Antes de diciembre / Después...

By JoanaMarcus

156M 9.2M 38.4M

PRIMER Y SEGUNDO LIBRO [Primer y segundo libro ¡publicados en papel! Esta es solamente la primera versión de... More

LIBRO 1: Antes de diciembre + trailer
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26 - final
LIBRO 2: Después de diciembre
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo

Capítulo 13

3.6M 168K 1.1M
By JoanaMarcus

Voy a ser mala porque, para ver la reacción de Jackie a ese te amo, vais a tener que esperar a que llegue su libro y os lo narre directamente él *risa malvada*


Ya habían pasado cuatro meses desde esa cena. Era junio. Por fin, había vuelto todo a la normalidad de siempre.

Jack no había vuelto a las entrevistas. De hecho, se pasaba la mayor parte de su tiempo en casa o en casa de su abuela. Me daba la impresión de que realmente había necesitado ese descanso. Quizá estaba saturado del trabajo con la película. Después de todo, había tenido que trabajar muy duro para poder sacarla en tan poco tiempo.

Por otro lado, yo no había tenido mucho tiempo para él. Había estado las dos primeras semanas del mes haciendo mis exámenes finales, que me tenían bastante ansiosa. Alguna vez me había quedado estudiando hasta tan tarde que Jack venía al salón y me obligaba a ir a dormir, divertido. Al menos, ya estaban terminados y solo me quedaba esperar por las notas. 

No sé si es peor estudiar o tener que esperar por los resultados.

Los demás también habían estado con sus exámenes finales. Mike había desaparecido al ver que no éramos una compañía muy agradable durante ese tiempo y se había centrado en su banda, aunque estaba casi segura de que volvería no mucho después.

Naya ya tenía cinco meses de embarazo y se le notaba en la tripa. La pobre se quejaba continuamente de que la ropa y los zapatos le estaban pequeños. Decía que se sentía hinchada, gorda y amargada, pero se le pasaba cuando Will empezaba a darle mimitos. Jack me había confesado que Will se había estado molestando en buscar un piso para ellos y el bebé, cuyo género no habían querido saber todavía.

Naya también se había quejado y vanagloriado por partes iguales de que el bebé solía dar pataditas cuando escuchaba su voz o la de Will. Alguna vez, me había dejado poner la mano en su tripa y, efectivamente, lo había notado. Al principio, me había dado un poquito de mal rollo pensar que había un bebé ahí dentro pateándome la mano, pero había pasado a ser divertido cuando habíamos descubierto que también daba pataditas al escuchar a The Smiths. Jack estaba especialmente orgulloso de esa parte.

—Ese niño-barra-niña va a ser muy listo-barra-lista —dijo con la boca llena de pizza al descubrirlo.

—¿Por qué no queréis saber qué es? —pregunté, curiosa, mirándolos.

Will puso una mueca y miró a Naya.

—En realidad, yo soy quien no quiere saberlo —admitió ella—. Es que... no sé. Me da un poco de cosa, como si el día del parto no fuera a ser tan emocionante.

—Vas a parir un bebé, Naya —le dije, perpleja—. Claro que será emocionante.

—Sí, yo una vez parí un niño y fue alucinante —murmuró Jack—. La mejor experiencia de mi vida.

—Oh, cállate —puse los ojos en blanco, divertida—. Yo querría saberlo. Para poder pensar en nombres, más que nada. ¿No tenéis alguna preferencia?

—Niño —dijo Naya enseguida.

—Niña —dijo Will a la misma velocidad.

Bromas a un lado, decidieron volver al ginecólogo al día siguiente. Al volver, por sus sonrisas, supe que lo habían descubierto.

—¿Y bien? —preguntó Sue, que también estaba emocionada aunque no fuera a admitirlo.

La sonrisa de Will se ensanchó.

—Es una niña.

De eso ya habían pasado unos días. Al abrir los ojos por la mañana, me los froté perezosamente.

Noté algo rozándome la mejilla. Miré hacia abajo y vi que Jack se había dormido tumbado sobre mí, con la cara en la curva de mi cuello. Yo me había dormido pasándole una mano por la nuca y la otra por la espalda. Se sentía tan bien despertar con él en esa habitación... todavía no me creía que ya hubieran pasado cuatro meses desde que había visto a su padre por última vez.

Intenté moverme y él murmuró algo en sueños, apretujándome un poco más. Sonreí y volví a intentarlo, empujándolo ligeramente del hombro. Conseguí dejarlo boca arriba. Empezaba dar signos de despertarse. Me incliné hacia delante y le rocé la mandíbula con los labios.

—Buenos días a ti también —murmuró sin abrir los ojos, con media sonrisa.

Bajé hasta su garganta y él me rodeó la espalda con un brazo, mirándome.

—Creo que alguien se ha levantado de buen humor.

Enarqué una ceja, divertida.

—¿Qué día es hoy?

—Ni idea, pero ya me gusta cómo ha empezado.

—Jack, en serio —me reí.

—A ver... —lo pensó un momento—. No es tu cumpleaños. No es mi cumpleaños. No es Navidad. No es...

—Hoy cumplimos cuatro meses desde que volvimos a salir.

Dejó de enumerar para mirarme, algo perplejo.

—¿Llevas la cuenta?

Entreabrí los labios, sorprendida.

—¿Tú no?

—¿Eh? —al ver mi cara, asintió con la cabeza—. Claro que sí. ¡Anda! ¡Si hoy hacemos cuatro meses! Lo tenía apuntado en... el calendario de mi móvil.

—Sí, seguro —puse los ojos en blanco y me separé.

—Vale, puede que no llevara la cuenta, pero ahora sí —sonrió ampliamente, volviendo a atraerme—. Todos los días 15 de todos los meses voy a montarte una fiesta.

—Tampoco hace falta una fiesta, exagerado.

—¿Y qué demonios quieres que haga?

—Nada —suspiré y me puse de pie, poniéndome algo de ropa—. Qué poco romántico eres cuando quieres, de verdad.

—Oye, yo soy el novio más romántico que tienes.

—¡No tengo otro!

—Pues por eso.

Le puse mala cara y me sonrió hasta que vio que iba hacia la puerta, ahora con el pijama.

—Eh, espera —me detuvo—. ¿Dónde vas?

—A ducharme.

—¿Y no vas a terminar lo que has empezado antes? —se señaló el cuello justo donde lo había besado.

Me detuve con la puerta abierta y lo miré.

—Oh, vaya, se me había olvidado que lo había empezado —me llevé una mano al corazón—. Qué olvidadizos estamos hoy, ¿verdad?

