Los sacrificios de la luna

By -Anivy

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Eleanna es una humana criada entre hombres lobos. ¿El problema? Está enamorada de un imbécil. ¿El mayor pro... More

Antes de empezar...
Cast y advertencia
Prólogo: Pesadillas y añoranzas.
Capítulo 1: Alfa.
Capítulo 2: Instituto.
Capítulo 3: Cura y enfermedad.
Capítulo 4: Nicholas Jefferson.
Capítulo 5: La prisión.
Capítulo 6: Búsqueda.
Capítulo 7: Despertar.
Capítulo 8: Loba.
Capítulo 9: Donovan Black.
Capítulo 10: El reencuentro.
Capítulo 11: Elliot.
Capítulo 12: Lobo.
Capítulo 13: Arco y flecha.
Capítulo 14: ¿El beso?
Capítulo 15: Mi mate.
Capítulo 16: La luna.
Capítulo 17: Magia.
Capítulo 18: Sangre.
Capítulo 19: La madre luna.
Capítulo 21: Interrupción.
Capítulo 22: Fuego.
Capítulo 23: Luxu.
Capítulo 24: Intervención.
Capítulo 25: Posibilidades.
Capítulo 26: Liliana.
Capítulo 27: Títere.
Capítulo 28: La hija de Eleonor.
Capítulo 29: La comunidad.
Capítulo 30: Reunión.
Capítulo 31: Eleonor.
Capítulo 32: Tiempo.
Capítulo 33: Oscuridad.
Capítulo 34: Aliados.
Capítulo 35: Entrenamiento.
Capítulo 36: Cumpleaños.
Capítulo 37: Reconciliaciones.
Capítulo 38: Unión.
Capítulo 39: Un buen viaje.
Capítulo 40: Rezar por una solución.
Capítulo 41: ¿Me extrañaste?
Capítulo 42: Perdido.
Capítulo 43: Una daga.
Capítulo 44: El principio de mi fin.
Epílogo
Extra: Detrás de cámaras.
Extra 2: Un universo alterno.
Capítulo especial: ¡Halloween!
Para Eleanna.
Para mis padres.
Para Stuart.
Para Liam.
Para Nathan.
Curiosidades
Agradecimientos
Mis historias.
Los sacrificios de la luna ¿En físico?

Capítulo 20: El conquistador.

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By -Anivy

Siempre supe que tenía que proteger a Eleanna. Era algo que estaba dentro de mí desde la primera vez que la vi. Con una certeza que nadie supo explicar, el instinto de protegerla de todo y de todos fue tan natural para mí como respirar.

De hecho, las cosas eran más sencillas cuando creía que sólo era una humana. Cuando tenía la absurda certeza de que nunca tendría que enfrentarse a ningún peligro. Podía hacer que mi manada la respetara. Podía vigilar que nadie se acercara con intensiones de hacerle daño. Y aunque no siempre pude cuidarla como debía, nadie podía decir que no lo intenté con todas mis fuerzas.

Mi padre siempre fue un hombre muy estricto, pero un poco desinteresado. Nos dejaba ir a nuestro ritmo, sin embargo, siempre parecía estar sobre nosotros. ¿Hacer travesuras? Eso terminaba convirtiéndose en una misión imposible. Nos descubría en segundos, por más que Eleanna era excelente en cuánto a cubrir sus huellas se tratara. No había manera de despistar a nuestro alfa.

Tenía catorce años la primera vez que habló conmigo de hombre a hombre. Me había llamado a su despacho, siendo este un lugar poco conocido para mí. Entraba muy poco en ese lugar, pues no debía interrumpir al alfa. Esa fue la primera vez que entré sabiendo que algún día, sería mi lugar. Luego de aquella ocasión se convirtió en algo común pasar mis días ahí, junto a él, aprendiendo todo lo necesario para ser un buen líder.

—Nathan —había pronunciado con seriedad—. Hay algo sobre lo que tenemos que hablar.

—¿Pasa algo, señor? —balbuceé, intimidado.

