Antes de diciembre / Después...

By JoanaMarcus

156M 9.2M 38.4M

PRIMER Y SEGUNDO LIBRO [Primer y segundo libro ¡publicados en papel! Esta es solamente la primera versión de... More

LIBRO 1: Antes de diciembre + trailer
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26 - final
LIBRO 2: Después de diciembre
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo

Capítulo 19

2.3M 151K 544K
By JoanaMarcus

Un mes más tarde

—Por Dios, que alguien mate ya a ese bebé y acabe con su sufrimiento —murmuró Jack, tapándose la cara con un cojín.

Intenté no reírme con todas mis fuerzas. En realidad, yo estaba tan cansada como él, solo que me lo tomaba con un poco más de filosofía. Tenía el llanto de Jane grabado en el cerebro. Y eso que estábamos en una habitación distinta. Escuché los pasos de Will hacia el salón con el bebé para no molestar a Naya. El problema era que el pobre Mike estaba ahí. No tardé en oír sus protestas.

—Se pasa las noches llorando y los días durmiendo —murmuré mirando el techo—. Es como si lo hiciera a propósito.

—Lo hace a propósito —remarcó Jack, irritado—. Es un niño. Es malo por naturaleza.

—¡No todos los niños son malos! —me reí.

—Lo son. Todos. Son como gremlins. Parecen muy adorables, pero no hay quien los aguante.

—¿Y qué hay de Jay y Ellie?

—He cambiado de opinión. Prefiero adoptar un perro.

Sonreí, divertida, cuando Jane volvió a llorar con fuerza y Jack soltó una palabrota. Para mi sorpresa, se quitó a sábana de encima, se puso unos pantalones y fue directo a la puerta.

—Espero que no vayas a matar un bebé —recalqué, incorporándome.

—Claro que no, ¿por quién me has tomado?

—Por alguien que tiene cara de querer ir a matar a alguien.

—Bueno, no estás tan equivocada. Voy a matar a los padres del bebé que no se calla.

Suspiré y me apresuré a seguirlo antes de que se tirara del pelo con Naya. En cuanto llegué al salón, vi que Will acunaba al bebé con los brazos intentando que se callara. Sue—también la habían despertado— y Mike estaban sentados en el sofá con cara de adormilados. Jack estaba de brazos cruzados a mi lado.

—¿Se puede saber qué le pasa? —preguntó el último, irritado.

—Si lo supiera —le dijo Will lentamente—, ¿te crees que no intentaría que dejara de hacerlo?

—Yo creo que nos odia a todos —comentó Mike.

—Pues ya somos dos —murmuró Sue.

—¿Dónde está Naya? —pregunté, confusa.

—Durmiendo —Will casi lo dijo con rencor—. No me puedo creer que pueda dormir con un bebé llorando justo al lado de su cama.

Él puso una mueca cuando Jane volvió a llorar, esta vez con más fuerza. Estaba a punto de ofrecerme a ayudarlo cuando alguien golpeó la puerta principal. Los vecinos. Genial.

En un mes, habían venido como diez veces para quejarse de Jane. Podía entender que les molestara el ruido, pero... ¿qué podíamos hacer nosotros? ¿Tener una habitación insonorizada o qué?

Hasta ahora habíamos tenido suerte. Normalmente, era yo quien les abría la puerta y les explicaba tan bien como podía que ya estábamos intentando calmar al bebé. Si hubiera respondido Sue, probablemente les habría cerrado la puerta en la cara.

Había un vecino en concreto, el de arriba, que tenía demasiado mal genio. Y se acentuaba cuando no podía dormir. Así que imagínate cómo estaba cuando bajaba, me decía de todo y yo tenía que mirarlo con mala cara y callarme las palabrotas que tenía en la punta de la lengua.

Por ese motivo —y porque parecía que Jack iba a matar a alguien de verdad— me adelanté y fui yo sola a la puerta, abriendo con la expresión más amable que pude encontrar en ese momento. Efectivamente, era el vecino de arriba. Y me miraba como si fuera a aplastarme de un momento a otro.

