Enredada con el chef

By Bermardita

1.7M 60.7K 22K

Margo está rota, siente un vacío enorme en su interior. Thomas es un chef de élite, ¿podrán sus coqueteos y p... More

SINOPSIS
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (+18)
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71 (+18)
Capítulo 72 (+18)
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80 (FINAL)
EPÍLOGO

Capítulo 20

17.7K 861 225
By Bermardita

MARGO

Sentí la mirada de Thomas.

―¿Qué? ―espeté, malhumorada.

Me volví hacia él y lo miré mal.

―¿Qué? ―repitió.

Traté de ignorar su presencia tanto como podía. Solo pensar que estaba parado a mi lado me ponía los pelos de puntas, más cuando llegaba a mi mente lo sucedido pocas horas antes. Además, no podía negar que esa sensación extraña que se instaló en mi corazón por su abrazo y que después me observara y dijera con sinceridad que el cambio me sentaba bien, era agradable y me gustaba. Me hacía pensar que había valido la pena hacer el corte, hacía que mis dudas al respecto se desvanecieran.

El cambio me gustaba, sin embargo, en varias ocasiones me cuestioné si había sido lo correcto. También llegó a mi cabeza pensamientos absurdos e inevitables: ¿le gustaría a Thomas mi cambio de imagen? ¿Lo notaría? ¿Qué pensaría él?

Sabía que era decisión mía y de nadie más, pero muy en el fondo, quería que le gustara, quería que supiera que podía ser bonita. Lo había hecho por impulso, y si esto no era una locura, no sabía qué podría ser.

Tras varios minutos, me percaté de que Thomas había dejado de prestarme atención para concentrarse en leer unos documentos que Edward le había entregado. Aunque yo era su asistente y debía saber todo tipo de cosas acerca del trabajo de Thomas, existían cosas que escapaban de mi conocimiento y que no se me permitía preguntar, como el asunto financiero del restaurante e incluso sobre los padres de Thomas. Edward se ocupaba de eso.

Viendo de reojo los documentos y las planillas de contabilidad intuí que era un tema del que no era necesario mi presencia.

―Los dejaré solos ―avisé. Ambos hombres dejaron lo que hacían y se volvieron hacia mí, como si recién se acordaran que estaba ahí.

―No ―dijo Edward con la misma seriedad e indiferencia de siempre. Su atención regresó a los papeles y no despegó la vista de los documentos que tenía en las manos mientras hablaba―, de hecho, ya que estás aquí, podrías ser de ayuda ahora y aportar alguna idea o saber algo que nosotros no. Eres la asistente de Thomas, después de todo.

Su respuesta me sorprendió. Edward jamás me pedía ayuda u opinión.

―Supongo. ¿Qué ocurre? ―quise saber.

―Para simplificar el problema, el proveedor de suministros para el restaurante pide un aumento ridículo o no seguirá trabajando con nosotros. En el peor de los casos, la calidad de los productos no será de calidad. Mauricio y André son clientes también y no han recibido un cambio de oferta.

―Ah ―le dije―. ¿Significa que el aumento aplica solo para este restaurante?

Edward asintió. Fue Thomas el siguiente en hablar, sin expresar nada.

―Es relativo, supongo ―habló Thomas―, mientras más son los ingresos, las salidas también. No tengo problema con acceder a su petición, lo importante es la calidad de los suministros.

―Thomas, ¿has estado escuchando lo que te llevo diciendo estos últimos días? No podemos permitirnos acceder a su petición, no tiene sentido. Podría comprenderlo si una plaga azotara las cosechas, por el clima o por algún desastre natural que se llevó todo a su paso, pero que pida un aumento solo porque se le plazca no es un argumento sólido.

―¡¿Qué quieres que hagamos entonces?! ―exclamó Thomas, malhumorado―. ¿Cerramos el restaurante hasta que encontremos otro proveedor? ¿Y eso cuándo será? ¿Dentro de una semana o un mes? Tú más que nadie sabe que no puedo hacer eso, varias personas han hecho reservaciones en este restaurante.