Me puso mala cara cuando cerré la puerta, riendo. Me di mi querida ducha y fui al salón, ya vestida. Tenía hambre. Él estaba sentado en la barra, desayunando, mientras Naya y Will charlaban con él desde el otro lado.

—Buenos días —los saludé, sentándome en uno de los taburetes libres. Me pareció que se habían quedado en silencio un momento cuando llegué—. ¿Pasa algo?

—Naya quiere aprovecharse del dinero de los padres de Ross para ir a nadar —murmuró Sue distraídamente, mirando su móvil desde el sillón.

Naya estaba roja como un tomate.

—¡Eso no es verdad!

—Un poco, sí —Will sonrió.

—Solo le he preguntado (muy amablemente, por cierto) si quiere que vayamos a la piscina esa gigante, preciosa, llena de agua cristalina... en casa de sus padres. Nada más.

—Sí, Naya, eres muy sutil —Jack enarcó una ceja, dándole un gran mordisco a su tostada. Le quité una del plato disimuladamente.

—¿Eso es un no? —Naya puso un puchero.

—Por supuesto que es un no.

—Will, por fa, por fa... —se giró a su novio, todo pucheros.

—No es mi casa, lo siento —él se encogió de hombros.

—Os odio a todos —protestó.

—Tampoco pasa nada —dije—. Seguro que podemos ir a cualquier otra.

Vi que Jack dejaba de comer un momento, mirándome.

—¿Tú quieres ir?

—¿Yo? —parpadeé, sorprendida.

—No, Jen. El monstruo del armario —sonrió—. ¿Quieres ir o no?

—Eh... no sé... —me encogí de hombros—. Supongo que no estaría mal, pero no hace falta que...

—Podemos ir —me interrumpió, volviendo a comer.

La cara de Naya era la personificación de la indignación extrema.

—¡Acabas de decirme que no!

—Lo sé —Jack la miró.

—¡Y a ella le has dicho que sí!

—También lo sé —sonrió inocentemente.

—Me siento insultada.

—Pero... yo no... —empecé atropelladamente—. Creo que ni siquiera tengo un bikini que me vaya bien.

—Puedes nadar sin nada —sugirió Jack con una sonrisilla que se amplió cuando le di un empujoncito con el hombro.

—Puedo dejarte algo —sugirió Naya.

—No te ofendas, pero... —le miré las tetas—. Creo que tendría que ponerme algodón para que me quedara bien la parte de arriba. Te han crecido.

—¿Y si usas un sujetador bonito? —sugirió ella tras dudar un momento.

Vi que Jack se terminaba la tostada y se relamía los dedos antes de ponerse de pie. Me encogí de hombros hacia Naya.

—Es una opción.

—No me puedo creer que no tengas nada —Will negó con la cabeza con su mirada de eres un desastre.

Deseé poder decir que Monty me lo había destrozado un año atrás, pero pasaba de hablar de él.

Entonces, noté que Jack me estaba mirando fijamente.

—¿Pasa algo? —pregunté, confusa.

—Ponte de pie —me dijo, como si fuera evidente.

Me miré a mí misma en busca de cualquier posible fallo. No encontré nada muy reseñable, pero me puse de pie igualmente.

—¿Por qué?

—Porque vamos a comprarte uno —me agarró de la mano y empezó a arrastrarme hacia la puerta.

—Whoa, espera, ¿qué...?

No me escuchó y salió de casa con su cara de adormilado. Se puso unas gafas de sol mientras entrábamos en el ascensor. Lo miré, confusa.

—¿Quieres ir al centro comercial? ¿Ahora?

—Ese es el plan.

Me sonrió de lado y negué con la cabeza.

—A veces, te dan ataques de felicidad muy repentinos, ¿lo sabías?

—Solo tú sabes provocarlos.

Cómo odiaba que supiera exactamente qué decir para hacer que me callara. Iba a protestar, pero me crucé de brazos y le negué con la cabeza. Se acercó a mí y me apartó un mechón de pelo de la cara, colocándolo tras mi oreja.

—¿No quieres que vayamos a comprarlo?

—No es eso, claro que quiero, pero...

—Yo quiero verte probándotelos —su sonrisa se iluminó—. Y quitándotelos, ya de paso.

—Vale, pervertido, pero... ¡ni siquiera me has dado tiempo de ponerme algo decente!

Me miró de arriba a abajo y enarcó una ceja por encima de las gafas.

—¡Tampoco he podido comerme la tostada!

Me la quitó de la mano y se la terminó de un mordisco. Parpadeé, perpleja.

—¿Algún problema más? —preguntó, tan tranquilo.

Vale, se día se había despertado cariñoso. Cada vez que le ponía mala cara, empezaba a estrujarme y a besuquearme. No podía decir que no me gustara. Últimamente le había dado por hacer eso muy a menudo. Ya en el coche, me puso una mano en la rodilla, repiqueteando los dedos en ella. Lo miré medio extrañada y me pregunté si todo eso era porque creía que seguía enfadada por lo de no acordarse de que hoy cumplíamos cuatro meses.

Mejor no digas nada y que siga así por un rato más.

Por una vez estamos de acuerdo, querida conciencia.

—Oye —le dediqué una sonrisa deslumbrante mientras conducía.

—¿Qué quieres? —suspiró.

—¿Cómo sabes que quiero algo?

—Solo dime qué quieres —dijo, divertido.

Procuré que mi tono fuera el más cariñoso posible.

—¿Algún día... podrías darme lecciones de conducir?

Frunció el ceño un momento, sorprendido. Me echó una ojeada y volvió a girarse hacia delante.

—¿Con mi coche?

—Sí.

—Mi coche es sagrado —murmuró de mala gana.

—¿Y tu novia no?

—Eso es chantaje emocional.

—Venga, por favor.

—No.

—Vamos, Jack, por fa, por fa, por fa...

Él apretó un poco los labios.

—Ya veremos —murmuró, poco convencido.

Sonreí por el pequeño triunfo.

—No sonrías. No has ganado —protestó.

—Eso está por ver.

En el centro comercial, Jack lideró el camino por los enormes pasillos y subimos a la segunda planta. Entonces, me dejó ir delante a mí, que me quedé mirando a mi alrededor en busca de una tienda que pudiera gustarme. Terminamos en una tienda de ropa interior y de baño. Empecé a husmear por las estanterías mientras él me seguía, bostezando y curioseando cada cosa que acababa de tocar. Creo que se arrepintió enseguida de haber propuesto venir.

—Hemos dado tres vueltas a la tienda —protestó cuando rehice el camino.

—No encuentro nada.

—¿Y por qué asumes que lo vas a encontrar mirando otra vez en las mismas estanterías?

