¡Sí, soy gay! 🌈kiribaku/baku...

By cupcakemofoo30

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Kirishima a sus 16 años podía dudar de muchas cosas, pero había algo de lo que estaba seguro: era gay. No se... More

🏳️‍🌈 prólogo 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 uno 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 dos 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 tres 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 cuatro 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 cinco 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 seis 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 siete 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈ocho🏳️‍🌈
🏳️‍🌈nueve🏳️‍🌈
🏳️‍🌈diez🏳️‍🌈
🏳️‍🌈once🏳️‍🌈
🏳️‍🌈doce🏳️‍🌈
🏳️‍🌈catorce🏳️‍🌈
🏳️‍🌈quince🏳️‍🌈
🏳️‍🌈dieciséis 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈diecisiete🏳️‍🌈

🏳️‍🌈trece🏳️‍🌈

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By cupcakemofoo30

Después de lo ocurrido del día en el centro comercial, Kirishima estaba esperanzado de que no sospechara en lo absoluto de él.

Espera, ¿por qué hablaba de eso como si hubiera hecho algo malo? Él no había hecho nada malo, ¡claro que no! Bueno, sí había hecho una que otra cosa mala, pero no vamos a hablar de cómo por accidente le golpeó a su perrito en Minecraft, eso no venía en nada con el asunto. Era un nuevo día, y debía de comenzar dejando lo malo atrás.

Los fines de semana, la rutina mañanera de Kirishima no era tan complicada. Era de los pocos del curso que tenían la fortaleza de hacer ejercicio apenas se levantaban. Y, a pesar de todo, continuaba con ese hábito pues lograba distraerlo y desestresarlo bastante, además que le daba un subidón de energía en la mañana.

Los domingos siempre rondaba las diez de la mañana al despertarse, y ese día no fue la excepción. 

Hizo todo con total normalidad, como si nada de lo que llevaba pasando en su cabeza existiera. Y es que a lo mejor el cerebro todavía no entraba en máxima funcionabilidad por la hora, o por simplemente recién haber despertado.

No le tomó mucho cambiarse de ropa, y tomó una toalla pequeña y su cepillo de dientes para bajar al baño, todo haciéndolo aún medio dormido y con parte de su cabello tapando sus ojos.

Esto ocasionó que al abrir la puerta, chocara con el par que lo estaba esperando afuera, como todas las mañana-

Espera, eso no era algo que ocurría todas las mañanas.

Kirishima se talló los ojos luego de arreglar un poco su cabello que le tapaba un poco la vista para mirar mejor a Kaminari y Sero, ambos frente a él de brazos cruzados, confundiéndolo ante la sorpresiva visita y la seriedad en sus rostros.

—¿Chicos? ¿Qué hacen aquí? —cuestionó ladeando la cabeza. Algo hizo click en su cabeza, por lo que sonrió—. ¡Ah, no me digan! ¿Hoy por fin harán ejercicio matutino conmi-? ¡Kaminari! ¿Qué te pasó? —El moreno se detuvo abruptamente al notar el moretón en el ojo del rubio.

—Ah, ¿esto? No es nada —explicó, una extraña mueca adornando su rostro—. Solo que, el chico que te gusta, ayer me dio una pequeña lección por haberlo espiado e interrumpido luego de que me usaras de sacrificio.

—¿Eh? ¿Que Bakugō hizo qué?

Y apenas eso salió de su boca, Kirishima notó la idiotez que acababa de decir.

Los colores se le subieron a la cabeza, y la seriedad en los rostros de sus amigos desaparecieron drásticamente cuando estallaron en risas mientras Eijirō, a punto de dejar de funcionar, agarraba su cabeza en signo de arrepentimiento dándole la espalda a ambos chicos, maldiciendo internamente su estupidez una y otra vez.

—¡Te lo dije! ¡Ya dame mis quinientos yenes! —Le recriminó Hanta a Denki.

—¿Qué? ¿De qué quinientos yenes me hablas? —contestó el más bajo cruzado de brazos y desviando la mirada, claramente mintiendo.

Aquello no pasó desapercibido por parte de Eijirō, quien se giró a mirar la discusión de sus amigos, incrédulo.

—¿Cómo lo supieron? —preguntó el avergonzado muchacho, interrumpiendo el ajuste de cuentas entre los otros dos.

Ambos detuvieron sus palabras para mirar a Kirishima sorprendidos ante la pregunta. Luego, se miraron entre ellos y rieron ligeramente, confundiendo aún más al pobre chico de cabellos rojizos.