Comprendía la preocupación de Thomas. La reputación del restaurante dependía de la satisfacción de los clientes; y si de pronto se cancelaba las reservaciones que habían hecho días e incluso semanas atrás, sería bastante decepcionante y una falta de respeto hacia las personas que esperaban comer en À plus tard. Cerrar las instalaciones por un tiempo indefinido no debería entrar en discusión.

―¿No pueden buscar otro proveedor rápidamente? Estoy segura que habrá alguien que aceptará un trato con el restaurante ―sugerí, pero la forma en como me miraron los dos hombres me dio a entender que mi sugerencia era estúpida.

―Ese es el problema ―continuó Edward―, hay otros proveedores, por supuesto, pero la mayoría conocen la reputación del señor Lozano y a Thomas, y eso en sí, hace que sea imposible llevar a cabo una negociación. Son como ratas insaciables.

―Como sea... ―dijo Thomas, dejando los documentos que tenía en las manos sobre la mesa del comedor―, me decepcionaría de mi padre si no hubiese movido hilos. Todo iba bien ―carcajeó con incredulidad. Al momento en que yo alcé la mirada hacia él, lo descubrí con una expresión bastante calmada, pero era ese tipo de tranquilidad que guardaba la molestia muy en el fondo de su corazón.

Mientras lo observaba, por primera vez después de varios minutos, se volvió hacia mí. Digo, no es como si no me hubiese estado viendo, pero en esta ocasión su mirada se sentía diferente a las anteriores.

―¿Tienes hambre? ¿Qué quieres almorzar? ―preguntó.

Estúpida amabilidad.

Estúpido Thomas. De entre los hombres, ¿por qué tenía que ser él quien desordenaba mi vida y causaba tremenda confusión en mis pensamientos?

Creí haber resuelto el problema de mi corazón con mi nueva resolución y punto de vista, pero ahora, viéndolo fijamente, reacciones involuntarias sacudían mi cuerpo, como una arritmia inexplicable.

―Ya almorcé ―mentí.

Arrugó el entrecejo, vacilando.

―¿Segura?

―Ah, sí. Además, me parece que estás evadiendo este tema intencionalmente. Resolver esto es mucho más importante.

―Lo hace todo el tiempo ―rectificó Edward, soltando un suspiro cansino―. ¿Por qué no le cuentas la verdad a Margo, Thomas?

¿Verdad? ¿A qué se refería?

Mi mirada se fue hacia Thomas al instante. Él retiró una silla debajo de la mesa y se sentó sin tanto ánimo.

―Ya que ―dijo con desgana. Tomando una respiración profunda, empezó a relatar―. Heredaré el restaurante de mi padre.. eso es todo.

¿Eh? ¿Solo?

―Pareces decepcionada. ―Thomas rio. Mi expresión debió haberle indicado mi grado de insatisfacción luego de que con una tonta ingenuidad pensara que vendría una historia intrigante. Recobré la compostura segundos después.

―Me esperaba una historia interesante, con tu padre de villano ―farfullé.

Edward carraspeó.

―Seré directo, a comparación de Thomas que le gusta reservarse e ignorar asuntos importantes ―empezó a decir él. Thomas apartó la mirada, viéndose bastante sombrío y con un semblante de completa indiferencia―. El restaurante Lozano poco a poco comienza a quedar en el olvido. Ya no goza de popularidad como antes, en su lugar, las personas prefieren visitar este restaurante que tiene a Thomas Lozano como chef principal. El señor Lozano quiere jubilarse pronto y está haciendo tanto como puede para hacer fracasar a su hijo, de esta manera hacerlo volver a casa.

Edward sonrió al terminar, dándole cierto aire irónico a sus últimas palabras.

―Es más serio de lo que pensé ―admití. Y sí tenía a su padre de villano, casi rio por lo certero de mis ideas absurdas.

―No es tan malo como Edward lo hace sonar. Seguiré cocinando donde quiera que esté, sea en À plus tard o en Lozano. Seguirá siendo igual.

Thomas no parecía feliz, en absoluto. Aunque de su boca salieran esas palabras tan secas y sin sentido, sus ojos y la manera en que apretaba su mano gritaba que nada de eso era lo que realmente deseaba. Se estaba mintiendo a sí mismo al creer que todo estaría bien, trataba de convencerse que cocinar aquí sería lo mismo que hacerlo en otro sitio.

