haga falta.

Al mirar el reloj de su celular, se dio cuenta que apenas eran las tres de la mañana. Se aseguró que el moreno estuviera profundamente dormido y salió con cuidado de su alcoba. Caminó sin prisa hasta la que era la habitación de Sarada. A su marido no le agradaba que fuera a torturarse a sí misma en ese lugar, pero en cada ocasión especial ella iba allí a llorar y lo hacía cuando él dormía o no estaba.

Tomó la fotografía de su bebé que estaba sobre la cómoda y la abrazó a su pecho. Ese dolor asfixiante que ha tenido desde que su bebé desapareció, no ha disminuido ni un poco durante esos largos y agonizantes once años. Solo que se ha obligado a permanecer fuerte porque entiende que llorando no va a recuperarla.

Sus lamentos eran ahogados por esas cuatro paredes, siempre preguntándose qué hizo mal en su vida para merecer ese dolor. Su niña ya iba a entrar a la adolescencia y no estaba junto a ella para poder guiarla, enseñarle que nunca debe darle el poder a los demás de hacerla sentir inferior o esas personas lograrán lo que buscaban con sus hirientes palabras. Esperaba que Sarada fuera fuerte y que poco le importen esas cosas, como su padre.

Se sobresaltó al sentir unos brazos rodearla desde atrás y rápidamente trató de secarse las lágrimas.

—Esta vez no voy a detenerte. Llora, llora todo lo que quieras. Te prometo que estaré aquí hasta que te canses de hacerlo.

Devolvió la foto a su lugar y se giró para encararlo.

—Sé que tú también necesitas hacerlo, así que no te contengas— colocó una mano en su mejilla.

Sasuke la abrazó con fuerza y escondió su rostro en el cuello de ella. Sakura lloró con más intensidad, él trató de contenerse, pero finalmente sucumbió ante la enorme pena que hay en su alma.

...

Me levanté temprano como siempre para ayudar a limpiar las hojas que caen en el jardín o irme a la biblioteca a ordenar los libros y estudiar un poco.

Todo lo que leo, lo puedo recitar como está escrito en los libros. Algunas veces me quedo hasta altas horas de la noche leyendo las historias de misterio que tanto me fascinan. Chiyo dice que mi buena memoria retentiva pude haberla heredado de mis padres, aunque detesta que "pierda mi tiempo" en ese tipo de historias. No me molestaría que así fuera, espero algún día poder reunirme con ellos. Anhelo que ellos no se hayan olvidado de mí...

—Sarada-chan, feliz cumpleaños— dijo Chiyo, entrando a mi habitación con un pequeño pastel en sus manos.

Terminé de tender mi cama, me acerqué a ella y soplé las once velas.

—Gracias, Chiyo-sama— agradecí con una enorme sonrisa.

Puso el pastel en mi escritorio y sacó de entre sus vestimentas un estuche de anteojos adornado con un listón rojo, mi color favorito.

—Esas gafas que llevas están muy viejas y te están apretando un poco— comentó sin dejar de sonreír.

Tomé su obsequio y lo abrí, saqué unas gafas de montura roja. Guardé las viejas y me probé las nuevas. Al mirarme al espejo, me agradó como enmarcaban mis grandes ojos negros

—Te sientan bien, Sarada-chan.

—Le agradezco por todo lo que hace por mí, Chiyo-sama— hice una reverencia de agradecimiento.

—No me agradezcas nada, querida. Aún no hecho algo bueno por ti.

Sé a lo que se refiera. Ella se siente culpable de que yo no creciera en mi seno familiar, pero también me sigue intrigando la razón por la cual nunca ha querido llevarme a encontrar a mis padres. Todo es contradictorio, la señora Chiyo es una persona que nunca voy a terminar de entender.

—Vístete, linda. Iremos al orfanato de la ciudad y prestaremos ayuda a las monjas, hoy estarán aceptando donaciones para los niños de allí.

—Estaré lista muy pronto— afirmé mirándola a través del espejo.

Todavía sigo sin entender por qué quiso salir hoy, por qué de pronto le nació regresar al orfanato y dejar que otras personas, además del doctor, tengan contacto conmigo.

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Chiyo condujo hasta la ciudad que está a hora y media de camino, o eso me dijo cuando le pregunté la distancia que hay entre la casa y el orfanato.

Durante el camino no dejaba de preguntarme qué era esa sensación tan inquietante que he tenido desde que desperté, como si hoy fuera el día en que mi vida daría un giro inesperado.

—Iré a averiguar qué debemos hacer, espérame aquí.