—No fue difícil luego de oír lo que Bakugō decía, además de tu actitud, la cual he notado desde hace varios días ya —respondió Hanta, dejando en claro que Eijirō realmente no era nada disimulado como él pensaba—. No lo quise creer al principio, pensé que solo era una coincidencia o yo qué sé. Pero luego de lo de ayer... 

Eijirō se quiso golpear contra la pared. ¡Perfecto, lo que le faltaba! ¡Haber sido tan obvio que sus dos amigos también lo notaron! La lista de los que sabían su atracción por Katsuki no iba más que en aumento, maldita sea.

Era como un puto déjà vu.

—Es que, en serio, hermano, ¿qué tan malos gustos tienes como para que te guste ese gremlin? —comentó Kaminari haciendo una mueca y señalando su moretón.

—¿De qué rayos hablas? —respondió Eijirō arrugando el ceño, seguido suspirando y relajándose—. Bakugō puede tener una actitud difícil, pero... aparte de lo guapo que es, creo que ya saben que en el fondo él es una muy buena persona. Se preocupa de los demás a su manera, y de esa misma forma lo demuestra. Sí, quizá no es el más cariñoso ni tierno del planeta, pero al menos ya es bastante más tranquilo que antes. Además... es muy genial, cuando entrenamos demuestra todo su talento, es alguien digno de admirar. Él es-

—Tan masculino... —Se adelantaron ambos chicos a las palabras de Eijirō con una monótona voz, sacando de su ensoñación al muchacho quien ya tenía una expresión idiotizada mientras suspiraba esas últimas palabras.

Ante esa reacción de sus amigos, Kirishima desvió la mirada mientras sus mejillas adquirían un tono rojizo.

—Amigo, en serio, estás peor de lo que creía —dijo Kaminari.

—Lo sé... Mierda, es demasiado malo esto —murmuró de forma desanimada, tapando su rostro con sus manos.

Olvidando su idea de ir a prepararse para entrenar, Eijirō volvió a entrar a su habitación, caminando a paso lento a su cama. Este extraño cambio de actitud captó sin dificultad la atención de los otros dos presentes, sin embargo, mientras Kaminari no logró entender aquello, Sero lo hizo sin problema. El más alto suspiro y avanzó a paso lento a la cama donde estaba sentado ya Kirishima, ambos codos apoyados en sus piernas y su rostro entre sus propias manos.

Denki optó por seguirlo, no sin antes cerrar la puerta.

Para cuando Hanta se sentó junto a Eijirō, este ya tenía su rostro enterrado en sus manos. No estaba llorando, claro que no, solo... Estaba agotado de reiterar el mismo pensamiento todos los días.

—Creo que no te gusta mucho sentirte así, ¿eh? —Las suaves palabras de Sero captaron la atención del menor de inmediato, quien alzó la vista a verlo. Hanta lo miraba con una reconfortante sonrisa mientras acariciaba su espalda, y Denki a su lado también lo miraba atento.

Eijirō sonrió débilmente y suspiró, sus hombros cayendo levemente. No, no le gustaba para nada ese sentimiento, ese torbellino en su estómago cada que tenía al rubio en frente, o los fuertes latidos de su corazón cuando sus miradas se cruzaban. Era una tortura de la cual ya estaba harto, y no quería seguir con ello.

—Me gusta, sí, me gusta muchísimo, pero sé que estar con él no es posible, y quiero dejar de pensar en esto y poder estar con él como si nada, ¡pero no puedo! 

—Pero oye, espera, aún no sabes si le podrías llegar a gustar o no, no es para que te desanimes así...

—Kaminari, no es tan fácil —interrumpió Sero—. Si hay algo peor que ya saber la respuesta... es la misma incertidumbre de no saberla, más aún cuando todo depende de ti mismo y tus agallas para hacerle de frente a esa persona. Después de todo, la única forma de saberlo es decírselo directamente, y eso es lo que menos uno quiere porque el rechazo da tanto miedo que al final uno prefiere no arriesgarse.

—¿Es por eso que aún no te le confiesas a Ashido? 

La inocencia e indiferencia con la que Denki preguntó eso agarró a ambos por sorpresa. A uno porque WOW ESPERA ¡¿QUÉ?! y al otro porqUE MALDITA SEA KAMINARI DENK-

—¡¿Qué?! —exclamó Eijirō, sorprendido.

—¡¿P-pero quién te ha dado permiso para abrir tu estúpida bocota?! —gritó Sero golpeando la hueca cabeza de Denki, su rostro más rojo que nunca.

—¿Kirishima aún no lo sabía? —cuestionó con total casualidad el rubio, sobándose la maltratada cabeza.

