Zoe & Axel ✔️

By ines_garber

2.6M 237K 257K

Zoe y Axel son polos opuestos y, a la vez, muy similares. A él le encantan las matemáticas; ella las odia. Él... More

P r ó l o g o .
U n o .
D o s .
T r e s .
C u a t r o .
C i n c o .
S e i s .
S i e t e .
O c h o .
D i e z .
O n c e .
D o c e .
T r e c e .
C a t o r c e .
Q u i n c e .
D i e c i s é i s .
D i e c i s i e t e .
D i e c i o c h o .
D i e c i n u e v e .
V e i n t e .
V e i n t i u n o .
V e i n t i d ó s .
V e i n t i t r é s .
V e i n t i c u a t r o .
V e i n t i c i n c o .
V e i n t i s é i s .
E p í l o g o .
E s p e c i a l .
E x t r a 1.
E x t r a 2 .
E x t r a 3 .
E x t r a 4 .
E x t r a 5 .
E x t r a 6 .
E x t r a 7 .

N u e v e .

74.9K 6.8K 8.1K
By ines_garber

22 de junio de 2019

Cuando desperté, Kate ya estaba en mi casa. La encontré en la cocina con Ethan, preparando crepes.
Ethan estaba detrás de ella abrazándola por la espalda y besando su cuello, mientras Kate se revolvía por las cosquillas y reía.

Yo estaba recién levantada y aún bastante empanada, así que ni siquiera reaccioné cuándo los vi coqueteando mientras cocinaban. Ellos, por supuesto, ni siquiera se percataron de mi presencia.

—Buenos días —carraspeé. Ambos se giraron para verme, pero Ethan no se apartó de Kate. A estas alturas ya estaba algo acostumbrada, de todas formas.

—Buenos días.

—Por fin te levantas —dijo Kate —. Llevo aquí desde las diez.

—Kate, estamos de vacaciones. ¿En serio pensabas que me iba a levantar antes de las doce? —puntualicé —. Pensaba que me conocías mejor...

—En realidad lo sabe de sobra, pero viene antes y así tiene una excusa para pasar tiempo conmigo —la picó mi hermano. El rostro de Kate enrojeció. Ethan sonrió ante su reacción y le dio un beso cariñoso en la mejilla.

Fingí vomitar y los dos rieron. Después me acerqué a ellos para ver la pinta que tenían los crepes. La boca se me hizo agua al verlos.

—Tú no puedes comer —dijo Ethan de repente.

—¿Perdona? —fruncí el ceño.

—Lo han dicho tus padres —explicó Kate —. Dicen que ya has comido suficiente azúcar. Hasta el lunes no puedes comer nada de dulces —expresó —. Edith te ha preparado tortitas de avena, pero no puedes echarles Nutella, solo miel.

—Sois horribles...

Kate me dio un par de palmaditas en la cabeza.

—Es por tu salud.

Suspiré y fui hasta la nevera para buscar el tupper con tortitas de avena y plátano. Edith desayunaba cosas así muchas veces. Le gustaba tener preparados platos sanos, y claro, tenía que arrastrarme a mí con ella.

—Que sepáis que voy desayunar en mi habitación —comenté —. No pienso quedarme a ver como coméis crepes con Nutella mientras sois horriblemente empalagosos.

—Vale, cuéntamelo todo —me interrogó Kate. Estaba sentada en mi cama, abrazando uno de mis cojines. Yo estaba al otro lado de la cama, con la espalda apoyada en la pared —. ¿Qué tal te fue en la fiesta?

—No lo sé —me encogí de hombros —. Habría preferido quedarme en casa. A ver, no fue un infierno. Simplemente me parece que ese tipo de fiestas no me aportan nada.

—¿Pasó algo interesante?

Negué con la cabeza, pero entonces me acordé de la escena del baño.

—Escuché a una pareja discutir —comenté —. Aunque ahora que lo pienso, ni siquiera es tan interesante. Hay un montón de parejas que discuten.