—¡Puedo haberme dejado algo!

—¿El qué? ¿Mis ganas de vivir?

Me detuve y lo miré, divertida. Él tenía expresión de aburrimiento.

—Una última vuelta. Lo prometo.

—¿Y no podríamos ir a mirar a otra parte? Creo que el de seguridad se cree que queremos robar algo. Me mira fijamente.

—Te mira porque eres famoso —le dije—. ¿O se te había olvidado?

Me dedicó una sonrisa deslumbrante. 

—Es verdad, no me acordaba. Soy famoso. Que miren.

Al final, decidí ir con él a otra tienda también especializada en eso. Me quedé mirando un bañador de flores con curiosidad.

—¿Te gusta? —pregunté.

—No.

—¿Por qué no? —pregunté, sorprendida.

—Tapa demasiado.

—¿Que tapa dem...?

—¿Y este? —levantó las comisuras de los labios a la vez que levantaba también una parte inferior considerablemente pequeña.

—¿Eso es un bikini, Jack?

—Es la parte de abajo, ¿no?

—Exacto, ¿y la parte de arriba?

—No necesitas parte de arriba.

—Y es enano.

—Mejor.

—¡Eso casi no me tapará nada!

—Exacto —sonrió ampliamente.

—¡Jack, céntrate de una vez!

—Vale, aburrida —puso los ojos en blanco—. ¿Este es del agrado de la señorita?

Ese sí. Me acerqué. Era uno más sencillo, con la parte inferior negra y una parte de arriba verde sin mangas.

—No está mal —murmuré—. Y es de mi talla.

—¿Eso quiere decir que podemos irnos de aquí?

—Tengo que probármelo.

—Te queda bien. Te quedará genial. Ya puedo visualizarte con él. Harás que la gente se desmaye a tu paso.

—Genial, pero tengo que probármelo.

—Vale, pues te esperaré justo aquí, ahorcándome con unas bragas.

Puse los ojos en blanco y fui al probador. Por el camino, me di cuenta de que media tienda lo miraba y él ni se daba cuenta porque observaba con lástima la parte inferior enana que le había dicho que no quería. 

En todo caso, ese bikini era el que necesitaba. Jack estaba husmeando en la parte de ropa interior cuando volví. La gente no había desviado su atención, pero no se atrevían a acercarse. Me detuve a su lado.

—¿Y bien? ¿Es el bikini elegido para acompañarnos en nuestra pequeña travesía?  —me preguntó distraídamente, mirando la ropa.

—Me encanta.

Frunció el ceño al ver mi expresión triste.

—¿Y por qué no sonríes?

—Es ridículamente caro.

—¿Y qué es ridículamente caro, exactamente? —pareció divertido.

—Ochenta dólares. Un maldito bikini.

—¿Eso es ridículamente caro?

—Sí, Jack.

—Bueno, yo qué sé. No es que venga a comprar muchos.

—No pasa nada, podríamos ir a la tienda de antes, creo que he visto uno que...

—Te gusta este, ¿no? Pues será este.

—Pero en la tienda de al lado...

—Déjate de tonterías. Yo te lo pago.

Le puse mala cara.

—Uy, perdón. Se me había olvidado que hablaba con Steve Jobs.

—Quiero una condición a cambio de que te lo pague —parecía divertido con la comparación.

—¿Quién ha dicho que quiera que me pagues nada?

—Nadie. Solo quiero hacerlo.

—¿Y pones condiciones?

—Sí.

—¡Eso no es justo!

—La vida es injusta, cariño. Quiero que también te lleves esto.

Me puse roja como un tomate cuando me dejó un conjunto negro de lencería en las manos. Sonrió inocentemente.

—¿Lencería? —intenté no parecer tan avergonzada como me sentía.

—Sí.

—Es muy... eh... transparente.

—Lo sé.

Vale, tenía la cara tan roja que me daba la sensación de que iba a explotarme la cabeza.

—No sé, yo... tendría que probármela y...

—Es tu talla.

—¿Y tú cómo lo sabes? —pregunté, sorprendida.

—Miré la talla de tu otro conjunto.

—¿¡Has estado mirando en mis cosas!?

—Solo en eso —se llevó una mano al corazón—. Palabra de boy scout.

—¡No has sido boy scout!

—Pues palabra de Steve Jobs. Bueno, ¿vamos a pagar?

—Jack, no creo...

—Oh, por favor, ¿alguna vez vas a dejar que te pague algo sin quejarte todo el rato?

No esperó una respuesta. Me quitó las dos cosas de la mano y las llevó a la cajera. Me apresuré a seguirlo, avergonzada, mientras me lo pagaba todo. No me sentía muy cómoda con que hiciera esas cosas. Me sentía como si lo utilizara.

De todas formas, volvimos al piso poco después y comimos todos juntos la sopa —sí, sopa caliente en pleno comienzo caluroso de verano— que Naya había preparado. No sé cómo lo había conseguido, pero sabía a rancio. Y todos fingimos que nos encantaba mientras nos la tomábamos. 

Hacía mucho calor. Era insoportable. Vi que Jack agarraba las llaves del coche mientras Naya y Will discutían por cualquier tontería, como hacían todo el rato últimamente. En cinco minutos volverían a besuquearse como si nada.

Así que era mi momento. Detuve a Jack por la mano cuando hizo un ademán de ir hacia ellos. Se giró y me miró, curioso.

—¿Estás seguro de que quieres ir ahí? —le pregunté en voz baja.

Él entendió la pregunta a la perfección. No quería cruzarme con el señor Ross. O, más concretamente, no quería que el señor Ross se cruzara con Jack.

—Es sábado —me dijo—. Mi padre va a pescar con sus amigos los sábados y no vuelve hasta la hora de la cena. Siempre sigue la misma rutina.

—¿Estás seguro?

—¿Crees que te llevaría ahí si tuviera la mínima sospecha de que vamos a cruzarnos con ese idiota?

Era estúpido, lo sé, pero a pesar de todo... seguía sin gustarme que hablara así de su padre. Él apretó mi mano y me condujo con los demás, dando por zanjada la conversación.

Así que decidimos ir a la famosa piscina de casa de Mary. Sue, por supuesto, dijo que prefería clavarse un tenedor en el cuello antes que acompañarnos. Nos lo tomamos como un sutil no.

Me sorprendió un poco llegar y ver a Mike sentado en uno de los sofás, jugando con la consola. Él también debía conocer los días en los que su padre no estaba en casa. Sonrió ampliamente al vernos. Mary no pareció sorprendida, por lo que supuse que Jack la había avisado.

—Hola, chicos —nos saludó con una sonrisa—. Me alegro mucho de veros.

