|Noticia inesperada|
— ¡Ohh, vamos, Ryuu-kuun~!
El despampanante cuerpo femenino se apegaba contra su torso sin una pizca de vergüenza y de manera seductora.
— ¡Ryuu-kuuun~♡!
Y aquellos ojos grisáceos le observaban con notorio nerviosismo y pánico.
El nuevo docente pelinegro había acabado arrinconado torpemente en contra de los casilleros más alejados de la academia.
Su respiración agitada sólo hacía sonreír a la mayor.
—D-disculpe... —murmuró Ryuu con evidente nerviosismo mientras sentía el cuerpo de su colega restregarse sobre él sin intenciones de detenerse.
Ésta simplemente sonrió, ignorandole.
Entonces tragó saliva. —Ah, eh, Kayama-sensei, t-tengo clase ahora mismo. —murmuró nuevamente con su rostro totalmente apegado al casillero, evitando los labios de la chica.
— ¡No seas tímido! —exclamó la mayor pasando sus brazos a través de su cuello. — ¿Sabes lo mágico que podría ser sentirme? —preguntó de manera coqueta. —Vamos, vamos, Ryuu-kuun~
Los labios de la mayor se estiraban sin cesar, en busca de su objetivo.
Ryuu ante ello cerró sus ojos con fuerza y presionó sus labios tal y como si acabase de comer un limón, mientras un sonrojo evidente cubría todo su rostro.
— ¡Y-yo—
—Kayama-san, presentese en la oficina del director.
Luego de que el altavoz posicionado en un lugar estratégico de la academia interrumpiera aquel encuentro, los ojos azulinos de la pelinegra se volvieron pesados al instante.
Giró su rostro hacia un lado y maldijo a Nedzu.
Entonces, despegó su cuerpo candente del de Ryuu al instante.
Lanzó un suspiro suave mientras acomodaba su cabello negro.
Y alzó su mirada, para encontrarse a un chico con sus labios con forma de asterisco y con su cuerpo totalmente pegado de manera tiesa en contra el casillero. Además de sus ojos, que estaban tan fuertemente presionados que parecía como si estuviesen pegados con pegamento para muebles.
La mayor soltó una risa burlesca en silencio, entonces sonrió. —Dios... ¿Qué pasa con los chicos de hoy en día? —murmuró cruzándose de brazos. —Yo no muerdo, solo rasguño. —soltó sonriente.
Ryuu parpadeo rápidamente notando a la mayor separada de él.
— ¿Cómo? —soltó el pelinegro de inmediato de manera nerviosa.
Pero ésta le ignoró, dándole la espalda. —Nos veremos de nuevo, Ryuu-kuun~ —dijo mientras se despedía, caminando lentamente hacia el pasillo.
Ryuu tragó saliva y lanzó un enorme suspiro de alivio apenas notó que se había librado de la presencia de la mujer.
Eso había sido... Terrible.
Luego de despegar todo su cuerpo tenso del frío casillero, notó que delante de Kayama pasaba de manera calmada aquel colega con quien había hablado el primer día.
Sus cabellos violáceos perfectamente cuidados se apreciaban desde la lejanía. Además de tener aquella mirada totalmente pacífica y tranquila.
Entonces, los ojos de la mayor se iluminaron al instante.
— ¡Shinsou-kuuuun! —exclamó de pronto, corriendo veloz hacia él.
Shinsou se tensó al instante y se notó que de su espalda había tenido un escalofrío, pues Ryuu observó que toda su espalda se encorvó por un milisegundo.
El de cabellos violetas le miró por el rabillo del ojo y entonces comenzó a correr por los pasillos como si huyera por su vida.
Era la carrera más extrema que había tenido hace ya exactamente... una semana.
Cuando también se la había encontrado cerca en un lugar tan solitario.
— ¡¡Shinsou-kun, no corras!! —exclamó la pelinegra cansada, notando como éste se perdía por los pasillos de manera veloz.
Lanzó un suspiro y posicionó sus manos en su cadera. —Dios... Que tímido eres. —habló con molestia, continuando con su caminata.