Mi padre era aterrador, un alfa feroz y protector, capaz de destruir a cualquiera. Claro que tenía miedo. ¿Quién no lo tendría? No temblaba, aunque mis manos a veces me traicionaban. ¿Había hecho algo malo? No que yo recordara.

Esa autoridad que tenía solo conmigo era lo que más me aterraba. Con Eleanna parecía ser mucho más suave. Si ella cometía un error, solo le decía que no volviera a pasar. Conmigo, en cambio, era aterrador y se aseguraba de que entendiera bien dónde estaba fallando.

—Sí —afirmó con solemnidad—. Tienes a una niña humana en la manada. Un eslabón débil.

Me enfadé ante su comentario. Sí, quizás Eleanna no tuviera la misma fuerza o capacidades que nosotros, pero eso no significaba que fuera débil. Solo era diferente y eso no tenía nada de malo.

Las diferencias eran lo que nos hacía especiales. Si todos fuésemos iguales, nadie resaltaría. Nadie podría brillar. Incluso para enamorarse eran necesarias esas diferencias.

¿Amar a alguien igual a ti? Eso no tenía sentido. El amor se trata de buscar diferencias, para complementarnos. No para ser réplicas, no para salir ileso de un amor.

Nunca se podía salir ileso de un amor.

—Elle no es débil —refuté, enfadado.

Sí, mi padre me aterraba, pero no permitiría que hablara mal de mi mejor amiga. Era capaz de enfrentarme a cualquiera por ella. Incluyéndolo.

—Lo es —insistió—. ¿Qué harás si una manada enemiga nos ataca, Nathan? ¿Qué harás si la raptan?

—Estaré junto a ella siempre, no va a ocurrirle nada —negué, aunque la duda ya se había instalado en mi sistema.

—No puedes. Eres el futuro alfa de esta manada. Tu deber es cuidar la manada, no a una humana.

Sus palabras eran duras, pero por más que quisiera negarlo, sabía que él tenía razón. No podía protegerla siempre, mi prioridad no podría ser Eleanna. Mi responsabilidad con la manada siempre sería mayor a todo.

Por más que lo deseara, Elle no podría ser mi prioridad en caso de un ataque.

—Tienes dos opciones, Nate —se acercó hasta a mí, mirándome con firmeza a los ojos—. Puedes dejar que Eleanna sea tu debilidad. Sigue con este rumbo que has tomado y mantenla sobre la línea de peligro.

—¿Cuál es la otra opción? —pregunté.

—Entrénala —se alejó, como si le costara seguir conversando—. Entrénala hasta que sea capaz de defenderse por su cuenta, así sea una débil humana.

Procesé sus palabras en silencio, midiendo mis opciones. Ninguna me gustaba. Entrenar a Eleanna significaba aceptar que se acercara al peligro y eso era algo que no iba a permitir. Sin embargo, no podía dejarla siendo una debilidad. No en un mundo donde la muerte y el peligro siempre estaba al acecho.

¿Entonces qué podía hacer? Estaba atado de pies y manos ante una situación inesperada.

—Tengo una idea mejor —sonreí con orgullo—. Eleanna no será mi debilidad, será mi fuerza. Me entrenaré duro para protegerla, para cuidarla siempre. Por ella, lucharé y entrenaré con más fuerza.

Mi padre sólo sonrió, como si supiera desde antes que llegaríamos a ese punto luego de tener una conversación.

Ahora la tenía dormida entre mis brazos. Tan suave, tan pacífica. Era mi momento favorito del día, por acosador que pudiera parecer. Cuando Eleanna estaba dormida, exhalaba paz y tranquilidad. Siempre estaba tan llena de energía. Pero en estos momentos, sólo dormía con seguridad, pues sabía que yo estaba aquí para cuidarla.

Siempre me gustó dormir con ella. Aun cuando era un crío que no sabía nada de la vida. Ni siquiera podía recordar con exactitud la primera vez que había ocurrido, sólo se había sentido natural.