Kate asintió. Dejó el cojín sobre la cama y se recostó sobre esta. Sus ojos azules brillaron con curiosidad.

—¿Y qué tal Axel?

—¿Axel? —fruncí el ceño, confusa —. ¿Qué pasa con Axel?

Kate hizo una mueca de decepción. ¿En serio creía que algo interesante había pasado entre él y yo? Axel era aún más cerrado que yo. Era hermético. Yo por lo menos me esforzaba en ser agradable, pero Axel pasaba de todo, directamente. Era borde, arisco y siempre parecía tener un humor de perros.

—No sé. Esperaba que os hubieseis hecho amigos al menos.

—Que va —negué con la cabeza —. En mi vida se me ocurriría desperdiciar mi energía en intentar hacerme amiga suya. Sería un malgasto de tiempo.

—¿En serio? Las veces que he tratado con él me ha parecido bastante sereno y agradable. Algo serio, quizás, pero no parece maleducado.

—Con los clientes se suaviza un poco. No es que sea mala persona, o al menos no ha hecho nada que me haga creerlo, pero parece que tenga alergia al contacto social.

—Estáis hechos el uno para el otro —rio mi amiga.

—Para nada. El hecho de que precisamente yo piense que alguien es raro es preocupante —aseguré —. Y por cierto, tiene novia. La fiesta era en su casa, de hecho.

Kate volvió a levantarse y se sentó a mi lado, de nuevo con el cojín entre sus brazos.

—¿En serio?

Asentí con la cabeza.

—Se llama Audrey —dije —. Me cae bien, la verdad. Estuve hablando con ella un rato.

Entonces sonó el teléfono de Kate. Se estiró para poder cogerlo de la mesa sin salir de la cama y, nada más leer el mensaje que le acababa de llegar, su cara entera palideció.

—¿Malas noticias? —pregunté.

—No... Son buenas, pero... —tomó aire y lo soltó todo de golpe —. Es Sally. Su tío ha conseguido que nos dejen tocar en las fiestas de su pueblo.

Sally era uno de los miembros del grupo de música en el que Kate cantaba.

Kate siempre se ha tomado muy en serio cada cosa que hace. Por ello, también tendía a estresarse cuándo los grandes acontecimientos venían. Cantar frente a mucha gente suponía un verdadero reto para ella, aún después de haberlo hecho ya un par de veces en el instituto.

Yo no la entendía. Kate cantaba genial. Se le daba bien, y además no se la veía incómoda haciéndolo. En octubre había cantado frente a todo el instituto y le había salido muy bien. Incluso grabaron la canción y la subieron a youtube porque a mucha gente le encantó.

Y sin embargo, ahí estaba ella, pálida y muerta de preocupación. Incluso yo podía sentir sus nervios.

—Me estás estresando hasta a mí —le dije —. Si tanto te preocupa, utiliza gafas de sol en el concierto y listo. No verás casi a la cantidad de personas que te van a ver cantar.

—El problema no es verlas o no; es saber que están ahí.

—Kate —la interrumpí —. Eres preciosa. Cantas genial. La gente te va a adorar.

—Sería más fácil si me pareciese un poco más a ti —bufó, hundiendo su cara en el cojín.

Me quedé callada. Era la primera vez en toda mi vida que oía a Kate decir que quería parecerse a mí. Probablemente ni siquiera lo hubiese dicho en serio, pero me impactó igualmente. Porque lo había dicho Kate.

Kate, que prácticamente rozaba la perfección. La chica de las notas perfectas, de voz preciosa y capaz de escribir canciones y poemas increíbles. Ella podía hacer cualquier cosa que se propusiese. ¿Y yo? Yo no podía ni siquiera aprobar un maldito examen de matemáticas.

—¿A qué te refieres? —le pregunté. Kate levantó la cabeza y me miró como si esperase que le estuviese tomando el pelo con mi pregunta.

—¿Tú te has visto? Eres el tipo de persona que podría conseguir millones de seguidores en instagram solo por su cara bonita —aseguró —. Y por si fuera poco, no te preocupa nada. No hay nada que te pueda hacer sentir insegura.

