El perfume del Rey. [Rey 1] Y...

By Karinebernal

29.4M 2.3M 4.9M

Emily Malhore es hija de los perfumistas más famosos del reino de Mishnock. Su vida era relativamente sencill... More

YA DISPONIBLE EN FÍSICO.
Nota importante antes de iniciar la lectura.
Mapa de la trilogía.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capitulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Prueba.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Extra Emily.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo Final Parte I
Capítulo Final PARTE II
DETALLES DEL LIBRO EN FÍSICO.

Capítulo 35.

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By Karinebernal

Si pudiera elegir un día terrible, sería este.
No hay vuelta atrás y no hay nada que me libre de vivirlo. 

Los días han volado como los pájaros cuando se acerca una tormenta, y así de rápido también pasó la coronación de Stefan. Ahora es el rey de Mishnock y al igual que su padre solo sabe atormentar mi vida con el poder que posee. Y es debido a toda la rabia e impotencia que siento que, tras idear el plan de huida con Atelmoff, me he mantenido serena todos estos días, para así cumplir la fase más importante del objetivo: fingir que todo estaba bien. Lo cual, ha sido terriblemente difícil, pues la herida de mi corazón aún arde. Además, he tenido que soportar las miradas de desprecio de la princesa Lerentia y por supuesto sus indirectas.

Tuve que reprimir mis ganas de llorar cuando Stefan delante de su parlamento se arrodilló con un anillo en la mano y le pidió formalmente que fuese su prometida. Me estaba muriendo por dentro y aunque quise evitar estar presente, ella ordenó que yo estuviese allí.

El príncipe vino por la noche a mi habitación con sus miles de excusas, diciendo que no era algo que quería hacer, pero que debía realizar por protocolo. Tuve que aparentar que le creía y sonreírle aun cuando en el fondo me quebrantaba en pedazos pequeños. No puedo mentir, yo todavía quiero mucho a este hombre, por lo que cada respiración dentro de este palacio, tan cerca y tan lejos de él al mismo tiempo, me resulta asfixiante. Incluso esa noche lo felicité por actuar tan bien el papel que dice estar cumpliendo y le sonreí como si en verdad me alegrará, como si no me doliera el corazón, como si cada día aquí no me estuviese marchitando. Pero lo hago todo para escapar, porque me lo prometí y voy a lograrlo hoy: en el día de su boda.

—¿Puedo ser honesta, Atelmoff? —pregunto moviéndome debajo de las sabanas de mi cama y él asiente al otro lado de la habitación, muy cerca a la puerta—No puedo mentirme a mí misma. Me duele saber que hoy perderé para siempre a Stefan. Y aunque intento recordarme que después de todo lo que hay hecho, yo jamás podría haberle dado una segunda oportunidad, el corazón es terco y siempre piensa en que hubiera sido si… y se hace ilusiones. ¿Sabes?

—Él también está sufriendo por todo esto, Emily. Stefan no quiere a Lerentia y ella tampoco a él.

—Pudimos haber escapado. Encontrar una solución, pero prefirió herirme de la manera más cruel, enviar a mi amigo a la guerra y separarme de mis padres, secuestrarme.

Él suspira como si estuviese cansado de escuchar esto y no es algo de lo que hayamos hablado mucho, así que estoy segura de que es Stefan quien lo ha saturado con este lío.

—Si sirve de algo, no creo que por ahora ese matrimonio encuentre felicidad. Lerentia todavía quiere al rey Magnus y eso parece que no va a cambiar por el momento.

¿De qué hablas? Siento como si mi cuerpo se congelara debajo de una nevada al escucharlo. ¿Quiere al rey Lacrontte? ¿No se referirá a su primo?

—Creo que te equivocaste. El novio de la princesa Lerentia era el rey Gregorie.

—Yo jamás me equivoco. La señorita Lerentia guarda sentimientos por Magnus. Incluso antes de casarse con Stefan ya había terminado su relación con el soberano de Cromanoff a causa de lo que siente por el otro Lacrontte.

¡¿Qué?! ¿Eran amantes? ¿Pero acaso él no dijo que jamás tendría una? ¿Mintió?