Decidí caminar sin alejarme mucho del punto de encuentro, un aula en particular llamó mi atención. Dentro había alrededor de ocho niños sentados en el piso formando un círculo, de edades entre cinco y seis años aproximadamente. En el centro, leyendo un cuento para ellos, hay una mujer de cabello rosa hasta los hombros y ojos jades. Una mujer muy hermosa.

Me quedé mirándola fijamente desde el umbral de la puerta, su sonrisa y su fina voz al leer. Sentí como si hilos invisibles me atarán a esa mujer, como si entre nosotras existiera un vínculo que va más allá que cualquier comprensión lógica.

Sintió mi insistente mirada sobre ella, ya que desvió sus orbes jades hacia mí. Me dedicó una sonrisa maternal. Aquella sonrisa me hizo sentir una calidez en el pecho que no había sentido nunca, por alguna razón que desconozco, siento como si mi madre se pareciera a ella. O tal vez solo deseo que así sea.

Me di la vuelta dispuesta a irme, pero me choqué con algo, o más bien, contra alguien. Caí sentada en el suelo y mis gafas nuevas cayeron en algún lado que no vi. La persona con la que tropecé se agachó, quedando a mi altura. Tomó mis gafas y las puso en su lugar nuevamente. Unos ojos tan negros como los míos me devolvían la mirada. Un hombre con una expresión serena y una calidez oculta en su mirada, está agachado frente a mí.

—Lamento haber tropezado con usted, señor— dije en tono de disculpa.

Él solo me tendió su mano y me ayudó a levantarme.

—Solo ten más cuidado— contestó con una pequeña sonrisa.

Recogió una caja que dejó en el suelo cuando me ayudó a levantar.

—¿Qué hay en la caja?— pregunté curiosa.

El hombre meditó mi pregunta y luego dijo.

—Unos donativos que mi esposa y yo traemos al este orfanato cada año este día— sentí tristeza detrás de esa oración.

—¿Por qué este día precisamente?— me atreví a preguntar.

—Porque es el día en el cual nació mi hija— respondió con nostalgia en su voz.

—¿Qué pasó con su hija?

Apenas terminé la oración, me pareció imprudente preguntar eso. Quise disculparme, pero él me respondió de todas formas.

—Nos la arrebataron el día que nació— se inclinó para quedar a mi altura —Ella me recuerda un poco a ti, ¿Qué edad tienes?.

—Hoy cumplo once años, señor— contesté.

Se enderezó y se quedó estático allí, sin mirar a ningún lugar en específico. Me sentí ansiosa, es demasiada casualidad que a esas personas le quitaran a su hija el día de su nacimiento y que a mí me dejaran con Chiyo, también el mismo día en que nací.

—¿Cómo te llamas, pequeña?— interrogó con cierta exaltación.

Yo también tenía ganas de responder a su pregunta, pero el llamado de Chiyo le dio la respuesta que él esperaba.

¡Sarada-chan!— la voz de ella resonó desde el otro lado del pasillo.

Él abrió los ojos en señal de sorpresa al escuchar mi nombre, la caja que tenía entre sus manos impactó contra el suelo.

—Lamento no poder seguir hablando con usted, señor...— hablé extrañada.

Quise saber su nombre, era una necesidad creciente en mi interior.

—Uchiha— respondió recuperando la compostura —Uchiha Sasuke.

—Fue un placer, Uchiha Sasuke— me despedí para acudir al llamado de Chiyo.

Ella me tomó de la mano, apresurando nuestro andar. Miré atrás por última vez, él seguía parado allí, mirándome. Pero ahora la mujer pelirrosa estaba junto a él, entonces supe que ella era su esposa. Por un instante los imaginé a ellos como mis padres, mi corazón se sintió a gusto con esa visión.

Uchiha Sarada— pensé, agregando ese apellido a mi nombre y no suena mal, de hecho pareciera que ese apellido siempre ha sido el mío.

...

—Es ella, cariño— afirmó ella, llevando una mano a su pecho.

Su instinto de madre no podía estar equivocado. Desde que la pilló mirándola desde la puerta, sintió una conexión especial con esa niña. Había visto a su esposo hablando con la niña, jamás lo había visto tan hablador, al menos no con alguien que no sea ella. Él parecía estar cómodo con la presencia de esa niña y sus preguntas. Cuando escuchó el nombre de ella, su corazón se detuvo, pero la caja que su marido dejó caer, la trajo de regreso a la realidad. Se disculpó con los niños y salió a su encuentro. Él miraba fijamente por donde la niña se había marchado en compañía de una anciana.

—Después de todo este tiempo...— su voz se quebró, todo su mundo se quedó en blanco. Lágrimas de felicidad y angustia corrieron por su rostro —Nuestra niña...

—Sí, nuestra niña...— musitó él, para luego pegarla a su pecho y que ella pudiera llorar con tranquilidad.