Su cuerpo era cálido, podía sentir su fuerza y suavidad, aquella combinación que me enloquecía. Eleanna era preciosa, su cuerpo podría causarme un infarto, pero lo que realmente me robaba el corazón, era ver como se acurrucaba junto a mí, ronroneando por lo bajo.

Parecía un tierno conejito en búsqueda de calor.

Las personas solían bajar la guardia cuando dormían, pero un alfa jamás podría permitírselo. Debíamos estar atentos siempre, para proteger a todos. Así que verla dormir, me daba paz. Cómo si yo mismo estuviera disfrutando de una siesta.

Caminé hasta la mansión, sin prisa. Sí, llevaba a Eleanna a cuestas, pero no me molestaba. Su peso era como una pluma, suave y delicado.

Quizás se debiera a mi fuerza como hombre lobo, pues sabía que Eleanna debía pesar algunos kilitos, pues su cuerpo estaba tonificado y trabajado. Sus músculos eran fuertes, lo suficiente como para saber que no era precisamente una pluma, pero así la sentía yo.

Pequeña, frágil. Así podía sentirla entre mis brazos.

Pero no lo es. Habló con furia mi lobo.

Sí, a Adrik no le agradaba que subestimara a nuestra mate.

Y realmente no lo hacía. Sabía a ciencia cierta que Eleanna podía defenderse por su cuenta. Incluso si no fuera una loba, incluso si no fuera una bruja. Conocía su fuerza más que ella misma. Y era precisamente por eso que quería protegerla. Y a la vez, quería que se entrenara, pues los brujos eran seres aterradores. Quería, ansiaba, que los demás ni siquiera pensaran en acercarse a ella por temor a las represalias.

No por celos, aunque eso quizás tuviera algo que ver, sino por su poder.

Sabía que había algo en el interior de Eleanna, algo que luchaba día tras día por salir.

No sólo se trataba de su fuerza, sino algo en su espíritu.

Cuando la dejé suavemente sobre su cama, me sentí mal por seguir dejando que estuviera en el ático. Ya lo había resuelto, apenas cumpliera la mayoría de edad y alcanzara el puesto de alfa, tanto ella como yo nos mudaríamos a la mejor habitación de la mansión.

No quería hacerla cambiarse, para luego volver a hacerlo. No tenía sentido y posiblemente ella no se sintiera cómoda con ese tipo de cambios. Su ansiedad siempre salía a relucir cuando algo en su vida cambiaba y prefería mantenerla cómoda.

No faltaba mucho tiempo para eso, de igual modo.

La preparación para su ascenso como luna iba de maravillas. Margaret, la anciana que tanto adoraba a Eleanna, se había ofrecido para organizarla y yo accedí.

Quería encargarme yo mismo de que su día fuera perfecto, pero tenía otras responsabilidades. Además, Eleanna quería luchar contra un brujo.

No sabía cómo iba a hacer para mantenerla fuera del peligro. Sabía a ciencia cierta que no se detendría hasta proteger a su amiga, tan leal como sólo ella podía ser.

Eso me gustaba, pero también lograba asustarme. Sabía que era capaz de saltar frente al peligro sin dudarlo, si la situación lo ameritaba.

Me acosté a su lado luego de cepillar mis dientes y dejar mi camisa encima de su escritorio. No me gustaba dormir con la ropa puesta, me daba calor. Cuando me sintió junto a ella, se acurrucó un poco más. Siempre lo hacía, logrando que sonriera.

Era mi mate, mía. Y eso me encantaba y enloquecía. En su ascenso como luna, le pediría que fuera mi novia. Éramos una pareja predestinada, pero ella merecía una hermosa propuesta, además de que quería darle la opción de decidir.

Mi propia madre había huido de sus obligaciones como luna. No quería que ella sintiera lo mismo. Eleanna tenía opciones de negarse. Era una alfa de una pequeña manada, la cual llegaría a unos días de su ascenso, Además de ser una bruja lo suficientemente poderosa como para huir de los vampiros sin dudarlo, siendo una cría.

