Capítulo 2.

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-Sonia, una pregunta.- dije mientras saboreaba un delicioso sandwich de jamón que me había preaparado para la cena -Las personas de las noticias... Los que salieron en la tele esta mañana... Se me hicieron tan familiares, como si los hubiese visto antes en otro lado.-

Sonia estaba tomando su acostumbrada taza de café de las siete de la noche, cuando separó la taza de sus labios y con voz muy serena me contestó.

-Claro que se te hacen familiares, Rosa. Ellos estaban en la casa el día de mi iniciación. De hecho, creo haberte visto hablando con Walter y Helena, cuando... Tú sabes... Estabamos todos desnudos.-

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. Claro, habían sido ellos. El hombre que había estado a mi lado en la noche que Sonia pasó a formar parte del aquelarre de Alaysa, la reina de las brujas del sur. Habían sido asesinados en la mañana. Ahora entendía la cara contorsionada de Sonia al ver las noticias.

-Oh por Dios.- dije en un suspiro- Entonces... Fue él, ¿No es así? ¿Volvió después de cuatro meses?- pregunté, de pronto con mi sandwich en el plato, producto de los nervios. No había tenido noticias de Ariel desde noviembre, cuando asesinó a Víctor. Ahora había regresado, y esta vez con algún otro plan en mente.

-Estoy muy segura que Ariel nunca se fue realmente. Todas esas muertes que han aparecido tan repentinamente y tan cerca de aquí... Rosa, los Bolívar seguramente deben saber lo mismo que yo, solo que no han querido contartelo. Ariel sigue al acecho, solo que no ha podido... O más bien querido entrar al pueblo.- dijo Sonia, en una voz que dejó de sonar serena para convertirse en sombría.

¿Cómo pude haber sido tan estúpida? Pensar que Ariel realmente se había desaparecido sin dejar rastro alguno, olvidándose que yo seguía con vida, provocativamente viva, con mi sangre llamándolo como la miel a las moscas. En serio me había pasado de ingenua. Y los Bolívar... O mejor dicho, Cristóbal Bolívar, no me había dicho que ese psicópata estaba rondando por la ciudad, matando a personas a diestra y siniestra.

Me sentí realmente enojada con los Bolívar, con los tres, pues habíamos creado un lazo bastante fuerte como para que tuvieran más confianza en mí. Después de haber estado alerta en el pueblo el año pasado cuando Ariel hacía sus apariciones espontáneas en su intento de matarme, creí que me había ganado ese tipo de afecto. Pero al parecer, las no tan nuevas noticias me habían sido ocultas. Esperaba el momento en el que Cristóbal me avisara con su característico silbido que estaba afuera de la casa, para así poder reclamarle lo que no me había querido decir.

Fue como si lo hubiese invocado telepáticamente. Su silbido, una especie de mezcla entre nota aguda y grave, me notificó que ya se encontraba afuera. 

Después de lo sucedido, para Cristóbal le resultó imposible volver a entrar a la casa, pues una magia bastante poderosa como para asesinarlo le impedía el paso. Alaysa había hecho bien su trabajo con respecto a protegerme con magia, pero el problema había sido que la magia era general, no específica. Si quería que Ariel no se acercara a la casa, ni Cristóbal o ningún otro vampiro podrían hacerlo, lo que me entristecía terriblemente.

-Anda, Cristóbal debe estar ansioso por ver el nuevo color de cabello que te pusiste.- dijo Sonia entre risas. Ella había aprendido a tratar con Lucía, Héctor y Cristóbal, pues comenzó a darse cuenta que la familia Bolívar no era tan malvada y sanguinaria como le habían descrito la conducta de los vampiros.

El día anterior a ese, había sido soleado, dandome a entender que no vería a Cristóbal hasta que se hiciera de noche. Cosa que tampoco ocurrió, pues él tenía que salir a cazar. No nos habíamos visto en veinticuatro horas, así que supuse que se sorprendería al ver mi nuevo look. Pero por ahora, solo se llevaría un buen reclamo de mi parte.

Estrella Fugaz (Sol Durmiente Vol. 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora