Estrella Fugaz (Sol Durmiente...

By AlbenisLS

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SEGUNDO LIBRO DE LA TRILOGÍA 'ROSA INMORTAL'. Macabros asesinatos comienzan a ocurrir en las cercanías del p... More

Caracas, Venezuela. Marzo de 1988.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capí­tulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31: Casus Belli.

Capítulo 14.

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By AlbenisLS

Héctor apareció por las escaleras con su cabello color miel húmedo y limpio, tal como si nada hubiese pasado y solo estuviera tomando una ducha. Las pocas ocasiones en las que me quedaba en la casa de los Bolívar era cuando podía ver a Héctor y Lucía sin sus acostumbrados elegantes atuendos, y en cierto modo me causaba gracia ver al 'hermano mayor' de Cristóbal con un suéter informal y unos jeans.

-Qué triste lo que pasó. De verdad lo siento.- fue lo único que se me ocurrió decir ante el silencio incómodo que hubo luego de la aparición de Héctor.

-No importa. Está bien, Rosa. Gracias por preocuparte.- dijo Héctor, sonriendo muy levemente, casi haciendo una mueca.

La muerte de Emerich fue una noticia terrible, fue la cereza que adornó el pastel. Durante todo el día, tuve momentos intermitentes entre noticias buenas y malas. Desde estar aterrada por mi humanidad y la inmortalidad de Cristóbal, a encontrarme fugazmente con mi primo, luego el asalto en el cementerio, y finalmente lo más maravilloso que me hubiese podido ocurrir: El compromiso.

De hecho, pensé que hasta allí llegaría el día, pero en un pueblo en el que aparentemente nada era normal eso no podía suceder. Era una regla.

Aún tenía el recuerdo de la primera vez que vi a Emerich, unos siete meses atrás. El mismo día en que conocí a la familia de la que ahora me sentía parte, y próximamente lo sería de verdad. Nunca compartimos nada, pero sentía una especie de afecto hacia aquel hombre de baja estatura, pues había ayudado a los Bolívar en momentos de necesidad. A pesar de que en su última reunión, la primera a la que asistí, no fue de mucha ayuda.

Estaba sentada en el sofá, con Cristóbal a mi lado tomando mi mano, como si de unos recién casados se tratara, cuando Lucía se materializó en la entrada de la mansión de color ámbar, con una cara de absoluto miedo.

-¿Es cierto? ¿Emerich está...- no pudo terminar de hablar, pues unas lágrimas color rojo corrían por sus mejillas coloradas artificialmente con maquillaje.

-Sí, Lucía. Emerich está muerto. Ariel lo mató.- dijo Héctor, abrazando a su esposa suavemente mientras ella sollozaba.

La ventaja de esta familia tan inusual era que podían hablar telepáticamente, enviarse noticias y mensajes por la mente, aunque estuviesen a kilómetros de distancia el uno del otro. Aunque no sabía por qué Cristóbal no se había enterado con antelación a la llegada de Héctor.

-Debemos hacer algo. Tenemos que detener a Ariel de una vez por todas.- dijo Héctor en tono furioso. De haber sido humano, estaría rojo de ira.

-No podemos matarlo.- dijo Lucía, y en su voz había compasión. Un sentimiento que obviamente Ariel no poseía.

-¿Por qué no pueden matarlo?- pregunté- Pensé que si un vampiro intruso hacía daño en su territorio, ustedes estaban en su derecho de cazarlo.- dije mientras me plantaba sobre mis pies. Comenzaba a enojarme por la impotencia.

Hubo un momento de silencio que siguió a mi pregunta. Me incomodaba pensar en que, mientras yo solo escuchaba los grillos cantando en el bosque, entre los Bolívar se debatía una conversación mental. Finalmente, luego de un suspiro, Cristóbal me dirigió la palabra.

-Nuestro mundo tiene muchas reglas que aún no conoces. Se que te expliqué una vez que si un vampiro se metía en nuestro territorio podíamos asesinarlo. Pero el problema es que Ariel, a pesar que ya no está en nuestro clan y es independiente, sigue teniendo nuestra sangre. Sería una traición a la comunidad vampírica, y eso traería problemas.-

La comunidad vampírica era una especie de reino entre los inmortales. A ellos se les debía completa obediencia, y de no hacer lo que ellos manden, las consecuencias serían graves. Afortunadamente, aún no tenía el placer de conocer a algún miembro de aquel selecto grupo de vampiros, los más antiguos en la región.

-Pero él puede exponerlos. Puede hacer que haya una nueva guerra entre vampiros y brujas. Tiene que haber una forma de que Ariel se vaya.- exclamé con cierta desesperación.

Claro que había una forma. Mi muerte. Esa era la principal razón por la que Ariel se encontraba haciendo desastre en el pueblo, creando tensión entre los dos bandos de criaturas mágicas existentes en San Antonio. Me sentí terriblemente cansada ante todo lo que había pasado en ese día tan agitado, y me derribé en el sofá nuevamente, lanzando un bostezo que dejó saber a los tres inmortales que se hallaban conmigo que estaba muerta de sueño.

