Antes de diciembre / Después...

By JoanaMarcus

156M 9.2M 38.4M

PRIMER Y SEGUNDO LIBRO [Primer y segundo libro ¡publicados en papel! Esta es solamente la primera versión de... More

LIBRO 1: Antes de diciembre + trailer
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26 - final
LIBRO 2: Después de diciembre
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo

Capítulo 22

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By JoanaMarcus

Bueno, bueno, bueno... tengo una noticia que me entristece y me hace feliz a partes iguales. 

Y es que esto se acerca a su final *música dramática*

Esta historia solo tendrá 26 capítulos.

Pero como extra tendréis la historia de Ross (Tres meses) que ya tenéis disponible en mi perfil para ir guardándola si queréis, así que no todo es triste :D

No quiero enrollarme mucho, así que os dejo con el capítulo❤


Miré de reojo a Jack, que estaba tumbado en la alfombra del salón con Jane. Ella estaba sentada y lo miraba fijamente, curiosa. Cada vez que Jack se quedaba en silencio, ella daba un manotazo al juguete que tenía delante, él fingía que se asustaba y Jane empezaba a reírse.

Y luego decía que los niños no se le daban bien...

Sue no dejaba de mandarles miradas de advertencia porque, cada vez que intentaba ponerse a leer, el ruidito del juguete hacía que diera un respingo. Vi que cerraba los ojos, implorando paciencia.

Will estaba en el otro sofá cambiando de canal, aliviado de no tener que cuidar de Jane por un rato.

—¿Y esta? ¡Es perfecta!

Me volví a centrar en Naya, sentada a mi lado, que señaló algo en la pantalla de mi portátil.

—Boda temática —leí, poco convencida.

—¡Sería genial! —me dijo ella, entusiasmada—. Podrías hacerla con temática de Disney. ¡Yo soy Cenicienta!

—Sue es el enano Gruñón —Jack sonrió ampliamente.

Ella hizo un ademán de lanzarle el libro a la cabeza y Jane empezó a reírse mientras Jack levantaba las manos en señal de rendición.

—¡Y tú podrías ser Bella! —me exclamó Naya.

—Entonces, Ross es la bestia —preguntó Will con una mueca.

—A ver —Naya se encogió de hombros—, es un poco bruto.

—Gracias, amiga mía —Jack enarcó una ceja.

—¡No lo decía para ofenderte, pero es que quedaría genial!

—Lo siento, Naya —negué con la cabeza—, pero no lo veo. No creo que sea mi boda ideal.

—Ni la mía —me aseguró Jack.

—¡Nunca os gusta nada de lo que os digo! —protestó ella, cruzándose de brazos.

—Es que no sé por qué estamos mirando tipos de boda por Internet —le dije, frunciendo el ceño—. Es decir, ¿quién demonios busca eso?

—¡Pues cualquier persona que quiera informarse de qué tipos de boda hay en el mundo!

—Como le diga a mi madre que va a tener que disfrazarse en mi boda, Naya, va a matarme delante de todos los invitados vestida de señora Potts.

—Menudo giro argumental tendría el cuento —murmuró Sue.

—¿Y por qué te complicas la vida? —me preguntó Will, haciendo que lo mirara—. Haz una boda normal. La ceremonia en una iglesia y el banquete en un restaurante. Y ya está.

Estuve a punto de sonreír cuando vi que Jack empezaba a reírse burlonamente, acercando el juguete a Jane, que lo había empujado con el pie. 

—¿Una boda tradicional? ¿Quién demonios quiere eso hoy en d...?

Se cortó cuando Will se aclaró ruidosamente la garganta. Jack levantó la cabeza y la sonrisa desapareció cuando vio que lo miraba con mala cara.

—A parte de mí, claro —se llevó una mano al corazón—. Suena perfecta. Maravillosa. Es el sueño de mi vida.

Suspiré y negué con la cabeza.

—Jack, no me estaás ayudando mucho.

—¿Cómo que no? ¡Estoy distrayendo al monstruito!

Jane empezó a reírse como si quisiera confirmarlo. Jack la señaló, orgulloso.

—¿Lo ves?

—¡Con la boda!

—Ah, bueno, eso decídelo tú. Confío en tu buen juicio.

Me crucé de brazos.

—Sabes que también es tu boda, ¿no?

—Sí, gracias por recordármelo. A veces, se me olvida.

—¡Si te acordaras bien, estarías aquí sentado aportando ideas en lugar de dejármelo todo a mí!

—Eso, eso —Naya asintió con la cabeza.