—Jamás tuvieron nada, por si te lo preguntas. —Aclara, como si pudiera leer mi mente—. Tal parece que la cabeza de Lerentia se hizo ilusiones sola.

Me toma más de un minuto procesar lo que dice. Y es que, ¿cómo debe sentirse el rey Gregorie al saber que su prometida le terminó porque se enamoró de su primo? ¿Cómo ella pudo hacer algo así? Los dos Lacrontte son muy unidos y a pesar de su extraño comportamiento, como el de dispararse entre sí, parecían quererse. ¿Se habrá roto su relación?

—¿Cómo sabes eso? —Le pregunto después de volver en mí.

—Yo lo sé todo. —Sonríe, confiado mientras mira la hora en el reloj de la pared. Son las once en punto—. Y esos rumores siempre se saben. Además, ella le escribe muy seguido a Magnus, pero él nunca contesta sus cartas y siempre son enviadas de vuelta. En ese matrimonio no hay amor y todos lo saben. Por eso tampoco Silas ni Genevive se molestaron en venir.

Esto es de verdad insólito.

—¿No están aquí ni siquiera para disimular?

—No hace falta. Igualmente, él teme que Magnus aproveche esto para atacar y lo capture.

—Siempre ha sido un cobarde.

—Uno muy inteligente, pero eso no es lo importante ahora. Escucha, debo bajar a preparar el carruaje para cuando bajes ya este todo listo —Su tono se vuelve serio. Ya no tiene la jocosidad con la que antes contaba la historia de Lerentia y los lacrontters—. Voy a dejarte en el lugar más cercano a tu casa que se me ocurrió, para que así puedas ir a casa de tus padres y huir con ellos. —Dice en un susurro.

—¿Qué lugar es ese?

—Ya lo descubrirás por ti misma. —Camina hacia mí, toma una silla en la travesía, la pone a mi lado y se sienta—. Vayan al sur, así podrán salir por la vía que lleva a Coldtenhew y de ahí suban hasta Forsmelt.

—¿Esa es la ciudad donde tienes la casa?

—Así es. Por cierto, es momento de entregarte esto —abre la solapa de su chaqueta de gala azul y botones dorados y saca de uno de los bolsillos interiores una bolsa con monedas que suena al chocar entre sí—. Con eso podrán costear el viaje. Y, sumado a ello, te entrego esto.

Pasa a mis manos una llave de bronce larga con cabezal redondo y un papel con la dirección de la casa en Forsmelt.

—Si alguien allá te hace preguntas. Tú solo di que rentaste la casa, ¿de acuerdo? —cuestiona y yo asiento.

—Jamás voy a olvidar esto, Atelmoff, lo juro.

—Es lo mínimo que espero, porque me estoy jugando la vida. Ya me deshice del paje y el jardín está despejado. Los únicos guardias con los que nos toparemos serán los que custodian fuera, pero una vez dentro del transporte no nos requisaran si saben que soy yo quien va en él. Todo está controlado.

—Entonces pide que me suban el banquete, por favor.

Asiente y sale de la habitación, dejándome con el corazón desenfrenado como el galope de un caballo enfurecido que le avisa a mi cuerpo que pronto nos pondremos en acción.

El palacio estuvo hoy todo el día atestado de personas que iban y venían. Diseñadores, cocineros, decoradores y un sin fin de organizadores que trabajaron toda la mañana y la tarde para la tan anhelada boda de los futuros reyes de Mishnock y en todo eso tiempo me resguardé en mi habitación, y aquí sigo, esperando mi momento. La música se escucha desde la primera planta y a pesar de ya ser las once de la noche, la fiesta parece que apenas comienza. Mientras tanto, yo, acostada en mi cama, finjo una tranquilidad que no tengo, a medida que espero el banquete que pedí para esta noche.

Atelmoff me informo esta mañana cuál sería la señal de huida: Christine y Leslie le pedirían ayuda a los guardias que custodian mi puerta para traer a mi habitación la comida que solicité para cenar y que por supuesto Stefan ordenó que me dieran. Parece que piensa que con darme tantos platillos como pueda podrá compensar el que se esté celebrando su matrimonio con alguien más en el piso inferior.

