Rushville ©

By SunflowerofLife

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Bienvenidos a Rushville, el pueblo en el que puedes cometer cualquier crimen y aún así salir libre de todo. M... More

Sipnosis
1. Un extraño en el bosque
2.Desaparición
3.Doble de confusión
4. ¡Corre!
5.Danza entre los muertos.
6. Envenenamiento
7. Vamos a ser jóvenes.
8. ¡Oí un disparo!
9. Quizá en otro mundo ...
10. Asesinato en la calle Hill
11. Sin sentimientos
12. A simple vista
13. Más mentiras
14. Triple desaparición
15. Voces extrañas
16. Hogar de los huesos
18. Hora de jugar
19. Recuerdos de humo
20. Besos secretos
21. Estancia del diablo.
Personajes
22. ¡Eres digno ahora!
23. Verano del 83
24. La pintura en la pared
25. Culpable
26. Rompe corazones
27. Los monstruos deben ser liberados
28. Más allá del bosque
29. Desfile en la calle del infierno
30. Nadie escapa de la muerte
31 ¿eres la presa o el cazador?
Rushville Inicios
32. TIC TAC

17. El loco de la calle 45

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By SunflowerofLife


  Cerré el libro y suspiré. Estaba cansada, pero aún tenía que ver una película e ir a la cafetería Olsen con Jeff Hardy y no podía cancelar porque necesitaba tiempo para mí y para compartir con mis amigos.

—Relájate Johnson, ese libro no es el fin del mundo— me dijo Jeff mientras aparcaba fuera del cine— podemos volver otro día si quieres.

—No Jeff, quiero ver la película hoy, ya después leeremos lo que dice el libro— lo miré y sonreí, él me devolvió la sonrisa y nos apresuramos a salir del auto para entrar a ver la película.

—¿Y que película se supone que vamos a ver?— preguntó mientras cruzábamos la calle— estoy acostumbrado a los clásicos de Indiana Jones y El señor de los anillos.

—Esas películas son viejas y aburridas— agregué mientras nos acercábamos a la ventanilla para comprar los boletos.

—Eso es porque solo te gustan las películas cliché como bajo la misma estrella y esas cosas de gente que se enamora como loco.

  Guardé silencio por un segundo y luego sentí un extraño escalofrío que me recorría el cuerpo, como si algo estuviera a punto de suceder, pero no presté más atención porque no quería asustar a Jeff, ya que habíamos pasado por mucho y merecíamos aquella película, aunque me sentí un poco mal por no invitar a Ryan y Leila, ellos también merecían divertirse.

—¿Está todo bien?— preguntó Jeff mientras compraba las palomitas. Me miraba con interés esperando mi respuesta.

—Si por supuesto, es solo que me siento mal por no invitar a Leila y Ryan.

—De acuerdo ¿Qué te parece si vemos esta película sorpresa y el viernes por la noche invitamos a Leila y Ryan?— enarcó las cejas y sonrió.

—Es buena idea.

  Asintió y nos apresuramos a entrar porque la película estaba por comenzar y no quería perderme ni un solo anuncio.

  Nos sentamos en las filas de atrás y esperamos a que empezara la película. Me resultaba tranquilo estar ahí, ya que no recordaba la última vez que había ido al cine y me había imaginado yendo con Dylan más de una vez, pero aquello nunca se había hecho realidad y eso me dolía un poco, pero no de la manera que había imaginado, era un dolor extraño, ya que solo aparecía cuando recordaba el nombre de Dylan y casi nunca pensaba en él, así que estaba bien la mayoría del tiempo.

—¿Es enserio? ¿Piratas del caribe?— pregunté mientras comía palomitas.

—No creo que sea tan mala, es decir este tipo Johnny Depp hace un gran trabajo— afirmó Jeff y ambos nos reímos. Solo esperaba que aquello no resultara tan malo como se veía, ya que nunca me habían gustado las películas de piratas y si tenía muy claro que eran muy divertidas, pero yo prefería algo más de drama y porqué no, algo de romance.

  Cuando acabó la película, decidimos ir a caminar por el parque de Rushville. No habían muchas personas ahí, pero eso no era importante porque de esa forma resultaría más fácil hablar porque así eran las cosas con Jeff, podía hablar de lo que quisiera sin sentirme fuera de lo normal y esa era la parte que más me gustaba de todo eso.

—¿Recuerdas cuando nos escapábamos para venir a jugar videojuegos?— me preguntó mientras nos sentábamos en una banqueta del parque.

—Lo recuerdo— susurré— siempre gastabas mi dinero en lugar del tuyo.

—Oh si esa era la mejor parte— le di un golpe en el hombro y me reí, el sonido de nuestra risa invadía todo el lugar y le daba un toque diferente, todo resultaba más alegre— extraño esos tiempos Johnson. Extraño lo unidos que éramos todos, pero sobre todo extraño llegar a casa y encontrar a mamá y a papá mirando la televisión mientras se abrazan.

  Aquello había sonado muy triste y ahora lo entendía. Jeff Hardy no era un chico malo, solo había perdido todo lo que lo hacía feliz y quizá su manera de tratar a los demás lo hacía callar lo que sentía y estaba muy triste por él. Yo extrañaba a mi padre, pero estaba segura de que si el hubiese estado con vida habría amado a mamá cómo cuando yo era niña.

—Lo siento Jeff— susurré y le tomé la mano.

—Descuida Johnson— me miró con sus bonitos ojos marrones— has regresado tú, eso significa que no lo he perdido todo.

—Ambos regresamos Jeff, también estaba perdiéndome en la soledad— confesé—, esa es la mejor parte.

  Nos quedamos ahí, observándonos durante un largo rato como solíamos hacerlo cuando éramos niños y volvíamos a casa después de los videojuegos, cuando Jeff tomaba mi mano para ayudarme a cruzar la calle o cuando simplemente subía a mi ventana para poder mirarme a través del cristal. Recuerdo que se quedaba horas mirándome, como si de aquella forma fuera a tenerme, como si el cristal fuera a desaparecer para que nuestras manos estuvieran completamente juntas.

—Estoy cansado Johnson— susurró—. Ya no quiero ser el Jeff malo que ahuyenta a los niños de primer año.

—Ya no tienes que serlo Jeff— reposé mi cabeza en su hombro y lo miré—, solo quédate conmigo y podremos hacernos compañía.

—De acuerdo Johnson.

  Observamos como la oscuridad invadía hasta el último rincón de Rushville y el silencio se habría paso en las calles para apagar hasta el último grito o risa que se atreviera a desobedecer las reglas.

  Estábamos ahí, en aquel parque que no había cambiado nada con los años, seguía exactamente igual, como cuando íbamos a los videojuegos y todo parecía informar que los años solo habían pasado sobre nosotros, lo que realmente resultaba extraño, ya que todo había regresado a la normalidad, como cuando éramos niños y nuestros padres no nos dejaban salir a jugar porque era peligroso.

  Jeff me dejó en la puerta de mi casa y luego se marchó a su casa. Subí a mi habitación y puse algo de música porque me sentía bien como para escuchar alguna canción.

  En aquel momento no podía pensar en nada que tuviera que ver con asesinatos y personas misteriosas, no, en aquel momento solo podía pensar en las cosas buenas, en mamá y Holly, en mis amigos y en papá, ya que no dejaba de pensar en él ni un solo segundo del día.

  Escuché tres golpes en la ventana y me acerqué lentamente porque no quería que otro episodio psicótico arruinara mi momento. Corrí la cortina y me encontré con Jeff que me observaba con tranquilidad. Estaba claro que no se había ido a casa porque yo no tenía ni diez minutos de estar en mi habitación.

  Intenté abrir la ventana, pero él negó con la cabeza y lentamente colocó su mano en el cristal y lo entendí. Cómo cuando éramos niños, solo que era obvio que ya no estábamos pequeños, era el último año de preparatoria, significaba que estábamos muy lejos de ser niños, pero eso no impidió que colocara mi mano sobre el cristal.