»Si un día te apetece llevar minifalda, la llevas. Si un día te apetece ir a clase con pantalones de chándal y el mismo moño con el que te fuiste a dormir, lo haces. Si algo se te da mal, lo aceptas y ya. Si no te lo pasas bien en una fiesta, vuelves a casa —mencionó —. A veces me gustaría que mi cabeza fuese así de simple también. Porque lo peor es que ni siquiera se trata de lo que los demás piensen de mí. Se trata de que lo que yo pienso de mí. Debe ser increíble poder aceptar cada parte de uno mismo como tú lo haces.

De repente me sentí un poco más liviana. ¿Cuántas veces había querido yo ser más como Kate? Muchas. Definitivamente muchas.

—Nadie se libra de las inseguridades, Kate —aseguré —. Yo no soy la excepción.

Kate se quedó callada mirándome. A veces, se quedaba callada mirando a algo fijamente como si en su cabeza existiese un mecanismo compuesto por tuercas, y se pusiesen a girar y a pensar en mil cosas al mismo tiempo. Me habría gustado ver cómo funcionaba su mente en realidad. De seguro que tenía que ser interesante.

—En fin. Deja de rayarte —interrumpí sus pensamientos —. El concierto saldrá bien. Y si sale mal, lo cual es posible porque accidentes ocurren en todos lados, pues que les jodan a todos. Tú haz lo que puedas. Más no puedes hacer.

—¿Ves a lo que me refiero? —sonrió —. Ojalá yo pudiese mandar a la mierda todo de esa forma.

Le devolví la sonrisa. En la vida hay cosas que puedes mandar a la mierda y otras que no. Hay que saber bien en qué ocasiones sí puedes hacerlo, para aprovechar al máximo esa capacidad. Cargar con un peso que no necesitas es tontería.

Eran las diez de la noche cuando mi teléfono sonó de repente. Al oír el tono de llamada, mi cuerpo se tensó. Y más aún cuándo vi un número desconocido en la pantalla del móvil.

Corrí hasta la habitación de Ethan y llamé a la puerta. Por suerte, solo se encontraba esbozando algún dibujo en su libreta. Le tendí el teléfono y en seguida comprendió lo que quería que hiciese.

Respondió la llamada por mí.

—¿Hola? —No pude escuchar bien lo que la otra persona respondió —. Soy el hermano de Zoe. Estaba ocupada y me ha dicho que contestara por ella. Sí, en seguida te la paso.

Fruncí el ceño al mismo tiempo que Ethan me devolvía el teléfono y articulaba algo con sus labios. Al ver que no entendía lo que me quería decir, dijo en voz baja:

—Es un compañero de trabajo tuyo.

Fruncí el ceño aún más, pero Ethan volvió a sentarse frente a su escritorio y yo me vi obligada a ponerme el teléfono junto a la oreja.

—¿Sí?

—Hola —Reconocí la voz al instante. He de admitir que su voz sonaba muy bien por teléfono. Era aún más profunda que en persona, y parecía que se esforzaba más en vocalizar las palabras para que se entendiesen bien al otro lado de la llamada.

—Axel, ¿cómo tienes mi número? —pregunté. No recordaba habérselo dado. Y de haberlo hecho, seguramente le habría advertido de que odio las llamadas.

—Me lo ha dado Lydia —explicó —. Espero que no te importe.

Sí, definitivamente sonaba más manso por teléfono.

—No... es solo que prefiero los mensajes.

Salí de la habitación de Ethan.

—Vale. De todas formas, seré breve —aseguró —. Mañana, a las diez, te quiero en mi casa. Trae tu libro de matemáticas.

—Sí, señor —puse los ojos en blanco —. Tus deseos son ordenes para mí.

—Es que no es un deseo, créeme. Lo de orden encaja mejor.

—Oye, que estudiar matemáticas no es algo que yo quiera hacer, precisamente. Pero no voy por ahí quejándome.

Excepto que sí lo hago.

No me estoy quejando.