El plan parecía tonto cuando él me lo explico, pero una vez entendí lo creíble que se vería el que mis custodios, los únicos que quedaron en este pasillo, pues todo el personal está volcado abajo, abandonaran su puesto para ayudar a traer pesadas bandejas, no lo vi tan descabellado.

Los zapatos con los que huiré me aprietan el tobillo con la hebilla que las ajusta sobre mi piel y mis manos ya empuñan la sabana para echarla en el momento en que escucho a Leslie y Christine al otro lado de la pared en busca de ayuda.

—No podemos movernos de aquí. Tenemos orden de vigilar a la señorita —protesta un guardia.

—Y también tienen orden de darle todo aquello que ella pida. La cocina está hecha un lío. Todos tienen la atención puesta en preparar la comida de la fiesta e ir a servirla. Nadie nos quiere ayudar a traerla porque están atareados. Ustedes son los únicos disponibles y lo saben.

—Puede ir uno de nosotros, no ambos.

—Son demasiados platos. De aquí a que se entregue la primera bandeja y luego baje de vuelta a la cocina para volver a subir con la segunda, ya la comida estará un poco fría. Los necesito a los dos.

Ellos continúan y el miedo de que las cosas empiecen a fallar aumenta. Afortunadamente, al final escucho como los pasos se alejan después de mucha insistencia por parte de las doncellas y es entonces donde sé que todo ha iniciado. Me levantó de la cama y voy a la puerta en puntillas y me tomo mi tiempo antes de abrirla para comprobar que el pasillo esté despejado. Por lo que, una vez compruebo que el pasillo está despejado, camino afuera tan rápido como puedo, tratando de no hacer ruido.

Bajo las escaleras y voy al ala sur, en dirección al patio. Los corredores se me hacen eternos y mi respiración sofocada podría delatarme en cualquier momento. Miro hacia los lados y atrás, pendiente de que nadie me vea y avise a mis guardias o Stefan, pero Atelmoff cumplió y la zona está completamente vacía. Llego a las puertas de cristal que dan entrada al jardín después de unos minutos de caminata y ruedo las puertas con el mayor de los sigilos, permitiendo que el aire de la noche me golpee la cara, como si ya estuviese respirando la libertad. El pasto del jardín ahora tiene betas verdes y oscuras, de aquellos lugares en donde no da la luz, por lo que ahora se encuentran sumidos en la negritud.

Salgo con la vista puesta nada más en los establos que están a unos metros de donde me encuentro, sin embargo, solo me basta pisar el césped exterior para sentir como los muros comienzan crujen y las ventanas vibran. Desde los establos oigo a los caballos relinchar con brío y a la distancia veo una luz naranja que se asemeja a un atardecer, pero que en este caso no es otra más que una explosión fortísima provocada con pólvora que ilumina mi cara como si fuesen fuegos artificiales. ¡No, esto no puede arruinar mis planes!

Escucho en el pasillo como los guardias se acercan, así que corro hacia el carruaje para esconderme antes de que alguno pueda verme, con tan mala suerte que antes de siquiera acercarme, los custodios inundan la sala al oír como un tiroteo se desata en la lejanía, uno que a cada segundo se acorta más. Los guardias que protegen el palacio desde afuera ingresan por el patio en busca de ayuda, mientras los invitados de la boda empiezan a asomarse por los cristales y ventanas para saber qué es lo que sucede. La música ha parado y desde adentro me cruzo con los ojos sagaces de Stefan, quien me observa con sospecha por uno de los vidrios.  Me siento expuesta como una cucaracha que han descubierto al encender la luz.

—Señorita, lo mejor es que regrese dentro —me habla uno de los guardias, al tiempo que Atelmoff aparece de regreso por la ruta que lleva a los establos y aunque intenta no mirarme a la cara, su expresión de derrota lo dice todo: Hemos fracasado.

Otra explosión se alza en el horizonte mientras los custodios corren afuera y otros dentro, tratando de evacuar el palacio y a los nobles que asistían a la fiesta.

