21 preguntas para enamorarse

By CherryLeeUp

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Isabella Durán es una estudiante de psicología que tiene por tarea crear un cuestionario creativo de 21 pregu... More

¿Prólogo del desastre?
Las reglas
Sesión número 1
Sesión número 2
Sesión número 4
Sesión número 5
Sesión número 6
Sesión número 7
Sesión número 8
Sesión número 9
Sesión número 10
Sesión número 11
Sesión numero 12
Sesión número 13
Sesión número 14
Sesión número 15
Sesión número 16
Sesión número 17
Sesión número 18
Sesión número 19
Sesión número 20
Sesión número 21
Un informe desde mi corazón
Epílogo

Sesión número 3

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By CherryLeeUp

Domingo, un día para salir y disfrutar. Eso era lo común para los demás, pero no para mí. Los domingos para Isabella Durán, alias Issy, significaban tareas, estudios, limpieza y, por último, pero no menos importante, Netflix.

Ya había limpiado parte de mi pequeño departamento, había completado los trabajos que debía entregar en la semana y repasado para el examen que tendría ese martes sobre evaluación neurocognitiva. Un día muy productivo, sí, señor.

—Duque, voy a tomar un baño calentito y luego tú y yo tendremos una sesión súper divertida de Netflix.

Mi amigo amarillo maulló en respuesta y acaricié su peluda cabecita. Podrían decir que estaba loca por hablar con mi gato, pero siempre lo hacía y no me avergonzaba.

Tarareando una canción, tomé mi toalla y entré al baño. Coloqué el móvil sobre la tapa del lavabo y coloqué música aleatoria: escuchar diferentes canciones mientras me bañaba, era como un ritual para mí. Moviendo mi cabeza al ritmo de la música, me desvestí y entré a la ducha cuando la temperatura del agua estuvo adecuada.

—Esto es tan relajante... —dije a la nada, mientras me lavaba el cabello.

No había nada como disfrutar de un largo baño caliente y dejar que el agua relajara todos los músculos del cuerpo. Estaba ida, casi en la estratosfera, cuando de repente, la música fue interrumpida por una llamada entrante. Extrañada, saqué mi cabeza de la ducha y abrí mis ojos con sorpresa al ver quien estaba llamando... y no era una llamada normal. ¡Era una jodida video llamada!

—¡Oh, dios! —grité y volví a meterme dentro de la ducha. Uno nunca sabía y con mi suerte, quizás la llamada se contestaba sola.

El baño volvió a quedar en silencio luego de varios segundos. Saqué mi cabeza otra vez y noté que la pantalla reflejaba el icono de la llamada perdida ¿No que los domingos eran sagrados para él? ¿Por qué rayos me llamaba?

Enseguida comenzaron a llegar varios mensajes. Mordí mi labio inferior, estaba indecisa entre revisarlos o continuar con mi baño, pero al final mi curiosidad pudo más y por eso, sequé mi mano con la toalla para poder leerlos.


Idiota sexy _ 16:20

¿Todo bien, gatita?

¿Ocupada?

¿Estás en una cita?

Yo _ 16:25

No... solo me agarraste en la ducha.


Tardé en procesar la información como cinco segundos, después de enviar el mensaje... ¡¿Cómo se me ocurría decirle eso?! Traté de borrarlo, pero era demasiado tarde. Ya lo había leído.


Idiota sexy _ 16:27

¿Eso tiene un mensaje oculto, gatita?

Yo _ 16:27

¿Qué rayos quieres, Benoist?


Mi rostro llegó a un nivel máximo de rojo. De nada valía seguir en la ducha, ese tonto ya había interrumpido mi momento de relajación. Cerré la llave del agua y salí para secarme. No volví a revisar el móvil hasta que estuve completamente vestida con mi pijama de ositos que era súper calentita y cómoda.


Idiota sexy _ 16:28

Resulta que terminé todos mis pendientes y quería continuar con nuestro proyecto.

Yo _ 16:40

Dijiste que los domingos eran sagrados para ti.

Idiota sexy _ 16:41

Y lo son.

Pero ayer me dijiste que tus compañeros iban más adelantados y por eso decidí hacer una excepción.

Además, técnicamente no estaríamos rompiendo las reglas porque se trata de una video llamada. No estoy saliendo de mi casa.

Yo _ 16:41

Estás aburrido.

¿Cierto?

Idiota sexy _ 16:42

Como una maldita ostra...


Sonreí. Podíamos hacerlo, pero sería incómodo entrevistarlo manteniendo el móvil en alto todo el tiempo. Victor no tardó mucho en darle la vuelta y me preguntó si tenía laptop y cuenta de Google Meet, a lo cual respondí que sí porque la usaba mucho para hablar con mi papá que vivía en Valle Almenara, una pequeña ciudad que quedaba a unas cuatro horas de Besana, la ciudad donde vivíamos. También solía usarla mucho para hablar con mi hermano que estaba estudiando una especialización en Alemania, gracias a una beca.

Sí, estaba muy orgullosa de mi querido futuro cardiólogo, aunque me molestara en exceso.


Idiota sexy _ 16:55

En cinco minutos te llamo. Prepara tu computadora.


No tenía problema con eso, pero... al encender mi laptop, comencé a dudar. La panorámica de la cámara era más amplia que la del móvil... por lo que se vería parte de mi hogar. Comencé a correr en círculos con la laptop en mis manos, tenía que buscar la mejor locación.

—Desde aquí se ve la cocina y desde allá se ve la puerta del baño. —Comencé a sudar frío y luego bajé mi mirada—. ¡Oh, Dios!

Corrí con la computadora hasta mi habitación y comencé a desvestirme a la carrera. ¡No podía permitir que me viera con mi pijama de ositos! Caminé hacia el armario y tomé un leggin negro con un suéter verde que solía usar en casa. Me los puse súper rápido y luego peiné mi cabello húmedo.

—¿Maquillaje? No... Se supone que en casa no se usa maquillaje. Naturalidad, Issy, naturalidad.

No me dio tiempo de buscar una mejor ubicación porque enseguida escuché el tono característico del Meet. Cinco minutos, ni uno más ni uno menos. Realmente, Victor tenía un asunto con la puntualidad.

Corrí hasta la cama y en el camino, me golpeé el dedo pequeño del pie. Terminé llegando dando saltitos y me lancé sobre el colchón para darle al botón verde. Usé los pocos segundos que se tardaba en cargar la imagen para calmarme y aparentar tranquilidad. La imagen de Victor se mostró en mi pantalla.

Hola, gatita.

Condenada sonrisa ladeada. Debería patentarla.

—Me halaga saber que pensaste en mí en tu momento de aburrimiento —dije, girando mis ojos.

De nada. —Él no entendía el sarcasmo—. ¿Estás en tu habitación?

—¿Eres un pervertido?

¿Esa es la pregunta de hoy? —Giré mis ojos de nuevo—. Creo que ayer te demostré que soy un caballero al acompañarte a casa.

—Pudiste estar fingiendo.

Victor levantó una de sus cejas, sin borrar su sonrisa.

Bien, aceptaba que no era ningún pervertido. Luego de la deliciosa cena y la explosión de dulce, Victor no aceptó un "no" como respuesta en cuanto a acercarme a casa y me dejó en la puerta de mi edificio, quedándose allí estacionado hasta que no me vio entrar. Podía estar fingiendo ser un caballero, pero gracias al proyecto estaba descubriendo que Victor Benoist era demasiado sincero y directo. No le importaba lo que los demás pensaban de él y siempre iba de frente. Fue precisamente eso lo que me impulsó a cambiar el orden de las preguntas. Quería saber bajo qué circunstancias podía salirse de su propia filosofía de la sinceridad.

—Sí, ya sé que no estabas fingiendo... A veces me parece que fuiste educado por la realeza —refunfuñé, sacándole una risa.

¿No te agrada que sea atento contigo?

—¿A qué mujer no le gusta ser tratada así? Es el principio del romance —dije, levantando una de mis cejas.

A veces eso no es suficiente, gatita. —A pesar de mantener una sonrisa, el gesto no llegaba a sus ojos.

Debía anotar en mi cuaderno que Victor podía dar sonrisas falsas... y debía decir que no me gustaban. Era como si un interruptor apagara el brillo de sus lindos ojos.

—Puede ser, incluso algunos dicen que el romance ha muerto y que es cosa del siglo pasado, pero no es cierto —dije, con seguridad—. Solo espera dormido en nuestro interior, hasta que la persona indicada llega y entonces el romance emerge para hacernos brillar y sonreír.

—Veo que te gusta el romance.

—Me fascina y me encanta verlo en las personas a diario, también en los libros. Por eso no puedo evitar sumergirme en historias tan maravillosas como "Orgullo y prejuicio".

Esa vez, la sonrisa que me dio sí fue sincera. Victor cerró sus ojos y luego de aclarar su garganta, los abrió de nuevo, mostrando un cúmulo de sentimientos intensos y arrebatadores que hicieron vibrar mi alma.

―"Si sus sentimientos siguen siendo los mismos, dígamelo. Mi afecto y mis deseos no han cambiado, pero una sola palabra suya me silenciará para siempre." —No era posible... ¡Estaba recitando la declaración del señor Darcy a Elizabeth de memoria! —. "Sin embargo, si sus sentimientos han cambiado debo decirle que ha embrujado usted mi cuerpo y mi alma, y que la amo, la amo... la amo... y ya nada podrá separarme de usted."

¡Oh, Dios! Los sentimientos reflejados en sus ojos y la entonación... mi piel se erizó por completo y con seguridad mis ojos mostraban toda la sorpresa que su interpretación había causado en mí porque sonrió satisfecho.

—Veo que te gustó.

—Tú... ¿Cómo...?

Derrumbé otro de tus estereotipos, ¿cierto?

¿Qué si lo había derrumbado? ¡Victor lo había destruido sin piedad! ¡Los hombres sí leían y veían romance!

—Vaya... debo admitir que me sorprendiste.

Interpreté el papel del señor Darcy en una obra cuando estaba en la preparatoria —me contó—. Sin embargo, ya había leído el libro un par de veces y visto la película con una de mis hermanas. Como te lo dije antes, me gusta leer, pero lo dejaremos para cuando me preguntes por mis hobbies.

Me dejó sin palabras porque no era común encontrar un hombre que supiera de Austen... ¿Por qué era tan perfecto? ¡No era justo!

—¿Roncas? —Victor parpadeó confundido—. ¿Babeas mientras duermes?

¿Por qué me preguntas eso? —preguntó, reteniendo una carcajada.

—¡Por favor! ¡Tienes que responder! No puedes ser tan perfecto.

¿Te parezco perfecto?

Sí... un hombre perfecto, con sonrisa perfecta, dientes perfectos y un cuerpo más que perfecto... pero no pensaba decírselo ni loca.

—¡Vamos! Algún defecto debes tener —dije, achicando mis ojos.

Millones, gatita, pero luego hablaremos de ellos. Haz tu pregunta de hoy.

Resoplé molesta y me levanté de la cama para buscar mi cuaderno que aún estaba guardado en mi bolso. Cuando volví, él no estaba frente a la pantalla.

—¿Victor?

Haz tu pregunta, gatita. Estoy sirviéndome un vaso de agua.

Aproveché para curiosear un poco. Al parecer, también estaba en su habitación y al fondo había una mesa de diseño muy muy muy sofisticada. A alguien le gustaba trabajar a media noche, por lo visto. Aproveché de anotar eso.

—Está bien... Ayer mencionaste que te gustaba la sinceridad. —Victor volvió a estar frente a la pantalla y asintió a lo que había dicho—. ¿Qué opinas de las mentiras?

Frunció su ceño y sus labios se tensaron una línea casi perfecta. Al parecer, mi pregunta no le había gustado del todo... ¿Sería la primera que se negaría a contestar?

Puedo decir que las mentiras no me agradan y que son un símbolo de desconfianza —respondió, después de una larga pausa.

—¿Por qué?

Porque solo cuando no confías en la otra persona, mientes para protegerte a ti mismo. Desconfías de la reacción del otro en cuanto sepa la verdad y eso es lo que te lleva a mentir.

—¿Has... mentido alguna vez?

Ningún ser humano se salva de mentir, gatita —respondió, haciendo una mueca—. Quien te diga que jamás ha mentido, precisamente, te está mintiendo.

—Pero si no te gustan las mentiras ¿Por qué lo has hecho?

Porque está en la naturaleza del ser humano, cariño —dijo con una sonrisa triste—. No suelo confiar mucho en las personas, eso me lleva a omitir cierta información...

—Lo cual es visto como una mentira indirecta.

Exacto. Quizás no lo hago con la intención de dañar o engañar, solo me protejo a mí mismo para no salir lastimado. Es mi mecanismo de defensa.

Mientras escribía su respuesta, no pude evitar preguntarme: ¿Qué clase de cosas le habían pasado para llevarlo a omitir ciertos aspectos de su vida? Dirigí mi mirada a la pantalla y, a pesar de no "frente a frente", el efecto de sus ojos era el mismo de siempre. Parecían querer engullirme entera y de inmediato mis mejillas se encendieron.

¿Tú qué opinas de las mentiras? —le escuché preguntar.

—Tampoco me gustan —aseveré—. Intento ser lo más transparente posible para poder tener derecho a reclamar cuando me mienten, pero viéndolo desde tu punto de vista... tienes razón. Todo ser humano miente por uno u otro motivo.

Algunas veces, cuando mi papá o mi hermano me preguntaban si estaba bien, me veía tentada a decirles la verdad, contarles sobre los comentarios hirientes que me decían en la universidad por ser becada o cuan cansada estaba por estudiar y trabajar, pero luego me decía que no valía la pena preocuparlos. Dibujaba la mejor de mis sonrisas y les decía: "Estoy muy bien".

Sí... yo también mentía para que ellos estuvieran tranquilos.

¿Te pillaste a ti misma mintiendo? —preguntó con una sonrisa condescendiente y asentí.

—Les he mentido a mi papá y a mi hermano para que no se preocupen por mí —me sinceré, soltando un suspiro—. Incluso les he mentido a mis amigas para no preocuparlas cuando me ven muy agotada.

Hablar de nuestras debilidades está bien, gatita —me dijo—. A veces, contar nuestros problemas nos brinda una sensación de ligereza que nos estimula a seguir adelante. No suelo hacerlo, pero cuando me siento ahogado, tengo amigos que siempre me escuchan.

—No les miento porque desconfíe de ellos... solo no quiero preocuparlos. Es difícil, pero me obligo a seguir adelante por mi propia cuenta —dije—. No perder de vista mi meta es lo que me impulsa.

Victor permaneció en silencio varios segundos y luego alargó su mano para alcanzar su costoso maletín oscuro, sacando una hoja que reconocí de inmediato. Tomó su bolígrafo y lo vi tachar algo.

Esto de las video llamadas no me gusta. A la mierda la regla de los "domingos sagrados".

—¿Estas rompiendo tus propias reglas? —dije, dándole una sonrisa pícara que él correspondió.

Excepciones, gatita, se llaman excepciones y las hago por ti. —Amplió su sonrisa y se inclinó un poco más hacia la pantalla—. ¿Cómo puedo apoyarte de esta forma? Ni un abrazo te puedo dar. —Tragué en seco... Definitivamente, Victor era demasiado directo y eso era malo para mi salud mental... y para mis nervios.

—N-no necesito de tu apoyo n-ni un abrazo.

Nunca digas de esta agua no beberé. —Me guiñó un ojo y luego su mirada se desvió hacia un punto lejano. Un brillo travieso apareció en sus ojos—. Creo que tu gato te ha robado algo.

Me giré y entonces vi con terror lo que Duque tenía en su boca. Grité y me lancé sobre él, pero el traidor fue más rápido y terminé tirada en el piso. ¡Me provocaba meterlo en la condenada caja de Schrödinger!

¿Estás bien? —le escuché preguntar. ¡Dios! ¡Tenía demasiada vergüenza! —¿Gatita?

—¡Estoy bien!

Debo irme, pero mañana nos vemos a la una en el restaurante. ¿Podrás llegar?

—Sí... —dije, asomándome por fin. ¡Rayos! Mi cara debía estar más roja que un tomate.

Una cosa más —dijo y me atreví a levantar mi mirada. Una sonrisa traviesa y ladeada adornó sus labios—. Encaje más verde igual a sexy. —Me guiñó un ojo y se desconectó... dejándome con los nervios a flor de piel.

Al escuchar un maullido, giré mi cabeza y observé al vil perpetrador amarillo... jugando con mi sujetador de encaje... color verde.

—¡Trágame tierra!

.

.

Pregunta del día: ¿Qué opinas de las mentiras?

La visión de Victor Benoist sobre las mentiras es 100% realista y ha declarado que no le gustan. Sin embargo, ha admitido que, bajo ciertas circunstancias que no aclaró, ha recurrido a ellas para protegerse a sí mismo. Es un mecanismo de defensa que ha creado para cuidarse de las personas a su alrededor, lo cual me lleva a preguntarme: ¿Qué le han hecho para recurrir a tal acción? Con su respuesta, ratifico que mi encuestado es un hombre directo y sincero la mayoría de las veces, pero omite cierta información personal.

Nota especial: ¡Castrar a Duque!


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