―¿Seguro? ―le pregunté.

Alzó sus ojos azules hacia mí.

―¿Por qué no lo estaría? Cocinar es cocinar, no importa el lugar.

El enojo comenzaba a aflorar en mi interior al escucharlo. En mi mente venían las imágenes que tanto me gustaba: de Thomas riendo mientras disfrutaba gastar bromas con los chicos del restaurante o de cuando los regañaba porque no le hacían caso. Incluso de Edward reprendiendo al mismísimo Thomas porque no solía prestarle atención. Esas horas de desvelo que se pasaba para enseñarle sus técnicas de cocina o los momentos que solo gozaban de un rato comiendo. Cada uno de esos recuerdos que atesoraba en secreto parecía que eran lanzados por un precipicio como si hubiera significado nada.

Los chicos del restaurante le tenían aprecio a este restaurante más que a nada. Amaban formar parte de este lugar y aprender de un chef reconocido y amable como Thomas.

―¿Qué dices? ―Lo miré mal―. Tú creaste À plus tard desde cero, los chicos que trabajan aquí son tus personas; te admiran, ellos quieren alcanzarte y se esfuerzan tanto para estar a tu nivel. ¡Tú quieres cocinar aquí, con ellos, en el restaurante que tú imaginaste! En tu restaurante, no en el de tu padre. ¿Piensas traicionarlos? ¿Quieres abandonarlos?

―Oye, tranquila... ―intentó detenerme Edward.

―¿Piensas traicionarte? ―finalicé.

Mi respiración estaba acelerada. Tragué saliva y me pregunté donde había conseguido el valor para hablarle de esa manera a Thomas. No tenía ningún derecho, pero no soportaba que alguien se rindiera tan pronto y que aceptara lo que las personas decidían sobre sus vidas como si fuese la cosa más normal del mundo.

Salí de la cocina dando zancadas, avergonzada por mi arrebato. Cuando crucé la puerta, me encontré a Trey escuchando la conversación a escondidas.

Pequeño chismoso.

―¿Desde cuándo estás aquí? ―quise saber, malhumorada. No soportaba la idea de que se burlara o que malinterpretara de algún modo mis palabras. Comencé a tranquilizarme.

―Qué te importa ―contestó, incrédulo.

Entorné los ojos. Cuando quise seguir mi camino a ningún sitio en particular, Trey me detuvo.

―¿Qué quieres? ―espeté.

―Ven conmigo un rato.

Desconfiada, accedí. No me agradaba la idea de hablar con Trey a solas luego de que llenara mi cabeza de ideas o después de lo que sucedió a causa de sus estúpidas palabras; sin embargo, estaba segura de que nuestros sentimientos eran mutuos. No nos soportábamos. Nos llevábamos peor que desde el inicio. El que quisiera hablar conmigo de manera inesperada solo podía significar que era un asunto importante.

Por suerte, solo tuve que seguirlo directo a la azotea del edificio, algo que no hubiese podido lograr sola. Admitía que hacía mucho que quería admirar la vista de la ciudad desde este punto, pero con mi pésima orientación espacial, solía perderme antes de conseguir llegar. Me había rendido al tercer intento.

―¿Y bien? ¿Por qué me trajiste aquí? ―cuestioné.

―Por lo que pasó, yo... lo siento.

―¿Solo eso me querías decir?

―No.

Un fuerte viento helado me sorprendió y me hizo llevar ambas manos a acariciar mis brazos para infundirme calor. De pronto dejar el cabello corto ya no me parecía tan buena idea con este frío tremendo. Tirité.

―Lo que sea que tengas que decir, hazlo ya.

Trey no habló enseguida. Al notar que no se mostraba dispuesto, me volví hacia él con desgana... y lo encontré con un semblante lleno de dudas y nerviosismo. Quizá el asunto era más serio de lo que imaginaba, le di espacio.

Tomando una respiración profunda, finalmente habló.

