69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE...

By jonazkueta

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COMPLETA. En librerías y Wattpad. Premio WATTYS 2020. En su segundo año de carrera, Andrés continúa siendo u... More

69SPC
EN PAPEL y WATTPAD
ANDRÉS, ANDRÉS FORUA...
UNA VECINA PECULIAR
EL PURÉ DE VERONY
VOLVEMOS A VERNOS
EL TRAYECTO EN ASCENSOR
UNA NOVELA ROMÁNTICA
LA CHICA DEL ASCENSOR
SESIÓN DE CINE
LA SEÑORA RODRÍGUEZ
EL PISITO PLAYBOY
UN MUÑECO CABEZÓN
PÍO, PÍO
¿Y LA CHICA?
ELLA
ELLA HUELE A LIBRO
A LEER
EL CÓDIGO
UN FANTASMA
SE ACABÓ
LA NOTA
ENCONTRADA
EL MENSAJE
O UNA PESADILLA
CRATERS
LA UNIVERSIDAD
EN CLASE
X
EL DELFÍN
MARTA
LA POLI Y EL ARRESTADO
TONTEO
BUNNYTO
UNIVERSO
MAÑANA
ASCENSO DEL LUNES
Anuncio del autor
ASCENSO DEL MARTES
UN REGALO
ASCENSO DEL MIÉRCOLES
LA DISCULPA
ASCENSO DEL JUEVES
A LA FIESTA
LOS SEIS
INFLUENCER
VERDAD O ATREVIMIENTO
DIBUJAR
¿AQUÍ?
CHANTAJE
LO DIGO TODO
ASCENSO DEL VIERNES
AL DESPERTAR
ANDRÉS JONES
AL TELÉFONO
VEINTITRÉS
DXABON
VELFONY
UNA MONTAÑA RUSA
LA INVITACIÓN
LA CAMARERA
LA CHEF
SAN JUAN DE GAZTELUGATXE
LA CUENTA
CUBO DE RUBIK
SOBRE REBECA
ERECTUS
¿Y EL SEGUNDO?
SUPERSTICIOSA
LOS DELFINES
EL MÓVIL
UN ENFERMERO
NO ESTÁN
EMERGENCIA
LA ESPÍA
EL QUIÉN ES QUIÉN
ROCADRAGÓN
A BERMEO
¿REBECA?
Anuncio del autor
LA MUESTRA DE AMOR
IDEAS
A LA ERMITA
AMUMA
LA DESPEDIDA
EL MARCAPÁGINAS
UN MES MÁS TARDE
FIN
EPÍLOGO (EXTRA)
Agradecimientos
En librerías
EXTRA I
EXTRA II
HUYENDO DEL VICIO en papel
EL ÚLTIMO AMANECER DE AGOSTO

CINCO PAVOS

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By jonazkueta

Hoy me he quedado muy poco tiempo en la biblioteca. A las 18.30 h he ido a casa, me he duchado, me he vestido con una camisa y unos pantalones chinos, y, a las 21 h, tras tomarme una tila doble, he usado el ascensor para bajar al octavo piso donde, ¡he quedado con Rebeca!

Ahora me encuentro sobre el felpudo de su casa. Respiro profundo y antes de que el nerviosismo me domine, levanto el brazo y llamo a la puerta: ¡Toc, toc!

—Todo va a ir genial —me digo a mí mismo, pero empiezo a dudar de mis palabras cuando transcurre un largo minuto y nadie me recibe—. Estará preparando los últimos detalles —quiero pensar, y vuelvo a llamar.

Pero nada. Resulta tan inútil como la primera vez. Culpo a mis débiles nudillos y pulso el botón del timbre: ¡¡¡Riiiing!!! En vano. Ha tenido el mismo éxito.

—¿¡¿Rebe?!? ¿Estás ahí?

La puerta vecina se abre y aparece un señor mayor, de unos setenta años, vestido con una camiseta interior de tirantes que deja al descubierto parte de su barriga, y un viejo pantalón de tela.