—Necesito saber más— levantó la mirada hacia su esposo —No puedo seguir llorando por eso.

Sasuke sonrió sin proponérselo, allí estaba de nuevo la mujer fuerte y valiente de la que él se había enamorado como un imbécil hace años.

—Vayamos entonces— la retó —Recuperemos a nuestra hija, demostrémosle a esa persona que nuestra búsqueda nunca fue inútil.

—¡Sí!— tomó la mano de su marido con decisión y lo llevó hacia donde la niña había sido llevada por la anciana —¡Oigan!— llamó.

La anciana y la niña se detuvieron, ambas se miraron extrañadas al ver como el matrimonio prácticamente corría hacia ellas.

—¿Se le ofrece algo?— preguntó amablemente la anciana.

—Quisiéramos preguntarle algo.

La fiereza y la desesperación en los ojos de la pelirrosa, llamaron la atención de la anciana.

—Usted diga— indicó amablemente.

—¿Cómo llegó a usted esta pequeña?— miró con ternura a la pelinegra.

—Un hombre la dejó en mi puerta hace exactamente once años— relató —Dijo que sus padres no la amaban, pero eso me engañó solo por unos días.

—Entonces... ¿Por qué nunca buscó la manera de devolverla con sus parientes?— cuestionó con enojo.

Su esposo apretó levemente su mano, pidiéndole en silencio que no perdiera la calma. Ella lo observó unos instantes, él también sentía lo mismo, también quería abordarla con preguntas. Pero sabía que esa señora podría no querer seguir hablando con ellos y entonces lo perderían todo de nuevo...

—Porque...— suspiró antes de continuar —Temí que yo hubiera juzgado mal a ese hombre y entonces de verdad ella iba a sufrir, pero también me daba miedo que él quisiera hacerle algo peor solo para dañar a sus padres, porque sé que esa fue su intención desde el principio.

En su corazón, Chiyo sabía que eran mentiras. Ella no quiso entregar a la niña simplemente porque no deseaba quedarse sola nuevamente, pero esas personas no tenían por qué saberlo, Sarada tampoco.

Sarada observaba en silencio, esas personas habían sentido lo mismo que ella y por eso las habían perseguido para hacerle preguntas.

—Déjeme hacerle una pregunta más antes de revelarle mis verdaderas intenciones— decretó con firmeza.

—Adelante.

La verdad es que ella ya lo sospechaba, jamás había visto esa perspicacia y esa fiereza en la mirada en otra persona, además de Sarada.

—¿Cómo supo su nombre?— cuestionó cruzándose de brazos.

—Pues...— la mujer quedó abrumada y deseaba sonreír.

Definitivamente ellos eran quienes ella pensaba. Cada vez más se sorprendía del parecido entre la pelirrosa y la niña. Incluso sus facciones eran iguales, sin mencionar que todo lo demás, provenía del hombre que se mantiene en silencio, observando a la niña. No había duda que esas eran las personas de las que le habló Nonou el día anterior.

—Por esto— Sarada se sacó el collar con su nombre que siempre ha estado con ella, el cual oculta debajo de sus ropas por seguridad —Mi más grande tesoro.

—Igual que el nuestro— los esposos sacaron de debajo de sus prendas de vestir, un collar idéntico al de la niña, con su nombre en él —Lo mandamos a hacer antes de que nuestra bebé naciera y se lo colocamos cuando nació.

Las lágrimas corrieron por las mejillas de la pelirrosa de nuevo, acarició con miedo la mejilla de la pequeña. Temiendo que esta se desvanezca entre sus dedos, su esposo hizo lo mismo en la mejilla libre de la pelinegra.

—Nuestra Sarada— pronunciaron al unísono, en un leve susurro que hizo estremecer el corazón de la niña.

Finalmente su mayor deseo estaba frente a ella, todo parecía producto de un maravilloso sueño del que no quería despertar jamás.

—¿Mamá?— la pelirrosa asintió sin perder su sonrisa —¿Papá?— él acarició su mejilla con el pulgar.

—Aquí estamos, bebé— dijo Sakura —Somos mamá y papá.

—¡Shannaro!— exclamó conmovida y los abrazó a ambos.

Sakura miró a su esposo con reproche cuando este soltó una carcajada a causa de la palabra que usó la niña, pero las lágrimas de su unigénita la hicieron volver su atención a ella. Sasuke levantó a la niña para que ambos pudieran abrazarla mejor, tal vez también se deba a que no quería que una completa extraña lo viera llorar por haber recuperado a su niñita.

Después de once largos años de sufrimiento y búsqueda incansable, por fin su bebé estaba con ellos. Ninguno de los dos podía detener sus lágrimas. Esa opresión que siempre han tenido en sus pechos, finalmente se liberó. Ese miedo de encontrarla muerta o llena de odio, desapareció.

Él dejó un besó en la frente de ambas, las amaba tanto que creía que su corazón iba a explotar al tener a sus dos razones para vivir en sus brazos de nuevo. Agradecía el hecho de estar suspendido de los juegos en esos momentos, nada iba a poder distraerlo de disfrutar a su hija apropiadamente.

—Oh, nena, te amamos tanto— sollozó Sakura, besando a su hija en la mejilla —Papá no puede hablar de la emoción— se burló.

—Hmp, molestia— pronunció entre dientes.

—Tengo tantas preguntas que hacerles— volvió a abrazarlos por el cuello.

—Tenemos tiempo, hija— él acarició su cabello con ternura.

Como pudo, Sakura sacó su celular de su bolsillo y con la mirada le pidió a la anciana que les tomara una fotografía. En todo momento Chiyo se mantuvo al margen, sintiendo el dolor de esos pobres padres como si fuera suyo, cediendo ante el hecho de que ella es la única culpable del calvario que ha vivido esa familia por once años, no solamente los padres, sino esa niña que no dejaba de llorar en los brazos de sus progenitores. Pero por fin hizo lo correcto y ahora su corazón se sentía en paz.

—Miren acá— pidió.

Sarada se acomodó mejor para poder mirar a la cámara sin dejar de abrazar a su mamá porque su papá aún la tiene en sus brazos, y esbozó la mejor sonrisa que pudo salirle.

...

Estoy muy feliz, mi pecho no puede contener la alegría que tengo de estar con mis padres de nuevo. Por más que lo intento, no puedo dejar de llorar, aunque ellos tampoco han dejado de hacerlo. Me siento tan segura en los brazos de mi papá, tan amada con los besos de mi mamá.

Ella es tan hermosa, amo como esos bonitos ojos verdes me miran con tanta ternura y amor. Su color de cabello es tan único y hermoso, se parece a los pétalos de la flor de cerezo. Él es tan alto, tan guapo. Parece un hombre con tanto amor para dar, pero solo a las personas que él considere apropiadas, así como mi mamá, como yo...

—Necesitamos hacerle varias preguntas— mi papá se puso repentinamente serio, mirando fijamente a Chiyo.

—Sé lo que tienen que hablar conmigo, Sasuke-san— sonrió.

—¿Cómo sabe mi nombre?— cuestionó molesto —¿Acaso usted sabía de quién era la niña que le entregó Kaoru hace once años?

—Entiendo que esté enojado por lo que Kaoru hizo en sus vidas, pero yo nunca supe que se trataba de él— contestó —Yo traje a Sarada-chan hoy porque ayer me reencontré con Nonou-chan, ella me puso al tanto de las acciones de Kaoru y me dijo que ustedes estarían aquí hoy. Entonces decidí hacer lo correcto y entregar a Sarada-chan a su verdadera familia, aunque me tomó muchos años decidirme a hacerlo. Era más una noción egoísta que el miedo que me causaba ese hombre, Sarada-chan siempre quiso volver a casa, pero yo nunca quise dejarla ir...

—¿Por qué?— pregunté.

—Por una noción egoísta principalmente— me sonrió con tristeza —Sí es cierto que él se me apareció un par de veces para amenazarme, pero dejó de hacerlo cuando tú tenías seis años y murió cuando tenías ocho, aunque eso llegué a saberlo ayer. El punto es que no solo fue el miedo de que te hicieran daño lo que me hizo querer mantenerte conmigo, el miedo de quedarme sola de nuevo también tuvo mucho que ver. Y lo lamento mucho, pequeña. Cuando te decía que algún día ibas a entenderlo, era solo una mentira para callar tus interminables preguntas, siempre supe que tú serías capaz de entender que solo quería mantenerte a mi lado por egoísmo.

—Aunque nos duela no haber tenido a nuestra hija con nosotros por tantos años, agradecemos que haya cuidado de ella— habló mi mamá —Hemos visto muchas cosas terribles en nuestra búsqueda, hemos sido testigos de lo que puede hacer el mundo cruel con un niño desamparado y usted, a pesar de su egoísmo, la protegió, la cuidó apropiadamente.

—Pero nunca fue feliz— una lágrima corrió por su arrugada mejilla —Cuando comenzó a tener conciencia de las cosas, lo único que me pedía a diario era que la regresara con ustedes y yo no tuve la decencia de concederle eso, Sakura-san.

—¿Ese es tu nombre, mamá?— la observé curiosa.

—Así es, preciosa— contestó.

—Es bonito y adecuado para alguien tan bonita como tú— dije.

—Nada es más bonito que tú, mi cielo— besó mi mejilla otra vez.