Jack suspiró lastimeramente.

—A mí me da igual cómo sea la boda, Jen. Lo único que me importa es casarme contigo.

Me quedé en silencio. Especialmente porque Naya, a mi lado, soltó un ruidito parecido a un snif mientras se sorbía la nariz. Me estaba empezando a acostumbrar a ese sonido.

—Es que eso ha sido muy bonito —gimoteó, limpiándose las lágrimas.

—Qué cursis sois todos —murmuró Sue, asqueada.

Will, como siempre que teníamos una conversación sin rumbo, apagó la tele y se sentó, mirándome con una ceja enarcada.

—A ver... —empezó.

—Silencio, que se pare el mundo —anunció Jack dramáticamente—. La voz de la razón está a punto de pronunciarse.

—Oh, cállate —Will puso los ojos en blanco y volvió a mirarme—. ¿Por qué te molestas en organizarla tú? Ahora hay gente que lo hace por ti.

—Pero eso es carísimo —murmuré.

—Querida, tu prometido es rico —me recordó Sue.

Jack estaba poniéndole caras raras a Jane, pero se detuvo un momento.

—Ah, sí —sonrió ampliamente—. Es verdad. Soy rico.

—Bueno, es su dinero —aclaré, incómoda—. No puedo decidir en qué lo gasta y en qué no.

—Pero ahora también va a ser tu dinero —me dijo Jack, levantando y bajando las cejas—. Bienvenida al mundo de los ricos.

Me quedé en silencio un momento. No lo había pensado hasta entonces. Iba a tener dinero. Qué novedad en mi vida. Bueno... técnicamente no era mi dinero. Y sabía que seguiría sin querer gastármelo como si fuera mío. Y también sabía que Jack insistiría en que lo hiciera. Era muy pesado cuando quería.

—Pero... —Naya parpadeó hacia Jack—. ¿Tú cuánto dinero tienes?

Él se encogió de hombros y dejó de jugar con Jane, que seguía riendo.

—Ni idea.

—Ni idea —repitió Sue, incrédula—. Yo quiero ser así de rica.

—A ver, tampoco es tan importante. Solo es una cifra.

Will sonreía, divertido, ante nuestras caras de estupefacción. Jack simplemente parecía aburrido mientras bostezaba. Apoyó su cabeza en un puño y me miró.

—¿Quieres contratar a alguien que la organice?

—Eh... no lo sé.

—Si quieres, solo tienes que pedirme la tarjeta.

Naya casi babeaba a mi lado.

—¿Y si yo quiero comprarme algo?

—Lo siento —Jack le sonrió—, pero creo que tú no eres mi prometida.

—¡Pero lo gastaría mejor que Jenna!

—Y yo —aseguró Sue—. Si necesitas a alguien que lo derroche, ya sabes dónde acudir.

Negué con la cabeza, divertida. Vaya dos. Pero tenía que volver al tema de la boda.

—Antes de contratar a alguien, si es que lo contratamos., deberíamos tener una idea de cómo queremos que sea la boda... ¿no?

—¿De cuántas formas puede ser? —Jack puso una mueca.

—Jack, no solo es la forma, sino el lugar, y los invitados, y la comida, y la decoración, y la...

—Vale, vale —suspiró—. Lo pillo. Son muchas cosas.

Lo pensó un momento.

—¿No podemos hacerlo en casa de mi madre? Invitamos a viente personas, compramos una tarta en el supermercado y...

Naya le lanzó un cojín a la cara antes de que terminara. Él parpadeó, sorprendido ante su enfado repentino.

—¡No seas cutre! —le espetó—. ¡Eres malditamente rico, más te vale hacer una boda a la altura para que las fotos sean perfectas!

—Naya, cuenta hasta diez —le recomendó Will.

Ella siguió con un mohín hacia Jack, que le entrecerró los ojos.

—Tienes suerte de que no quiera maltratarte delante de tu hija, porque sino ya te habría lanzado ese cojín a la cara.

—Uy, qué miedo.

—¿Podemos centrarnos? —Will suspiró y me miró—. A ver, Jenna, ¿tú tienes alguna idea de... el lugar, por ejemplo?

Lo consideré un momento y me puse roja cuando me di cuenta de que sí tenía una idea. Una demasiado clara. Quizá le había dado más vueltas al asunto de la boda de las que querría admitir. Jack empezó a reírse cuando vio que me había ruborizado.

—Dime que no has reconsiderado lo de la fiesta con temática de Disney, por favor.

—No es eso. Y estamos hablando del lugar —le puse mala cara.