—Gracias por dejarnos venir, Mary —le dijo Will.

—También es vuestra casa —ella sonrió—. Vamos, id a la piscina. Ya era hora de que alguien la usara.

Naya y Will se tomaron las palabras al pie de la letra mientras Mike los seguía apresuradamente después de apagar la consola. Vi que Jack se detenía un momento al notar que su madre lo miraba raro.

—¿Pasa algo? —preguntó.

—Oh, nada —y me miró significativamente.

Oh, vale, quería hablar. Quité la mano de Jack y di un paso hacia ella. Él parecía completamente perdido.

—¿Alguien me va a explicar...?

—Queremos tener una conversación privada, Jackie —remarcó su madre.

—Eso, Jackie, vete a jugar un rato con los otros niños.

Me miró con una ceja enarcada, pero se encogió de hombros y se fue felizmente con los demás. Poco después de que desapareciera por la puerta trasera, escuché un gran chof.

Hubo un momento de silencio. No había pensado en ello en todo este tiempo, pero... le guardaba un poco de rencor a Mary por permitir que el señor Ross hiciera lo que había hecho con Jack. Intenté que no se notara cuando me sonrió.

—Solo quería hablar contigo un momento —me aseguró— para preguntarte cómo estás.

Vale, no esperaba eso.

—Oh, estoy... estoy bien —dije, algo sorprendida—. Muy bien. Gracias por preguntar.

—Es que... con todo lo que ha pasado estos, me da miedo que nadie te lo haya preguntado —sonrió un poco—. Has tenido que aguantar mucho y no he oído que te quejaras ni una sola vez.

—Lo hacía porque quería hacerlo —murmuré, confusa.

—Oh, ya lo sé, Jennifer —suspiró y pareció que quería decir algo, pero se cortó y sacudió la cabeza—. Solo quería... supongo que Jack te habrá hablado de lo que pasó en su época de instituto.

Dudé un momento antes de asentir con la cabeza, precavida. Ella apartó la mirada un momento.

—Creo que debería hablarte de eso algún día en el que tengamos más tiempo y Jack no esté a diez metros —esbozó media sonrisa—. Si es que quieres hablar de ello.

Vaya si quiero.

—Claro que quiero —le aseguré.

—Bien —suspiró de nuevo—. Solo... solo quería decirte que me alegra que Jack esté con alguien que lo cuida y se preocupa por él, Jennifer. Me alegra mucho de que te haya encontrado. Eres la persona que se ha merecido por mucho tiempo.

Tardé unos instantes, pero esbocé una sonrisa agradecida. Ella no me dejó responder.

—Ahora, ve a nadar un poco —me sonrió, dándome una palmadita en la espalda—. Parece que se lo están pasando bien.

—¿Tú no vienes?

—¿Yo? No, querida. Prefiero quedarme aquí con mi querido aire acondicionado.

Salí al patio trasero y tuve que entrecerrar los ojos por el sol que me daba en la cara. Realmente hacía mucho calor. Jack y Will estaban apañándoselas para pasarse una pelota mientras Naya les chillaba que pararan y se la devolvieran. Mike los miraba, negando con la cabeza. La pelota voló hacia mí y la pillé al aire justo cuando llegaba junto al borde de la piscina.

Por supuesto, se la tiré a Naya, que les sacó la lengua a los chicos. Ellos me miraron como si fuera la causa de todos sus problemas.

—Poder femenino, queridos míos —se burló de ellos Naya.

—Lo que tú digas —Jack puso los ojos en blanco.

Mientras ellos se peleaban medio en broma, empecé a quitarme la ropa rápidamente. Probé el agua con el pie. Ugh. Estaba muy fría. Retrocedí. igual no era muy buena idea tirarse de golpe. Mejor entrar poco a poco y...

Plof.

Jack me había agarrado y me había tirado al agua.

Tardé unos segundos en reaccionar y salir a la superficie. Él se estaba riendo de mí con los demás mientras yo le salpicaba agua en la cara, irritada.

—¡Podría haberme dado un ataque de algo! —chillé, enfadada.

—Eres una exagerada —puso los ojos en blanco.

Se me pasó rápido el enfado y empezamos a jugar con la pelota. Casi todo lo que hacíamos terminaba siendo motivo de discusión entre dos hermanos pesados que no mencionaré. Naya llegó a hartarse y salió de la piscina para ir a tomar el sol. No sé en qué momento Will y Mike también salieron, se secaron y se quedaron con ella. De pronto, estaba sola en el agua con Jack. Él me sonrió inocentemente, acercándose como un tiburón al acecho.

—Como me metas otra vez la cabeza en el agua... —empecé, señalándolo.

—Solo lo he hecho cinco veces.

—Eres un mal novio, que lo sepas.

Sonrió, no muy afectado.

—¿No tocas el suelo? —se burló, y vi que él podía apoyarse perfectamente mientras yo nadaba como una idiota—. ¿Tienes las patitas cortitas?

—¡Deja de burlarte de mí!

Se mordió el labio inferior cuando llegó a mi altura y me rodeó con ambos brazos justo debajo del trasero, levantándome de modo que tuviera que agachar la cabeza para mirarlo. Enarqué una ceja.

—No puedo decir que me arrepienta de haber elegido ese bikini —dije.

—¿Y eso? —su mirada se agudizó.

—Si hubiera elegido algo con abertura en medio, ahora mismo me sentiría desprotegida.

—¿Desprotegida? —pareció divertido con la idea.

—Tienes la cara delante de mis tetas, Jack. Literalmente.

—¿Y crees que un trozo de tela iba a marcar mucha diferencia en lo que voy a hacer ahora?

—Ni se te ocurra... ¡JACK!

Lo empujé por los hombros, avergonzada, cuando hizo un ademán de morderme una teta. ¡Maldito pervertido! Miré a Naya y a los chicos, roja como un tomate, pero ellos nos ignoraban categóricamente, charlando entre ellos.

—¿No te ha gustado, patitas cortas? —sonrió Jack ampliamente.

—Para —le tapé la boca con una mano y noté que sonreía bajo ella—. Eres un pervertido. Y ya no solo en privado. Ahora también en público. Estás empeorando.

Aflojó el agarre de manera que resbalé por su cuerpo hasta que nuestras caras quedaron a la misma altura. Le quité la mano de la boca y le rodeé el cuello con los brazos. Eso era más cómodo.

—Yo creo que estoy mejorando —me dijo, muy seguro de sí mismo.

—Sí. El sexo en público es lo siguiente en la lista de pervertidos sexuales.