  Me quedé observándolo durante tanto tiempo que supongo que perdí la noción. En mi habitación sonaba alguna canción de Billy Lockett, probablemente la canción de wide eyed, y su voz rebotaba de un lado a otro y creaba un ambiente tan cálido que estar ahí era como un sueño, estaba soñando con Jeff Hardy, aquello jamás lo habría permitido, pero no era un sueño, aquello estaba ocurriendo. Ambos nos mirábamos fijamente a través del cristal, con nuestras manos juntas, con una distancia mínima que no significaba nada y a medida que pasaban los minutos nuestras cabezas iban apoyándose en el cristal y así estábamos unidos mentalmente.

  No estaba enamorada de Jeff Hardy o quizá sí, en aquel momento no podía saber eso y no quería sonar como la chica que andaba con todos los chicos de la preparatoria, aún tenía que hablar con Dylan, ya que yo no quería traicionarlo, incluso si él ya lo había hecho.

  No recuerdo que sucedió después. Supongo que Jeff se marchó a casa porque yo desperté en la ventana, con la cabeza reposada sobre el pequeño cojín de color rosa que usaba cuando leía libros ahí.

  Me vestí con unos vaqueros de color negro y un abrigo de color rojo oscuro, me alisé un poco el cabello y me coloqué un gorro del mismo color que mi abrigo y de esa forma bajé a desayunar.

  Mamá estaba preparando el desayuno de Holly, ya que mi desayuno estaba sobre la mesa. Me esperaban unas ricas tostadas y jugo, aunque en realidad quería tomar café porque hacía mucho frío afuera.

—¿Qué estás haciendo señorita?— preguntó mamá mientras le daba un poco de fruta a Holly.

—Me sirvo café— dije sin mirarla.

—No puedes beber café Elizabeth— me gruñó y yo solo volví a sentarme a la mesa. Holly estaba burlándose a lo que yo respondí con un simple gesto de desaprobación— ¿a qué hora te dormiste anoche?

—Supongo que temprano— dije sin mirarla porque estaba muy concentrada en mi desayuno. No recordaba la última vez que había desayunado con mamá y Holly, quizá había sido al final del verano, en algún día que quedaba lejano.

—¿Ya no estás saliendo con el hijo de Arthur McAllen?

—¿Por qué lo preguntas?

—Jeff Hardy vino a dejarte anoche.

—Pero Jeff y yo siempre hemos sido amigos— le recordé.

—De acuerdo— me miró— esta tarde quiero que me acompañes a hacer las compras.

—Claro— susurré.

  Me lavé los dientes y luego me dirigí a la escuela. Jeff no estaba ahí para llevarme y no quería ir en bicicleta porque no recordaba cuando había sido la última vez que había caminado y no quería acostumbrarme a viajar en auto, ni tampoco en bicicleta.

  La preparatoria estaba llena de ruido como siempre. Todos los estudiantes se concentraban en lo que decía su compañero y nadie se fijaba en mi, lo que era buena señal. Las cosas estaban saliendo como quería.

  Me dirigí a mi casillero y tomé el libro de cálculo que era la clase que me tocaba. No tenía idea de dónde estaban mis amigos y Dylan no estaba paseando por los pasillos y no me importaba mucho porque ya no me consideraba su novia.

—Hay que irnos, Johnson— Jeff me tomó de la mano rápidamente y me arrastró por el pasillo. Ni siquiera me dejó cerrar mi casillero, pero no hacía falta porque Ryan venía tras nosotros y se había detenido a cerrarlo. Parecía que todo lo habían planeado muy bien porque en aquel momento no estaba merodeando ningún profesor.

  El viento helado me golpeó en la cara y me estremecí mientras Jeff aún me sostenía la mano. Leila estaba esperando en el auto de Jeff. Las puertas estaban abiertas y cuando nos vio se apresuró a entrar, luego Ryan hizo lo mismo y Jeff me empujó para que me sentara en el asiento del copiloto y cerró la puerta con fuerza.

—¿Qué demonios están haciendo?— pregunté mientras observaba a Jeff ponerse el cinturón.

—Iremos a visitar a Rusell Davis— dijo Jeff. Encendió el auto y se puso en marcha.

—¿No podemos ir mañana?— pregunté con expresión sería.

—El señor Rusell aceptó vernos hoy— Leila me miró a través del espejo— no hablará con nosotros otro día.