—Estás compartiendo tu desagrado —dije —. Que viene a ser lo mismo.

Escuché el suspiro de Axel a través de mi teléfono.

—Te voy a ayudar, ¿no? Entonces, ¿qué más da que me queje?

—Hombre, estudiar ya es bastante cansino. No necesito escuchar lo mucho que te desagrada la idea de tener que enseñarme.

—Como sea. A las diez aquí.

—Que sí —dije, alargando la i al final. Axel colgó.

Fui hasta el salón donde estaban mis padres viendo un documental en la tele y les pedí que me despertasen a las nueve al día siguiente. Por supuesto, les pareció súper extraño que yo quisiese levantarme un domingo a esa hora. Louise se mostró muy interesada sobre Axel cuando les conté el por qué de mi repentina petición, mientras que Edith parecía encantada. Cómo no. No solo iba a seguir trabajando hasta julio, sino que además tendría un profesor particular de matemáticas. Todo ventajas, según ella.

Me fui a la cama y dormí de un tirón hasta el día siguiente. Fue Louise quien me levantó. Odiaba cuando ella me despertaba. Tenía una forma muy enérgica de hacerlo, ponía música y me hacía salir de la cama para asegurarse de que no me volvía a dormir. Poco más y me hace bailar aerobic. John y Edith me dejaban unos minutos para despejarme, al menos.

Desayuné, me duché y terminé de prepararme para ir a casa de Axel. Ethan ya estaba despierto, así que le pedí que me llevase en coche hasta allí, pero dijo que había quedado con Jake, por lo que tuve que coger el autobús. Menos mal que aún tenía la dirección en el chat de Lydia.

Por alguna extraña razón, no esperaba que fuese Axel quien me abriese la puerta. Llevaba puesta una camiseta gris bastante ancha y unos pantalones de chándal color azul marino. Yo llevaba un vestido blanco y veraniego, y aunque su ropa parecía muy cómoda, la mía era además fresquita.

—Hola —saludó —. Pasa.

Esperó a que me quitara los zapatos e incluso me tendió la mano para sostener mi mochila. Se dirigió a su habitación, pero yo fui a buscar a sus padres para saludarlos primero. Sin embargo, no encontré a ninguno.

—Lydia no está en casa —comentó Axel —. Ha salido esta mañana con mis padres para comprarle unas deportivas a mi hermano —su expresión se suavizó un poco, como si se acabase de dar cuenta de algo —. ¿Te molesta? Podemos ir a la biblioteca si te sientes más cómoda estudiando allí.

—No —negué con la cabeza —. Aquí está bien. No me importa.

Axel asintió y me hizo un gesto para que le siguiera. Llegamos a la habitación que estaba junto a la de Lydia. El tamaño de ambos cuartos era prácticamente el mismo, pero la decoración era muy diferente. La habitación de Lydia era todo pastel, muy alegre luminoso. La de Axel, en cambio, era más sombría. Las paredes eran de color gris y justo en el centro del cuarto había una cama espaciosa que ocupaba bastante espacio. Todo estaba muy ordenado y limpio. De hecho, olía bastante bien. A una colonia masculina y fresca.

Observé el rincón en el que se encontraba el escritorio. Entren él y la cama había una estrecha estantería negra que no guardaba libros, sino algunas cajas, fotos y videojuegos.

La verdad es que no sabía bien cómo íbamos a estudiar de forma cómoda ahí. Apenas cambiamos los dos frente al escritorio, y escribir sobre la cama seguramente me costaría bastante.

—No vamos a estudiar aquí —explicó Axel, como si pudiese leerme el pensamiento —. Estaremos en el salón. La mesa es más grande, estaremos más cómodos.

—Vale.

Axel cogió el estuche que había sobre el escritorio y nos dirigimos al salón. Saqué el libro y la libreta de matemáticas y los dejé sobre la mesa.

—Vas a tener que explicarme un poco qué es lo que habéis dado. —Axel se dejó caer en una silla y yo me senté a su lado. Abrí el libro y fui pasando las páginas, buscando por dónde empezar.