...
—Buenos días, Kayama-chan. —saludó Nedzu acomodando su corbata desde su asiento. — ¿Cómo estás?
— ¡Pésimo! —exclamó la chica, cruzándose de brazos. —El chico nuevo no cayó ante mis encantos. —respondió molesta. — ¡Shinsou-kun es muy tímido y Katsuki-chan ignora a todos, además de mandarnos a volar y amenazarnos de que nos matará!
Nedzu lanzó una pequeña risa ante esto.
—Deja a los muchachos tranquilos, Kayama-san. —respondió sonriente. —Sabes que ellos no vienen a coquetear. —continuó. —Al menos Katsuki-chan y Shinsou-chan son muy responsables en cuanto a trabajo... —respondió observando su lápiz. —Aunque bueno, Katsuki-chan a su manera. —agregó con un suspiro.
La mayor avanzó rápidamente con su ceño fruncido.
— ¡Ya sabes que me encantan los polluelos! —exclamó sentándose frente a él.
— ¿Por qué no lo intentas con a Aizawa o Mic? —preguntó Nedzu curioso.
El rostro de Kayama se volvió sombrío. —Imposible, imposible. —respondió negando automáticamente.
Nedzu negó con su cabeza divertido. —Bien, a lo que te he citado. —agregó en un suspiro.
Kayama observó atenta, notando como Nedzu sacaba un expediente.
Sus ojos parpadearon curiosos. — ¿Con qué sorpresa saldrás ahora? —preguntó ansiosa.
Nedzu le observó por un par de segundos para luego sonreírle. —Kayama-chan, tendrás un chico nuevo en tu clase.
— ¿Ehhhhh? —soltó la pelinegra. — ¿A estas alturas del año?
Nedzu asintió, cruzándose de brazos. —Sí, al parecer el chico sufría de bullying y decidió cambiarse a mitad de año escolar. —respondió con sus ojos centrados sobre el expediente. —Es triste.
Entonces abrió el expediente con cuidado y aclaró su garganta. —Sacó un pésimo puntaje psicológico, por lo que me preocupa. —susurró observando su puntaje. —Pero sorprendentemente sacó un excelente puntaje en el exámen teórico.
Los ojos de la pelinegra se abrieron al instante. — ¡Ah, qué lindo! —exclamó Kayama, observando la foto del expediente del chico. — ¡Es muy tierno, quiero abrazarlo!
Nedzu le sonrió. —Confío en que quedará en buenas manos. —habló neutral. —Sácale su máximo potencial. —agregó.
— ¡Sí! —exclamó la mayor emocionada. — ¡Yo llevaré a este pequeño angelito por un buen camino!
Nedzu le sonrió. —Bien, puedes irte.
— ¡Sí! —exclamó contenta.
Una vez salió de la sala totalmente feliz y emocionada, observó unos cabellos rubios cenizas pasear desde la lejanía.
Kayama se saboreó los labios y avanzó rápidamente.
La espalda ancha de aquel rubio se veía bastante tensa aún sin nadie a su lado molestándole.
Avanzaba a mala gana, escupiendo maldiciones y observando con odio puro todo objeto y persona que se cruzaba por su vista granate.
Y sus manos aún si estaban dentro de sus bolsillos, estaban tensas y vueltas unos verdaderos puños.
— ¡Katsuki-chaaaan! —exclamó Kayama, tomando de su brazo con excesiva confianza, apegando su pecho en su brazo. — ¿Cómo est—
Katsuki giró sus escarlatas extremadamente molestas y ojerosas frente a ella para empujarla con su mano libre, separandola de él al instante.
—Piérdete. —gruñó, mientras continuaba por los pasillos.
Kayama lanzó una pequeña risa.
— ¡¿Qué sucede, has dormido mal?! —exclamó de manera burlesca observando cómo éste continuaba con su camino. — ¡Estás aún más malhumorado que de costumbre, Katsuki-chan!
Katsuki pausó su caminata de manera inmediata.
Entonces giró su rostro bruscamente para clavar sus escarlatas rabiosas en su figura.
