29 de Febrero: El Día del Nig...

By Sora_Cuadrado

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Hace cientos de años la aldea Nameless fue atacada por un terrible Nigromante que la habría reducido a ceniza... More

Prólogo
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Epílogo

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By Sora_Cuadrado

<<Antaño vivió en Nameless un joven mago. Al principio era un ser inofensivo que usaba sus poderos para ayudar al pueblo y por eso era respetado y aceptado por todos los demás habitantes. Mas con el tiempo, el joven mago se fue interesando por ciertos conocimientos que conducían a artes oscuras. Empezó a investigar sobre la muerte con el objetivo de vencerla algún día. No le bastaba con alargar sus años de vida, como al resto de los magos; él ansiaba la inmortalidad. Era un loco, pues nadie excepto ciertas criaturas mágicas como los dragones o los unicornios pueden obtener dicho secreto.

Sus hechizos y rituales se volvieron más y más abominables en ese afán obsesivo y el pueblo, asustado, comenzó a darle la espalda. Hasta que un día, hallaron el cuerpo de un hombre muerto cerca de la morada del mago. Había sido desangrado y sus vísceras habían sido extraídas para usarlas en un ritual de necromancia. Todos supieron que era el culpable, así que fueron a buscarle, mas el Nigromante ya se había marchado.

Largo tiempo pasó sin que el mago volviera. Tanto que la aldea olvidó que alguna vez había existido. Entonces fue cuando ocurrió.

La noche del 29 de febrero, el Nigromante regresó a su antiguo hogar con ansias de matar. Sus poderes y sus fuerzas habían aumentado y como si sus antiguos convecinos le hubiesen hecho algo, él llegó dispuesto a vengarse. Nadie supo el por qué.

Aquella noche mató a muchos aldeanos, incluso asesinó y degolló al jefe de la aldea. La habría reducido a cenizas y sangre, tal parecía su oscuro propósito, de no haber sido por el hijo del jefe: Adrien Olc-Mirage.

Adrien, que había visto a ese monstruo asesinar a su padre sin piedad, acudió solo en su busca. Su valor y su honor le protegieron de la magia del Nigromante y así, pudo arrebatarle su propia arma y herirle con ella en una cruenta batalla de la que Adrien salió victorioso.

No logró matar al Nigromante, pues cuando este vio peligrar su vida usó los pocos poderes que le restaban para huir al bosque. Adrien acabó herido de gravedad, demasiado débil como para seguirle.

Cuando sus compañeros le encontraron, Adrien estaba al borde de la muerte, mas logró explicar lo que había ocurrido.

-El Nigromante volverá a atacarnos- les dijo.- Es un ser oscuro y en el bosque se recuperará y volverá para vengarse. Debemos hacer algo para proteger la aldea.-

Y Adrien, que sabía que iba a morir, ordenó que tomaran su cuerpo, lo cortaran en cuatro partes y las enterraran alrededor del pueblo; pues eso nos protegería, evitando que el mago pudiera entrar.

Los hombres así lo hicieron, mas no pudieron soportar la culpa por haber descuartizado el cuerpo de su héroe, y abandonaron la aldea para siempre.

Desde entonces, el Nigromante no ha vuelto a atacar esta aldea. La protección de Adrien Olc-Mirage nos mantiene a salvo y aunque sabemos que él sigue en el bosque, no debemos temer mientras permanezcamos aquí.

Por eso cada año celebramos la gran hazaña de Adrien y vosotros, representáis su leyenda, para que nunca sea olvidada. Más aún en años como este en los que aparece de nuevo el 29 de Febrero, el día en que Adrien nos salvó.

No hay que tener miedo.>>

-Ya claro-

La voz de Aidan me sobresaltó porque ni tan siquiera le había oído acercarse. Seguía con esa sonrisilla suya y se balanceaba sobre sus pies con los brazos fuertemente cruzados.

-¿No hay que tener miedo? ¿Para qué nos repiten esa historia una y otra vez si no para asustarnos?- Parecía que me preguntara a mí porque hablaba en voz baja a mi lado; pero aún miraba a Murphy, así que también podía estar hablando consigo mismo.

-¿Qué te pasa? ¿Ahora tampoco crees en la leyenda?- le pregunté llamando su atención.

-¿Tú sí?- replicó.- Si cuanto hace falta para vencer la magia del Nigromante es valor y honor ¿Por qué no ha ido algún joven valiente y honorable a acabar con él en todo este tiempo? ¿Qué tenía ese Adrien de especial?-

Lo extraño (aparte de que eso se le hubiese ocurrido a mi hermano) es que tenía bastante sentido y nadie se hacía nunca esa pregunta, todos preferíamos creernos esa historia y no cuestionarla ¿Por qué hacerlo? Lo cierto era que el pueblo había vivido tranquilo los últimos años; asustado, pero tranquilo y libre de ataques.

Las únicas muertes que el mago había causado en los últimos tiempos habían sido de personas que habían entrado al bosque por su propia voluntad. Y quien hacía eso, conocía el peligro al que se exponía. Y me fastidiaba mucho pensar así porque una de ellas era mi madre, pero en cierto modo, ellas se lo buscaban.

El relato del señor Murphy logró apaciguar los nervios de sus alumnos, mucho más aliviados, tanto como si la historia hubiese cambiado la situación en la que nos encontrábamos.

Yo al menos sabía que seguía siendo la misma, pues no podía dejar de pensar en Henry y en lo mal que debía sentirse en esos momentos. Además, todo eso estaba atrayendo recuerdos muy dolorosos para mí, y que no estaban tan alejados en el tiempo.