—Prefiero quedarme fuera —trato de zafarme del hombre que quiere llevarme devuelta al interior, pero me detiene cuando intento caminar para alejarme.

—Son órdenes del rey.

Quisiera salir corriendo, trepar las paredes o intentar huir de alguna forma. Me frustra verme imposibilitada, descubierta y retenida. Yo ya tenía que estar en el carruaje, yendo hacia donde mis padres… ¡Por mi vida! ¡Mis padres! Si la ciudad está bajo ataque, ellos tampoco están seguros.

Cambio mi dirección y mi enfoco mi atención en mi familia, así que, resignada, corro adentro para buscar a la única persona que puede ayudarme a ponerlos a salvo: Stefan. Si se supone que ahora nos llevamos bien, puedo usarlo a mi favor y pedirle que mande a alguien que los traiga al palacio.

La gente ya está siendo guiada por los corredores, por lo que todo el palacio es una estampida que no me permite encontrar al ahora rey. A mí un par de guardias con expresión seria y ojos oscuros que demuestran el enojo que sienten, se me acercan y posan sus manos en mis hombros para obligarme a caminar en la misma dirección en la que van los demás. Los reconozco de inmediato como aquellos que custodian mi habitación y sé que ahora entienden el porqué Luena y Christine los han hecho moverse de su puesto. Estoy segura de que ya lo dedujeron.

Las explosiones continúan escuchándose a medida que avanzamos por los corredores del palacio que cada vez se me hacen más desconocidos y solitarios. Doblamos en una esquina y nos topamos de frente con un pasillo angosto que parece haber estado oculta por algo, pero al ser ya desvelada no logro saber con qué. Unas escaleras de piedra aparecen frente a nosotros en un estrecho lugar de paredes rústicas, iluminado por antorchas.

Al bajar, compruebo que se trata de un refugio subterráneo que no es más que grandes paredes de piedra y hormigón que en su interior tiene muebles, una mesa con víveres y un grupo numeroso de personas en los que se encuentra la nueva reina, Atelmoff y mis doncellas. Algunos de los invitados se abrazan entre sí angustiados, otros lloran y a los demás se les marca el terror en la cara. Todos aquí, encerrados como si fuésemos ratas asustadas, huyendo de nuestro depredador. En este caso de un flamante victimario.

El ruido del caos exterior disminuye considerablemente aquí abajo, pero el ajetreo dentro de esta habitación secreta es aún mayor. Mandos van y vienen. Los guardias no dejan de darle información a Stefan sobre lo que ocurre afuera y este a su vez solo ordena una cosa: atacar.

—Es un buen inicio para nuestro matrimonio —dice la reina Lerentia con sarcasmo.

Se pasea con su vestido desgarrado como consecuencia del escape. Su cabello rubio ahora luce desarreglado, pero lo único que yo puedo ver es el anillo que lleva ahora en su dedo como evidencia de su unión. Y siento como el corazón se me hunde un poco más.

Me hago en un rincón de la habitación y me siento en el piso, derrotada, esperando el momento para poder acercarme a Stefan, quien sigue rodeado de guardias que demandan autorizaciones y comandos. Yo mientras tanto, juego con la falda de mi vestido, enojada conmigo misma por fallar. Quizás si hubiese sido más rápida o astuta, ahora no estaría aquí y, es que estuve tan cerca, a segundos de completar mi plan y Magnus Lacrontte lo ha arruinado todo.

Minutos después y con la mirada todavía puesta en el piso, veo como unos pies se acercan a mí y no tengo que levantar la cabeza para descubrir de quien se trata.

—¿Qué hacías en el jardín? —Stefan se inclina hacia mí para encararme—. Tenías orden de quedarte en tu habitación.

—Estaba tomando aire. —Me armo de valor para responder tan calmada como puedo.

—No te creo, Emily. ¿Por qué Atelmoff también estaba ahí?

—No lo sé. Eso deberías preguntárselo a él.