—Pues... no sé. Todo esto —le indiqué. Axel me hizo un gesto pidiéndome que le dejase ver el libro, así que se lo pasé. Lo hojeó entero en unos segundos —. Lo siento. La verdad es que no he venido con una idea concreta en mente.

—No importa —declaró —. Creo que podemos empezar por los ejercicios mezclados del final y así hacernos una idea general de lo que se te da mejor y peor.

Asentí con la cabeza. Axel había adquirido una voz muy firme y autoritaria, casi como si fuese un profesor de verdad. Por alguna razón, me lo imaginé con gafas. Le quedarían bien, decidí. Tenía la nariz recta y la mandíbula definida. A un rostro con facciones así de marcadas y duras, probablemente le harían parecer aún más interesante. Aunque tenía las pestañas tan largas que me pregunté si se chocarían con el cristal.

Axel notó que lo miraba y su ceño se frunció ligeramente. No fue un gesto agresivo, sino como el de un pequeño animal que intenta comunicar que se siente incómodo. Aparté la vista en seguida.

—¿Puedes hacer estos? —Señaló la primera página.

—Sí, supongo que sí —asentí. Recordaba haberlos hecho con anterioridad. Técnicamente tenía que saber volver a hacerlos.

Abrí la libreta y me puse a ello. Estudiar con Axel era diferente a hacerlo con Jake. Axel me observaba con mucha más intensidad. Notaba su mirada sobre mí y lograba desconcentrarme. Probablemente estaba pensando lo estúpida que era por tardar más de cinco minutos en un ejercicio tan simple como el que estaba resolviendo.

Pero no lo podía evitar. Se me daban mal las matemáticas. Fin de la historia.

Reconocí uno de los problemas. Jake me había ayudado a resolverlo hacía relativamente poco, y aunque no me acordaba en absoluto de cómo se hacía, sabía que los apuntes seguían en alguna página de mi libreta.

—Para —dijo Axel en cuanto me vio buscando el ejercicio —. ¿Se puede saber qué haces?

—Es que hice este ejercicio hace poco. Quiero ver cómo lo hice.

—¿Para qué? La idea es que veamos cómo resuelves los ejercicios, no cómo los resolviste en el pasado.

—Es que los problemas se me dan mal... —me quejé —. No me acuerdo de cómo había que empezar este ejercicio. Solo voy a ver qué había que hacer primero, nada más. Lo prometo.

—Zoe, en un examen no vas a poder mirar tus apuntes —puntualizó. Gracias, Sherlock, quise decir, pero teniendo en cuenta que me encontraba buscando los apuntes para resolver un ejercicio, sus palabras tenían bastante sentido.

—Lo sé. Pero ahora sí que puedo.

—¿Y eso cómo te ayuda exactamente?

—¡No puedo resolver el ejercicio si no lo entiendo!

Axel dejó salir un suspiro y se reincorporó, acercándose un poco a mí y al libro al mismo tiempo. Señaló el ejercicio.

—Vamos a ver —murmuró. Creo que es la primera vez que noté lo aterciopelada que sonaba su voz cuándo usaba un tono amable. Hablaba con paciencia y eso me gustó. Me hizo sentir un poco más cómoda y un poco menos estúpida —, lee el ejercicio en voz alta.

Lo miré escéptica pero le hice caso. Volví a sentirme como una alumna de primaria.

—Vale. Ahora intenta analizarlo un poco. Dime qué información te da el ejercicio y qué es lo que tienes que calcular.

Nombré todo sin demasiada dificultad, pero en el momento en el que me preguntó qué tenía que hacer con la información para poder obtener la respuesta, me bloqueé. Estas eran las cosas en las que Jake me ayudaba normalmente. Me explicaba qué fórmulas tenía que usar y por qué. Me ayudaba a entender el ejercicio mejor.

—No lo sé —admití, un poco avergonzada.

—No pasa nada. Intenta hacer memoria de todas las cosas que habéis dado durante el curso y trata de averiguar cuál de todas ellas te sirve para el ejercicio.