—Hola, vecino —murmuré.

—¿Hola? —repitió fuera de sí—. ¿Se puede saber qué le pasa a ese crío?

—En realidad, es una cría —aclaré.

Él se detuvo y se acercó a mí con el ceño fruncido.

Ya empezamos.

—¿Tengo cara de que importe lo que sea, niña?

—Estamos intentando que se calme —le dije, como siempre.

—Pues está claro que no funciona. Haced algo útil de una vez.

Abrí la boca para decir algo, pero me detuve cuando noté que una mano se apoyaba con un poco más de fuerza de la necesaria en el marco de la puerta, justo a mi lado. Suspiré. No necesitaba girarme para saber quién era. Especialmente por la mirada que le echó el vecino. Ya no parecía tan valiente.

—¿Qué? —le preguntó Jack secamente.

El hombre se recompuso.

—Vengo a quejarme de los ruidos infernales que está...

—¿Y a cuánta distancia necesitas estar de alguien para quejarte?

El hombre le puso mala cara, pero dio un paso hacia atrás, alejándose de mí.

—Ese niño está llorando —remarcó.

—Nos hemos dado cuenta, gracias —Jack enarcó una ceja—. Por si se te había olvidado, duerme a cinco metros de nuestra habitación.

—Es un ruido muy molesto.

—Vamos a intentar que se duerma de nuevo —le dije, intentando calmar las cosas.

—Más te vale, niña —me espetó.

¿Por qué solo me hablaba así a mí? ¿Le había hecho algo en otra vida y no lo sabía?

—Como si no fuera suficiente que os paséis el día dando gritos y montando fiestas —siguió el hombre—, ahora tenéis un maldito hijo.

—¿Qué fiestas? —arrugué la nariz, confusa.

—Sabes que hay una cosa que se llama taparse las orejas, ¿no? —le dijo Jack.

Por la cara del hombre, estuve a punto de dar un paso atrás.

—Jack... —murmuré, intentando que se metiera otra vez en casa.

—¿Y si no quiero taparme las orejas? —le preguntó bruscamente el vecino—. Te recuerdo que estoy en mi casa.

—Y yo te recuerdo que, ahora mismo, estás en la nuestra. Y si no quieres taparte los oídos, haznos un favor a todos y tápate la boca.

Madre mía.

Se me encendieron las mejillas al instante. El hombre miraba a Jack como si fuera a explotarle una vena del cuello. Y a él no parecía importarle demasiado, como siempre.

Intenté volver a calmar el ambiente, pero dudé que fuera a servir de algo.

—Siento el ruido —empecé—, es lo malo de vivir en un edificio, que los vecinos...

—Que los vecinos son siempre basura, sí —me espetó el hombre.

—Si no te gusta la gente, vete a vivir en medio del bosque —le espetó Jack a su vez.

—Pero... ¡¿es que no vais a hacer nada?! —preguntó él, furioso.

—Sí, suicidarnos. Si quieres participar, solo tienes que subir a la terraza y tirarte de ella. Nosotros ya vendremos después a hacerte compañía. Buenas noches.

Le cerró la puerta en la cara y yo lo miré con la boca abierta. Él frunció el ceño.

—¿Qué?

—¿Te has vuelto loco? ¡Ese hombre tiene cara de asesino sangriento!

—Yo sí que seré un asesino sangriento como vuelva a hablarte así. Menudo imbécil. ¿Has dejado que lo hiciera todos estos días?

—Yo... bueno... solo es un hombre de mal humor. No quería empeorarlo.

—Pues que pague su mal humor consigo mismo, no contigo —pareció que iba a decir algo, pero se detuvo cuando Jane lloró con más fuerza—. Estoy empezando a considerar el suicidio en la terraza como una opción viable de verdad.

Suspiré y me acerqué a Will, que se estaba quedando dormido de pie. Él no pudo más, así que se giró hacia el primero que encontró, que fue Mike.

—Sujétala un momento.

Él puso una mueca y lo hizo como pudo. El pobre no estaba muy acostumbrado a los niños pequeños.

