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Dolor. El dolor era terrible y lo tenía repartido por todo el cuerpo, aunque era especialmente intenso en la cabeza, el cuello y los brazos.

Poco a poco iba volviendo en mí, pero mis recuerdos tardaron algo más y al principio no supe dónde estaba, ni lo que me había pasado. Hasta que todo volvió, incluso antes de que abriera los ojos: Elizabeth, el empujón, la caída, el dolor… supuse que había estado inconsciente e intenté tocarme el golpe de la cabeza, pero no pude mover los brazos. Y descubrí el motivo de que me dolieran tanto: los tenía retorcidos hacia atrás y atados alrededor del tronco de un árbol.

Elizabeth me había atado… así que ella no pensaba matarme, porque si no ya lo habría hecho. Entonces ¿Qué mierda pretendía hacerme? Tal vez su plan era dejarme allí, indefensa, como un regalito para el Nigromante o para cualquier otra criatura del Bosque Oscuro que quisiera darse un festín.

¡Ohhh! El cuello me dolía tanto que no pude levantar la cabeza, me colgaba sobre el pecho como un peso muerto y solo me veía el vestido ensangrentado de mentira y parte del suelo congelado. Pero sí escuché algo: pisadas que hacían tambalearse los restos del hielo desprendido del suelo. Alguien se acercaba así que presté atención mientras fingí seguir inconsciente.

Los pasos se detuvieron cerca de mí y se alzó una voz en medio del silencio. Una voz desconocida, suave y fina a pesar de lo cual me provocó un pavor intenso.

-Has tardado mucho, querida. Aunque viendo tu rostro… adivino que has tenido algún imprevisto ¿Eso lo ha hecho nuestra invitada?-

-Sí, ha sido ella- respondió la voz de Elizabeth.- Me pilló desprevenida y me arrojó una antorcha a la cara.- Sonaba enfadada y yo me alegré.

-Menudo estropicio- opinó el desconocido, en su voz no había el más leve matiz de compasión, ni siquiera de sorpresa.- Bueno ¿Por qué está aquí? ¿Me será más útil que el último al que me trajiste?-

-¡Sí, señor!- se apresuro a responder ella.- Vendrá a buscarla, estoy segura. Él la ama.-

Sobrevino un silencio que a mí me sirvió para empezar a sacar conclusiones sobre lo que estaba pasando. Elizabeth había resultado ser una perturbada que se valía de mentiras para llevar a la gente al bosque; aunque no para matarlos ni para dejarlos a su suerte, sino para entregárselos a ese hombre. Pero él no me quería a mí… solo quería usarme como cebo para atraer a alguien más. ¿A quién? Alguien que me amaba había dicho esa arpía… ¿Buscaba a mi padre? ¿A Aidan? No había nadie más. Se me ocurrió que tal vez tenía algo que ver con la muerte de mi madre y esto me sugirió una pregunta aún más preocupante… ¿Significaba que el hombre con el que Elizabeth hablaba era… el Nigromante?

Sentí que el corazón se me desbocaba aterrado como si pretendiera huir. Estaba en verdadero peligro.

-Está bien- aceptó el desconocido retomando la conversación.- Esperemos que esta vez no te estés equivocando.- Palabras amables y ese tono neutro de su voz, aún así capté una advertencia escondida que me puso los pelos de punta aunque no iba dirigida a mí.- Ve a buscarle y tráele hasta aquí.-

-Pero, va a matarla ¿Verdad, señor?- preguntó Elizabeth. Yo apreté los dientes intentando no moverme. Pero ¿Qué le había hecho yo a esa idiota para que me odiara tanto?

-Por ahora no- respondió el otro.- Deja de hacer preguntas y tráelo.-

No hubo protestas a esa orden, los veloces pasos de Elizabeth se alejaron hacia la espesura y pronto se desvanecieron. Y yo me quedé sola, con aquel hombre que bien podía ser un mago oscuro asesino, atada e indefensa. Si había algo que me hacía mantener la calma y no entregarme a la histeria era que el desconocido había dicho que no me mataría “por ahora”. Aunque al mismo tiempo, eso significaba que tenía pensado hacerlo en algún momento.

Con cuidado intenté mover las manos para comprobar el estado de las cuerdas, pero estas se me clavaban en la piel. El dolor fue intenso y gratuito, porque no iba a poder soltarme. Además, entre la caída y el frío apenas sentía las piernas, aunque pudiera soltarme no sería capaz de huir.

Entonces oí un crujido, demasiado cerca de mí y me puse alerta. Si el desconocido se me había acercado, no le había oído. Mas podía notar su presencia sobre mí, pero no levanté la vista. Si era realmente el mago necesitaría el factor sorpresa de mi parte para escapar… eso y un milagro.

Lo siguiente que oí, tan cerca que no pude evitar un respingo, fue su siniestra carcajada.

-Sé perfectamente que llevas un rato despierta, Bree- reveló su voz. Siguió sonando sin emoción a pesar de la carcajada.-¿Por qué no dejas de fingir y te unes a la fiesta que está a punto de comenzar?-

<<¡Maldición!>> ¿Cómo me había descubierto?

Intenté levantar la cabeza ¡Total ya me había pillado! Y el cuello respondió con un dolor abrasador que me llegó hasta la nuca. Parpadeé un par de veces y me vi en un claro, rodeada por una arboleda tan impenetrable que no parecía haber nada tras ella. La luz de la luna era intensa en aquel lugar e iluminaba sin problemas la figura de aquel hombre.

Lo más extraño era que se encontraba a varios metros de distancia, justo en el centro y me di cuenta de que los árboles que teníamos alrededor se retorcían hacia arriba y sus copas, con las formas más grotescas que nunca había visto, se inclinaban hacia el centro, como si pretendieran tocarse y la luz se filtraba por los huecos que dejaban las ramas. El hombre estaba cubierto con una capa negra que despedía un fulgor azulado y que le tapaba desde la cabeza hasta las rodillas.

Aunque no me produjo exactamente miedo en ese instante, me inquietó no verle el rostro ¿Sería en realidad el Nigromante? En mis pesadillas se había mostrado como un ser mucho más aterrador, enorme y fuerte.

Claro que esa capucha podía estar ocultando un rostro que te hiciera perder el juicio solo con mirarlo. El rostro de aquel que había aterrizado a nuestra aldea durante siglos y había asesinado a mi madre.

-Bienvenida a la fiesta, Bree- me dijo.

29 de Febrero: El Día del NigromanteWhere stories live. Discover now