—¿Y qué tienes pensado? —preguntó Naya.

Me aclaré la garganta, incómoda.

—Bueno... suena un poco... mhm... raro. Pero...

—Esto se pone interesante —Sue cerró el libro, mirándome también.

Todos se quedaron en silencio, esperando a que siguiera hablando. 

—Pero... siempre me ha gustado la idea de casarme en la playa.

Hubo un momento de silencio. Miré de reojo a Jack, que parecía un poco sorprendido.

—¿En la playa? —repitió.

—Sí... lo sé. Suena un poco raro...

—Admito que no me esperaba eso.

—Lo sé. Solo es una idea. Si no te gusta no tenemos que....

—¿Por qué en la playa? —me interrumpió Sue.

—Porque... no lo sé. La idea de una boda taaaan formal no me gusta. Es como... que en la playa podríamos estar más relajados. Y es mucho más cómodo en cuanto a vestuario, ¿no? Casi no hace falta ni llevar zapatos...

Me aclaré la garganta de nuevo, incómoda, cuando vi que todos me miraban en silencio.

—¿A lo hippie? —Naya puso una mueca de horro absoluto.

—Sí... —me ruboricé todavía más.

—P-pero... ¿se te ha ido la olla? ¿Qué...?

—Me encanta —la interrumpió Jack, sonriéndome solo a mí—. No se hable más. Una boda playera. A lo hippie.

Naya seguía pareciendo incrédula, pero Will sonrió ampliamente.

—Bueno, ahora solo os falta todo lo demás. Enhorabuena.

—Gracias por tanta positividad, Will.

—De nada —me dijo, divertido, poniéndose de pie—. Bueno, esta una conversación muy interesante, pero ya va siendo la hora del baño de una señorita.

Jane sonrió ampliamente y estiró los brazos cuando lo vio acercarse. Will la levantó y la sujetó con un brazo, llevándola al cuarto de baño. Naya suspiró y los siguió, aunque lo más probable era que solo fuera a quedarse a un lado de brazos cruzados. Unos días antes, Jane había estado a punto de resbalarse de sus brazos y ahora le daba miedo bañarla sola. Así que era otra tarea añadida para el pobre Will.

Jack se puso de pie con un suspiro y vino a sentarse a mi lado para mirar también el portátil. Yo ya había escrito "bodas de playa" y miraba fotos.

—¿Estás seguro que te gusta eso? —pregunté, echándole una ojeada—. No quiero obligarte a hacerlo. Es decir... también es tu boda.

—A mí me da igual cómo sea, ya te lo he dicho.

—Vamos, Jack. Seguro que tienes una idea de cómo te gustaría que fuera. Es imposible que no la tengas.

—Si fuera por mí, nos iríamos ahora mismo al ayuntamiento, firmaríamos un papelito y ya estaríamos oficialmente casados y felices como perdices.

Le di un manotazo en el hombro, divertida.

—Qué poco romántico eres.

—Aunque, claro, pensándolo mejor... —sonrió ampliamente, pasándome un brazo por los hombros y atrayéndome hacia su cuerpo.

—¿Qué? —lo miré, curiosa.

—...si hacemos una boda normal... querrá decir que también tendremos una noche de bodas.

Me puse roja como un tomate y él siguió imaginándoselo.

—Y la luna de miel, claro. Y ya te digo yo que sé cómo la pasaremos.

Iba a responder, pero me callé cuando escuché a Sue cerrar su libro y ponerse de pie, asqueada. 

Se me había olvidado que estaba ahí.

—Bueno, tras tantas muestras de amor, ha llegado el momento de que vaya a vomitar al cubo de basura de mi habitación —sonrió irónicamente—. O a lanzarme por la ventana, no lo sé. Depende del frío que haga.

Negué con la cabeza, divertida, cuando se encerró en él y Jack me cerró la tapa del portátil, dejándolo en la mesita.

—¡Oye, estaba mirando eso!

—Venga, ahora estamos solitos, podríamos hacer algo más interesante que mirar fotos.

—¿Puedes dejar de pensar en eso, pervertido?

—¿Teniéndote tan cerca? No lo creo.

—¡Jack!

—¡Llevamos un mes peleados! ¡Tengo mis necesidades!

—¿Un...? ¡Solo estuvimos peleados unos pocos días! ¡Y eso fue hace dos semanas!

—Pues a mí me pareció un mes —sonrió como un angelito y me enganchó con un brazo por la cintura, sentándome en su regazo.

Lo miré con mala cara cuando me acercó un poco más y me puso las manos en las rodillas.