Y, justo en ese momento, la niña parpadeó hacia Mike y dejó de llorar de golpe.

Durante un momento, ninguno de nosotros dijo nada. Mike la miraba como si fuera un alien.

—Se ha callado —susurró Sue.

—Por fin —Jack casi estaba llorando. Me hizo un gesto—. Venga, rápido, a dormir.

—¿Qué? —Mike nos miró, aterrado—. ¡No... no me dejéis solo con... esto!

—No estás solo —señalé a Will con la cabeza, que se había quedado dormido en el otro sofá.

—¡Eso es como estar solo!

—Buenas noches, idiota —Jack le sonrió ampliamente.

—Pásalo bien, niñera —se burló Sue.

Mike tenía una mueca de horror cuando todos lo dejamos solo con la niña. Al menos, no volvimos a oír llantos en toda la noche. Cerré la puerta de la habitación a mi espalda justo cuando Jack se dejó caer dramáticamente en la cama, ocupándola entera.

—Oye, idiota, ese es mi lado.

—Lo tuyo es mío y lo mío es tuyo —murmuró medio dormido contra la almohada.

—¿Y dónde duermo? ¿En el suelo?

—¿Desde cuándo dormir encima de mí es un problema?

Sonreí cuando se dio la vuelta y abrió los brazos. Subí a la cama y me acurruqué a su lado, dejando que me rodeara con los brazos. Tenía su corazón bajo la mejilla. Pasaron unos segundos en los que los estuvimos en silencio. Yo noté que él se relajaba para dormirse, pero yo no pude hacerlo, así que abrí los ojos de nuevo.

—Oye, Jack.

—¿Qué?

—¿Estás dormido?

—Sí.

Fruncí el ceño.

—No lo estás.

—Sí lo estoy.

—Pero... me estás contestado.

—Soy sonámbulo.

—Eres un idiota.

—Nunca he dicho que no lo fuera.

Me incorporé un poco para mirarlo. Él ya tenía los ojos cerrados, pero suspiró como si supiera que lo estaba mirando fijamente.

—¿Qué? —preguntó sin molestarse en abrirlos.

—¿Podemos hablar sobre algo?

—¿Sobre dormir? Porque es el único tema que puede interesarme ahora mismo.

—No es eso.

—Mira, Jen, te quiero. Mucho. Más que a nada en el mundo. Lo prometo. Pero eres una pesada. Duérmete.

Le puse mala cara.

—¡Yo no tengo sueño!

—Se acabó —abrió los ojos y me miró fijamente—, espero que sea un tema de vida o muerte.

—¡Lo es!

—Estoy esperando.

—¿Cuándo les diremos lo de...? —me señalé el dedo anular, ahora sin anillo.

Él me miró fijamente por unos segundos.

—¿Eso es urgente? —enarcó una ceja.

—¡Lo es!

—¿Y tenemos que hablarlo a las cuatro de la mañana?

—Es que... se me ha ocurrido ahora.

—¿Te acuerdas de cuando no podía remarcar ningún defecto tuyo? Bueno, pues he cambiado de opinión.

—Vaaaaale, pues duérmete —me separé con mala cara—. Aburrido.

—Pesada.

—Aburrido.

—Pesada.

—Aburrido.

—Pesada.

—Pesado.

—Aburr... espera, ¿qué?

Sonreí ampliamente.

—Buenas noches, Jackie.

Me tumbé de espaldas a él y cerré los ojos, dispuesta a quedarme dormida. Me sorprendió notar que me pasaba un brazo por encima unos segundos más tarde y se pegaba a mí.

—Es que me has quitado las ganas de dormir —sonrió maliciosamente.

—Pues ahora soy yo quien quiere dormirse.

—Bueno, tú no tienes que hacer nada más que tumbarte. Déjamelo a mí.

—Eres un pervertido.

—Y tu futuro marido —sonrió ampliamente, inclinándose hacia delante y acariciándome el estómago con los dedos.

Enganché su mano con la mía y me puse su brazo alrededor, acurrucándome. Suspiró dramáticamente.