Trato de no perder la paciencia, pues se supone que debo seguir con el papel de chica amable que he fingido todos estos días, ya que, si no pude escapar hoy, seguiré intentando mil veces si es necesario hasta lograrlo, por lo que no me puedo permitir arruinar la fachada que con tanto esfuerzo he creado o no me volverá a creer.

—Voy a ser sincera —levanto la cabeza y suavizo mi tono para él—. No estoy bien, Stefan.

—¿Te sucedió algo afuera? —Se agacha para quedar a mi altura y examina mi rostro con preocupación, frunciendo su entrecejo—. ¿Estás herida? Tenías que haberte quedado dentro, Cielo.

—No, yo estoy bien, pero estoy preocupada. Mis padres están afuera bajo ataque y quisiera que estuvieran aquí a salvo como yo lo estoy.

—Traerlos acá sería bastante difícil.

—Pero no imposible —contraataco de inmediato—. Y mucho menos para el rey de Mishnock. Dijiste que me darías todo lo que pidiese y eso es lo que quiero.

Lo veo sonreír ante aquel cometario y no entiendo que es lo que tanta gracia le causa.

—Creo que no has notado, Emily, cuanto poder tienes sobre mí. Veré que puedo hacer.

****

Han pasado las horas, dos para ser exactos y aun los sonidos de balas y estallidos se escuchan fuera, solo que ahora han disminuido significativamente. Todos seguimos aquí, algunos han dejado de llorar, otros aún jadean, unos con desespero se secan el sudor que los baña y otros muchos se abanican con las manos, entre esas yo. Nadie ha salido de aquí, a excepción de los custodios, y sé que más de uno se pregunta en qué momento volveremos a la superficie.

Stefan hace casi media hora dio la orden de ir por mi familia hasta casa y es por eso que me inquieta ver la tensión en su cuerpo mientras habla con los guardias que se supone deben haber bajado para informarle que todos están a salvo en el palacio. No obstante, lo que hace es mirarme por una fracción de segundo para luego salir del refugio sin decir una palabra, flanqueado por numerosos hombres.

No entiendo qué pasa, pero mi corazón presiente que no es nada bueno. Desaparece por más de diez minutos y cuando regresa trae consigo una desolación en la mirada que no me augura buenas cosas. Se acerca a mí con duda entre cada paso y el corazón me empieza a latir fuerte.

No, no podría soportar una mala noticia. Cierro los ojos y aprieto los labios en una línea fina como una cobarde que no es capaz de enfrentarse al mundo real. Sé que va a decirme algo importante, algo grave y no creo estar preparada para escucharlo.

—Emily, esto es serio, por favor mírame. —Lo siento detenerse frente a mí, pero aun así no hago caso a su pedido.

—Solo dilo, ¿qué pasó con mi familia? —Mi voz sale estrangulada, vacía.

—Ellos están bien, bueno, tu madre y Mia lo están.

De golpe abro los ojos, sintiendo como la vida se me cae a pedazos y mi alma se desarma. No, papá no. Me levanto del suelo y retrocedo hasta chocar con la pared no muy lejos de mí, como si huir pudiera resolver lo que sea que me dirá. Miles de escenarios terribles se me pasan por la cabeza y la verdad es que no podría soportar que me dijese que mi padre ha muerto. En ese momento, yo moriría con él.

—Tu padre ha resultado herido, Emily.

Mi respiración se agita mientras mi corazón parece correr mil millas por segundo. De inmediato siento las lágrimas bajar por mis mejillas con fuerza y un vacío se instala en mi estómago como si estuviese cayendo por un abismo.

—¿Cómo ocurrió? —Pregunto desconsolada. Mi voz es baja, víctima de uno de mis mayores miedos: perder a papá.

—Al parecer él ya venía hacia el palacio y el ejército de Magnus lo ha atacado pensando que era un soldado de nuestra armada.

¿Qué? ¿Cómo es eso posible? ¿Por qué pensarían que es un solado de Mishnock si no trae uniforme o acaso lo traía? La desesperación me nubla la razón y la ira, todo lo demás. Sí, alguna vez imaginé no odiar al menos un poco al rey Magnus Lacrontte, hoy ese pensamiento se esfuma de mi mente. Lo desprecio con todo mi ser. Merece el peor castigo que pueda ejercérsele y espero pague por todo el daño que ha causado. 