—¿Dónde quieres ir de luna de miel? —pregunté, curiosa, volviendo al tema.

—Tú te encargas de la boda, ¿no? Pues yo me encargo de la luna de miel.

—Pero...

—...y eso es todo lo que sabrás del tema.

Me crucé de brazos.

—¡Tengo derecho a saberlo!

—Y lo sabrás cuando tengamos que ir. No seas tan impaciente, querida Michelle.

—¡No me llames...!

No me dejó responder. Me puso una mano en la parte baja de la espalda para atraerme hacia él y pegó sus labios a los míos. Al final, le sostuve las mejillas con las manos y le devolví el beso. Jack estaba sonriendo cuando me separé.

—¿Qué? —pregunté, confusa.

—Nada —se puso de pie sin soltarme—. Vamos a trasladar esta bonita estampa familiar a la habitación antes de que vuelva Sue a cortarnos el rollo.

—Siempre pensando en lo mismo —puse los ojos en blanco.

—Como si tú no lo hicieras, pequeña pervertida —murmuró, transportándome como si no pesara nada.

—¡Yo no lo hago!

—Te recuerdo que el año pasado confesaste que habías tenido sueños húmedos, calientes e intensos conmigo. En los que era muuuucho mejor que tu novio.

—Yo no fui tan detallista, Jack.

—No hace falta. Yo añado los detalles por los dos.

Sonrió, divertido, y abrió la puerta con la mano libre. Al instante en que cerró, el olor a pintura me invadió la nariz y me di cuenta de que había dejado todas mis cosas en el suelo. Suspiré e hice un ademán de apartarme de Jack cuando se sentó en la cama conmigo encima. No me dejó.

—¿Dónde vas? —preguntó como un niño pequeño al que han quitado su golosina.

—A Mordor —puse los ojos en blanco—. Venga, suéltame un momento, pesado, tengo que recoger eso.

—¿Y tienes que hacerlo ahora?

—Sí.

—¿Y no...?

—No.

Suspiró dramáticamente y levantó las manos en señal de rendición. Por mi parte, me puse de pie y me agaché para meterlo todo de malas maneras de nuevo en su caja. Escuché que él volvía a suspirar para reafirmar su descontento y vi de reojo que agarraba uno de mis cuadernos.

—¿Puedo cotillear? —preguntó.

—Ya lo estás haciendo —murmuré, divertida.

—¿Me voy a encontrar algún dibujo de mi cara? —quiso saber, entusiasmado.

—Pues no.

—¿Y de alguna otra parte de mi anatomía? —preguntó en un tono mucho más interesado.

—¡Yo no dibujaría eso! —le dije, avergonzada.

—Pues si lo hicieras, serías una pintora famosa.

—No seas tan creído. No hay ningún dibujo tuyo.

—¿En serio? Yo creí que era tu musa.

—Eres mi pesadilla.

—Pues te vas a casar con tu pesadilla. En una playa. Descalza. A lo hippie. Enhorabuena, querida Michelle.

—¡¿Quieres dejar de llamarme Michelle?!

—Tú me has llamado pesadilla. Empate.

Escuché que pasaba las hojas y seguí recogiendo, pero me detuve cuando me di cuenta de que estaba callado. Muy callado. Especialmente para ser él, que no se callaba ni debajo del agua. Dejé las cosas un momento para mirarlo, confusa, y vi que tenía el ceño fruncido mientras seguía pasando páginas, ahora más lentamente.

—¿Qué? —pregunté, intrigada.

—¿Esto es tuyo?

—No, Jack. Es de Sue. A veces me deja sus cosas para que se las guarde. ¿Tú qué crees?

Se volvió a quedar en silencio, pasando páginas hasta que terminó el cuaderno y lo cerró con una mueca. Fruncí el ceño.

—¡Me estás poniendo nerviosa, di algo!

—Es que... es decir... es bueno —me miró—. Realmente bueno.

Me quedé en silencio un momento antes de cruzarme de brazos.

—¿Puedo preguntar a qué viene ese tono sorprendido?

—A que... no sé... sabía que se te daba bien, pero no tanto. Esto es muy bueno, Jen, en serio.

—Bueno... he estado practicando —me puse roja cuando insistió en que estaba haciendo algo bien. No estaba acostumbrada a tanto halago—. Tampoco es para tanto.

—Sí lo es. Deberías venderlo.

—Sí, claro. Seguro que fuera hay una cola de gente esperando para comprarlo...

—Pues no. Pero podría hablar con Joey y...