—Pero no sabemos nada de él— comenté— tenemos que investigarlo primero.

—¡No hay tiempo!— exclamó Ryan— no pueden morir más personas.

  No entendía porqué estaban actuando tan extraño, es decir, entendía a Ryan, ya que su hermana seguía desaparecida y no había ninguna pista que nos ayudara a dar con su paradero y supongo que eso era lo que lo tenía tan inquieto. Yo también me habría puesto como loca si Holly hubiera desaparecido.

  Giramos en la avenida principal y entramos en la calle 45 porque ahí era donde el señor Rusell vivía. No era un buen lugar, estaba ubicado casi en el centro de Rushville, pero en esa calle no vivían muy buenas personas. Ahí habitaba la gente extraña que odiaba socializar con los demás, aquel lugar estaba lleno de gente que leía las cartas del tarot y esas cosas falsas que solían hacer las personas en Nueva York para ganar algo de dinero. Supongo que muchas de las personas que vivían en aquellas casas de tejados desgastados, se habían mudado de Nueva York o de alguna otra parte del país y estaban ahí para sacarle dinero a los tontos.

—No me gusta este lugar— dije en un murmullo. Y los chicos de atrás solo asintieron lentamente porque supongo que les causaba escalofríos igual que a mí.

  Nos adentramos en la deteriorada calle y nos detuvimos frente a una vieja casa que tenía un columpio en el porche. Las ventanas de aquel lugar estaban llenas de polvo y no parecía que alguien viviera ahí, además todo parecía informar que la persona que había vivido ahí, había sido muy religiosa, ya que habían crucifijos en la ventanas y velas blancas que parecían algo gastadas.

—Se supone que es esta casa— comentó Jeff. Todos nos apresuramos a salir del auto porque teníamos que hablar con Rusell, ya que él era la única persona que podía darnos información real de Darville y podía decirnos porqué era tan importante aquel pueblo fantasma.

  El suelo de madera crujió cuando lo pisamos. Ninguna casa de ahí tenía buen aspecto y eso me hacía sentir muy extraña, como si todo lo que amaba fuera a desaparecer y esa sensación no me gustaba para nada, de alguna u otra forma lograba asustarme lo suficiente y deseaba correr como la vez que había escapado del hospital.

  Jeff llamó a la puerta y esta se abrió después de unos minutos. La madera volvió a crujir y el lugar amenazó con derrumbarse, pero eso no sucedió. Un señor de piel arrugada y el ojo derecho blanco, nos abrió y nos miró con curiosidad. Su pelo era totalmente blanco y lo único que resaltaba en su cara era su otro ojo verde extraño que parecía leer todos nuestros pensamientos.

—Una Johnson— dijo con voz ronca e hizo que se me erizara la piel—. Cuando llamaron pensé que sería una mujer desesperada por conseguir marido, pero ustedes no parecen necesitar pareja, están ya completos ¿no es así?

—Solo somos amigos— murmuró Ryan y el anciano soltó una carcajada siniestra.

—Tu padre también vino a mi Johnson— parecía que su ojo verde estaba juzgándome y no quería que lo hiciera, pero pensé que solo era su forma de ver a las personas—. Sabía que tarde o temprano vendrías a visitarme.

—¿De qué habla?— pregunté con curiosidad.

—Por favor pasen— dijo mientras nos invitaba a pasar—. ¿Estás aquí por el don que se te ha otorgado?

—No se de qué habla.

  Adentro todo era aún más viejo y deteriorado. Me preguntaba cuando había sido la última vez que había aspirado la alfombra porque estaba dura de tanto polvo.

—El don de ver a los muertos— todos me miraron y yo solo me quedé helada. ¿Por qué aquel viejo sabía eso? Ni siquiera lo conocía, nunca había hablado con él, así que era imposible que supiera eso porque yo no se lo había contado a nadie—. Sabes de lo que hablo niñita.

  Nos hizo señas para que nos sentáramos a una mesa redonda cubierta con un mantel de color rojo oscuro. En el centro de la mesa se encontraban un montón de velas y cartas extrañas, todo eso parecía informar que el viejo practicaba ocultismo y solo hasta entonces me di cuenta que no era un buen lugar para estar.