—¡No! —exclamaron los otros dos al unísono.

—¡De hecho —continuó el pelinegro—, tú tampoco deberías saberlo! ¡Si lo haces es porque eres un entrometido! 

—¡¿Entrometido?! ¡¿Yo?! ¡No puedo creer que tengas la desfachatez de-!

—Chicos —Los llamó a ambos Kirishima—. Por favor —Les pidió una vez lo miraron, y no tuvo que explicarse dos veces para darse a entender.

—Okay, perdón... —murmuraron ambos al mismo tiempo.

Los tres chicos suspiraron, y Eijirō esperó que con esa pequeña escena el tema de su crush por Bakugō fuera olvidado, enterrado y no mencionado nunca más. Sin embargo, al parecer la mente tipo Internet Explorer de Denki no quiso darle el gusto.

—¿Sabes? Creo que temerle al rechazo es válido —empezó a hablar, para sorpresa de Sero y Kirishima, Kaminari—, pero a la vez, no sé si estoy de acuerdo con ello al 100%.

Eijirō diría que no entendía a qué vino eso, pero sí lo hacía. Era obvio que la razón por la que no quería confesarse y por la que no le gustaba nada de la situación era el maldito temor al rechazo, a arruinar la amistad por una estupidez como esa.

Bajó la mirada apenado a la vez que Sero miró intrigado al rubio.

—¿Qué diablos quieres decir? 

Kaminari soltó una maldición, y hizo una diminuta rabieta consigo mismo, bufando y haciendo su cabeza hacia atrás, tomándose la cabeza. ¡Odiaba no poder explicarse bien!

—Lo que trato de decir, es que, ehm... ¿Le dan demasiada importancia? Quiero decir, después de todo, hay la misma probabilidad de ser rechazado que ser correspondido, 50 y 50. Pero por alguna extraña razón la gente le importa más el rechazo que el ser correspondido, es lo primero que piensan cuando les sugieres intentarlo. 

—¿Quizás porque a nadie le gustaría ser rechazado?

—¡Claro, sí, lo sé! Pero, piénsalo así. Si no lo intentas, las probabilidades ser rechazado son 100%. Si lo intentas, es 50%. ¿Entiendes? Obviamente es peor un 100% que un 50%. 

Y, así, Kirishima pudo presenciar otro más de los mínimos y casi inexistentes momentos de "Kaminari diciendo algo extrañamente serio y lógico a su manera". ¿Lo peor? Es que lo que decía tenía sentido, tenía demasiado sentido y a Eijirō eso no le gustaba mucho.

Básicamente, sí, era un maldito cobarde.

—Kaminari, a veces... A veces las emociones pueden ser más fuertes que la misma lógica —murmuró Kirishima, sin alzar la vista que tenía fija en sus pies, como si fueran de lo más interesante.

—Solo lo dices porque a ti no te gusta nadie —apoyó Sero al pelirrojo, su ceño arrugado.

—Quizás ahora no me guste nadie, pero sí me han gustado personas en el pasado y en el futuro también me gustará alguien. Chicos, me han rechazado, ¡y sí, me dolió! Pero a la larga, quedo satisfecho sabiendo que no me perdí nada, que no desperdicié una oportunidad. Imagínense la situación en la que le gustas a alguien, y a ti te gusta ese alguien. Y así por años en los que esperan que el otro haga algo, pero nunca pasa ese algo. Es básicamente un amor desperdiciado, y creo que eso es mucho peor que un rechazo directo, porque el rechazo es un "no fue", y lo otro es un "podría haber sido pero por mi culpa no fue".

Maldita sea, eso le sonaba demasiado conocido.

—Y como ninguno hizo nada, ahí quedó.

Sonaba demasiado a una historia que él conocía perfectamente y de repente el peso de todo y no solo la lógica si no lo emocional de lo que Denki decía le llegaba.

—Por eso, inténtenlo —dijo el muchacho, sonriente—. Lo peor que puede pasar es que pierdan su dignidad —agregó intentando quitarle seriedad a la situación.

—Esa la perdí hace tiempo —murmuró Sero, siguiéndole el juego y sacándole una risotada a ambos.

Kirishima calmó sus carcajadas pero la sonrisa continuó en su rostro mientras Kaminari volvía a ser él mismo y hablar de cualquier estupidez para alivianar el ambiente y olvidar la tensión de momentos atrás. Pero sus palabras no se iban de su cabeza, permanecían allí resonando con mucha importancia.