Ella no solo era hermosa por dentro y por fuera, sino que además era poderosa. Una letal combinación.

Cerré los ojos, guardando la imagen de su pacífico rostro. No quería dormir, no cuando el peligro se acercaba sigilosamente, sin embargo, ajeno a mí mismo, caí en un sueño profundo.

Soñé con cosas muy extrañas esa noche.

Había un lago, aterrador y oscuro. Una dama se postraba en el medio, irradiando una cálida luz que calentó mi corazón. Era extraño, pero me sentía atraído hacia ella.

Así que me acerqué, un poco dudoso. Cuando estuve a sólo unos centímetros del agua, pude ver su rostro con claridad.

Era Eleanna.

¿Por qué Eleanna tenía ese aspecto? Se veía hermosa, pero inalcanzable. Como si estuviera cerca y a la vez tan lejos de mí.

—No temas, Nate —habló con suavidad—. Estarás bien.

—¿Elle?

—No soy Elle —negó, sonriendo—. Tomé este rostro porque es en quién más confías.

—¿Quién eres? —pregunté con confusión.

—Soy todo y la vez nada. La madre de todas las criaturas, aunque ninguno fueran mis hijos. Soy la luz, pero no soy un sol.

¿Eso era una adivinanza? Nunca había sido bueno en ellas.

—¿Un bombillo? —pregunté, haciendo que soltara una gran carcajada.

Hacerla reír se sintió bien. Como si fuera lo correcto. No sabía muy bien quién era, pero me sentí en total confianza. No era una amenaza, ni mucho menos una especie de ataque.

—Comparar a la luna con un bombillo, admito que es la primera vez que me pasa —comentó entre risas.

Sabía bien quien era, aunque algo en su aspecto me dio la confianza para bromear. Jamás creí que algún día llegara a conocer a la madre de todos los lobos, jamás creí que sería uno de los pocos afortunados bendecidos por la luna.

—Madre luna —Le hice una reverencia, un poco abochornado.

—Levanta la cabeza, querido —cuando la miré, su rostro, el rostro de mi amada, denotaba paz y tranquilidad—. Has sido un buen chico, Nathan. Cuidaste de tu mate desde el primer día.

—La herí —confesé, la herida aún reciente a pesar de que en su cuerpo no quedaba rastros.

—Sí, lo sé. Pero estarán bien, sólo debes confiar en ella. Es más fuerte de lo que parece.

Por supuesto que confiaba en Eleanna. Sabía bien lo poderosa y fuerte que podía llegar a ser.

Sin embargo, no me gustaba la idea de que se enfrentara frente a frente con el peligro. ¿Acaso no había sido suficiente todo lo que ya había pasado? ¿Por qué siempre quería correr directo a los brazos del peligro?

—Porque ese es su destino —contestó la madre luna, a pesar de que estaba seguro de que no había pensado en voz alta—. Tú deber es cuidarla, pero no te preocupes, Nate. Tu mate es fuerte, tú eres fuerte. Cumple con tu destino y yo misma velaré por ambos.

—¿Destino? ¿Cuál es mi destino?

—Nathan Wyrfell, el conquistador. Ese es tu título, tú verás cómo lo utilizas —se acercó y dejó un suave beso en mi frente—. Hay fuerza en ti, un gran lobo feroz que lucha por salir. Y si es necesario, deberás sacar esa fuerza.

—Lo haré —prometí.

—Oh, por cierto —agregó antes de irse—. Tu suegra dice que nada de crías antes de los dieciocho años.

Me sentí palidecer ante la amenaza implícita de su voz. ¿Mi suegra? Había escuchado algunas creencias respecto a los hijos de la luna, pero nunca creí que fueran ciertas.

La madre luna río con fuerzas, justo antes de desaparecer.


¡Buenas, buenas! ¿Cómo están ustedes? 

Aquí antes había una nota de felicitación para una de mis más fieles lectoras, pero hoy no es su cumpleaños jaja así que nos quedaremos todos en un tenso silencio incómodo.

¡Los amo! 


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