—Te recuerdo que hace un año tú tenías toda la intención de hacerlo en un lago con mi familia a veinte metros.

—Estaba borracha —protesté, avergonzada.

—Sí, deberíamos emborracharnos más.

No me dejó responder. Se inclinó hacia mí sujetándome con ambos brazos y me dio la sensación de que hacía un buen rato que quería hacer eso, pero lo hizo lentamente de todas formas. Me besó el labio superior, luego el inferior, y luego lo atrapó entre los dientes. Mi conciencia entrecerró los ojos cuando él sonrió juguetonamente.

—¿Qué haces? —entrecerré los ojos también.

—Besar a mi novia. No es ningún crimen.

—Conozco esa cara —enarqué una ceja.

—¿Qué cara? —fingió inocencia.

Me volvió a besar. Esta vez, besar de verdad. Estuvo unos segundos con su boca pegada a la mía. Ya casi se me había olvidado que los demás estaban ahí cuando se separó.

—No me gusta que me distraigas así —ladeé la cabeza.

—¿Se te ocurre una forma más entretenida?

Negué con la cabeza. Yo también quería besarlo. Ya no tenía ganas de hablar. Le agarré la cara con ambas manos y junté nuestros labios, haciendo el beso más profundo. Él apretó los brazos a mi alrededor, moviendo las manos de forma que sentí que bajaban por mi espalda hasta llegar a mi trasero, donde me apretó contra su cuerpo. Respondí enseguida inclinándome más hacia él y hundiendo la mano en su pelo.

Entonces, él se separó, riendo.

—Whoa, para, para.

—¿No te ha gustado?

—Oh, ese no es el problema, te lo aseguro.

—¿Y cuál es el problema, Jackie?

Entrecerró los ojos. Me encantaba irritarlo con ese nombre.

—El problema es que no debería querer hacerte las cosas que quiero hacerte en la piscina de mis padres.

Y, sin más, me soltó y nadó hacia atrás con una sonrisa al ver mi cara de fastidio. Fastidiada, lo seguí hacia la salida de la piscina, donde me pasó una toalla. Me rodeé con ella mientras me sentaba sola en la tumbona que tenían los demás al lado. Mike me pasó una cerveza fría.

Llevábamos un buen rato hablando y Mike había propuesto jugar a las cartas. Esa vez, perdí la primera, así que me quedé tomando el sol mientras ellos seguían peleándose cada vez que alguien perdía una ronda. Justo en el momento en que Jack me miró de reojo, vi que perdía a propósito para venir a tumbarse conmigo. Mike, que era la otra mitad de su equipo, le dedicó unas palabras no muy bonitas.

Ya estaba oscureciendo cuando me volví a poner la ropa sobre el bikini ya seco. Jack me pinchó la nariz con un dedo, divertido.

—Te dije que te pusieras protección. Ahora estás roja.

Iba a responder cuando terminé de ponerme el último zapato, pero me interrumpí cuando él dio un respingo.

—¿Qué? —preguntó Will, también sorprendido.

—Puedo hacer chili para cenar —sonrió Jack ampliamente—. Hace mucho que no disfrutáis de mi chili.

Y se marchó felizmente mientras Will y yo suspirábamos.

—¿Quién crees que nos matará antes? —preguntó Will en voz baja—. ¿La sopa rancia de Naya o el chili demasiado picante de Ross?

—La verdad es que siempre he creído que Sue nos matará a todos en algún punto de la historia.

Él me sonrió y sacudió la cabeza.

—Venga, vamos —me dijo, divertido.

***

Joey, la manager de Jack, había aparecido al mediodía siguiente, hecha una furia. Sue, Jack y yo estábamos en la barra comiendo tranquilamente. Casi me atraganté cuando empezó a aporrear la puerta como si de un loco se tratara. Jack fue a abrir y apareció dos segundos después poniendo los ojos en blanco.

—Ni se te ocurra huir de mí, señorito —Joey lo señaló, persiguiéndolo hacia la cocina—. ¿Sabes cuánto tiempo llevas desaparecido?

Se calmó visiblemente al verme, cosa que me sorprendió.

—Hola, Jennifer —me dijo.

¿Sabía quién era? Si solo habíamos hablado una vez. Y por teléfono.

—Hola —sonreí un poco.

—Sí, hola a ti también —murmuró Sue.

—No puedes seguir eludiendo tus responsabilidades —le dijo Joey a Jack, que me miraba como si me pidiera silenciosamente que la matara. No pude reprimir una sonrisa divertida—. Tienes una responsabilidad con tus seguidores, Ross, no puedes...

—Iré a la entrevista, pesada —murmuró él, metiéndose una cucharada de arroz en la boca.

—Bien —Joey se cruzó de brazos—. Vivian ha estado preguntándome qué te pasaba. Dice que no respondías a sus llamadas.

Jack me miró al instante, precavido. ¿Qué le pasaba con Vivian? Tampoco era como si hubiera vuelto a hablar de ella.

—¿Y qué le has dicho? —pregunté al ver que él no decía nada.

—No la verdad, obviamente —Joey agarró un tomate de mi ensalada y se lo comió, estresada—. He dicho que te has tenido que tomar cuatro meses de descanso para visitar un familiar enfermo. Te dejo elegir si se ha muerto o no. En fin, la entrevista es esta noche. En la radio local. Es bastante importante. No la cagues.

—No la cagaré —Jack puso los ojos en blanco.

—Probablemente intenten sacarte la verdad. Piénsate bien la respuesta o di que agradeces su preocupación, pero las cosas han vuelto a la normalidad y solo quieres pasar página.

—Es buena —comentó Sue, levantando una ceja.

—Gracias —Joey le dedicó una sonrisa radiante—. Quizá este señorito sería la mitad de bueno que yo si alguna vez siguiera mis consejos.

—Me ha ido bien sin escucharte hasta ahora, ¿no?

—Sí, menos mal que la escuchas a ella —me señaló con la cabeza y noté que se me ponían las mejillas rojas.

—¿Puedes dejar de avergonzar a mi novia? —protestó Jack.

—Como sea —Joey miró su móvil—. Te quiero en la central media hora antes. Arreglado, duchado y con la garganta hidratada. Más te vale estar en tus mejores capacidades, Ross. Van a tener que creerse que estás bien.

—Estoy bien.

—Mejor para ti. Eso que te ahorras fingir.

***

Él desapareció para la entrevista mientras los demás estábamos en el salón cenando. Mike había aparecido. El único sitio libre era a mi lado, porque Sue había dejado el portátil en el otro sillón. Se dejó caer a mi lado mientras cargaba la página de mi portátil una y otra vez.

—¿Qué haces? —preguntó, extrañado.