—Vale, pues nada. A dormir. Y luego yo soy el aburrido.

—Sigues siéndolo —murmuré con los ojos cerrados.

Casi pude ver que me ponía una mueca antes de apoyar su mejilla en mi cabeza. Volvió a suspirar, dejando claro lo que pensaba de dormirse ahora. Pero, como lo ignoré, no le quedó más remedio que atraer mi atención de otra forma.

—Podemos decírselo mañana —me dijo, finalmente—. A la hora de la cena.

Intenté no sonreír, triunfante.

—Me parece bien.

—¿Solo eso?

—Sí.

Silencio.

—¿Y nada más? —insistió.

—Sí. Buenas noches.

—Eso de dejarme con las ganas no me parece muy bonito, querida futura esposa.

Sonreí ampliamente, divertida, y me di la vuelta para mirarlo. Acuné su cara con mis manos y lo besé con ganas, pegándome a él.

***

—Entonces, le pediste permiso a mis padres... ¿y no le dijiste nada a los tuyos? —enarqué una ceja.

Jack estaba mirando cómo cocinaba —porque dejarle cocinar a él era un peligro— y comiendo golosinas de su bolsa. Me miró con mala cara, sentado en la encimera.

—No les pedí permiso. Vuelve al siglo veintiuno. Solo les pregunté si te parecería bien.

—Entonces, ¿nadie en tu familia sabe nada?

—¿Tú cuentas como parte de mi familia?

—No, Jack.

—Pues no —sonrió angelicalmente.

Suspiré.

—Pues va a ser una cena interesante.

—Conmigo siempre lo son.

—Creído.

—Tengo buenas razones para serlo —se señaló.

Negué con la cabeza y miré a Sue y Mike, que estaban en los sofás discutiendo porque, al parecer, Mike había estornudado en un cojín y Sue se había vuelto loca. Algún día entendería lo que le pasaba a Sue con el orden y los gérmenes. O eso quería creer.

—¿Y...? —pensé en cómo formular la pregunta—, ¿quién va a venir exactamente?

Noté que Jack me miraba un momento.

—Puedes preguntarme directamente si he invitado al imbécil de mi padre.

—Jack... —lo miré.

—No lo he invitado, obviamente —saltó de la encimera e hizo una bola con la bolsa ahora vacía—. Ah, se me había olvidado decírtelo, se está divorciando de mi madre.

De la impresión, casi me rebané un dedo. Él se detuvo en seco y parpadeó.

—¡Ten cuidado!

—¿Qué...? ¿Cómo no me lo has dicho antes?

Él me estaba revisando la mano intacta con los ojos. No se molestó en responderme hasta que pasé la minuciosa inspección.

—No me pareció la gran cosa.

—¿Que no...? ¡Jack, tus padres se están divorciando!

—Lo raro es que no lo hubieran hecho todavía —puso una mueca—. Ya era hora de que mi madre se alejara de ese imbécil.

Se giró y encestó la bolsa hecha una bola en la basura desde el otro lado de la cocina. Idiota habilidoso.

—Jack, no creo referirte así a él sea muy sano, la verdad...

—Solo soy sincero —se encogió de hombros, poco afectado.

—¿Has hablado con él?

—No tenemos nada de lo que hablar.

—Pero... se están divorciando y...

—¿Y eso en qué me afecta? ¿Van a pelearse por mi custodia?

Se fue tan tranquilo y yo me quedé mirando su espalda mientras ponía paz en el salón sentándose encima del cojín maldito. Suspiré y seguí con la cena.

Menos mal que Will y Naya aparecieron poco más tarde con Jane. Habían ido al pediatra a una de sus demasiadas visitas. Will me ayudó en la cocina —después de que nos inventáramos una excusa para que Naya no lo hiciera— y terminamos todo bastante más rápido de lo esperado. 

Debo aclarar que la excusa de la cena era presentar a Jane en sociedad. Miré de reojo mi dedo anular. Todavía no había usado el anillo —de hecho, no recordaba haber usado jamás un anillo— y me moría de ganas de hacerlo. Lo tenía en el bolsillo. Sí, era muy responsable.