Estaba completamente consumida por la belleza del anillo, que había decidido no quitarme ni cuando me daba una ducha, por miedo a que se perdiera. No había ido a dormir a casa la noche anterior, porque la verdad no me creía capaz de caminar colina abajo, conducir y luego tener que caminar escaleras arriba hacia mi habitación.

Lastimosamente, era otro de los extraños días brillantes en los que no podría ver a Cristóbal sino hasta que el sol decidiera tomarse una siesta o hasta que la noche llegara junto con la niebla característica de la montaña. Fue mientras estaba en esas divagaciones, cuando tocaron la puerta de mi oficina de la editorial.

Me había atrevido a ir a trabajar luego de despertar sola en la amplia cama que Cristóbal tenía en su habitación con ningún propósito real más que de fingir su humanidad. Además, moría por decirle a Sonia lo que había pasado la noche anterior. Y con eso, me refería por supuesto al compromiso, no al intento de asesinato en mi contra, o a la noticia de que otro de los suyos había muerto de manera terrible la noche anterior, cosa de la que estaba segura ya la rubia estaba enterada.

Por suerte para mí, la persona quien tocaba la puerta resultó ser la linda rubia de ojos verdiazules que, con una sonrisa algo lúgubre, como era la nueva ella, me dijo un 'buenos días' que me hizo sentir algo mal.

-Hola, Sonia ¿Qué tal tu noche?- pregunté, recordando súbitamente que ella me había abandonado en la editorial, y de pronto sintiendome agradecida que no hubiesemos sido las dos a quienes los asaltantes nos atacaran. Si algo le hubiese pasado a Sonia, jamás me lo perdonaría.

-Bueno, obviando lo que ya debes saber, estoy bien. Estaba en el aquelarre cuando sentí  algo, una presencia extraña y aterradora, solo para más tarde confirmar que Emerich había muerto.- dijo Sonia, algo entristecida.

Emerich no pertenecía al aquelarre de las brujas del sur, el grupo al que pertenecía Sonia, pero a diferencia de los vampiros, las brujas eran una especie muy unida. Ella una vez me reveló que, de vez en cuando, se juntaban varios aquelarres en el bosque para compartir conocimientos de magia y esas cosas de las que era completamente ignorante.

-De verdad lo siento.- dije con algo de confusión, pues la verdad no sabía qué podía decir en una situación como aquella, en la que los implicados no se conocían. Por eso, en un intento de hacerla cambiar de estado de ánimo, fingí que comenzaba a toser, para cubrirme la boca con la mano del anillo.

Sonia corrió hacia mi y comenzó a darme palmadas en la espalda con firmeza, hasta que no pude aguantar más y comencé a reir mientras estiraba mi mano hacia ella. ¿Qué cosa más obvia podía hacer? Fue cuando, con un grito reprimido que logré escuchar, supe que Sonia se había dado cuenta.

-¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios! ¡Vas a casarte! ¿Vas a casarte?- exclamaba Sonia mientras daba pequeños saltos por toda la oficina y se reía con cuidado, temerosa de que lo que me preguntaba era cierto, si había acertado.

Asentí, y Sonia enloqueció.

-¡AH! ¡NO PUEDE SER! ¡VAS A CASARTE!- gritó, y tuve que cubrirme los oídos para que no me dejara sorda- Tu boda será la sensación, el evento del año. Rosa, vas a pasar a la historia.-

Historia. Genial, de nuevo pensé en que muy pronto estaría vieja y Cristóbal seguiría siendo joven. No me permití de nuevo zambullirme en la depresión por aquel tema, así que me limité a sonreir mientras Sonia decía cosas acerca de mi compromiso que en realidad no le presté mucha atención.

-Ok, tienes que calmarte.- dijo Sonia, tal vez hablando con ella misma, porque en realidad yo estaba muy tranquila - y divertida- mirándola actuar como desquiciada. Volviendo a ser ella.

-Tenemos mucho qué hacer, no se por qué no has comenzado a buscar un salón de fiestas, la comida, los meseros... ¡El vestido!-

-Sonia, aún no tenemos fecha para la boda. Apenas fue ayer cuando nos comprometimos.- dije con dificultad, tratando de no reirme con fuerza ante la conducta de mi amiga.

Ella asintió lentamente, comprendiendo por fin lo que le había dicho. Se sentó en uno de los asientos color piel frente a mi escritorio, pero luego comenzó a reirse. No se si lo siguiente que dije fue un error o estuvo bien, pero lo recordaré como uno de los momentos más cómicos de toda mi vida.

-Sonia, me gustaría que fueras mi dama de honor, y que te encargues de todas las cosas de la boda, una vez que tengamos una fecha.-

El segundo ataque de locura de la rubia en tan solo unos minutos.

Sonia se puso de pie nuevamente y comnzó a brincar de emoción. Parecía que hubiese comida demasiado azúcar, pero de alguna forma, logró contagiarme con su energía desbordante y me puse de pie a saltar junto a ella. Gracias al cielo porque mi oficina era cerrada, porque nos veíamos como dos tontas.

Compartir ese tipo de cosas con Sonia me hizo darme cuenta de que no importaba lo joven o vieja que fuera, si tenía verdadera amistad y amor en mi vida. Y saber que ya tenía ambos me hacía feliz.

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