—Jack, déjalo —le quité el cuaderno y lo lancé al montón en el que tenía las otras cosas—. Tenemos cosas que hacer. Se me había olvidado. Le dije a mis padres que los llamaríamos.

—¿Ahora? ¿No teníamos cosas que hacer?

—Son casi las nueve. ¿A qué hora quieres que los llame? Venga, ven.

—Esto no es justo, Jen.

—La vida no es justa, lo siento.

Escuché que me seguía hacia el salón. Seguía estando vacío, así que me dejé caer en el sofá y busqué a mis padres en Skype. Jack se sentó a mi lado, bostezando otra vez. Esos días había vuelto a pasar mucho tiempo con el equipo de su película y muchas veces venía tarde y cansado, por lo que dormía pocas horas. Pobrecito.

Me miró, pasándose una mano por el pelo perezosamente.

—¿Y qué íbamos a decirles?

Lo miré, divertida.

—¿Tú qué crees?

—No lo sé. Cuando me dejas con las ganas, me cuesta concentrarme.

—Jack, vamos a decirles que nos casamos. Más que nada, porque son mis padres. Y mis hermanos.

—Si ya lo saben, ¿no?

—No. Solo saben que querías pedírmelo.

—No has vuelto a casa con las maletas hechas —enarcó una ceja—. Seguro que suponen que la cosa ha ido bien.

Sacudí la cabeza, divertida, dándole con el hombro al suyo mientras esperaba a que mis padres respondieran. Seguramente les llevaría un rato teniendo en cuenta su enemistad con la tecnología. A no ser que mis hermanos los ayudaran.

—¿Y qué hay de tus padres? —le pregunté.

—Mi madre ya lo sabe —frunció el ceño—. Y mi abuela. Se lo dijimos juntos, ¿no te acuerdas?

—No me refiero a eso, Jack.

Él me observó unos segundos y vi el momento exacto en que lo comprendía y su mirada se enfriaba.

—No voy a hablar con él —aclaró.

—Es tu padre —le recordé—. Tiene derecho a enterarse por ti.

Él suspiró, mirando la pantalla de espera.

—¿Por qué quieres contárselo después de todas las idioteces que te dijo?

—Porque sigue siendo parte de tu familia. Y pronto tu familia será la mía, por lo que también será parte de la mía.

—Tú no tienes por qué tener nada que ver con él —me dijo en voz baja.

—Jack...

—Y ser parte de mi familia no hace que se convierta automáticamente en mejor persona.

—Jack, no creo...

—Además, está ocupado con el divorcio. Seguro que ni se entera hasta dentro de cinco años. Un problema menos.

Estuve a punto de decir algo, pero escuché las voces de mis padres discutiendo y me di cuenta de que acababan de conectarse.

—¡Que no era ese botón, era el rojo! —le gritaba mamá a Spencer.

—¡¿No veis que ha funcionado?! —él parecía estar a punto de matarlos.

—¡No ha funcionado porque yo no oigo a la niña! —le dijo papá, indignado.

—¡Si la tenéis en la maldita pantalla!

—¿Qué pantalla?

—Hola, papá. Hola, mamá —murmuré, avergonzada.

Jack, a mi lado, intentaba no reírse con todas sus fuerzas. Yo sentí que se me encendían las mejillas. ¿Por qué solo hacía esas cosas mi familia?

Papá y mamá nos vieron por fin.

—¡Jenny! —exclamó mamá, entusiasmada—. ¡Puedo verte!

Sonny y Steve se reían a carcajadas detrás de ellos mientras Spencer suspiraba.

—Sí, mamá, bienvenida al siglo veintiuno. La tecnología a avanzado mucho.

—Sí, ahora tenemos pequeños aparatos llamados "portátiles".

—Sirven para enviar señales al espacio y destruir planetas.

—Y civilizaciones extraterrestres.

—¡Callaos ya! —perdí la paciencia.

—Oye, yo tengo cosas que hacer —me dijo Sonny, asomándose entre nuestros padres—. ¿Tienes algo que decir o solo estamos aquí para ver tu cara fea?

—Y la mía —Jack sonrió ampliamente.

—¡Oh, querido! —mamá pareció entusiasmada—. ¿Cómo estás?

—¿En serio? —le puse mala cara—. ¡A mí ni siquiera me has saludado!

—A ti ya te tiene muy vista —me dijo papá tranquilamente.

—Vaya, muchas gracias.

—Bueno —Steve intervino—, ¿y por qué no habéis venido a vernos? ¿Tu novio no es rico, Jenny?

—Steve... —me puse roja como un tomate.

—Podríais comprar un jet privado o algo así —murmuró Sonny.

—Y perderlo en algún lugar con Jenny dentro —añadió Steve, sonriendo maléficamente.

—No querrá sacrificar un jet privado por Jenny.

—Es verdad, el jet es demasiado valioso.

—¡¿Os queréis callar?! —perdí la paciencia otra vez.

—Eso, dejad que hablen —les chistó mamá antes de girarse hacia nosotros con el entusiasmo en los ojos—. ¿Y bien?

Su sonrisa amplia me daba a entender que ya sabía por dónde iba la cosa.

—¿Qué tal el... ejem... asuntillo? —levantó y bajó las cejas—.  ¿Puedo ir comprándome un vestido bonito?

Mis hermanos la miraron con una mueca de confusión mientras papá ponía los ojos en blanco.

—Qué bien disimulas, querida.

—¿Alguien puede explicar algo? —preguntó Spencer.

Miré a Jack, que se lo estaba pasando en grande, y suspiré.

—En realidad... —sonreí felizmente—. Queríamos deciros que vamos a casarnos.

Hubo un momento de silencio. Papá sonreía como si ya lo supiera. Mamá parecía que iba a llorar de felicidad. Y mis tres hermanos tenían la misma mueca de confusión. Exactamente la misma. Daban miedo.

—Espera —Spencer volvió a la realidad, parpadeando—, ¿tú? ¿Te casas? ¿Con alguien?

—Conmigo, concretamente —aclaró Jack.

—Entonces, su habitación es oficialmente nuestra, ¿no? —Sonny sonrió ampliamente.

—¡Por fin! —Steve aplaudió.

Mamá se giró con la indignación en la cara y les dio un golpe a ambos en la nuca. Los dos la miraron, sorprendidos.

—¡Mamá! —protestó Steve.

—¡Este es un momento precioso! ¡El próximo que se atreva a estropearlo, va a dormir en el patio trasero esta noche! ¿Está claro?

Ellos dos la miraron, perplejos, pero asintieron con la cabeza. Mi madre volvió a girarse hacia nosotros con una sonrisita de angelito.

—¡Estoy muy contenta por vosotros! —nos aseguró—. Oh, querido, me alegro que seas tú quien se casa con nuestra niñita. Sé que no es fácil de aguantar...

—Mamá... —mascullé, avergonzada.

—...pero es una buena chica —añadió—. Si intentas ver solo lo positivo, al final compensa todo lo demás.

—Por Dios... —suspiró Spencer.

Y estuvimos hablando con ellos durante un rato más y la verdad es que mi familia pareció bastante feliz con la noticia. Shanon había decidido decírselo ella a Owen porque él seguía sin aceptar demasiado bien a Jack, así que por esa parte nos podíamos olvidar.

Pero... seguía estando el padre de Jack.

Él cerró el portátil cuando terminamos y se levantó, estirándose perezosamente.

—Hoy me apetece cocinar —murmuró—. ¿Quieres comer chili picante?

—¿Cómo lo has adivinado? —ironicé.

—No te mereces que te prepare mi chili. No sabes apreciarlo como se merece.

Y, claro, lo preparó igual, el muy pesado.

Las caras de horror de Will, Naya y Sue cuando volvieron por el pasillo y lo olieron hicieron que tuviera que contener la risa.

***

Subí las escaleras distraídamente para hacer un poco de ejercicio extra. La música seguía sonando por los auriculares cuando entré en casa y dejé las dos bolsas que había traído del supermercado en la barra de desayuno. 

Naya y Will volvían a estar en el pediatra con Jane, de Sue no sabía nada y Jack estaba otra vez con Joey, así que tenía la casa para mí. Subí el volumen y seguí colocando las cosas.

Sin embargo, no llevaba cinco minutos cuando vi por el rabillo del ojo que la puerta principal se abría. Jack me sonrió ampliamente y yo le devolví la sonrisa, pero me detuve un poco cuando vi que estaba hablando con alguien. Me quité los auriculares, curiosa.

—...te he dicho.

Él se detuvo junto a la barra de la cocina y vi que Joey lo seguía. Ella me dedicó una sonrisa radiante cuando bajó los ojos a mi anillo.

—Mi chica favorita —anunció.

—¿Yo? —pregunté, confusa.

—Has conseguido que el cabezota de tu prometido haga su trabajo sin protestar demasiado. Eso te convierte en mi chica favorita —me aseguró, suspirando—. Felicidades por el compromiso, por cierto.