Poco a poco, fuimos avanzando hasta resolver el ejercicio, y cuándo pensaba que ya había acabado con los problemas matemáticos, Axel decidió que se me daban lo suficientemente mal cómo para centrarnos en ellos. Tuve que resolver y analizar muchos más.

Después de dos horas estudiando, acabé con el cerebro echo papilla.

—Necesito una pausa —aseguré, echándome para atrás.

—Bien. ¿Quieres beber algo? —ofreció.

—Agua, por favor.

Axel se levantó y desapareció del salón. Miré todo lo que había hecho y lo cierto es que me sentí bastante satisfecha. No solo por el hecho de haber resuelto muchos ejercicios, sino porque además, los entendía. Axel no me había ayudado solo a entender los ejercicios, sino a razonarlos para poder utilizar mis conocimientos en general. Se le daba sorprendentemente bien enseñar.

Al volver, dejó uno de los vasos de agua que traía frente a mí y se llevó el suyo a los labios al mismo tiempo que se sentaba en el sofá.

—¿Vamos a seguir después de la pausa? —pregunté. Yo ya me sentía suficientemente realizada. Si por mí fuese, allí habría acabado nuestra sesión de estudio. Sin embargo, muy a mi pesar, Axel negó con la cabeza.

—Necesito que termines la página para hacerme una idea de lo que tendremos que repasar la próxima vez —dijo —. Pero no tengo prisa, puedes descansar el tiempo que necesites. Tampoco pretendo hacer que pases cuatro horas seguidas frente al libro.

—Menos mal —murmuré aliviada. Me levanté y caminé hasta el sofá con mi vaso de agua en las manos. Las sillas del salón no eran precisamente cómodas, prefería mil veces sentarme sobre algo más blandito.

Noté la mirada de Axel sobre mí. Parecía que estuviese decidiendo entre si decir algo o no. Le sostuve la mirada para invitarle a que hablase.

—¿Pasó algo en la fiesta?

—¿El viernes? —Aunque la pregunta era bastante estúpida, Axel asintió con la cabeza —. No. Para nada. ¿Por qué?

—Porque estuviste arriba la mayor parte del tiempo y después simplemente te perdí de vista durante toda la noche —señaló —. Ciara dijo que te habías ido a casa.

—Estaba cansada. Las fiestas no son lo mío —admití.

—Lo suponía.

Me llevé el vaso de agua a los labios. Pues claro que lo suponía. No había que ser sherlock para sospecharlo.

—No estoy acostumbrada a la gente nueva —reconocí —. Trabajar en la cafetería se me da mejor de lo que pensaba, pero con las fiestas ya me he rendido totalmente.

—Da igual. Hay muchísima gente a la que no le gusta ir de fiesta.

—También hay mucha a la que sí le gusta. Pero el problema no es que te guste o no. El problema es el saber estar en una o sentirte completamente fuera de lugar.

Axel negó con la cabeza de manera casi imperceptible antes de alargar el brazo para dejar el vaso de agua sobre la mesa. Me fijé en los músculos de su brazo y vi que a partir de la manga de su camiseta, el color de su piel era distinto. Al llevar camisetas de manga corta prácticamente a diario, solo se le había bronceado una parte del brazo.

A mí eso este año no me había pasado. Las camisetas con las que salía a correr muchas veces eran de tirantes, y solo entonces pasaba el suficiente tiempo bajo el sol como para broncearme.

—Yo también necesitaba un descanso de la gente cuando salí al balcón —murmuró Axel —. A decir verdad, duré menos que tú.

Recordé la manera en la que se había separado del grupo para ir al jardín. La manera en la que le había dejado claro a Audrey que no quería que fuese con él. No había sido tan borde en realidad. Hasta había algo de culpa reflejada en su mirada. Creo que también estaba un poco decepcionado consigo mismo. Lo podía ver incluso en esos momentos, sentada en el sofá observándole.