—Mis notas aparecerán en cualquier momento.

Mike analizó la situación que tenía a su alrededor. Naya estaba tumbada, entre risitas, mientras Will le decía tonterías y le daba besos en la tripa hinchada. Sue, por otro lado, le fruncía el ceño a su libro y mascullaba insultos porque no le gustaba lo que estaba pasando en él.

Decidió quedarse conmigo. Sabia decisión.

—Si seguro que has aprobado, no te preocupes tanto.

—Necesito distraerme —murmuré.

—¿Por qué no ponemos la entrevista de tu novio? —sugirió Sue, alcanzando el mando—. Han matado a mi personaje favorito. No seguiré leyendo esta mierda.

Me pareció una buena idea. Cerré el portátil y me centré en la televisión, en cuya pantalla la cara de Jack apareció. Estaba escuchando una pregunta del presentador. Era tan guapo que dolía. Y él ni siquiera se llegaba a dar cuenta del todo.

—...tu ausencia en estos cuatro meses —estaba diciendo el presentador—. Hay especulaciones de que has estado con tu pareja, ¿es eso cierto?

Vivian, que estaba a su lado, lo miró con una ceja un poco crispada.

—Sí, es cierto —dijo Jack lentamente—. Tenía un familiar enfermo y ella estuvo conmigo en todo momento.

Hubo un oohhh entre el público. Will sonrió.

—Entonces, ¿podemos descartar ya esos rumores de que vosotros dos estáis juntos, chicos?

—Sí —dijo Jack rotundamente.

—No hace falta ser tan contundente —le dijo Vivian, riendo y poniéndole una mano en el hombro.

Quita esa mano de ahí.

 —¿A que te refieres, Vivian? —preguntó el presentador.

Ella sonrió, agitando las pestañas. ¿Por qué era tan guapa? Qué asco daba la belleza algunas veces.

—Oh, a nada en concreto.

—Por eso mi respuesta ha sido tan contundente —remarcó Jack.

—Oh, Ross —Vivian lo miró—. ¿Ya se te ha olvidado lo del rodaje?

Silencio.

Oh, no.

¿Qué rodaje?

¿Qué se le había olvidado?

Noté que la sangre abandonaba mis mejillas cuando todos los presentes me miraron. Pero no era por eso. Era porque Jack no había dicho nada. De hecho, se había girado hacia ella con los labios apretados.

Vamos, Jack, niégalo.

Pero no dijo nada. Mi corazón empezó a latir con fuerza. Me había dicho que no había estado con nadie. Él no me mentiría. No lo haría.

¿Verdad?

¿Por qué no lo estaba negando? ¿Por qué no se quitaba su estúpida mano del hombro de una vez?

—¿Qué pasó en el rodaje, Vivian? —quiso saber más el presentador.

—Oh, lo que pasa en un rodaje, se queda en un rodaje.

No dije nada.

No lo hice en todo el rato que duró la entrevista. Jack cada vez estaba más tenso y supe que se estaría preguntando si yo estaba ahí, escuchándolo. Apreté los labios en una dura línea.

—Seguro que es un malentendido —dijo Naya.

No dije nada, de nuevo.

Por favor, que lo fuera. Que fuera un malentendido.

No había podido cenar.  Se me había cortado el hambre. Me encerré en la habitación de brazos cruzados. Al final, no pude más y me metí en la cama, con el pijama puesto. Estaba muy tensa. Intenté morderme las uñas, pero Naya y Lana me las habían pintado de negro y no quería arruinarlo tan pronto. Solté un resoplido frustrado y nervioso. Necesitaba hacer algo. Me senté en la cama, con los pies colgando por mi lado.

Por favor, que fuera un malentendido. Jack no me mentiría, ¿verdad? Él no lo haría.

Y, justo en ese momento, la puerta se abrió con un poco más de fuerza que de costumbre. Me di la vuelta y vi que Jack entraba con la misma ropa que había usado en la entrevista. Se me quedó mirando, precavido, y por mi expresión supo enseguida que lo había visto.

—¿Qué tal ha ido? —pregunté suavemente.

Él me miró, un poco confuso por la pregunta. Tardó unos segundos en responder.

—Como siempre —murmuró.

—¿No deberías ponerte el pijama?

Silencio. Volvió a parecer extrañado, pero cerró la puerta y se acercó a la cómoda. Lo escuché ponérselo mientras yo le daba la espalda, contando hasta cien para calmarme. No quería precipitarme. Y no tenía derecho a enfadarme. ¿O sí? Mierda, odiaba esto.

Escuché sus pasos acercándose y se quedó de pie delante de mí.

—¿Te acostaste con ella? —pregunté lentamente, sin levantar la cabeza.

—No —dijo enseguida, acuclillándose delante de mí—. Vamos, sabes que no.

—¿Y de qué hablaba?

Él abrió la boca y volvió a cerrarla, negando con la cabeza. Puso sus manos en mis caderas, acariciándome con los pulgares.

—No tiene importancia —me aseguró en voz baja.

—¿Y por qué no lo has negado?

—No tiene importancia —repitió.

—Sí la tiene —fruncí el ceño—. ¿Cómo puedes decir que no la tiene?

—Jen, ni siquiera sabes qué pasó.

—Es decir, que pasó algo —repliqué en voz baja—. No mentía.

Se tomó un momento para suspirar.

—No, no mentía.

No quería saltar a conclusiones precipitadas, así que esperé, pero no seguía. Solo me miraba con cierta frustración.

—¿Qué hiciste? —pregunté directamente, en un tono más acusador del que pretendía sacar.

—Jen...

—Dímelo ya —protesté. Necesitaba saberlo.

Pero seguía callado.

—¿La besaste? —pregunté en voz baja.

Jack apartó la mirada y asintió con la cabeza.

Creo que nunca me había sentado tan mal una afirmación. Sentí que se me encogía el estómago solo imaginándomelo y no pude evitar sentir un nudo en la garganta.

—¿Algo más? —insistí con un hilo de voz.

—Jen...

—¿Sí o no?

—No necesitas saber los detalles de eso.

—Sí, sí lo necesito. ¿Le hiciste... algo?

Negó con la cabeza sin mirarme.

—Ella... ¿ella te...?

No pude ni terminarlo y, al ver que no negaba con la cabeza, sentí que le mundo se detenía por un momento. Oh, no, no, no. No quería imaginarme eso. No podía. Dolía demasiado. Él se giró hacia mí y apretó los labios, intentando acercarse.

—No —lo devolví a su lugar por los hombros—. ¿Has besado a alguien más?

—¿Por qué quieres saber eso?

—¡Respóndeme ya!