—¿Qué necesitan saber?— preguntó con su voz ronca. Jeff colocó los codos en la mesa y se apartó algunos rizos de la frente.

—Queremos saber que sucedió en Darville— la voz de Jeff resonó aún más fuerte de lo normal y eso me dio un poco de seguridad, ya que estaba segura de que si aquel viejo intentaba hacernos daño, Jeff nos defendería y yo prefería no enfrentar a un Jeff enfadado.

—En 1958 llegó un hombre a nuestro pueblo, con la idea de modernizar el lugar— me miró y continuó hablando— ofreció mas empleo y buena educación para nuestros hijos, pero sus intenciones no eran tan buenas como parecían. Él quería crear un culto en donde solo asistieran niños porque esas almas son más bondadosas y gustan a Satanás; los niños asistían a reuniones todas las tardes y volvían al amanecer, las personas no preguntaban que sucedía porque ellos creían en aquel recién llegado. Después de unos días algunos niños dejaron de volver a sus casas y nadie preguntó porqué no volvían— noté que sus manos temblaban y a medida que narraba su historia, yo podía imaginar cómo había pasado todo— las personas parecían absortas en sus problemas y nadie levantaba la mirada para ver qué sucedía, hasta que después de un tiempo las mujeres empezaron a morir sin razón y los hombres se mataban entre sí, el odio los consumía, se volvían locos a media noche y los bebés se despertaban llorando y todo parecía informar que Darville estaba siendo acechado por una fuerza oscura; algunas personas empezaron a darse cuenta de lo que sucedía e intentaban huir, pero morían en trágicos accidentes antes de salir del radar de Darville y de esa forma el pueblo fue desapareciendo, los comercios quebraron y las últimas personas que decidían quedarse terminaban suicidándose porque aquella fuerza oscura se los ordenaba.

—¿Cómo escapó de ahí?— pregunté con interés.

—Hui con mi familia, pero nos accidentamos antes de entrar en la carretera que conecta Darville con Rushville— se pasó una mano por su cabello blanco y suspiró — mi hija menor y yo llegamos con vida al hospital de Rushville, pero Claudia había perdido mucha sangre y no sobrevivió.

—¿Usted también práctica ocultismo?— preguntó Leila. Ella parecía asustada con todo lo que el viejo estaba diciendo y yo estaba más o menos nerviosa.

—No niña, lo que yo hago es un simple truco para adivinar tu suerte— tomó sus cartas y sonrió— esto me dio dinero después de que la fábrica de Rushville cerró.

—Lo siento—se disculpó Leila y el anciano solo asintió.

—Tienen que ir a Darville, ahí hay un viejo libro que los podría ayudar a detener todo lo que está sucediendo porque así empezó todo, la única diferencia es que aquí nadie permite que sus hijos asistan a reuniones clandestinas— me miró y tomó mi mano— Elizabeth Johnson tu padre tenía el mismo don, él también veía a los muertos, pero no supo aprovecharlo, pero tú si puedes hacer algo diferente, puedes cambiar el destino de este pueblo por el bien de todos.

—No sé cómo funciona eso— dije mientras retiraba mi mano de la mesa— veo gente que ni siquiera conozco y no se qué hacer para evitarlo.

—No puedes evitarlo, es tu don, úsalo bien niñita y tal vez consigas salvar a tus amigos del destino tan horrible que les espera.

  Guardé silencio y lo miré fijamente, estaba asustado y yo también lo estaba, pero si no deteníamos todo, moriríamos tarde o temprano y nuestro pueblo acabaría como Darville.

—¿Cómo sabe que el libro sigue ahí?— pregunté de la nada. Buen punto Liz, susurró una voz en mi interior.

—Porque nadie ha logrado traspasar las puertas que lo protegen— su mirada sombría me heló la sangre—. Si son inteligentes lograrán llegar al final de esto. Les deseo suerte niños y por favor, regresen sanos de ahí.

—Está loco— susurró Jeff y todos nos pusimos de pie dispuestos a marcharnos.

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Hey hay un nuevo capítulo!!
Aquí empieza a tener sentido todo, comenta lo que piensas y no te olvides de dejar tu voto o comentario.

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