Katsuki Bakugou en esos instantes era como un lobo rabioso.
— ¡¿HAH?! —exclamó observándole por el rabillo del ojo. — ¡CIERRA LA BOCA PERRA, TE MATARÉ! —exclamó lanzando un gruñido al final de éste para continuar con su caminata.
Kayama lanzó una risa para luego perderse por los pasillos.
—Hoy sí que está de mal humor. —soltó sonriente, ya acostumbrada al genio de su joven colega. —Me pregunto qué es lo que le sucederá. —agregó curiosa. — ¿Será mal de amores?
Entonces negó automáticamente. —Es imposible que él esté pasando por algo así con aquella personalidad tan... Especial. —soltó.
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Es un nuevo lunes por la mañana, en el que el constante sonido del marcador en contra el pizarrón era lo único que se podía escuchar dentro del aula.
El silencio era realmente notable, aún si Kirishima y Kaminari hablaban mediante señas sobre qué les había parecido el nuevo juego que se había estrenado ayer.
Kaminari jugaba con sus dedos de manera exagerada, expresándole que le había encantado.
Kirishima por otro lado, sonreía y le levantaba las cejas constantemente.
E Iida Tenya tenía la necesidad de detener esa charla sin sonido y que carecía de sentido, pero no podía, ya que no estaban interrumpiendo la clase en absoluto.
Suspiraba molesto.
Por otro lado, Izuku observaba de manera lejana el cómo su profesor de matemáticas continuaba desarrollando el ejercicio en el pizarrón.
Su cuello era ancho y a la vez delicado, tal y como en su sueño.
En dónde lo había podido apreciar más de cerca.
Una sonrisa estúpida y boba nació en su rostro.
Aún recordaba ese olor a alcohol mezclado con sudor que tenía el rubio aquel día en el que le había visitado de sorpresa.
Eso y más el sueño que había tenido el fin de semana, no provocaba más que desconcentración en él.
—Demuéstrame que me perteneces.
Izuku Midoriya se sonrojó al instante, presionando su lápiz en contra sus dedos.
— ¿Entendido?
La voz ronca de Katsuki había resonado en todo el salón.
Izuku negó rápidamente con su cabeza de manera inconsciente, volviendo a sí mismo debido a la voz de Katsuki que había interferido en sus pensamientos.
En sus desvergonzados pensamientos.
— ¿Qué es lo que no entiendes, Midoriya? —preguntó el mayor cruzándose de brazos, posicionando sus escarlatas sobre él con demanda.
Izuku parpadeó y observó al frente rápidamente. — ¿Eh? —soltó de manera rápida. Entonces se percató de su error. — ¡Ah, no, nada! —exclamó, negando rápidamente con su cabeza y sus manos. —N-no ha sido nada. —murmuró observando sus apuntes cabizbajo.
Bakugou le miró fijamente durante un par de segundos.
Y su ceño se frunció.
Aclaró su garganta. —Bien, si no hay ninguna duda, seguiré con el otro ejercicio. —habló girándose para continuar.
La mano que sostenía el marcador se presionó con furia.
El maldito pecoso estaba ido y bastante distraído.
Gruñó a sus adentros, mientras dejaba que sus pensamientos inseguros volvieran a su mente.
¿Acaso era una maldita casualidad que luego de aquel estúpido y patético encuentro entre Deku y ese pedazo de mierda mutante, Deku estuviese distraído?
—Es un se-cre-to.
Sus colmillos se presionaron con furia, mientras continuaba con la jodida clase, observando de vez en vez el cómo Izuku miraba el cielo a través de la ventana o se quedaba observando un punto fijo.
Lo mataré.
Lo mataré.
Lo mataré.
Lo mataré.
Los pensamientos de Katsuki Bakugou en aquellos instantes se resumían en una constante amenaza de muerte.
—Izuku-kun. —susurró Uraraka.
Izuku parpadeó y le miró con curiosidad. — ¿Sí?
Uraraka le sonrió. —Acompáñame al receso, por favor.
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Que tengan una maravillosa semana, mis bellezas ♡
¡Nos leemos!