—No desde que te volví a ver.

—¿Y... antes sí? —pregunto en un hilo de voz.

—Yo...

Se pasó una mano por el pelo, irritado, antes de ponerla en mi muslo. Se la quité y pude ver el arrepentimiento en sus ojos.

—Vamos, eso fue hace meses, no necesitas saberlo —me dijo en voz baja.

—¿Hace cuántos meses?

—Jen, de verdad, no hay necesidad de...

—¿Hace cuántos meses? —no pude evitar sonar enfadada—. ¿Cuánto esperaste antes de besarte con alguien después de que me fuera, Jack?

Me dedicó una mirada lúgubre.

—Me rompiste el corazón —me recordó en voz baja.

—¿Cuánto esperaste? —se me rompió la voz.

Negó con la cabeza, sin ser capaz de mirarme.

—¿Dos meses?

Seguía sin mirarme. No reaccionó.

—¿Un mes? ¿Menos?

—Tres semanas —murmuró.

Tres semanas. Había tardado tres semanas en besarse con cualquier otra. Se me retorcieron las entrañas y tragué saliva para alejar el nudo que se me formó. No tenía derecho a enfadarme con él, pero no podía evitarlo. Solo de imaginarlo, me entraban ganas de llorar. Y de gritarle. Y de conocer cada detalle pero, a la vez, no querer saber ninguno.

Al final, me puse de pie, quitándome su mano de encima. Vi que clavaba los ojos en mí cuando agarré mi almohada. Seguía de rodillas en el suelo, mirándome fijamente.

—¿Qué haces? —preguntó, sorprendido.

Me detuve en la puerta.

—Necesito... aclararme la cabeza —murmuré sin mirarlo—. Dormiré en el sofá. Prefiero hablar de esto mañana.

No esperé una respuesta. No la quería. Cerré la puerta a mi espalda y fui directa al sofá que Chris había dejado libre al marcharse. Mike me miró con curiosidad desde el otro cuando dejé caer la almohada y me tumbé, dándole la espalda y mirando el respaldo.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó.

Cuando intenté hablar, no pude más y empecé a llorar. Con ganas. No dejaba de imaginármelo besando a otra. Ni siquiera la infidelidad de Monty me había hecho eso. Imaginarlo con mi mejor amiga me había afectado por ella, no por él. Y, sin embargo, solo al imaginarme a Jack besando a cualquier otra... no podía. Simplemente, no podía. Me tapé la cara con las manos, llorando como una idiota.

—Oye, Jenna —me dijo Mike, dándome una palmadita torpe en el hombro—, sea lo que sea que te haya dicho el idiota de Ross... seguro que no lo decía en serio, ¿sabes?

No pude responder. Estaba ocupada llorando. Él se movió.

—Toma —me destapé la cara con una mano y alcancé el pañuelo que me tendía.

—G-gracias —murmuré, pasándomelo por la cara.

—¿Quieres hablar?

Negué con la cabeza y volví a llorar, él me pasó una mano por el brazo, un poco incómodo. Dudaba que Mike estuviera muy acostumbrado a tener que consolar a nadie. Pero, al menos, lo estaba intentando.

—Él... no... no me ha dicho nada —expliqué torpemente—. Se... e-estuvo con otra... solo tardó tres semanas en...

Mike suspiró y miró el pasillo de reojo mientras yo lloriqueaba como una patética. Se sentó a mi lado en el sofá.

—No sé si has ido al mejor sitio del mundo para que te consuelen —dijo torpemente—, pero... creo que es justo decir que nunca hubiera hecho si tú no... bueno, ya sabes. Solo estaba dolido.

Asentí con la cabeza, pasándome el pañuelo por debajo de los ojos. Y, justo en ese momento, escuché sus pasos viniendo del pasillo.

—Aparta —le dijo Jack al pobre Mike de malas maneras antes de ocupar su lugar. Estaba enfadado—, y tú, ven conmigo.

¿En serio? Tenía que estar bromeando.

—Vete a la mierda —murmuré.

Hubo un momento de silencio que no entendí —porque ahora les daba la espalda— hasta que Mike suspiró.

—Sí, parece el momento perfecto para saciar mis necesidades de cigarrillos —murmuró, saliendo de casa.

Al instante en que desapareció, noté que Jack intentaba tirar de mi hombro para que me diera la vuelta y lo mirara. Lo aparté de un manotazo, demasiado furiosa, triste... y todo. Él suspiró.

—Jen, vamos, ven a la habitación.

—No quiero ir contigo.

—Y yo no quiero hablar contigo aquí. Así que haz el favor de venir.

—¡No!

Él se frustró y me obligó a darme la vuelta para mirarlo, sentándose junto a mi cadera. Le quité las manos de mis hombros cuando intentó tocarme la cara y apretó los dientes.

—No me toques —protesté.

—Vamos, no llores, por favor —murmuró.

Volví a apartarlo cuando intentó tocarme, furiosa.

—¡Tardaste tres semanas en ir a por otra chica! ¡Tres semanas!

—Tú me dejaste, Jen —me recordó.

—¡Sabes por qué lo hice!

—¡Independientemente del por qué, me dejaste! ¡No lo sabía en aquel entonces!

—¿Sabes cómo pasé el primer mes? —lo acusé, empujándolo por el hombro y lloriqueando a la vez—. ¡Llorando por ti! ¡Sin salir de casa! ¡Lo pasé fatal!

—¡Y yo también!

—¡Sí, seguro que lo pasaste fatal mientras te enrollabas con la primera chica que se cruzó en tu camino!

—Creía que no te volvería a ver en mi vida —me interrumpió cuando intenté hablar de nuevo.

—¡Tardaste solo tres semanas!

—Jen, creía que la única chica de la que me he enamorado en toda mi vida me había dejado por otro. ¿Qué demonios querías que hiciera?

—No irte con otra —lloriqueé al imaginármelo.

—No me fui con otra. No me fui con nadie. Tú fuiste quien se marchó.

Hizo una pausa y apretó un poco los labios.

—Y yo quería irme contigo, Jen, pero tú no estabas.

Lo había dicho en un tono tan suave que me entraron más ganas de llorar.

—No estabas —repitió—. Me hiciste creer que estabas enamorada de otro. Y solo quería olvidarme de ti.

—Me dijiste que no habías estado con nadie —agaché la cabeza.

—Y no he estado con nadie. Solo han sido besos.

—¿Solo besos?

—No es para tanto.

—¿Te daría igual que yo te dijera que me he estado besando con otros, Jack?

—No, pero...

—¿Y con Vivian? ¿También fueron solo besos?