El ambiente general del aula se había calmado cuando un nuevo sonido atravesó los cristales de los ventanales.

-Las campanas- dijo el señor Murphy. Desde donde estaba se puso a dar palmadas y alzó la voz.- ¡Bien, chicos ya sabéis lo que eso significa! ¡Salid del aula y dirigíos a la plaza!-

Le faltó añadir “con calma”, pues nada más terminar de hablar, todo el mundo se precipitó a la puerta a la vez, pensando (digo yo) que los empujones y codazos les abrirían paso hasta la salida porque sería una estrategia que a casi nadie se le habría ocurrido.

Yo me quedé quieta como siempre, pero en esta ocasión Aidan me cogió del brazo y me arrastró hacia los demás. Parecía que se hubiese declarado un incendio o algo peor. Murphy tardó más de minutos en despejar la puerta para que pudiésemos salir.

Casi todos corrían por el camino de piedra y después, sobre la nieve. Todos querían llegar los primeros a la reunión.

Cuando las campanas doblaban en la aldea era porque, a raíz de algún suceso reciente, el Consejo organizaba una reunión urgente y todos los ciudadanos debíamos estar presentes.

Se realizaban en el gran salón de la Casa de Justicia que estaba en la plaza. Era un auditorio bastante grande con numerosos asientos, pero no los suficientes para toda la aldea, de modo que si no llegabas pronto tenías que quedarte de pie al fondo.

Intenté seguir el acelerado ritmo de Aidan pero el vestido se me enredaba en los pies continuamente y cuando llegamos al salón ya había un corrillo de personas en la entrada que se habían quedado sin sitio.

Yo bufé fatigada por la carrera inútil que acababa de pegarme.

-Desde aquí no vamos a oír nada- me lamenté, pero Aidan siguió tirando de mí y logró abrirse paso a través del corrillo. Las personas se apartaban a nuestro paso porque él las empujaba y nos miraban mal.- ¡Aidan! ¡No podemos colarnos así!-

-¡No nos colamos! ¡Vamos hacia nuestros asientos!- dijo muy seguro. Cuando al fin estuvimos dentro recorriendo el pasillo central, vi a nuestro padre al principio del todo, en la primera fila, haciéndonos gestos con las manos para que fuéramos.- ¿Lo ves? Tenemos asientos reservados.-

Sí, claro que lo veía pero Aidan ignoraba o eso pretendía aparentar, todas las miradas de ira que nos lanzaban aquellos que, habiendo llegado antes se tendrían que sentar al final o quedarse de pie junto a la puerta abierta.

Por fin llegamos junto a nuestro padre que efectivamente había conseguido guardar dos asientos. Un hombrecillo sentado al otro lado le hablaba con las cejas apretadas en una mueca de contrariedad.

-Está prohibido reservar asientos en las reuniones urgentes, señor Thomas…-

-Claro, claro, Lovecraft…- le decía mi padre sin apenas prestarle atención. Nos recibió con una mirada algo tensa y nos indicó que nos sentáramos en los huecos vacíos.

Yo me senté entre mi padre y mi hermano, todavía con la capa puesta. Frente a mí estaba el escenario y la mesa donde se sentaba el Consejo. Allí estaban ya todos sus miembros: el actual jefe de la aldea que era quien tomaba las decisiones; el capitán de la guardia, encargado de mantener el orden; el doctor Kromch, médico del pueblo y junto a él, una silla vacía: la que pertenecía al padre de Henry.

¡Henry! ¡Él también debía estar allí!

Miré a un lado y a otro y después me giré, repasando cada fila de rostros sin hallar el suyo. Después miré entre los que permanecían de pie junto a la puerta.

Y le vi. Estaba de pie, en un rincón y alejado de los demás. Se apoyaba cabizbajo en la pared y su rostro quedaba oculto, así que no pude ver cómo estaba.

Le observé unos minutos, pero no movía ni un músculo. Era como una estatua y curiosamente, nadie se le acercaba para hablarle aunque todos debían saber ya lo ocurrido. Si al menos hubiese levantado la vista, yo habría intentado hacerle un gesto para reconfortarle.

-¡Ay!- exclamé cuando sentí el codo de Aidan contra mis costillas.- ¡¿Qué haces, animal?!-

-Deja de mirarle tan fijamente- me ordenó.

-¿Por qué?-

-Porque todos los demás te miran a ti-

Y el bruto tenía razón. Había varias personas que me miraban sin parpadear y cuchicheaban al seguir la trayectoria de mi mirada. No es que me importara, pero me volví hacia adelante y, eso sí, le devolví el codazo a mi hermano.

-¿Te crees que me importa lo que piense esa gente de mí?- le pregunté.- ¡Son todos unos insensibles! Henry debe estar destrozado y todo el mundo le ignora-

-¿Y a ti que más te da?- preguntó Aidan a su vez.-Eso es cosa suya ¿No? Henry Wentworth no tiene nada que ver con nosotros.-

Era increíble la facilidad con la que Aidan lograba irritarme siempre, incluso en los momentos más insospechados ¿Tenía que seguir con su odio hacia Henry incluso ahora? No entendía cómo podía ser tan cruel.

-Pues te recuerdo que ahora mismo es la persona que más se nos parece de toda la aldea.- Aidan dio un respingo ante mis palabras porque sabía que llevaba razón, aunque su orgullo no le dejó admitirlo.

Los dos guardamos silencio, enseguida daría comienzo la reunión.

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