—Ciara puede ser un poco agobiante a ratos —se rascó la nuca. Parecía un poco incómodo hablando de sus amigos, quizá porque no le gustaba hablar mal de ellos. Aunque en realidad no sonaba como si les estuviese insultando o algo —, y Audrey es demasiado atenta.

Asentí con la cabeza. No las conocía demasiado, así que no podía opinar, pero entendía lo que quería decir. No es que fuese algo malo, pero a veces necesitamos un poco de espacio, y hay gente que ocupa demasiado.

—Tus amigos me caen bien —dije —. No quiero que piensen que me fui porque no quería estar con ellos. Es solo... bueno, eso. Que no se me da bien hablar con gente que no conozco bien —admití —. No me gustan las conversaciones vacías, las que no llevan a ningún lado. No me gusta hablar por hablar, con el único fin de llenar un silencio incómodo.

Nada más terminar la frase, me di cuenta de que hasta el momento, esa era la conversación más larga que había mantenido con Axel. Era la primera conversación real que habíamos tenido, porque todas las demás habían sido solo frases sueltas y cortas, que en realidad no decían mucho de ninguno de nosotros.

Justo entonces se escuchó el sonido de unas llaves y segundos más tarde, la puerta de la entrada se abrió. Me asomé por la puerta del salón y saludé a la familia de Axel.

—¿Habéis terminado de estudiar? —preguntó Alexia. Axel negó con la cabeza.

—Aún nos queda un poco. Podemos seguir en la terraza si os molesta que estemos aquí.

—No, no, no os preocupéis. Harry y yo tenemos que preparar la comida, así que no íbamos a estar en el salón de todas formas —aseguró ella —. ¿Te apetece quedarte a comer, Zoe?

—Le he dicho a mi madre que volvería a la hora de la comida —decliné la oferta —. Gracias de todas formas.

—No me las des. Quiero que sepas que eres bienvenida siempre que quieras —sonrió.

Le di las gracias de nuevo y entonces Axel me preguntó si había descansado lo suficiente. Asentí y nos pusimos a estudiar otra vez. Si tuviese que describir la manera en la que Axel enseñaba, diría que era eficaz. Iba al grano, a lo importante y realmente tenía buena vista para analizar mis puntos más flojos. No pensé que alguien a quien se le dan tan bien las matemáticas pudiese comprender a alguien como yo, de aprendizaje lento.

—¿Por qué te gustan las matemáticas? —me sorprendí a mí misma preguntando de repente. Axel levantó la vista del papel, debatiéndose entre si merecía la pena contestar o ordenarme que no me desconcentrase y siguiese estudiando. Contra todo pronóstico, finalmente se decantó por lo primero.

—No lo sé. Son como puzzles o acertijos.

—¿Siempre se te han dado bien?

—Sí.

—Pues no entiendo cómo tienes la paciencia de enseñarme. ¿No te desespera ver que no pillo las cosas al instante? —pregunté, curiosa. Yo me habría desesperado, sin duda.

—No —respondió secamente —. A mi también se me dan mal muchas cosas, Zoe. Y sería una putada que a la gente le desesperase eso.

—En la fiesta de Audrey dijiste que no me garantizabas que fueses a ser un buen profesor, porque nunca habías enseñado a nadie —recordé —. Creo que se te da bastante bien. He tenido suerte.

Axel alzó una ceja.

—Menos mal que no te gusta conversar —declaró con notable sarcasmo.

Yo negué con la cabeza.

—Yo no he dicho eso. No es que no me guste hablar, es que no me gustan las conversaciones vacías —lo corregí —. No me gusta hablar por hablar. Hablad para saciar mi curiosidad es totalmente diferente.

Las cejas de Axel se elevaron aún más, aunque en seguida volvió a su expresión natural e inexpresiva.

—Y seguro que no tiene que ver en absoluto con el hecho de que estás cansada de estudiar y estás deseando hacer cualquier otra cosa que pueda distraerte —señaló. Me encogí de hombros. Axel cerró el libro y se levantó —. Está bien. Ya has hecho bastante, en realidad.

Suspiré de alivio.

Sin embargo, aunque sí que estaba harta de las matemáticas y estaba deseando terminar de estudiar, él estaba equivocado. No había empezado a hablar con él únicamente porque no quería seguir estudiando. Realmente tenía curiosidad. Quería saber qué era lo que hacía que le resultasen divertidas las matemáticas, cuándo yo no las soportaba en absoluto. De hecho, habían varias cosas en él que comenzaban a despertar mi curiosidad. Cómo el por qué estaba trabajando en el Hallon a tiempo completo en lugar de ir a una universidad. Estaba claro que, si era así de bueno con las matemáticas, sacar una media decente que le permitiese seguir estudiando no sería tan complicado.

A decir verdad, no habían demasiadas personas que despertasen mi curiosidad. Nunca he sido alguien a quién le interese meterse en asuntos ajenos. Kate es la única persona sobre la que quiero saberlo todo, y creo que simplemente se debía a que no me gustaba sentirme desplazada. Quería ser tan importante en su vida como ella lo era en la mía.

Sin embargo, el hecho de no saber nada de Axel, hacía que quisiese preguntarle muchas cosas. Casi todo lo que sabía sobre él me lo había contado Lydia o Audrey. Él nunca me había dicho nada. Sabía que le gustaba Trying not to love you de Nickelback porque la había escuchado una vez en su coche, pero no sabía qué otras canciones escuchaba cuando tenía los auriculares puestos y se dedicaba a ignorarnos a todos.

Yo siempre había supuesto que lo único que conseguía la gente cerrada y distante era que las personas se cansasen de ellos, por mucho que al principio pudiesen parecer interesantes e incluso misteriosas.

¿Sería Axel así también? Porque en esos momentos, parecía casi divertido tratar de averiguar más cosas sobre él. Como si se tratase de un reto. Pero no iba a poder mantener la intriga por mucho tiempo, ¿verdad?

Me pregunté cuánto tiempo duraría esa sensación de querer saber más sobre él. Me pregunté si alguien había sentido esa necesidad de conocerme mejor a mí también. Y me pregunté cuánto habría durado. Cómo de fina es la línea entre ser cerrado e inaccesible.

¡Saludos virtuales!

No sé si habéis leído la nota que dejé en mi muro de Wattpad, así que os lo resumo por aquí: he tenido unas semanas un poco malas, en las que no he podido escribir nada. Dije que os traería este capítulo, ya que lo tenía escrito ya, pero no sé que pasará la semana que viene. Supongo que me dará tiempo a escribir el capítulo antes del viernes. Si no, espero que lo entendáis. Sé que probablemente lo haréis, porque he tenido una suerte increíble con mis lectores. ❤️

Y, fuera dramas, ¿opiniones sobre el capítulo? Ha habido un poco de Kethan, y también hemos visto a Zoe acercarse un poco más a Axel (poco a poco, chicxs, poco a poco 😂).

Aquí vienen las preguntas de hoy:

¿Cuál es vuestro mayor miedo?

Para vosotros, ¿qué es más importante, la sinceridad o la lealtad?

¿Por qué decidisteis comenzar a leer esta historia?

Eso es todo por hoy. Espero que os haya entretenido el capítulo.

¡Abrazos virtuales!

Continue Reading

You'll Also Like

8.9K 1K 25
«Hay una historia detrás de cada persona. Hay una razón por la que son. No tan solo porque ellos quieren. Algo en el pasado los ha hecho así, y algun...
3.5K 558 26
«Solo tenemos dos opciones: vivimos de ilusiones o morimos de realidades». Al volver a Seattle, Anne debe enfrentarse a realidad: su padre no es el h...
254K 36.7K 44
*Fueron los libros los que me hacían sentir que quizá no estaba completamente sola, y tú me enseñaste que el amor solo es una debilidad.* Isis descub...
413K 4.3K 114
Aquí encontraras algunas sugerencias de historias que te harán pasar ratos espectaculares al leer. Animate y disfrutalas. Las historias publicadas la...