Y es que, tenía razón, tenía mucha razón. Porque un corazón roto es posible de sanar, pero un amor desperdiciado no se puede recuperar.

Él ya desperdició uno, y otro más no era opción.

Eran tantas las señales que era sorprendente y hasta increíble que Bakugō Katsuki, posiblemente uno de los chicos más perspicaces del 2-A y quizá de toda la UA, no se haya dado cuenta de que su amigo Kirishima Eijirō gustaba de él.

Sí, no se había dado cuenta.

Quizá si Camie le habría alcanzado a decir lo que ella no tardó en captar luego de 5 minutos de charla, y otros 5 minutos caminando donde notaba la forma en que miraba Kirishima a Bakugō, habría atado cabos y se hubiera dado cuenta de que la respuesta era demasiado obvia y que quizá no era tan inteligente como creía, aunque eso último no era tan probable según él. 

Sin embargo, cuando Bakugō logró tener a Utsushimi unos segundos a solas luego del encuentro con sus otros amigos y le preguntó sobre aquello que le iba a decir, ella hizo una mueca y se encogió de hombros.

«—Creo que deberías preguntárselo tú —Le dijo señalando con su cabeza al muchacho de cabellos rojizos.»

Y una mierda.

¿Que acaso ella no pensaba? ¡Por algo habló con ella, porque no quería preguntarle a él!  

Gruñó. Era el día siguiente, domingo por la mañana, y él estaba sentado desayunando solo en el comedor, pues al parecer nueve de la mañana era muy temprano como para levantarse un día domingo.

Aunque le gustara estar a solas, en momentos así deseaba la irritante presencia de los idiotas esos que se autodenominaban sus amigos... y que en realidad sí lo eran, pero jamás lo escucharían decir eso en voz alta. Cuando tenía algo en la cabeza, estar a solas le hacía daño; pensaba demasiado las cosas, y la presencia de los otros lograban sacarlo de sus pensamientos.

Aún estaba molesto, no, furioso con que el cuarteto haya interrumpido en el peor de los momentos.

«Bakugō, ¿tú eres estúpido?»

Y ES QUE DE VERDAD, ¡¿A QUÉ MIERDA ES QUE SE REFERÍA CON ESO?! 

Maldijo por lo bajo, apretando los palillos en su diestra. ¡Claro que no era estúpido! ¡El estúpido era Kaminari, por descerebrado y por haberse tropezado en ese instante! ¡Los estúpidos eran los otros tres por hacerle caso a la estúpida idea del descerebrado! 

¡La estúpida era ella misma que le dijo que era un estúpido para solo decirle después que él tenía que preguntarle a Kirishima!

¡El estúpido era Kirishima por actuar tan raro de un día para otro y no darle una clara señal de lo que pasaba por su cabeza!

Golpeó la mesa con su puño, ignorando el sonido del plato dando un leve rebote. 

Sonaría malditamente cursi, al menos para su gusto, pero... Mierda, ¿y si realmente le dijo algo a Kirishima que lo incomodó?

Sabía que su carácter era una mierda, ya llegado a ese punto lo tenía clarísimo, y aunque estaba trabajando en lo que todos denominaban como "problemas de ira, impaciencia e impulsividad" (aunque él creía que exageraban), sabía que a veces podía soltar cosas que quizá, pensándolo mejor, no debía haber dicho.

Y estaba tratando de pensar en qué podría haber logrado cambiar la actitud de Eijirō de tal forma. Encorvado en la silla y su mentón en la mesa, pasó los siguientes diez minutos tratando de dar con algo.

Nada.

Ni siquiera el enojo era con Kirishima. La molestia era con él mismo y la impotencia de no lograr dar con una respuesta clara.

¿Y qué se supone que debía de pensar? El tipo ya ni lo tocaba siendo que antes era muy de piel, demasiado para su gusto. Y cuando lo hacía aunque fuera muy leve, las palmas de sus manos estaban casi que empapadas en sudor. Además, le evitaba la mirada y sonreía de tal forma que parecía tener un tic en la comisura de sus labios.

Eso y sumando lo rojo que a veces lo veía, era como si estuviera con calor, pero eso no tenía sentido, ¡nada de sentido! Pues, bueno, estaban en otoño. Y cuando decía su nombre, a veces parecía trabársele la lengua.

Soltó una especie de carcajada que quedó en su garganta, acallada. 

—Parece colegiala enamorada sacada de un shōjo barato, puta madre —murmuró para sí mismo.

Y ni bien pasaron los segundos, la burlona mueca en sus labios se borró por completo al analizar mejor la brutalidad que de su boca se escapó. ¿Por qué?