La cena ya estaba en el horno cuando Jack fue a por el coche y a recoger a su madre. Agnes fue la primera en llegar. Cuando Will se giró hacia los demás, ella se abrió la chaqueta y me guiñó un ojo, enseñándome una botella de ginebra que llevaba escondida. Sonreí, negando con la cabeza. Lana vino poco después, pero no pude hablar mucho con ninguna de las dos porque estuvieron —obviamente— muy pendientes de Jane. Ella no les hizo mucho caso. Solo dormitaba y abría y cerraba los puños. Los bebés de un mes eran un poco aburridos.

Jack y Mary fueron los últimos en llegar. Mary, como siempre, me dio un abrazo de oso cuando me vio. Miré a Jack por encima de su hombro. Yo era un mar de nervios y él parecía tan tranquilo. Tenía que enseñarme a ser así algún día.

Pues vas a tener todo un matrimonio para que te enseñe a hacer eso. Y otras cosas más interesantes.

La cena transcurrió de forma bastante tranquila. No es que hubiera mucho de lo que hablar. Bueno, a mí me tocó sentarme en el suelo entre los hermanos Monster para que los demás tuvieran espacio en los sofás, pero eso fue lo más reseñable. Los muy pesados se pasaron todo el rato irritándose el uno al otro. No sé cómo no maté a ninguno.

Ya estaba haciéndose de noche cuando mis nervios empezaron a aumentar. Jack lo notó enseguida y me puso una mano en la rodilla disimuladamente. No me calmó mucho, la verdad, pero nunca era desagradable que me tocara.

—Bueno —Agnes se puso de pie—, creo que va siendo hora de que me vaya. A no ser que alguien quiera emborracharse, claro.

—En realidad —Jack la detuvo—, hay algo que tenemos que contaros.

—¿Tenemos? —repitió Naya, confusa.

—Sí, tenemos —murmuré.

Hubo un momento de silencio absoluto cuando tragué saliva, nerviosa. Abrí la boca para decir algo, pero me detuve cuando Sue puso una mueca de horror.

—Oh, no. Más niños no, por favor.

—No es otro niño —aclaré con mala cara.

—¿Y qué es? —preguntó Mary, confusa.

Miré a Jack. Él me miró a mí. Y supo que lo había dejado solo ante el peligro, porque yo no iba a decir nada más. Suspiró y decidió tomar la iniciativa.

—Queríamos deciros que... vamos a recorrer el mundo el globo.

—¿Qué? —lo miré con mala cara cuando empezó a reírse—. ¡Jack!

—¡No me dejes a mí estos temas, sabes que no me los tomaré en serio!

—¿Vais a decir algo o qué? —protestó Sue.

—Sí —respiré hondo—. Vamos a casarnos.

Silencio.

No sé cuál fue la peor cara —en el buen sentido— de todos los que nos rodeaban. 

Agnes fue la primera en reaccionar.

—¡Ya tenemos una excusa para emborracharnos!

—Espera, ¿qué? —Naya parpadeó—. Pero... ¿y el anillo? ¿No deberías llevar uno?

Lo saqué torpemente de mi bolsillo y me lo puse para enseñarlo. Todas las miradas perplejas pasaron de mi cara a mi mano al instante. Naya se estiró con Lana como dos garrapatas y me la sujetaron para mirarlo mejor.

—¡Mira qué anillo! —le murmuró Naya.

—Yo quiero uno —Lana puso una mueca.

—Tus padres son ricos —Sue le puso mala cara—, cómprate uno tú misma.

—¡No es lo mismo!

—Un momento —Mary parpadeó, volviendo a la realidad—. ¿Lo decís de verdad? ¿No es una broma?

—Claro que no es una broma —Jack sonrió.

—Whoa... yo no... bueno, no me esperaba... —no parecía saber qué decir—. Es decir, Jackie, cielo, nunca imaginé que tú...

Dejó la frase a la mitad y Jack sustituyó su sonrisa para una mueca irritada.

—Oye, ¿qué es lo que no te imaginabas?