—Si ya terminaron con lo que hacían, me gustaría que fuéramos a mi casa a hablar mejor sobre el asunto— comentó Chiyo.

—Todavía nos falta terminar de entregar algunas cosas de las que trajimos, después de eso nos iremos— intervino mi papá.

—¿Y luego van a llevarme a casa?— pregunté esperanzada

—Por supuesto que sí— respondieron al unísono y luego besaron mis mejillas.

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La verdad es que no quería bajarme de los brazos de mi papá, pero teníamos algunas cosas que terminar antes de ir a la casa donde viví con la señora Chiyo y luego irme a mi casa con mi papá y mi mamá, como lo he anhelado desde que tengo uso de razón.

En el trayecto a la casa de Chiyo, mi papá conducía siguiendo de cerca el auto de ella. Entonces yo aproveché el momento para hacerle preguntas.

—¿A qué se dedican?— comencé.

—Pues yo soy médico en traumatología y papá es beisbolista profesional en Estados Unidos— contestó.

—Entonces tienen una casa bonita y son personas adineradas como las que he leído en algunas historias— dije pensativa.

—Pues sí, vivimos cómodamente. Pero no con lujos exagerados, ni tampoco derrochamos el dinero, siempre hemos tenido otras prioridades.

—¿Cómo cuáles?— mi corazón latió ansioso.

—Encontrarte— sentenció papá —Darte todo lo que no pudimos darte en once años.

—¿Y qué es eso que no pudieron darme?— comencé a jugar con mis dedos con nerviosismo.

—Amor— decretó mamá con una sonrisa.

—¿Qué edad tienen?— aclaré la garganta para deshacer el nudo que se formó en ella.

—Yo tengo treinta y cuatro, papá tiene treinta y tres— respondió ella.

—Eres un año mayor— musité.

Papá se rió entre dientes.

—No te rías— ella lo golpeó en el brazo con suavidad —Solo soy cuatro meses mayor que papá. Yo cumplo años el veintiocho de marzo y papá el veintitrés de julio.

—Feliz cumpleaños— le di un beso en la mejilla.

—Feliz cumpleaños a ti, Sarada— me gustó mucho la forma en la que papá pronunció mi nombre.

—¡Es cierto, con tanta emoción había olvidado desearte feliz cumpleaños!— exclamó alarmada —¡Feliz cumpleaños a ti!— cantaron los dos, mientras mi mamá aplaudía.

Me sentí tan feliz, no pude evitar ponerme a llorar de nuevo. Ambos me miraron conmovidos.

—¿Qué quieres de regalo?— cuestionó emocionada —Podemos hacer una fiesta grande, con globos, pastel y todo lo que quieras comer. Invitaremos a todos nuestros parientes para que te conozcan, llamaré a Mikoto-san ahora mismo para que...

—Mamá— la interrumpí —Mi deseo de cumpleaños ya se cumplió hoy, no necesito nada más.

—Mi bebé preciosa— acarició mi mejilla con lágrimas en los ojos —Mamá y papá solamente quieren que vivas todas las experiencias que la vida te ha negado.

—¿Ya le diste la noticia a todos?— preguntó él.

—No, estoy embelesada con el rostro de mi bebé— respondió con una leve sonrisa —Pero creo que es momento de que ellos también la vean, todos han sufrido tanto como nosotros.

—¿Qué tan grande es nuestra familia?, ¿Tengo hermanos?— quise saber.

—En mi familia solo éramos mi papá y yo, mi mamá murió cuando yo tenía dos por una enfermedad— relató —Sasuke-kun tiene a sus padres y un hermano mayor, el cual ya tiene su propia familia también. Con respecto a si tienes hermanos...— su mirada se llenó de tristeza —Tú eres nuestra única hija, tu padre y yo decidimos no tener más hijos porque eso nos distraería de nuestro objetivo de encontrarte, pero aun así...— su voz se quebró.

Papá quitó la mano que tenía sobre la palanca, tomó la de ella y comenzó a acariciarla con el pulgar. Eso me dio a entender que, además de mí, también perdieron otro hijo y me hace llegar a cuestionarme el por qué la vida se ha ensañado con ellos. Son buenas personas, se aman tanto, puedo verlo en cada roce, cada vez que sus miradas se cruzan, sobre todo en ese amor que me han profesado desde que me encontraron y como han sacrificado sus vidas por tratar de recuperarme.

—Si no quieres hablar de eso, está bien— no deseaba causarle malestar.

—La primera vez que perdí un bebé, tú tenías cuatro años. Aquella vez no había esperanzas de que naciera, de hecho que el embarazo avanzara era peligroso para mí— explicó —La segunda vez tenías siete, era un niño al que llamé Satsuki, me dolió mucho no haberlo podido traer al mundo adecuadamente.

—Lo lamento mucho— expresé con tristeza.

—No tienes que disculparte por nada— acarició mi cabeza —Todo lo que ha pasado nos ha llevado a tenerte con nosotros de nuevo.

Sonreí de nuevo, ella hizo que ese estúpido sentimiento de culpa se desvaneciera en un instante.

—Sarada— volví mis ojos a ella de nuevo —Sonríe a la cámara.

—Se siente extraño todo esto— admití.

—¿Por qué?— me miró confundida sin dejar de enfocarme con su teléfono.

—Porque nunca me han tomado una fotografía.

—Al menos no que tú recuerdes— dijo ella —El día que naciste te sacamos muchas.

—¿La idea es únicamente sonreír y mirar fijamente a la cámara?— interrogué.

—En esencia, eso es lo que se espera— respondió —Pero en frente de una cámara tú puedes hacer lo que sea y ella solo captura ese momento. Por ejemplo, del día de nuestra boda hay una foto que adoro. Somos nosotros bailando y el fotógrafo captó un momento exacto donde ambos nos sonreímos mutuamente, es una foto muy hermosa. No fue planeada, ni siquiera sabíamos que nos fotografiaban, solo estábamos mirándonos el uno al otro.

—¿Podré ver todas esas fotografías?

—Por supuesto que sí— aceptó.

Dibujé mi mejor sonrisa y esperé a que ella sacara todas las fotos que quisiera.

...

Mikoto servía el té en silencio mientras su esposo leía un contrato para que Sasuke sea la imagen de una marca de vehículos japoneses. Él como su agente tenía que ocuparse de esas cosas.

—Aquí tienes— su esposa le colocó la taza en la mesa de centro.

—Gracias— tomó la taza y le dio un sorbo.

—Estás muy concentrado en eso, ¿Es algo bueno?— cuestionó intrigada.

—La marca le está ofreciendo una buena paga a Sasuke por ser su imagen en su nuevo modelo de vehículo— respondió.

—Aunque la oferta sea buena, no creo que lo acepte, estas fechas no son nada buenas para él...

Fugaku bajó los documentos y observó fijamente a su mujer. Había pasado todo el rato tratando de despejar su mente de ese terrible asunto que los entristece cada miserable día.

—Once años...— pronunció en un susurro.

—Como ha pasado el tiempo, ¿no te parece?— expresó con tristeza.

Mikoto buscó refugiarse en el pecho del pelinegro y él la rodeó con sus brazos mientras la escuchaba llorar en silencio. Fugaku alcanzó su celular cuando este sonó porque le había entrado un correo, el de ella también sonó, pero estaba muy cómoda como para ir a buscarlo en la cocina.

Él se sobresaltó al ver las dos fotografías que le había enviado su nuera, sus ojos no podían creerse lo que veían.

—¿Qué pasa?— preguntó preocupada al ver el asombro plasmado en su rostro.

Pero él no hablaba, solamente alternaba su mirada entre ella y la pantalla de su celular.

—¡Fugaku, ya dime algo!— demandó enojada y le arrebató el aparato —¿Esto es cierto?— interrogó con voz quebradiza —¿Realmente está pasando?

En la primera fotografía estaba su hijo menor cargando a una niña de cabello negro y grandes ojos del mismo color cubiertos por unas gafas rojas. Ella sonreía abrazando a su hijo y a la pelirrosa por el cuello, mientras lágrimas corrían por las mejillas de los tres. Claramente se podía distinguir el collar con el nombre de la niña en el cuello de la pequeña familia reunida. En la segunda fotografía solamente se veía la cara sonriente de Sarada, se veía que ella ya estaba con ellos en el automóvil.

—¡No puede ser!— gritó eufórica —¡Por fin Sarada volverá a casa! ¡Por fin!— abrazó a su marido sin poder contenerse.

...

Kizashi corría por los pasillos de su clínica, mostrándole a todo el mundo la preciosa carita de nieta, estaba tan feliz que no podía contenerse. Finalmente ella estaba donde debía estar, finalmente su hija volverá a ser una mujer plenamente feliz.

...

El matrimonio intercambió miradas cuando se estacionaron frente a la vieja casa de campo donde su hija se vio obligada a crecer. Si es cierto que el jardín estaba limpio y arreglado, pero la fachada de la casa está demasiado deteriorada, sin mencionar que parece ser muchas cosas, pero segura no es una de ellas. Por suerte Sarada no va a volver a ese lugar nunca más.

—¿Fuiste feliz aquí, cariño?— Sakura se dirigió a ella con tristeza en sus ojos.

Sarada se encogió de hombros, dándoles a entender que tuvo con conformarse con una vida allí.

—Vamos, la señora nos está esperando— ordenó él.

Los tres abandonaron el vehículo y caminaron hasta la entrada. Chiyo les concedió el acceso a su casa, Sasuke y Sakura no podían dejar de mirar los alrededores. Al menos por dentro no se veía tan mal como por fuera. Sarada se mantenía sujeta a la mano de su padre.

—Papá, ven conmigo, quiero mostrarte mis libros favoritos— tiró de su mano.

Sasuke miró a su esposa con duda, no estaba seguro de irse y dejarle todo a ella.

—Ve con ella, yo me encargo— afirmó.

—Está bien— se dejó llevar por el entusiasmo de su niña.

—No parecía muy seguro de irse— comentó la anciana.

—Él tiene muchas preguntas sobre Sarada, pero también quiere hacer todo lo que ella le pida— explicó —Cuando Sarada nació, pude ver en su mirada como ella se volvió el centro de su universo y que haría lo que fuera por verla feliz.

—Aunque por fuera aparenta ser un hombre insensible e implacable— divagó Chiyo.

—Sasuke-kun solo muestra la grandeza de su amor con las personas apropiadas— sonrió levemente —Ahora, es necesario hablar de algunas cosas.

—Supongo que no se trata de Kaoru.

—Supone bien— sentenció —Hablemos de mi bebé. Necesito que me diga cómo ha sido su salud, si tiene todas sus vacunas, la razón de sus gafas de aumento. ¿Cómo fue su primera noche aquí?, ¿Llegó herida?, ¿Lloraba mucho?, ¿Comía bien?, ¿Es alérgica a algo?, ¿Cómo le fue cuando le salieron los dientes?, ¿A qué edad dijo su primera palabra?, ¿A qué edad caminó?, ¿Se ha caído mucho?, ¿Quién la enseñó a leer y escribir?, ¿Alguna vez trató de salirse para irse de aquí?...

—Tranquila, mamá— interrumpió Chiyo riendo.

—Lo siento— dijo apenada.

—Es normal que quieras saberlo todo, eres su madre y estás preocupada por ella— sacudió la mano restándole importancia —Antes que nada debo decirle que ahora entiendo porque Sarada-chan es tan linda, es usted una mujer muy hermosa y su esposo también es muy bien parecido.

—Cuando lo conocí me sentí abrumada por su belleza— expresó con las mejillas ruborizadas —No creía que una chica que se sentía más cómoda vistiendo como chico fuera digna para alguien como él, pero Sasuke-kun, a su manera, me hizo entender que era hermosa. Aún después de tantos años juntos, lo hace.

—Sígame— indicó y comenzó a caminar hasta su habitación —Sarada-chan estaba en perfecto estado cuando llegó aquí, Kaoru me la entregó en una caja y me convenció de quedarme con ella. No fue fácil, ella lloraba mucho y no comía nada, era desesperante no poder calmarla, tuve la sensación de que ella esperaba una voz que la hiciera feliz. Incluso tuve que hacerla pasar hambre para que aceptara el biberón— relató —La verdad es que era muy propensa a enfermarse, cualquier cambio brusco de clima ya anunciaba un resfriado para ella. A los cuatro años tuvo una fiebre muy alta y después de allí comenzó a ver borroso. El malestar de sus dientes fue terrible, siempre llorando y con fiebre —hablada sin dejar de rebuscar entre sus cosas —Su cartón de vacunas no está tan completo como debería— se lo entregó a la pelirrosa y esta comenzó a revisarlo —Tuvo varicela a los siete años, por cierto. No es alérgica a nada, pero odia los tomates...

Sakura soltó una carcajada, como quisiera ver la cara de su esposo si escuchara que su adorable hija odia su comida favorita.

—Lamento reírme de pronto, pero la comida favorita de mi esposo son los tomates y Sarada los odia. Voy a disfrutar esto.

—Aprendió a leer a los cuatro y de allí despertó un vicio insano con las novelas de misterio— continuó —Siempre me pedía que la llevara a su casa, pero siempre me las arreglaba para convencerla de que aquí estaba más segura. Sin embargo, trató de huir de mí a los cinco años... ¡Ah, casi lo olvido!— abrió una gaveta y comenzó a buscar con urgencia —Tal vez esto se le haga familiar...

Le tendió un pedazo de tela pequeño y rosa, perfectamente doblado. Sus ojos se llenaron de lágrimas en cuanto detalló que la prenda era el pijama que le pusieron a Sarada la noche que la secuestraron. Recordó lo feliz que fue cuando vio a Sasuke con eso en las manos y lo preciosa que ella se veía cuando se la puso.

—Gracias— pronunció débilmente mientras abrazaba el pijama a su pecho.

...

Sasuke escuchaba atentamente como Sarada le hablaba de la trama de sus libros favoritos, de misterio en su mayoría. La verdad es que ella no le daba tregua para hablar, igual de molesta que su madre.

—... la verdad que es una historia muy interesante, pero creo que el final está inconcluso— hizo un mohín.

—Quizás tenga una secuela o es una saga completa— divagó él.

—¡Cierto!— exclamó emocionada —¿Puedo tener estos libros en casa? A la señora Chiyo le molestaban porque los veía como una pérdida de tiempo, por eso pregunto...

—Tendrás los libros que quieras, siempre y cuando sean apropiados para ti— decretó —¿Qué más haces aquí además de leer?

—Estudiar, hacer los quehaceres como limpiar el jardín, lavar los platos y ordeñar la vaca. A veces ella quiere hacerme cazar ratas, pero les tengo terror, incluso una vez casi me muerde una mientras hacíamos limpieza de todo— relató con una mueca de desagrado.

—¿Dónde hay vacas aquí?— preguntó con molestia.

—Solo hay una en el granero de atrás— contestó —A veces quería tomar de esa leche, pero Chiyo-sama decía que primero había que hervirla porque tiene muchos gérmenes y esas cosas...

—¿Echarás de menos todo esto?

Desvió la mirada, temiendo que la honestidad de ella sea demasiada para su corazón

—Creo que sí porque es el ambiente donde crecí y porque a pesar de todo, Chiyo no fue mala conmigo— confesó —Pero siempre quise saber lo que era tener una mamá y un papá, y ahora que están aquí... no lo sé, es mucho mejor de lo que creí... a veces llegué a creer que ustedes me rechazarían porque solo les he causado molestias desde que nací. Yo...

El abrazo del moreno silenció su monólogo, sus lágrimas aparecieron de nuevo.

—No quiero volver a escuchar eso de nuevo— reprendió con suavidad —Eres lo mejor que nos ha pasado en la vida, jamás te rechazaríamos. Nosotros tememos que tú nos odies por no encontrarte antes y desees quedarte aquí— la apretó más fuerte.

—¿Puedo contarte un secreto?— se apartó de él para mirarlo a los ojos, él asintió —Te amo mucho, papá— le di un beso en la mejilla.

—Yo también, hija— me dio un pequeño golpe en la frente.

—También amen a mamá— se quejó la pelirrosa con un puchero marcado.

Sarada soltó a su padre y fue a abrazar a su mamá.

—Te amo, mamá— declaró en un susurro —Y mucho.

—Yo también te amo mucho, mi nena hermosa— dejó un beso en la coronilla y la apretó más fuerte.

—¿Podemos irnos a casa?— preguntó con anhelo.

—Ve a guardar lo que quieras llevarte, es hora que vayas a tu hogar, Sarada-chan— intervino Chiyo.

La pelinegra soltó a su madre y abrazó a la anciana, demostrándole lo mucho que agradecía por su cuidado y despidiéndose de ella por siempre...

.

.

.

El viaje de regreso fue muy callado, Sarada dormitaba en el asiento trasero y Sakura revisaba la caja que ella había traído de la casa, además de coordinar la fiesta de cumpleaños de Sarada por mensajes de texto. Un papel arrugado y doblado por la mitad, atrajo por completo su atención.

—Cariño, mira.

Sasuke despegó la mirada del camino para mirar el dibujo de Sarada que su esposa le estaba mostrando. En el dibujo ambos sostenían las manos de ella, no se podían explicar por qué sabía cómo era el color de sus cabellos y por qué ella era la única que tenía rostro en el dibujo.

—No recuerdo bien porque hice ese dibujo, pero mirarlo me traía paz...— habló de repente —Creo que una vez soñé con ustedes, podía ver todo en ustedes con claridad, escuchar sus voces también, pero sus rostros estaban en blanco. Con ese dibujo entendía que alguien verdaderamente me amaba...

.

.

.

Hasta aquí el capítulo de hoy.

Honestamente, estoy muy feliz con el resultado del capítulo. La verdad es que tengo muchas cosas en la vida real que me impiden seguir con esto, pero trataré de hacerlo por ustedes, solo les pido que me tengan paciencia porque también voy a tardar en traer la siguiente actualización, pero eso no quiere decir que voy a dejar de hacerlo. Aunque me guste mucho esto, la universidad tiene que ser una prioridad para mi y por los momentos no me ha dado tiempo de continuar con las actualizaciones. Solo les pido que me tengan paciencia, mucha paciencia.

Espero que se tomen la molestia de dejarme su opinión por medio de un review.

Nos leemos en el próximo capítulo, hasta la próxima.

EAUchiha.

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