Porque la actitud de Kirishima calzaba a la perfección con esa estúpida descripción.

A ver, a ver, a ver... No podía ser eso. No podía.

¿O sí?

No estaba 100% seguro de ello, es decir, no tenía pruebas más que un estúpido pensamiento que pasó por su cabeza respecto a las actitudes recientes de Eijirō, y el infame "creo que deberías preguntárselo tú".

La cosa era que... quizá no era tan buena idea preguntarle.

Y es que, mierda, no era estúpido, entendía lo complicado que era algo como eso. Y no, claro que no le incomodaba la posiblidad de gustarle a su amigo, solo...

Sería difícil.

Cuando decía que eso del romance no le interesaba ni le importaba, no era para quitarse la conversación de encima; era la verdad. Nunca le había gustado nadie, ni chicos ni chicas, y tampoco le interesaban esas cosas que Kaminari y Mineta con tanto entusiasmo veían, y no solo ellos sino quizás muchos más de sus compañeros.

Era... ¿Extraño? Es decir, no es que le interesara mucho, tenía otras prioridades tales como sus calificaciones o su desempeño como para ponerse a pensar "Mmh, qué raro no tener actitudes ni pensamientos que se supone un adolescente como yo debería de tener". ¡Claro que no! Solo estaba consciente de ello... Y ya.

Bueno, ¿realmente era raro? No sabría confirmarlo o negarlo, no tenía bases ni fundamentos, y preguntarle a alguien no era opción, menos buscarlo en internet.

La cosa era que... Si le preguntaban si le gustaba Kirishima de vuelta, su respuesta sería: no.

No negaría que sí tenía sus atributos físicos el chico, le caía bien, hasta podría atreverse a pensar y considerar que quizás lo quería, pero... ¿Gustar? Ni siquiera entendía cómo debía sentirse para decir que le gustaba.

No lo entendía, y no le interesaba. Y era ahí que radicaba el problema.

A cualquier otra persona le daría igual decirle "tú no me gustas", pero a Kirishima... sonará malditamente cursi (blegh), pero no, no le quería romper el corazón a su mejor amigo.

—Bah... —murmuró levantándose de la silla. El apetito se le había ido, aunque no es que sobrara mucho en su plato, el cual tomó para llevarlo a la cocina y lavarlo.

¿Por qué se reventaba tanto la cabeza? No era seguro, probablemente la situación era totalmente diferente a esto que se estaba maquinando él y se estaba rompiendo la cabeza y complicándose por nada. Probablemente solo le dijo algo hiriente sin darse cuenta. 

En cualquier caso, si realmente fuera la situación en la que... pues, eso, ¿por qué carajo Kirishima gustaba de...Él? No es que lo tratara de maravilla, de hecho estaba seguro que hasta Sero o Kaminari eran más amables y atentos con el pelirrojo que él. 

Así que, ¿por qué?

Se quedó parado en su sitio, pensando. 

Realmente no tenía idea de estas cosas.

La mañana del día lunes había llegado, y  Bakugō ya tenía un plan.

Había que tener en claro que Bakugō no era de darse rodeos, de dudar o de esperar que los demás hagan las cosas por él. Era un chico con iniciativa, más aún cuando era probable que él tuviera mejores resultados que otra persona que intentase lo mismo que él.

Así que lo pensó, y las palabras de Camie retumbaron en su mente, haciéndolo llegar a una conclusión. ¿Por qué debía preguntar, si podía ver? Las acciones, al fin y al cabo, hablaban más que las palabras. Solo debía tratar de llevar todo con normalidad, pero la diferencia radicando en cuánto observaba a Kirishima.

Y, quizá, si el pelirrojo lo notaba, le daría la respuesta más rápido.

Cementoss, su profesor de literatura, se encontraba de pie frente a la pizarra con un libro en mano y leyendo en voz alta un fragmento de un libro que al parecer era de sus favoritos, porque no era la primera vez que lo usaba para explicar algo. No muchos estaban poniendo atención, pues en verdad a esas horas de la mañana el cerebro no estaba en su máxima función.

—¿Y entonces qué es lo que hay que hacer? —cuestionó Kaminari, sus manos en su nuca y haciendo su silla hacia atrás levemente, su lápiz en su boca.

Habían juntado dos mesas y, lastimosamente, la que tuvo que irse en esa ocasión fue Ashido, así que solo estaban los cuatro chicos sentados juntos.

—Hay que explicar con nuestras palabras las frases que dio el profesor Cementoss —respondió de mala gana Sero, pues era como la tercera vez que lo repetía. Y al parecer debería decirlo una cuarta en unos pocos minutos tomando en cuenta el poco interés de Denki en esa respuesta.