—Que fueras a casarte con alguien —aclaró Agnes con menos vergüenza, empezando a llenar vasos de ginebra.

—¿Qué? —la cara de Jack era la personificación de la indignación—. ¿Y por qué no?

—Cielo, siempre has sido un poco... mhm... ¿cómo decirlo? —Mary lo pensó.

—Desastre —añadió Agnes.

—Vaya, muchas gracias, abuela.

—De nada.

—¿Sabes qué? —Mary hizo un gesto—, olvídalo. Lo único que importa es que me alegro mucho por vosotros, chicos.

Se puso de pie para darnos un abrazo y tuve que dar un tirón a mi mano para que Naya y Lana dejaran de cotillear el anillo.

Vale, sí que me sentía como si me hubiera quitado un peso de encima. Sonreí, aliviada, cuando Jack acompañó a Mary a casa y ella volvió a decir lo contenta que estaba. Agnes se fue con su botella vacía tan feliz y yo me quedé en el salón con los demás. Naya puso una mueca cuando Jane empezó a tirarle del pelo.

—Te quiero y te odio a partes iguales, hija mía.

—No me puedo creer que seáis padres. O que esos dos vayan a casarse —le dijo Lana, pensativa—. Es como... demasiado raro.

—Si te sirve de algo —murmuró Will—, yo tampoco lo tengo muy asumido todavía.

Sonreí y miré mi vaso medio lleno.

—Mi hermana tuvo un hijo siendo bastante joven y yo sigo sin creérmelo —murmuré—. Y ya tiene más de diez años.

—Pues espérate a tener hijos tú —me sonrió maliciosamente Will.

—¿Eh? —Mike se incorporó de golpe—. Eh, no. No tengáis hijos.

—¿Por qué no? —pregunté, sorprendida.

—¡Porque yo dejaría de ser el favorito!

—Tú nunca has sido el favorito, parásito —Sue puso los ojos en blanco.

—Y, después de lo que pasó el otro día, lo eres mucho menos para Ross —Lana empezó a reírse.

Hubo un momento de silencio. Todos la miramos. Ella se puso roja al instante.

—Eh... —intentó improvisar—. Es decir... eh... ¿queda postre?

—¿A qué te refieres? —pregunté, entrecerrando los ojos.

—¿Yo? A nada.

—Definitivamente, se refería a algo —dijo Will, enarcando una ceja.

Mi mirada se clavó en Naya, que también enrojeció hasta la raíz del pelo.

—¡Se lo contaste!

—Jane, cariño, es hora de irnos a dormir —sonrió ella angelicalmente, poniéndose de pie.

—¡Naya! —le grité, pero ya había desaparecido por el pasillo—. Será... ¡se suponía que era un secreto!

—A ver, no se lo diré a nadie —aclaró Lana.

—Pero... ¿de qué estáis hablando? —preguntó Mike tranquilamente.

Todos lo miramos con mala cara.

—¿Qué? —preguntó, confuso.

—¿Y tú qué crees, idiota? —preguntó Sue.

—No sé. Hago bastantes cosas malas en mi día a día.

—¿Y la de besar a tu cuñada es la primera que se te olvida? —se burló Lana.

Sonreí, negando con la cabeza. Mike nos puso una mueca.

—Bueno —Will suspiró—, ¿te llevo a la residencia, Lana?

—Te querría un poquito más si lo hicieras, la verdad.

—Genial, vam...

Will se detuvo abruptamente al mirar hacia la puerta y, al instante, supe el por qué. Ojalá no lo hubiera hecho.

Me di la vuelta sin pensarlo y, efectivamente, Jack estaba ahí de pie, mirando fijamente a Mike.

Oh, no.

El silencio fue todavía peor cuando Mike levantó la cabeza y dejó de sonreír. Sue, a su lado, también se tensó.

—¿Qué has dicho? —preguntó Jack a Lana sin mirarla.

No respondió. El silencio se prolongó por unos segundos más. Jack se giró hacia ella, que dio un paso atrás instintivamente.

—No... yo... eh...