―Yo... vengo de una familia de granjeros ―comenzó a decir para mi sorpresa. ¿Por qué me lo decía? ―. Cuando escuché la conversación, se me ocurrió que tal vez a Thomas le gustaría visitar el sitio.

Arrugué la frente, esto era raro.

―¿Por qué me lo dices?

―Para que se lo comentes a Thomas. Dile que investigaste y que encontraste un...

―Quieres que mienta ―concluí―. ¿Por qué no se lo dices? Es la granja de tus padres, no seas tan molesto.

Trey lucía nervioso, casi inquieto.

―No puedo.

―¿Por qué?

―No estoy en buenos términos con mi padre. Me vine a la ciudad contra su voluntad y estoy seguro que me haría picadillo para darle de comer a los animales si me atrevo a volver a casa después de dos años sin verlos. No me gusta la vida del pueblo y mi tonto padre no lo entiende. Estoy seguro que Thomas me obligará acompañarlo si lo sabe.

―Mmmm ―balbuceé.

―¿Qué dices? El restaurante puede entrar en crisis si no hacemos algo.

―No es mi maldito problema.

―Perderás tu trabajo.

―Pensaba renunciar ―mentí.

Trey maldijo por lo bajo.

―No lo harás, ¿cierto? No entiendo por qué pensé que lo harías o que comprenderías mi situación y la de Thomas.

―Tienes razón, yo no comprendo estas situaciones ―aclaré, indiferente―. Yo no entiendo a las personas cobardes como tú y Thomas.

―¿Qué dices?

―Eso es. Lo único que hacen es huir, huyen de su propia familia. ¿Por qué debería de entrometerme? ¿Por qué mentiría por alguien como tú? ¿Qué has hecho por mi? Lo mínimo que deberías de hacer es agradecer que tienes un padre que espera por ti; y si te preocupa el restaurante de Thomas, entonces haz las cosas por ti mismo y no me uses.

Estaba enojada y no entendía por qué. Había comenzado cuando vi a Thomas en una situación en la que jamás lo había visto, luego aparecía Trey contándome sobre algo que podría arreglar el problema del restaurante. Siendo sincera, no me gustaría que À plus tard cerrara sus puertas, era uno de mis lugares preferidos después de todo; pero me molestaba mucho más que Thomas no luchara por sus ideales o que tirara por la borda sus esfuerzos por crear este sitio especial, ¿todo para qué? ¿Porque su padre quiere darle su restaurante?

El asunto de Trey era patético. En ambos casos, en el fondo, creo que me gustaría entenderlos. Jamás estuve en una posición en la que debía pelear con mi padre o de ser necesitada o ser vista siquiera por él.

Ellos debían tener sus razones para hacer lo que hacían, pero para alguien que solo recibió la indiferencia de su padre, no había forma de que pudiera despreciar cualquier tipo de atención de su parte. Era tonto y absurdo, lo sabía, sin embargo, era inevitable sentirme enojada e histérica al respecto.

La vida era tan injusta, tanto que daba risa.

Se vienen cosas buenas en los siguientes capítulos, esta parte de la historia es la que más me emocionó escribir porque se entiende mejor la actitud de Margo hacia las personas. 

Por supuesto, tendremos a Thomas más coqueto e irá con todo para ganarse el corazón de nuestra gruñona 7u7

¿Seguirás leyendo? :')   

¿Quieren otro punto de vista de Thomas? 7u7

¿Qué opinan de este capítulo? Espero saber sus opiniones.

Segundo comentario se lleva dedicatoria en el próximo capítulo.

Gracias por leerme. No me cansaré de repetirlo <3


Continue Reading

You'll Also Like

450K 19.1K 44
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
32.2K 2.8K 27
Mark y Julia se ven envueltos en una relación de muchos encuentros calientes. Ambos viven en el mismo edificio pero un incidente hace que se conozcan...
2.5K 114 13
Hace mucho tiempo existio una guerrera y reina de un mundo repleto de magia, ella derroto a dos de los villanos mas tenibles del mundo, pero ella tu...
54.6K 4.6K 31
Existe un lugar donde las divisiones de clases todavía subsisten, y Aurora está a punto de descubrirlo... ¤¤¤ Esta es mi primera historia de vampiros...