—Ayy, qué flojera —murmuró el rubio, ganándose un zape que lo desequilibró justo cuando había hecho su silla hacia atrás. Y, pues, el resto es obvio.

—¡Ten cuidado, Kaminari! —Lo regañó su profesor desde el escritorio, hablando por sobre las risas de algunos de sus compañeros.

Apenado, Denki recogió el escritorio y la silla para volver a sentarse, y aprovechó de tirarle el lápiz a Sero en la cara para que se dejara de reír de una maldita vez, pero eso solo lo hizo seguir riendo y de pasó le lanzó un besito a modo de disculpas.

Katsuki rodó los ojos y gruñó, de verdad que eran un par de idiotas.

—Kirishima —llamó al pelirrojo, quien fue tomado por sorpresa.

Y Katsuki notó como inmediatamente sonrió.

—¿Sí, Bakugō?

Ah, era demasiado brillante.

—Avancemos con la tarea, ignoremos a esos dos idiotas —murmuró señalando con su mentón el cuaderno.

—¡Oye! —exclamaron los otros dos, pero la rojiza mirada del rubio los hizo callar mientras Eijirō reía, captando la atención de Bakugō.

Estaba tranquilo, no parecía reaccionar como lo hacía antes cuando le hablaba o lo miraba. Quizás, después de todo, no era lo que él pensaba.

Esperaba fuera así.

—Bien, entonces...  "Quizás aún no te comprenda —afirmé—. No soy muy inteligente y me cuesta entender las cosas. Pero, con un poco de tiempo, llegaré a entenderte, y no habrá nadie en el mundo que pueda entenderte mejor que yo".*

Kirishima iba ralentizando sus palabras mientras más se acercaba al final. Su vista, involuntariamente, apenas terminó de leer se posó en el rubio frente a él.

Bakugō fingió no notar esa acción, el cómo Kirishima pareció tener a alguien en mente al leer ese diminuto fragmento de la novela que tanto les restregaba su profesor en la cara como una obra de arte y hasta ese día le daba igual leerla. Es más, lo miró directo a los ojos, haciéndole saber que sabía que lo miraba y que aún así no se inmutaba respecto a ello, que no pensaba nada respecto a ello.

Y el cómo Eijirō rápidamente miró hacia un lado, le dio un punto a favor al estúpido "Creo que deberías preguntárselo tú". Y Kirishima se maldijo a sí mismo por dejarse flaquear por algo así.

—¿D-de qué libro se supone que era esto?

Los nervios en la voz del chico de cabellos rojos era notable. Katsuki lo veía, cómo sonreía inquieto que sin querer se le achinaban levemente sus ojos, cómo su manzana de adán se movía para pasar saliva, cómo sus mejillas estaban acaloradas y una casi imperceptible capa de sudor en su frente.

La pregunta pareció ir dirigida a nadie, incluso si estaba mirando a Kaminari sentado al lado de él. Se notaba que el rubio no sabía ni qué día era, pero eso no importaba, incluso si hubiera sabido qué estaban leyendo, él ya le habría arrancado las palabras de la boca.

—Tokio Blues, de Murakami —respondió Katsuki, inmutable.

Y con eso, Kirishima supo a quién debía maldecir por escribir algo que, sin querer, había pasado por su cabeza en alguna de sus ensoñaciones con el dueño de éstas, el mismo que comenzó a regañar a sus amigos por no querer aportar algo decente en la tarea.

Se había dicho que estaba más calmado con todo ello, pero momentos así le hacían difícil mantenerse de esa forma. Tener la mirada del otro fija en la suya con esa intensidad de hace unos momentos transformaba esa calma en una tormenta.

¿Sería realmente una buena idea decirle a Katsuki?

Bien, aunque le fuera extraño admitirlo, esa charla pseudo-motivacional de Kaminari había funcionado muy bien. Al menos podía decir que ya estaba algo más calmado con la... situación, si se la podía llamar así en vez de "mi exagerado y abrumador crush con mi mejor amigo". Sí, era una forma más fácil de denominarlo.

Le hubiera gustado llegar a ello por su propia cuenta, pero no debía robarle los correspondientes créditos a la amiga de  Bakugō, Utsushimi.

«—Bakugō es inteligente, claro, pero lo sobreestimas en esto. No tiene idea y probablemente no capte nada, así que puedes estar tranquilo con eso —le contó aprovechando que el nombrado no los escuchaba pues estaba muy ocupado discutiendo con Ashido y Kaminari sobre una pendejada respecto a máquinas expendedoras.»