—¿Has dicho que la besó?

—Ross —intervino Will con toda la calma que pudo reunir—, vamos, cuenta hasta diez y...

—Cierra la boca, Will —le espetó Jack sin mirarlo.

Nunca lo había visto hablar a Will de esa manera. Miré a Mike. Quizá debería haberme puesto de pie, pero en esos momentos estaba paralizada. Mike se puso de pie y no entendí por qué daba un paso atrás hasta que vi que Jack había avanzado hacia él. Di un respingo cuando le agarró el cuello de la camiseta con un puño y lo obligó a dar un paso hacia atrás, sujetándolo con más fuerza.

—No significó nada —le dijo Mike enseguida—. Fue... un error. No quería...

—Un error —repitió Jack, tensando un músculo de la mandíbula.

—Sí. Lo fue. Es... mira, sé que es difícil de explicar, pero...

—¿Y qué quieres explicarme? —le preguntó lentamente. Demasiado lentamente—. ¿Lo mismo que me explicaste hace cinco años con mi primera novia o lo de hace dos años con esa?

Señaló a Lana, que se hizo pequeñita en su lugar, avergonzada.

—No es lo mismo —repitió Mike.

—¡Claro que lo es! Es exactamente lo mismo. Contigo, siempre es lo jodidamente mismo.

—Chicos —intentó intervenir Sue, poniéndose de pie—, creo que lo que deberíamos hacer ahora mismo es calmarnos e intentar hablarlo antes de...

—Cállate, Sue —le espetó Jack, furioso—. Este no es tu maldito tema. No te metas.

Ella se detuvo, sorprendida, y no dijo nada más. Esta vez, Mike no parecía tan calmado como antes. Levantó las manos en señal de rendición.

—Vale, mira, sé que parece...

—Oh, déjate ya de excusas de mierda —Jack lo empujó hacia la pared, soltándole la camiseta, que quedó arrugada.

Mike tragó saliva cuando se acercó a él con una expresión que habría hecho que yo saliera corriendo al instante

—Cierra la boca de una maldita vez, Mike. Y no vuelvas a abrirla. Lo único que sale de ella son mentiras. Y cada vez peores. No sé ni por qué me molesto en seguir dándote oportunidades si está claro que lo único que te importa eres tú mismo.

—Eso... no es verdad...

—Sí lo es. En toda tu maldita vida, no te he visto haciendo nada que no fuera ser un imbécil egoísta. Y no solo conmigo, sino con todo el mundo. Haces lo que te da la gana, luego lloras para que te perdonen y nunca piensas en las consecuencias que pueden tener tus malditos errores para los demás. Nunca. Solo en las que te afectan a ti.  Y luego te preguntas por qué demonios no tienes novia. Pues claro que no la tienes. Ni la tendrás nunca. No sabes querer a nadie. Y no te mereces que nadie te quiera.

Vi como la cara de Mike iba ensombreciéndose a medida que Jack escupía esas palabras. Sin darme cuenta, me puse de pie lentamente, aunque ellos ni se dieron cuenta.

—Mira —empezó Mike con voz temblorosa—, sé que ahora estás enfadado y...

—No sabes nada. No sabes una mierda, Mike.

—Jack —me escuché decir a mí misma cuando le rodeé un brazo con la mano—, hablé con él y realmente creo que...

Me detuve, sorprendida, cuando se zafó bruscamente de mi agarre y clavó sus ojos furiosos en mí. No me moví de mi lugar, pero pude sentir mi corazón deteniéndose.

—¿Y cuándo hablaste con él? —preguntó directamente, dando un paso hacia mí y olvidándose de Mike.

Me quedé sin palabras un momento. Mierda. Me estaban entrando ganas de llorar porque ya sabía que no le gustaría la respuesta.

—Cuando... cuando estuviste de viaje.

Silencio. Le sostuve la mirada, pero no sé ni cómo. Estaba furioso. Furioso de verdad. Apretó los labios y se le tensó un músculo de la mandíbula.

—Es decir, que hace más de un mes. Y no me dijiste nada.

