La madre de Ken nos pidió que fuéramos al centro comercial a comprarle unas cosas que necesitaba, por suerte ya no llovía aunque el cielo seguía lleno de nubes negras. Nos quedaban pocas cosas de la lista que nos había dado.
- ¿Donde está la sal? – se pregunta Kentin a sí mismo. – Esta madre mía siempre se olvida de las cosas…
- Tu madre es un encanto, y la sal está en la estantería de al lado.
- Mmmhh… no la había visto. Bueno esto es lo último, ahora faltan mis galletas.
Fue trotando hasta el pasillo de las galletas, el paraíso oficial de mi Ken… quiero decir, de Kentin. Pagamos y cargamos las cinco bolsas en total, Kentin lleva tres y yo las otras dos.
- ¿Sigue en pie lo de la película?
- Siempre y cuando tus padres no me echen no hay problema.
- No, ellos suelen venir mas tarde y además hoy tienes turno de noche por lo que no estarán.
- ¿Estarás bien toda la noche sola?
- No es la primera vez que me quedo sola.
Puede que sea algo raro, pero ver los centelleantes ojos de Kentin clavados en los míos me produjo un vuelco al corazón y una idea loca asomo por mi cabeza.
- ¿Te apetecería cenar conmigo? Pediré unas pizzas y así no me quedo sola y vemos la película. Si quieres claro…
- Me apunto.
¡No me lo creo! ¡Ha funcionado! La película no me importa en absoluto, pero si me quedo a solas con él tal vez logre sacar al verdadero Ken. En un remoto caso de que no me mande a volar con un puñetazo por cabrearlo.
***
Picaron al timbre y Kentin fue a abrir. Era el chico trayéndonos las pizzas de queso. Nos sentamos en el comedor, ya habíamos preparado la mesa y como no nos decidíamos por una película dejamos Wanted, la que daban en la tele que nos gustaba a los dos, en la cual sale Angelina Jolie.
- ¿Y esto es lo que haces siempre cuando te quedas sola? – dice en los anuncios y pegando un bocado a su penúltimo trozo de pizza.
- Aja. Peli, pizza y trasnochar.
- Es un buen plan. ¿Cada cuanto pasa esto?
- Dos semanas al mes.
- ¿Eso quiere decir que ya ha pasado desde que he vuelto y no me has dicho nada? – pregunta algo ofendido.
- Eehmm… ¿sí? – digo sonriendo sin saber que mas decir.
- Cabeza hueca.
- Calla y come que ya empieza la peli.
Cuando salen los créditos ya no queda ni rastro de pizza en nuestros platos. Kentin me ayuda a recoger y volvemos a sentarnos en el comedor con la tele puesta sin prestarle atención.
- Oye… En cuanto a lo de tu cumpleaños me podrías decir que te gustaría, hace tiempo que no nos veíamos y habrás cambiado de gustos. No quiero comprarte algo que no te guste.
- No quiero nada.
Esta vez me controlare con mis palabras porque si la pifio no puedo esconderme en mi casa ya que me seguiría al estar dentro de ella.
- Algo tienes que querer. – dice clavando sus ojos divertidos en mi.
- No.
- Dime.
- Que no hay nada.
- Venga…
- Nada. – giro la cara para que no ver como sus ojos me atraviesan a la espera de una respuesta que bien sabe pero ignora.
- Ugh… - suspira y noto como se hunde en el sofá. – Vale, tu ganas acepto.
- ¿Eh? – me giro para verlo y esta con la cabeza apoyada atrás y los ojos cerrados. - ¿El qué?
- A eso que detesto.
- No te entiendo. – digo sinceramente.
- ¿Me vas a hacer decirlo? – dice abriendo los ojos para mirarme. – ¡Ken! ¡Me puedes llamar Ken!
- ¿En serio? – grito emocionada.
- Si… ¡Pero hay condiciones!
- Vale, vale.
He intentado evitar el tema y al final es él quien resulta que lo saca, y no solo eso. Esto representa que acaba de tirar una de esas poses fingidas, que él, mi Ken, el que está encerrado está empezando a salir tal y como decía Yuna.
- Primero, empezaras a llamarme así a partir de este domingo, no antes. Segundo, no puedes llamarme así delante de nadie y mucho menos de los gemelos del diablo. Se aprovecharían para reírse de mí. Y tercero, porque me llames así no quiere decir que vuelva a ser el que era.
Eso ya lo vernos mi querido Ken, es cuestión de tiempo. Ahora estoy más cerca de tu verdadero tu.
- Vale, vale. Me parece todo bien, es genial Ken. Ken. Ken. Ken. – repito sin parar.
- Es a partir del domingo.
- Oh, sí. Me callo. – digo tapándome la boca con las dos manos.
Un grito prominente de la tele hace que nos giremos para verla y nos topamos con una horrible bestia arrancándole la cabeza a un chico y mordiéndola como un chicle. Suelto un chillido y Kentin estalla en una sonora carcajada.
- Oh vamos, no me lo esperaba. – me quejo.
- Tendrías que haberte visto la cara. – dice entre carcajadas.
- ¡Para! Tus chillidos son peores todavía.
- No lo creo… - dice aun sin parar de reír.
- Eres horrible… - digo haciendo morritos.
- Vamos venga no te enfades. – dice recuperando el aliento de tanto reírse.
Le miro de reojo y al toparse nuestros ojos ambos sonreímos. Esta clase de clima es el que teníamos antes, la clase de clima en la que te ríes por todo y te es imposible enfadarte. En el que cualquier cosa que hagas por muy efímera que sea no te das cuenta que han pasado horas y se han hecho las cuatro de la mañana, pero te da igual porque estas tan a gusto que te quedarías así para siempre.
Al menos yo y mi Ken, porque Kentin mira el reloj y se levanta.
- Sera mejor que me vaya. Es muy tarde.
- Sí, claro…
Lo acompaño a la puerta y la cierro antes de que él cierre la suya. Realmente quería que se quedara más tiempo conmigo.