Y, vaya, ella lo dijo con tal convencimiento que en verdad lo creía.

Bien, quizá había que ser algo más específicos. Por ese lado estaba calmado, pero eso no significaba que lo había superado. Es más, estaba cada vez más lejos de ello. Sin embargo, no iba a empezar por milésima vez su monólogo interno de cuánto odiaba estar enamorado de su mejor amigo y que jamás podrían estar juntos y toda la tragedia griega que se armaba el pobre en su cabeza, con griegos, filósofos, Dioses y hombres homosexuales incluidos.

Es más, por alguna extraña razón, ya con más calma y la nube de pensamientos negativos disipándose en su cabeza, había una palabra que aparecía como rayito de sol en la tormenta.

Inténtalo.

Desde que su amigo se lo dijo, esa palabra no paraba de repetirse una y otra vez en su cabeza. Y si bien hace tres días consideraba que era una locura, cada vez que lo pensaba cobraba más sentido. Y si bien no quería afrontar directamente la respuesta de ello, lo sabía, lo había vivido hace casi tres años. Había aprendido que intentarlo era peor que quedarse sentado sin hacer nada, que la incertidumbre y el asumir no eran más que enemigos de lo que el futuro podría depararle. Que esperar, quizás, no le daría lo que fuera que estuviera buscando.

En ese entonces cometió el error de esperar y de no actuar, de asumir y no preguntar. Y, como dicen por ahí, de los errores se aprenden.

—¿Estás seguro?

Kirishima miró a Ashido por medio del espejo frente a él, pues ella se encontraba atrás de la silla en la que estaba sentado retocándole el color rojo y las oscuras raíces de su teñido cabello.

—¿Crees que me arriesgaría a hacer algo así no estando seguro? —cuestionó, frunciendo el ceño—. ¡Claro que lo estoy! Solo... no tengo claro un cuándo, solo sé que en algún momento deberé hacerlo, y lo voy a hacer.

Era tanta la seguridad en sus palabras que Mina tuvo que voltear la silla en la que estaba sentado él para mirarlo a los ojos.

—¿Estás seguro que eres el Eijirō que hace tres días decía que jamás se confesaría porque eso arruinaría toda su amistad? —inquirió con demasiada seriedad para el gusto del muchacho.

—¿Sí? —intentó responder, pero sonó más a duda que a respuesta. Suspiró—. Mira, eh... Kaminari me dijo algo y-

—Espera, ¿Kaminari? ¿Ya lo sabe?

—Sí, él y Sero —desvió su mirada, sonrojándose levemente—. Al parecer fui muy obvio cuando Bakugō estaba hablando con Utsushimi.

—Y sí, lo fuiste —afirmó la chica volviéndolo a voltear para poder continuar con su trabajo de estilista. Hubo un corto silencio hasta que volvió a hablar—. Entonces ya somos dos.

—¿Eh?

—Yo también me decidí, y le voy a decir a Sero que me gusta —respondió continuando con lo suyo disimulando el nerviosismo en sus palabras.

—Espera, ¿en serio? —inquirió Eijirō, genuinamente sorprendido.

—Sí —afirmó sonriendo, sin embargo había una pizca de vergüenza en su sonrisa—. Lo pensé, y en verdad, creo que es lo mejor. Además, estoy casi convencida de que también le gusto. Quiero decir, ¿quién podría resistirse a esta preciosidad? —dijo juguetonamente, señalándose a sí misma con la brocha del tinte.

—Qué dicha la tuya —murmuró, rodando los ojos, pero en el fondo genuinamente feliz porque ya sabía que eso resultaría bien.

—¡Dije casi! —reiteró, dándole una palmadita en la frente a modo de regaño—. Uno siempre se puede equivocar. Pero, como dijiste, es peor no intentarlo. Así que el sábado en la fiesta de Kaminari probaré suerte —explicó untando el tinte en el cabello del muchacho y luego envolviéndolo en aluminio—. ¿No crees que tú también podrías ver qué tal ahí?

—Lo pensé, pero no creo. Quiero que sea un momento algo más especial, poder hablarlo de forma más tranquila...

—Ay, entonces de verdad planeas hacerlo.

—¿Es tan díficil de creer?

—Pues, considerando lo de hace tres días, sí, lo es —contestó la chica soltando una pequeña risita, a lo que Eijirō hizo un pequeño puchero.

Ella siguió con lo suyo, tarareando la canción que sonaba de su móvil para entretenerla mientras seguía tiñendo el cabello del muchacho. En eso, lo sorprende soltando una repentina exclamación.