—Yo...

—Dijimos que nada de secretos.

Oh, no, no, no...

—Lo sé, pero...

—Dijimos que nada de secretos —repitió—. Y yo he cumplido con mi maldita palabra. ¿Puedes decir tú lo mismo?

Vamos, no por favor. Las cosas estaban tan bien... ahora esto no.

—Jack —murmuré—, te juro que iba a contártelo, p-pero... con todo lo del bebé... y la boda... se me olvidó y...

—Y no lo hiciste —me cortó, negando con la cabeza y retrocediendo un paso.

—¡No es como... como lo ves tú ahora mismo!

—¡Lo único que veo ahora mismo es que este imbécil no ha cambiado, y nunca lo hará, y por algún motivo tú sigues insistiendo en defenderlo!

—¡No lo estoy defendiendo, solo estoy...!

—¡Me dijiste que nunca volveríamos a guardarnos secretos!

—¡Lo sé, lo siento, pero...!

—¡No quiero oír tu maldito pero! ¡Me da igual! ¡Solo te pedí una cosa! ¡Solo una! ¡Y no has sido capaz de cumplirla!

—¡Quería hacerlo!

—¡Y no lo hiciste! ¡Igual que la primera vez querías decirme la verdad pero tampoco lo hiciste! ¡Y te fuiste! ¡Y no supe nada de ti en un año entero!

—¡No es lo mismo!

—¡Claro que no es lo mismo, porque esta vez hay más gente implicada y no has podido guardar tu maldito secreto!

Intenté decir algo, pero se dio la vuelta bruscamente y fue directo a la puerta. Hice un ademán de seguirlo, pero me detuve en seco cuando él hizo lo mismo, dándonos la espalda. Vi que se le tensaba cada músculo en ella cuando se quedó quieto.

Durante un momento, no supe qué esperarme. Fruncí un poco el ceño, confusa, cuando se dio la vuelta lentamente y clavó los ojos en Will. ¿Qué...?

—¿Lo sabías? —le preguntó en voz baja.

Will entreabrió los labios, confuso.

—¿Qué?

—¿Sabías por qué se fue por un año? ¿Lo sabías? —repitió, levantando el tono de voz.

Will me miró y yo pensé en negar con la cabeza para que no tuviera que meterse en problemas por mi culpa, pero Jack estaba justo al lado y me vería. Entré en pánico y no hice nada, así que Will tuvo que improvisar solo.

—Mira —empezó—, creo que no hace falta sacar eso ahor...

—Lo sabías —Jack habló en voz más baja—. Estuve un año entero preguntándote qué demonios había hecho mal y tú repetiste mil veces que no te había dicho nada. Y lo has sabido todo este maldito tiempo.

—Jack, vamos... —murmuré.

—¡No! —me detuvo, mirándome y luego clavando los ojos en Will—. Di sí o no. ¿Lo sabías?

Will dudó un momento y el silencio de la habitación fue el más tenso de toda mi vida. Apreté los labios cuando asintió con la cabeza.

—Sí —dijo, finalmente.

Jack se quedó mirándolo un momento. Me dio la sensación de que le había dolido mucho más eso que lo de Mike. Muchísimo más.

Finalmente, sonrió amargamente y negó con la cabeza.

—Que os den —murmuró—. Que os den a todos.

Y, sin decir nada más, salió de casa de dando portazo.


Continue Reading

You'll Also Like

63.4K 5K 22
[COMPLETA] Un millón de dólares. Ese es el total al que asciende la deuda de Emma Swan, una joven camarera. Las malas decisiones de su padre y la pre...
6K 140 5
Escribiré frases de películas que han marcado mi vida y que les marcará las suyas como lo hizo conmigo Espero que les agrade
282K 5K 30
Ella nunca pensó que su primer beso marcaría en comienzo de un amor prohibido que podría terminar con su amistad de toda su vida. así es como pienso...
1M 28.4K 32
Cuando las personas que más amas, te rompen, es difícil volver a unir esos pedazos. Victoria Brown, creía que cuando amas, la brecha para perderte a...