—Gracias —sonreí, pero seguía un poco confusa por su presencia—. ¿Quieres algo? ¿Un vaso de agua o...?

—No, gracias.

—En realidad —Jack me sonrió como un angelito—, está aquí porque le he hablado de tus dibujos.

Me quedé mirándolo un momento, paralizada. Él tenía una expresión un poco precavida. Porque yo le había pedido explícitamente que no lo hiciera.

—Jack... —empecé.

—Solo quiero verlos —me aseguró Joey—. ¿Qué tiene eso de malo?

—Exacto, Jen, ¿qué tiene de malo?

Le dediqué una mirada de advertencia y su sonrisa se amplió.

—¿Puedo ir a buscarlos?

—No.

—Genial, ahora vuelvo.

Me crucé de brazos cuando fue a la habitación felizmente y volvió poco después con mis tres cuadernos. Menos mal que no sabía dónde estaban los lienzos.

Admito que estaba un poco nerviosa cuando vi que Joey agarraba uno y empezaba a ojearlo. Su expresión era mortalmente seria y centrada, cosa que solo aumentó mis nervios. Jack me dedicó una sonrisita y le puse mala cara. Ya hablaría con él.

—Mhm... —murmuró Joey, cerrando el primero y agarrando el siguiente.

—¿Mhm? —repetí, confusa.

Me chistó y yo me puse roja mientras Jack se reía. Ella siguió pasando páginas y llegó al último cuaderno. Cuando lo terminó, lo dejó con los demás y me miró, todavía seria. Yo tragué saliva.

—No pasa nada —me encogí de hombros—. No me ofenderé por...

—¿Y por qué ibas a ofenderte? —enarcó una ceja—. Me han gustado.

Puse una mueca, un poco perdida.

—¿Sí?

—Sí.

—¿Y... por qué... estás tan seria?

—Ah, perdón —sonrió, repentinamente feliz—. Es la costumbre. Tengo que parecer seria cuando tenemos una reunión importante. Sí, me han gustado. Tenías razón, Ross. Es buena.

—¿Lo ves? —él negó con la cabeza—. Al final, siempre tengo razón.

—Sigue repitiendo eso hasta que te lo creas —le dije, cruzándome de brazos.

—Vas cayéndome cada vez mejor —me murmuró Joey, volviendo a mirar uno de los cuadernos—. Sí, definitivamente podemos trabajar con esto.

—¿Trabajar? —repetí.

—Y no será muy difícil posicionarla. Podríamos usarte a ti como cebo, Ross. O incluso a tu madre.

—No es mala idea —murmuró él.

—¿De qué demonios estáis hablando? —pregunté, intentando no morir ignorada.

—Queremos vender tus dibujos —me dijo Joey.

Entreabrí los labios, perpleja.

—¿Eh? ¿A quién?

—A quien quiera comprarlos —ella se rio.

Miré a Jack y me di cuenta de que se habían quedado en silencio porque esperaban una respuesta.

—¿Y alguien querría comprar... eso?

—¿Por qué no? Son buenos. Y eres una artista nueva —me dijo Joey—. Eso siempre suma puntos. Todos los ricos quieren el poder de decir, en el futuro, que fueron los primeros en invertir en artistas famosos.

—¿Artistas... famosos? —seguía sin procesar lo que me decían.

—Además, podemos usar la imagen de Ross para promocionarte —añadió con toda la seguridad del mundo—. ¿Quién no querrá ver lo que ha pintado la futura esposa del director del momento?

—Yo... —empecé a agobiarme solo con pensarlo—. No sé... es decir...

—Bueno, piénsalo —Joey se puso de pie—. Yo hablaré con unos colegas que tengo en el mundo del arte para informarme mejor, ¿vale?

—Sí, pero...

—Ahora, tengo que irme —suspiró y miró su móvil, que estaba vibrando—. Maldita sea, ya llego tarde.

Y, sin decir una sola palabra más, fue directa a la puerta y nos dejó solos. Yo miré a Jack, que había rodeado la barra para acercarse a mí. Sin embargo, se detuvo a una cierta distancia de seguridad porque no sabía cómo iba a reaccionar.

—No tienes que decir que sí —me aseguró—. Solo quería que vieras que tienes esa opción.

—¿Lo de... vender todo eso?

—Te dije que era bueno. Y Joey no te habría dicho que lo es si no lo creyera, te lo aseguro.

Como vio que me quedaba en silencio, decidió seguir hablando.