—¡Ya sé!

—¿Qué? —cuestionó, notablemente confundido.

—¡Ya sé cuándo se lo puedes decir! —reiteró—. ¡En el viaje de estudio que haremos!

—¿Haremos un viaje de estudio? —preguntó aún más confundido que antes.

La chica lo miró con mala cara, a lo que él sonrió como disculpa.

—¿Acaso te quedaste dormido en la clase? —preguntó, alzando una ceja.

—Eh, no, estaba... distraído —Miró hacia un lado al decir lo último, omitiendo detalles de lo que lo tuvo distraído, pero era inútil porque no necesitaba compartirlo para que Mina pudiera ver la burbujita sobre su cabeza con el recuerdo Bakugō en esa clase rodeado de corazones flotantes.

—¿Por qué no me sorprende? Aunque, bueno, ahora entiendo por qué no te vi emocionado cuando pensé que lo estarías.

—¿Por qué?

—¡La excursión será a nuestra ciudad natal, Chiba! También decidimos que lo que haremos este año para el festival, que...

Pero Kirishima había dejado de escuchar. Su mente simplemente se quedó en el "la excursión será nuestra ciudad natal, Chiba".

Eso... solo una cosa le venía a su mente cuando le decían ello. Volver a Chiba significaría que cabía la posibilidad de encontrarse otra vez con él. Y eso no era bueno. O quizás sí lo era. Espera, ¡no lo era! Es decir, estaba seguro que para su cabeza y su estabilidad mental no lo sería.

—... también podríamos ir con los chicos a esa pastelería que estaba a unas cuadras de la preparatoria, ¡o también al arcade al lado de la pastelería! ¿No sería genial? Ay, podríamos ir al zoológico, y también podría tener una cita con Sero en mi heladería favorita, y tú podrías ir con Bakugō a-

—Mina, respira —dijo entre risas, interrumpiendo las palabras de la joven.

—¿Que acaso no estás emocionado tú? —Lo reprendió.

—¡C-claro que estoy emocionado! Solo que... —mordió su labio, no sabiendo bien que decir, cuando al mirarse al espejo algo captó su atención—. Oye, ¿no deberías enjuagar ya el tinte?

—¿Eh? —Entonces, su atención se desvió a su móvil para ver la hora, soltando un chillido—. ¡Ah, sí, de hecho ya me pasé! Rápido rápido, vamos al baño.

Kirishima suspiró, agradecido de poder haber distraído a la chica del tema.

En verdad, sí le gustaba la idea, podría pasar a visitar a su familia, recorrer los lugares que Mina había mencionado con sus nuevos amigos. El problema era que... Bakugo era el que le gustaba, sí, le gustaba mucho. Sin embargo, aún sentía que no había cerrado bien el capítulo allá en Chiba. No es que no lo había superado, solo... Verlo después de tanto tiempo sería raro, más considerando el cómo fue que quedó todo.

Bah, ¿por qué se preocupaba? Dudaba encontrarse con él.

Después de todo, no creía tener tan mala suerte. El universo no lo odiaba tanto como para hacerle eso, ¿verdad?

¿Verdad?

... Hola. (?)
MIREN, les explicaría todas las razones de porqué me demoré, pero son demasiadas. Unas válidas, otras no tanto. Pero solo quiero que sepan que a mí no me gusta darles capítulos hechos a la maldita sea, quiero darles capítulos que me satisfagan como escritor y que sé que es lo que ustedes merecen. He reescrito y reorganizado este capítulo tantas veces que perdí la cuenta.

Pero, me gustaría saber, ¿qué tal ustedes? ¿Cómo van con la cuarentena? Yo como el hoyo, ¿eh? Aburrido, pero estoy con clases online. Ya entré a la universidad, ¡estoy estudiando Cine! :D

*Respecto a ese fragmento de Tokio Blues, debo darle creditos a Haruki Murakami por ser una gran inspiración para este capítulo, sus frases me ayudaron mucho.

Espero les haya gustado el capítulo. El próximo es MI FAVORITO POR LEJOS, pasará algo que llevo planeando desde que empecé el fic. ¡Nos vemos pronto! ¡Gracias a los que siguen leyendo! Les prometo que todo valdrá la pena 💖

Y QUIERO DARLE LAS GRACIAS A AMI DILACROIX EN FB POR LA PORTADA Y EL SEPARADOR QUE ME HIZO, QUE ESTÁN HERMOSOS. ME ENCANTAAAAN. 😳😳😳💖💖💖

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