—¿En dónde está? Quiero verlo, Stefan, por favor llévame con él. —Suplico como su fuese una niña perdida que ruega por encontrar a sus padres.

—No debes preocuparte. Ya me he encargado de eso. Un médico está a su disposición allá arriba.

—¿Cómo siquiera me pides que no me preocupe? ¡Es mi padre! —Levanto la voz más de lo que debería, llamando la atención de todos los presentes— ¿Y es que acaso arriba es seguro? ¿No es por esa inseguridad que estamos aquí abajo?

—Todos los que están aquí son nobles.

—Y mi padre no —deduzco de inmediato—. Por eso no merece estar protegido aquí abajo con nosotros. Pues te informo que yo tampoco lo soy, por lo que entonces deberías dejarme salir.

—No es a eso a lo que me refería.

Trata de tomar mis manos para calmarme, pero no se lo permito. No logrará que me quede aquí abajo mientras papá me necesita arriba. Sé que no estoy siendo razonable, sin embargo, también sé que puede entenderse mi posición. No me importa si salgo lastimada, solo quiero verlo. Necesito estar con él y comprobar cuan grave es su caso.

—Esta guerra tiene que acabarse de una vez. Alguien tiene que detener a los lacrontters.

—Lo haré, lo prometo, pero por ahora tendrás que quedarte aquí. Tu madre y Mia están con él en el salón médico. Te cumplí, Emily, como lo prometí. Ahora tú solo dame un poco de crédito, confía en mí y cálmate, porque nadie puede ver como una plebeya intenta pasar por encima del rey.

Detesto esta situación. Jamás me había molestado saber que otras personas tienen poder sobre mí, que había alguien con corona al que tengo que venerar y respetar, cumplir su palabra aun si no la comparto y jamás cuestionar su mandato, pero ahora, el tener que acoplarme a la posición de súbdita pasiva con la que he vivido diecinueve años se me hace insoportable.

—Las cosas cambiarán con mi llegada como una vez te lo prometí en el bosque Ewan—continúa cuando ve que obedezco su pedido y me quedo en silencio—. Solo dame tiempo. Te prometo que cuando encuentre un buen momento solicitaré una reunión con Magnus para negociar un cese de armas. Lo haré por ti —susurra, por lo que me debo esforzar para escucharlo—, porque te amo.

Lo que quedaba de mi corazón se ha hecho pedazos. Tiene un anillo en su mano que lo une a otra mujer y se atreve a decir que me ama. ¿Con qué derecho? ¿Con qué valor? Mi boca arde mientras la contengo para no perder los estribos y gritarle, pues ahora mi mente y mi energía deben enfocarse en otra cosa.

Si cuando esa reunión se haga, yo sigo aquí, juro que no dudaré en hacerle pagar de alguna manera al rey Lacrontte lo que esta noche los suyos han hecho con mi padre, así me descubra y vea que le mentí en su propio reino, en su propio palacio, así quiera vengarse de mí. No me interesa. Pagará, juro con toda mi vida que pagará.

Nota de autor:

¡Hola! Hello! Hei!

Creo que ustedes ya saben que se acerca a continuación. ¿Logran adivinarlo? Déjenmelo en comentarios.

Les informo que solo faltan dos capítulos para terminar este libro, así que no queda mucho. Intentaré ponerlos antes del 30 de abril. Crucemos los dedos para que el tiempo me alcance.

Gracias a todos por haber permanecido aquí a pesar de lo caótico que ha sido todo últimamente y de lo difícil que ha sido para mí actualizar. Su paciencia no tiene precio.

Ah, por cierto, ¿recuerdan el extra donde Emily cuenta lo del ballet y se ve como se enamoró de las flores? Pues metí la historia en la versión en físico del libro. Porque sentí que era algo que debía ir ahí.

Los quiero un montón y nos vemos en el próximo capítulo.

Me puedes encontrar en mis redes sociales como @karinebernal

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