—Además, ya he firmado el contrato de la película y no empezaremos a rodar hasta el año que viene. Todavía están en procesos de casting y todo eso... Joey va a tener tiempo libre. Igual incluso puede ser tu representante y todo eso...

Frunció un poco el ceño cuando vio que seguía en silencio.

—Vale, ¿vas a decir algo? Porque me siento como si estuviera hablando solo. Es un poco raro.

—Yo... no... —reaccioné por fin—. No lo sé, no me lo esperaba.

—¿Y eso quiere decir que estás enfadada? ¿O contenta? —enarcó una ceja, intrigado—. ¿O... algo?

—Estoy... sorprendida.

—Sorprendida —repitió, poco convencido.

—¿De verdad crees que... puedo vender algo?

—Claro que sí. Creo en ti.

Eso me caló más hondo de lo que admitiría jamás. Apreté los labios cuando se me formó un nudo en la garganta. Él parpadeó, sorprendido.

—¿Vas a llorar? —parecía que iba a entrar en pánico—. ¿Qué pasa? ¿He hecho algo mal? No quería...

—No es eso, idiota.

—Ah —arrugó la nariz—. ¿Y qué es?

—Es que... no estoy acostumbrada a que alguien crea en mí.

Se detuvo un momento, sorprendido. Tardó unos segundos en reaccionar. Después, me dedicó una sonrisa tierna y acercó a mí, poniéndome una mano en la nuca.

—¿Es cosa mía o te has puesto en modo sensiblero, Mushu?

—Estoy tan sensiblera ahora mismo que voy a pasar por alto que me has llamado Mushu.

Empezó a reírse, divertido.

—Bueno, supongo que eso significa que puedo dejar que Joey haga su magia con tus dibujos, ¿no?

—Supongo...

—Genial —parecía más entusiasmado que yo—. A ver si así empiezas a pintarme a mí.

—¿Por qué quieres que te pinte?

—Verme a mí mismo a través de tus ojos sería interesante.

Puse los ojos en blanco.

—Prefiero que no te veas a través de mis ojos.

—¿Por qué no?

—Porque es lo último que necesita tu ego.

Sonrió ampliamente.

—Mi ego ahora mismo se siente muy halagado.

Se inclinó hacia delante y yo me eché hacia atrás al instante en que me acordé de un pequeño detalle.

—Por cierto, he estado mirando playas, planes... todo lo de la boda —le dije— y todo el mundo recomienda que esperemos a que haga más calor.

—¿Qué? ¿Y eso cuánto tiempo es?

—Pues... quizá podríamos casarnos en junio.

—¡¿Tanto tiempo?! —pareció horrorizado—. Yo quiero casarme ya.

—Jack...

—Deberíamos hacerlo antes de diciembre. No hará tanto frío.

—Definitivamente, vamos a hacerlo después de diciembre.

—¿Por qué quieres esperar tanto? —puso una mueca.

—¡Porque no quiero que se ponga a llover en medio de la ceremonia!

—Yo sí. Se te transparentaría el vestido.

—¡Jack, mis padres estarán ahí!

—Bueno, pues que no miren. Ya miraré yo, no te preocupes.

—Lo digo en serio.

—Vaaaaale —suspiró—. ¿Y cuándo lo hacemos? ¿En febrero?

—En febrero hace frío.

—Sí, pero en una playa que hay cerca de aquí se hace eso de los farolillos en febrero y queda muy profundo y significativo y todas esas mierdas.

—¿Que se hace qué?

—La gente va a la playa a encender esos farolillos de papel y los hace volar. A mi madre le encanta. Siempre nos llevaba a hacerlo cuando éramos pequeños. Lo llaman las luces de febrero o algo así.

—¿Y podemos ir a verlo? —me ilusioné—. Aunque la boda la haremos más adelante.

—Lo digo porque podemos hacerlo nosotros en la boda, tonta —puso los ojos en blanco.

—Oh —lo miré como si le hubiera salido una segundo cabeza—. Un momento, ¿has colaborado con lo de la boda? ¿Te encuentras bien? ¿Tienes fiebre?

—Muy graciosa. Esa es la única aportación que voy a hacer.

—Muy bien, pues nos casamos en... abril.

—Pues en abril. ¿Qué día?

—¿Tenemos que decidirlo ahora?

—¿Por qué no?

—Pues... el quince. Nuestro mesiversario.

—No me seas básica, Mushu.

—Pues el dieciséis —le puse mala cara—. ¿O ese tampoco le parece bien al señorito?

—No —sonrío—. El dieciséis de abril. Es perfecto.

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