🏳️‍🌈once🏳️‍🌈

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Apenas abrió sus ojos, sintió que algo no andaba bien

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Apenas abrió sus ojos, sintió que algo no andaba bien.

No le tomó mucho saber que el techo que miraba no era el de su habitación, definitivamente no lo era, y menos lo eran las paredes, pues reconocía fácilmente que estas más bien eran las de la habitación de Bakugō, cosa que llevaba a la siguiente y más preocupante incógnita: ¿qué diablos hacía allí? Según él y su memoria, debía de estar no en esa si no que en su propia cama, en la cual se había quedado dormido luego de haber tenido una discusión mental consigo mismo intentando buscarle algún "pero" a sus sentimientos, aunque cabía destacar que no logró hallar ninguno.

No entendía cómo, por qué ni cuándo terminó allí, es decir, ni siquiera recordaba cuándo fue que se quedó dormido. A la mente se le vinieron las peores explicaciones, las cuales hicieron que se sintiera avergonzado y temeroso. ¿Qué tal si había ido a la habitación del rubio como sonámbulo? ¿Y si le había dicho alguna estupidez al estar medio dormido?

Mierda, eso no era bueno.

Se sentó en la cama y así pudo observar mejor el lugar. Efectivamente estaba en la habitación de Bakugō, sin embargo no había rastro de él. Había algo raro en el ambiente, por lo que al no verlo esa sensación de estar fuera de lugar se acrecentó. Sin embargo, a pesar de lo extraño de la situación, decidió no darle más vueltas al tema. Quizá y podía sacar provecho a la ausencia del mayor; si se iba antes de que Bakugō volviera se ahorraría la vergüenza de afrontar cualquiera fuera la razón por la que estaba allí. Así que intentó levantarse cautelosamente de la cama del rubio, pero no bien sus pies quedaron colgando una fuerte mano lo detuvo de forma repentina, sosteniéndolo del hombro por detrás. Se asustó y rápidamente giró a ver quién lo había detenido pues él no había visto a nadie segundos atrás cuando revisó sus alrededores. Y, para sorpresa suya, la mano que lo agarró fue nada más ni nada menos que la de Katsuki, sin embargo el verlo acostado de lado donde él mismo estaba segundos atrás lo descolocó por completo.

¿De dónde mierda había salido?

Intentó hablar, intentó preguntar para aclarar sus dudas pues se sentía muy fuera de lugar, sin embargo la voz no le salió, no podía decir nada, y eso lo aterró. Volvió a tratar, pero nuevamente no lograba emitir sonido alguno. Siguió intentando una y otra vez, y estaba tan ensimismado en tratar de hablar que no se percató del momento en que Bakugō, aún sosteniéndolo a él del hombro, levantó su cuerpo lo suficiente para tomarlo bruscamente de la mandíbula y girarle el rostro para plantar sus labios sobre los de él de forma feroz y hambrienta, tomando desprevenido al chico y dejándolo atónito por un acto tan repentino y súbito como ese. ¿Bakugō lo estaba besando? ¿El chico que recientemente descubrió que lo tenía loco lo estaba... besando? 

¿Acaso era real lo que pasaba?

No supo si el estar preguntándose eso último lo desconcentró o qué, pues no se dio cuenta en qué momento sus posiciones habían cambiado. En un abrir y cerrar de ojos él ya no estaba sentado en la cama y tomado de un hombro por Katsuki; su espalda estaba apoyada en el colchón, contra el cual estaba siendo presionado pues el rubio estaba sobre él y seguía besándolo incluso más intensamente que antes, sosteniendo su propio peso en sus manos apoyadas en la cama. Las manos de Eijirō, mientras tanto, apretaban la tela de la playera negra del rubio, playera que pareció esfumarse por arte de magia pues sus manos en cuestión de segundos se encontraban acariciando la desnuda espalda y los abdominales del contrario, incluso si no recordaba haberle quitado la camisa al chico o que él mismo lo hubiera hecho. Pero no le podía importar menos, se sentía increíble la firmeza de su varonil y esbelto cuerpo contra las palmas de sus manos. En todo ese tiempo, que se le estaba haciendo eterno, no habían dejado de besarse hasta ese momento en el que Katsuki separó sus labios muy a pesar del pelirrojo, pesar que no le duró nada ya que con la misma rudeza de antes esos labios atacaron su cuello. Lamió y mordisqueó la bronceada piel de Kirishima, desde su pecho hasta su mentón, cosa que hizo al pobre y excitado muchacho suspirar pesadamente, y los ojos de Katsuki, los que no habían mirado a Eijirō directamente en todo ese tiempo, lo hicieron, y rojos como la sangre le erizaron la piel con esa mirada tan hambrienta y fiera. 

¡Sí, soy gay! 🌈kiribaku/bakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora