Normalmente esas reuniones urgentes eran precedidas por una reunión privada del consejo donde tomaban las decisiones pertinentes que luego nos comunicaban a nosotros en la reunión pública. Al estar todos presentes, teníamos la oportunidad de opinar sobre lo decidido y puede que hasta de discutirlo, aunque la última palabra la tenía el jefe de la aldea.
Estaba claro que el suceso que había motivado la reunión era la muerte del señor Wentworth. Pero no sabía qué decisiones se habrían tomado por eso. Las caras de seriedad de mi padre y Aidan me sugirieron que quizás tuviera que ver con el hecho de que se hubiese encontrado el cuerpo en una ruta de caza. A lo mejor habían decidido cambiarlas o incluso destruirlas ahora que ya no eran tan seguras como pensaban.
El jefe de la aldea pidió silencio y todos obedecieron. Puso las manos sobre la mesa y lanzó una penetrante mirada circular al frente.
-Hoy nuestra pequeña comunidad ha sufrido una terrible perdida. Nuestro querido amigo, vecino y maestro herrero, Aerton Wentworth ha sido encontrado muerto en el bosque a manos de nuestro temible enemigo: el Nigromante.- Hizo una pausa debido a las exclamaciones de pavor que se habían desatado.- No podemos imaginar que llevó a Aerton a entrar en el bosque solo y sin armas, pero lo hizo y no hay consuelo posible para sus amigos y su pobre hijo, Henry.- Esta vez todos se giraron para mirar al susodicho, aunque él siguió sin moverse. El jefe se removió en su asiento haciendo un ruido que atrajo de nuevo hacia él todas las miradas. Su expresión apenada se había endurecido.- Pero no podemos entregarnos al dolor, como ese mago oscuro desea que hagamos. Ansía destruirnos aunque sea de este modo.-
¿Destruirnos? ¿De qué estaba hablando?
-Sé que estamos todos consternados pero ahora más que nunca debemos mostrarnos fuertes y unidos. Por eso, desde el Consejo hemos pensado que las celebraciones del 29 de Febrero deben seguir adelante con total normalidad.-
Fueron algo más que exclamaciones lo que provocaron esas palabras en las gentes del pueblo. Todos protestaron a la vez, unos alzando más la voz que el resto, otros dando golpes con los pies, algunos incluso poniéndose en pie; pronto fue imposible entender lo que decían, así que sus protestas fueron un tanto inútiles.
Yo no me había movido porque la incredulidad me había paralizado ¿De verdad pretendían seguir adelante con las fiestas después de lo que había pasado? ¡Y decían que estaban apenados con Henry! ¡Ja! ¡¿Qué tal si lo demostraban no celebrando una fiesta por el asesinato de su padre?! ¡Aquello era ridículo! Ni que el Nigromante estuviera espiándonos para ver si nos íbamos a llorar a casa o no.
Finalmente estuve en condiciones de levantarme para protestar yo también, pero ni mi padre ni Aidan se habían movido aún y eso me inquietó. Lo normal en ellos es que hubiesen sido los primeros en armar jaleo.
El jefe solo no logró apaciguar a la gente, estaban demasiado alterados como para tranquilizarse porque él se lo pidiera. El resto de miembros del Consejo tuvieron que aporrear la mesa para conseguir un poco de calma que les permitiera seguir con el comunicado.
-¡Gentes de Nameless! ¡Por favor! ¡Guarden silencio!- exigía el capitán de la guardia.-¡Si no guardan silencio la reunión será cancelada!-
-¡¿Cómo vamos a celebrar las fiestas mañana después de lo que ha ocurrido?! ¡Es inconcebible! ¡Y una falta de respeto!- gritó alguien que fue apoyado por un breve aunque entusiasta aplauso.
-Es de vital importancia demostrarle a ese monstruo del bosque que no le tememos- explicó el jefe.- Escuchadme bien, yo conocía a Aerton desde hacía muchos años y lamento su muerte tanto o más que vosotros. Pero él no habría querido que nos ocultáramos del Nigromante. ¡¿Qué deberíamos hacer si no?!-
-¡¡LUCHAR!!-
La voz de Aidan retumbó en todo el gran salón, como un trueno en mitad del silencio de la noche. Aún así, no fui realmente consciente de que había sido él quien había hablado hasta que le miré y le encontré de pie, con sus ojos negros clavados en el Consejo.
-¡Deberíamos luchar de una vez por todas!- continuó. Y ante la estupefacción de todos y no solo la mía, se giró para hablar al resto del salón.- ¡¿Vamos a seguir permitiendo que ese asesino viva en nuestro bosque esperando un descuido para matarnos?! ¡¡No!! ¡¡Tenemos que pelear!! ¡¡Plantarle cara de una vez!!-
-¡Aidan Thomas!- bramó el jefe de la aldea.- En primer lugar no has pedido la palabra y en segundo, lo que dices no son más que tonterías fácilmente atribuibles a tu juventud, pero en ningún caso justificables por ello.-
-¡¿Y por qué son tonterías?!-
-¿Qué podríamos hacer nosotros contra los grandes poderes del Nigromante?-
-¡Tenemos armas con las que luchar! ¡No somos cobardes e inútiles granjeros!- gritó Aidan a pleno pulmón. Y levantó un brazo al añadir:- ¡Somos Cazadores!-
Sus últimas palabras provocaron un aplauso tan poderoso que toda la estructura de la sala tembló. Algunos hombres, cazadores supongo, también se levantaron y gritaron: “¡Sí, tienes razón!” “¡Somos Cazadores! Y cosas por el estilo con una seguridad y firmeza que me eché a temblar. ¡Le apoyaban! Estaban apoyando las insensateces de mi hermano ¡No podía creerlo! Aunque si lo pensaba bien, Aidan era un experto consiguiendo que los demás le siguieran.
El pánico volvió a mí, solo que estaba vez lo hacía lentamente. Lo noté, primero, adormeciéndome los pies solo con pensar en la idea de que Aidan pudiese internarse en el bosque en busca del mago.
Miré angustiada a mi padre.
-¡Papá, por favor, dile que se calle! ¡Es una locura!- Mi padre asintió justo cuando el Consejo también le llamó.
-¡Jhon Thomas! Más vale que controles a tu hijo porque está incitando a los demás a una temeridad.-
Mi padre se levantó y lanzó una severa mirada a Aidan. Tras lo cual se giró hacia el salón.
-¡Disculpen a mi hijo! Como bien ha dicho nuestro jefe, a causa de su juventud no sabe el modo más adecuado de decir las cosas. No obstante, es gracias a esa juventud que tiene el valor de decir la verdad.-
<<¿Qué?>> pensé, confusa.
-¡Pues mi hijo lleva razón en todo lo que ha dicho!- añadió mi padre elevando aún más la voz.- Primero fue mi esposa y ahora ha sido Wentworth ¡Pero mañana podría ser cualquiera de vosotros! ¡Y el único modo de detener esto es luchar!-
-¡Papá! ¡¿Qué estás diciendo?!-
No me hizo caso, había demasiado jaleo.
No, aquello no podía ser cierto ¿Se ponía de parte de Aidan? El pánico ascendió por mi cuerpo, ahora sí a toda velocidad y la respiración se me congeló en el pecho.
-¡Señor Thomas! ¡Si no se retracta ahora mismo de lo que ha dicho, les echaremos de la reunión!- amenazó el capitán.
-¡Tenemos que defendernos! ¡Luchar! ¡Juntos podemos destruir a ese monstruo para siempre y no tendremos que vivir con miedo nunca más!- Me di cuenta de que las palabras de mi padre estaban envalentonando a los demás hombres como nunca habría creído posible. La mayoría sonreía y asentía de acuerdo… en sus rostros el miedo estaba desapareciendo.- ¡¿Quién nos acompañará al bosque en busca de ese asesino?!-
Solo una voz se alzó en medio del jaleo, sin dudarlo un instante:
-¡Yo iré!-
Todas las cabezas se giraron hacía el rincón del fondo y yo también, aunque más despacio porque yo había reconocido la voz sin problemas.
-No…- susurré.
Henry había levantado la mirada por fin y había dado un paso al frente.
No, por favor… ¿Era una broma? ¡¡¿Era una maldita broma?!! No podía ser posible que los tres hombres que más me importaban del mundo fueran los únicos lo suficientemente estúpidos como para querer internarse en el Bosque Oscuro en busca del Nigromante. ¡¡Los tres!! ¡¡Uno detrás del otro!! ¿Qué pasaría si él los mataba tal y como todo el pueblo parecía pensar que pasaría? Me quedaría sola. Completamente sola.
El pánico alcanzó mi cabeza, perdí las fuerzas y hasta el equilibrio. Menos mal que estaba sentada.
-Yo iré con vosotros al bosque- repitió Henry.
-No te ofendas Wentworth, pero no necesitamos la ayuda de un abolla-metales- le respondió Aidan cruzándose de brazos.
<<Será posible…>>
Henry se cuadró, entrecerró los ojos y frunció los labios en una mueca que jamás le había visto.
-No necesito que me lleves de la manita al bosque, Thomas- replicó.- Si no queréis mi ayuda, iré por mi cuenta.-
Era la primera vez que Henry respondía a una provocación de mi hermano, quien lógicamente, también se sorprendió.
-¡¡Nadie va a ir al bosque!!- Bramó el jefe de la aldea poniéndose en pie.- Esta discusión no tiene el menor sentido porque está totalmente prohibido que los habitantes de Nameless entren en el Bosque Oscuro sin autorización. Así que si alguno de vosotros se le ocurre poner un solo pie más allá de la frontera estará incumpliendo la ley y será detenido por el capitán de la guardia ¡La reunión ha terminado!-
Esas palabras me trajeron de vuelta a la realidad más allá del sonido atronador que casi tiró abajo el salón cuando todos se pusieron en pie a la vez. La mayoría arrastró la silla con fuerza o siguió lanzando protestas por la decisión del Consejo mientras caminaban hacia la salida. Había un evidente ambiente de descontento generalizado. Y era extraño, pues las decisiones del jefe de la aldea no solían ser tan mal acogidas.
Todavía estaba asustada por las intenciones de mi padre y Aidan y temí que el pueblo entero acabara desobedeciendo la ley para ir al bosque. Aunque nunca en Nameless había ocurrido que el pueblo incumpliera una orden directa del jefe.