—Lo de Vivian fue distinto —me dijo en voz baja.

—¿Distinto? —me deslicé más lejos de él—. ¿Te gustaba?

—No, claro, que no. Sabes que...

—¡Te gustaba!

—¡No, no me gustaba! ¡He estado enamorado de ti desde que te subí la jodida maleta a la habitación el primer día que te vi! ¡No me ha gustado nadie más en todo este tiempo, ni tampoco me gustará nadie, en toda mi vida, como me gustas tú! ¿Cómo puedes no darte cuenta después de todo este tiempo?

Lo miré con lágrimas en los ojos, tragando saliva.

—¿Y por qué fue diferente con Vivian?

—Porque era mi cumpleaños —me dijo en voz baja—. Y esperaba... no lo sé, Jen. Esperaba que dijeras algo. Aunque fuera un maldito mensaje. Y no lo hiciste. Me sentía como una mierda.

—Quise hacerlo —me intenté justificar—. Pero... creí... creí que te...

—Eso ya no importa —negó con la cabeza—. La cosa es que ella... intentó consolarme. Eso es todo. Solo quería sentir algo. Lo que fuera.

—Intentó consolarte —repetí con más rabia de la que quería.

—Jen, no hay nada entre nosotros.

—¿Ella piensa igual?

—Ella no...

—¿Te gustó?

Se detuvo un momento, mirándome.

—¿Qué?

—Que si te gustó. Dímelo.

Negó con la cabeza con una sonrisa irónica.

—No pienso responderte a eso.

Lo miré, frustrada, y me volví a tumbar en el sofá, dándole la espalda. Volví a lloriquear como una idiota. Cuando noté que me ponía una mano en la cintura, se la aparté.

—¡No me toques!

—Vamos a la habitación —insistió.

—No quiero ir contigo a ningún lado.

—Y yo no pienso dormir en esa cama sin ti. Así que puedes elegir si quieres quedarte aquí, así, conmigo, o venir a la cama.

—No quiero dormir contigo —dije con un hilo de voz.

Él suspiró largamente y, por un momento, me dio la sensación de que iba a marcharse. Sin embargo, se puso de pie de pronto.

—A la mierda —murmuró.

Y, un segundo más tarde, estaba mirando el suelo porque me había colgado de su hombro. Me quedé tan pasmada que tardé un momento en reaccionar. Ya era muy tarde, porque estábamos cruzando el umbral de la puerta de la habitación. Intenté soltarme y me sujetó con más fuerza, cerrando la habitación de una patada. Al final, conseguí retorcerme y caer delante de él, que acababa de lanzar mi almohada a la cama.

Cuando vio que iba a pasar por su lado, me retuvo con un solo brazo y me sujetó delante de su cuerpo.

—Relájate.

—¡Suéltame!

—Jen, mírame.

—¡Te he dicho que no quiero dormir contigo!

Él, con sorprendente paciencia, me sujetó las muñecas cuando intenté quitarme sus manos de encima. Traté de apartarme y me sujetó más cerca.

—Mírame —repitió.

Lo miré con una mueca triste y enfadada a la vez. Él bajó la voz a un tono más suave.

—Te quiero a ti, Jen. Solo a ti. No he querido a nadie más desde que te conocí. Aunque besara a cincuenta chicas distintas, no podría sacarte de mi cabeza. ¿No lo entiendes?

Dejé de forcejear, pero no quité mi mueca. Seguía teniendo ganas de llorar.

—Siento lo que hice —añadió—. Lo siento mucho. No quería hacerte daño. Joder, es lo último que quiero hacer en el mundo. ¿Crees de verdad que lo habría hecho si hubiera sabido por qué te habías ido?

Me soltó las muñecas al ver que no iba a moverme y puso las manos en mi cara, pasándome los pulgares por debajo de los ojos. Yo agaché la mirada, avergonzada.

—¿Lo crees? —insistió.

Negué lentamente con la cabeza.

—No...

—Entonces, ¿podemos ir ya a la cama?

Lo miré un momento.

—¿Y Mike?

Él frunció el ceño, confuso.

—¿Qué pasa con el idiota?

—Jack, le has dicho que se fuera a la azotea.

—Es verano. No tendrá frío.

Le puse mala cara y él suspiró.

—Ahora vuelvo —dijo, poniendo los ojos en blanco y saliendo de la habitación.

Me metí en la cama tras ir un momento al espejo a ver mi cara. Qué fea estaba cuando lloraba, por favor. Me la sequé con la manga de la sudadera y dudé un momento antes de meterme en la cama. A esas alturas, ya no sabía si estaba siendo irracional o demasiado blanda. Alcancé sus auriculares de la mesa y me los puse con mi móvil. Estaba escuchando una canción triste —porque era una sádica, sí—, cuando vi de reojo que entraba en la habitación. La cama se hundió con su peso cuando se deslizó a mi lado.

Se inclinó sobre mí y me pasó un brazo por encima, como si estuviera probando a ver si me apartaba. No lo hice. Cuando lo notó, me apretó un poco más contra su cuerpo, quitándome un auricular.

—Mañana te daré esas clases de conducir —me dijo en voz baja.

Me miré las manos, haciendo lo posible por ignorarlo.

—No necesito que aceptes por lo que acaba de pasar.

—No acepto por eso.

Lo miré de reojo. Él suspiró.

—Bueno... quizá haya tenido un poco que ver. Pero no solo por eso. También es por mi amor devoto e incondicional por ti.

Sacudí la cabeza, pero no pude evitar que una sonrisa apenas perceptible me bailara en los labios. Él me besó cuando se dio cuenta.

—Buenas noches, Jen.

Continue Reading

You'll Also Like

275K 32.5K 34
¿Quién diría que caería en aquel encanto de cabello rubio? ¿Quién diría que aquella mirada maliciosa al final me haría temblar y no por temerle? ¿Qui...
EL LOBO By

Mystery / Thriller

1.4K 612 7
Unos estudiantes deciden asustar a sus compañeros a raíz de la muerte de una joven del pueblo. Aseguran que un asesino anda suelto y que bajo el nomb...
991K 44.3K 53
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
252K 12.8K 69
"𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙪𝙣𝙘𝙖 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙚 𝙮 𝙡𝙖 𝙫𝙚𝙧𝙙𝙖𝙙 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙧𝙖𝙯ó𝙣 𝙥𝙤𝙧 𝙦𝙪𝙚 𝙙𝙚𝙟𝙖𝙣 𝙪𝙣𝙖 𝙝𝙪𝙚𝙡𝙡𝙖" "-𝙔 𝙖𝙡 𝙛𝙞𝙣𝙖𝙡 𝙚�...