—¿Muchacho, vienes a ver a la nieta de la Bibiñe?

¿Bibiñe? ¿Así se llama su abuela?

—Eh... Vengo a ver a Rebeca.

El hombre asiente y comenta:

—Qué chica más maja. Lo que ha pasado esa familia, no se lo deseo a nadie. —Tras acariciarse la barbilla, añade—: Menos mal que la muchacha es fuerte... Ya lo decía su padre: «¡Esta niña tiene mi pelo rojo, es puro fuego!». Él y yo éramos buenos amigos, ¿sabes?

Amable, sonrío y le digo:

—Su padre tenía razón. Rebeca es muy fuerte.

—Así es. Y me agrada ver que últimamente está contenta —me confirma lo que ya me insinuó su abuela.

—Vaya, ¿y eso? —intento disimular la felicidad que me aporta su observación, pero me cuesta mucho que mi rostro no irradie alegría.

—Pues... Me he cruzado con ella un par de veces este último mes, y parece que ya vuelve a sonreír. La muchacha lo pasó muy mal tras la muerte de sus padres. Menos mal que tiene a la Bibiñe.

«Y a mí. Ahora también me tiene a mí», le quiero decir, pero me controlo, aunque el señor parece haberme leído la mente:

—Me alegra que se haya echado un noviete como tú. —Me guiña un ojo—. Se nota que es feliz contigo.

Mis ojos se abren, mi rostro rebosa de satisfacción y no puedo evitar jactarme:

—La verdad... Creo que soy su media naranja. —Me vengo arriba—. Sí, estoy seguro.

El señor suelta una carcajada.

—Me alegro por vosotros, muchachote.

—Sí. —Orgulloso, continúo—: Yo también me alegro. ¿Y Rebeca? Ahora mismo, apostaría cinco pavos a que es la persona más alegre del edificio. No me cabe la menor duda.

Acto seguido, escuchamos un fuerte llanto. Nos volvemos hacia el ascensor y... Hablando de la reina de Roma, por la puerta asoma. Rebeca avanza rápidamente, con la cabeza gacha y sin poder dejar de llorar.

—Rebe... —musito.

Me quita del medio, saca las llaves de su maletín y, entre sollozos, se adentra en casa. Me he quedado de piedra.

—¿Dónde están mis cinco pavos? —vacila el señor y me hace espabilar—: Ve tras ella, ¡venga!

—Adiós. —Entro y cierro la puerta a mis espaldas—. ¡Rebeca! —La acompaño al salón—. ¿Qué ocurre?

Sin prestarme atención, deja el maletín sobre la mesa, al igual que sus gafas, se sienta en el sofá y oculta su cara con ambas manos.

—Yo, Rebe...

Ando hacia un lado de la sala.

—Yo...

Ando hacia el otro lado.

—Verás, yo, eh...

No sé qué nota sacaré en la asignatura de Psicología de la Educación, pero en lo que a lidiar con los sentimientos se refiere, soy un desastre. Me siento a su lado y pregunto:

—¿Quieres que te deje sola?

Alza la vista y su llanto cesa mientras me observa. Yo también contemplo su rostro, enrojecido y húmedo, pero tan atractivo como siempre.

—Rebe... —Repito—: Que si tú quieres, yo me voy, o... —Me abraza—. ¡Oh!

Nada más siento que gimotea, mis párpados comienzan a temblar. No sería la primera vez que llorase con ella, ya lo hice en el ascensor. Pero ahora quiero mostrarme fuerte, y ayudarla a afrontar lo que tanto la está atormentando.

—Rebeca, tú puedes con... —Se me forma un nudo en la garganta. Trago saliva y sigo—: Puedes con todo.

—Y tú puedes —me da permiso—... llorar conmigo.

Oh, mierda. Cómo me conoce. Mis ojos se acaban de convertir en dos grifos abiertos.



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